Los personajes de Candy, Candy no me pertenecen, son propiedad de sus creadoras Kioko Misuki y Yumiko Igarashi

Entre El Amor, El Poder y El Odio

By Rossy Castaneda

Epílogo

Dos años después

Primavera de 1919.

Un año mas tarde del fin de la guerra, la compañía Stratford fue invitada a una gira por Europa, con el único propósito de llevar un poco de alivio a travez del arte a muchas familias Europeas.

Pisar suelo Londinense trajo muchos recuerdos alegres y amargos a la mente de Terry.

Amaba Inglaterra, y deseaba regresar algún día, pero no quería hacerlo sólo y ahora seis años mas tarde lo hacía junto a su amada Pecosa y a sus dos preciosos hijos, Terry Jr. de dos años y su pequeña Eleanor de un año de edad.

—A pesar de los destrozos de la guerra, Southampton no ha cambiado nada —dijo Candy cargando a la pequeña Eli en brazos mientras admiraba el panorama a su alrededor sacando a Terry de sus cavilaciones.

—Si —respondió él sonriendo en tanto se agachaba para cargar en brazos a su primogénito.

Durante todo el viaje del puerto de Southampton a Londres, Candy observó detenidamente cada uno de los movimientos de su esposo, notando la felicidad que irradiaba mientras a travez de la ventana le describía cada cosa al pequeño Terry.

Candy sonrió en el momento que pasaban por la vereda donde aquel arrogante chico Inglés de manera insolente había provocado que el coche donde ella y lo chicos viajaban saliera del camino luego que aquel rebelde muchacho asustara a los caballos cuando sonó el claxon del coche que conducía.

El lazo invisible que los unía se hizo presente.

Terry alzó el rostro y tras arquear una ceja curvó sus labios en una sonrisa arrogante.

—¿Lo recuerdas? —le preguntó.

—Por su puesto —respondió ella —y creo que alguien mas lo recuerda —dijo señalando hacia la ventana donde Klint de manera graciosa ladeaba su cabecita.

—Los chicos lo adoran —dijo Terry refiriéndose a Klint.

—Y él a ellos —respondió la rubia con una sonrisa.

—Es maravilloso volver después de tantos años —Terry suspiró —no importa que sea solo por unas semanas.

Candy lo miró fijamente

—Has extrañado Londres todos estos años ¿cierto? —le preguntó.

—Si —respondió él —pero no me quejo, America es después de todo mi lugar de nacimiento.

—Pero creciste en Londres y amas cada cosa que se encuentra aquí.

Terry sonrió sabiendo cual era el camino hacia donde ella lo quería llevar, pues desde que su padre y su madre hablaron y limaron asperezas, Candy se convirtió en una celestina para que sus padres se dieran una nueva oportunidad de ser felices y meses mas tarde antes del nacimiento de su hijo Terruce Jr. finalmente ambos decidieron unir sus vidas nuevamente y con el fin de la guerra su padre tuvo que regresar a Londres, pero no lo hizo solo, Eleonor viajó con él y desde entonces vivía en la casa señorial de los Grantchester en Londres junto a sus tres hermanastros.

Antes de partir, su padre insistió que era momento de volver a casa, pero, él sabía lo mucho que Candy amaba America y por nada del mundo la alejaría de sus seres queridos, además él se sentía en casa, Candy y sus hijos eran su hogar.

Mes a mes su padre, a la distancia insistía en que regresara a Londres junto a su familia, pero aún cuando lo deseaba, él se negaba por Amor a Candy.

—No voy a negarlo, no frente que me conoces tan bien —respondió con sinceridad.

—Y entonces por que te has negado a volver cada vez que tu padre te lo ha propuesto.

—Porque también amo America, porque nuestros hijos y tu son parte de aquel lugar.

—¿Así que por causa nuestra no has aceptado? —inquirió Candy con la mirada enternecida.

—Jamas me perdonaría alejarte de las personas que amas.

—¿y por que crees eso, es acaso que has pensado marcharte sin mi? —Candy sonrió al ver como Terry abría ante sus palabras —luego de unos segundos se aclaró la garganta —Terry —comenzó a decir al tiempo que lo tomaba de las manos —Si bien es cierto que en America hay muchas personas que amo, dentro de este coche están las personas que mas amo en todo el mundo y por las que haría cualquier cosa con tal de verlos felices

—Candy...

—Shhhh —No digas nada y escucha —lo silenció ella colocando su dedo índice en los labios de él cuando quiso decir algo —el día que nos casamos, hice un compromiso frente al juez, prometí estar contigo donde quiera que vayas, así que, nosotros —dijo señalando a su pequeña familia con Klint incluido —estamos mas que preparados para instalarnos en Londres cuando tu lo desees.

5 años después...

Verano de 1924

—Abuelo nos contará ahora que fue lo que hizo para llegar a America en tiempo de guerra. —Preguntó Terry Jr.

Eleonor quien se reunía con ellos en esos momentos, cubrió sus labios con el abanico ocultando la sonrisa que afloró en estos.

—Jovencito ese es un asunto de adultos —Terry se fingió molesto, aunque por dentro le carcomía conocer aquella historia ya que su padre jamás la hubo contado; al menos no a ellos.

—Yo también quiero escuchar —dijo la pequeña Eli quien estaba en brazos del feliz abuelo.

—Eli —Candy no pudo mas y comenzó a reír.

—Esta bien —respondió el Duque sonriendo, ya es hora que mis nietos sepan lo que un hombre enamorado es capaz de hacer por proteger a su hijo y a la mujer de su vida.

Eleonor se sonrojó hasta la raíz del cabello ante las palabras expresadas por el Duque

—¿Como? —preguntó Terry sorprendido —es a caso que mi madre estuvo también en ...

El Duque asintió

—Tu solo sabes la mitad de la historia hijo —Respondió Eleonor ya recompuesta.

—Ya veo —musitó Terry sintiendo ahora mayor curiosidad por saber la historia de su padre.

Tras aclararse la garganta, Richard comenzó a relatar todo lo que tuvo que hacer para abordar el Transatlántico que lo llevó a tierras Americanas en tiempo de guerra.

Imaginar a su padre vestido como un marinero hizo que Terry comenzara a reír ruidosamente.

—De manera que el gran Duque de Grantchester se vio obligado a viajar de incógnito —Terry se doblaba de risa —quien lo diría.

Las risas de Terry contagiaron a todos los presentes, pero cuando la pequeña Eli habló, Terry estuvo a punto de atragantarse con su propia saliva.

—Le diré a Anthony y a Allistair que me demuestren su amor, vistiéndose como marineros la próxima vez que vengan a visitarme a Londres.

—Queeeeeee —rugió Terry con ojos muy abiertos mirando a su esposa quien se doblaba de risa por su reacción ante las palabras de su pequeña hija—Ahora mismo llamaré a Albert y luego al elegante, les prohibiré que esos pequeños rufianes de sus hijos se acerquen a mi princesa —dijo Terry poniéndose en pie y caminando hacía el interior de la casa.

—Mami —Eli puso ojitos de cachorro —¿Anthony y Allistair no vendrán a visitarme más?

—Claro que lo harán cariño —Candy besó su mejilla —Aguarden aquí con sus abuelos mientras hablo con tu padre.

Ambos chicos asintieron.

—¿Crees que Candy logre convencer a Terruce? —le preguntó el Duque a Eleonor.

—Ay Richard —Dijo Eleonor negando con la cabeza —No cabe duda que Terry es el mejor actor que la Shakespeare Academy ha tenido desde su fundación.

—¿A que te refieres? —preguntó el Duque frunciendo ligeramente el ceño.

—Terry solo estaba actuando para conseguir estar a solas con Candy —sonrió —e imagino que desea aprovechar que nosotros estamos de visita.

El Duque comenzó a reír al entender las palabras de su esposa.

—Entonces que esperamos —dijo —vamos a disfrutar a nuestros nietos.

—Terry, no pensaras llamar a Albert y Archie para decirles tal cosa ¿verdad? —preguntó Candy ingresando a la biblioteca.

—¿Que estas dispuesta ha hacer para impedirlo? —preguntó él fingiendo molestia.

—Lo que sea —respondió ella, ya que ver a Albert, Gina y al pequeño Anthony junto a Archie, Annie, Rosemary y el pequeño Allistair, alegraban el verano de sus hijos.

Una sonrisa engreída se dibujó en los labios del castaño tras conseguir lo que se proponía, la verdad era que, como el gran actor que era, fingió todo aquella escena para estar a solas con Candy aprovechando la visita de sus padres.

Terry amaba a sus hijos mas que nada en el mundo, pero desde que crecieron sus tiempos se vieron afectados de una u otra manera.

—Eres un mocoso tramposo —dijo Candy al ver aquella sonrisa que tanto amaba y que hacia que sus piernas temblaran.

—Solo uso mis pequeñas armas —respondió él acercándose a ella, besó sus labios y la alzó luego en brazos y caminó con ella escaleras arriba hasta llegar a la habitación que Terry había preparado para el momento.

—Planee todo esto desde que supe que mis padres vendrían —susurró al tiempo que besaba la oreja de ella.

Candy se estremeció al contacto, aquella manera muy suya de tocarla y besarla, provocaba que sus defensas caerán inmediatamente y cediera a todo cuanto él pedía.

—¿Te gusta? —preguntó el señalando todo a su alrededor.

La mirada verde esmeralda de Candy, contempló cada uno de los detalles dentro de aquella habitación.

—¿Lo preparaste solo? —preguntó ella sorprendida ante tan bella visión.

—No —respondió él —mi madre me ayudó un poco.

—Ah! De manera que ella sabía que todo allá afuera fue pura actuación.

—Eli también lo sabía —respondió riendo entre dientes.

—¿Como? —preguntó Candy sorprendida.

—Le dije que le compraría el pony que tanto quiere si me ayudaba un poco aunque lo que dijo allá afuera no fue lo que acordamos.

—Ah no —dijo Candy entrecerrando los ojos.

—¿Como iba yo a saber que la charla con mi padre tomaría ese rumbo? —explicó al ver que Candy dudaba de su palabra.

—Tienes razón —respondió Candy mordiendo su labio inferior provocando que a Terry se le encendieran las alarmas.

Con paso seguro y firme, el guapo actor comenzó a quitar la estorbosa ropa que cubría el cuerpo de su esposa, deleitándose en cada una de sus preciosas curvas que con el pasar de los años y los dos embarazos no perdieron su belleza.

Con movimientos lentos Candy hizo lo mismo con las prendas de él, suspiró al ver aquel hermoso torso desnudo, siguiendo la linea de bellos bajó su mirada hasta donde esta se perdía.

Una vez ambos estuvieron completamente desnudos, Terry se puso de rodillas y comenzó a besar una a una las piernas de su esposa provocando que melodiosos gemidos salieran de los labios de ella.

Terry acarició con sus manos los glúteos de ella mientras pasaba su húmeda y caliente lengua por el plano vientre.

El castaño se puso en pie y atrapó con sus labios uno de los montes blancos que aguardaban por él, degustándolo a su antojo, lo cambió luego por el otro que reclamaba atención e hizo lo mismo, mientras Candy arqueaba su espalda y pegaba mas su cuerpo desnudo al de él.

En cuanto sus partes privadas se rozaron, Terry percibió la humedad en ella y sin retrasar mas la espera, colocó cuidadosamente a Candy sobre la amplia cama y sin dejar de besarla comenzó a entrar en ella.

Candy lo recibió cálidamente y ambos se entregaron en el va y ven que sus cuerpos danzaban al ritmo de la melodía que dos personas enamoradas son capaces de tocar al mismo compás hasta alcanzar la cúspide.

—Te amo Terry —dijo Candy entre jadeos mientras estallaba en mil pedazos.

—Te Amo Candy —respondió él derramándose completamente en ella.

Permanecieron abrazados por un prolongado tiempo hasta que las risas de sus hijos los hizo volver del maravilloso mundo de ensueño en donde se encontraban.

Ambos se colocaron una bata y se dirigieron hasta la ventana, tras correr un poco la cortina, sonrieron al ver la manera como sus hijos y los padres de Terry jugaban junto a los otros tres hijos del Duque que se les habían unido.

Terry abrazó a Candy por la espalda.

—Amo a nuestros hijos tal y como son, pero sabes ellos tienen un defecto —musitó Terry.

—Un defecto —repitió Candy observando cuidadosamente a sus dos hijos notando que ambos estaban completitos —a que te refieres con que tienen un defecto.

Terry la hizo girar para que lo viera, sonrió al ver la cara de asombro de ella ante la idea que sus hijos estaban defectuosos.

—Les hacen falta tus pecas —respondió él tocando su pequeña naricita —Amo tus Pecas Candy y te confieso que fueron ellas y la graciosa manera como se mueven alrededor de tu pequeña naricita cuando te enojas, las que me conquistaron a bordo del Mauretania, luego de conocerte más, fui descubriendo un sin número de vertidos en ti —la miro con los ojos cargados de amor —tu nobleza, tu corazón, tu sencillez, tu dulzura y la determinación para afrontar las cosas con una sonrisa en los labios, son unas de las muchas cosas que jamas había visto en nadie y sin lugar a duda me deslumbraron al punto que me tienes a tus pies dispuesto hacer lo que sea por ti.

—Ah si! —dijo ella pícaramente mostrando el lecho que acababan de dejar.

—No se diga más milady, sus deseos son órdenes para mi —dijo él cargándola en brazos y llevándola hasta la amplia cama donde una vez mas le hizo el amor con toda la pasión de un hombre enamorado.

—Te Amo, Candy, tenerte aquí junto a mi, es lo mejor que me ha pasado en la vida, nuestros hijos y tu, son el centro de mi universo —Dijo él antes de derramarse una vez más en el interior de ella.

Fin...

Muy bien mis chicas bellas, ahora si nos despedimos de esta aventura, espero como siempre la hayan disfrutado y mil disculpas por cualquier error ortográfico o de dedo que se me haya pasado.

—Muchas gracias a todas por leer y comentar ;)