- ¿Eliza, cariño?

Fue la suave voz que llegó detrás de ella, devolviéndola a ese momento mágico en el que conoció a esa hermosa pelirroja; recordando sus facciones con total precisión, como su cabello estaban amarrados en dos trenzas francesas y esa sonrisa traviesa en los labios.

Aún con la niña en brazos, con su manita aún acariciando sus facciones y sus ojos estudiándola detenidamente, dio la vuelta encontrándose a la mujer más bella del mundo.

Su cabello rojizo parecía estar en llamas con el resplandor del sol, pero ya no lo llevaba en esas juveniles trenzas que su mente había proyectado; esa sonrisa que gritaba "problemas" al mundo desapareció, incluso su vestimenta había cambiado. No, ahora tenía un aire más maduro, más responsable que la hacía ver bellísima a los ojos de Elsa.

Su hermosa cabellera iba suelta, danzando al ritmo de la ligera brisa, amarrado en una pequeña trenza en la parte trasera de su cabeza. Su ropa, una blusa color marrón en conjunto con unos pantalones de vestir negros con cinturón café le daban un aire de elegancia y madures increíble; su rostro tenía una ligera capa de maquillaje, lo suficiente para acentuar sus facciones y hacer sobresaltar esos exquisitos labios.

Su rostro mostraba preocupación, mirando alrededor del establecimiento como si estuviera buscando algo o a alguien. Una enorme sonrisa comenzaba a formarse en su rostro, con la idea de que quizá la estaba buscando a ella; de que la había visto a través de la ventana y venia por ella.

Pero cuando esas hermosas orbes turquesa se posaron sobre la pequeña niña, que ahora jugaba con su trenza, una maravillosa sonrisa se plasmó en su rostro; mostrando tanto amor y adoración que le hizo recordar cuando su madre le sonreía en cada ocasión que la veía.

- Ahí estas, cariño… - exclamó, mirando a la pequeña sin prestarle la más mínima atención a ella. – No vuelvas a salir corriendo de esa forma, ¿me entendiste, jovencita? Nos asustaste de muerte…

La niña, al escuchar la voz de Anna, comenzó a moverse en sus brazos llena de emoción, con una sonrisa rivalizando con la de Anna, sin soltar su cabello de sus curiosas manos.

- ¡Mira, mami! ¡La señorita tiene el mismo color de cabello que el mío! ¡Y también sus ojos son del mismo color! – señaló con sus manitas cada cosa que ella veía semejanzas, con sus ojos brillando como si fuera el descubrimiento más grande del mundo.

A lo que Anna rió suavemente, quizá maravillada por la reacción de la pequeña niña entre sus brazos. Fue en ese momento que sus ojos se posaron en ella, aún con los restos de la sonrisa adornando su hermoso rostro.

- Espero que no te haya causado ningún problema; a veces es muy impulsiva y no ve por donde va. No me sorprendería que la razón por la cual se conocieron fuera porque chocó contigo…

Le estaba hablando, ¡Anna se estaba dirigiendo a ella! De nuevo, una enorme sonrisa se estaba formando en su rostro al saber que tenia la atención de la pelirroja en ella, que a pesar de los años aún tenían una conexión como hace cuatro años.

Estaba por contestas, por preguntarle un sinfín de cosas, cuando la pequeña pareció fastidiarse de estar en sus brazos; estirando sus pequeños bracitos hacia Anna.

- Mami, ¿Ya puedo tomar mi chocolate? ¡Prometiste que si me portaba bien, me comprarías uno! – Anna simplemente soltó una hermosa carcajada, recibiendo a la niña entre sus brazos, besando su frente.

- ¡Por supuesto, mi niña! Es por eso que venimos aquí… - le respondió cariñosamente.

En ese instante, el corazón de Elsa se detuvo por un momento. La pequeña le acababa de decir "mami" a Anna; no, era la segunda vez que lo hacía pero creyó que solamente era alguna clase de juego entre ellas.

Miró de nuevo a las dos, el cómo se comportaban entre sí; descubriendo ese lazo inconfundible que solamente existía entre una madre con su hija. Viendo ese amor infinito en los ojos de Anna hacia la pequeña en sus brazos.

- ¿E-Es tu hija? – logró salir las palabras de la boca seca de Elsa.

- Si… Es mi pequeño tesoro… - fue la respuesta de Anna, sin despegar sus ojos de la niña.

No… ¿Cómo era posible que Anna tenga una niña? ¿Eso quería decir que se había casado? ¿Qué Hans había tenido razón y que solamente fue sexo de una noche? Rápidamente buscó con la mirada en las manos de Anna algún anillo que comprobara su teoría, pero ambas manos estaban libres de tal argolla.

- ¿C…Cuál es tu nombre, pequeña? – preguntó de pronto, viendo como esos ojos del mismo color que los suyos la veían.

- ¡Me llamo Eliza Schneider, y tengo 4 años! - respondió animadamente, alzando su manita que mostraba dos deditos.

¡Era el mismo tiempo que no supo nada de Anna! La niña era la viva imagen que ella; el color de piel, de los ojos, el cabello… ¡todos esos aspectos eran de ella! Mientras que sus pecas, el mechón rojizo, el carácter animado y amigable que tenía definitivamente se parecía a los de Anna.

- ¿Y el tuyo? – ladeó su cabecita, mostrándose aún más adorable de lo que ya era.

Tragó pesado, teniendo una idea de quién era la niña y su relación con ella, sintiendo su pecho llenarse de una sensación tan cálida que sus ojos se cristalizaron por la emoción de lo que sabía, con toda certeza, era la respuesta a su suposición.

Alzó su mano, quitándose lentamente la gorra haciendo para atrás los mechones de su rostro, mostrando la felicidad que la llenaba en una enorme sonrisa, con sus ojos humedecidos por tantas emociones que tenía en el momento.

En cuanto su rostro se presentó ante ambas mujeres, el rostro de Anna cambió por completo. Mostrando completa sorpresa y conmoción al descubrir quién era la que se estaba escondiendo debajo de esa gorra.

- Mi nombre es Elsa Arendelle… Y creo que tú y yo tenemos muchas por conocernos… - su voz se quebró un poco al final, sintiendo como las lagrimas recorrían su rostro.

Anna dio un paso hacia atrás, abrazando a la niña fuertemente, protegiéndola con su cuerpo; como si Elsa fuera algún peligro para la niña, como si temiera que la lastimara de algún modo.

Sin decir una sola palabra, Anna dio la vuelta y salió del lugar, llevándose a la pequeña que protestaba por su chocolate. Elsa no perdió el tiempo; no la dejaría ir una segunda vez.

Salió detrás de ellas, viendo a Anna cruzar la calle aún con la niña protestando y haciendo berrinche por su bebida. Entregándole a la pequeña a un hombre alto y rubio que la vio confundido y algo aturdido.

Elsa corrió, no queriendo que los tres desaparecieran de su vista al ver que se dirigían a una Jeep negra estacionada a unos metros de distancia. Cuando por fin estuvo lo suficientemente cerca, agarró la mano de Anna, obligándola a detenerse.

- ¡Suéltame! – Exclamó Anna, forcejeando por querer soltarse de su agarre.

- ¡No! Anna, ¿Por qué saliste corriendo de ese modo? – trató de hablar, de tener respuestas al extraño comportamiento de la pelirroja.

- ¿Y TIENES EL DESCARO DE TODAVIA PREGUNTAR POR QUE? – Gritó, su mirada llena de resentimiento y, quizá, dolor.

Elsa estaba completamente confundida, no sabía por qué la pelirroja se estaba comportando de ese modo después de tanto tiempo sin verse. Anna seguía intentando liberarse, usando toda su fuerza para alejarse de ella; Elsa agarró su otra muñeca, manteniéndola cerca para saber lo que estaba pasando.

- ¿De qué estás hablando? ¡Tiene cuatro años que no sé nada de ti! ¡Creí que lo que habíamos tenido esa noche fue algo especial, que ambas habíamos sentido una conexión única! ¿Tienes idea de cuantas veces he tratado de buscarte? ¿De saber de ti? – dijo, sintiendo sus ojos de nuevo arder con el deseo de llorar.

- ¡POR FAVOR! ¡DEJA DE PENSAR QUE SOY TAN ESTUPIDA PARA PENSAR QUE CREERE EN ESO! ¡SUELTAME DE UNA MALDITA VEZ! – volvió a gritar, pero en esta ocasión ya no forcejeaba mas; simplemente tenía su mirada clavaba en los ojos de Elsa.

- ¿Y la niña? ¿Por qué no te comunicaste conmigo? ¿¡Por qué no me dijiste que habíamos tenido una hija?! – su voz se elevó un poco, sintiéndose traicionada de que se lo hubiera ocultado.

El rostro de Anna enrojeció, sus ojos se abrieron mostrando una ira indescriptible y sus puños estaban tan apretados que sus nudillos estaban completamente blancos. Todo su cuerpo vibraba de una rabia que amenazaba con estallar en ese momento.

- ¿¡QUE NO TE LO DIJE!? ¿¡QUE NO TE BUSQUE!? ¡EN EL MOMENTO QUE SUPE QUE ESTABA EMBARAZADA TE BUSQUE, TENIENDO LA ESTUPIDA IDEA DE QUE ESTARIAS IGUAL DE EMOCIONADA QUE YO; QUE ME APOYARIAS Y ESTARIAS A MI LADO EN TODO EL PROCESO! – por fin, sus manos lograron liberarse de su agarre, avanzando amenazadoramente hacia Elsa. - ¿PERO QUE FUE LO QUE ENCONTRE? ¡EN SU LUGAR; ME ENCONTRE CON QUE NO QUERIAS SABER NADA DE MI; QUE DEJARA DE MOLESTARTE CON MIS MALDITAS MENTIRAS Y ENGAÑOS POR QUERER SACARTE DINERO! ¡INTENTE BUSCARTE EN CADA CONCIERTO AL QUE PODIA IR, EN CADA OPORTUNIDAD DE FIRMA DE AUTOGRAFOS, PERO TODAS LAS ENTRADAS ESTABAN PROHIBIDAS PARA MI SIN IMPORTAR POR DONDE QUISIERA ENTRAR!

La información hizo que los ojos de Elsa se abrieran por completo, sintiendo su cuerpo tan pesado que parecía querer permanecer en ese lugar por la eternidad. Su mente trataba de recordar cada concierto, cada firma de autógrafos, pero en ningún lugar podía ubicar a la pelirroja. ¿Cómo podía creer que no quisiera verla, que no deseaba volver a tenerla entre sus brazos?

- ¡NO VENGAS A DECIRME QUE NO TRATE DE INFORMARTE, DE AVISARTE DE LAS COSAS; CUANDO FUISTE TU MISMA LA PERSONA QUE ME ALEJO EN PRIMER LUGAR!

Se dio la vuelta, dirigiéndose hacia donde el rubio la estaba esperando con la puerta del carro abierta, su ceño fruncido ante lo que seguramente acababa de escuchar.

Elsa cayó de rodillas, sintiendo el peso del mundo vencerla por completo. No podía escuchar nada, no podía ver nada; ya que lo único de lo que era consiente era de las lagrimas que caían al suelo y de su propia voz mientras lloraba como nunca antes lo había hecho.

Estuvo ahí, en medio de la banqueta, llorando mientras se abrazaba a sí misma con fuerza; como si quisiera protegerse de todo en esa posición. No supo el tiempo que estuvo así, pero cuando su mente se fue aclarando poco a poco, un simple pensamiento cruzó su mente.

Se puso de pie, su mirada cargada de tanta ira y desprecio hacia el objetivo que tenía en mente, que le importó una mierda el ir chocando con las personas que tuvieran la mala suerte de estar en su camino hasta llegar donde había estacionado su carro.

Arrancó el motor, pisando a fondo el gas, sin importarle que un carro parara de golpe y le tocara el claxon por casi causar un accidente. Queriendo llegar lo más rápido posible a su destino para saber la verdad de las cosas…

Queriendo llegar rápidamente hacia donde Hans se encontraba…