Disclaimer: The Seven Deadly Sins y sus personajes pertenecen a Nakaba Suzuki.


«Pasaban los días. No se me ocurre nada peor cuando uno ama y no sabe el dónde de su quién.»

Circular, Vicente Luis Mora.


-Circular-


Muchos dicen que la vida es un proceso lineal. Al fin y al cabo nacemos para morir; es un recorrido que todos debemos realizar. La muerte es el final del camino y de ese hecho somos conscientes casi toda la duración de nuestra vida. Pero ¿qué es lo que pasa cuando tu vida es un recorrido cíclico que nunca termina? ¿Qué es lo que pasa cuando mueres y resucitas constantemente? ¿Qué es lo que pasa cuando cada vez que revives eres un poco menos tú? ¿Qué es lo que pasa cuando ves nacer y morir a la persona que amas durante tres mil años?

Los polos opuestos se atraen irremediablemente, de eso no hay duda. Es extraño que dos de los máximos representantes de clanes antagonistas y que siempre habían estado en contra se enamoren. Sin embargo, eso sucedió. Elizabeth y Meliodas, a pesar de que debían odiarse, se amaban.

El destino les fue truncado, porque parecía que era un pecado que dos personas que en realidad debían luchar a muerte no lo hicieran, y el castigo fue tan grande que a veces Meliodas se preguntaba si seguía valiendo la pena estar vivo o intentar romper aquella maldición que tanto daño les había causado a ambos; especialmente a él.

Porque se le desgarraban las entrañas y el pecho cada vez que la veía morir. Y, entonces, el círculo se volvía a repetir. Elizabeth nacía, la casualidad los unía, se enamoraba perdidamente de él y, después, ella se desvanecía entre sus brazos, ya fuera más tarde o más temprano. Era injusto, era cruel, pero suponía que era el precio que debía pagar por haber hecho todas aquellas atrocidades cuando era el Mandamiento más sobresaliente y sangriento de todos y el digno sucesor a Rey Demonio.

Por lo tanto, cuando consiguieron romper la maldición, no se lo podía creer siquiera. Tenía la oportunidad, por fin, de ser él mismo, de ser feliz junto a la persona que amaba; tenía la oportunidad de empezar una nueva vida, esta vez sin necesidad de volver a renacer y sin estar sumido en la más profunda soledad.

Aquella noche en la que todo acabó, la besó tanto que llegó a pensar que sus labios se desvanecerían, le hizo el amor de la forma más pasional en la que sabía hacerlo, intentando que aquel momento se congelara por siempre, que se quedara grabado en su recuerdo hasta el día en el que sus vidas llegaran al final.

Cuando aquel acto, que había deseado con una fuerza desorbitada, como nunca pensó que podría llegar a anhelar algo, finalizó, Meliodas lloró contra el pecho desnudo de Elizabeth, tembló, se desgarró y sacó de su interior toda la angustia que había guardado en su corazón durante nada más y nada menos que tres mil años.

La respuesta fue suave; Elizabeth le acarició con amor las hebras de su cabello mientras lo estrechaba contra ella, mientras sentía la calidez que le proporcionaba la desnudez de su cuerpo, el roce de las pieles y el bombeo de sus corazones, que latían al unísono clamando el indestructible amor que ambos se profesaban. Aquel momento íntimo fue un período de tiempo del que nunca supieron su duración; no tenían constancia de si se había prolongado durante unos instantes o durante todo lo que les restaba de existencia.

Pero ya todo daba igual porque ahora su pecado se había esfumado y solo quedaba estar junto a ella, despertarse todos los días sabiendo que ya no se iría de su lado, siendo consciente de que sus destinos estaban ligados desde el mismo día en el que nacieron, a pesar de que pertenecieran a clanes enfrentados por naturaleza.

–Te quiero, Elizabeth… Te quiero tanto… –susurró contra su pecho mientras lo besaba con delicadeza y dejaba escapar los últimos sollozos, justo antes de quedarse completamente dormido mientras la abrazaba por la cintura.

La única respuesta que obtuvo por parte de Elizabeth fue un estrechamiento mucho mayor de sus cuerpos. Era tan obvio el amor que sentía, se lo había dicho tantas veces, que ya no sabía si era necesario expresarlo de nuevo con palabras reales. Porque, en ese momento, tal vez lo que más necesitaba Meliodas eran actos para que su alma se asentara de nuevo dentro de su cuerpo y nunca más dejara de ser aquella persona llena de simpatía y bondad que todos conocían.

Después de tres mil años de batallas, de idas y venidas, de infelicidad y pesadumbre, tenían la oportunidad de deshacer el círculo y que su vida fuese, finalmente, lineal y feliz. Y, por supuesto, esta vez no la desaprovecharían.


FIN


Nota de la autora:

¿Cómo estáis pasando la cuarentena? Aquí en mi país no podemos salir casi de casa con lo del coronavirus, así que estoy aprovechando para escribir.

La verdad es que nunca me había imaginado a mí misma escribiendo de esta pareja, no os voy a mentir, porque pensaba que era una pareja normal, nada me movía para querer escribir de ellos. Pero, oh, yo, que no voy al día con el manga, he visto su historia en la tercera temporada del anime y me ha llegado tanto que necesitaba sacarlo. En fin, es probable que los que sigáis el manga estéis como: vale, ¿y qué? Pero bueno, realmente necesitaba escribir de estos dos.

Espero que os haya gustado.

Besos, cuidaos mucho y nos leemos en la próxima.