¡Saludos! aquí Haru reportándose finalmente con otro capítulo después de como dos meses sin noticias ... je je perdón. Luché mucho con este capítulo, escribía y borraba una y otra vez, y nunca me convencía hasta que lo hizo, y aún así no estoy segura pero ya no lo quiero retrasar más así que ¡vuala!. Espero que todos lo disfruten.

Advertencias: violencia, sangre y armas... Y ahora que lo pienso la oración del párrafo anterior se oye rara teniendo en cuenta esta advertencia...

Disclaimer: Yo no soy dueña de nada.

Here We Go...

En el momento en el que oyeron el primer disparo seguido de los gritos de terror de los demás pacientes y acompañantes, Arenita soltó de inmediato las manos de su amigo que había estado sosteniendo y saltó de inmediato de su silla casi tumbándola al suelo, girando su cuerpo hacía la única salida de ese cuarto además de la ventana que estaba a varios metros del suelo, sus reflejos refinados por innumerables horas de práctica haciendo que se pusiera en posición de pelea, olvidando el cansancio y dolor que aún azotaba su cuerpo. Y al mismo momento, aún confinado en la cama, Bob se había enderezado con los ojos agrandados, alertado por el mismo sonido, ignorando el dolor sordo y fantasmal de sus heridas superficiales al igual que el agudo tirón que sintió donde lo habían cosido para cerrar la herida de bala en su operación.

Momentos antes, después de tener ambos sus sentimientos un poco más claros, habían decidido dejar ese tema a un lado para atenderlo cuando las circunstancias de ambos fueran mejores, prefiriendo distraerse en una conversacion mas ligera y casual. Bob finalmente había tenido su respuesta de porque la enfermera aquella había dicho esas cosas, la castaña sintió que se quitó un peso de encima cuando la reacción de Bob a su explicación fue risas, y el chico no pudo dejar de pensar en lo adorable que su amiga se había visto enrojeciendo al relatar la anécdota. Después de unos minutos, el chico finalmente se compuso lo suficiente para hablar y decirle lo ingeniosa que había sido, y lo mucho que eso había alegrado su corazón, ya que gracias a su agudeza mental ella podía estar allí con él, y viceversa, pues después de todo lo que había ocurrido, aquellos estresantes y aterradores últimos momentos que podía recordar todavía con algo de dificultad, despertar allí solo y sin entender o comprender nada hubiera sido peligroso para su salud mental y física, estaba seguro que habría saltado de la cama para ir a buscar respuestas de quien fuera si llegaba a ser así.

Luego de eso, ella se había dedicado a responder a algunas de sus preguntas y llenar sus lagunas mentales y los espacios en que él no había estado presente o que por motivo de los golpes recibidos no podía recordar, además de explicarle todo lo que había pasado luego de que él cayera inconsciente debido a sus heridas, como la llegada de Patricio y lo desolado que había estado con la escena –asegurándole a Bob que su amigo estaba bien y que seguramente vendría a verlo con sus padres en pocas horas–. También notó la mueca de pena y culpa del rubio al mencionar a sus padres, principalmente a su madre, ya que él sabía que de los dos, ella era la más sentimental, algo que él había heredado de ella, y se imaginaba lo devastada que debía sentirse en esos momentos, sin noticias de su parte y sin poder comunicarse para anunciarles que estaba consciente y en recuperación. También le informó –con algo de sorpresa todavía– que Calamardo había aceptado su petición de que se encargargara de la policía y de velar por su hogar en su ausencia, además de seguramente informar a Don Cangrejo del incidente.

Fue animador para el chico en su actual estado saber que contaba con tan buenos amigos en una ocasión tan desesperada, ahora podía descansar tranquilo sabiendo que ellos velarían por su bienestar al igual que él haría por ellos.

Pero esa relativa calma de la que habían estado disfrutando y la sensación de paz se rompió en pedazos al oír aquel aterrador sonido que quedaría grabado en la mente de ambos durante mucho tiempo.

Por fracciones de segundos, Arenita lo único que atinó a hacer fue observar la puerta antes de espabilar y con grandes zancadas correr hacia esta y abrirla unos centímetros, aprovechando la conmoción que había estallado luego de eso, para mirar por ella y espiar a ver que estaba ocurriendo.

Se arrojó al suelo cuando más disparos fueron oídos, con sus pulsaciones por las nubes y la respiración acelerada, y una vez que la ráfaga terminó, volvió a levantarse para ver de nuevo.

Entonces la respiración se le atoró en la garganta cuando vio como los vidrios de la puerta estallaban al ser quebrados, y sintió el corazón bajar a sus pies y un frío gélido sacudir su cuerpo cuando reconoció la figura que cruzó las ahora destrozadas puertas.

—¡¿Arenita, qué sucede?! —chilló-susurró Bob ahora tras ella.

Ni bien su amiga había dejado su lado para correr hacía la puerta, el chico había echado a un lado las sábanas y cobertores de sobre él para salirse de la cama, desconectándose el monitor y la manguera de suero para levantarse e ir hacia ella tan rápido como su estado se lo permitía. En el momento de la ráfaga de disparos, el chico se había echado de cuclillas al suelo, y una vez que todo hubo pasado, se dirigió encorvado hacia ella, poniendo a un lado el dolor que esos movimientos le traían a su cuerpo todavía en recuperación, y dejando que la adrenalina del momento bombeando por su organismo lo sostuviera.

Antes de que ella pudiese responder, ambos oyeron una voz que les heló la sangre y retumbó en sus huesos, que creyeron no tener que volver a escuchar en mucho tiempo.

Una voz que por segunda vez regresaba para atormentarlos.

Iba vociferando órdenes a quienes se le cruzaban, su voz llena de veneno y odio, mientras arrastraba a una desafortunada enfermera con él violentamente, y Bob sintió que le daría un ataque al corazón de tan rápido que este empezó a palpitar, tanto que su cuerpo entero temblaba.

A su lado, su amiga no estaba en mejores condiciones, con lágrimas cayendo una tras otra de forma silenciosa.

Esto no podía ser... No, tenía que haberse quedado dormida, tenía que tratarse de una pesadilla, ese hombre no podía aparecer de nuevo ¡Bob no estaba en condiciones de enfrentarlo una segunda vez!

Una mano cerrándose sobre la suya y tirando de ella la hizo salir del trance, las manos de ambos estaban frías y sudorosas pero ese contacto fue su cable a tierra para centrarse en el momento y a pensar en una salida.

El chico cerró la puerta y usó la silla que su amiga había estado usando para trabarla, en un intento por comprar tiempo y pensar que hacer.

No tenían mucho tiempo, podía oír su voz atronadora y sus pesados pasos acercándose a su posición.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó acongojada su compañera en un susurro, sintiéndose totalmente impotente con la situación como la primera vez.

Ahora sí estaban atrapados, la puerta era la única salida, la ventana estaba descartada y esconderse no serviría absolutamente de nada porque este sujeto era capaz de dar vuelta el cuarto entero con tal de encontrarlo.

—Él esta aquí por mi, vino a terminar su trabajo —dijo Bob entonces, sus ojos puestos en la puerta que en cualquier momento se abriría de manera violenta.

Podía oír los gritos de horror y lamentos de los otros pacientes mezclándose con los gritos de furia del intruso que no paraba de amenazar a quien quiera que se cruzaba en su camino.

Arenita registró lo que su amigo dijo y lo miró sin entender que quería decir con ello. Estaba más que claro que esa era la razón por la que estaba haciendo todo aquel alboroto, así que su amigo estaba haciendo más que solo apuntar lo obvio. Entonces el color se drenó de su rostro y ella lo agarró del antebrazo.

—¿Qué éstas pensando?

Bob miró a su mejor amiga y quien ahora sabía era el amor de su vida, sabiendo que lo que iba a decir iba seguramente a romperle el corazón por quizás tercera vez ese día, pero no quedaba de otra, él era la razón por la que su amiga había corrido peligro, y la razón por la que toda esa gente afuera estaba en la misma situación. Ese hombre era impredecible y despiadado ¿quién sabía que clase de horrores peores era capaz de realizar tan solo para hacerlo salir de su escondite? Había mucha gente inocente y completamente ajena a la enemistad que había entre ellos, personas que no merecían sufrir más de lo que ya lo hacían.

—Tengo que entregarme —respondió simplemente.

Esas solas palabras fueron como un puñetazo helado a su corazón que le congeló hasta los huesos. Incluso le paralizó la garganta, haciéndola incapaz de pronunciar una exclamación de sorpresa. Solo pudo atinar a entreabrir la boca en confusión y terror.

Solo cuando su amigo quitó sus ojos de ella e hizo el intento de ponerse de pie y se tambaleó por encontrarse todavía debilitado y dolorido volvió a sus sentidos y lo sujetó de los antebrazos, deteniéndolo y haciendo que volviera a mirarla.

—¡¿Acaso enloqueciste?! —exclamó desesperada, con los ojos agrandados y temblorosos— ¡Apenas saliste de la primera, si te llega a poner una mano encima de nuevo...!

Se mordió la lengua antes de terminar la frase, no tanto por su amigo si no por ella. No quería ni pensar en esa posibilidad, no de nuevo, mucho menos pronunciarla en voz alta. Pero la dejó allí, en la punta de su lengua, y flotando entre ellos.

La pequeña mueca de temor y la súbita inhalación de aire del chico le indicó que él estaba al tanto de lo que un segundo enfrentamiento entre ellos supondría para él.

Por ello lo que salió de su boca después la hizo acrecentar el respeto y aprecio por él debido a su valentía tanto como enfadarla y hacerla querer darle una bofetada por lo irresponsable y temerario que estaba siendo.

—Y si no hacemos nada... será lo mismo —explicó rápidamente Bob, consciente de que les quedaba cada vez menos tiempo—, el entrará aquí al final... y esta vez no viene solo, esa enfermera... es su rehén, quien sabe... hasta que punto pueda llegar para hacer... que nos rindamos, pero si me entrego, todavía queda la...la posibilidad de que pueda convencerlo... y salgamos de aquí en una pieza...

—O en una bolsa... —susurró su amiga con temor, todavía reacia a su plan de acción—. ¿Quieres negociar con él? Apenas puedes hablar sin agotarte, y ese hombre es un maniático, no escuchará razones, y tampoco te dejará ir...

Un temblor la sacudió por completo al pensar que tal vez ninguno de los dos saldría de allí, pero más le desgarraba el corazón pensar que ella tenía una posibilidad mientras las de Bob eran nulas.

—Con todo el alboroto que hizo... seguramente la policía ya debe estar en camino... y si escapó de su custodia, de seguro que lo están buscando... por que no hay manera de que haya huido... sin lastimar a nadie —razonó Bob—, y si ese alguien fue un oficial, doy por hecho que no lo dejaran ir tan fácil...o con vida...aún después de hacernos algo...

Aunque sonara descabellado, y lo fuera, parecía ser la única salida a esa situación. No podían huir, y el hombre no caería en la misma trampa dos veces, de seguro ya estaría más atento a ella y a sus movimientos, además del factor de la enfermera. Ella había sido muy amable con ellos, odiaría que algo fuera a ocurrir con ella por el simple hecho de estar en el momento equivocado.

—¿Qué tienes en mente entonces? —inquirió, tratando de no estremecerse ante el sonido de aquella voz aterradora oyéndose cada vez más cerca.

—Voy a proponerle un intercambio.

—¡¿Qué?!

—Yo a cambio de que te deje ir a ti y a ella —continuó Bob, ignorando sus protestas.

—¡Eso no! —exclamó ahora molesta— ¡No te dejaré hacer eso dos veces!

—¡No tenemos más opción! —rebatió el chico, empezando a levantarse de su posición.

—¡Sí la tenemos! —insistió la joven, tomándolo del brazo— ¡Podemos tenderle una trampa, atacarlo o...!

—Si hacemos eso, es... una muerte segura...para nosotros o para esa mujer... que no tiene nada que ver con esto... y si alguien va a salir de esta...prefiero que sean ustedes dos.

—Y ¿por qué tienes que ser tú? Yo podría intercambiarme por ustedes...

El negó fieramente con la cabeza.

—No funcionará, él me quería a mi específicamente, tú... solo estabas en el lugar incorrecto en el momento... más inoportuno...así que por favor —su tono de voz se volvió suplicante mientras tomaba sus manos entre las suyas—, solo sigueme la corriente y... pase lo que pase, no hagas... nada peligroso.

Con eso dicho, se levantó con rapidez de su posición dejando ir sus manos e ignorando el dolor que recorrió su cuerpo ante esa acción, girándose y dirigiéndose a la puerta con toda la intención de abrirla.

—¡Bob, no, aguarda! —fue tras él la chica, desesperada tratando de detenerlo de hacer esa locura— ¡No lo hagas! ¡Por favor! ¡Bob!

Alcanzó a tomarlo de la mano y tirar de esta, pero Bob estaba decidido y no dio su brazo a torcer, sino que recorrió esa corta distancia tambaleante, y ella no quería lastimarlo más por empeorar sus heridas, así que solo lo tomó de la mano sin siquiera dar un tirón, consiguiendo solo que la arrastrase tras él y verlo quitar la silla de la puerta para después abrirla y alzar la voz.

—¡Es por aquí! —gritó, apoyando su peso contra el marco de la puerta, sintiéndose exhausto y con una fina capa de sudor en su frente por el esfuerzo que eso le suponía.

Todavía no estaba en condiciones siquiera de levantarse de la cama o hablar sin la necesidad de tomar hondas bocanadas de aire cada pocas palabras, mucho menos de permanecer de pie y enfrentar a un asesino, pero las indicaciones de su doctora pasaron a segundo plano.


Dennis ya estaba a pocos pasos de la última puerta, arrastrando con él a la pobre enfermera que solo podía sollozar y retorcerse desesperada bajo su agarre, pero justo antes de que vociferara su amenaza para hacerlos salir, la puerta de la habitación se abrió de un tirón y por ella atravesó el mismo muchacho que horas antes había secuestrado y torturado.

—¡Es por aquí!

Ahora gracias a las luces que habían sobrevivido a su descontrol podía ver en su totalidad el resultado de su trabajo. El jovencito lucia débil y demacrado, su rostro aun enseñaba las marcas de los puñetazos, su cabello estaba revuelto y se estaba apoyando contra el marco de la puerta, incapaz de sostenerse por si mismo sin ayuda, su respiración era laboriosa y pesada. Las vendas que cubrían la herida de bala habían empezado a mancharse de rojo, indicando que alguno de los puntos se había abierto, y sangre se filtraba de ella.

Dirigió su vista entonces a la figura tras él, la muchacha castaña, que apretaba los dientes y las manos en impotencia mientras le enviaba una mirada de odio, y una mueca demasiado oscura y retorcida se dibujó en su rostro, una que envió escalofríos por el cuerpo del rubio, este sacó un brazo y lo colocó tras él, haciendo que la chica quedará más cubierta de esa asquerosa mirada.

Ese gesto no pertenecía al rostro de un hombre, era digno de una bestia de película de terror.

—Aquí...me tienes —pronunció Bob, tratando que la voz no se le quebrara y que la mueca de dolor al ver el estado de la pobre enfermera no fuera muy evidente—, soy a quien estabas buscando ¿no?... Así que deja ir a la enfermera y... a mi amiga, ellas no...no tienen nada que ver...esto es entre tu y yo.

Una hueca y escalofriante risotada brotó de su boca, que lo hizo temblar en sus piernas pero no dejó de hacer contacto visual, no quería distraerse y que eso les costara la vida a los tres.

No tenía idea de armas, él jamas había siquiera tenido una en las manos, menos sabría cuantas balas le quedaban y no quería arriesgarse a averiguarlo de ninguna manera.

—Se me olvidaba tu complejo de héroe —dijo en tono burlón—. Y creo que ya dejé claro que no me importa involucrar a más personas inocentes, si es necesario, por lo que sé hasta ahora de ti, darías tu vida para salvar a los que amas ¿no? —entonces sus ojos inyectados en sangre regresaron a lo poco que podía de ver de la castaña con un brillo en ellos que le hicieron sentir náuseas de solo cruzar miradas con él.

—Podría matarte ahora mismo —continuó con ese tono desapasionado y frío—. Pegarte un tiro en la frente y darle fin a tu patética vida, y luego a tu linda amiguita y a la enfermera...

La boca de Bob se secó con esas palabras. Él sabía que hablaba en serio, y cualquier paso en falso podía significar su fin y el de las mujeres, por eso, aunque por dentro sintiera su estómago retorciéndose de la impresión y sus heridas empezaran a doler al unísono, trató de mantenerse lo más tranquilo posible. El hombre sí tenía la opción de tan solo disparar y terminar con todos allí, pero no lo estaba haciendo, tenía que aprovechar que al sujeto le gustara jugar psicológicamente con sus víctimas para ganar tiempo, ya fuera hasta que la policía llegara o hasta que lograran llegar a un acuerdo entre ambos, lo que con el pasar de los minutos se hacía cada vez más difícil.

Tenía que actuar, y rápido.

—Escucha, la policía... llegara en cualquier momento... tendrán el edificio rodeado y... y no podrás escapar de ellos-

—Ya escapé antes, y muchas veces más antes también —lo interrumpió el fugitivo, alardeando de sus acciones— ¿qué te hace pensar que no lo puedo hacer ahora?

El agarre en el arma se endureció, el cañón del arma se hundió más en la sien de la mujer cautiva, que gimoteó de incomodidad y temor, con más lágrimas rodando de sus ojos.

El corazón de Bob se aceleró más, casi podía escucharlo bombear en sus oídos, y sintió la mano de su amiga aferrarse a la suya, sudorosa pero reconfortante.

Tragó saliva por enésima vez, pensando rápidamente en una respuesta a eso.

—¡Y si haces eso, el que terminara con un balazo serás tú! —exclamó Arenita, dando un paso al costado para poder verlo de frente.

Bob miró de reojo a su amiga, impresionado por la valentía de su porte a pesar de la clara incertidumbre y el temor en su mirada, así como también preocupado por ella y un tanto molesto ¡le había dicho que no hiciera nada peligroso! Enfadarlo no haría más que empeorar las cosas.

—¿Crees que la policía te dejará ir así nada más? —continuó, reuniendo valentía que casi no sentía en esos momentos—. ¡Puedes escuchar las sirenas, están aquí, y de seguro ya cerraron todas las salidas, si nos haces algo, a cualquiera de nosotros, en cuanto te vean cruzar una puerta, te volaran la cabeza!

Podía sentir la enojada y acusadora mirada de Bob en ella, pero trató de que eso no la distrajera. Su amigo podía ser valiente y tener un plan, pero estaba loco si pensaba que ella lo iba a dejar negociar con ese lunático por si solo.

—Un precio justo si consigo vengarme —respondió Dennis, con voz fría y cruel.

—Todos sabemos que eso no es cierto —siguió Arenita, sin inmutarse por su respuesta— aprecias tu vida, o si no, no te hubieras entregado tan fácil a esos policías, tenías un arma, podías haberles disparado aunque luego fueras acribillado, pero no lo hiciste...

Suprimió una mueca de victoria cuando lo vio apretar los labios ante aquella afirmación. Eso indicaba que algo de razón había tras esas palabras, pero no cantaría victoria todavía.

Aun con la mirada puesta en ellos, Dennis procesó lo que la chica había dicho. A regañadientes, admitió para si mismo que tenía algo de razón. Y ahora las sirenas de policía eran más y se oían más fuertes, y no sabía que había pasado con ese oficial de pacotilla que hubo dejado en esa autopista. Para ese momento, ya todos en el cuerpo policial debían saber que había conseguido escapar y si el chico aquel no hubiera sobrevivido a sus heridas...

Gruñó por lo bajo como un animal salvaje, pero no dijo nada.

—No quieres que te atrapen ni disparen —continuó la chica con una voz cuidadosa pero firme— tu única oportunidad de salir ileso de este lugar sería con rehenes.

Ante eso, el criminal presionó a la pobre mujer contra su pecho, su brazo la aplastó con su fuerza inhumana.

—Ya tengo una aquí —comentó con sorna.

—Ella es solo una —insistió Arenita—, eres un criminal buscado y peligroso, ¿verdad? ¿De verdad crees que la policía te dejaría ir así? Ya deben de tener francotiradores alrededor del hospital, esperando la oportunidad de dispararte un bala en la cabeza a la primera oportunidad... pero, si tuvieras más rehenes contigo por los cuales negociar, podrías escapar más fácilmente.

—También puedo matarlos aquí y tomar a cualquier imbécil como rehén —dijo, haciendo una mueca diabólica, creyendo que el tablero estaba ahora a su favor—. No todos en el hospital han logrado evacuar.

Una corriente de desesperación la recorrió, seguida de impotencia. Casi había olvidado que estaba negociando con un monstruo que no dudaría en utilizar cualquier medio para salirse con la suya.

—Y los que... no lo han hecho seguro...seguro ya están hablando con... operadoras de emergencia...que están del otro lado, oyendo mientras ellos...relatan todo lo que...esta ocurriendo aquí... —participó Bob en la negociación luego de un rato sin hablar, pero comenzando otra vez a arrastrar las palabras como si solo hablar le provocara un profundo dolor.

No estaba seguro de que lo que había dicho estuviera ocurriendo, pero esperaba con todo su ser que el hombre lo creyera al menos. No era una idea estúpida, había unos cuantos todavía en ese piso escondidos, seguro con sus teléfonos en los oídos llamando a emergencias o tal vez incluso filmando todo.

Esperaba que lo primero, en ese momento le era más útil.

—Si nos...asesinas...ellos lo sabrán... y...y ellos invadirán el edificio —tomó una bocanada de aire y continuó— no tendrás...escapatoria, morirás, igual...que nosotros.

A pesar de permanecer estático por unos instantes, podían imaginárselo barajando sus probabilidades en su cabeza. Esos pocos segundos se le hicieron eternos, gotas de sudor bajaban por la frente de la chica y podía sentir sudor frío caer por su espalda. A su lado, Bob respiraba cada vez con más dificultad y se veía demasiado pálido, no aguantaría mucho más consciente.

—Escapar con uno de ustedes como rehén no me asegura no ser atrapado.

—Pero...sí te da una...una oportunidad de...negociar...con la policía...si juegas bien tus...cartas...podrías incluso...huir exitoso...y lo que es más... —Bob apoyó ambas manos en el marco y se enderezó lo mejor que pudo, mirándolo con decisión a pesar de que su vista estaba empezando a nublarse.

—Te daré...lo que viniste a...a buscar.

Los ojos de Arenita se agrandaron de sorpresa ante esa frase.

—Bob ¡¿qué dices?! —siseó, dándole una mirada de soslayo rápida antes de volver sus ojos al criminal de nuevo.

El hombre por su parte ladeó la cabeza en interés con una pequeña sonrisa.

—Ajá...

—En cuanto...pisemos las afueras...del hospital... —el chico apretó la mandíbula, mostrando lo mucho que le dolía decir aquello—, te daré la...receta...

Arenita jadeó de sorpresa, mirándolo con incredulidad. Dennis al principio no se lo creyó, así que solo resopló sarcástico.

—¿Esperas que me crea que después de aguantar ser torturado por negarte a darme la información ahora la vas a cantar tan fácil? No me gusta que me tomen por imbécil, mocoso —advirtió con una voz cavernosa y oscura.

—Ya lo...dijiste antes...que daría todo...por salvar...a los que amo...—miró a Arenita con pesar y le envió una sonrisa rota y arrepentida, entonces volvió su mirada al hombre, endureciéndola para verse serio y consiguiendo solo que este hiciera una mueca de desprecio ante su intento de verse rudo— antes estaba solo...se trataba...solo de mi...mi vida, pero...ahora de nada...me valdría conservar la...información... —miró al suelo y lágrimas rodaron por sus mejillas— si revelándote todo...puedo al menos...salvar su vida.

Solo unos pocos segundos pasaron antes de que el criminal reaccionara. Soltó una risotada horrenda que tomó desprevenidos a los jóvenes casi haciéndolos saltar y que a su manera retorcida se oía casi alegre.

—De acuerdo.

Una ola de alivio llenó su interior ante sus palabras pero no hizo ningún movimiento o gesto que lo hiciera notar, en parte porque no quería demostrarle lo tenso e inseguro que se sentía y en parte porque a esas alturas solo podía concentrarse en el dolor que todavía invadía cada nervio de su cuerpo.

Con brusquedad, Dennis arrojó a la enfermera al suelo a un lado, y debido a lo inesperado de la maniobra, esta no alcanzó a amortiguar su caída por lo que cayó desparramada en el suelo entre quejidos de dolor.

Por puro instinto, Arenita quiso inclinarse a ayudarla a aunque sea sentarse y ver si estaba bien, pero el sujeto la detuvo.

—Ni un paso en falso —ordenó, apuntándole con el arma.

Arenita se detuvo, mirando con temor y rabia el arma en su mano. Para ella, una persona entrenada en las artes marciales y dedicada a ellas, el uso de armas de fuego como aquella contra personas indefensas que no presentaban un peligro se le hacia de cobardes, pero solo atinó a presionar los labios para no dejar escapar ninguno de sus pensamientos y alzó las manos en señal de rendición, dando un paso atrás mirando fugazmente a la enfermera, que a duras penas se alejaba un poco arrastrándose por el suelo.

Más el criminal dio una larga zancada y en segundos estuvo frente a la castaña, su enorme figura cubriendo todo a su vista. Alargó el brazo y cerró su mano alrededor de su codo, ejerciendo más presión de la necesaria y tirando de ella hacia él, que a pesar de su entrenamiento y fortaleza, no fue mucho de una rival para su fuerza además de que era consciente que en esos momentos no era recomendable antagonizarlo poniendo una pelea.

Arenita solo dio un gruñido suave de dolor, mordiéndose la lengua para no despotricar contra el sujeto por su uso excesivo de la fuerza. Tras ellos, Bob se despegó del marco de la puerta endureciendo la mirada hacia el criminal por el maltrato a su amiga.

—¡Hey! —chilló comenzando a enfadarse, endureciendo los puños y sintiendo su sangre hervir.

El movimiento brusco que realizó lo hizo tambalearse por un momento debido a una súbita sensación de mareo pero no lo detuvo de dar dos pasos hacia ellos, decidido a...

El cañón del arma presionado contra el cuello de su amiga lo hizo relajar los puños y detener su lengua antes de que de esta saliera alguna reprimenda contra el atacante.

Su resolución se derrumbó al instante, y sólo atinó a mirar al hombre con una clara furia quemando en sus ojos azules mezclada con impotencia.

La idea de ese desagradable y despiadado sujeto tocando aunque sea un cabello de su amiga le retorcía el interior de una manera que ni la escena vivida en su cocina había hecho.

—¡¿Qué?! ¡¿Tengo que recordarte quién tiene el arma y la ventaja aquí?! —exclamó el fugitivo con burla, una enfermiza mueca torciendo sus facciones.

Podía descifrar la mirada que el jovencito le estaba enviando al igual que podía imaginarse el tipo de pensamientos que debían estar cruzando por su cabeza con respecto a él, su satisfacción aumentando por saber que las marcas emocionales que le había dejado estaban haciendo efecto y que durarían por mucho tiempo más... Si decidía que él lo hiciera, eso sí.

Le quitó, para alivio de Bob, el arma de su cuello y la apuntó hacia él, haciendo el gesto de que se moviera.

—Vas adelante, mocoso —ordenó.

Se hizo a un lado con Arenita fuertemente presionada contra él, ella sentía que ese enorme brazo apretando la sección media de su cuerpo iba a asfixiarla o a romperle las costillas si ejercía solo un poco más de presión.

Tragando saliva tanto por los nervios de la situación así como la debilidad que empezaba a apoderarse de su cuerpo, Bob dio unos cansinos pasos al frente en obediencia al criminal, sin quitarle la mirada de encima, sus ojos puestos más que nada sobre su amiga.

Una vez tuvo su espalda contra el hombre, lo sintió moviéndose por el ruido de las ropas que el y su amiga llevaban rozándose, listo para hacerlos caminar hacia la salida, pero entonces el hombre dio un grito corto de dolor, aflojando su agarre sobre la muchacha de la sorpresa y el dolor que asaltó su pierna de súbito. Bob se dio la vuelta con el rostro congelado en una expresión de horror y miedo, creyendo que su amiga había sido la responsable de aquel suceso imprevisto y temiendo que el hombre tomara represalias allí mismo, pero lo que vio fue a su amiga aprovechando la situación para safarse de él por medio de un poderoso codazo a su estomago seguido de un puñetazo a su rostro. Vio al sujeto encorvarse ligeramente debido a su dolor de estómago, esbozando una casi imperceptible mueca de diversión, su amiga era una fuerza contra la que cuidarse a pesar de no parecerlo a simple vista, pero luego llevó su mirada al suelo y descubrió que había pasado.

La enfermera, aprovechando que el hombre había pasado de ella creyéndola ya inofensiva, se había arrastrado hacia ellos a último momento, sacando una jeringa de morfina de un bolsillo de su uniforme que solían llevar por las dudas de que un paciente necesitara ser calmado por algún evento inesperado para inyectársela en la pierna de un solo pinchazo.

Bob no tenía idea de medicina, pero la dosis aplicada no parecía ser suficiente para una persona como él, aún así bastó para que se distrajera lo suficiente y pudieran huir.

—¡Corran ahora! —gritó la mujer, soltando la jeringa que se quedó clavada en la pierna del atacante.

—¡Perra asquerosa!

Dennis conectó una feroz patada a la cabeza de la valiente mujer, dándole en la cara con un sonoro crack que retorció las entrañas de los jóvenes y les dio náuseas.

Ésta quedó inconsciente al instante, y el hombre alzó el arma listo para disparar a la mujer en el suelo, pero para horror de Bob, Arenita se abalanzó sobre él.

—¡NO!

Lo embistió por la espalda con tanta fuerza alimentada por la adrenalina, la rabia y la impotencia que al impactar contra él hizo que perdiera el equilibrio por un momento. Aprovechando su corta distracción, trató de pasar un brazo por su cuello para cortarle el oxígeno y hacerlo aunque fuera soltar el arma, pero esa tarea resultó inútil, era más fuerte que eso, y este empezó a zarandearse con violencia para apartar a la chica de sí. Al ver que su amiga tenía las de perder, Bob se obligó a salir de su estado de shock y espabiló, ignorando su dolor y cansancio. Corrió la poca distancia de ellos y se arrojó a las piernas del sujeto, en un intento por taclearlo, y lo consiguió en parte porque este cayó de rodillas al suelo.

Bob, sacando a relucir una parte de sí mismo que ni él sabía que poseía, tomo la jeringa de su pierna y la sacó para enterrarla de vuelta en otro sitio, varias veces mientras apretaba los dientes, luchando para ayudar a su amiga que todavía forcejeaba con el hombre. Los gruñidos y cortos gritos de dolor del criminal le daban escalofríos, él no era ese tipo de persona, pero el miedo de que hiciera algo a su amiga era más fuerte que su temor de hacer algo que fuera más allá de él.

Entonces, desesperado porque este par de enclenques lo fuera a vencer, Dennis se echó hacia atrás, cayendo de espaldas al suelo y casi aplastando con su peso a la jovencita además de arrastrar al chico con el cuerpo ya maltrecho con ellos. Este movimiento hizo a Arenita perder las fuerzas con las que había contado y el aire, por lo que su forcejeo sobre él cedió. Dennis quiso entonces levantarse, pero una mano lo sujetó de un puñado de su ropa y lo hizo detenerse antes de lograrlo, haciendo que cayera de nuevo, esta vez de costado y no directamente sobre la joven.

Al ver a su amiga debilitada, Bob se desesperó y actuó de manera instintiva, echándose sobre el hombre para comprarle tiempo a su amiga o quitarle el arma al sujeto, y este respondió conectando otro puñetazo a su rostro que lo mareó haciendo que tambaleara y cayera de lado, y luego Dennis se cernió sobre él y presionó su mano sobre la herida de bala, haciendo que Bob chillara de dolor entre dientes apretados.

Sin mediar palabra, trajo el arma hacia el rostro del muchacho con la clara idea de rematarlo en el suelo, pero la jovencita apenas recuperada de su aplastamiento lo sujetó del brazo que sostenía la pistola con ambas manos y la alejó del rostro de Bob, quien sacudió la cabeza y parpadeó para aclarar su nublada vista.

Vio como el hombre hacia su mano libre un puño listo para golpear a su amiga, y en otro irrazonable movimiento, lo sujetó de ese brazo al igual que Arenita.

Pero esta vez hizo algo diferente.

Al no tener fuerzas casi para pelear contra él, acercó su rostro al brazo y descorrió la manga del atuendo que llevaba, luego abrió su boca y clavó los dientes con toda la potencia que pudo en la carne expuesta.

Ahí sí que el atacante dio un feroz grito de dolor, sintiendo como esos dientes rasgaban su piel y hacían salir sangre de las pequeñas heridas infringidas.

Arenita imitó, con algo de asco, a su amigo, consiguiendo que por reflejo el hombre soltara el arma, la cual Bob alcanzó a tomar en medió de la confusión.

El chico se levantó rápidamente del suelo, con el arma sostenida entre sus dos manos, apuntando al hombre mientras Arenita se alejaba de él arrastrándose hacia atrás.

—¡Quieto!

El hombre, habiendo conquistado ya su dolor, alzó su rabiosa mirada hacia el chico, luego posó sus ojos en el cañón y esbozó una media sonrisa, volviendo sus ojos oscuros al jovencito.

—Cuidado, te puedes pegar un tiro por accidente —observó con tono burlón a pesar de estar en desventaja mientras se ponía de pie lentamente, sin despegar la mirada de él.

—¡Alto o...!

—¡¿O qué?! —ladró, todavía sonriendo con sorna por lo obvia que era su inexperiencia con armas.

Lo podía percibir por la forma tan torpe en que sostenía la pistola, como temblaban sus manos y el sudor que resbalaba sobre su piel además de la vacilación en su voz. Este niño jamás había sostenido un arma, mucho menos disparado una.

—¿Me vas a disparar? —lo provocó, dando un paso adelante con su media sonrisa sádica aún en su rostro— ¿en serio vas a matar a un hombre? ¡Si apenas puedes sostenerla sin que se te caiga!

—¡No-no des un paso más! —trató de intimidar Bob, ignorando sus intentos por desmoralizarlo, maldiciendose a sí mismo por no poder mantener su voz serena.

Al lado de ellos, Arenita se puso de pie con cuidado, tratando de no hacer ningún movimiento brusco que desatara por accidente una cadena de eventos que fueran a lamentar, pero el atacante notó lo que hacia por el rabillo del ojo y, confiado de que el chico ese era incapaz de jalar el gatillo, se giró parcialmente hacia ella y abrió la boca para decir una amenaza contra ella.

¡BANG! ¡BANG!

Arenita dio una exclamación de sobresalto, dando varios pasos hacia atrás, viendo con incredulidad la escena.

Los disparos impactaron contra su pecho, del que empezó a brotar sangre segundos después, y todo fue tan repentino que a pesar de haber sentido el pinchazo de dolor de las balas incrustándose en su carne, no fue si no hasta que sintió la humedad caliente sobre su piel que cayó en cuenta de lo que había pasado.

Sus ojos incrédulos observaron a su herida, una mano se poso sobre la mancha roja oscura que se agrandaba y al levantarla la vio cubierta de sangre fresca. Entonces alzó la vista al igualmente sorprendido muchacho que todavía tenía el arma apuntando contra él, cuyos ojos estaban perfectamente redondos de sorpresa y shock.

No había querido hacerlo, de verdad que no, pero estaba nervioso, sus manos estaban bañadas en sudor y temblaban, se había asustado, cuando vio al sujeto aquel amagar a volverse hacia su amiga, creyó que ella estaría en peligro y su mente solo le gritó "¡Actúa!" y casi de manera mecánica su dedo apretó el gatillo, sin intención alguna de darle un balazo de verdad, solo tiró al azar, y las balas terminaron impactándole y perforándole el torso.

—Lo-lo siento, yo no... —comenzó a disculparse mientras bajaba el arma, de verdad arrepentido y acongojado por sus acciones.

Solo había querido asustarlo.

El sujeto dio una carcajada seca, maldiciendo su suerte y perdió el equilibrio finalmente, cayendo poco ceremoniosamente al suelo.

Bob lo observó perplejo ¿lo había matado? No, no, no había perdido tanta sangre aún, y podía verlo en el suelo retorciéndose de dolor pero mordiéndose la lengua para no gruñir, y su respiración era irregular, estaba con vida –por ahora– pero necesitaban un médico, todavía podían salvarlo, debía enfrentar un juicio, él no podía ser su verdugo, él no había querido que nada de esto pasara, él solo...

Su cuerpo entero se sacudió como por un terremoto, gruesas lágrimas empezaron a rodar por sus empalidecidas mejillas mientras sus ojos permanecían puestos sobre el cuerpo del atacante. Unos brazos lo envolvieron, cálidos y reconfortantes, y un aroma a desinfectante alcanzó su nariz, que disolvió el olor a sangre que creyó haber percibido antes. Se dio cuenta que lo había sentido antes, poco antes, proveniente del cabello de su amiga, que había tenido que ducharse en el hospital...

¡Arenita!

Como saliendo de un sueño, sacudió la cabeza y al notar el arma en sus manos todavía, la arrojó lejos a un lado como si le quemara la piel, de la nada sintiendo desagrado de sí mismo.

—Bob...

Parpadeó y recién ahí notó el rostro preocupado y con lágrimas de su amiga a pocos centímetros del suyo. La miró fijo y sus manos ahuecaron sus mejillas.

Arenita se había acercado a él después de que el sujeto cayera al suelo, pero su amigo no había respondido a su llamado. Estaba como catatónico, con el arma fuertemente sostenida entre sus temblorosas manos. Lo llamó varias veces pero estaba ido, inmóvil, estupefacto por lo que acababa de ocurrir.

Temiendo que si lo sacudía podía espantarlo, solo se le ocurrió abrazarlo.

Y luego de unos instantes, reaccionó.

Se imaginaba que su amigo se sentía terrible y como un monstruo por aquel accidente, pero no era momento de hablar de eso, necesitaban un medico, para los cuatro, y rápido.

Ayudó a Bob a sentarse en el suelo con la espalda apoyada contra la pared mientras ella iba en busca de ayuda o alguien que tuviera un teléfono.

—No te duermas ¿si? Aguanta un poco, voy por ayuda —pidió colocando una mano en su mejilla.

Con el rostro somnoliento y extremada y preocupantemente pálido, el asintió. Ahora que todo parecía estar en calma, todas sus heridas tratadas y recientes hacían acto de presencia aún peor que antes, asaltándolo con su dolor, y las vendas que cubrían la de la bala estaban teñidas de rojo. Mala señal. Bob solo echó la cabeza hacia atrás exhausto, fijando sus ojos en el techo para no observar directamente al hombre retorciéndose en el suelo a pocos metros de él, concentrándose en no caer presa del sueño que lo invadía.

Arenita no fue muy lejos, regresó a donde el arma había ido a parar y la recogió, por las dudas, luego corrió al lado de la enfermera y se arrodilló junto a ella, buscando señales de vida. Exhaló aliviada al descubrir que tenía pulso, simplemente estaba inconsciente, y tenía algunos huesos del rostro rotos con sangre manando de su nariz y boca, lo cual era una imagen desgarradora.

—Lo siento —murmuró en tono de disculpa mientras hurgaba en sus bolsillos hasta que encontró su teléfono celular.

La pantalla tenía una grieta pero funcionaba, así que lo tomó con ella y marcó el número de emergencia, levantándose del lado de la mujer para caminar rápidamente hacia el lado del criminal.

Éste estaba balanceándose sin poder hacer nada en el suelo sobre su costado, con los ojos cerrados y los dientes apretados mientras luchaba contra el dolor y el deseo de caer en la oscuridad llamándolo, ambas manos presionando sobre las heridas para detener el sangrado, no parecía con ánimos de atacarlos nuevamente, más bien tenía toda la pinta de estar a segundos de perder el conocimiento. Aún así, ella apuntó el arma hacia él mientras esperaba que su llamada fuera atendida, por precaución, no sentía ningún tipo de empatía por su situación actual, lo que en otra ocasión habría encontrado preocupante de su parte, pero tampoco quería pensar que estaba alegre por su desenlace. Sus emociones estaban muy alteradas como para pensar detenidamente en ello, así que solo enterró el odio y la rabia en lo más profundo de su ser y se limitó a mantener un ojo sobre él mientras aguardaba.

Antes de que alguien le respondiera, se escucharon pasos pesados que se acercaban a su posición, y luego dos oficiales entraron por las puertas rotas y llegaron a ellos, ambos con sus armas desenfundadas, mirando a su alrededor mientras evaluaban la situación hasta dar con ellos.

Arenita bajó el arma que había tomado prestada y terminó la llamada antes de ser atendida.

La policía ya estaba aquí y se encargarían de todo a partir de entonces. Y mientras atendieran a los heridos, ella era la única en condiciones de dar una declaración, y tendría mucho que explicarles...


Uff, ese sí que fue un viaje intenso.

No se esperaban eso de Bob ¿no? Yo tampoco, pero cuando uno empieza a escribir, las ideas fluyen.

No soy muy buena con los diálogos, las negociaciones ni la manipulación pero espero que me hayan quedado al menos pasable.

En fin, esto todavía no acaba, así que gracias por leer y hasta la próxima.

Bye-bye.

H. C.