CAPÍTULO 1- EL ATAQUE

América

"No dejes de sonreír hasta que abandones la sala, ¿entendido?"

Mi corazón palpitaba con velocidad, me sudaban las manos y mi cabeza comenzaba a doler por el esfuerzo que estaba haciendo para contener las lágrimas.

"Cuando te hayas marchado, me habré quitado un peso de encima"

No podía creerle. No quería creerle. Pero me había mirado a los ojos. Y los suyos eran fríos, duros. Se había cerrado a mi, no me iba a escuchar y yo lo sabía.

Respiré hondo y levante ambas manos para moverlas de los reposabrazos a mi regazo. Hasta que lo hice, no me había dado cuenta de la presión que ejercía con los dedos, pero ahora que los miraba, podía ver el color regresar lentamente a ellos mientras la sangre que mi corazón bombeaba volvía a circular con libertad.

¿Como lograba continuar latiendo en esas condiciones?

Tomé otra gran bocanada de aire y exhalé despacio por la nariz. Una de las ventajas de ser cantante era la práctica que adquirías para regular la respiración, cosa que me estaba sirviendo de mucho. Tras algunos segundos más, mi pulso se había normalizado lo suficiente como para que me atreviera a alzar la cabeza y mirar alrededor. Sonriendo, o al menos intentándolo.

Gavril entró y se acercó a nosotros, acomodándose innecesariamente la corbata. Sus ojos bullían de expectación.

-Alteza -saludó con un movimiento de cabeza a Maxon. No quise voltear a mirarlo mientras devolvía el saludo, así que tuve que contentarme con suponer que él imitó el gesto.

-Lady Kriss, Lady América - Gavril nos saludó también con un leve asentimiento, y antes de permitirnos abrir la boca, continuó - esto será bastante simple: se abrirá con una breve introducción y después le haremos algunas preguntas -dijo, dirigiéndose a Maxon - para pasar directamente a la proposición.

Hubo un breve silencio y podría jurar que Maxon me miraba de reojo, pero no quise comprobarlo. Mantuve la vista al frente, hacia Gavril, como si el pin de su solapa de pronto fuera lo mas interesante del mundo.

-Si me lo permite, Alteza...-añadió- me alegra muchísimo saber que encontró a la indicada. Estoy seguro de que todo el pueblo de Iléa se alegra por usted.

-Te lo agrdezco Gavril- la voz de Maxon sonaba diferente, extraña- para mi es maravilloso poder compartir este momento con el reino.

-Quizá debamos guardar las respuestas para cuando estemos transmitiendo - Gavril sonrió, pero su mirada vagaba por algún sitio detrás nuestro -si me disculpa...

-Claro, no hay ningún problema.

Gavril se dirigió a su sitio sin decir más y Maxon se giró de nuevo a Kriss.

El himno comenzó a sonar. Gavril sonreía ampliamente en su asiento

-¡Buen día, habitantes de Iléa! - dijo con entusiasmo. -Todos nosotros hemos seguido de cerca la Selección de nuestro querido príncipe Maxon. Desde que treinta y cinco hermosas chicas llegaron aquí a palacio, el príncipe ha ido conociéndolas, descubriendo cosas sobre cada una de ellas y buscando a aquélla cuyas cualidades encajaran mejor con lo que se espera de nuestra nueva princesa- al escuchar esa última parte, decidí evitar deliberadamente mirar al rey Clarkson. Fije mi vista en las paredes y me erguí un poco más-¿No es así majestad?-continuaba Gavril

-En realidad...-Maxon respondió y supe que sonreía, pero seguí firme en mi propósito de no mirarlo. Su voz seguía escuchándose fuera de lo normal, como si estuviera controlando algo. Supuse que era normal que sintiera emoción por proponerle matrimonio a la que sin duda sería la princesa perfecta. A alguien que no era yo.

Maxon había hecho una breve pausa, como si no encontrara las palabras adecuadas y luego prosiguió -...desde el principio hubo alguien que llamó mi atención. Tardé un poco en asimilar que me había enamorado, puesto que fue mas rápido de lo que esperaba, pero al final me di cuenta de que ella era la persona que quería convertir en mi princesa, la princesa de toda Iléa.

Mis esfuerzos por mantener el pulso bajo control se fueron al traste cuando le escuche decir "me había enamorado". ¿De quien estaba hablando? ¿De Kriss? ¿De mi? Dudaba que fuera Kriss a quien se refería, después de todo, su primer beso me lo había dado a mi, ¿no? Luego recordé que Kriss le había pedido que no se besaran hasta que ella estuviera lista y sentí una pequeña presión en el pecho. ¿Desde cuando se lo habría dicho? ¿Y si me había dado aquél beso sólo por que Kriss le había hecho esa petición? Quizá si ella lo hubiera permitido, su primer beso habría sido con ella y no conmigo.

Y yo te quiero a ti, América Singer. Te quiero con toda mi alma.

Mis ojos se nublaron de pronto. Respiré profundo y parpadee rápidamente para ahuyentar las lágrimas. Ya ni siquiera prestaba atención a la pequeña entrevista.
Traté de concentrarme de nuevo, justo a tiempo de notar a Maxon apoyándose en el reposabrazos para ponerse de pie. Y me rozó el brazo con los dedos, lo suficientemente rápido como para que pasara por casualidad si alguien lo advertía, pero lo suficientemente suave como para que yo notara que había sido intencionado. Una corriente de electricidad me recorrió desde el punto donde me había tocado, haciendo añicos mi determinación de no mirarlo.

Él caminó hacia el frente, cerca de donde Gavril se hallaba. Al llegar a un punto un poco por delante del presentador, dió media vuelta y su mirada atrapó la mía.
Sentí una oleada de calor recorrer mi espalda desde la base de mi cabeza. En los ojos de Maxon había resentimiento, tristeza, ira y algo más que no pude descifrar con claridad. Pero aún así lo supe. Supe que Maxon había tomado la decisión, que prefería a Kriss, que mi vida jamás volvería a ser la misma desde el momento en el que pusiera un pie fuera de aquélla sala, por que él no querría volver a verme, por que él se casaría con Kriss.

El dolor inundo mi pecho de golpe y aparté mis ojos de los de Maxon. No quería ver su mirada fría, ni el reproche en sus ojos, cuando las lágrimas se me escaparan otra vez.
Mi mirada fue a caer en uno de los guardias, al que tras un par de segundos reconocí como Aspen. Parecía confundido y concentrado a la vez, como si algo se le escapara y estuviera tratando de recordar que era. Me miró, y su expresión pasó a ser de asombro por un segundo. Entonces se fijó en algo detrás de mí y una ráfaga de pánico atravesó sus pupilas.

-Kriss, querida- la voz de Maxon temblaba ligeramente cuando giré la cabeza en la dirección a la que Aspen miraba. -¿me concederías...- el resto de las palabras de Maxon se me escaparon cuando advertí lo que Aspen había visto.

Maxon se encontraba frente a Kriss, le había tomado la mano y parecía a medio camino de arrodillarse. Y detrás de ellos, hacia la izquierda, los reyes eran custodiados por un guardia que había abandonado su puesto y se acercaba a ellos desde atrás. Por un segundo entendí el pánico de Aspen: si se acercaba a los reyes en medio de la proposición del príncipe, abandonando su puesto y rompiendo el protocolo, era por que la vida de los soberanos corría peligro.
El guardia se descolgó el arma, confirmando mis sospechas. Se irguió cuanto pudo, y justo cuando me estaba preguntando que escenario justificaría la interrupción del compromiso de una manera tan violenta, el soldado se quitó el sombrero del uniforme con un movimiento fluido, revelando una especie de pañuelo que cubría su cabeza atado por la nuca, y le pegó un tiro al rey Clarkson en la cabeza.

Y reinó el caos.

Tardé un segundo en reaccionar, había pasado demasiado rápido.
El guardia que había asesinado al rey se dirigía ahora hacia la reina Amberly, pero antes de que ella o alguien mas pudiera reaccionar, un disparo inhabilitó al falso soldado, que cayó tras la reina.
Otro guardia, que al parecer estaba de nuestro lado se acercó a ella y la llevó hacia las puertas.
Mientras tanto, las ordenadas hileras de asistentes se habían vuelto una caótica multitud que corría en todas direcciones, tratando de escapar, mientras algunos de los guardias -los que usaban el pañuelo- les impedían la salida y otros -los de palacio- se esforzaban por llevarlos hacia los refugios o algún sitio seguro.
Comprendí que los soldados que habían desertado, en realidad no lo habían hecho. Estaban muertos.

-¡Mer!

-¡AMÉRICA!

Yo seguía ahí sentada, milagrosamente ilesa. Aspen me había gritado, y aunque no lo veía, su tono de voz daba a entender lo obvio: América, corre, sal de aquí.

-¡AMÉRICA! -a diferencia de los de Aspen, los gritos de Maxon desbordaban desesperación, y yo no lograba entenderlo. Lo miré, en contra de todos mis razonamientos. Se encontraba a escasos pasos del asiento ahora vacío de Kriss, mirándome.

-América, ¡salgamos de aquí!- me extendió una mano, con la palma hacia arriba y avanzó hacia mí, con el terror escrito en cada una de sus facciones.

-¡Majestad, a su derecha!

Tanto Maxon como yo nos giramos en aquélla dirección. Un hombre con un pañuelo similar al del asesino del rey se encontraba a poca distancia y le apuntaba con el arma, sonriendo.

No.

Me levanté de un salto y corrí hacia Maxon. Con el rabillo del ojo alcancé a ver a otro guardia con pañuelo cayendo detrás de él, a escasos metros. Maxon lo notó igualmente y se giró hacia el. Una parte de mi se preguntó que demonios hacía ahí parado mirando al soldado que estaba en el piso y no al otro del que debía huir, pero no tenía tiempo para preguntas. Lo alcancé, justo en el momento en el que volteó; y lo cubrí con mi cuerpo justo antes de que el rebelde disparara.

A pesar del súbito dolor en mi abdomen, mi cuerpo tembló de alivio. Maxon estaba a salvo.

-No. ¡NO! ¡AMERICA, NO!

Me desorienté, sentí como si el piso se desvaneciera y todo a mi alrededor comenzara a ascender. Mi visión se había vuelto a nublar, pero esta vez no había sido a causa de las lágrimas.
Sentí algo cálido y suave sosteniendo mi cuello con firmeza y una presión similar hacia la mitad de la espalda.

-Maldición, Mer ¿como..?

La voz vagamente familiar se interrumpió antes de que yo lograra identificarla, pero entonces otra voz, mucho más suave, sollozó en mi oído

-América...querida, por favor...

-Tenemos que sacarla de aquí-intervino la primer voz.

-¡¿Pero que demonios crees que estás haciendo?!

-¡No hay tiempo! ¡Escuche! Supongo que podrá levantarla, yo los cubriré y la llevaremos con Ashlar. Sostenga esto.

El ardor de la herida se intensificó de pronto y un sonido agudo me inundó los oídos. Las voces de pronto parecían mas lejanas y mis párpados pesaban.

-América, cariño, estoy aquí. -en un momento de lucidez, identifiqué la voz suave

-Maxon...-traté de llamarlo, pero mi boca no reaccionaba como yo quería y mi voz era apenas un murmullo.

No supe si me escuchó, ni tampoco el momento en el que todo a mi alrededor se volvió negro.