Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.


Capítulo 11.

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Entre el mar de gente que iba y venía, ellos se dispusieron a darle la vuelta a la escuela—de nuevo—, esperando tener suerte esta vez para encontrar el perro. Aparentemente, las súplicas de Tanjirou fueron escuchadas, porque la suave y hermosa vos de Kanao los detuvo para decirles que había visto una bola de pelos rosada justo al lado del gimnasio.

—Yo no veo nada —dijo Inosuke, sacando mitad de su cuerpo por la ventana. La verdad es que Tanjirou tampoco veía nada.

—Ahí está —aseguró la chica —. Vamos.

Por otro lado, los ojos de Kanao eran una cosa a la cual tener respeto, y si ella había dicho que lo vio allí, fue porque así era. Se dio cuenta momentos después de que había sido la decisión más sabia haberla seguido, pues efectivamente, el perro rosado estaba cerca a la entrada del gimnasio, comiendo pasto como si de una vaca se tratase.

—¡Eres un perro, no una vaca! —le gritó Inosuke, haciendo que el cachorro se pusiera alerta y comenzara a correr dentro del gimnasio.

—¡Agarren al perro! —exclamó Genya.

De nuevo, fue más fácil decirlo que hacerlo. Afortunadamente, el gimnasio estaba vacío. Desafortunadamente, el perro ingresó corriendo a una habitación donde su puerta claramente decía "mal funcionamiento, por favor no cerrar". Anuncio que fue ignorado por Kanao y Tanjirou, el cual empujó la puerta cuando ingresó a la habitación, cerrándose en el proceso.

Lo bueno fue que ya tenían al perro. —¡Por fin! —exclamó el Kamado con el can en los brazos, sonriendo cuando Kanao también le sonrió.

Encaminándose a la puerta para abrirla, se dio cuenta de que estaba atascada en el momento en que trató de girar la manija. Intentó varias veces abrirla, pero fue imposible. También observó como los chicos, desde afuera, intentaban abrirla sin éxito. Incluso el cabezazo de Inosuke no tuvo efecto en derrumbar la puerta.

Y aquí venía el otro problema.

—Se atascó —dijo finalmente Zenitsu.

—¡¿En serio?! —su voz goteó sarcasmo. Esto era de no creer. ¿Tanjirou había matado a un cura o algo?

—No te desesperes, hombre —pidió el rubio —. Los sacaremos de allí. Mientras, pasen un bueno tiempo de calidad juntos. Seguro se la pasan bien —sus últimas palabras, aunque dichas con cierto resquemor, lograron que ambos adolescentes se sonrojaran intensamente.

Luego el silencio se hizo. El único ruido que se escuchó fue cuando ambos se sentaron en el suelo, dispuestos a esperar. Kanao se recostó contra la puerta sosteniendo al perro—que curiosamente no le gruñó—, mientras el Kamado se apoyó en un estante.

Tanjirou estaba bastante seguro a este punto de su vida que Dios, Buda, Alá o quien sea la deidad que los cuidara disfrutaba atormentándolo. Si bien era cierto que había deseado estar un momento a solas con Kanao para aclarar ciertos puntos que no habían sido aclarados hasta el momento, ahora que la ocasión había surgido forzosamente no pudo lograr formar oraciones en su cerebro al menos coherentes. No sabía que decirle, tampoco, y era poco probable alguna interrupción de alguien por lo que parecía ser un buen rato.

Y ella tampoco hablaba, por un demonio.

El sonido de la moneda siendo tirada hizo que Tanjirou le echara un vistazo a Kanao, preguntándose qué cosa la había hecho tan indecisa como para recurrir a su viejo hábito. Parecía que no tendría forma de saberlo, porque Kanao siguió estando en silencio luego de ver el resultado que había arrojado la suerte.

Él necesitaba decir algo; sacar cualquier tema y así evitar el silencio tan incómodo que se asentaba cada vez más. A este punto, Tanjirou no era más que un montón de nervios y pronto se derretiría en el suelo. Pero una vez más fue sacado de sus pensamientos cuando la chica que estaba con él se levantó repentinamente, dándole la espalda.

—Ta-Tanjirou —el llamado de su nombre lo hizo dar un breve respingo —. Lo siento —ahora, él no entendía muy bien por qué se estaba disculpando —. Yo… aunque la moneda arrojó que no lo hiciera, tenía que disculparme contigo —eso no hizo nada por aliviar su confusión —. Y con Inosuke. A pesar de que sabía que ustedes dos… ehhh, tienen ese tipo de relación, de todas formas, yo…

Ella se quedó en silencio repentinamente, pero Tanjirou entendió que fue por el beso; Kanao se estaba disculpando por haberle devuelto el beso porque creía que él e Inosuke estaban… oh, Dios.

Tan rápido como sus piernas se lo permitieron—movilizarse con una yukata era difícil—, él se levantó y se acercó a ella, tomándola del hombro y dándole la vuelta para que lo enfrentara. Sus grandes y dulces ojos reflejaron su sorpresa cuando estuvo repentinamente cara a cara con él, e inmediatamente el rosa de sus mejillas se intensificó. Tanjirou la miró con firmeza, sus ojos rojizos ardiendo con resolución.

—Yo… —se detuvo, con su cabeza a punto de explotar debido a su presión arterial excesivamente alta. Realmente quería cavar su propia tumba aquí y ahora.

¿Qué iba a hacer él? ¿Estaba realmente listo para decirle todo lo que sentía por ella justo ahora? Ciertamente quería que ella supiera que ni por asomo le gustaban los chicos y que el beso que compartieron aquella mañana había sido lo mejor que le había pasado en mucho tiempo. Respiró hondo, y sintió una extraña calma apoderándose de él. Él le había dicho que debía seguir su corazón y no a la moneda, entonces lo único que él debía hacer era eso: seguir su corazón.

Sin pensarlo mucho más, levantó su mano izquierda y acarició la mejilla de Kanao, tan suave como la seda. Ella no se movió ni intentó alejarlo, aturdida como estaba por su gentil gesto. Aparentemente, su corazón, al igual que el de él, también estaba latiendo como loco en su caja torácica. Tanjirou le sonrió cálidamente, aunque un poco tímido, pero eso solo hizo que el rostro de Kanao se convirtiera rápidamente en una farola roja encendida.

—Kanao, no sé si decir lo que pretendo decir es una buena idea, pero… yo necesito… por favor, solo escucha —ella siguió mirándolo fijamente —. No soy lo suficientemente valiente ahora como para pedir una respuesta de ningún tipo. En realidad, ni siquiera sé si podré terminar de decir lo que quiero decir, pero tengo que intentarlo —el respiró hondo de nuevo —. E-eres hermosa, inteligente…realmente increíble, y aunque a veces no sepas decidir qué cosa querer hacer, eso solo te hace ver insoportablemente linda. Me gusta mucho cuando sonríes. Y también tienes un gran corazón, porque eres paciente e indulgente y… mucho más, pero no puedo encontrar palabras lo suficientemente fuertes como para describir lo maravillosa que eres para mí. Y… Uhmm… también me gustó mucho besarte. Pero realmente lo que quiero decir es que…

Parecía que el combustible ya se le había acabado. No podía creer que le había dicho todo eso. Cuando el repentino silencio se hizo nuevamente, Kanao levantó su mano para posarla sobre la que tenía Tanjirou acariciándole el rostro, inclinándose un poco más hacia ese lado para sentir más su calor agradable, pidiéndole, sin necesidad de palabras, que continuara.

—Tu amistad es suficiente para hacerme locamente feliz, pero quiero que sepas que me gustas. Mucho. Y no solo como una amiga —no se atrevió a mirarla después de terminar de hablar. ¿Cómo podría mirarla, después del discurso más vergonzoso de toda su vida?

Como se quedó sin palabras—ninguna cosa rara viniendo de ella, de todas formas—, Tanjirou supuso que la había asustado.

—Que extraño… tengo ganas de llorar y me duele mucho el pecho, pero estoy feliz —con esas palabras dichas por ella, él finalmente la miró.

Kanao tenía las mejillas tan rojas que Tanjirou temía que realmente tuviera fiebre. De repente, ella soltó su mano y la llevó a su rostro, aparentemente quitando el feo maquillaje—corrido, después de tanto correr alrededor de la escuela—que Uzui-sensei tan maquiavélicamente había pintado. Su otra mano subió hasta su cabello y le quitó los moños rosas que lo estaban sujetando. Internamente, el Kamado le agradeció. Cuando terminó, de repente sus dedos agarraron la parte superior de la prenda verde fea y lo acercó un poco más a ella. Su dulce aroma se hizo más fuerte ante su sentido del olfato sensible.

—También me gusta mucho cuando sonríes, y cuando me miras a los ojos, porque muestran cómo… cómo… no sé cómo decirlo, pero son tan resplandecientes que no quiero mirar hacia otra parte. Me gusta mirarte —sus dedos apretaron la tela un poco más fuerte, temblando ligeramente —. ¡Me gustas, realmente me gustas mucho! No sé exactamente cuánto, pero sé que es mucho —ella mantuvo la cabeza baja, obviamente avergonzada.

Tanjirou hizo todo lo posible para luchar contra el impulso de abrazarla con fuerza y enterrar su rostro en el hueco entre su cuello y hombro. Tenía que aguantar lo mejor que pudo, porque eso no era bueno para su cordura, ni su mente en ebullición y mucho menos para sus hormonas locas. Esto era demasiado estrés, demasiada felicidad; malo para la salud, definitivamente.

Al carajo, ¿a quién quería engañar? Tenía quince años, por el amor de Dios. En un segundo estaban hablando sobre sus sentimientos mutuos, y al siguiente sus cuerpos estaban rozándose y tocándose como por arte de magia—la magia de los adolescentes hormonales—. Él tuvo que poner una mano contra la puerta para sostenerse mientras la temperatura empezó a ascender rápidamente. La presión era intensa, sus rostros sonrojados estaban tan cerca que sus alientos se mezclaban. Él ir y venir de sus corazones era profundo cuando sus labios casi se rozaron.

Casi, porque el condenado perro comenzó a ladrar ante la presencia de nuevas personas tras la puerta, haciéndolos separarse inmediatamente.

—¡Gonpachiro, ya llegó la ayuda! —la imprudencia de Inosuke tenía que tener un límite. Hubo un grito asustado de Zenitsu en el fondo, también.

Antes de que pudiese responder—estaba tentado a hacerlo con una grosería—, el pomo de la puerta fue forzado a girarse, dejando un ruido destructivo a su paso y repentinamente abriéndose, revelando a Genya y su yukata colorida. Lo hacía ver como arcoíris.

—¿Ven? Les dije que si lo forzábamos se abrirí- ¡Inosuke, ¿qué mierda?!

El grito de Zenitsu fue todo lo que se escuchó antes de que él e Inosuke colisionaran contra Genya, dejándolos adentro y con la jodida puerta cerrada. ¿Qué por qué Inosuke cargó a Zenitsu y corrió a toda velocidad para empujar la puerta? Bueno, pues este era Hashibira Inosuke, mejor no preguntarse qué se le pasaba por la cabeza.

Y eso fue lo que los llevó a la situación actual. Si no se equivocaba—porque no tenía como confirmarlo—faltaba poco más de una hora para el inicio de la obra de teatro, y nadie tenía forma de darse cuenta de que ellos estaban allí, encerrados. Se preguntó por qué los chicos no habían llamado a un maestro en lugar de tratar de resolver el asunto ellos, pero decidió quedarse con la duda; probablemente era una respuesta tonta. Lo peor de todo, era que el peso de la ira de Shinobu seguro les caería con toda su fuerza, si es que lograban salir de ahí algún día.

—Aquí es condenadamente caliente… —Inosuke se quejó, bajándose la parte superior de la yukata que traía puesta. Al no sentir la frescura que necesitaba, terminó por quitarse la prenda completamente, quedando en ropa interior y tirándose en el suelo —. Ahhh, mucho mejor.

Nadie comentó nada sobre eso. De todas formas, ya estaban acostumbrados al exhibicionismo de Inosuke.

—Al menos encontramos al perro —dijo Genya, tratando de espantar el nubarrón de sentimientos negativos que azotaban el lugar —. Y nos salvamos de la vergüenza pública en esa obra de teatro. Para mí, todo son ventajas.

—No veo la ventaja si al final del día igual voy a morir —comentó Zenitsu, con lágrimas acumuladas en sus ojos —. Aunque preferiría que me matara Shinobu-san a morir aquí encerrado.

El Kamado miró al techo, donde había un poco de humedad y una mosca revoloteando, y se imaginó que eso era el cielo, donde el dios de la paciencia le sonreía sin dientes y le invitaba a ser su sucesor. Hoy simplemente no fue su día—exceptuando, por supuesto, todo lo que había ocurrido con Kanao—.

—Pues si usamos esa puerta probablemente nos lleve a alguna salida —Inosuke señaló la pared en donde había un estante, justo al lado de donde Genya estaba acostado.

—¿Qué puerta? ¿Cómo sabes que ahí hay una puerta? —preguntó Tanjirou.

Inosuke se encogió de hombros. —Siento que hay una puerta. Además, desde aquí puedo ver una manija.

Tanjirou miró a Genya y este asintió, parándose para correr el estante, descubriendo que sí, efectivamente allí había una puerta. ¿Por qué Inosuke no había dicho eso desde el principio? Parándose—y Kanao cargando al cachorro—, como todo un buen ejército que va a la guerra, todos se acomodaron justo en frente de la puerta. El Kamado, capitán de la tropa, giró el pomo de la puerta con mucho cuidado para descubrir que estaba abierta. La puerta incluso hizo ese sonido de crujido espeluznante cuando él la movió. Todos ellos tragaron saliva antes de entrar. La habitación era totalmente negra, como si fuera el portal de la entrada a otro mundo. Juntos—porque nadie estaba dispuesto a ir primero—entraron en el agujero negro de la muerte, y lo siguiente que Tanjirou supo es que estaban caminando en una especie de túnel subterráneo secreto a oscuras y que Zenitsu estaba estrangulando la vida fuera de él.

—¡Hay un calabozo maldito bajo nuestra escuela! ―gritó el rubio en cuanto llegaron hasta un pequeño cuarto que olía a leche vinagre o algo peor.

—¿Y ahora qué? ―preguntó Genya, con la voz quebrada. Ninguno pareció querer entrar allí.

Y como ninguno se movió, a Inosuke se le hizo fácil tirar a Zenitsu hacia adelante, como si de un sujeto de pruebas se tratase, y este se estampó contra el suelo, gritando en el proceso. —¡Eso dolió, idiota! —protestó, sosteniendo su adolorida mejilla.

—¡No me digas idiota, idiota!

Mientras ambos jóvenes seguían arrojándose improperios en la oscuridad, Tanjirou comenzó a palpar la pared, tocando un interruptor y, moviéndolo hacia arriba, le trajo luz al lugar. Resultó que el calabozo maldito era solo una habitación que almacenaba muchos papeles y expedientes estudiantiles viejos. Y lo peor de todo, fue que no tenía una salida evidente y el apestoso olor a tierra húmeda ya le estaba mareando. Aun así, entró en la habitación y se resignó a su destino; de allí no iban a salir, al menos no pronto. Pero no le preocupó tanto el hecho. Alguien se daría cuenta que no estaban y eventualmente irían a buscarlos por todas partes.

Entre los gritos de auxilio de Zenitsu para que le quitaran a la "bestia" de encima que lo estaba torturando y las risas divertidas pero disimuladas de Genya ante la escena, Tanjirou se sentó justo al lado de Kanao y, tragando saliva, tocó la mano de ella ligeramente. Estaba bastante nervioso con solo hacer eso, pero dado que ambos sentían lo mismo uno por el otro—aunque no había habido tiempo para formalizar nada—, podrían permitirse ese tipo de contactos físicos. El movimiento de la mano de la chica fue casi imperceptible, pero se sintió verdaderamente agradable y completamente feliz cuando sus dedos se entrelazaron lentamente, con el perro que ella tenía en su regazo siendo el único testigo de su contacto.

Él se giró para mirarla, deleitándose con su hermoso rostro sonrojado y la forma en la que se estaba mordiendo el labio inferior mientras lentamente también giraba su rostro para mirarle, con sus ojos bonitos denotando… ¿sorpresa? Ella abrió la boca para decir algo rápidamente, pero lo único que Tanjirou registró fue que un objeto no identificado le dio un golpe certero en la parte trasera de su cabeza y Kanao se levantó enojada, y luego el mundo se fue convirtiendo en algo borroso poco a poco. Oyó entonces un grito de dolor en la distancia, y sonrió internamente. Él sabía que Inosuke había sido golpeado por haberle hecho lo que sea que le había hecho, y aunque era un buen chico y no se alegraba del mal ajeno, eso lo hizo perversamente feliz.

—¡¿Qué pasa con Zankitsu?! ¡También fue su culpa!

Y luego, aparentemente, se desconectó de la Tierra.


—Tanjirou —le dolía la cabeza y lo último que quería hacer era que Kanao lo despertara tan temprano en la mañana —. Tanjirou.

—Uhmm... —pero estaba demasiado oscuro para ser de mañana... ¿Se había quedado dormido durante una sesión de estudios? Abriendo un ojo que veía borroso, Tanjirou intentó enfocar su vista dentro de la habitación con poca luz.

—Tanjirou.

—¿Sí? —respondió en voz baja, levantando una mano para frotar su dolorida cabeza. Un suave tirón en su brazo y el tintineo de metal golpeando metal fluyó en sus oídos. Miró la cadena en su muñeca, sorprendido, para luego explorar la habitación.

—Tanjirou, sólo estoy yo aquí.

—¿Qué está pasando, Kanao? —preguntó, notando la pequeña ventana enrejada en la esquina derecha cerca del techo de la habitación. Parecía mucho más pequeña y más alejada de su vista desde el suelo.

—Estás muy rígido —su voz, que antes provenía del otro lado de la habitación, ahora estaba prácticamente a su lado, en un suave susurro justo por encima de su cabeza.

Un escalofrío le recorrió la espalda y los vellos de la nuca se le erizaron. —Kanao, ¿qué estás-?

Un dedo delgado se presionó contra sus labios delicadamente. —Shhh... cálmate. Relájate un poco.

¿Estaba fantaseando de nuevo? ¿Dónde estaba él? ¿Cómo llegó aquí?

Cuando ella se arrodilló entre sus piernas, descansando sus manos sobre sus rodillas dobladas, la mente de Tanjirou retrocedió a lo que parecía hace unos momentos. Había estado en una especie de bodega con sus amigos, cuando algo lo golpeó y se había desmayado. De nuevo, ¿dónde estaba él ahora?

Fue violentamente arrancado de sus pensamientos cuando los cálidos dedos de Kanao se encontraron con su pecho desnudo, delineando cada músculo.

¿Cuándo le habían quitado la fea prenda verde que traía puesta?

—Se siente tan increíble…

Entonces, la Kanao de sus fantasías ahora se había vuelto más habladora. Vaya cosa. No se molestó en comentar cuando sus labios reemplazaron sus dedos errantes. Su cabeza se nubló mientras ella avanzaba lentamente. Este fue un sueño mucho más detallado y aventurero de lo habitual. Por lo general, sus manos habían sido lo único que lo tocaba; casi nunca su boca.

—Kanao... ¿qué estás haciendo? D-detente —se reprendió interiormente por la voz susurrante y el tartamudeo que escapó de sus labios en lugar de la voz fuerte y dominante que se había imaginado usando.

—Pero... —ella levantó la cabeza para poner mala cara a él, con los ojos brillantes en la tenue iluminación. Su clip de mariposa no estaba puesto, por lo que mechones de cabello negro suelto enmarcaban su rostro mientras se inclinaba hacia él —. ¿No te gusta lo que estoy haciendo?

Oh, Dios, a él le gustó.

Apretó los dientes y cerró los ojos mientras sus manos descansaban en la cintura de la niña. Esto fue mucho más lejos de lo que sus fantasías normalmente lo habían llevado, las cuales solían ser un poco más inocentes. Toques burlones, mientras él estaba, normalmente, completamente vestido, algunos besos y toques leves fueron lo más que sucedió. No Kanao con las puntas de sus dedos bajo su ropa interior. Supuso que la confesión que habían hecho tuvo un fuerte factor influyente en esta situación.

Y no fue malo, demonios. No fue para nada, nada malo.

—¿Tanjirou? —él abrió los ojos borrosos por segunda vez ante la suave voz de Kanao, levantando la cabeza para observar su entorno. Cuatro cabezas y un perro lo estaban mirando como si fuese un experimento.

—Ah, ya estás despierto —dijo Genya, aliviado.

Tanjirou no tuvo tiempo de reaccionar antes de que Zenitsu e Inosuke se le tiraran encima y comenzaran a disculparse por haberlo golpeado accidentalmente con esa barra de metal que cayó de una de las cajas del escritorio viejo. Enderezando la espalda contra la pared, el Kamado se frotó el dolorido cuello. Cuando no sintió ninguna resistencia contra sus muñecas y se vio efectivamente vestido, comenzó a preguntarse qué tan mal se estaban poniendo sus pequeñas alucinaciones y si eso lo acompañaría por lo que quedaba de su adolescencia. Al menos no habló entre sueños ni dijo nada demasiado vergonzoso para lidiar con ello, ya que sus amigos parecían tan normales como podrían ser, llenando su yukata fea de moco y lágrimas.

—Zenitsu, aléjate de mí, por favor —pidió amablemente, lo que el rubio hizo de inmediato.

—Lo siento, pero tenía que llorar por alguna cosa hoy o sino me ahogaría —limpiándose los mocos y las lágrimas, se paró —. Al menos morirás junto a nosotros.

—No vamos a morir, deja de decir eso —Genya rodó los ojos, irritado —. Dramático.

—¡El oxígeno de esta habitación puede acabarse en cualquier momento! ¡O puede que nunca nos encuentren y muramos de hambre! ¡Y en el caso de que sí lo hagan, Shinobu-san nos hará llorar sangre por arruinar su obra de teatro! —con cada palabra, el rubio alzaba un dedo, enumerando los escenarios nada prometedores que su cabeza le estaba mostrando —. ¡Considero que esta es una cantidad suficiente de drama! —luego se estremeció visiblemente —. Incluso puedo escuchar la voz de satanás… que extrañamente suena como la voz de Shinazugawa-sensei.

—¡Oye, eso fue bajo, Zenitsu! —exclamó Genya —. ¡Tu hermano es un demonio y yo no lo digo todo el tiempo!

—¡No es eso, tonto! ¡En serio estoy escuchando la voz de Shinazugawa-sensei!

Ante eso, todos se acercaron a Zenitsu, como si con eso pudiesen escuchar lo que sus oídos excepcionales podían. Cada que el rubio se movía en busca de la fuente de sonido, ellos también lo hacían. Terminaron pegados contra la pared del fondo de la habitación.

—¿Qué escuchas, Zenitsu? —preguntó Tanjirou.

—Shinazugawa-sensei está diciendo todas las presentaciones que se harán —respondió, frunciendo ligeramente el ceño, como si estuviera tratando de concentrarse más —. El sonido proviene de más arriba.

Por lo tanto, Tanjirou empujó el escritorio viejo con ayuda de Inosuke y pronto, el rubio estuvo subido allí, agarrando lo que parecía ser una escotilla en mal estado, revelando un conducto de aire lo suficientemente grande como para que lo atravesaran personas.

—Quien diría que Monitsu salvaría el día —el cachorro en manos de Kanao ladró, como si hubiese estado de acuerdo con las palabras de Inosuke.

—¡Al menos yo encuentro soluciones y no nos meto en problemas todo el tiempo!

El Kamado casi suspiró de alivio. Podían salir de ahí si atravesaban el conducto. ¿A dónde los llevaría? Fue un misterio, pero por lo pronto lo más importante era salir de ese lugar de la muerte. Él no pensó que todo podría salir muy mal cuando decidió decir:

—Zenitsu, entra. Nosotros te seguimos.

La peor decisión de su vida, de nuevo, fue no huir de esa estrafalaria idea que cruzó por su cabeza con un chichón prominente en la parte posterior. Lo gracioso fue que no hubo a nadie a quien culpar esta vez; solo a él mismo.

Entre Tanjirou y Genya ayudaron a que el rubio subiera sosteniendo sus piernas mientras él llevaba la parte inferior de su cuerpo hacia arriba. Luego, con una dificultad moderada, el Kamado logró subirse después de que Genya lo hiciera y le ayudara a apalancarse con su mano. Inmediatamente le tendió la mano a Kanao para que le diera el perro—que le gruñó en cuanto lo tomó en sus brazos—y después vio como Inosuke la alzó por la cintura para que tuviera más facilidad de entrar al conducto de aire. Inosuke fue el último en entrar porque, gracias a la agilidad de su cuerpo, no necesitaba ayuda para apalancarse.

—¿Y a dónde se supone que estamos yendo? —preguntó Genya.

—Estoy siguiendo el sonido, así que cállate —respondió Zenitsu.

—Pues procura hacerlo más rápido. Odio los espacios cerrados —dijo Inosuke, que olía extrañamente nervioso.

—¿Eres claustrofóbico? —preguntó Tanjirou. Tendría algo de sentido, considerando que el chico siempre había vivido en espacios abiertos.

—Inosuke no entendió la palabra —informó Kanao.

—¡Si la entendí! Pero en el caso de que no la haya entendido, ¿qué significa ser catastrófico?

—Catastrófico es lo que eres —afirmó Genya. Zenitsu se rió.

Tanjirou suspiró. ¿Por qué tenían que molestarlo cuando él sólo tenía curiosidad? —Claustrofóbico es que le tienes miedo a los espacios limitados, como este.

—¡Yo no le tengo miedo a nada, Monjiro! ¡Mucho menos a esa tal clamastrobia!

El idioma Inosukenence era bastante original. Tanjirou debía darle crédito por eso.

—Y pensar que el idiota está en la lista de los más lindos de la escuela —el rubio del grupo se lamentó.

—¿Hay una lista para eso? —era la primera vez que Tanjirou había oído hablar de eso.

—Si, y no estoy en ella. Es muy injusto —tras esas palabras, Zenitsu detuvo su movimiento en seco, haciendo que los que iban tras de él también se detuvieran —. Creo que veo una luz.

—Ah, es la luz al final del túnel —todos miraron a Genya con la cara en blanco —. ¿Qué? ¿Qué mejor momento para decir eso que este?

Repentinamente, el cachorro comenzó a ladrarle al espacio en donde estaban confinados cuando se empezó a escuchar ruidos de algo agrietándose bajo un peso forzado. Eso no podía ser bueno. Ese sonido era el sonido de la muerte. Y, si, efectivamente, no ocurrió nada bueno. Ninguno creyó que el conducto hubiera sido construido en un material tan delgado, por otro lado. Aunque, con los años que tenía la escuela, era más probable que hubiese cedido por lo viejo que estaba y no por el material. De cualquier manera, fue un reflejo rápido cuando Tanjirou alcanzó a agarrar a Kanao y al perro, ya sabiendo el destino que les aguardaba.

Con un estruendo de proporciones épicas, el débil y viejo material se vino abajo, arrastrándolos al infierno.

—¡AHHHHHHH! —Cuatro voces masculinas se escucharon repentinamente.

El Kamado había esperado un fuerte golpe en la espalda o algo mucho peor—como un hueso fracturado—, y había cerrado los ojos muy fuerte, apretando el cuerpo de Kanao contra su pecho para que no se despegase de él y no se lastimara—el cachorro había quedado atrapado entre ambos, así que estaba bien protegido—ante el inminente impactó. Resultó que, efectivamente, se había dado un buen golpe, pero no sintió tanto dolor en la región afectada. Tanta fue su suerte—entre tanta podredumbre, eso sí—que no habían caído de una altura considerable, por lo que no habría heridos de gravedad.

Miró entonces hacia abajo, en su pecho. —Kanao, ¿estás bien? —preguntó, incorporándose lentamente.

—Sí… ¿tú?

—Bien.

Ninguno dijo nada más, solamente miraron a otro lado, avergonzados, con el corazón luchando por salir de su pecho al darse cuenta en la posición en la que se encontraban. Que bien que el perrito estaba allí también.

—G-gracias por sostenerme —murmuró la chica.

Oh, Tanjirou la sostendría de cualquier forma.

Fue allí que, resurgiendo de los escombros, Inosuke salió, sonriendo triunfantemente mientras pisaba algunas de las piezas destruidas del conducto de aire. —¡Ja, el gran Inosuke es imparable! ¡Nada puede derrotarlo!

—¡Es un milagro que estemos vivos! —gritó Zenitsu con todo lo que tenía de aire, mirando el desastre a su alrededor —. ¡¿Cómo vamos a pagar esto?! — Vociferó, apartando a Genya de encima y llevándose las manos a su cabello rubio.

—¿Limpiando los salones? —ofreció Genya —. Hombre, no me importa cómo, si pude vivir para contarlo.

Un carraspeo hizo que los cinco voltearan a mirar hacia el lado que habían estado ignorando convenientemente. El lado que tenía a toda la escuela reunida, esperando a que las presentaciones destinadas a ser realizadas en el festival cultural, ocurriesen, así que entonces ellos habían caído en el auditorio. El cachorro comenzó a mover la cola frenéticamente y salió corriendo hacia el objeto de sus afectos: sus dueños. Que bien que el animal no podía hablar.

Tanjirou se consoló con la idea de que, con los años, esta historia resultaría graciosa.

—Esa sí fue una entrada extravagante —escuchó decir a Uzui-sensei. A su lado, Shinobu estaba sonriendo como si la vida solo estuviera hecha de confeti y arcoíris, pero Tanjirou sabía que tiempos oscuros se acercaban.

Sin embargo, ninguno se atrevió a decir nada ni mover un músculo, probablemente pensando en cómo debían proceder en esta situación, hasta que Inosuke, con solo la ropa interior cubriendo lo necesario, se paró en frente todos.

—Al cabo que ni queríamos actuar en esa obra.

El Kamado sintió que la sangre se le convertía en aguas fecales, no por la vergüenza ajena que producía su amigo—sinceramente, había visto ya cosas peores—, sino por la cara de malas pulgas que adquirió Shinobu.

Nadie dejó de hablar sobre el incidente del auditorio aún después de que los cinco chicos habían sido llevados a la sala de profesores para decidir su castigo.


Aún faltaba más para que el buen Tanjirou tuviese que soportar. Aunque, si lo pensaba bien, esa ultima parte del día la agradeció completamente, incluso si terminó lleno de barro. Si, lleno de mugre, pero feliz.

Como se había esperado, fueron castigados, pero no importó mucho, porque el Kamado se sintió muy agradecido de que la escuela no los obligara a pagar por el daño. Había dicho el director que ese conducto ya era muy viejo, y que de todas formas ya tenían que cambiarlo. Además, fueron medianamente redimidos por el hecho de que esa fue la única salida que encontraron de su encierro y que ninguno de ellos tenía un prontuario lleno de anotaciones por indisciplina como otros alumnos por ahí.

El castigo oficial que se les impuso fue limpiar la escuela—que bastante desordenada había quedado—luego de que el día llegara a su fin. Y, además, no pudieron salir a ver los fuegos artificiales porque estaban confinados hasta nueva orden. El castigo no oficial—el castigo de Shinobu—aún estaba por decidirse.

No quedaba ni un alma en la escuela cuando ellos terminaron de organizar todo. Oh bueno, eso era lo que creía Tanjirou, hasta que una cabecita negra se asomó al salón de utilería en el que ellos estaban terminando de ordenar las cosas restantes.

—¡Nezuko-chan! —ante el grito emocionado de Zenitsu, el Kamado giró su cabeza cual contorsionista. ¿Por qué su hermana estaba allí?

Ella los saludó alegre, mostrando una bolsa blanca que traía en la mano. —¿Ya terminaron?

—Pues… sí, supongo —contestó Tanjirou —. ¿Qué traes ahí?

La niña sonrió. —¡Fuegos artificiales! —eso fue…inesperado. ¿De dónde ella había sacado eso, para empezar? —. Fue un poco triste que no pudiesen ver la pirotécnica hace una hora, porque fue realmente bonita. ¡Pero aquí traigo tres, y son fáciles de encender!

Seguro que Nezuko tenía las mejores intenciones, pero Tanjirou no estaba muy seguro de hacer eso. Además, ¿en dónde los lanzarían? Debía ser un espacio abierto, y ciertamente la casa de ninguno de ellos contaba con un jardín o un patio con demasiado espacio. Ni siquiera la casa de Kanao, que era la más grande.

—¡Ese es mi secuaz número tres! —exclamó Inosuke, acercándose a Nezuko y tomando la bolsa blanca —. ¡Vamos a encender estas cosas!

—Pero ¿dónde? —preguntó Genya.

Diez minutos más tarde, estaban en la cancha de futbol de la escuela. La ventaja fue que no había nadie que pudiese reprenderlos por lanzar fuegos artificiales ahí, y que sólo tenían tres, así que les tomaría máximo diez minutos quemarlos todos y apreciar lo bonitos que eran antes de finalmente partir.

—¡Muy bien, el gran Inosuke enciende el primero! —agarrando el encendedor que Nezuko le proporcionó, la primera pirotecnia fue lanzada al cielo.

El panorama que se vislumbró fue ciertamente espectacular. Explosiones que inundaban el cielo, formando un festival de colores y formas entremezclándose unas con otras para que, finalmente, cayesen de nuevo a la tierra. Como una burbuja de mil tonalidades diferentes. Fue verdaderamente hermoso.

Repentinamente hubo una sensación bailando en su estómago. Ciertamente los fuegos artificiales le encantaban y aquellos eran especialmente sobrecogedores, pero el sentir la tímida mano de Kanao tocar sutilmente la suya hizo que un sentimiento más fuerte explosionara en su interior a la par que lo hacían aquellos cohetes.

—¡Nezuko-chan, encendamos el siguiente juntos! —pidió Zenitsu, a lo que la Kamado menor asintió entusiasmada.

Cuando Tanjirou tomó la mano de Kanao, entrelazando sus dedos, la miró de reojo. Ella estaba a su lado, observando aquel espectáculo con una sonrisa en sus labios y sus mejillas sutilmente sonrojadas. También parecía estar disfrutando del espectáculo; los colores del cielo se reflejaban en su rostro, primero bañándolo de rojo intenso para pasar al dorado y terminar con el verde.

—¡Genya, Genya, es tu turno! —Nezuko llamó al adolescente más alto, arrastrándolo contra su voluntad para que encendiera el último fuego artificial.

Desde la parte de atrás, Tanjirou y Kanao continuaban con las manos entrelazadas. Dejando de lado las fantasías que tenía sobre ella, producto de sus hormonas adolescentes—era normal y él había hecho las paces con eso—, su amor era del tipo que había crecido lentamente. Plantándose como una semilla desde su primer encuentro, comenzó a crecer a lo largo del tiempo que pasaron como amigos, para finalmente florecer como una hermosa flor durante el día. Fue en ese momento, en el que los colores brillaron en el cielo una última vez, que Tanjirou decidió confesarse con ella una vez más. De la forma más directa y apropiada que pudo.

—Kanao —ella apretó inconscientemente su mano, mirándolo y Tanjirou no pudo evitar reír en un intento de canalizar toda la emoción que contenía en su interior —. ¿Recuerdas que una vez me dijiste que te contara cuando eligiera la chica a la que querría por novia? —ella asintió —. Bueno, su nombre es Tsuyuri Kanao. Es un nombre muy bonito. Incluso se lo dije cuando la conocí. ¿Tú crees que me diga que sí?

Que estuviera tan sonrojada solo la hacía ver más linda y el hecho de que bajara la cabeza, avergonzada, fue como un flechazo directo a su corazón. Olía bastante nerviosa cuando levantó el rostro de nuevo, con una suave sonrisa estampada en sus labios.

—S-sí… ella definitivamente… yo definitivamente diría que sí.

Un suspiro sonoro hizo eco de inmediato. Ese suspiro no era de Tanjirou. Girándose, se encontró con el mal humor de Zenitsu, el rostro rojo de Genya, la sonrisa de Nezuko y el bostezo de Inosuke.

—¡Felicitaciones! —Nezuko aplaudió, logrando que el rostro de su hermano y de Kanao fueran aún más rojos.

—Sentí el vértigo del rechazo por un momento —Genya volvió a suspirar.

—¡No puedo creer que tengas una novia antes que yo! —le gritó Zenitsu —. ¡¿Es porque no tengo una frente gigante?!

—Es porque eres muy molesto —como se esperaba, las palabras de Inosuke hicieron que Zenitsu se enojara y fuera a replicarle.

Lo que totalmente no fue esperado era que, por el enojo, Zenitsu no hubiese visto en donde había aterrizado su pie hasta que fue demasiado tarde. Tropezándose con un aspersor, activó el fluido presurizado para regar el césped de la cancha, mojándolos instantáneamente. Tampoco fue esperado que, en la escuela, en efecto, aún hubiese más personas.

—¡¿Qué es lo que están haciendo?! —el grito de Aoi resonó en toda la cancha, haciendo que Tanjirou se estremeciera. Si ella todavía estaba ahí era porque aún debía estar la doctora Tamayo o Yushiro en la enfermería.

—Oh, ahí viene la fiera —dijo Genya.

—Y viene enojada —siguió Nezuko, asintiendo para sí misma.

Apagando el sistema de rocío, Aoi se acercó a ellos, muy probablemente para llevarse a Kanao y regañarlos por lo que quedaba de sus vidas por ser tan irresponsables y, de hecho—para variar—, ella tenía toda la razón. No todos pensaban como Tanjirou, por supuesto.

Había diferentes formas de hacer las cosas: estaban las buenas, las malas, y luego existía el modo de Inosuke. En cuanto la chica de ojos azules estuvo lo suficientemente cerca, él solo decidió que era muy sabio tirarle una cantidad considerable de barro, como si ella no fuera a tomar represalias en su contra. En segundos, el caos reinó en la cancha, con una guerra de barro siendo la protagonista. Tanjirou ni siquiera supo cuando fue que también le tiraron barro, pero lo cierto fue que al final, se estaba riendo bastante. Fue divertido, incluso.

Hasta que un silbato fue repentinamente utilizado, haciéndolos detenerse.

—¡Tomioka-sensei nos va a golpear! —gritó Zenitsu.

Era hora de correr.

Como almas que llevaba el diablo, se dirigieron fuera de la escuela y aun cuando ya habían salido, continuaron corriendo sin detenerse hasta llegar a la casa de las hermanas Kocho, porque Tomioka-sensei era capaz de perseguirlos hasta el cansancio si no se alejaban lo suficiente de la escuela. Tomando grandes bocanadas de aire cuando por fin se detuvieron, Tanjirou se permitió mirar a Kanao una última vez antes de que Aoi la arrastrara dentro de la casa, apenas y dándole la oportunidad de despedirse. Luego, decidieron que el mejor curso de acción era quedarse por esa noche en la casa de Inosuke. Después de todo, la mamá del chico era la persona más dulce del mundo.

Él vio como los chicos y su hermana entraban a la casa de al lado, listo para seguirlos, antes de que le tomaran de la mano y lo giraran. Tanjirou se sorprendió al ver de nuevo a Kanao, pero se quedó en silencio, expectante a lo que ella quería decirle. Pero no salieron palabras de su boca.

inclinándose más cerca, ella levantó instintivamente sus manos para ahuecar sus mejillas—llenas de barro, cabía anotar—, cerrando la distancia entre ellos. La sensación de sus labios rozándose logró que Tanjirou se quedara pasmado, con un escalofrío recorriendo su columna vertebral mientras Kanao exhaló contra su boca como si hubiera estado conteniendo el aliento. El beso fue suave, más suave de lo que recordaba que eran los labios de Kanao, y también cálido, muy cálido. Su inocente presión de labios envió fuego a través del cuerpo del chico. Era tan simple, tan increíblemente inocente, pero se sentía tan bien.

Tanjirou movió sus labios experimentalmente, presionando unos castos besos antes de que Kanao le diera la oportunidad de llevarse su labio inferior y chuparlo. A esa distancia fue imposible no escuchar el gemido silencioso en el fondo de su garganta, el cual envió electricidad por su cuerpo, estableciendo un calor familiar en su abdomen. Las manos de Kanao apretaron su camiseta cuando su lengua se deslizó dentro de su boca. Ella se puso rígida pero no se alejó. Eso lo hizo caer en cuenta de que no era una fantasía y esto jodidamente estaba pasando. Los ojos de Tanjirou se abrieron y cuando se encontraron con grandes ojos brillosos, se retiró.

—¡Lo siento! —se disculpó rápidamente, de repente consciente de lo fuerte que estaba respirando.

—Yo... no, está bien. Solo estaba... sorprendida —dándole un beso final en la mejilla, Kanao se trasladó de nuevo hacia la puerta, pero antes de entrar, sacó su moneda, la lanzó y cuando obtuvo el resultado, se giró para mirarlo —. ¡Me gustó mucho y quisiera hacer más en algún momento! ¡Buenas noches!

El portazo fue lo que lo sacó de su aturdimiento.

Ser adolescente tuvo sus problemas, sí, pero valía la pena si al final iba a sentirse tan feliz, así que podría lidiar con ello el tiempo que tuviese que hacerlo. Desplazándose a la casa de Inosuke, se sintió increíblemente satisfecho con la situación y, de hecho, decidió que no había sido un día tan terrible.

La primavera de la juventud era dura, había dicho Uzui-sensei, pero no importaba, porque para Tanjirou fue increíblemente bueno saber que Kanao también pensaba en él de esa forma.

—Amigo, traes un problema entre los pantalones —le dijo Genya, con la boca llena, cuando le abrió la puerta.

Replanteándose el asunto, sí importaba. Jodidas hormonas, en serio.

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Fin.


Y así, Tanjirou Kamado coronó, jajajajaja xD

¿Ya ven? Hubiese sido un capítulo larguísimo si no lo dividía e incluso haciéndolo, quedó largo, jeje. Bueno, pero es el capítulo final, así que está bien si es largo (?)

Me divertí mucho escribiendo este fic, porque me reía al imaginar las escenas mientras escribía, y también me reí con bastantes comentarios, por lo que fue agradable hacer esta historia. Debo agradecer, entonces, a todos los que leyeron, comentaron, agregaron a favoritos y siguieron la historia; algunos desde que publiqué el fic, otros hace poco. Muchas gracias a todos.

Por último, probablemente le haga una primavera de la juventud a Zenitsu e Inosuke en algún momento, porque es muy divertido escribir humor en función a estos personajes. Así que, si les gustaría leer algo como eso, bueno, es posible que lo haga.

Con esto, Kiry se despide, paz~