¡Un enorme saludo, queridos lectores! Como le habíamos prometido aquí esta la Cuarta Historia de la Saga Dorada :'3

Lamento la tardanza por publicarla, pero es un fanfic un poco compleja (ademas de larga jaja) a parte que tuve que cubrir varios retos lo que supone hacer una buena OC para este sexy hombre 7u7 y también que hay un gran dato del porque esta historia en particular debí ponerle bastante atención con lo que sucede con la trama, pero eso lo descubrirán ustedes mismos más adelante :3

Sin más que agregar, empezamos este fanfic con uno de mis personajes favoritos en TLC a parte de Asmita.

Pd: un especial agradecimiento a Adilay por dejarnos utilizar "【】" en nuestros ffcs y hacer de nuestro títulos mas presentables :'3

¡Esperamos que les guste!

Declaimer:

Nota: Saint Seiya The Lost Canvas no nos pertenece al igual que sus personajes.


Saga Dorada IV: Golden Ferocity

Capítulo I

"Imperial topaz"

Siglo VXIII

Grecia, Athena - Templo de Géminis

Noviembre, 11 de 1748

Ironía.

Esa era la palabra perfecta para describir ese momento.

No sabía por qué tenía esa oportunidad, aunque la respuesta misma merodeaba en su cabeza como un suave susurro procedente de un cosmos cálido que siempre había rondado en el Santuario en esos últimos años, que sin embargo, ahora era como una simple estela que había quedado en cada Casa Zodiacal. Pero a pesar que lo sabía, no podía entenderlo tan rápido como seguramente lo habían aceptado algunos de sus compañeros.

Un lento suspiro escapó de sus labios al tiempo que tomaba asiento en el gran pedestal donde reposaba la Cloth de Géminis. Entonces posó su mirada en ella antes de apoyar lentamente su mano encima del oro macizo para sentir las emociones que esta le transmitían, que era una extraña mezcla de alegría y tristeza.

Porque a pesar de todo los hermanos se habían vuelto a separar.

Por esa misma razón la armadura se había quedado allí sin ser usada, dado que había presentido las turbulencias emociones que poseían ambos al instante en que volvieron a la existencia. La tensión que se forjó rápidamente entre ellos estando uno al frente del otro pudo ser percibida fácilmente sin siquiera intentarlo. Realmente los acontecimientos que surgieron después de morir eran como una neblina espesa en su mente, lo único que estaba seguro era que de alguna manera permaneció junto a su gemelo. Pero la mirada de Aspros en ese momento fue clara y seria, con un semblante impasible en vez de aquella sonrisa arrogante y maligna que había tenido antes de que su existencia desaparecía de ese plano, le daba a entender que había pasado por mucho antes de fallecer… por segunda vez. Esos ojos azules tan idénticos a los suyos apenas pudieron sostenerle la mirada antes de apartarse sin mediar ninguna palabra, entonces lo vio marcharse con pasos decididos al exterior de la Casa de Géminis, sin quiera darle un breve vistazo a la armadura dorada que por tantos años había atesorado por el esfuerzo que le conllevo ganársela, como si ahora supiera que la Cloth tenía un nuevo dueño, y los lúgubres acontecimientos que llevaron a eso.

Sencillamente no pudo detenerlo, estaba más que consiente que él seguramente necesitaría tiempo para sí mismo después de que su vida fuera manipulada tan malévolamente, alterando sus ideales y sus metas, hasta el punto de retorcer sus propios pensamientos, y que también lo había afectado a él mismo. Aunque reconocía que esto último había pasado porque lo había permitido, pero simplemente ya no más.

Sus ojos azules dirigieron la mirada hacia aquella pulsera de cadenas en su muñeca izquierda, y llevó sus dedos a la piedra preciosa labrada de un intenso color entre el naranja y el rojo, que de alguna manera le hacía recordar a la lava. Y que seguramente era tan distinta a la de su hermano como sus personalidades en ese momento, pensó con algo de amargura, porque ciertamente no podía evitar añorar un poco esa época donde de pequeños había tenido una conexión tan única de gemelos que hasta podían percibir y sentir lo que el otro. Pero al parecer eso se había reducido bastante al transcurrir los años, hasta formar una enorme brecha entre ellos.

Gruñó con algo de frustración mientras se levantaba, y comenzando a caminar por los pasillos del Templo. La verdad una enrome parte de él no se sentía del todo cómoda en aquel sitio, ya que era la primera vez desde que había ocupado la armadura de Géminis que se encontraba en ese lugar, puesto que la isla Kanon se había convertido en su morada. Algo muy lejos de llamarlo hogar donde paso meses perfeccionando su poder y aquel carácter demoníaco para forjarse una personalidad y así imponerse a lo que sea que osara enfrentarlo. Por esa razón que a sus veintisiete años de su existencia nunca había pisado el interior de la Tercera Casa Zodiacal hasta ese momento… si es que irrumpir el Santuario hasta la Casa Papal totalmente manipulado por el Satán Imperial de su hermano no contaba.

Desde la entrada del Templo contempló la gran vista que le proporcionaba esa altura, donde podía divisar fácilmente Tauro y Aries, y mucho más abajo a los pueblos alrededor del Santuario. El sol de la mañana poco a poco iba dando paso al medio día, donde los rayos calentaban su piel morena, realmente haciéndole saber que estaba con vida, si en algún momento lo había dudado.

Más pronto que nunca tendría que ir a ver al nuevo Patriarca, puesto que sabía muy bien que seguramente habría una reunión con todos los Dorados. Porque no era tonto, percibió los cosmos de sus compañeros casi al instante en que salió de esa turbación que le había proporcionado volver al mundo de los vivos.

No le agradaba demasiado la idea de salir del lugar que ahora debía llamar hogar, pero no le quedaba de otra. Por eso mismo volvió a ingresar al interior de la Casa y con pasos decididos y con una sonrisa digna de un demonio observó la Cloth de Oro, e instantes después esta arropó su cuerpo en una estela dorada.

Es hora de representar al Santo Dorado de Géminis ante los demás, pensó con el casco de la armadura bajo el brazo, y con su blanca capa hondeando ante su andar seguro e imponente.

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Una semana antes

Una hermosa y menuda mujer detuvo momentáneamente sus pasos cuando se encontraron al límite del bosque, que por tantos años era lo único que habían conocido. Sus ojos exóticos vieron asombrada la imponente montaña que se alzaba a los lejos bajo el cielo despejado de esa mañana, y que desde esa distancia, antes que hubiera llegado la terrible Guerra Santa, se podía divisar con facilidad la estatua de la Diosa de la Guerra y la Justicia, pero que en ese momento no se encontraba presente... dejando un importante vació para los habitantes de dicho lugar hasta que la deidad decidiera regresar finalmente.

Por un segundo se sintió intimidada, porque ahora era totalmente consiente de que ya no se encontraría más refugiada en el sagrado corazón de su pueblo natal.

Ione… no me digas que ya quieres regresar.

La nombrada parpadeó suavemente para observar sobre su hombro a su hermana, y a pesar que sus ojos demostraban un lado más salvaje se apreciaba fácilmente el brillo de humor bailando en sus orbes bicolores.

—No he dicho nada, Kaia —comentó negando con suavidad.

Pero lo pensaste —respondió la otra—Además de que te has detenido por completo —agregó sentándose bruscamente en sus cuartos traseros.

La mujer frunció levemente sus labios al verse pillada rápidamente, era obvio que no podía esconderle nada de una a la otra.

—Solo me parece todo tan distinto a nuestra villa… —ella susurró antes de soltar un leve suspiro.

Y por eso lo hace todo realmente emocionante, ¿No crees? —sacudió un poco la cabeza para tratar de tranquilizar su alocado corazón, porque ante ellas estaba un nuevo mundo que le ofrecía tantas cosas interesantes.

El viaje había sido largo, extenuante y se atreverían a decir que incluso fue excitante en muchos aspectos, aunque se apara una de ellas.

Ione solo se limitó a sentir, porque a pesar que pensaba casi lo mismo que ella no podía evitar sentirse un poco más nerviosa que curiosa, todo lo contrario que su hermana.

—Bueno, vamos antes de que termine por dar media vuelta —dijo cuadrando los hombros cogiendo un poco de valor para la pequeña travesía que aún les faltaba para llegar a su destino—¿Vamos a rodear el pueblo? —preguntó señalando la ruta natural que había a un lado de este.

Kaia se levantó acercándose a ella mientras asentía viendo fijamente el lugar donde le estaba indicando.

Me parece lo más sentado, así evitaremos encontrarnos con humanos extraños.

—Estoy totalmente de acuerdo con eso definitivamente —murmuró más para sí misma al tiempo que se giraba levemente para observar ahora los ojos más humano de Kaia que solo le sonrió con empatía.

—Entonces démonos prisa, adelfí. No hay que hacerles esperar —respondió esta con entusiasmo ya más que preparada para continuar.

Las hermanas siguieron caminando sin mirar atrás ni una sola vez a ese estilo de vida que era lo único que conocían, y que todo más allá después del bosque era un completo misterio para ambas. Aun así eran bastante precavidas, y conociendo como se comportaban algunos seres humanos tomaron rápidamente la decisión de rodear el pueblo e internarse por las ampliar praderas y vegetación, sin importarle demasiado que fuera la ruta más larga y menos cómoda, ya estaban muy acostumbradas a estar rodeadas de la madre naturaleza. Además que eso les permitiría permanecer relajadas conforme se iban acercando cada vez más a ese enorme lugar llamado el Santuario.

Kaia mantenía todos sus sentidos alertas, observando de reojo como su hermana se ajustaba mejor el gran velo blanco que cubría su rostro hasta la nariz, en una forma de pasar un poco desapercibida.

Y la verdad no era para menos.

La imponente montaña se alzaba ante ellas, dándole una vista maravillosa de aquel lugar donde había estado generaciones de fuertes guerreros y de la Diosa que los regia, pero que en ese entonces mostraba un aura de tranquilidad, pero aun así podían percibir claramente esta nostalgia que podía hacer temblar sus sensibles corazones.

Finalmente al llegar la que las recibió fue una joven mujer alta, delgada y de una llamativa cabellera naranja cobriza de hermosos rizos, que estaba siendo acompañada por el que supusieron que era el guardia que decidía quien pasaba y quien no al Santuario.

—Bienvenidas —murmuró la chica dando una respetuosa reverencia—Permitanme que me presente, mi nombre es Nerys, y soy la Vestal encargada de guiarlas hacia el Patriarca.

Ambas hermanas asintieron lentamente sin mediar palabras, aunque Kaia miró con suspicacia al hombre que se ocupaba de no ser irrespetuoso y no mirarlas fijamente, pero no consistía en el caso de ella que no conocía muy bien la palabra disimular. Sin embargo, apartó su atención de él cuándo esa amable chica les indicó que la siguieran.

Sabía perfectamente que Ione se encontraba un poco más nerviosa a cada segundo, podía percibirlo con demasiada facilidad, a pesar que su andar era tranquilo a su lado, mientras eran guiadas por ese enorme lugar. En cambio, ella no podía ocultar demasiado bien su innata curiosidad, sobre todo en aquellos Templos Zodiacales donde aún se podía sentir un pequeño ápice de energía, pero que ahora encontraban sin sus protectores, solo las solitarias armaduras Doradas permanecían en cada uno de ellos como únicas Guardianas silenciosas.

No había demasiadas personas en el Santuario, eso estaba claro. La guerra había sido cruda, y hasta en su villa había llegado rápidamente la noticia.

Por eso también le intrigó toparse con una joven muchacha de vivaces ojos ámbar, que la miró fijamente al punto de detener sus pasos. Kaia sonrió para sí misma al verla, porque muy en el fondo sabía que ella tenía un gran destino por delante.

—Tras estas puertas se encuentra su Ilustrísima —indicó Nerys siendo lo más cordial posible—Tras recibir la misiva de su llegada se decidió que las recibirá enseguida —agregó empujando las enorme puertas dobles de madera, para dar paso a una gran estancia impecablemente limpia, donde al final de esta se encontraba una silla de piedra ocupada por una figura con ropajes oscuros.

—Pope-sama —la joven de rizos hizo una reverencia cuando se encontró a una distancia adecuada—Están aquí las jóvenes de la Villa de Delfos.

El Patriarca guardó un silencio muy breve antes de asentir con tranquilidad.

—Gracias, Nerys. Ya puedes retirarte.

La Vestal murmuró una suave despida antes de levantarse y marcharse tras cerrar nuevamente las puertas dobles.

—Gran Patriarca… —ambas hermanas hablaron a la vez, mientras en un suave y elegante movimiento se arrodillaron en el suelo hasta quedar sentadas encima de sus piernas, con sus cabezas levemente inclinadas ante esa importante autoridad que regía el Santuario, y que solo estaba a un rango por debajo de la Diosa.

—Levantes sus rostros, a mi punto de vista ustedes son más importante que yo en estos momentos —comentó el Pope con suavidad.

Ellas alzaron la mirada, Kaia rápidamente analizando aquel individuo que transmitía poder, pero también una gran bondad. Solo podía ver que portaba un abundante cabellera rubia que caía como cascada tras su espalda, aquel casco dorado sombreaba sus ojos lo cual dificultaba la tarea de observarlos directamente, aun así allí donde se encontraba podía sentir su mirada directa.

—La Villa de Delfos… —habló de nuevo el lemuriano, viendo esas jóvenes mujeres con claro interés y aun con incredulidad. Una de ellas permanecía parcialmente oculta tras un gran velo blanco, por esa razón solo podía dar un vistazo a una, y esta tenía un largo cabello castaño oscuro amarrado a una coleta alta. Indiscutiblemente eran de Delfos, dado por sus rasgos más destacables, esas marcas rojas debajo de sus ojos y junto con la corona de hojas le daban un aspecto místico, como si fuera una ninfa recién salida del bosque—Pensamos que… —pero fue inesperadamente interrumpido por una de ellas.

—Fue un desafortunado destino lo que sucedió hace más de tres años ¿Verdad? —la joven sin el velo murmuró con voz suave, sin apartar la mirada del Patriarca.

Adelfí…

La clara advertencia de su hermana menor la hizo guardar nuevamente silencio conteniendo un gruñido para sí misma, pero era algo que ninguna de las dos podía superar aun a esas alturas. Sin embargo, era cierto que no era el momento, e incluso entonces podía percibir la tensión de Ione al encontrarse frente a una persona desconocida, por lo que decidió refrenarse.

Shion simplemente dejó salir un suave suspiro ante esa rápida acusación, aunque no era para menos. El asesinato de esas jóvenes Pitonisas había sido ejecutado injustamente, por en que ese momento había sido un Santo Dorado, aquellos que eran llamados protectores de la paz y la justicia. La verdad es que en aquel entonces, Aspros realmente nunca confesó su pecado, y su gemelo había decidido no hablar nada sobre el tema, pero no había que ser un genio para deducir rápidamente quien era el culpable de tan horrible tragedia.

Era normal que esas mujeres sintieran aunque sea algún tipo de aversión, pero no esperaba que lo atacaran de esa manera.

—Mis disculpas… queremos dar entender en primer lugar que no guardamos ningún tipo de rencor —comentó Ione rápidamente ante el desliz de emociones de su acompañante, forzándose a dirigirle la palabra directamente a él, a pesar de lo muy reacia e insegura que estaba en aquella situación desconocida—Ella es mi hermana Kaia, y mi nombre es Ione, y efectivamente hemos venido desde la Villa de Delfos, su excelencia.

El lemuriano intentó evaluar rápidamente la situación, ya que había llegado a pensar que la sagrada Villa donde ellas provenían debía de estar totalmente oculta del mundo exterior. Porque el lugar donde habían fallecido las anteriores sacerdotisas aún permanecía desolado, hasta el punto que todos sacaron la conclusión de que se extinguió su estirpe, sin embargo, ya veía que habían estados muy equivocados durante todo ese tiempo.

—Pope-sama, el motivo de nuestra llegada es bastante complejo… —continuó esta vez Kaia sin una gota de remordimiento por sus palabras antes dichas—Una misión que nos encomendó la misma Diosa Athena —y mientras hablaba, su hermana sacó de entre sus largas mangas blancas de su vestido un pequeño cofre.

Inmediatamente eso llamó la atención de Shion, que tuvo que contenerse para no levantarse de golpe al escuchar el nombre de la deidad.

—¿Athena? —él susurró genuinamente sorprendido, detallando aquel cofre dorado con bellos detalles. Pero lo que más capturó su interés era el pequeño papel de pergamino que contenía un escrito y que mantenía el cofre sellado.

Aθηνά…

No cabían dudas, desde esa distancia podía sentir el característico poder de la Diosa de la Guerra y la justicia.

Ione asintió con suavidad, cuidadosamente manteniendo su semblante en blanco, notando rápidamente como había captado toda la atención de aquel joven hombre.

—Como vera… estamos conscientes de la terrible guerra que se enfrentó el Santuario contra el ser maligno, el mismísimo Dios Hades —dijo pasando delicadamente sus dedos por el sello que contenía un precioso tesoro y al mismo tiempo evitando mirarlo directamente—Así mismo Athena-sama hizo un enorme esfuerzo antes y después de dejar el mundo humano atrás —explicó sintiendo esa energía cósmica proveniente del objeto entre sus manos.

El joven hombre de ojos rojizos se frotó levemente la barbilla sumamente pensativo ante sus palabras, más que curioso por saber lo que contenía ese cofre misterioso.

—Por ahora solo podemos decirle que la Diosa pasó cientos de años investigando, y el hecho de que hubiera reencarnado en un cuerpo humano no le impidió la tarea en lo absoluto —comentó esta vez Kaia, con sus ojos bicolores brillando con astucia ante la próxima revelación—No tuvo descanso hasta descubrir la manera de traer a sus guerreros más fuertes de vuelta.

Shion parpadeó un par de veces con clara confusión e intriga, porque eran demasiadas cosas que tenía que asimilar.

Una sonrisa leve surcaron los labios de las hermanas.

—Once piedras preciosas, once almas doradas —dijeron ambas al unísono.

—Eso solo quieren decir que… —no podía ser, él más que nadie era consciente del poder de los Dioses, pero hasta donde él sabía nunca antes había pasado en generaciones anteriores. Debía de estar malinterpretando las cosas.

—Para que entienda la importancia de todo esto, Athena-sama nos encomendó a nosotras específicamente esta tarea, puesto que somos las únicas capaces de cumplirla —dijo ignorando por completo sus palabras—Soy la encargada de proteger al Oráculo de Delfos, pero que hasta los momentos los seres humanos habían creído erróneamente que era un objeto que poseía las profecías.

Entonces Ione apartó lentamente el velo que la cubría manteniendo sus ojos firmemente en un punto entre la barbilla y el cuello del hombre, negándose a mirarlo completamente de frente. Sin pasarle desapercibido el murmullo de asombro que soltó la alta entidad al verla finalmente.

—Pope-sama, como la Oráculo encarnada en esta tierra, mi deber y el de mi hermana es traer a los Santos Dorados de la orden Zodiacal de vuelta a la vida.

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Todo estaba como debería, el ritual podía dar comienzo finalmente.

Kaia observó con detenimiento lo que habían preparado junto a su hermana. Ciertamente el Patriarca les había conseguido todo con mucha eficiencia en tan solo unos pocos días, y era de esperarse, dado que al explicarle más detalladamente lo que su Diosa había hecho por el Santuario y por sus camaradas caídos no tuvo duda alguna que de verdaderamente estaba sucediendo después de incontables guerras.

Ella se movió lentamente al momento de presentir como el sol comenzó a ocultarse por las montañas. Su luz poco a poco dejando de tocar aquellos enormes pilares, y lo más importante aquel cofre de oro, lo que les indicaban que el tiempo empezó a transcurrir hasta el nuevo nacimiento del sol sobre ellas.

Silenciosamente las hermanas ya dentro del círculo se arrodillaron, e Ione acercó su mano al cofre, y con suavidad rozó con sus dedos el sello de Athena pronunciando una oración, logrando así que este se abriera. Al levantar con lentitud la tapa, se encontraban las piedras preciosas en bruto que reposaban pacíficamente en un almohadón de color lila… con un brillo sin igual y mágico en su interior, como si algo se moviera con sutileza en cada una. Posteriormente unieron sus manos con el tesoro de sus almas entre ambas, siendo rodeadas por un gran círculo de diseños intricados hecho de piedras, ramas, flores, hojas y algunas frutas, todo aquello que la madre naturaleza podría brindarles. A dentro a un lado de ellas se encontraban cuatro tazones blancos, cada uno de ellos conteniendo los cuatro elementos; una guía para ayudar a concentrar su energía. Y la piedra de cuarzo en sus cuellos se entibiaron cuando la energía comenzó a fluctuar entre ellas.

Entonces las horas empezaron a transcurrir, el tiempo para las dos era simplemente irrelevante, no era eterno pero tampoco veloz. Sus ojos permanecían cerrados, mientras susurraban en voz baja a la madre naturaleza para que estuviera presente, y a la misma Diosa que les había otorgado tan valiosa tarea para darles fuerzas y la energía suficiente para poder realizarla.

Y conforme se acercaba el nuevo amanecer, ya podían sentir la fatiga en sus cuerpos, pero no se atrevieron a mover ni un solo musculo más que sus propios labios al moverse o sus pechos al respirar. Pero finalmente el momento se aproximó, los primeros rayos de luz solar ya tocaba aquellos par de pilares que anteriormente entre ellos había estado la estatua de Athena. Las yemas de sus dedos cosquillearon al sentir un poder enorme proveniente de las piedras que parecían que iban a explotar en cualquier momento por el cosmos contenido en el interior de cada una.

Távros —la primera en romper la oración fue Ione deteniendo brevemente sus rezos al tiempo que agregaba un pequeño trozo del cuerno de un toro al cuenco con tierra fresca—Por las generaciones…

Kaia sostuvo entre sus dedos una moneda dorada con dos caras.

Dídymoi… —murmuró con suavidad, mientras su hermana continuaba rezando. Depositando el objeto en el tazón con el incienso que representaba el elemento aire—Por nosotros mismos.

Karkínos —la Oráculo depositó una concha marina en el cuenco con agua—Por la vida.

Léon —la otra observó como el colmillo de un león era consumido por las pequeñas llamas vivas en el cuenco—Por las posibilidades.

Mientras nombraban a los signos, cada piedra correspondiente fue elevándose del interior del cofre hasta posicionarse alrededor de las jóvenes mujeres, donde comenzaron a girar lentamente con una luz propia en su interior que las hacia brillar intermitentemente en una cadencia que asemejaba al latido de un corazón.

Parthénos —Ione cubrió con la tierra del cuenco un pequeño pétalo de una flor de loto—Por la verdad.

Skorpiós —la Pitonisa vertió posteriormente el veneno de un escorpión en el agua cristalina—Por la pasión.

Toxótis… —la hermana menor acercó una pequeña pluma blanca al fuego—Por el futuro —murmuró con suavidad antes de que las llamas la consumieran rápidamente.

Aigókeros —pronunció Kaia antes de clavar suavemente una daga afilada en la tierra—Por nuestra tarea.

Su compañera sostuvo un pequeño trozo de cristal que se asemejaba al hielo.

Enydreío —colocó el cristal junto al incienso con cuidado de no apagar el fuego—Por los sueños.

Finalmente la Oráculo tomó entre sus dedos las escamas de un pez percibiendo como todas las piedras preciosas estaban en torno a ambas a excepción de una.

Ichtheís… —susurró colocándolas en el agua—Por el orgullo.

Entonces ya con todas las piedras preciosas levitando y girando lentamente a su alrededor, las hermanas se tomaran nuevamente de las manos y al mismo tiempo cerraron sus ojos para dar una última oración.

—Con el Norte, Sur, Este y Oeste presentes, ante el cosmos que rige a todos los seres vivos, permite que el elemento Fuego les infunde la vida que se les fue arrebatada, que el elemento Tierra las asiente en este plano humano, que el elemento Aire guié sus almas de vuelta, y que el elemento Agua las integre junto con los otros… En nombre de Athena, la Diosa de la Guerra y la Justicia, con su bendición y la de nuestra madre naturaleza les otorgamos de vuelta sus vidas… —dijeron ambas con fuerza y espíritu en el momento en que la luz de los rayos del sol tocó las piedras haciéndolas brillar cada vez con más intensidad—Y que así sea.

Casi instantáneamente de pronunciar aquellas últimas palabras, cada una de las piedras ya con su propia luz dorada tan brillante como el mismo sol y las estrellas se elevaron aún más alto en conjunto. Y llegado a un punto bastante alejado sobre sus cabezas, todas se dispersaron a los diferentes Templos Zodiacales como si fueran estrellas fugases en el firmamento de un cielo claro y despejado.

Las dos mujeres jadearon al sentir como si el último trozo de energía de sus cuerpos hubiera sido arrancado de su organismo al tiempo que el ritual culmino y con este la presencia del cosmos de Athena se extinguió de su alrededor. Apenas pudieron abrir los ojos y verse brevemente antes de que ambas cayeran en la inconsciencia, totalmente agotadas por tan arduo trabajo.

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Pasaron varios días hasta que finalmente volvieron en sí, aún estaban bastante débiles, pero conscientes. La Vestal Madre, aquella muchacha de cobriza cabellera las atendió perfectamente, e inclusive, tiempo después el mismo Patriarca le anunció a través de ella que cuando estuvieran totalmente recuperadas quería agradecerle personalmente por otorgarles tan enorme milagro.

Aunque Ione no estaba muy convencida de salir al mundo exterior... aquel que estaba fuera de la Casa Principal, Kaia por otro lado quería explorar. Y a pesar que aún seguía cansada, no dudo en aventurarse con la advertencia de su hermana a sus espaldas.

El aire fresco le dio de lleno a su delicado olfato, y ella no pudo evitar respirar hondo sintiéndose un poco más renovada por esa pequeña acción. Sinceramente no soportaba estar encerrada, necesitaba estar afuera, escuchar el cantar de los pájaros, del susurro del viento, todas esas otras cosas que estaban tan acostumbrada a percibir estando siempre cerca de la naturaleza. Aunque el gran Santuario carecía un poco de árboles y vegetación en su centro y alrededor, eso no quitaba la maravillosa vista que otorgaba. Las montañas verdes y los prados, todo tan cerca que ella podía ir en un parpadeo si así lo quisiera. Sin embargo, por ahora solo se ocupó de bajar por los Templos Zodiacales, dispuesta a investigar un poco.

Aun así no dejo de ser precavida y cuidadosa, sobre todo al cruzarse con los humanos residentes de aquel lugar. Simplemente se conformaba con observarlos desde lejos, puesto que no le interesaba cruzar miradas o entablar conversación con alguno, por ahora lo que necesitaba en ese momento era saber cómo eran y como se comportaban. Ya que al parecer eran muy distintos a las mujeres de la Villa de Delfos, eso lo podía ver claramente en las pocas Vestales con que se topó, dado que no eran demasiadas y casi siempre estaban ocupadas en sus quehaceres. Pero, sobretodo, tuvo mayor cuidado en los imponentes hombres que se hacían llamar guerreros, y aún más aquellos de alma Dorada y el motivo del porque su hermana y ella estaban allí.

Dado que no iban a volver a su hogar por ciertas visiones que tuvo Ione, no le quedaba de otra que acostumbrarse. Pero primero lo primero era observarlos con atención.

Rápidamente ignoró las miradas que le dedicaron algunos, porque obviamente no la reconocía como a una de ellos. No obstante hizo caso omiso conforme pasaba por los alrededores de las Casas Zodiacales, puesto que no se atrevía a irrumpir en sus interiores. Los Dorados portaban un extraordinario poder muy por arriba sobre los demás, así que por el momento había echado el ojo a unos pocos que se habían aventurado a salir de los Templos domada totalmente por la curiosidad. Conocía los motivos de la Diosa para traerlos de vuelta a la vida, pero aun así había mucho que no comprendía del todo dada su inexperiencia en muchas cosas de la misma vida tan simples para muchos, y que para ella era todo un misterio por coexistir prácticamente toda su vida apartada del resto de la humanidad.

No obstante, se detuvo abrutadamente cuando pasaba cerca de uno de los Templos, y bajó con cuidado por la pequeña saliente donde había encontrado un poco de pasto fresco. No era realmente un problema para ella escalar o aventurarse por esas zonas, tenía habilidad de sobra para eso.

Ladeó levemente la cabeza al percibir un olor muy vago y raramente familiar. Así que se aproximó con sigilo viendo con ojos cuidadosos si no había nadie por los alrededores. Y entonces advirtió el símbolo que representaba el signo de aquella Casa Zodiacal.

Géminis.

Estrechó levemente la mirada antes de ingresar en aquel misterioso lugar. Y puesto que no se escuchaba nada y no podía sentir ninguna otra presencia más que la suya, supuso velozmente que su Guardián no se encontraba presente en ese momento. Cerró los ojos después de observar por unos instantes muy detenidamente la sala principal, y se había detenido en medio donde creía que el aroma era mucho más fresco.

A su nariz delicada llegó nuevamente ese olor, instándola hacer memoria. Y este la condujo rápidamente al pasado, justamente hacía más de tres años, donde la tragedia y el olor a sangre había quedado marcado en sus pensamientos como el fuego.

Apretó los labios con molestia, y al abrir sus ojos estos brillaban ligeramente con reconocimiento y algo mucho más salvaje.

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Defteros de Géminis descendió lentamente por los Templos sin demasiada prisa, disfrutando momentáneamente de esa pequeña libertad después de haber visitado a su amigo. No pudo evitar sonreír para sí mismo, la verdad es que Asmita estaba prendado de esa chica pelirroja, aunque aún no reconocía demasiado bien sus sentimientos, pero hasta él mismo podía notarlo con facilidad… solo esperaba que avanzaran por el bien de ambos.

Dejó escapar un lento suspiro al pisar nuevamente la Casa de Géminis, dado que a pesar de que transcurrían los días le estaba costando un poco habituarse a estar allí y al Santuario en general. A veces extrañaba un poco estar rodeado de ese calor extremo que la isla Kanon le proporcionó por esos dos años, pero debía admitir que estar con sus compañeros de armas era algo vitalizante en cierto sentido, en aquella paz y tranquilidad dando una nueva era de prosperidad y recuperación.

Repentinamente una presencia que invadía el Templo Zodiacal lo alertó. Era sutil, pero se hacía notar mucho más que las simples Vestales que a veces pasaban por allí.

Sus pasos se detuvieron en la sala principal donde se encontró cara a cara con la intrusa que lo miraba sin titubear.

Estrechó la mirada ante la figura femenina que se plantaba en el medio de la sala. Era la primera vez que la veía en el Santuario, ella era algo baja de estatura y poseía un largo y abundante cabello castaño oscuro, que se ondulaba hasta llegarle por los muslos estando amarrado en una coleta en lo alto de su cabeza junto con una corona de hojas verdes. Se percató que su vestimenta no era para nada adecuada, ya que la tela blanca de su largo vestido era de seda, lo cual si te quedabas viendo muy detenidamente no podía dejar casi nada a la imaginación, por lo tanto, él decidió ignorar sin interés y por respeto. No obstante, luego alguien tendría que decirle a esa mujer que no era apropiado para los ojos ajenos y menos en un lugar donde predominaba el sexo masculino.

Pero lo que más llamaba la atención de ella era sus ojos bicolores y exóticos.

—¿Que te trae por la Casa de Géminis, muchacha? —él habló dando una par de zancadas hasta permanecer a unos pocos pasos de la joven mujer, y aun así no pareció intimidada en lo más mínimo, a pesar que ni siquiera le llegaba al hombro.

A esa distancia pudo notar claramente como su ojo derecho era de color avellana, mientras que el izquierdo era de un lila muy claro, y por debajo de estos unas marcas rojizas sobre su piel dorada, dándole una mirada penetrante y misteriosa.

Kaia no se inmutó ante aquella voz grave ni en su imponente altura, ella simplemente alzó la barbilla sin temor alguno.

—Estabas allí.

Él arqueó una ceja, obviamente sin comprenderla en lo absoluto. Aunque al decir verdad ahora que la observaba mejor, había algo en ella que le parecía vagamente familiar.

Igual no dejaba de ser una intrusa en su Templo.

—Muchacha, no deberías estar aquí si no eres una Vestal —le dijo lo más amable que pudo a pesar que su tono seguía siendo un poco brusco.

La joven mujer simplemente pareció ignorar sus palabras, porque ella solo ladeó levemente la cabeza como si lo estuviera inspeccionando detenidamente con aquellos ojos extravagantes.

Kaia se atrevía a decir que podía reconocer a ese hombre, no importaba que la visión que ella y su hermana tuvieron minutos antes de que sus compañeras no dejaran ni rastro alguno en ese mundo... más que solo unos charcos de sangre oscura y seca impregnando la tierra. Solo les quedo eso, y en sus mentes la imagen de aquel hombre de largo cabello azul al igual que sus crueles orbes profundos, y que portaba una sagrada armadura de Oro.

Aun podía jurar que el olor de la sangre de las que había considerado sus hermanas alguna vez aún permanecía grabada en su memoria, al igual del aroma de aquel ser despreciable que cometió ese acto tan atroz.

Sin embargo, el hombre de tez morena que tenía en frente por muy idéntico que se asemejara al caballero que vio en su visión, sabía que no era él... puesto que en su aroma había una sutil diferencia.

Eso quería decir que solo le daba una única respuesta lógica.

—Con que gemelos… —murmuró ella con suavidad.

Defteros tensó la mandíbula a la sola mención de aquella palabra tan significativa para él, mientas la veía fijamente.

¿Quién demonios era esa mujer?

—Tres años han pasado desde que esas inocentes vidas fueron tomadas, y finalmente puedo estar ante uno de los que estuvieron presentes aquel día —Kaia continuó hablando manteniéndose serena—Pero puedo notar que no eres él… aunque eso no te deja impune ¿No es así? —dijo y sus ojos centellaron peligrosamente.

Entonces para el hombre de largo cabello azul todo cobró sentido repentinamente.

Se maldijo a si mismo por no haberse dado cuenta antes, puesto que ante él estaba nada más y nada menos que una Pitonisa. Debió haberlo supuesto por esas raras marcas debajo de sus ojos y la forma tan peculiar de su vestimenta.

No sabía cómo ella estaba al tanto o se había enterado de que el culpable de todo eso había sido su propio hermano, si nunca llego a confesar realmente algo referente del incidente con esas pobres mujeres. Si bien estaba consiente más que nadie que había sido Aspros, a pesar que muy en el fondo aun pensaba que una parte de de sí mismo todavía quedaba esa alma bondadosa que de niños lo hizo creer en él y en sus ideales…

Sus ojos azules volvieron a recorrer el rostro de esa mujer, que se atrevía a observarlo sin una pizca de temor o siquiera respeto infundado por su poder como Santo de Oro.

—Eres una de las mujeres que vino desde Delfos —él dijo modulando su tono de voz para no sonar como un gruñido áspero, porque los recuerdos de esas jóvenes asesinadas y tiradas en la tierna lo perturbaban aun. Se sentía tremendamente culpable, a pesar que él no tuvo nada que ver, más que observar impotente como su gemelo las enviaba hacia la otra dimensión.

El nuevo Patriarca después de haber reunido a todos los Santos Dorados, les había explicado como habían regresado a la vida gracias a un par de jóvenes que llegaron desde la villa que se había pensado en su momento que ya no existía. La Oráculo junto a su protectora, una Pitonisa que en su momento no habían tenido la oportunidad de ver, ya que habían quedado indispuestas después de haber prestado su energía para completar el gran pedido de la Diosa Athena.

Pero ciertamente no había esperado encontrársela en su Templo y con una acusación silenciosa.

—Eres un hombre peligroso —ella volvió hablar con suavidad.

Esta vez Defteros gruñó para sus adentros, cansado de verdad que esa mujer deliberadamente ignoraba sus palabras.

—Aún no se con certeza si tienes la misma naturaleza despiadada que tu hermano —Kaia comenzó avanzar, pasando por su ladol sin importarle en lo más mínimo como este le había dedicado una mirada furibunda—Pero ten por seguro que lo descubriré pronto… —le murmuró observándolo sobre su hombro antes de continuar su camino hasta perderse por el pasillo que la conduciría hacia la salida.

El Santo de Géminis se giró levemente para ver el andar de la mujer sin nombre, pero que aun así se hacía notar con una falsa tranquilidad. Había algo en ella que activaba una alarma en su cabeza... ella no era para nada normal, y no sabía si era por el simple hecho de ser una Pitonisa, o si había algo mucho más allá fuera de su comprensión.

Y no estaba seguro si quería averiguarlo.

Continuara...


Este capitulo es una pequeña introducción a lo que se viene jo jo jo y los nombres que ellas mencionan en el ritual, por si no se percataron, se refieren a los signos zodiacales, pero en griego, sin contar a Aries y Libra por obvias razones xD y también lo que ellas mencionan después de cada nombre es lo que dijo cada Caballero en el manga tras aparecer nuevamente para ayudar a Dohko y a Shion para expulsar a Hades del cuerpo de Alone :'3

Y espero de todo corazón que Kaia sea de su agrado al igual la historia que esta tras de ella y su hermana (y por cierto, adelfí significa hermana en griego)

Lo cual eso me lleva a mencionar que se viene grandes sorpresas y descubrimientos en el próximo capitulo que no se pueden perder si notaron ciertas cositas que pasaron en este cap 7u7

Pero en general todo el tema de la Villa de Delfos nos tomamos ciertas libertades, puesto que no se especifica demasiado en el mundo de SS :'c pero tras meditarlo por mucho tiempo tomamos decisiones a conjunto para hacer de esta historia interesante a otro punto de vista.

¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!

Pd: Creamos una pagina en facebook para dar aviso de las actualizaciones de estas historias de TLC, al igual que iremos subiendo dibujos de los diseños de algunas OC entre otras cosas :3

Pagina de Facebook: Sisters Of The Heart-SSTLC

¡Únanse, las esperamos!

Okami Akai