DESCARGO DE RESPONSABILIDAD: Ni Skip Beat! ni ninguna de las otras obras mencionadas aquí me pertenecen. Estas letras que vas a leer, sí.

NOTA: ¡Felicitaciones a la cumpleañera! Querida kikitapatia, que pases un día muy feliz, al abrigo de los tuyos. Permítete que hoy no sea un día igual a los demás, porque no lo es.

Esto está escrito con mucho cariño para celebrar tu nacimiento. Y…, cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia ;)

AVISO: Spoilers DE TODO por todas partes. Avisadas quedan.


GENIO Y FIGURA…

Kyoko levanta la vista de su pantalla y suspira por enésima vez. Romance, romance… No es que le entraran arcadas y ganas de vomitar como antes (y eso ya es tremendo progreso), pero no se sentía del todo cómoda aún con esa emoción recién 'aceptada'. Y reciprocada. Absolutamente correspondida… ¡Pero no! ¡Alto ahí! Por una vez, Tsuruga Ren no tiene nada que ver con esta decisión, no.

Es que resulta que Kyoko se había percatado de que ella —oh, hormiguita laboriosa— carecía de las habilidades básicas para una conversación trivial, banal e insustancial con gente de su misma edad. Oh, sí. Sus compañeras de rodaje de El loto en el fango eran capaces de saltar de un tema a otro a la velocidad de la luz, y la mitad de las veces (por no decir todas), Kyoko se quedaba 'pescando' en esas aceleradas charlas sin tener ni idea de lo que hablaban. Sin participar de ellas.

Así que tomó una decisión: con disimulada libreta en mano, tomó nota de los títulos que más se repetían (principalmente webtoons, aunque también había mangas, manhwas y algún manhua) y con su nuevo teléfono móvil —gentileza de Lory's Majestic Entertainment— se entregó a la tarea de proveerse de dichos conocimientos insustanciales necesarios para ser realmente una chica de su edad. Se dio dos semanas de plazo, eso debería bastar. Al menos para un comienzo, y luego, en base a las conclusiones que extrajera de su proyecto, ya vería qué hacer.

¿Que por qué? Pues porque Kyoko siempre se había matado a trabajar (primero para otros, y ahora, para sí misma) e involuntariamente se había privado de aquellas experiencias por las que de manera natural debiera pasar una adolescente. Por ejemplo, nunca había perdido el sueño leyendo un manga o un fanfic hasta el amanecer, no se había pasado un domingo completo viendo una temporada de anime de una sentada, nunca había acechado las actualizaciones de sus historias favoritas y jamás había compartido con nadie esa maravillosa expectación sobre lo que le depararía el próximo capítulo a sus protagonistas. Así que para ella, según su lógica kyokana, todo este proyecto/experimento en el que se embarcaba no era más que una inversión personal: una forma de buscar la anhelada integración social y de compartir intereses, y en definitiva, de ser una más, de ser la joven que se suponía que tenía que ser…

Pero claro, Kyoko nunca hace las cosas a medias.

Iniciado el plazo que se había dado, Kyoko leía y leía, y su dedo se desplazaba veloz a través de las pantallas, maldiciendo ocasionalmente la mala calidad de su conexión a internet. Leía y leía, en los descansos entre clases, en el autobús, mientras esperaba en la cola del supermercado… Leía y leía entre escenas, mientras la maquillaban, antes de caer rendida al sueño, antes siquiera de desayunar…

Kyoko leía y leía.

Al cabo de las dos semanas previstas, los ojos le ardían y Kyoko estaba ya con unas ojeras que le llegaban al suelo y con una falta de sueño más que considerable. Ella, precisamente ella, que tanto preconizaba las virtudes de un buen descanso…

¿Que cómo se sentía? Saturada, sobrecargada… Empachada, incapaz de digerir el atracón de webtoons y mangas. Demasiada información por asimilar, sin duda. Y demasiado romance. Pero bueh, ¿no estaba a punto de graduarse en Love Me?

Mucho isekai (mundos paralelos de ficción, libros, videojuegos…), transmigraciones de almas, viajes en el tiempo… ¿La vida ya no era de por sí lo suficientemente complicada como para añadirle eso?

Y además, todas ellas eran duquesas, princesas o reinas…

Ninguna plebeya. Ninguna, una persona normal. Bueno, sí, había una o dos, claro que sí. Como aquella que volvió a nacer como la hija de un tabernero, pero luego entró en un concurso (¿en serio?) para ser la esposa del príncipe, así que tampoco cuenta… Y también estaba aquella que decidió estudiar y ejercer una carrera profesional en la sanidad pero era la novia del segundo príncipe. Tampoco cuenta.

Demasiado romance, sí…


Y una tarde, cuando estaba en Love Me con Kanae y Chiori, todas despotricando sobre la última ocurrencia de Takarada Lory, simplemente, pasó.

—Bueno, no es como si pudiéramos leer en una novela sus intenciones y luego despertarnos dentro, sabiendo todo lo que va a ocurrir —dijo Kyoko—. La vida real no funciona así.

Quizás fuera el cansancio, quizás fuera su cabeza sobresaturada, y aunque realmente era un comentario inocente —y bastante lógico, dadas las circunstancias—, las otras dos callaron y se quedaron mirándola como si le hubieran salido dos cabezas.

—¿Q-qué pasa? —balbuceó Kyoko, dando un paso atrás.

—Tú… —preguntó Kanae, los ojos entrecerrados y suspicaces—, ¿acabas de hacer referencia a un manga shoujo?

—Y a un isekai, nada menos —precisó Chiori, ladeando la cabeza.

—Y-ya, ya, pero no me miren así —dijo Kyoko, aunque no pudo evitar ponerse un poco nerviosa por verse 'descubierta'—. Lo importante aquí es que LAS DOS reconocieron esa referencia —puntualizó, moviendo la mano a una y a otra con más o menos firmeza—. Y eso que yo pensaba que ustedes dos nunca…, que jamás–

—Tengo hermanas, cuñadas y sobrinas —la interrumpió Kanae, poniendo fin a su agonía—. Por supuesto que conozco el tema. Es inevitable —sentenció, exhalando un suspiro a medias molesto y a medias resignado.

—Y a mí me gusta cazar y destripar los clichés —añadió Chiori, haciendo un gesto aburrido con los hombros—. A mi pesar, he de decir que algunos de esos romances pueden sorprenderte para bien.

Dos pares de ojos pasmados de absoluto asombro se volvieron a ella.

—¿¡Qué!? —exclamó Chiori, a la defensiva—. ¡Hay que conocer al enemigo! Y bueno, si vamos a ser sinceras, esas historias mantienen viva mi fe en la humanidad.

Y que eso lo diga precisamente la que escribe cuadernos llenos de veneno, pensó Kyoko…

—Bueno —cortó Kanae, volviéndose hacia Kyoko—, ¿y a qué manga te referías antes?

—¿Eh?

—Antes, con lo de despertarse dentro de una novela.

—Ah, sí —dijo Kyoko—. A Shirayuki, claro.

—Shirayuki no es isekai —dijeron Chiori y Kanae a la vez, casi como si lo hubieran ensayado.

—Ah, ¿no? —preguntó Kyoko, abriendo mucho los ojos.

—No —respondió Chiori—. Un isekai sería la historia de Raeliana.

—¿Pero Raeliana no es la de del dulce pájaro cantor? —preguntó a su vez, ladeando la cabeza con confusión.

—No, esa es Erin —le contestó Kanae.

—¿Entonces Erin es la que se murió aplastada por sus libros?

—No, esa es Myne —le dijo, corrigiéndola. Ahí está. El punto de dolor justo en el centro de la frente, sobre el tabique nasal.

—Y entonces la que se murió de magia putrefacta y llena de pústulas, ¿era Leslie?

—Noooo —contestó, dejando caer la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.

—Esa es Ebona —continuó Chiori, dándole a Kanae un respiro—. A Leslie la quiere matar su familia biológica para robarle su magia.

—Aaaah. Igual que la del pájaro cantor.

—No. Esa es Erin de nuevo —dijo Kanae, cortante, con los dedos ya pinzados y haciendo presión en la parte alta del puente nasal. Esto iba a ser largo—. A Erin la iban a matar y justo entonces se activó un hechizo.

—Ah, ya veo. Y se casó con el duque.

—¡Sí, exacto! —exclamó, alzando las manos en gesto de victoria.

—Pero luego el rey les dijo que se divorciaran —agregó Kyoko, para mayor desespero de su amiga.

—¡No! —casi gritó—. Esos son Canaria y César.

—¿Pero Canaria sí que es un isekai, verdad? —preguntó.

—¡Sí, sí! —exclamó Kanae. Pero como no se fiaba de dos aciertos 'casi' seguidos, principalmente porque conocía a Kyoko, preguntó a su vez—. ¿Pero sabes a quién le mataron el padre la noche de su cumpleaños?

—¡Sí! ¡Esa la sé! —dijo Kyoko con voz demasiado entusiasmada—. Espera, espera, déjame pensar —le dijo, con la mano abierta al frente, mientras se concentraba en dar la respuesta correcta—. ¡A Elise!

—¡No! —gritó Kanae. Y sí, ahora sí que fue un grito propiamente dicho—. ¡A Yona!

—¡Aaaah, la de los dragones! —proclamó Kyoko, feliz y orgullosa de su respuesta, haciendo la V de victoria con las manos, absolutamente segura de que estaba correcta.

—¿Qué dragones? —preguntó entonces Chiori, un poco recelosa, porque por supuesto, incluso un reloj estropeado marcaba la hora correctas dos veces al día.

—La guerra entre dragones de colores —declaró Kyoko, muy convencida.

—¿Entre dragones? ¿Y qué colores exactamente? —preguntó, adelantando el torso, expectante. Eso, pídanle más precisión. Como si Kyoko ahora mismo pudiera distinguir su mano derecha de la izquierda.

—Azules y rojos, me parece.

—¡Nooo! —exclamó Kanae, casi echando humo por las orejas, mientras Chiori dejaba escapar un resoplido decepcionado muy poco femenino—, esa es DEFINITIVAMENTE otra historia.

—¿Y quién es que era Elise? —tuvo la audacia de preguntar Kyoko—. ¿La que todos pensaban que era un hombre? ¿O la que se hizo pasar por hombre? ¿Pero no es que era florista? —Kyoko tenía las manos en las mejillas, y un brillo desesperado en los ojos.

—Amamiya-san, prepara por favor un poco de té —le pidió Kanae—. Esto va a ser largo.

—¡Ah, ya sé! —exclamó Kyoko, con la aterrorizada esperanza de no equivocarse esta vez—. ¡Es la que se convierte en perro!

—Por todos los cielos —masculló Kanae, rodando los ojos. Migraña. Iba a salir de aquí con una migraña de campeonato.


En resumidas cuentas, y sirviéndose de un nuevo (pero afortunadamente bastante metódico y secuenciado) bombardeo de información, Kanae y Chiori dedicaron el resto de la tarde a subsanación de errores, corrección de datos y reformateo completo del metafórico disco duro de su amiga. La ventaja —si es que puede decírsele así— es que Kyoko las tenía a ellas para guiarla y corregirla. Por más que la cabeza estuviera a punto de explotarle, si se fijaba bien —y Kyoko realmente lo hacía—, le resultaba evidente que ya había conseguido su objetivo original: estaba teniendo una conversación absolutamente banal y trivial con chicas de su edad. No importaba que fueran las otras dos integrantes de su infausta sección, no. No estaban hablado de trabajo, ni de sus asignaciones, ni siquiera de Takarada-san. Estaban hablado de personajes de ficción y —esto es lo más importante— estaban intercambiando impresiones, opiniones y experiencias. Eso es lo que siempre había buscado para empezar: esa afinidad compartida, ese sentimiento de pertenencia e integración, y que le traía una plácida calidez a su corazón.

—Ahh, creeeo que ya lo entiendo —les dijo Kyoko, una taza de té, ya vacía, a su lado—. Entonces, resumiendo, y veamos si lo he entendido bien esta vez: —Sus amigas contuvieron el aliento, pero tenían fe en ella— Raeliana es la que chantajea al prometido, y la otra protagonista principal quiere matarla muy mal. Por cierto, ¡casi me da algo con la escena de las alcantarillas!

—Te entiendo perfectamente —dijo Kanae.

—El sentimiento es compartido —añadió Chiori.

—Elise es la reina que volvió como doctora y que volvió después como princesa —continuó Kyoko—; Canaria es la que se supone que su marido la mandaba a matar, ah, bueno, y Elise también, aunque todos los novios/prometidos/esposos ahora están enamorados hasta las trancas; Yona es la de los dragones hambrientos y felices; Clove es la de los otros dragones. Solo dos —apuntó. Kanae asintió—, azul y rojo; Shirayuki es la herborista y Elise la doctora; Erin es la del duque que la llama su pájaro cantor y Ebona es la maga del marido consentidor y derrochador (uf, ese es peor que Nii-san…).

—¿Disculpa?

—Nada, nada. Ni caso —se apresuró a replicar Kyoko, haciendo un gesto vago con la mano—. Sigo: Leslie es la que se busca una familia por contrato, y por cierto —Kyoko hizo una pausa y con gesto teatral se llevó las manos al pecho—, ¿qué haré yo con mi vida ahora que se acabó la temporada? ¿Cómo voy a vivir sin los Salvatore hasta que regresen?

—Eres una exagerada —murmuró Kanae entre dientes. Kyoko prefirió ignorarla y siguió 'recapitulando'.

—Ahora, cuestiones de género: Yi Yi es la fujoshi (¿se dice así?) —Kanae y Chiori asintieron— que se hace pasar por hombre para poder ir a la escuela de arte y el emperador quiere que sea su emperatriz. Sila es la caballero sagrado que todos pensaban que era hombre, que murió y regresó como la hija de un duque.

—Exactamente.

—Y la florista es Wendy —le echó una mirada fugaz a Kanae para ver si no se había equivocado—, y Hana es la que se convierte en perro con su primer beso.

—Te falta Myne —dijo Kanae.

—Myne es la de los libros en un mundo sin libros.

—Eso es —declaró Kanae, bastante satisfecha—. Parece que lo tienes todo bien ahora.

Kyoko exhaló un suspiro hondo y por fin se atrevió a respirar.

—¿Pero cuál es el punto de estas historias? —preguntó entonces, ladeando la cabeza.

—¿Qué quieres decir? —preguntó a su vez Kanae.

—La única conclusión, según me parece —contestó—, es que todas las protagonistas necesitan un hombre que las rescate de su situación.

—No… Bueno, sí es cierto, pero solo por el bien del 'romance' —le dijo Chiori, entrecomillando el aire con los dedos—, aunque no es únicamente eso. Todas son personajes fuertes, mujeres que luchan por sí mismas para enfrentarse a lo que la vida les ha puesto delante —Kyoko estaba muy atenta, apenas sin parpadear—. Son chicas que no quieren ser las villanas que se supone debían ser ni las damiselas débiles e indefensas que todos esperaban. Que se niegan a aceptar el rol que les ha sido impuesto.

—Oh, ya veo… ¿Así que la otra conclusión es…?

—No está mal pedir ayuda si realmente la necesitas —respondió Kanae, poniendo los brazos en jarra, como desafiándola a que le llevara la contraria.

—Ah.

Kanae y Chiori cruzaron una mirada en silencio, mientras la muchacha asimilaba la nueva información.

—En ese caso —murmuró Kyoko, mientras jugueteaba con los dedos mirando al suelo—, en ese caso —repitió, con voz más clara, levantando el rostro y por fin mirándolas directamente—, tengo que limpiar el salón de danza y me vendría bien un poco de ayuda.

Y de nuevo, el silencio. Pero uno absolutamente diferente al de antes.

—Tengo prisa —dijo Kanae, metiendo sus cosas en el bolso a velocidad supersónica.

—Yoshimoto-san me está esperando afuera —dijo Chiori, pero ya estaba saliendo por la puerta, con Kanae a su estela.

—Conque ayuda, ¿eh? —le dijo Kyoko a la habitación vacía, y luego sacudió la cabeza y sonrió, resignada a enfrentar la tarea encomendada. La fregona aguardaba por ella y aquellos suelos no iban a fregarse solitos.

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¿FIN?

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OMAKE

La calefacción del coche mantiene a raya el frío de la noche. Las luces de la ciudad pasan veloces más allá de los cristales, y entre los dos, un silencio cómodo y natural. Por su parte, Kyoko seguía rumiando la conversación con sus amigas. Todas estas chicas, duquesas o princesas (vaaale, no todas, solo la mayoría), eran en verdad mujeres empoderadas, fuertes y valientes, hechas a sí mismas. Sin miedo a defenderse, sin miedo a pedir ayuda.

—Ren-san —dijo ella, y él, sin apartar la vista de la carretera, murmuró algo que indicaba que la estaba escuchando—, ¿tú serías mi duque?

Y antes de poder pensar de dónde procedía tan peregrino pensamiento, las palabras ya estaban fuera de su boca.

—Yo sería lo que tú quisieras que fuera.

—Ok —dijo Kyoko, volteando el torso hacia él en su asiento, con las manos al frente, cruzadas en una gran X—, ¡alerta playboy activada!

Ren rió entonces, tan alto, tan real y sin mesura, tan nacido de adentro que a Kyoko unas mariposas enloquecidas le volaron en el estómago.

Así que sí, decidido. La próxima vez, le pediría a él fregar el suelo del salón de danza.

Por playboy.

Y por ser su duque.

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AHORA SÍ

FIN

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NOTA FINAL:

Querida kikitapatia, si con estas letras, te echaste unas risas, ya me doy por satisfecha. De nuevo, feliz cumpleaños, querida.

Y a oxybry, gracias por la idea.

A todos, cuídense mucho, ustedes y los suyos. Ahora más que nunca.