¡Hola queridos lectores! Nuevamente es viernes y he traído un capítulo más de este desastre que escribo jaja. Muchas gracias por dedicar el tiempo a leer, agregar a su lista de favoritos y por seguir la historia, también por dejar comentarios, me alegra poder leerlos.

El mundo de Harry Potter pertenece a J.K. Rowling, yo sólo juego con sus personajes.


Razones

Por Daymin

Capítulo 12.- Reflejo.

Lamentablemente, las escasas horas que Draco pudo tener en "la otra vida" y la tranquilidad que le brindó tener unos momentos simples, no fueron suficientes. Al regresar al colegio, lejos de su madre y de la amenazante presencia del Señor Oscuro, la realidad cayó como peso muerto sobre sus hombros. La tristeza apaciguada que había sentido antes, pasó a ser un hueco enorme en su pecho y un nudo que se aferraba a su garganta, dificultándole respirar, incluso creía que le era casi imposible hablar adecuadamente.

Cuando estuvo de regreso en Hogwarts, faltaban unas horas para la cena, y, a pesar de que Severus le escoltó desde Hogsmeade hasta las mazmorras, decidió que enfrentarse a sus compañeros de casa y amigos no era algo para lo que estuviera listo. Sin molestarse en pensar más, se escabulló silenciosamente hasta los baños abandonados del segundo piso.

Para su buena suerte, no se encontró con nadie verdaderamente importante o que le prestara atención, Draco tuvo la leve idea de que comenzaba a volverse invisible entre los pasillos, arrastrando sus pesares como un fantasma por los corredores.

Se escabulló dentro del baño y Myrtle apareció rápidamente junto a él, en una silenciosa brisa fría que apenas y pudo percibir, ya que su propia temperatura era baja también. La fantasma se "sentó" silenciosamente a su lado, sin decir nada, algo muy raro en ella, ya que en cuanto le veía entrar se acercaba cuanto podía y comenzaba a parlotear.

Draco permaneció un largo rato en silencio, hecho un ovillo en una esquina relativamente seca del lugar. El que Myrtle estuviera tan silenciosa sólo le comprobaba el deplorable mal aspecto que debía tener, había sido una buena idea no enfrentar a su casa en ese momento, sin siquiera poder mantener una fachada decente.

—Hola, Myrtle. —Murmuró tiempo después, con la vista fija en un punto vacío del lugar.

La voz plana y baja que salió de su propia boca fue casi irreconocible.

—Hola, Draco. —La vocecita aguda se coló por sus oídos, acompañada de una nube helada ciñéndose a sus hombros.

— ¿Qué…haces?

—Te abrazo, ¿qué parece qué hago?

Draco le miró unos instantes, perdido ante el gesto, después, sólo bufó y se quedó quieto. No podía llamar a la sensación fría de las extremidades de humo un "abrazo", ni siquiera podía sentir el peso o la fuerza, tan sólo la brisa fría que le recorría donde ella tocaba, como si estuviera en un campo libre a medio otoño, sin la ropa adecuada. Y, aun así, con esa sensación poco agradable, Draco se sintió un poco reconfortado, casi conmovido, y un tanto ridículo.

Myrtle, una fantasma que llevaba años vagando por el colegio, terriblemente sola y triste, estaba dándole consuelo en uno de los peores momentos de su vida. Era casi cómico, casi, ya que el nudo de su garganta se apretó más, hasta que le fue imposible respirar sin comenzar a sollozar.

Con la voz quebrada y sin las suficientes fuerzas para resistirse, habló:

—Padre…—Jadeó, aun intentando contener el llanto. —Mi padre murió.

La brisa fría se hizo más grande, Myrtle le estaba abrazando con más "fuerza", detalle que bastó para que Draco finalmente se rindiera. Las lágrimas se amontonaron en sus ojos, fluyendo constantemente en silencio, mientras sus hombros se agitaban conteniendo los sonidos lamentables.

Lloró un largo rato, hasta que las lágrimas se detuvieron por sí mismas y sus extremidades se entumieron, los hombros le ardían ante el constante tacto frío de Myrtle, manteniéndose aferrada a él. El llanto había cesado, pero el hueco en su pecho seguía, incluso tenía la impresión de que estaba creciendo.

Su padre había muerto y su madre estaba presa en su propia casa, bajo las órdenes de un demente que, con tan sólo agitar la varita, le arrebataría la vida sin culpa alguna. Estaba devastado por la muerte de su padre, lo extrañaba, y le dolía que nunca volvería a verlo, pero lo que realmente se aferraba a su cuerpo, como una oscura sombra detrás de él, era el terror ante la idea de no ser capaz de proteger a su madre.

Si su madre moría, él no…

— ¿Draco?

Draco centró su atención de nuevo, percatándose de que Myrtle se había separado de él, mirándole con un rostro angustiado de facciones casi borrosas.

—Estoy bien. —Murmuró, percatándose de que su cuerpo temblaba. —Es sólo el cansancio.

Ella asintió, manteniendo una distancia prudente, sin querer causarle más frío, lucía casi apenada. Draco entonces notó que era probable que Myrtle creyera que estaba temblando por su frío abrazo. Llevó una de sus manos temblorosas hasta una de ella, claramente no pudo tocarla, pero sí sentir la fría brisa rozar su palma.

—Muchas gracias por esto, Myrtle.

Draco Malfoy no era precisamente una persona amable, era terriblemente orgulloso y ese era su mayor defecto, pues algunas veces ese orgullo se alzaba sobre sus modales, causando que palabras como "gracias" y "lo siento" no fueran algo recurrente de su vocabulario. No era alguien que agradara fácilmente, ni una persona fácil de apreciar o querer, pero cuando vio ese difuso rostro de la chica fantasma apenado, Draco supo que era el momento de ser agradecido.

Myrtle no sólo le había estado abrazando durante un largo rato, sino que se había limitado a escuchar, aun si sólo había dicho escasas palabras y llorado el resto, ella nunca habló demás o dijo palabras condescendientes. Draco no necesitaba sermones o palabras de lastima, y Myrtle parecía entender, después de tantos años encerrada ahí parecía haber aprendido muchas cosas.

—Debería marcharme, he estado escondiéndome un largo rato. —Murmuró, poniéndose de pie. Sus huesos crujieron en respuesta por permanecer tanto tiempo en la misma posición.

Myrtle revoloteó a su alrededor.

—Asegúrate de cenar, Draco, luces horrible. —Entonces se alzó por sobre de él, dando giros y riendo, hasta sumergirse dentro de uno de los retretes.

Draco sólo suspiró, ¿qué tan mal debía verse para que un fantasma se atreviera a burlarse de su aspecto?

Draco irguió sus espalda y continuó tomando su cena tan tranquilamente que casi parecía normal, casi, ya que el resto del colegio le miraba sin un poco de recato, y los murmullos silbaban a su alrededor. La noticia de que su padre había muerto se había extendido por todo el mundo mágico, no era nada sorprendente, por lo que Draco se preparó antes de aparecer en el Gran Comedor.

Arregló y limpió sus ropas, peinó su cabello e intentó poner su mejor cara, esa que no decía nada y era un mapa en blanco. Caminó por entre las mesas, hasta tomar su lugar habitual, ni siquiera sus amigos pudieron disimular su asombro, lanzándose miradas significativas entre ellos una y otra vez. Draco simuló no darse cuenta, comiendo en silencio.

—Draco, querido. —Le llamó Pansy, inclinándose sobre la mesa.

Él ni siquiera la miró, así que no insistió y nadie se atrevió a decir algo más por el resto de la cena.

Claro que, cuando todos los Slytherin se marcharon a los dormitorios, Draco fue arrastrado a un rincón de la sala común, rodeado por todos sus amigos, quienes no dijeron nada pero tampoco le dejaron marchar. Draco casi quería reírse de las pocas habilidades para dar consuelo que poseían los Slytherin, casi podía escuchar los ruidosos pensamientos agitados de todos ellos, preguntándose qué hacer o decir.

Draco estaba agotado, necesitaba dormir y dejar de pensar, así que decidió hacerlo fácil para ellos por una vez.

—Escuchen atentamente. —Les llamó, usando un tono moderado, aun si el hechizo que alzaron les permitía hablar sin ser escuchados por otros. —Sí, mi padre falleció, pero no necesito que mis amigos estén por los rincones intentando reconfortarme. Estoy bien. —Les hizo saber. —Tan bien como se puede estar, así que les pediré amablemente que quiten esas estúpidas miradas condescendientes y que no se atrevan a tratarme diferente, o estarán en graves problemas.

Ninguno de ellos se atrevió a decir nada, ¿qué podías decirle a alguien tan obstinado cómo Draco Malfoy?

—Entendido. —Murmuró Blaise después de un rato, soltando un sonoro suspiro.

—Aclarado esto, me iré a dormir. —Dijo, dando media vuelta y desapareciendo rumbo al dormitorio.

Sólo entonces, Theodore Nott habló.

—Vamos a hacer esto por las malas, ¿cierto?

—Por supuesto. —Dijo de inmediato Pansy, cruzándose de brazos. —Draco es demasiado orgulloso como para hablar sobre sus sentimientos, no lo hará por el lado amable.

—Tampoco somos buenos en eso. —Declaró Goyle.

Todos hicieron una mueca avergonzada en respuesta, completamente de acuerdo con eso. Entre sus habilidades no estaba ponerse sentimentalistas.

—No importa, somos sus amigos y estaremos para él, lo quiera o no. —Les dijo Zabini.

Pansy, Theodore, Vincent y Gregory asintieron de inmediato. Sabían sus debilidades respecto a su conocimiento sobre emociones, ser emotivo o expresivo no eran cualidades Slytherin, lo sabían, y no era algo suyo dar abrazos y besos, pero Draco estaba en problemas, y ellos iban a ayudarlo, porque eso hacen los amigos, ¿no? Ayudan, aun si es por la fuerza.

Draco miró por un largo tiempo las cortinas verdes de su cama, los últimos días le era casi imposible dormir y si lo lograba eran pocas horas. No estaba durmiendo adecuadamente, ni comiendo lo suficiente, ni siquiera podía cumplir su rutina diaria apropiadamente. Había dejado de hacer los deberes y de estudiar, incluso se había saltado algunas clases, obteniendo castigo tras castigo.

Sabía que estaba mal, que sólo estaba buscándose problemas para los que no tenía tiempo, pero ni siquiera eso logró animarlo un poco. Todo había dejado de importar desde hace un tiempo, Draco no podía saber con exactitud cuándo, quizás desde la muerte de su padre, o cuando Dumbledore salió del colegio "sin fecha fija para regresar", como le había explicado su padrino.

Habían pasado apenas unos días desde la muerte de su padre, pero Draco sentía como si hubieran pasado semanas, sintiéndose tan cansado que le era imposible disimular. Sabía que no estaba del todo fuera de lugar, había visto esa mirada en los profesores, incluyendo a Snape, y a Pomfrey, quien no le había regañado aún por dejar de ir a las revisiones diarias, esos ojos que parecían sentirse mal por él.

Estaba de luto, sí, pero también estaba cansado. Cansado de vivir, para ser exactos.

Sin Dumbledore en el colegio, lo único que le quedaba era trabajar en el armario, con el cual no estaba teniendo progreso alguno, ya que había momentos en los que sólo se metía en la Sala de los Menesteres a vagar, queriendo escapar del resto. Justo como lo estaba haciendo en ese momento.

La Sala era realmente grande y tan llena de artefactos como se podía, grandes montañas de cosas apiladas, todas abandonadas o perdidas, incluso algunas cosas se caían de las montañas, apareciendo en los pequeños pasillos por los que Draco se movía. No buscaba nada en particular, por esa razón se tomó el tiempo de observar a detalle un gran espejo apoyado en una de las paredes.

El lugar estaba lleno de diversos artefactos, de todos los tamaños, funciones y colores, pero Draco nunca esperó encontrar un espejo, así que retiró la manta que cubría la mayor parte de un solo tirón. Rápidamente la tela cayó al suelo, levantando una nube de polvo que le hizo toser por un tiempo prolongado, Draco debía admitir que no sonaba nada bien.

El espejo era grande y dorado, con un aspecto viejo y gastado, al igual que sucio, pero Draco pudo sentir la magia que despedía inmediatamente. En la parte superior la escritura "Oesed lenoz aro cut edon isara cut se onotse" parecía tallada en una elegante escritura.

—"Esto no es tu cara, sino de tu corazón el deseo". —Murmuró, dándole la orientación correcta a la inscripción.

Con tan sólo un vistazo, Draco entendió la función -o el engaño- del espejo, y su vista se congeló sobre el marco dorado, temeroso de ver lo que el espejo le reflejaría. Sus manos se volvieron puño y cerró los ojos, dispuesto a dar la vuelta y marcharse de ahí.

¿Qué de bueno tenía un espejo que te mostraba tus deseos? Si al final eran sólo ilusiones.

Pensó en marcharse, pero no pudo, o no quiso, era difícil saberlo. Respiró profundamente y abrió los ojos con lentitud, revelando poco a poco la imagen que le mostraba el espejo.

En el centro, estaba él, vistiendo uno de los conjuntos para dormir más cálidos y suaves que tenía en la Mansión Malfoy, a su derecha estaba su padre, recto y orgulloso, colocando una mano sobre su hombro. Su ropa era también de cama, algo inusual que no combinaba con su largo cabello perfectamente sujetado en una coleta. A su izquierda, su madre sonreía, con las mejillas llenas de color y sus ojos alegres. No era nada sorprendente.

Estiró su mano, acariciando suavemente el frío cristal, entonces "sus padres" se movieron un poco a los costados, permaneciendo aún dentro del marco con la misma expresión feliz. Al inicio fue como un punto que apareció al fondo, haciéndose más y más grande, hasta que Draco pudo ver con claridad que, quien se abría paso entre sus padres para colocarse a su lado, era el mismísimo Harry Potter.

Harry cargaba una enorme caja de regalo, y se la ofrecía sonriendo ampliamente, aferrándose a su costado y depositando un suave beso en su mejilla, mientras sus padres observaban la escena y reían. Draco se sintió avergonzado ante la imagen. Entonces prestó atención al resto, encontrando muérdagos y esferas por todas partes.

El deseo más profundo de su corazón era Navidad, en compañía de sus padres y de Harry Potter.

—Que idiotez. —Murmuró tiempo después, casi memorizando la imagen por completo.

Finalmente, se dio media vuelta y decidió regresar a los dormitorios, sin ánimos de gastar magia en el armario.

De lo que Draco no se percató, o no quiso ver, fue que el Harry Potter en el espejo usaba anteojos y tenía una cicatriz en forma de rayo en la frente.

A Draco le dolía la cabeza, como si hubiera cientos de abejas dentro, picando en diferentes lugares a la vez, le dolían las extremidades y tenía demasiado frío, pero aun así fue arrastrado por sus amigos al campo de Quidditch. La temporada de juegos comenzaba y, como siempre, el primer partido era de Slytherin contra Gryffindor.

En otras circunstancias, Draco estaría regocijante de alegría al ver que Potter había sido suspendido del equipo, y que tampoco jugaría como Buscador ese año, pero no eran tiempos para alegrarse por cosas tan tontas, así que Draco sólo pudo aferrarse a su asiento lo mejor que pudo.

Esa mañana, Snape había sido especialmente duro con él, dándole un largo sermón sobre su deplorable desempeño académico, luego lo había enviado a la enfermería para retomar sus chequeos. Draco había asentido en silencio y se había escabullido a la Sala de los Menesteres, sin intención de visitar a la medimaga.

Había pasado gran parte de la mañana trabajando en el armario, con el que comenzaba a tener avances significativos, logrando desaparecer una manzana y aparecerla de nuevo, y sin explotar, aunque aún no lograba que el destino fuera el otro armario. Pero algo era algo.

Tuvo que salir de la Sala cuando su nariz comenzó a sangrar, y cuando quiso ir a descansar, sus amigos lo habían arrastrado al campo, para ver el partido. Estaba demás decir que Draco no estaba en sus mejores condiciones.

El bullicio ensordecedor sólo contribuía al dolor de cabeza, lo que debía hacer era salir de ahí y regresar a descansar, pero las náuseas habían aparecido y temía vomitar en ese mismo momento, por lo que sólo pudo permanecer aferrado a su asiento, inclinándose sobre sus manos.

Cuando Blaise se aferró a él, no supo cuánto tiempo pasó, pero sintió como es casi cargado y alejado de las gradas, hasta tocar la hierba del campo.

—Draco, ¿estás bien? Luces un poco verde, amigo. —Quiso responderle que sí, que necesita descansar, pero el vértigo se aferró a él hasta hacerle engancharse a la túnica de Zabini. —Tomaré eso como un no, te llevaré con Madame Pomfrey.

Draco sacudió la cabeza en negación, lo que le hizo sentirse peor.

—Al dormitorio. —Logró jadear.

—No seas necio. —Le gruñó el otro, sosteniéndolo firmemente, pero sin moverse aún. —Creo que estás enfermo.

Draco logró enfocar su vista y ver alrededor. Estaban a un costado de las gradas, escuchaba el partido desarrollarse detrás, pero sus ojos se centraron en una maraña de cabello desordenado.

—Potter…—Murmuró bajo, arrugando el entrecejo.

El moreno le miraba directamente, a un costado de las gradas de Gryffindor.

—Sólo ignóralo, vamos a la enfermería. —Draco volvió a negar, tirando levemente, casi cayendo al suelo, pero siendo sostenido de nuevo por Blaise.

Vio a Potter dar unos pasos hacia él y se preguntó que podría querer, quizás quería burlarse o pelear, pero Draco no podía pensar claramente, sintiendo el dolor en su cabeza crecer, mientras un terrible ataque de tos le cortaba la respiración.

—Draco, tienes fiebre. —Alcanzó a escuchar que le decía Zabini, mientras veía a Potter avanzar hacia él, luego ya no pudo ver nada.

— ¡Un resfriado! —Gritaba la medimaga, yendo de un lado a otro, dándole distintos tónicos a beber y blandiendo su varita sobre su cuerpo. — ¡Un simple resfriado, Señor Malfoy!

Draco había despertado horas después, envuelto entre las sabanas tan conocidas de la enfermería, con Pomfrey furiosa y gritándole inmediatamente. Al parecer había cogido un resfriado esos últimos días, si lo pensaba bien tenía sentido y explicaba sus malestares, tanto el hecho de que su fiebre fuera tan alta que le hiciera desmayarse en los brazos de Blaise.

—Curo resfriados en segundos, Señor Malfoy, pero usted decidió que quería empeorar, ¿no? Llegar hasta este punto. —Su voz sonaba notablemente ofendida.

Draco le escuchó en silencio, mirando sus manos blancas sobre las viejas sabanas de la camilla, sus dedos temblaban levemente, cómo si hubiera montado demasiado tiempo una escoba y el esfuerzo y el frío le cobraban factura. Cerró los ojos y metió sus manos bajo la manta, en parte porque tenía frío y por otro lado para no ver su propio estado deplorable.

Pomfrey detuvo su agitado andar y se colocó a su lado, ofreciéndole una pequeña taza humeante.

—Es té caliente, le ayudará a sentirse mejor. —Señaló. Draco tomó la taza entre sus manos, sintiendo el calor en sus palmas. —Escuche, Señor Malfoy. —La sanadora se sentó en una esquina de la cama y le miró. —Comprendo que esté de luto, perder a nuestros seres queridos siempre es difícil, pero dejarse morir no es ninguna opción.

Draco sintió toda su piel estremecerse ante las palabras de la mujer, dándose cuenta de que escuchar la cruda verdad era muy diferente cuando venía de alguien más, sobre todo si era la sanadora del colegio quien lo decía, usando una voz muy diferente a los regaños con los que solía hablar.

Sí, estaba poniendo su vida en peligro, y no sólo la suya, sino la de su madre también. El peso de la culpa volvió en ese momento, cargando sus hombros con una sensación sumamente desagradable. Sus manos temblaban sujetando la pequeña taza de porcelana, esta vez por razones muy distintas.

—Yo no…

Cualquier cosa que estuvo a punto de decir murió en su boca, cuando se dio cuenta que no serían más que simples pretextos. ¿Qué podía decir a su favor? Cuando era tan evidente que estaba tirándose del acantilado él solo, que quien le apuñalaba la espalda no era más que él mismo.

¿En qué estaba pensando?

No lo estaba haciendo, era evidente.

¿No había prometido que se encargaría de todo? ¿No se había atrevido a ver a su madre a los ojos, prometiéndole que estaría bien? Incluso había escrito aquella lamentable carta desahogándose, diciéndole a su "padre" que no se preocupara más.

Su padre… ¿qué diría Lucius si pudiera verle ahora?

Draco pudo ver la mirada llena de decepción cuando cerró los ojos, pudo escuchar el llanto de su madre, y logró ver al Señor Oscuro alzando su varita.

— ¿Señor Malfoy?

Escuchó a la medimaga hablarle y tomarle de los hombros, pero le fue imposible decir algo, no cuando las imágenes parecían cada vez más reales.

¿Estaba soñando?

Una fría sensación se instaló en su nuca, el miedo escalando poco a poco ante la idea de que no fuera sólo su imaginación, ¿qué tan lejos estaba todo aquello de la realidad? Su madre estaba encerrada en la mansión con un maldito loco, rodeada de todos sus seguidores y, aunque su tía Bella estaba ahí, Draco había perdido la fe en ella cuando le era tan devota al Señor Oscuro.

— ¡Señor Malfoy, Draco!

Unas delgadas manos se aferraron a él, sacudiéndolo con fuerza, sabía que era Pomfrey, que aún permanecía en la enfermería, podía sentir la camilla bajo su cuerpo, pero le era imposible ver algo, no sabía si sus ojos estaban cerrados o abiertos. Pero vino el dolor, y entonces no pudo pensar en nada más.

Un dolor fuerte y frío que se colocó en su pecho, Draco casi pudo sentir como avanzaba hacia su cabeza, y cuando llegó ahí, sólo pudo gritar, era como si su cráneo estuviera partiéndose en pedazos, uno a la vez, mientras el dolor en su pecho le impedía respirar.

— ¡Draco! ¡Draco! ¡Draco!

Los gritos eran mezclados a su alrededor, un conjunto de voces unidas que le hacían doler los oídos, y aunque llevó sus manos a ellos, los llamados solo se hicieron más fuertes.

¡Draco! ¡Draco! ¡Draco!

Era Pomfrey, y Snape, y su madre, y su padre, y Harry, y el Señor Oscuro; todos a la vez, gritando en sus oídos, al compás de su cabeza ardiendo de dolor.

¡Draco! ¡Draco! ¡Draco!

Draco giraba su cabeza en todas las direcciones, intentando encontrar a alguien, queriendo preguntar que ocurría y porque le llamaban, pero sólo escuchaba su nombre ser gritado de nuevo, con más fuerza, con más dolor y odio.

— ¡Draco! —Con un fuerte jadeo, desde el fondo de su garganta, fue capaz de abrir los ojos y volver a respirar, todo jadeos y sudor frío, todo era brillante, pero vio a Snape aferrado a él, agitándolo con fuerza y gritando su nombre.

Quiso decir algo, cualquier cosa para acallar las voces en su cabeza que seguían gritando, pero sólo consiguió gritar él mismo, un grito fuerte y desgarrador, sintiendo como si sus costillas fueran quebradas una por una. El rostro de su padrino se volvió borroso, cubriéndose de una nube oscura y densa, hasta que no pudo ver nada.

Sintió ser arrastrado, cómo si hilos invisibles tiraran de todo su cuerpo hacia abajo, fue apenas un instante, pero sintió a Snape cerca, como si estuviera con él en la densa oscuridad. Poco después, los hilos ganaron y Draco se hundió.


Debo confesar que tengo una fuerte debilidad por la idea de Draco y Myrtle siendo grandes amigos, no sé, creo que es algo bastante lindo ¿ustedes no?

Gracias por estar aquí una semana más, nos leemos pronto