El universo de Los Simpson y sus personajes no me pertenece a mi sino a Matt Groening. El uso de los mismos es el de entretener, sin fines de lucro.

Cuando un hombre hace algo completamente estúpido es siempre por los motivos más nobles.

Wilde.


Ciclos.

1.

Moe se cubrió la boca con las manos tratando de darles calor con su aliento. El clima invernal, próximo a las navidades, le hacía estremecer y el frío que llegaba con la nieve congelaba sus viejos huesos.

Se maldijo internamente por unos instantes, suavizándose segundos después al recordar cuál era la razón por la cual se encontraba a punto de morir de hipotermia en medio de aquel destartalado complejo de apartamentos, coronado por un gigantesco letrero de luces de colores que simulaban una poco agraciada figura femenina posando para un inexistente camarógrafo.

Al menos no tiene frío…

Quince minutos más tarde, pudo distinguir la cabellera de cierta persona, subiendo las escaleras con evidente prisa mientras se quitaba los restos de nieve que se acumulaban en sus ropas. Moe sabía quién era, y al cruzar la mirada con el recién llegado el mundo se tornó misteriosamente de azul.

Y Waylon sonrió, un poco por enfado y otro poco por la genuina felicidad que le inundaba los pulmones, aunque su cerebro intentara engañarle diciéndole que era el frío aire de diciembre.

—Moe —su tono conllevaba cierto regaño—. No me digas que estuviste esperando afuera todo este tiempo.

El mencionado desvió la mirada con falso enfado en su acción.

—Se supone que entraríamos juntos.

—Sí, fue lo que acordamos antes de que toda esta nieve nos tomara por sorpresa —las ya evidentes relucientes maletas que acompañaban a Smithers fueron colocadas junto a un par similares, salvo el detalle que estas últimas estaban bastante descoloridas y en algunos sitios con agujeros sutilmente cubiertos por uno que otro parche—. No me gusta la idea de que te resfríes por mi culpa.

—No soy una niña— Moe enarcó una ceja, un poco ofendido—, y de todos modos estás de vacaciones. En el caso de que esté casi por morir siempre puedes tirarme en la acera de un hospital. El año pasado me aventé a propósito y me regalaron un gorrito.

—O simplemente puedo cuidarte hasta que te mejores. —Tímidamente, Waylon tomó una de las congeladas manos de Moe, apretándola contra las suyas, intentando infundirle un poco de calor.

—Claro… siempre está eso.

—Creo que deberíamos entrar —Smithers buscó en uno de sus bolsillos hasta encontrar una diminuta llave de bronce, bastante desgastada, tanto que hacía juego con el par de maletas de Moe— ¿Estás listo?

—Smithers, nos estamos congelando.

Waylon soltó una risa sincera.

—Como diga, señor Szyslak.

2.

El dulce hogar, como lo llamó Smithers, no era en sí tan especial; una pequeña sala de estar pegada a una cocina; un pasillo con dos puertas en cada costado, siendo la de la derecha la habitación y la última el baño.

Las paredes, pintadas descuidadamente de un color verdoso, resaltaban el color debido a la incipiente humedad que amenazaba con destruir el recién formado nido. Moe acarició las paredes mientras dejaba que los dedos de sus pies se acostumbraran al nuevo tacto de la alfombra a sus pies.

—Mira, el techo está pintado de azul.

Waylon pudo contemplar cómo Moe se desenvolvía con aparente naturalidad por el pequeño departamento. Sus pasos cortos, intentando acostumbrarse al sonido de las pisadas parecía abstraerlo del mundo terrenal.

Si era sincero consigo mismo, podría acostumbrarse a contemplar esta imagen por el resto de sus días.

—Parece que el cambio no te afecta, Moe.

—He pasado toda mi vida por pocilgas como ésta —una vez más, el tabernero no pensaba antes de hablar—. Claro, no digo que este lugar sea una pocilga, es más… —sus ojos chispearon por un segundo con la duda grabada en ellos— ¿Te incomoda, no te gusta? Tal vez es demasiado poco…

Smithers lo tomó de los brazos antes de que Moe empezara a ahogarse en la tormenta de sus pensamientos.

—Está bien —intentó sonreír para animarlo— . No es el mejor lugar del mundo, pero nos tenemos el uno al otro. Con eso basta, y con el tiempo, haremos que sea perfecto. Y aunque tuviéramos una suite de lujo… —Waylon pareció buscar entre las cosas de Moe— ninguna casa podría considerarse un hogar si no tiene huevos en salmuera.

Al verlo ahí, sosteniendo un insignificante frasco lleno de huevos en un insignificante lugar en medio de la nada, sonriendo como si solo eso bastara para mejorar el mundo, en ese momento, Moe sintió un calorcito muy agradable, brotando de su corazón.

—Smithers, creo que te amo.

Waylon ladeó la cabeza divertido y enternecido, como si en realidad se hubiera esperado aquello.

—Lo sé.

3.

Moe luchaba con la harina y la leche, maldiciendo a sus ancestros mientras trataba de romper correctamente los huevos y preparar la cubierta del pastel con el que esperaba sorprender a su prometido.

Aún sonaba extraño a sus oídos, pero sincerándose con sus ancestros que aún lo escuchaban pese a sus múltiples ofensas a sus madres y compañía, era algo a lo que no le había tomado tiempo acostumbrarse.

Los muchachos del bar realmente no lo juzgaron y eso era lo más cercano que Moe había tenido a una familia antes de Smithers. Eso bastaba para él. Aún recordaba las emotivas palabras de un ebrio Lenny mientras Carl cabeceaba asintiendo a los comentarios de su compañero de juerga y Barney daba su aprobación alzando el pulgar.

Cuando te cases, ¿me puedo quedar con el bar?

Sigue soñando, gordinflón.

Siempre fue consciente de lo que la sociedad opinaba de aquello que era diferente, fue por eso que al sentirse aceptado por lo suyos, aún en esta faceta totalmente desconocida hasta para él mismo, le dio cierta esperanza.

No era fácil hablar de lo que sentía, no después de tantos años de aullarle a la luna en completa soledad. Por eso era más fácil que Smithers se los comiera, tenía mucho sentido.

Al final se rindió y terminó pidiendo una pizza para la cena.

4.

—Entonces, ¿cuándo pruebo el pastel?

Moe casi se atragantó con el pedazo de comida cuando Waylon soltó de manera tan natural aquel criminal comentario.

—No sé de qué me estás hablando. —Moe prefirió salirse por la tangente antes que responder.

Smithers apuntó al desastre en la cocina bastante divertido, Moe lo ignoró y lo siguiente que ocurrió fue algo que desconcertó bastante al tabernero, tanto, que lo dejó lelo por varios segundos.

—Es bastante práctico usar un delantal si vas a hacer pastel, si no, no sólo la cocina quedaría hecha un desastre.

Moe seguía estupefacto.

—¿Tiene que ser azul?

Un cuarto de hora después, Moe calentaba el horno y Waylon le daba los últimos detalles al mejor pastel que el veterano cantinero había visto en su vida. Bastante contrariado y tratado de disimular su feliz asombro interrogó a su compañero.

—¿Hay algo que no hagas bien? Eres tan perfecto que empiezo a detestarlo.

—¿Se supone que es un cumplido?

—Odio la perfección.

—Ahora entiendo, es por eso que no puedes vivir contigo mismo.

—¿¡Ah!?

El hermoso Smithers 2, El desdichado tabernero 0.

5.

Moe le daba las últimas lamidas a la cuchara, buscando distraídamente los últimos vestigios del pastel de chocolate que había preparado su dedicado compañero, quien se encontraba lavando los últimos trastes.

—¿Seguro que no quieres que te ayude?

—Viendo lo que has hecho aquí, no estoy seguro de cuánta ayuda me puedas dar.

Ante toda respuesta, Moe siguió lamiendo su cuchara bastante contrariado.

Touché.

6.

Smithers veía la televisión sin verla realmente, eran las diez de la noche y Moe estaba sentado junto a la ventana mientras los copos de nieve se arremolinaban a las faldas del edificio.

Moe no era alguien extraordinario. Sólo un sujeto normal, que tenía sus problemas y virtudes. Waylon se lo repetía constantemente, pero aún así, había cierta magia en los ojos de su compañero que lo dejaban sin aliento.

"Una luz que se mantiene en la oscuridad", había leído en uno de sus libros, y esa descripción encajaba perfectamente con la personalidad de la persona que amaba. Smithers quería proteger esa luz, y hacerla crecer indefinidamente.

Moe era alguien ordinario, cuyas acciones provocaban cosas extraordinarias en los demás. Una luz para el corazón.

—Moe, creo que te amo.

Así, sin esperarlo, a quemarropa, al más puro estilo refinado y extravagante que conformaban como un dúo sin igual.

Moe sonrió sinceramente, y fuegos artificiales rodaron por sus mejillas, aunque con su tosco tacto intentara negarlas.

—Lo sé.

Fin.


Notas de autor.

Majo, feliz cumpleaños. Eres, al igual que cierto tabernero gruñón, una luz para el corazón.

Love u.