R18


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5

Frustración

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No fue el sol colándose por las cortinas lo que la despertó, sino que la mano áspera que tocaba su pecho desnudo, una caricia constante que le palpaba la piel doliente, alertándole, recordándole todo lo que había pasado, lo que él le había hecho. Su cuerpo entero se tensó, en cosa de segundos fue consciente de que el príncipe psicópata estaba pegado a su espalda, su brazo izquierdo rodeaba su cintura y su mano ahuecaba su pecho con naturalidad, como si aquel gesto fuera común entre ellos. La ira ascendió por su pecho hasta su rostro, sintió sus mejillas sonrojarse y no sabía si era por vergüenza o rabia, o ambas. Intentó empujar al saiyajin con su codo, sin embargo, ese movimiento que normalmente no le llevaba mayor esfuerzo, la joven no consiguió hacerlo, sentía cada extremidad, parte de su cuerpo, e incluso su cuero cabelludo, adolorido. Sus ojos se fijaron en su propia mano que estaba cerca de la almohada, notó las horribles marcas rojizas que decoraban su muñeca, quizás por la fricción de su piel contra las argollas de energía o éstas habían quemado su piel.

No recordaba en qué momento él le había quitado las argollas. Buscó en su memoria, entre los agarres fuertes, donde él hundía sus dedos en su piel, los embistes salvajes, mordiscos y gruñidos, simplemente no lo recordaba, entre las imágenes que rememoraba, las ordenó en secuencia y entonces lo comprendió cuando su calvario se acabó de repente, se había desmayado después de terminar el tercer encuentro. Sintió sus ojos humedecerse al recordar cada momento, cada jadeo de él en su oreja, su piel caliente chocar con la suya, el calor en su rostro aumentó, la rabia y la frustración dominaron sus sentidos. 3 veces la había abusado, sin ninguna consideración, indolente a sus quejidos, a su dolor, no le importó dejarla sangrando, solo se preocupó de su propio placer ¿la habría seguido abusando después de desmayarse? Tenía la sospecha de que sí. Se esperaba cualquier acto miserable de su parte. Contuvo el suspiro, parpadeó lentamente, sentía el cuerpo somnoliento por su reciente despertar y, aun así, fue consciente del dolor punzante en su trasero. Una mueca de desagrado se formó en sus labios, la mano que tocaba su seno bajó hasta sus costillas y palpó con suavidad deslizándose a su cintura, frunció el ceño ante su caricia, su toque delicado le parecía una burla desagradable, no solo por atreverse a tocarla cuando lo detestaba y se lo demostraba cada vez que tenía la oportunidad, sino que también por lo salvaje que había sido con ella durante la noche.

—Ve a ducharte —susurró Vegeta. Sintió a la joven entre sus brazos tensarse, no podía ver su rostro, pero imaginaba que estaba enojada y pensarlo le causaba gracia. Subió su palma por su cintura, sus dedos abarcaban su costilla izquierda, respiró profundamente y sonrió cuando el olor a sexo mezclado con hierro se coló en sus fosas nasales ¡como adoraba esa mezcla!

Era su fetiche, sentir la sangre, olerla y verla, mientras mantenía relaciones sexuales, y despertar con ese aroma en el aire le ponía de buen humor. Se alejó lentamente de su cuerpo y se sentó al mismo tiempo que estiraba su cuerpo, haciendo crujir sus articulaciones. Todo su cuerpo se sentía descansado, seguramente por la noche que ella le había brindado, la sonrisa no se borraba de su rostro, no era tan fanático del sexo, lo hacía cuando tenía tiempo y ánimos, pero lo que la princesa había despertado en él empezaba a subírsele a la cabeza, su temple, su terquedad y belleza, era una combinación peligrosa, había disfrutado sus 3 encuentros y esperaba repetirlos, pero esta vez, quería conseguir que la joven resistiera un poco más. No sabía el motivo de su desmayo, pero no la volvió a tocar, follar una muñeca inerte no le parecía divertido, le gustaba ver y sentir las reacciones de sus compañeras, en este caso la princesa. Incluso ahora, con una erección despierta y lista, prefirió no volver a tomarla. Volteó a ver su espalda, su cabello descansaba desordenado en la almohada, podía ver los hematomas que tenía en la espalda y se sintió satisfecho.

—¿No puedes levantarte? —preguntó burlesco, sabía que estaba despierta hace varios minutos y que no le respondiera, o intentara ir al sanitario a asearse después de todo lo que le había hecho, le hacía suponer aquello. Esperó por unos minutos alguna respuesta, pero no obtuvo nada. Sonrió triunfante, verla en esas condiciones le llenaba el pecho de satisfacción.

Bulma tragó saliva con dificultad, sentía un nudo en la garganta que le auguraba el llanto que estaba conteniendo. Tenía rabia, mucha, estaba frustrada y sus burlas no ayudaban a soportar su situación, no solo era el dolor en su cuerpo, era el asumir que había sido forzada por un hombre, que, aunque le dijera a quienes se supone debían protegerla, no harían nada y estaba segura que nadie podía hacer algo al respecto y era lo que le afligía. Estaba a merced de un enfermo, su prometido era un psicópata retorcido que disfrutaba atormentarla, lo corroboró con total seguridad cuando la forzó. A toda costa buscó hacerla llorar, que rogara que se detuviera o hacerla gritar, eso no era normal. El que la abusara ya era un acto reprochable, pero que disfrutara de su dolor era perturbador, le dejaba claro la clase de hombre que era el príncipe. Le fue difícil no darle en el gusto, cada empuje contra su cuerpo había sido una tortura a eso sumarle sus agarres bruscos y mordidas que le hicieron sangrar, lo único que no pudo contener fueron quejidos débiles, pero no lloró, no pidió que parara ni suplicó para que fuera más gentil. Se tensó cuando sintió el peso de la cama cambiar, él se acercaba y no podía alejarse, no tenía las fuerzas ni el espacio para hacerlo.

—¿Qué…? —alcanzó a decir cuando sintió la mano del príncipe pasar por debajo de su cuerpo a la altura de su cintura, fue un movimiento certero que no alcanzó a prever. El antebrazo del saiyajin sujetó su torso y la empujó hacia él, volteándola en cosa de segundos mientras que su otro brazo pasaba por debajo de sus piernas, levantándola de la cama. Bulma alzó ambas cejas al verse en sus brazos, el príncipe se bajó del colchón cargándola sin dificultad, ambos estaban desnudos. Bulma intentó apartarse de su cuerpo apenas él puso un pie en la alfombra, se sacudió en sus brazos evitando observarle el rostro, en parte por vergüenza y a la vez por lo furiosa que estaba con él, pero era consciente de que su enojo no servía de nada para hacerle frente y, es más, no sabía qué podía decir bajo su situación. Él había traspasado la línea, ya no tenía más qué decir o hacer «no, no lo dejaré hacer lo que quiera conmigo» pensó, dejando el pudor de lado y con más energías-a pesar de lo mucho que le dolía el cuerpo-forcejeó para que la bajara.

—Sólo te llevaré a la bañera —le escuchó decir y detuvo su lucha. El príncipe la sacudió en un solo movimiento para acomodarla mejor en sus brazos, la joven creyó que caería o que él la botaría a propósito, y su cuerpo se movió de forma involuntaria haciendo que sus brazos se afirmaran del cuello del saiyajin. Vegeta se tensó cuando sintió esa cercanía, sus manos la estaban sujetando desde su espalda y debajo de sus piernas, pero no previó ese movimiento de su parte. Fueron segundos en los que tardó en procesar aquel extraño sentir, para el príncipe no era una sensación familiar y no supo darle alguna explicación o etiqueta, lo único que pudo entender fue que le gustó sentir su abrazo, porque lo era, aunque ella estuviera afirmándose solamente, era un abrazo después de todo. Intentó observar sus gestos, pero la joven escondió su rostro en su pecho y le fue imposible de ver.

Caminó dando pasos firmes hacia el cuarto de baño, la sentía tensa entre sus brazos, pensó en bromear para sacarla de quicio, pero tenía los labios sellados y por más que pensaba en alguna pesadez, nada se le ocurrió. Cuando entró al sanitario, sus ojos negros viraron hasta sus reflejos en el espejo, por un momento pensó en detenerse para poder observarse con mayor detenimiento, pero lo descartó rápidamente. Se desconoció, cargando a una mujer de esa forma luego de la noche que habían pasado, era inaudito hasta para él. Aunque era primera vez que pasaba más tiempo con una pareja, seguramente descubriría más momentos así, pensó. Sus ideas quedaron en segundo plano cuando notó las marcas en la piel lechosa de la princesa, sonrió ante su obra, los hematomas, sus dientes marcados, no había parte en su cuerpo en donde no hubiera dejado su huella, su sonrisa se amplió, miró con orgullo su lienzo. Avanzó hasta la bañera y con delicadeza impropia de él, la bajó hasta dejarla apoyada en el borde de ésta.

—Llamaré a tu servidumbre —murmuró y la dejó sola.

Bulma se afirmó del borde de la tina con sus manos, no se atrevió a voltear, lo único en que podía pensar era en lo que acababa de pasar ¿qué rayos había sido todo eso? ¿estaba tomándole el pelo? su actitud amable era una ironía burda después de lo bestia que había sido con ella. Y a pesar de que había sido de ayuda el que la llevara al baño, no lo agradecía, en primer lugar, estaba en esa situación por su culpa, y a la vez, aunque cambiara de repente a un hombre agradable, no le perdonaría ninguna de las humillaciones y abusos, «imbécil» le insultó mentalmente.

Se quedó varios minutos sentada en el borde de la tina, apoyada en su muslo derecho, evitaba recargar su peso en su trasero pues el dolor punzante seguía ahí. Observaba el interior de la bañera y el grifo, deseaba asearse, sentía todo su cuerpo sucio, pero el solo pensar en abrir la llave era un gran esfuerzo para su estado. Las suelas de varios pares de zapatos chocar con el azulejo llamaron su atención, giró hacia la puerta del sanitario, que el príncipe había dejado abierta, y vio a sus 4 criadas. Notó incluso desde la distancia sus rasgos de espanto al ver hacia la cama, y al entender que seguramente veían la sangre y fluidos secos en las sábanas, el pudor regresó con fuerza. Su pecho se llenó de culpa, volteó rápido hacia la tina al mismo tiempo que sus mejillas se sonrojaban, «no es justo, no es mi culpa… no debo avergonzarme, maldito enfermo» pensaba, e intentaba convencerse de ello. En su pecho había una contradicción difícil de soportar, que supieran lo que le había pasado le llenaba de vergüenza, pero al mismo tiempo le molestaba sentirse de ese modo. Ella no había hecho nada malo, nadie se merecía lo que le había pasado y si alguien debía sentirse avergonzado era él.

Un par de criadas ingresaron al cuarto de baño, Bulma no volteó a verlas, las escuchó saludarla, pero no respondió. Vio por el rabillo del ojo como llenaban la bañera, y ordenaban las botellas de jabón y esencias. Miró hacia la entrada a tiempo para ver como una de las sirvientas se llevaba las sábanas sucias, volteó nuevamente hacia la tina, el sonido que hacía el agua al caer y acumularse le relajó por segundos provocándole un escalofrío.

—Delia fue por un médico —escuchó en un tono compasivo que le fastidió, no respondió, la misma criada que habló se le acercó y la sostuvo del brazo con suavidad—permítame ayudarle a entrar a la bañera. —Bulma levantó la mirada hacia ella al mismo tiempo que la mujer la jalaba con suavidad, sus ojos marrones la miraban nerviosa, pero no a la cara, notaba como le observaba el resto del cuerpo que, para esas alturas, la princesa ya no le apenaba estar desnuda ante sus criadas o incluso el príncipe. Sabía que su objeto de interés eran las marcas en su piel, quizá pensaban que habían consumado el compromiso, era difícil imaginar que había más opciones, al menos para ella en su momento lo fue, ahora sabía que existían diferentes formas de sexo.

Cuando la criada consiguió levantarla, el peso de la princesa se fue hacia la izquierda, por donde la mujer no la sostenía, pero la otra sirviente fue rápida y se colocó del otro lado para que no tropezara. La sostuvieron con paciencia, mientras ella levantaba una pierna para entrar a la tina, no pudo contener un débil quejido al moverse, el dolor en su trasero palpitaba con cada movimiento. Tardó un par de minutos en entrar a la tina, el agua seguía cayendo, aun no se llenaba hasta la mitad, pero en ese momento no le importó la prisa de las criadas por asearla, ella también lo necesitaba. No soltó las manos de las mujeres al estar en el interior de la bañera, se sentó lentamente, apenas su piel entró en contacto con el agua tibia, se estremeció.

—El doctor viene en unos minutos —Bulma giró hacia la entrada al ver a la criada de ojos miel, respiraba agitada por el esfuerzo. Se acercó a la bañera para ver a la princesa, y a diferencia del resto, no la miró con lástima. —¿Qué se le ofrece para desayunar?

—L-lo que sea —susurró y desvío la mirada—algo dulce. —La criada asintió y caminó hacia la salida. La idea de comer en su habitación le parecía agradable, así no tendría que ver a sus familiares políticos, pero si no se presentaba, el rey querría saber porqué y no le entusiasmaba que más personas supieran de lo que le había pasado—. Quizá no es una buena idea… no quiero que nadie sepa de esto.

—Descuide —habló la mujer de ojos marrones—Delia inventará alguna cosa. —Bulma la miró pensativa, quizás el grupo de mujeres trabajaban para los saiyajin y aparte de servirla, la espiaban, pero hasta el momento le habían servido bien y ni siquiera se había preocupado por conocerlas. Sabía que se debía a su objetivo en mente, el de escapar de ese compromiso, al pensar que no estaría mucho tiempo allí, no se entusiasmó por establecer lazos con nadie en el castillo, sin embargo, ahora que lo estaba pasando verdaderamente mal, las criadas la estaban cuidando.

—¿Cuáles son sus nombres? —preguntó, la criada de ojos marrones aun no soltaba su mano a pesar de que ya estaba estable dentro de la bañera. La mujer alzó ambas cejas al oír su pregunta y con una sonrisa gentil en sus labios, habló.

—Lina —dijo—Sami fue por sábanas limpias, Delia es la que acaba de salir. —Bulma asintió y volteó hacia la otra joven que echaba esencias al agua, la criada volteó hacia ella y murmuró tímida.

—Yo soy Judy —dijo—. Solemos presentarnos desde el primer día de servicio, pero en Vegetasei, los saiyajin no están interesados en saber nuestros nombres, por lo que con el tiempo dejamos de hacerlo. Lo sentimos —asintió la joven.

—No —negó Bulma—no es necesario… lo comprendo —. Los ojos de Judy eran verde oscuro, grandes y con pestañas cortas. Las cuatro criadas eran de especies diferentes, y a pesar de los tonos de sus pieles tan extravagantes comparados a los terrícolas, a la joven le parecieron más humanas. Era fácil pensarlo si hacía la comparación con los saiyajin.

Lina mojó una esponja y la llenó de jabón, sujetó su brazo y lentamente lo pasó por su piel, dejando una capa de espuma en ella. Judy tomó una jarra y la llenó con el agua que caía del grifo, Bulma tiró la cabeza hacia atrás para hacerle la tarea más fácil. Oía ruidos en su cuarto, supuso que era Sami quien aseaba su cama, tragó saliva nerviosa al pensarlo. No vio como quedaron por la mañana, pero durante la noche alcanzó a ver las manchas escarlatas, también, cada vez que él se vino en su interior, sintió como el líquido se escurría entre sus nalgas hasta ensuciar la tela. Sus mejillas se sonrojaron al recordarlo, la rabia y la vergüenza no dejaban su pecho, seguramente nunca se irían.

Mientras Lina y Judy le bañaban, su mente estaba en blanco. Ambas criadas fueron sumamente gentiles en sus movimientos, no le importó sentirse expuesta bajo su situación, no tenía muchas opciones, no podía moverse ni hacer esas cosas por su cuenta, no podía desperdiciar esa ayuda. Cuando terminaron de bañarla, el agua ya cubría sus hombros, aprovechó ese momento para pasar sus manos por su cuerpo, no recordaba haberse sentido de ese modo antes, como si la hubieran aplastado durante la noche, todo su cuerpo estaba resentido, cada movimiento era una tortura para la princesa. Mientras Judy recogía las botellas y Lina buscaba toallas, tocó su intimidad para asearse, pero apenas lo hizo, la mirada fría y sonrisa maliciosa del príncipe vino a su memoria y se detuvo. Tembló débilmente, el maldito psicópata la atormentaba sin siquiera estar presente, temía que lo que él le provocaba le cambiara, quería ser fuerte, no dejarse intimidar, pero era difícil.

Lina le ayudó a salir de la bañera y Judy la envolvió en una toalla grande y gruesa. Mientras Lina la guío hacia el dormitorio, Judy se quedó en el cuarto de baño para limpiarlo. Bulma observó a Sami levantar las mantas y cobijas apenas la vio, la idea de pasar el resto del día en cama no le disgustó del todo. La dejaron sentada a los pies de la cama, Sami buscó el secador de cabello mientras Lina secaba su cuerpo, a los minutos apareció Delia con su desayuno, la criada no hizo más que poner un pie en su habitación y el olor del té y del pan recién horneado llenó el cuarto. Mientras le secaban y vestían con una camisola limpia, la princesa sacaba trocitos de pan caliente y se los echaba a la boca. Una vez seca y vestida, Lina y Sami la ayudaron a recostarse, Delia le dejó la bandeja sobre las piernas y la acompañó mientras las demás organizaban lo que acababan de desordenar, alcanzó a beber un poco de su té y comer un pastelito de crema cuando golpearon a la puerta.

—Debe ser el médico —dijo Delia, Judy que estaba más cerca de la puerta fue a abrir. Para la sorpresa de todas, el personal de salud era mujer. Eran pocos los rostros femeninos en áreas de ciencia y salud en el planeta rojo. La doctora era una mujer alta, de piel morena, su cabello era corto y oscuro, su nariz era bastante respingada. Judy se hizo a un lado para dejarla pasar.

—Soy Mina —se presentó al entrar, reverenció a la princesa y murmuró mirando a las criadas— ¿pueden esperar afuera? —el grupo de cuatro criadas miró por unos segundos a la doctora y luego a la princesa, Bulma asintió en silencio, Delia se puso de pie rápidamente y junto a las demás, salieron de la habitación, Lina fue la última en salir cerrando la puerta. —Delia pidió una visita médica rápida y discreta al departamento de salud.

—Ya veo —asintió la joven, dejó la taza sobre el platillo y trató de mover la bandeja, pero al hacerlo, todo tembló, miró asustada la taza tambaleante, sus muñecas seguían adoloridas, mantener el peso de su desayuno era una ardua tarea para la princesa. Mina trotó rápido hacia ella y le recibió la bandeja, con solo ese contacto la doctora pudo ver las marcas que rodeaban sus articulaciones.

Dejó la bandeja en el mueble más próximo a la cama, miró por el rabillo del ojo a la joven y tragó con disimulo. Cuando estudió para ser doctora, recordaba bien lo que le repetían los maestros, podía encontrarse con situaciones delicadas, sin embargo, desde que trabajaba en Vegetasei, el tanque de recuperación y los avances tecnológicos en la salud le habían evitado muchos escenarios complejos de ver. Ahora estaba allí, en la habitación de la prometida del heredero al trono y solo veía a una niña asustada y vulnerada. Aunque en su rostro demostrara indiferencia, podía reconocer las señales de una joven abusada, y la princesa mostraba la mayoría. El camisón que usaba dejaba descubierto sus brazos delgados, al ojo podía contar al menos 6 hematomas en cada uno, las marcas rojizas que decoraban sus muñecas lucían dolorosas. Imaginaba que no solo venía a tratar eso, pero para ello, debía sacarle información a la princesa, contuvo el suspiro y murmuró en tono serio, pero amable.

—Princesa, este es un ambiente seguro, puede contarme lo que sea —comenzó diciendo, la joven volteó hacia ella y la miró atenta, no había color en su rostro ni expresión que delatara su humor, pero notaba como temblaba ligeramente. —Cumpliré el secreto profesional, no divulgaré nada de lo que me diga.

Bulma asintió, respiró profundamente y miró hacia los pies de la cama. Que sus sirvientas llamaran a un médico había sido algo que ni ella pensó cuando despertó, pero era lo más lógico, él le había dañado en muchas zonas de su cuerpo, y el dolor no se iría solo. Además, estaba segura que él volvería esa noche, y la siguiente, y la siguiente… si no se trataba ahora, el resultado sería peor, el príncipe no tendría consideración con su estado de salud, no la había tenido cuando la abusó, y no creía que la tuviera nunca, «pero esta mañana…» pensó con sospecha.

—¿Princesa? —Bulma volteó hacia la doctora al oírla—me podría decir, ¿qué fue lo que le hicieron? —sabía que la profesional le preguntaba por cumplir con el protocolo de atención, no por chismosa, debía hablar, no había otra opción si quería que la ayudara a soportar el dolor.

—Me forzó analmente —murmuró sin titubear, intentando no demostrar vergüenza o tristeza, tragó con disimulo—3 veces.

—¿Y los hematomas y las marcas en las muñecas? —preguntó la doctora, intentando no mostrar compasión por lo que le acababa de decir.

—Ah… —soltó la joven, levantó su brazo derecho y observó los moretones—no me golpeó —dijo pensativa—me agarraba muy fuerte —susurró y al recordarlo, quiso hacerse pequeña y esconderse debajo de las sábanas. —Usó unos aros de energía, para que no me moviera.

—Comprendo —dijo y asintió mordiendo la mejilla interna derecha. Se inclinó para recoger su maletín. La personalidad retorcida del heredero era de conocimiento público, pero al escuchar el testimonio de la princesa, no pudo evitar sentir lástima por ella. Era demasiado joven para él, no se merecía a una compañera como la princesa Bulma. Temía por ella, estaba segura que no sería la última vez que la visitaría, pero ¿qué podía hacer? Nada, ni nadie, en asuntos de la aristocracia los trabajadores no podían opinar, miró de soslayo a la joven. Era muy bella, parecía una princesa de un cuento de hadas, pequeña, pálida, su cabello largo y sedoso, no había forma de confundirla con un individuo normal, su sangre de alta cuna se notaba en cada centímetro de su cuerpo y expresiones. Suspiró con disimulo y sacó unos guantes sin uso de un paquete hermético, se los puso con rapidez, se echó desinfectante, tomó gasas y un frasco de 500ml de gel curativo. —Recuéstese. Le echaré una pomada que le regenerará rápidamente la zona dañada, está hecho con el agua medicinal de los tanques de recuperación.

La joven tardó unos segundos en hacer lo que la doctora le pidió procesando sus palabras, al mismo tiempo, la mujer levantó las cobijas para poder examinarla. Bulma se estremeció cuando la destapó, pero no dijo nada, quedó de espaldas mirando el techo del dosel, pegó un brinco cuando sintió las manos de la doctora rozar su muslo al subir la falda de su camisola. Apretó sus manos en puños, intentando controlarse, cerró sus ojos con fuerza y pensó en algo más que la mujer que la tocaba.

Mina no tardó demasiado, intentó que el mal rato para la princesa fuera lo más breve posible, sus movimientos fueron suaves pero precisos, la sentía temblar mientras limpiaba la zona más afectada, podía notar su nerviosismo, y lo comprendía. Una vez desinfectada la zona, abrió el frasco de gel curativo y untó su dedo índice derecho. Con la mano izquierda tomó una pequeña linterna que iluminó el trasero de la princesa, y con sumo cuidado le aplicó la pomada, aún así la sintió tensarse.


(…)


Cuando cruzó el umbral del comedor, su padre y hermano estaban en sus asientos de siempre, esperando por él para empezar a comer. Asintió a ambos, tenía una sonrisa socarrona que no podía borrar de sus labios, su arrogancia innata estaba desbordada, y solo por haber pasado una buena noche. Es que no podía restarle importancia a lo que había pasado entre la princesa Bulma y él. No era común follarse a una mujer de alta cuna, y la joven que sería su compañera de vida lo era, además, el corto historial que tenía con ella hacía que su relación fuese más divertida. Seguía sorprendido con ella, tuvo que contenerse muchas veces para no quebrarla, después de todo era consciente de que se trataba de una débil humana, jugó con los límites, y aun así fue demasiado para ella. Había resistido más de lo que esperó para ser la primera noche intensa, pero no era suficiente, «¿alguna vez será suficiente?» se preguntó de forma inconsciente y cuando la curiosa pregunta pasó por su mente, no pudo evitar fruncir el ceño, era un poco apresurado preguntárselo, estaba seguro que con el tiempo, la fascinación por su juguete nuevo se iría.

Pasó de largo por los asientos de su padre y hermano, hasta ubicarse en su puesto habitual, apenas se sentó, la servidumbre se acercó a servirle alimentos calientes. Tomó sus cubiertos apenas dejaron su plato con abundante carne y verduras en frente de él, levantó la mirada hacia ambos saiyajin al notar que ninguno comía, tardó un par de segundos en comprender lo que pasaba.

—La princesa no bajará, comerá en su dormitorio —dijo—. Comamos —volvió a centrarse en su plato por unos segundos, sin embargo, se percató enseguida de que ambos, su hermano y padre, le seguían observando. Levantó la mirada nuevamente, Tarble le miraba curioso, pero su padre lucía serio, sus ojos negros estrechados observándole con sospecha, y él no pudo evitar sonreír, solo la comisura derecha de su labio se curvó hacia arriba, dándole un aspecto soberbio.

—¿Qué le hiciste? —preguntó el rey, sin dejar de mirarle, parecía molesto. Su ceño estaba anormalmente fruncido, no dejaba de estudiarlo con la mirada y no le importaba exponerse frente a su primogénito, por el contrario, debía mostrarse seguro para no ceder ante la peculiar personalidad de su hijo.

—Nada —respondió fingiendo inocencia, sin dejar de sonreír. El rey estrechó aun más sus ojos, negro contra negro en una disputa silenciosa, donde el saiyajin mayor mostraba seriedad y se esforzaba por no perder la calma, porque si lo hacía, el príncipe ganaba. Su primogénito era un experto en todo lo que se proponía, no había área en la que no supiera desenvolverse, en cualquier discusión salía triunfante, incluso en su contra, sin embargo, ahora no podía ser de ese modo. No podía permitir que esta vez su hijo se saliera con la suya, el bienestar de la joven princesa era incumbencia de la monarquía ahora.

—Bien. Le preguntaré yo mismo —respondió y se centró en su plato, no alcanzó a cortar su filete cuando escuchó la respuesta de su hijo.

—Hazlo. —Sus ojos negros viraron lentamente desde sus cubiertos hasta el rostro de su hijo. Vegeta lo miraba sonriente, con esa sonrisa arrogante que a menudo le irritaba, sus ojos negros le regalaban una mirada gélida, sobre todo, sentía que aquella simple mirada le atravesaba el cuerpo. Desde niño que era de ese modo, su hijo le asustaba, trataba de mostrarse inflexible, pero estaba seguro que el príncipe lo notaba, era lo que más le incomodaba, sus ojos negros parecían ver más allá, como si pudiera leer el pensamiento o las emociones de los demás, estaba seguro que algo de razón tenía, pero se debía a que el heredero a la corona era un muy buen observador e inteligente, era una combinación peligrosa.

El rey no respondió a la provocación de su hijo, así, los tres saiyajin comieron en silencio. Una vez que dejaron sus cubiertos sobre sus platos vacíos, el rey se limpió la boca con un pañuelo y se sacudió las migajas de su barba, asintió a sus hijos y se puso de pie, le dio una última mirada al príncipe Vegeta y éste le respondió con la misma actitud de antes, altanera y burlesca. El monarca contuvo el suspiro de cansancio, era demasiado temprano para lidiar con su hijo mayor, caminó dando pasos seguros hacia la salida, dejándolos solos. No pasó siquiera un minuto, cuando Tarble habló, antes que su hermano también se levantara.

—¿Qué le hiciste a la princesa? —preguntó con el ceño fruncido. Vegeta bebió un poco de agua mientras le miraba suspicaz, cosa que el menor notó—. Después de que te abofeteara —explicó— ¿qué le hiciste?

—¿Por qué te interesa? —respondió Vegeta, al mismo tiempo que dejaba el vaso lentamente sobre la mesa y le miraba fijamente, con una diminuta sonrisa en sus labios delgados.

—¿Cómo que por qué? Es normal que me interese, anoche la molestaste al punto que conseguiste que te abofeteara, pero saliste rápido detrás de ella y hoy, no se presenta a desayunar. Es sospechoso ¿qué le hiciste? —insistió.

—¿Quieres saber para tu recreación personal o es por curiosidad? —Tarble alzó ambas cejas al oírlo, le miró con sorpresa por un par de segundos para luego fruncir el ceño y observarle con indignación, mientras que el príncipe Vegeta lucía imperturbable.

—Me preocupa la princesa —reconoció—es demasiado joven para ti.

—¿Para ti no? —le preguntó medio sonriéndole—para ti no sería tanta diferencia de edad ¿no? —la sonrisa del mayor se amplió al ver el semblante estupefacto de su hermano, le gustaba cuando era sencillo exasperar al resto, también cuando no lo era pues se convertía en un desafío, como le pasaba con su prometida. Tarble guardó silencio por unos segundos, para finalmente soltar un largo suspiro y mirar con preocupación a su hermano.

—Modérate. Ella es joven y débil, si continúas atormentándola… —se puso de pie sin dejar de mirar a Vegeta, quien le sonreía burlesco—solo conseguirás que te odie. —No esperó por una respuesta y le dio la espalda, caminó rápido hacia la salida, perdiéndose como la sonrisa socarrona del príncipe se borró por unos segundos de su rostro, alterando su humor.

Vegeta se quedó mirando la menuda espalda de su hermano menor, bufó silencioso y miró el vaso del que acababa de beber, en un movimiento rápido lo tomó y lanzó al suelo, quebrándolo en miles de trozos. Se puso de pie sin mirar a la servidumbre y caminó hacia la salida, sin dejar de pensar en las últimas palabras de Tarble. Que ella lo odiara era lo que menos le preocupaba, pero escucharlo de su hermano le había incomodado y no entendía bien porqué.


(…)


Sus ojos azules miraban fijamente el frasco de gel curativo y las pastillas que le ayudaron a aliviar los dolores musculares. No podía olvidar la incómoda sensación que se había instalado en su pecho, la doctora había sido muy considerada, sin embargo, en última instancia antes de irse, que se devolviera para dejarle el frasco junto a las pastillas le llenó de frustración. Era consciente de que su situación era delicada, que el príncipe psicópata no la dejaría en paz fácilmente, pero aquel gesto de la doctora se lo confirmaba sin dar espacio a la duda. Era más sencillo que tuviera los implementos necesarios para lamerse las heridas en solitario, y lo prefería de ese modo, no había sido grato que un tercero le tocara, sin embargo, no dejaba de pensar en lo sola que se sentía al respecto, ¿no había forma de detener sus abusos? El rey había sido enfático con su hijo, y el príncipe no le había importado y la había abusado cruelmente de todos modos "Hago mis propias reglas. Las únicas que debes obedecer", las palabras del despreciable saiyajin hicieron eco en su cabeza. Empezaba a entenderlas, él tenía razón en una cosa, él hacía las reglas del juego y hasta el momento, nadie en el palacio podía contradecirlo, pero ¿por qué? Era el heredero a la corona solamente, el rey seguía siendo la autoridad máxima ¿por qué hacía lo que quería sin consecuencias de por medio? ¿de qué se estaba perdiendo? Suspiró cansada y volteó hacia el frente, si tenía esa influencia siendo príncipe ¿qué sería de ella cuando se volviera rey? «yo seré su reina. Seré su igual… debería serlo» pensó. Si no conseguía escapar de su compromiso, sería su esposa, pero no lograba ver cómo podía sacar beneficio de ello.

Volteó hacia el cuaderno que tenía en sus piernas, tomó su pluma y miró la última ecuación que había escrito estando en su laboratorio en la tierra, su semblante se ensombreció y la nostalgia que debió surgir se vio opacada por su mal humor. Dos golpes firmes se oyeron en la puerta, la joven levantó la mirada rápido hacia la entrada al mismo tiempo que se tensaba, sintió su estómago tensarse y su corazón latía deprisa, miró hacia el otro lado de la habitación, donde Sami sacudía los objetos de su tocador, la criada detuvo sus movimientos y la observó esperando por su orden, Bulma asintió moviendo la cabeza al mismo tiempo que cerraba su cuaderno y lo guardaba debajo de su almohada. Nerviosa, miró como Sami caminaba hacia la puerta y giraba el picaporte para ver quién estaba del otro lado, pero la joven sirvienta abrió la puerta de golpe y reverenció sin levantar la vista. Bulma contuvo el suspiro al pensar que se trataba del príncipe, pero al ver al monarca de pie en el umbral, observándola serio, entendió la reacción de la criada.

—¿Puedo pasar? —preguntó el rey, la joven alzó ambas cejas y asintió, las criadas que estaban acompañándola lo reverenciaron rápidamente y caminaron hacia la salida, dejándolos a solas. El monarca esperó que cerraran la puerta para acercarse a la cama de la princesa.

—Lamento no presentarme en el desayuno, y a las clases del señor Mushro, amanecí un poco enferma —murmuró convencida. Por un momento se sorprendió de que la mentira fluyera con tanta facilidad.

—¿Has comido bien? ¿te están atendiendo como corresponde? —preguntó el rey. Bulma alzó ambas cejas al oírlo, los ojos negros del adulto observaron con atención sus rasgos y lo primero que notó fue su visible palidez, no tenía ese tinte rosado vivo en sus mejillas, miró hacia su buró e intentó no mostrar sorpresa cuando reconoció el frasco de gel curativo—¿puedo sentarme?

—C-claro —tartamudeó la joven, un poco incómoda con la presencia del rey. Se movió inquieta en su sitio y se apoyó en los almohadones que había apilado en la marquesa. Gracias al tratamiento de la doctora Mina, ahora podía sentarse sin problemas, como si nada hubiera pasado. Lo único que quedaba de su desagradable encuentro eran los recuerdos y algunos hematomas que aun no se borraban del todo, la pomada que le había untado la doctora había servido solo para aclarar la tonalidad. El padre de su prometido se sentó a una distancia prudente, la joven lo miró silenciosa mientras el saiyajin acomodaba su capa hacia un costado para no sentarse sobre ella, el saiyajin inclinó su espalda hacia delante para reducir la distancia entre ambos, apoyó sus brazos sobre sus muslos al mismo tiempo que entrelazaba los dedos de sus manos.

—Si hay algo que te moleste, me gustaría que me lo dijeras —dijo en un tono serio, pero poco severo, intentando sonar amable. Lo cierto era que estaba seguro que el motivo de su ausencia y de su excusa, tenía que ver con su hijo.

—¿Por qué? —preguntó casi sin pensar, frunciéndole el ceño mientras lo miraba con curiosidad.

—Quiero que estés cómoda —murmuró sin dejar de mirarla a los ojos. No tenía el ingenio de su hijo menor, tampoco era muy observador como el mayor, pero pudo leer la postura de la joven princesa porque no lo escondía, tal vez era demasiado directa o era sensible a la situación. Su actitud a la defensiva le hacía recordar a un animalito herido, y estaba seguro que no había mucha diferencia entre la princesa y un animal malherido. —Eres la futura reina de mi imperio, es normal que me preocupe.

—No quiero serlo —respondió la princesa sin temor. Era sencillo expresarse con el monarca, supuso que se debía a que él intentaba comunicarse con ella de alguna forma. Buscaba persuadirla con el compromiso, para que aceptara la situación y no diera problemas, pero valoraba que no fuera un enfermo como su hijo, que prefería someterla antes de hablar o conocerla de verdad.

—Tienes que aceptarlo —dijo tranquilo, era una respuesta que se esperaba de la princesa rebelde. Lidiar con su heredero era complejo, y tener que hacerlo con una joven impetuosa e inmadura era un inconveniente que su pudo evitar si su hijo hubiera elegido a la primogénita del rey Brief, pero la situación ya se había desenvuelto de ese modo y lo único que podía hacer era trabajar con el lado más moldeable: la princesa. —No podemos cambiar el compromiso, deberías saberlo —la vio desviar la mirada y fue su turno de fruncir el ceño, le observó con sospecha por unos segundos, soltó un suspiro y miró la hora en su scouter, tenía una reunión en cinco minutos, se había hecho el tiempo que no tenía para ver a la joven, y ésta no estaba muy cooperativa, al menos estaba viva, pensó. Desechó esa idea apenas lo pensó, rascó su barba y murmuró sin dejar de mirarla—¿Por qué no quieres ser reina? Mi imperio es próspero y con gran poder militar.

Bulma guardó silencio, perdería el tiempo si le explicaba al rey sus motivos, el principal, no quería casarse con su hijo, sin embargo, ser esposa, madre y reina, eran objetivos que no estaban dentro de su proyecto de vida ¿qué sentido tenía explicarlos a un hombre arcaico como el rey saiyajin? Incluso en la sociedad terrícola, las mujeres no eran libres de decidir sobre su futuro, a base de berrinches había conseguido una libertad limitada, y ahora lo había perdido, más bien el príncipe Vegeta se lo había arrebatado solo por fijarse en ella, y si un príncipe como él quería algo, lo obtenía. Su vida quedaba reducida a eso, era vista como un objeto con el que se podía mediar, un regalo que se podían llevar si firmaban un papel.

—¿Es por mi hijo? —preguntó el rey ante su silencio y semblante sombrío. La joven levantó la mirada hacia él y asintió, sin vergüenza o miedo. El monarca asintió pensativo y desvió la mirada, al mismo tiempo que volvía a rascarse la barba, siempre lo hacía cuando estaba nervioso. Era fácil imponer sus normas ante sus hijos o cualquiera en el reino, pero con la joven se le hacía complejo ¿cómo podía pedirle que aceptara sin protestar unirse a su hijo, cuando sabía la clase de saiyajin que era? Le parecía un acto inconsecuente, sin embargo ¿qué otra opción había? La alianza con la tierra debía concretarse, y unir sus familias era la alianza que los consolidaba. —¿Te hizo algo más…?

—¡¿Para qué quiere saber?! —dijo levantando su voz la princesa, sintió como sus mejillas se sonrojaron al perder la paciencia, pero no se contuvo—¿acaso servirá de algo que le diga lo que me hizo? —preguntó apretando sus manos en puños, su respiración se aceleró por unos segundos, su pecho subía y bajaba por el esfuerzo. El rey la observó serio, y al ver sus rasgos severos le recordó que había elegido mal momento para soltar su estrés, tragó con disimulo, un poco nerviosa, los ojos negros del adulto lucían fríos de repente, casi como los de su prometido.

—Última vez, que toleraré que me hables así —dijo con calma que no sentía. Odiaba las faltas de respeto, pero era consciente de que bajo la situación en la que estaba la joven, era normal que se exasperara, por lo que se vio obligado a pasarlo por alto. La joven agachó la mirada, pero no la vio arrepentida, tenía un carácter complicado, pero era más sencillo comunicarse con una persona así, prefería que la futura reina tuviera carácter, lo necesitaría para liderar un imperio como el suyo. Relamió su labio inferior y habló llamando su atención—. Necesito saber qué pasó para hablar con él, para que te deje tranquila.

—Y eso… —murmuró mirándolo a los ojos— ¿realmente serviría?... ¿él me dejaría en paz, solo porque usted se lo ordena? —Bulma sabía la respuesta, sin embargo, intentaba hacérselo entender al rey, es más, estaba segura que con eso bastaba, que el monarca era consciente de que no serviría de nada que hablara con su hijo. No tenía sentido seguir exponiéndose, con sus criadas y la doctora le bastaba, nadie más debía enterarse de lo que había pasado, porque estaba segura que nadie podía ayudarla más que ella misma. El rey no respondió, en cambio, la observó por varios segundos hasta que soltó un suspiro de hastío y se puso de pie sin dejar de mirarla.

—Aunque no confíes en mí… si tienes algún problema, ya fuese con el príncipe Vegeta u otra cosa, no dudes en recurrir a mí. —Bulma lo miró pensativa, sus palabras no se oían a cortesía barata, por el contrario, le inspiró confianza. El rey caminó hacia la salida sin mirar hacia atrás, la joven miró de soslayo la punta de su cuaderno que estaba escondido debajo de la almohada contigua y sin dudar demasiado, habló.

—Rey Vegeta —su voz se oyó anormalmente serena, el monarca detuvo su andar justo antes de posar su mano en el picaporte y volteó hacia atrás para poder verla. —Entonces ¿puedo pedirle un favor? —preguntó y le regaló una diminuta sonrisa.


(…)


Por fin estaba sola en su habitación, le habían llevado la cena hace un par de horas, y aunque se recuperó completamente a eso del medio día, aprovechó su situación y se quedó encerrada en su dormitorio. Ya estaba lista para dormir, se había dado una ducha rápida, cepillado los dientes y peinado con una trenza desordenada, hacer las cosas por sí misma había sido más agradable de lo que recordaba. Necesitaba estar sola por unas horas, sus criadas estuvieron acompañándola casi todo el día, y no podía dejar de pensar que era solo para vigilarla. Suspiró cansada y siguió boceteando, trabajaba en un arma y le estaba complicando, no tenía experiencia en esa área, pero debía hacerlo. Una vez que la construyera y aprendiera a usarla, dejaría de tener miedo por las noches, como ahora. Estaba segura que en cualquier momento él entraría a atormentarla, al pensarlo, su cuerpo temblaba ligeramente y sus tripas se revolvían. Trataba de no pensar en ello, de distraerse mientras hacía los cálculos, pero tarde o temprano, sus pensamientos terminaban en él y en lo que le había hecho.

Un mechón próximo a su oreja derecha se salió de su trenza y se deslizó sobre sus hombros, no se molestó en apartarlo hasta que tocó su pecho sobre el escote de su camisón blanco, lo apartó hacia un costado, cambió de página y tomó el lápiz para continuar con sus cálculos, cuando la puerta se abrió lentamente. Si no hubiera estado en completo silencio, no se habría dado cuenta, él nuevamente intentaba ingresar sigiloso a su dormitorio y la idea le inquietaba. Le frunció el ceño cuando lo vio, comenzó a mover su lápiz sobre su cuaderno para disimular los temblores involuntarios, el solo verlo le provocaba pavor. Él no venía a darle las buenas noches, su encuentro retorcido se repetiría y con ello, el dolor físico y mental. Sacó fuerza que no tenía en ese momento, y no apartó la mirada de los ojos fríos y afilados del saiyajin.

El príncipe le medio sonreía, lucía una bata blanca de dormir, el cabello lo tenía húmedo, pero su peinado de flama no estaba aplanado. Cerró la puerta detrás de sí y caminó hacia la cama, sin dejar de mirarla, como si de un depredador se tratase. La joven se apegó a la marquesa, queriendo pasar desapercibida. Al llegar junto a la cama, se detuvo y miró el cuaderno en que la princesa escribía, Bulma se tensó al pensar que quizás él podía llegar a entender las ecuaciones, sintió un escalofrío recorrerle la espalda, tragó con disimulo y levantó la barbilla hacia él para desviar la atención de sus notas.

—Vete —dijo mirándolo con desprecio, pero el príncipe no dejaba de observar el cuaderno y sin mirarla, habló.

—¿Es tu diario de vida o algo así? —preguntó y levantó la mirada hacia sus ojos azules. Bulma frunció el ceño con disgusto y una mueca de desagrado se formó en sus labios rosáceos, él sonrió al verla. Le gustaba su rostro expresivo, demostraba su enojo e indignación sin problemas, estaba seguro que si la angustia y el dolor pintaban sus facciones luciría igual de hermosa.

—Eso es de tontos —respondió y cerró el cuaderno, para evitar que viera las últimas páginas. Levantó la mirada hacia el saiyajin y notó su mirada de sospecha, si lo escondía él se daría cuenta que había algo importante. Relamió su labio inferior y murmuró fingiendo desinterés—. Si quieres leerlo, hazlo. No lo entenderás de todos modos —dijo y le extendió el cuaderno, esperando que él lo rechazara. Sin embargo, el príncipe lo recibió sin dejar de mirarla y lo abrió bajo la atenta mirada de la joven. Bulma sentía su corazón latirle deprisa, observó atenta como el príncipe ojeaba rápido las primeras hojas de su libreta, para finalmente cerrarlo. Contuvo el suspiro de alivio y levantó la barbilla altanera.

—¿Mushro te dejó esas tareas? —preguntó Vegeta y dejó el cuaderno sobre el buró. Bulma frunció el ceño y le observó con extrañeza negando, meciendo su mechón suelto y su flequillo.

—Esas cosas no me las enseñaron —dijo soberbia—las aprendí por mi cuenta, lo sé por ser científica. —Vegeta sonrió divertido al escucharla, llevó sus manos hasta su cintura y desanudó su bata, sin dejar de mirarla. Bulma se encogió en su sitio, sabía que él estaba allí para tener sexo, pero aun así era difícil asumirlo y esperar a que pasara. La ansiedad y el miedo le recorrían el cuerpo, no quería que la tocara, sentir su piel ni aliento cerca de su oreja, el asco fue instantáneo. Estaba segura que ni siquiera apelando a salud física, él cambiaría de opinión. El príncipe disfrutaba sometiéndola, que se sintiera mal por lo que le había hecho la noche anterior-cosa que ya no era de ese modo gracias a las curaciones de la doctora-no era una excusa válida para él, sería desgastarse y perder el tiempo intentarlo. No había una salida favorable, él la abusaría otra vez y no tenía como defenderse hasta que tuviera su arma.

Vegeta por su parte, podía detectar su miedo, aunque la joven se mostrara seria y segura, lo olía. Sus ojos azules brillaban renuentes, casi suplicantes para que no se acercara ni la tocara, aquel pavor que provocaba en el brillo de sus ojos le excitaba. Era curioso que, con solo presenciarlo, ella despertara en él esa sed de posesión, ella le provocaba en muchos sentidos y le gustaba de ese modo, hacía más divertida la relación. Cuando terminó de desanudar su cinturón, abrió su bata y la dejó caer al suelo, estaba desnudo frente a ella sin nada de pudor. Su rabo se meneaba pomposo al ser expuesto, juguetón intentando llamar la atención de la princesa. Se acercó hasta el borde de la cama y posó su rodilla en el colchón, inclinó su rostro hacia la joven y ella se apegó más a la marquesa, como si pudiera huir de él, sonrió burlesco y habló.

—Sí me pides por favor que no te toque, no lo haré. —Susurró varonil. La distancia de sus rostros era de menos de quince centímetros, Bulma podía sentir el calor de su aliento chocarle los labios incluso a esa distancia. Su corazón latió deprisa, nerviosa le observó fijamente, buscando algo en su rostro que delatara que mentía. Dejar de lado su orgullo para que no la follara, no le parecía tan mal trato, aunque la idea le incomodara, sin embargo, si podía evitar que él la abusara… respiró suavemente y por segundos agachó la mirada hasta su cadera notando su erección, volvió su atención rápidamente hacia el rostro del saiyajin sin demostrar sorpresa o miedo, y con calma que no sentía, respondió.

—Mientes —afirmó en un susurro femenino que estremeció al príncipe, sintió el espasmo recorrer su espinazo hasta erizar los pelos de su rabo. Vegeta le sonrió por su respuesta, pero sus ojos negros se estrecharon al sentirse expuesto. Claro que le mentía ¿cómo se había dado cuenta? Estaba seguro que sus expresiones habían salido tan prolijas como siempre ¿estaba perdiendo su habilidad? No, imposible, el problema era ella. Lo comprendió en ese momento, la princesa no era una adolescente tonta, sabía relacionarse con un individuo como él o lo había aprendido en esos días, y aquello era más sorprendente aún. Era inteligente, quizás igual o más que él mismo, no solo en su rol de científica que exponía con tanto orgullo, lo demostraba al enfrentársele. Sabía qué respuesta darle, no cedía ante lo que quería, ella comprendía qué clase de sujeto era y qué estaba buscando conseguir, y eso era digno de elogios, le irritaba. Lidiar con una mujer hermosa e inteligente como futura pareja era un desafío interesante, sin embargo, que le ganaran en los juegos que él mismo inventaba le ponía de mal humor.

—Voltéate —exigió serio, borrando la sonrisa burlesca de su rostro. Bulma supo leer el cambio en el ambiente, el saiyajin lucía más peligroso molesto, sus ojos eran como dos pozos oscuros sin fondo que la envolvían en calamidad, erizándole los vellos de los brazos. No se movió, en parte para no darle en el gusto y también, porque no se sintió capaz de hacerlo, tener la atención de él fija en su cuerpo le congeló, su corazón latía fuerte y molesto en su pecho, al punto que le dolía, le costaba trabajo controlar los espasmos, pero creía que lo estaba haciendo bien. Tragó con disimulo sin dejar de mirarle, no alcanzó a ver el brazo del príncipe moverse, con velocidad anormal agarró fuertemente su brazo izquierdo, soltó un alarido quejumbroso cuando los dedos del saiyajin se hundieron en su piel, pero no apartó la mirada de él.

El príncipe la sacudió en su sitio hasta voltearla boca abajo, apartó las sábanas y la agarró de la cintura para arrastrarla y acomodarla bien debajo de su cuerpo. Bulma contuvo el aliento al verse en esa situación, él no estaba usando sus argollas para impedir su movimiento, con el peso de su cuerpo bastaba. Se le escapó el aliento cuando las manos del saiyajin se posaron en sus muslos y subieron la falda de su camisón, volteó hacia atrás para poder verlo, pero él estaba más atento a lo que encontraba debajo de la tela. Él se había instalado entre sus piernas en una posición favorable, para él al menos, a esas alturas la joven ya no podía controlar sus temblores. Sus piernas se sacudían sin parar, como si la temperatura de la habitación hubiera bajado diez grados de golpe. Pegó un brinco cuando una de las manos del príncipe se coló dentro de su ropa interior, se tensó en su sitio y cerró sus ojos para no llorar.

Sin previo aviso, hundió su dedo medio en la intimidad de la princesa, sin embargo, nuevamente se encontró con un espacio inaccesible, como si estuviera cerrada. Refunfuñó molesto, no alcanzó a meter su dedo completo y aun así se ganó un quejido femenino, pero en el momento no lo valoró, lo que le preocupaba era no poder tocarla con libertad.

—No entiendo qué pasa —susurró molesto y retiró el dedo de su intimidad, ella no dejaba de temblar. Frunció el ceño extrañado y bajó su ropa interior, dándole una perfecta panorámica de su trasero e intimidad, sonrió triunfante olvidando su enojo reciente y sin esperar más, guío su erección hasta la intimidad de la princesa—. Solo meteré la punta —le dijo levantando la vista, notó su cabello desordenado en su trenza y se perdió unos segundos en el color. Ella volteó hacia atrás con el ceño fruncido y las mejillas sonrojadas.

—¡No puedes! —exclamó e intentó alejarse inútilmente. Vegeta agarró su trenza y la tiró hacia atrás, Bulma cerró sus ojos por el tirón de cabello, al mismo tiempo, sintió como su otra mano le levantaba la cadera para poder concretar la unión de sus cuerpos.

—Solo quiero ver si entra —dijo y hundió despacio su erección entre sus pliegues, contuvo el aliento unos segundos al sentir su carne caliente, su corazón latió deprisa, ansioso por follarla, pero lo que le había dicho a la joven era cierto, solo quería averiguar si entraba su pene, no podía follarla ahora. Aún así, su investigación no dio resultados favorables, no pudo entrar la cabeza de su erección si no aplicaba presión. Frunció el ceño confundido y aplicó un poco de intensidad a su movimiento, y ella gritó fuerte.

—¡Para por favor! —suplicó cerrando los ojos. No recordaba haberse sentido de ese modo antes, ni siquiera cuando él la había follado analmente, era un dolor distinto que no podía soportar. Todo su cuerpo estaba tenso, contenía el aliento y el llanto que humedecía sus ojos, no dejaba de temblar y estaba segura que el príncipe lo había notado. Él detuvo su curiosa intrusión al mismo tiempo que soltaba una carcajada burlesca e insoportable, Bulma volteó para verlo, completamente indignada. Lo sintió salir de su cuerpo y ahora que sabía lo que era tener sexo, comprendió fácilmente que él, como había dicho, solo había introducido la punta de su miembro ¿qué le esperaba para su noche de bodas? El pánico se instalaba en su vientre de solo pensarlo.

—¿Ves que no era difícil? —susurró varonil una vez que salió de su intimidad, la joven lo miró extrañada. Sus ojos azules viéndolo desde esta posición le excitaban, su erección se humedecía ansioso por esa mera mirada—. Pedir por favor —explicó. Bulma frunció el ceño al oírlo, su juego era retorcido. No alcanzó a protestar cuando lo sintió acomodarse para penetrarla por su trasero, sabía que lo haría y aún así soltó un alarido de dolor cuando lo hizo, hundió su rostro en la almohada y se afirmó de las sábanas, buscando un poco de apoyo en su calvario—. Espero no te desmayes —dijo sonriendo y comenzó a moverse sin soltar su cadera—. No me decepciones, Bulma.

Intentó pensar en algo más, contar mentalmente e incluso cantar, pero cada movimiento de caderas era más intenso que el anterior y no podía concentrarse en algo más. Cada vez hundía más su rostro en la almohada, buscando contener sus quejidos, quizá si se quedaba sin respiración lograría desmayarse para arruinarle la noche al príncipe psicópata, y así liberarse de sus garras, aunque fuera mientras dormía, aun si no despertaba nunca más, tampoco se le hacía una mala idea si así conseguía escapar de su tormento.

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N/A: Holi, aquí de regreso con este fic :B no tengo mucho que decir del cap xd o si lo había no lo recuerdo, me duelen los ojitos por escribir y editar.

Espero leernos pronto con alguna otra actualización, que se encuentren muy bien y que todo les salga bonito en sus vidas!

Lamento si hay errores de ortografía, letras revueltas, palabras faltantes o sobrantes x-x mis ojos mueren.

Espero sus rw, es lo que me anima a continuar el fic.

Nos estamos leyendo!

Saludos!