Eso que nos da fuerza

NANATSU NO TAIZAI © NAKABA SUZUKI

Sinopsis: La nueva tentación de Gelda podría ser la respuesta al problema de Zeldris.

Nota de la autora: ¡Buenas gente!, ¿qué tal? Aquí Salamander trayendo otro relato corto de Zeldris y Gelda. Esta vez con algo a lo que le hice mención en otra historia de NNT.

Pasando a otro tema. ¿Cómo los trata la cuarentena? En Argentina con el frío entrando por el otoño hace que sea difícil madrugar para las clases de la mañana.

Espero este relato los alegre un poco la situación como a mí al escribirlo.


Capítulo único: Eso que nos da fuerza

En medio de un silencioso prado una brecha abismal apareció. Una silueta rodeada en negrura emergió con tranquilidad y mirando críticamente el panorama, una vez que percibió que no había cerca hizo desaparecer el portal y la oscuridad que lo envolvían al mismo tiempo. Pasaron unos instantes para que la tensión sobre sus hombros cesará y se relajara.

La leve brisa movió los mechones de cabello azabache que caían sobre su rostro mientras se acercaba al arroyo que corría a pocos metros. Se acercó y observó en su reflejo todo su rostro magullado y sucio por el entrenamiento de horas atrás. Soltando un suspiro, se salpicó agua para limpiarse y acomodarse su cabellera que también presentaba desorden.

Se miró en el agua una vez más, torciendo el gesto. La sesión de entrenamiento con Cusack de aquel día había superado sus capacidades hasta ese momento y, una vez soltó la espada, sufrió un episodio de insuficiencia demoníaca. Derrumbado en el suelo y sintiendo a la vida saliendo de su cuerpo, distinguió a su maestro corriendo a solicitar auxilio a Meliodas para que revitaliza al joven demonio.

Su último recuerdo asentado fue la mano del otro demonio sobre él. Minutos después, yacía boca arriba con la mirada preocupada de Cusack y austera por parte de Meliodas en su cabeza. Lentamente se habría incorporado y mirado a su hermano.

—Meliodas, yo…

—No eres una cría débil de cincuenta años* para pasar por estos episodios. Encuentra algo que te de fuerza o se lo diré a nuestro padre.

No había dicho nada al respecto de ese comentario porque se había quedado asombrado hasta pasadas unas horas del momento. Meliodas era alguien que se dejaba llevar más por las acciones y tomar medidas precipitadas que aconsejar. Si bien se había mostrado decepcionado por su falta de resistencia al entrenamiento como siempre, Zeldris juraba que su reacción había sido diferente.

Encontraba que su hermano había mostrado signos de amabilidad y no era la primera vez que lo notaba.

El instante preciso de ese cambio no lo podía deducir, sin embargo, el rumor que corría en su reino y en otros lugares era que estaba en alguna relación clandestina con una diosa, haciendo que su blandura se justificará. Eso último lo hizo carcajear en voz alta. ¿El heredero al trono del Rey Demonio envuelto con una diosa? Era ridículo. No obstante, Zeldris agradece por lo bajo que ese rumor estuviera aumentando como interés entre los clanes porque lo sacaba a él y a su propia relación secreta de la mirada pública.

—Te encontré, Zel —la melódica voz de Gelda resonó en sus oídos. Se incorporó de donde yacía sentado y la miró con aprecio. Había llegado—. ¡Oh, por los dioses! ¿qué te ocurrió?

El demonio soltó una ligera risa. Después de recibir el tratamiento de Meliodas no había tenido tiempo para alistarse y había salido del reino de los demonios con rapidez para su encuentro con Gelda. Aunque ya no tenía tanto rastro de daño físico, el cuello de su traje estaba destrozado y otras partes estaban cortadas por el encuentro de las espadas.

A comparación de Gelda que yacía con su habitual vestido amarillo de prominente escote y su cabello perfectamente trenzado, él era todo un desastre.

—Hoy tuve entrenamiento —comenzó a decir. Ambos avanzaron para acortar distancias—. Cusack metió un poco más de presión de lo habitual y acabe teniendo un episodio de insuficiencia mágica. Meliodas tuvo que socorrerme.

Gelda se detuvo cuando estaban frente a frente y observó a Zeldris con preocupación. Por instinto, se acercó y comenzó a palpar en diferentes partes del cuerpo de su pareja buscando que le había ocurrido.

El demonio sintió un tenue aumento de la tensión en su cuerpo y el calor aumentando. El delicado toque de las yemas de la vampiresa sobre su piel era una invocación a un fuego creciente en su interior. Su roce era lento, delicado y suave, muy enfrentado a la esencia que la caracterizaba. Fuerte, indómita y atrevida. Ella prolongó su recorrido tortuoso sobre su brazo derecho con firmeza y le dio una intensa mirada en un instante.

—Continua.

No supo si eso era un recordatorio para que no se quedara callado o un aviso de que ella seguiría sus roces estremecedores.

—Estuve desmayado un tiempo. Cuando desperté, Cusack y mi hermano…—Zeldris se detuvo en seco cuando su pareja tironeo de su brazo y se acercó la base de su cuello. Soltó su aliento cálido y le provocó un estreñimiento que ensordeció sus sentidos. Lo estaba volviendo loco—. Gelda…—murmuró con vacilación.

La respuesta de la vampira fue sumergirse en su cuello. Respiro pesadamente. El escalofrío por su aliento cálido disparó un estreñimiento y le sacó un quejido profundo al demonio.

El peso del cuerpo de Gelda sobre el suyo hizo que se derrumbaran contra el prado. Zeldris jadeó con fuerza cuando ella aspiró debajo de su oreja y luego pasó succionar su oído en un sugerente compás. Sus sentidos estaban nublados por el fuego desatado, el trato de Gelda estaba despertando sus instintos y su interior aullaba por robar el control para darle rienda suelta al calor que provocaba aquella vampiresa.

—¡Auch! —se quejó. Su estado en ensoñamiento se esfumó al sentir un golpe de energía que lo llevó a la realidad como una bofetada. Exhalo con dificultad, percibiendo que su pantalón estaba apretado por un claro problema y estaba sudando—. ¿Gelda…? —giro su rostro. La vampiresa se había alejado con rudeza. Su rostro sin emociones—. ¿Gel…?

Zeldris sintió algo helado corriendo por su cuello. Pasó su mano por la zona y advirtió una sensación de humedad cayendo en su palma, la sacó de allí y vio con espanto su mano teñida de rojo.

Había sido mordido.

—Ah, sangre… —expresó en claro estado de shock—. Es sangre…

Gelda se acercó con temor hacia él.

—Zeldris, déjame explicarte —ella extendió su mano para tocarlo. El demonio retrocedió como respuesta—. Zel…—dijo con su voz, quebrada.

El joven príncipe se quedó perplejo y miró directamente a su pareja, dudando. Cuando Gelda hizo un movimiento más para aproximarse hizo aparecer sus alas negras y se elevó por los cielos, no obstante, aquel golpe de energía pareció disiparse en el mismo instante en que la mordida empezó a quemar. Todo el control sobre su cuerpo abordó a desvanecerse, sus alas desaparecieron y comenzó a caer hacia el cielo rápidamente.

—¡Te tengo!

A medio camino del suelo, Gelda lo agarró con elegancia. Su sonrisa con los colmillos manchados de rojo brillando ante su demonio. Zeldris se aferró contra su cuello y se recostó contra su prominente busto. Su terror por lo que iba suceder a continuación palpando en sus pensamientos.

—Ahora, ¿me dejaras hablar o volverás a escapar? —dijo con un tono que lucía divertido, pero la mirada que llevaba le causó alteraciones al joven príncipe.

—Descuida —murmuró, cohibido—. Te dejaré hablar.

Gelda soltó una carcajada.

—Así está mejor.

Cuando tocaron tierra, Zeldris no se separó de Gelda. Prácticamente lo tenía prisionero entre sus brazos y no quería proporcionar otro motivo para que estuviera enfadada.

—Lamento haberte mordido. Yo…, fue un impulso. Supongo que verte en ese estado después de un combate, todo sudado y magullado, me estímulo a morderte —dijo Gelda. Lo último, mencionado en un tono insinuante que no busco ocultar.

El demonio aspiró con fuerza. Solo una frase y ya sintió una presión en sus pantalones.

—También me disculpo. Hui de ti como si fueras un enemigo, tú eres mi pareja —declaró. La satisfacción de llamarla como tal sin ataduras era una sensación muy placentera—. Pero debo admitir que la mordida me… ¿gusto? —vaciló en voz alta. Por la posición que estaban, la vampiresa lo miró directamente a los ojos desde arriba—. No sé cómo explicarlo, pero cuando me mordiste noté como si toda mi energía fuera restaurada. Incluso me sentí mejor que con la sanación de mi hermano.

Gelda sonrió y beso su frente.

—Eso se debe a mis poderes regenerativos. El efecto sobre ti no te debilitó, si no que te restaure un poco.

—Pero cuando activé mis alas la mordida ardió y caí.

—Es porque apenas tome sangre de tu cuello —ella movió sus manos hacia la marca—. Esto es apenas un pellizco a comparación de lo que está acostumbrado mi clan —le explico—. Igual tranquilízate, no te usare como mi bolsa de sangre personal. Tú vales más que eso.

—Gracias por eso —Zeldris extendió su brazo para acercar la cabeza de Gelda y compartir un beso. Sus narices rozando de forma graciosa junto con sus cabellos—. Igual, me gustaría que lo hagas. Me refiero a morderme —dijo después de separarse.

—¿De verdad? —el demonio asintió—. ¿Acaso…—Gelda contuvo su risa—, te excita?

La cara enrojecida del príncipe fue la contestación que necesitaba.


El filo de la espalda apareció en el cuello del demonio de elite luego de que su alumno diera un triple giro en el aire con gracia y de una patada cubierta de oscuridad lo empujara en el suelo. Mientras Cusack jadeaba denotando su cansancio por el combate, Zeldris poseía una expresión altanera en su rostro denotando que estaba satisfecho con la victoria.

Meliodas que había atestiguado desde lejos se mostró asombrado por el incremento en el desempeño de su hermano en combate. Desde aquel día que había sufrido esa recaída, Zeldris se había mostrado aún más comprometido y sus resultados tanto dentro como fuera del campo de batalla lo demostraban. Incluso su padre había notado el cambio y estaba destinando al joven príncipe a misiones en el exterior que antes no hubiera dudado en ofrecer a Meliodas dada sus excepcionales capacidades. El heredero al trono estaba satisfecho, tanto así que considero ir a felicitar a su hermano de forma directa.

No obstante, y antes que siquiera diera un paso al frente. Zeldris se encaminó hacia dentro del edificio de entrenamiento con rapidez. Eso llamó la atención del demonio mayor que miro a Cusack con incógnita.

—Desde que ha mejorado su desempeño el maestro Zeldris casi siempre huye hacia el edificio. Mis sospechas es que desea asearse.

Meliodas sabía que eso no era una razón lógica para salir así del campo, pero afirmó al demonio y decidió seguir la pista por su propia cuenta. Oculto su presencia y avanzó lentamente por los pasillos hacia donde oía los movimientos de Zeldris. Su sorpresa fue notable cuando lo vio en la zona de las bañeras y pensó que tal vez Cusack estaba en lo correcto.

Lo siguiente que vio borró todo rastro de esa idea.

Su hermano se había quitado la camisa y expuesto su espalda. La mayor parte, por no decir toda su piel, estaba marcada con arañazos y mordidas, algunas incluso lucían bastante frescas para la mirada crítica de Meliodas. Entrecerró los ojos intentando seguir que era el origen de esas marcas y casi activa su poder al ver con asombro la forma de las mordidas.

Eran mordidas de vampiro.

Tiempo atrás, Meliodas hubiera arremetido furiosamente contra Zeldris y cuestionado que estaba haciendo al relacionarse con una vampira. No obstante, el demonio que era ahora, uno enamorado de alguien del clan enemigo, encontró la situación divertida y hasta hilarante.

—Así que una mujer vampiro es la clave de tu nueva fuerza, ¿verdad, Zel? —se preguntó a sus adentros. Dio un último vistazo a su hermano y se retiró, pensando cómo usar esa información a su favor para molestarlo.


Curiosidades: *La información oficial revela que Zeldris tiene alrededor de unos trescientos años, esto sin contar el tiempo que estuvo sellado, así que creo que cualquier demonio menor a cien años se lo puede considerar como cría o menor de edad.