Hola!

Lo sé, lo sé, no tengo perdón!

Además de haceros esperar un año por este capítulo resulta que ni siquiera es bueno! Es pa matarme, pero que le voy a hacer... Digamos que esta historia la voy a dar por "temporalmente paralizada" para que nadie espere que la actualice pronto, jejeje.

Gracias a todos por dejarme mensajes en esta historia a pesar de saber cómo la trato. Aprecio mucho vuestros comentarios, pero lamentablemente esta historia no se deja escribir como debería y lo poco que escribo acabo volviéndolo a borrar porque no me gusta como queda. Al final he decidido dejar este capítulo así, aunque no queda nada bien, pero bueno, que le voy a hacer si no sale nada mejor...

Bueno, que muchas gracias a todos por seguir aguantándome a pesar de todo. GRACIAS!

FRED

Cap. 5

La respuesta de Hermione fue tan kilométrica y, a su manera, críptica, que Fred se la dio a Ginny para que la leyera, tradujera a lenguaje simple que él pudiera entender y le hiciera un resumen con lo más importante.

De buena gana le hubieran hecho el favor tanto Ron como Harry, ansiosos por saber cómo conquistar, pero no le pareció prudente dejar que esos dos leyeran algo de ese tipo escrito por Hermione. Aunque no parecía que Harry estuviera tan interesado en ella desde que vio a Ginny vestida de una manera tan provocativa.

De todas maneras, Fred decidió concentrarse en asuntos importantes, como esquivar a su madre hasta la hora de salir y decidir qué se iba a poner para esa tarde.

Ginny entró cosa de dos horas después en su cuarto (que provisionalmente era el de Ron), habiendo tocado a la puerta previamente, y casi soltó un grito al ver el desastre que Fred había ocasionado.

- Mamá te mata – dijo impresionada, mirando los montones y montones de ropa encima de las camas, la silla y hasta por el suelo ¿Qué has hecho, te has probado la ropa de toda la familia?

- No, aún me falta la tuya¿tienes alguna falda que me realce la cintura? – preguntó el chico con tonito amanerado arreglándose la camisa con primor – ¡Las de mamá me hacen muy gordo! – compuso un pucherito mirándose al espejo. Después de un segundo suspiró hastiado -. En serio¿qué tal estoy con esto? Sé sincera.

Ginny le miró críticamente.

¿Quieres que solo sea sincera o que sea BRUTALMENTE sincera?

- Lo de BRUTALMENTE suena un poco fuerte, pero creo que lo soportaré. Aúnque mejor espera un momento – cerró los ojos, realizó varias inspiraciones profundas y sacudió el cuerpo como si tuviera calambres.

¿Qué haces? – pregunto su hermana extrañada.

- Preparación mental – contestó Fred abiendo los ojos – Bueno, vale, dí.

- Estás bien – dijo Ginny.

¿Bien¿Solo bien? – preguntó decepcionado ¡No puedo estar solo bien¡Tengo que estar espectacular!

- Bueno, tengo un vestidito que ciertamente te quedaría espectacular y seguro que no dejaría indiferente a tu chica – dijo Ginny con una sonrisa.

Fred fingió pensarlo un momento.

- Mejor no, que voy sin depilar.

Ginny se echó a reir al imaginarse a su hermano con el ajustado vestido verde que le había dejado Hermione, con unos taconazos impresionantes, la falda por medio muslo y los pelillos rojos adornando sus largas patas. Oh, y un bolsito de mano, claro.

¿Has venido solo a reirte de tu pobre hermano o es solo algo adicional?

- Algo adicional – confirmó Ginny aún sonriente. Le tendió una hoja de pergamino -. El resumen de la carta de Hermione. No sé si te será de mucha ayuda, la verdad...

Fred se la arrancó de la mano casi babeando. La leyó de cabo a rabo unas tres veces antes de mirar a su hermana con el ceño fruncido.

- Esto... ¿Qué¿De qué me sirve esto? "Sé inteligente" – leyó -. ¡Pero si lo soy¿Sabe Hermione que se trata de mí y no de Ron? "Muéstrate interesante y misterioso". Interesante... pues no sé como hacerlo, para eso le pedía consejo, y si soy un poco más misterioso Juls va a creer que trabajo como Inefable.

- No, porque los muggles no tienen inefables – dijo Ginny con aire de entendida -. En realidad todo se reduce a que seas lo menos excéntrico posible, no le tires nada por encima como bebida, comida o animales muertos (vivos tampoco) y no la insultes.

Fred parpadeó impresionado.

¡Vaya, pues con Angelina funcionaba todo eso! – dijo con voz exageradamente asombrada -. En serio, Ginny¿qué os creéis que soy, una especie de perturbado? – parecía verdaderamente molesto.

- En realidad... – Fred la fulminó con la mirada y Ginny le sonrió divertida -. ¿Estás muy nervioso con esta cita, verdad? Ni siquiera has reconocido que te estaba tomando el pelo...

- Hnmmmf – refunfuñó Fred soltando el pergamino y poniéndose a hurgar una vez más entre la ropa del montón de encima de la silla.

¿Tanto te gusta? – preguntó con curiosidad.

Fred la miró largamente antes de asentir con la cabeza, algo colorado.

- Es que es diferente al resto de chicas que conozco.

- Pues por supuesto que es diferente¡es muggle! – dijo Ginny poniendo los ojos en blanco.

- No es eso, es... – suspiró resignado -. No sé que es – reconoció , pero me gusta mucho y no quiero asustarla por ser un mago.

En ese momento unos toques en la puerta interrumpieron la conversación, dando paso a Charlie, a quien no esperaban ver por allí.

¿Qué haces aquí? – preguntó Ginny abrazándole contenta.

- Me han dado unos días libres en el trabajo y he venido a veros – dijo el chico con una sonrisa. En dos zancadas se acercó a Fred y le revolvió el pelo con fuerza – ¡Así que nuestro niñito sale con una muggle!

¿Qué es, la noticia del día? – preguntó Fred un poco mosqueado.

- La verdad es que sí. Creo que mamá ha escrito a Bill contándoselo y todo – dijo Charlie sonriente.

- Genial, simplemente genial, seguro que se presenta para la cena... – respondió Fred con un gesto de infantil enfurruñamiento, hinchando los carrillos y cruzándose de brazos.

- Venga, no te pongas así. Te puedo ayudar y todo – dijo Charlie conciliador , A ver¿ya sabes lo que te vas a poner?

Fred señaló con un dedito la ropa que llevaba puesta. Al ver que su hermano suspiraba estruendosamente y ponía los ojos en blanco se ofendió bastante.

¿Pero qué pasa con esta ropa? Creo que no está tan mal¿no? – se miró al espejo para comprobarlo. Su reflejo, molestamente alegre, le enseñó los pulgares hacia arriba con una estúpida sonrisa de oreja a oreja.

- Me parece que no eres consciente de lo sumamente mal que nos queda el color naranja a los pelirrojos – dijo Charlie con seriedad señalando la camisa con un gestido de desagrado –. Pero por suerte he traído bastante ropa para estos días y podremos encontrar algo que te quede decente.

¡Como te quiero hermanito! – gritó Fred saltando a sus brazos con un gesto de perrito babeante.

Una media hora después Fred volvió a enfrentarse al espejo vistiendo unos vaqueros negros y una camiseta azul con un símbolo de reminiscencias celtas estampado en beis. Habían decidido que lo mejor era una imagen informal. El azul combinaba muy bien con el pelo rojo, haciendolo resaltar y Fred pensó que estaba más o menos aceptable. Bueno, mejor que antes seguro.

Después de peinarse lo mejor que podía y sabía, encoloniarse con esmero y cepillarse los dientes con tanto brío que dejó el espejo todo salpicado (y sin limpiar) bajó a la sala presa de los nervios.

¿Qué tal? – preguntó a los allí reunidos.

Ginny le dio un aprobado, sonriéndole alentadoramente. Su padre le miró por encima del periódico y dijo que estaba bien. Percy dijo que podía haberse puesto más elegante con un tonito que a Fred no le gustó nada. Su madre casi lloró por la emoción de ver a su hijo "decente por una vez en su vida". Por supuesto, Fred miró a su madre entre sorprendido y tremendamente ofendido.

- Oyes, que la ropa me la compras tú – le recordó ceñudo. Su madre se hizo la loca.

Como tenía que pasar por el callejón Diagon a cambiar algo de dinero pues no sabía si llevaba suficientes monedas muggles para lo que pudiera surgir, Charlie se ofreció a acompañarle.

Una vez en el caldero chorreante, lejos de las recomendaciones de última hora de su madre y de las aclamaciones entusiastas de Ron ("¡vas a triunfar¡vas a triunfar!") y de las extrañas preguntas de Harry ("¿Vas preparado por si acaso¿Tienes protección?" a lo que él contestó, "claro, llevo mi varita") Fred se volvió hacia su hermano mayor.

¿Por qué me has acompañado? Creo que puedo ir de aquí a Gringotts sin escolta...

- Huys, que genio – dijo Charlie con una sonrisa saliendo al patio del bar -. Si piensas que tengo intenciones de acompañarte a tu cita estás bastante equivocado...

¿Qué clase de persona paranóica crees que soy¡Por supuesto que no pensaba eso! – replicó Fred suspirando aliviado.

- El caso es que tengo que pasar por Knockturn a recoger una cosa... y bueno, mejor que mamá no lo sepa. Si tengo la excusa de acompañarte no me interrogará sobre qué he ido a comprar cuando vuelva... – explicó Charlie un poco incómodo tocando los ladrillos de la pared con la varita, abriendo así el paso hacia el Callejón Diagon.

¿Y qué es lo que tienes que conseguir en Knockturn? – preguntó Fred tremendamente interesado.

Charlie carraspeó, hizo el intento de hablar, carraspeó de nuevo...

¡Huys, mira qué hora es! – dijo mirando su muñeca, donde no llevaba ningún reloj ¡Vas a llegar tarde a tu cita!

Como esperaba eso puso en danza a su hermano, que salió disparado hacia Gringotts gritando por el camino que no le daba tiempo.

- Menos mal... – se dijo Charlie suspirando aliviado, internandose en el callejón y dejando que los ladrillos del patio del Caldero Chorreante se cerrasen a sus espaldas - Y ahora veamos¿cómo se llamaba esa tienda? – se preguntó, sacando un papel del bolsillo trasero de su pantalón para comprobar el nombre correcto – "La Parca parca", menudo nombrecito que se gasta... – murmuró para sí, echando a andar con decisión.

OoOoOoO

Mientras tanto en la madriguera, Harry intentaba concentrarse en la partida de ajedrez que estaba perdiendo contra Ron, pero su mente divagaba sin querer hacia lugares remotos... bueno, no tan remotos, más bien subiendo la escalera, todo recto, a la derecha, donde una pelirroja tenía su cuarto y no me refiero al de Molly Weasley.

- Harry, tío, que te estás dejando matar con tanta facilidad que esto resulta aburrido. Y a ver si se te mete en la cabeza de una vez que los peones no se mueven como los caballos – le reprochó Ron viendo el desastroso desempeño del moreno.

- Perdona, Ron, es que estaba pensando en otra cosa... – replicó Harry sin energías.

¿Cosa o persona? – preguntó su amigo con una sonrisa triste. Harry no le escuchó y siguió intentando hacer ver como que veía el tablero y las piezas. Él llevaba las blancas (ironía de parte de Ron), y la verdad es que éstas se mostraban atemorizadas ante la perspectiva de ser las elegidas para el próximo movimiento suicida, sobre todo porque sus compatriotas negras se mostraban burlonas y agresivas con ellas al ver el desastroso juego al que eran sometidas.

- Mira, lo mejor será que lo dejemos para otro día – propuso Ron empezando a recoger las piezas, ante el suspiro colectivo de las pocas blancas que quedaban en pie -. Vamos a dar una vuelta.

Salieron al jardín, donde se entretuvieron un rato compitiendo para ver quién lanzaba más lejos su gnomo, pero Harry estaba tan desanimado que los suyos tropezaban en la cerca, que estaba a dos pasos.

¿Me lo vas a contar? – preguntó Ron despues de media hora de silencio.

Harry le miró con aspecto de estar profundamente deprimido.

- Esta mañana hablé con Ginny – dijo escuetamente.

¿Y?

- Verás... me disculpé por lo de ayer... y quería pedirle una cita, pero me ha rechazado – dijo a punto de hacer un puchero.

- Ya – dijo Ron haciendo como que no sabía nada.

- Así que he intentado volver a hablar con ella antes, cuando te has ido al servicio...

¿Ein?

- ... y me ha dicho que estaba a punto de escribirle a Colin para decirle que aceptaba salir con él.

¿Cómo¿Colin? – casi gritó Ron sorprendido, pues de eso sí que no se había enterado.

- Y como me he puesto furioso la he insultado un poco...

¿Qué�¿Qué has insultado a mi hermanita! – gritó el pelirrojo alterado.

- ... le he dicho cosas horribles... y ella me ha dicho cosas horribles a mí... y me ha pegado un puñetazo en el estómago...

¡Bien por mi hermana!

- Y anda que no pega bien...

- Me lo dirás a mí...

- El caso es que me ha gritado algo así como que me odiaba y esperaba que me pudriera en el infierno por meter las narices en su vida...

A Ron no se le ocurrió ningún comentario.

- Y pues... bueno... ya no me siento muy agusto estando tan cerca de ella sabiendo que le molesto... Creo que lo mejor será que vuelva a casa de mis tíos – terminó Harry con una carita de pena que daban ganas de abrazarle como a un peluche y consolarle por el resto de la tarde.

Ron se acercó a su amigo... y le espatarró en el suelo de la ostia que le metió.

¡Ron!

- Eso por insultar a mi hermana, cabrón.

OoOoOoO

Fue toda una experiencia para Fred el tener que coger él solito el metro. No paraba de acosar a la gente a su alrededor con preguntas sobre cuándo dónde tenía que bajarse, cuantas paradas faltaban, si le quedaba bien la ropa que llevaba y si tenía que intentar besar a Juls nada más verla. La gente, por supuesto, le miraba horrorizada y le seguía con la mirada mientras paseaba arriba y abajo por todo el vagón en un estado de alteración bastante sospechoso. Una ancianita amable le preguntó si había dejado la medicación, cosa que Fred no entendió y siguió sin entender veinte minutos después cuando ya había escuchado la mitad de la vida y transtornos de salud de la buena mujer, su marido, sus tres hijos, sus catorce nietos y sus dos gatos. Oh, y no olvidemos al periquito.

Cuando finalmente Fred llegó muy alterado al lugar de la cita se quedó allí plantado, con una sonrisa de oreja a oreja y una sensación de relajación que le duró aproximadamente veinte segundos, hasta que se dio cuenta de que Juls no parecía estar por allí.

"¿Y si me deja plantado?" se preguntó en un estado bastante próximo al pánico.

(Recordemos que esta es la primera cita de un pobre chico al que le han dejado tiradillo por su hermano gemelo)

En algún momento de la tensa espera (que duró unos siete minutos en total) llegó a la firme convicción de que sería mejor si Juls nunca conociese a George, por si las moscas.

Cuando la chica apareció girando la esquina, guardando las llaves dentro del bolso y sin mirar al frente, Fred empezó a sonreir con ganas. Se apoyó en la pared con aire indolente y metió las manos en los bolsillos de los pantalones.

Juls, ocupada en buscar quién sabe qué dentro del enorme bolso que cargaba, ni siquiera se dio cuenta de que estaba allí y le hubiera pasado de largo si el pelirrojo no hubiera llamado su atención con una discreta llamada:

¡Jamona!

La chica casi se torció un pie, desbalanceada por el... esto.. ¿piropo? Y se volvió con una cara de mala ostia impresionante para recriminar a quien fuera. Se encontró con Fred, partido de la risa apoyado en la pared y su ceño se desfrunció de inmediato, a pesar de que media calle se había girado para mirarlos.

- Hola – dijo acercándose a él. Fred sonrió a su vez.

- Hooolaaaa – saludó con un gesto pícaro.

Se acercaron tímidamente el uno al otro y se rozaron los labios con rapidez. Se separaron algo sonrojados y aún sonriendo como verdaderos idiotas.

¿He llegado tarde? – preguntó ella preocupada.

- Si me besas estará todo olvidado – dijo él muy serio.

¿Y si no te beso?

- Estará olvidado igual, pero te perderás un beso increíble – dijo él pomposamente.

¿Increíble? – Juls alzó una ceja escéptica -. Ya será menos.

¿Te lo demuestro? – saltó Fred fingiéndose ofendido.

Juls frunció los labios en un mohín meditabundo.

- Me molesta mucho que pongas en seria duda mis habilidades para besar – presionó el pelirrojo intentando reprimir una sonrisilla.

Juls suspiró pronfunda y ruidosamente.

- Bueno, venga, va. Date prisa, que no tengo todo el día – dijo cerrando los ojos.

- Vale pero tira el chicle.

No fue demasiado fino el expulsarlo en un burdo pero efectivo soplido que envió volando al chicle hasta la papelera más cercana. Fred la observó alucinado.

¡Ha sido increíble!

- Je, lo sé – dijo la chica con fingida soberbia -. Es que soy increíble.

- Pues supongo que tendré que casarme contigo – dijo él resignadamente.

¡Claro que sí¿Acaso pensabas dejarme escapar? – preguntó ella escandalizada ¿Qué intenciones tienes conmigo?

- Por el momento tengo intenciones de besarte – dijo él con una sonrisita que Juls no pudo evitar devolverle.

- Pues ya estás tardando.

- No pienso hacerlo más. Me voy a poner a ello enseguida.

- Eso espero o me aburriré y me marcharé.

- No serías capaz.

- No querrías ponerme a prueba.

¡Besaros ya de una puta vez que me estáis poniendo malo! – gritó una voz a su lado haciendo que se sobresaltaran.

Ambos se giraron estupefactos para ver a un chico de más o menos su edad que les miraba enojado.

- Lo que menos me hace falta en estos momentos es tener una parejita estúpida y empalagosa con su charla banal comiéndome la oreja – les dijo bastante molesto – Así que besaros o largaros de una puñetera vez que no estoy de humor, no estoy de huuumooor – sonaba algo agresivo, cosa que les hizo poner ojos como platos sin acabarse de creer lo que estaban escuchando.

- Esto... ¿tienes algún problema interno¿Estás estreñido¿Vas a cortar con tu novia, o algo? – preguntó Fred con genuína curiosidad. Le miró por un momento algo confundido -. Un momento... ¡yo a ti te conozco!

Abrió la boca sorprendido al terminar de reconocerle.

¡Marcus Flint! Oyes¿qué te has hecho en los dientes? – preguntó curiosamente.

El otro saltó en su sitio y le miró de verdad por primera vez.

¡Joder, un Weasley, lo que me faltaba! – vociferó, dejando a Fred comprobar que, efectivamente, sus dientes estaban en mejor condición que cuando se vieron por última vez.

- Vaya... de verdad... no esperaba encontrarte... aquí – dijo Fred echando una rápida mirada a la puerta del cine que estaba a tres pasos.

- No es de tu incumbencia, Weasley, pero estoy buscando a alguien – dijo el otro de manera altanera -. De lo contrario nunca vendría a un sitio como... Este – la última palabra la dijo con evidente desprecio y una mueca de asco tan pronunciada que Juls frunció el ceño confundida.

¿No te gustan estos cines?

Flint la miró con el mismo desdén que había dedicado a la puerta del establecimiento

- Ya veo que compañías te gastas, Weasley – frunció la nariz como si oliese algo que le resultaba desagradable -. Se tendrá en cuenta cuando empieze la guerra abierta.

Fred apretó los puños y hubiera saltado sobre él si no fuera porque Juls le agarró de un brazo y Flint escogió ese instante para darse la vuelta y alejarse de ellos con un paso que a todas luces era una mala imitación de la arrogancia natural de los Malfoy.

¡Ese cabrón! – dijo Fred entre dientes, con verdaderas ganas de sacar su varita y enviarle un buen maleficio.

¡Fred¿Me podrías decir qué es exactamente lo que ha pasado aquí? – preguntó Juls confundida por la actitud de los dos. El pelirrojo se volvió a mirarla y se relajó un tanto.

- Nada – dijo con inocencia.

Ella le miró con seriedad.

Él se sonrojó un poco y bajó la cabeza.

- Estudiamos juntos – dijo a regañadientes , y siempre ha sido un gran hijo de puta. No nos soportamos demasiado bien, como habrás podido comprobar – le sonrió tímidamente.

¿Qué es eso de una guerra¿Qué quería decir con eso?

Fred suspiró pesadamente.

- Bueno... digamos que su grupo... y mi grupo... bueno, tienen ideas distintas¿sabes? Y, bueno, las diferencias a veces se tienen que resolver a golpes – trató de explicarse torpemente.

Juls le miraba con ojos como platos.

¿Eres un pandillero? – preguntó casi horrorizada.

- Er... no exactamente – dijo él sin saber cómo salir de esa ¡Somos de equipos distintos! – dijo casi sonriendo por su idea.

¿De qué deporte? – preguntó la chica suspicazmente.

- Esto... – se estrujó la mente lo más que pudo, casi poniéndose a sudar de nerviosismo, hasta que se acordó de aquel compañero de cuarto de Ron que era fanático de un deporte muggle ¡Futbol! – dijo triunfante.

Juls le miró escéptica por un segundo, justo lo que tardó Fred en acercarla hábilmente hasta él y recordarle que tenían un asunto pendiente.

Ciertamente fue un beso increíble.

OoOoOoO

Como Harry estaba ocupado en el jardín trasero cortando el césped y podando los setos, tuvo que ser Dudley el que fuese a abrir la puerta cuando el timbre sonó por cuarta vez. Era un fastidio tener que levantarse del sillón justo ahora, cuando estaba tan cómodo tomándose su tercer té helado. Afortunadamente su madre le había dejado una buena cantidad en la nevera antes de salir a comprar, porque sino se hubiera deshidratado por completo. Al menor movimiento ya estaba sudando como un cerdo, y cuando comprendió que Harry no podía oír ni el timbre ni sus gritos desde el jardín, se levantó trabajosamente de su asiento con bastante mal humor.

Con el calor que hacía no comprendía cómo nadie pudiera tener el ánimo suficiente para acercarse a la puerta y tocar el timbre, y estaba dispuesto a armarle un escándalo a quien fuese que estaba llamando, obligándole a hacer algo que le dejaría agotado (andar), pero toda su resolución se fue por el desagüe cuando vio quien estaba en el umbral de su casa.

Se quedó boqueando como un pez, sin saber qué decir, sudando copiosamente y mirando como alelado a la chica más bonita que había visto en su vida.

- Hola... tú debes de ser Dudley¿no? – la chica sonrió encantadoramente, dejandole contemplar unos perfectos y cuidados dientes -. ¿Está Harry?

Dudley solo pudo asentir estúpidamente y apartarse de la puerta para que la chica pudiese entrar. La guió en silencio hasta la parte trasera de la casa y le abrió la puerta del jardín, aún bastante en las nubes. Señaló con el dedo a Harry y se volvió de nuevo hacia la chica, fijándose muy bien en el escote un tanto recatado pero aún así fascinante de su blanco vestidito de verano. La chica le sonrió fugazmente.

- Gracias, Dudley.

Salió al jardín resueltamente.

- De... de nada – logró balbucear. Y se quedó mirándola cuando se acercó a Harry, que estaba de espaldas podando el seto, y le tapó los ojos con las manos, teniendo que ponerse un poco de puntillas para eso.

Harry se sobresaltó horriblemente, dajendo caer las tijeras de podar que se clavaron siniestramente al lado de su pie derecho.

- Adivina quién soy – dijo la chica sonriendo.

Harry pareció estupefacto.

¿Ginny¿Qué haces aquí?

La chica quitó las manos de sus ojos y él se giró para mirarla.

- Tu primo me ha dejado entrar – dijo ella con simpleza mirando en dirección a Dudley y sonriéndole. Dudley se puso rojo hasta las orejas y cerró la puerta del jardín, aunque fue lo más deprisa que le permitió su cuerpo hasta la ventana de la cocina para espiar desde detrás de los visillos.

- Eso si que es raro – comentó Harry, perplejo.

Luego, al volver la vista hacia Ginny se dio cuenta de por qué Dudley la había dejado entrar. Sin duda le había gustado¿y cómo no iba a gustarle si estaba preciosa? Llevaba un bonito vestido blanco de algodón, unas sandalias también blancas y el pelo rojo, llameante, suelto y libre sobre sus hombros. Unas cuantas pecas decoraban su nariz y mejillas y no llevaba nada de maquillaje.

¿Qué... qué haces aquí? – logró preguntar Harry tragando saliva.

No le agradaba nada que Ginny estuviese en Privet Drive. En cuanto su tía volviese empezaría a hacer preguntas, y cuando se enterase de que Ginny era bruja iba a tratarla de manera muy desagradable. Luego estaba la mirada un tanto lujuriosa de Dudley, que no le hacía ninguna gracia. Y por último, el que presenciase cómo tenía que hacer trabajos de elfo doméstico en el jardín en uno de los días más calurosos del verano, sumado a que estaba todo sudado y sucio le hacía sentir miserable.

¿Cómo has llegado? – preguntó.

- Autobús Noctámbulo – dijo Ginny simplemente encogiendose de hombros - Verás, me sentía mal por haberte pegado... – empezó la chica.

- Olvídalo. Fue culpa mía, no debería habeme puesto como me puse – dijo Harry bajando la cabeza, totalmente arrepentido.

- Tienes razón. Te comportaste de una manera atroz – reconoció Ginny haciendo un mohín -. Nunca hubiera esperado eso de ti, comportándote como un novio celoso...

- Yo tampoco me lo esperaba – dijo Harry -. Será que me gustas más de lo que pensaba.

Ginny le miró con ternura, pero el chico seguía mirando al suelo y se lo perdió. Suspiró pesadamente -. Trataré de controlarme. No soy tu dueño ni nada de eso, eres libre de salir con quien quieras – hizo una mueca de desagrado ¿Pero tiene que ser con Colin¿No hay más tíos por ahí?

- No está tan mal – dijo la chica ¿Preferirías que saliera con tu primo, por ejemplo?

Harry puso cara de auténdico horror.

¡Por Dios no! – miró fugazmente a la ventana de la cocina -. Aunque no dudo que tiene que estar preparando una horrible propuesta de cita.

¿Por qué lo dices? – preugntó Ginny confundida.

¡Vamos¿No has visto como te estaba mirando? Le faltaba bien poco para babear – no parecía muy contento -. Luego te acompañaré a la puerta, no vaya a ocurrírsele intentar algo.

- Harry – dijo ella, volviendo a atraer su atención -. Solo quería decirte que... no quiero que te vayas de mi casa solo porque no estemos de acuerdo en algunas cosas – dijo con sinceridad -. Siento como si hubieras salido huyendo ayer, y no me siento cómoda con la idea de que no quieras volver por la Madriguera para no encontrarte conmigo.

- No es eso – dijo Harry algo incómodo -. Es solo que... bueno, es tu casa, y ayer dije muchas cosas que no pensaba y que siento mucho haber dicho. No quería que estuvieras incómoda conmigo ronrando por allí... y lo de Colin fue muy duro – dijo con media sonrisa.

¿Por qué le tienes tanta manía? – preguntó ella genuínamente interesada.

- No sé. Será porque está obsesionado conmigo. No para de seguirme, de alabarme, de sacarme fotos... me parece una actitud un tanto extraña – se encogió de hombros -. O una de dos, o está pirado o es gay y aún no se ha dado cuenta.

- Yo voto por la segunda opción – dijo Ginny con una sonrisa. Al ver la mirada de horror de Harry sonrio más ampliamente -. Bueno, lo siento, pero creo que realmente está interesado en ti. El pobre cree que es simple admiración, pero dentro de nada empezará a tener sueños húmedos y se dará cuenta.

- Bueeej – Harry se estremeció con disgusto -. Prefiero creer que solo está un poco majara.

Ginny se rió y Harry se sintió más relajado.

- Entonces¿no estás molesta conmigo? – preguntó con esperanza. La chica fingió pensarlo un momento y después negó con la cabeza. Harry sonrió aliviado – Gracias.

- La próxima vez no tendrás tanta suerte – advirtió la Ginny. Harry sonrió aún más ampliamente.

- No habrá próxima vez.

Acompañó a la pelirroja hasta la puerta, disculpándose por no ofrecerle nada de beber.

- Mis tíos están a punto de llegar y lo mejor sería que no te encontrasen aquí – explicó abochornado -. Me temo que no te tratarían muy bien y, sinceramente, me avergüenzo tanto de ellos que preferiría no tener que presentártelos.

Ginny sonrió dulcemente.

- No te preocupes, Harry. Entiendo la situación. Tendrías que pedirle permiso a Dumbledore para pasar con nosotros el resto del verano.

Harry sonrió aún más y asintió.

En el recibidor, Ginny se volvió hacia él para hablarle y descubrió a Duddley espiando desde detrás de una puerta. Después de saber la historia familiar de Harry no podía dejar a ese tipo sin una pequeña venganza, así que se acercó al moreno de manera insinuante. Harry la miró estupefacto y empezó a ponerse nervioso.

- Ginny...

- Esto no significa nada¿eh, Harry? – avisó ella con seriedad antes de hecharle los brazos al cuello. El chico se revolvió inquieto.

¿Qué haces? Estoy todo sudado... – protestó débilmente.

- No importa – dijo ella, antes de unir sus labios en un beso.

Su plan había sido besar fugazmente al moreno para hacer rabiar a Duddley, ya que Harry parecía convencido de que ella le gustaba, pero al encontrarse con las manos del chico rodenado su cintura y tratando de profundizar el beso se dejó llevar, permitiendo que la lengua de Harry entrase en su boca y la recorriese a placer.

Cuando el beso terminó, una eternidad después, se miraron confundidos.

- No ha significado nada – reiteró Ginny temblorosa, casi para convencerse a ella misma. Harry asintió con seriedad, pero aún no había soltado su cintura y ella seguía con las manos enlazadas tras su cuello. Intentó probar suerte, pero la pelirroja, que le vio las intenciones, se alejó de él con rapidez.

- Tengo que irme ya – dijo nerviosamente, saliendo deprisa de la casa y cerrando la puerta principal antes de que Harry acertase a reaccionar.

El moreno se tocó los labios de manera ausente y sonrió para sí.

- A lo mejor tengo una oportunidad – se animó. Se giró hacia la cocina y vio a Duddley con el ceño fruncido, sudando como un cerdo, con las mejillas tan coloradas que parecía que iban a reventarle y tronando los nudillos.

Seguramente se habría lanzado hacia él para golpearlo, y Harry habría estado bastante dispuesto a devolverle los golpes, pero la puerta volvió a abrirse y por ella entraron los tíos de Harry.

¿Qué haces aquí en medio? – preguntó de manera desagradable Petunia, frunciendo la nariz al verle ¡Vete a tu cuarto!

Harry no se lo pensó dos veces y subió corriendo a su habitación. No había terminado de poder el seto del jardín, pero dudó que alguien fuese a darse cuenta pronto cuando escuchó los gritos alterados de Duddley al descubrir que sus padres no habían traído el sabor de helado que les había pedido sin hacer caso de los intentos de explicación de su madre.

Harry sonrió malvadamente. Sabía que Duddley no estaba enojado por el helado. Le molestaba muchísimo más que Ginny le hubiera besado por iniciativa propia.