Cuenta regresiva

Sumario: Desde que era muy joven, Draco sabía que sólo sería cuestión de tiempo para que el Señor Tenebroso fuese a buscarlo.

Género: Aventura/Romance, fantasía, friendship.

Claves: Drarry eventual. AU. Perteneciente a la Serie ¡Cambio de Casa! (Draco!Elegido/Harry!Slytherin)

Disclaimer: Si HP fuese mío, esto sería canon. Ya que no lo es, saben lo que significa.


Confía: aquí termina la cuenta regresiva

Harry tenía dos misiones relevantes ese sábado a comienzos de marzo. Una sería llevada a cabo antes que la otra, en ambas asumía que estaría solo, pero puede que estuviese un poco errado.

La pared del pasaje que llevaba al piso oculto lo reconoció, por suerte. Se escabulló dentro sin prisas y llamó a Draco, más relajado a medida que bajaba el tramo de escaleras, sin recibir una respuesta. Debía encontrarse en lo correcto al suponer que estaría con sus amigos de Gryffindor.

Tuvo que hacer una pausa breve a mitad del cuarto escondido, cuando localizó al enorme perro negro que estaba echado sobre una de las camas. Leonis emitió un sonido vago, rodó sobre su estómago y lo observó, con la cabeza presionada contra el colchón, la mandíbula entreabierta.

Harry le enseñó sus manos vacías y caminó tan lejos como el espacio se lo permitía, bordeando su lado del cuarto, lento.

—Hola, bonito. Yo no estoy haciendo nada, sólo voy pasando —Podría jurar que el bufido del can sonó a una risa—. Vuelve a dormir, anda. Draco debe regresar en un rato, si sabe que estás aquí.

Se vio obligado a tantear la siguiente pared, la que conducía por el pasadizo cambiante a diferentes puntos del castillo. Probó suerte haciéndose una imagen mental de la oficina del director, mientras tanteaba la superficie sólida. Consiguió abrirla, pero dirigía hacia el pasillo exterior, de la estatua que necesitaba contraseña; no le bastaba. Lo cerró e hizo un segundo intento.

Cuando logró visualizar la oficina misma a través del pasaje, escuchó unos pasos acercándose. Pronto una cabeza cubierta de pelo se restregaba contra su pierna, al pasarle por un lado. Harry le rascó tras las orejas, distraído.

—Sí, sí, buen chico. Pero tienes que quedarte aquí, no te puedo llevar. Ni siquiera estoy seguro de cómo voy a regresar yo —Frunció el ceño al ver que el perro ladeaba la cabeza, sentado a su lado. Suspiró—. Sólo...quieto, eh. Quieto —Lo apuntó con el índice, tan autoritario como era capaz. No estaba seguro de si Draco le habría enseñado trucos, pero sus ojos oscuros parecían inteligentes, así que cruzó el pasadizo.

Leonis fue detrás de él.

Se giró para enviarlo de vuelta, ahogando un grito frustrado, pero el pasadizo ya se había cerrado. Lloriqueó al quedarse a solas con el perro, en medio de la oficina. Aquello no formaba parte de sus planes.

—Sólo tenías que quedarte —Protestó, pasándose las manos por el cabello.

Decidió que tendría que lidiar con los eventos sobre la marcha. Se desordenó aún más el cabello, liberando la frustración contra los mechones rebeldes, y dio una vuelta sobre su eje, buscando, buscando, buscando.

El sujeto de las notas le prometió sacarlo de ahí, cuando hubiese encontrado alguna prueba de que lo ocurrido no se trataba de ningún accidente. No le explicó cómo pensaba hacerlo, pero parecía bastante seguro de que podía lograrlo. Si no lo hubiese considerado tan importante, se habría negado en rotundo a hacer semejante locura.

Sólo tenía que revisar bien. Pensaba que si él estuviese planeando algo en contra de una persona públicamente conocida, no dejaría rastros de sus ideas, pero siempre podía encontrar una señal que lo relacionase a lo sucedido, ¿cierto?

Dio rápidos vistazos a la mesa llena de artilugios que desconocía, moviéndose, tintineando; no, ahí no había nada. Se acercó, con cuidado, a la percha de Fawkes, que estaba a punto de ser consumido en esa forma escuálida y desgastada que tenía, para volverse cenizas de las que renacer. Procuró no molestar a la pobre ave cansada y anciana, en su trayecto.

Rodeó el escritorio y se sentó, justo en el puesto que le correspondía a Dumbledore. A pesar de que una semana atrás había dejado el castillo, McGonagall, que tomó su lugar ante la contingencia, no mostró interés en ocupar la oficina también, por lo que todo permanecía exactamente como debió dejarlo. Detrás de su mesa, le daba la impresión de tener un ángulo diferente. Como si pudiese observar a través de sus ojos con gafas de media luna.

Gafas. Su cerebro hizo clic, aunque puede que fuese una tontería. Dumbledore usaba gafas. ¿No vería bien de cerca o de lejos? ¿Eran de lectura?

Convocó el estuche de sus propios lentes con un hechizo, lo abrió y se los colocó a medias. Lily le había enseñado a usar los lentes de contacto el verano anterior al ingreso a Hogwarts, pero aún los llevaba consigo, por si acaso.

Si se los acomodaba, vería distorsionado por el uso de ambos; no creía tener que hacerlo. Le bastó con bajarlos un poco por el puente de su nariz, de ese modo en que Dumbledore los llevaba, por lo que siempre lo veía subirlos con los dedos.

Se reclinó en el respaldar y mantuvo la cabeza en alto. Si él estuviese ocultando algo, en un sitio al que entraban estudiantes y profesores a diario, mantendría dicho objeto dentro de su campo de visión de forma permanente. De llevar lentes, ese campo era reducido.

Si Dumbledore se sentaba así, ¿qué era lo que veía? ¿En qué se centraba?

Intentó hacer memoria de su actitud las veces que visitó la oficina. Las personas, de manera inconsciente, prestaban especial atención a lo que pretendían cuidar. Era como, por ejemplo, un sujeto que tocase el bolsillo de su saco, donde dejó la billetera al salir de casa, cuando iba por la calle, para comprobar que seguía ahí; Peter había sido claro al enseñarle a notar esos gestos, porque los Merodeadores decían que se necesitaban conocer secretos de otros, antes de jugarles una broma bien hecha.

Pasó las manos por el escritorio, despacio. Papel, plumas, un sello, libros viejos, sin importancia. ¿Habría escrito algo?

Un sobre sellado iba dirigido al Ministerio, otro ponía que era su testamento y debía ser leído unos días después del anuncio de su muerte. ¿Estaría enfermo el viejo?

Abrió los cajones que tenía debajo de la mesa; ninguno contaba con cerraduras complicadas, ni hechizos de alarma. Más papeles, envoltorios de caramelos de limón, un libro de cuentos infantiles mágicos, ¿Dumbledore tenía intereses extraños o era cosa suya?

Viejas fotografías estaban amarradas con una cinta blanca. Porque se encontraban giradas, sólo veía la parte de atrás de las exteriores de la pila. Una tenía una inscripción que la ubicaba en el siglo XIX.

También había algunas recientes, pocas. Se distrajo con una de un Draco que no pasaría de los cinco años, intentando mantenerse equilibrado de pie sobre una escoba y fracasando. No tenía idea de quién la habría tomado, pero la persona en la orilla de la imagen, que utilizaba un encantamiento de levitación para frenar su caída, era el director.

Harry no se imaginaba lo que debió ser crecer en ese enorme castillo, viendo estudiantes ir y venir, saliendo rara vez. Siendo conocido y desconocido al mismo tiempo. Draco habría tenido un gran patio en que jugar y adultos a los que molestar, pero no creía que lo hubiese hecho seguido. Al menos, en la fotografía, se reía.

Devolvió las imágenes a su sitio y cerró los cajones, quitándose los lentes para hacerlos girar entre los dedos.

Había algo que no estaba viendo. El golpeteo de las patas y la cola de Leonis, en el otro lado de la oficina, lo distraían de sus cavilaciones.

¿Qué era? Tenía que esforzarse por ser razonable. Ponerse en su lugar.

Tienes a este niño huérfano en tu colegio, comenzó a pensar. Sus padres trabajan para ti, a él se le atribuye la derrota de un gran mago oscuro que debió cometer algún error.

No hay familiares inmediatos dispuestos a recibirlo, su padrino trabaja para ti. Es lógico que el niño se quede con él, ¿por eso lo dejas vivir aquí?

¿O estás intentando mantenerlo cerca?

No es un secreto dónde está. Lo dejas moverse, jugar, pero pocos estudiantes llegan a conocerlo. Tú mismo le das clases. Le enseñas de magia, de historia, números, leer, escribir.

Tienes una fotografía de su infancia, tal vez más. James tenía fotografías de Harry en su oficina también. ¿El motivo era el mismo?

Digamos que te conviertes en una figura paternal para el niño, le hace falta. Pero luego este niño se mete en problemas no una, ni dos, sino tres veces.

Este niño que cuidas podría estar en peligro, se cree que el asesino de sus padres tiene oportunidad de volver.

Llegados a ese punto, ¿qué haces?

Harry tenía el ceño fruncido por la concentración. La pregunta se repetía en su mente, se reformulaba, se recreaba.

¿Qué haces?

Si está en problemas, ¿qué haces?

Luego se le ocurrió. Volvió a mirar alrededor, como si buscase una confirmación de su idea en torno al lugar; Leonis estaba sentado, quieto, los retratos dormían, justo como el sujeto de las notas le prometió. Fawkes continuaba siendo viejo, demacrado, el Sombrero estaba en lo alto de un estante, igual que la espada de Gryffindor.

¿Intentas sacarlo por la fuerza del Torneo? ¿Intentas que no pueda competir más?

¿No es demasiado riesgoso?

Lo lastimas de forma controlada, para que no se lastime a sí mismo de manera letal.

Sacudió la cabeza. No, no creía. No tenía más teorías, pero aquella conllevaría más temas de los que eran de su incumbencia o podía explicarse.

Tras un pesado suspiro, dejó los lentes a un lado. Su mano rozó un estuche al hacerlo. Se demoró unos segundos en darse cuenta de que debía ser el de las gafas del director y no estaba vacío.

¿Quién se iba por ahí, sin sus lentes, cuando pasaba de cierta edad?

Supuso que no perdía nada con intentarlo. Los sacó, los hizo girar entre sus dedos. Creyó distinguir un reflejo de luz en el cristal, que no debería estar ahí.

Cuando se los acercó al rostro, notó que letras de tintas de colores se dibujaban en los pergaminos dispersos por el escritorio, en espacios que antes encontró vacíos. Tuvo que forzarse un poco porque, Merlín bendito, el viejo era incluso más ciego que él.

Leyó rápido para no marearse, captando fragmentos por aquí y por allá. Un nombre de un agente del Ministerio, menciones a Snape y una tal Ariadna, un pergamino tenía una nota que hablaba de Augusta Longbottom; no entendió el contenido.

Tuvo que rebuscar entre los papeles para dar con uno que hablara del Torneo. Dudó. A pesar de que, al comparar la caligrafía, distinguió que se trataba de la misma letra, la del Torneo estaba torcida, irregular. Como si hubiese sido escrita con prisas, o inclusive alterado.

La idea de Dumbledore alterado le resultó ridícula. Pero después pensó en la forma en que gritó cerca del Lago Negro, cuando Draco salió herido.

Lucía como una lista tomada de forma descuidada, los puntos eran unidos por flechas y algunos asteriscos los enumeraban.

Cáliz, D. La letra difería, con sus trazos más largos, al agregar el nombre de Zabini a un lado, con otra flecha que señalaba la primera letra.

Colacuerno. De nuevo, un ligero cambio. Peter era mencionado.

Lago. Longbottom, Potter. Harry volvió a fruncir el ceño al encontrarse incluido en el papel. Sirenas. Un signo de interrogación lo acompañaba, por encima de un borrón de tinta.

Laberinto, marzo. Ministro. Otro signo de interrogación, continuaba con una flecha a una sola línea: "¿cómo?"

Por mucho que lo veía, no podía sacarse de la cabeza la idea de que lucía como si una parte hubiese sido hecha rápido y la otra tiempo después, al calmarse.

Se retiró los lentes, recogió el pergamino lleno de notas y se puso de pie. Cuando levantó la mirada, no era el único en la oficina y Leonis ya no estaba; en su lugar, encontró a un hombre de cabello negro y facciones que le resultaron familiares.

Su grito estuvo a punto de despertar a los directores antiguos en los cuadros.

0—

Para la segunda misión del día, Harry estaba recargado en una de las paredes más próximas, cuando el pasaje de la Dama Gorda se abrió. Draco se detuvo nada más localizarlo, lo que causó que Weasley y Longbottom, que lo seguían, hiciesen lo mismo; cuando les pidió un momento, el primero frunció la nariz, el segundo rodó los ojos y lo arrastró de regreso a la Sala Común.

Tuvo una breve lucha interna, porque el Gryffindor caminó hacia él con las manos metidas en los bolsillos y se balanceó sobre los pies, intranquilo. Evitaba su mirada, una sonrisa un poco nerviosa se le formaba en el rostro. Sólo fue capaz de pensar que Draco Malfoy tímido era una imagen preciosa.

Después el can que lo seguía desde hace rato, ladró, captando la atención de ambos. Cuando Draco reaccionó para inclinarse y rascarle tras las orejas, Harry también pudo terminar de hilar sus pensamientos. Le tendió el pergamino que llevaba doblado en una mano.

Nosotros —Cabeceó en dirección al perro, que volvió a ladrar— tenemos que hablarte sobre algo.

—¿Ustedes...? —Draco arqueó las cejas. Él asintió.

0—

En un principio, su idea había sido la de darle la canasta que Lily envió para él junto al correo del día anterior, con uno de esos pasteles de chocolate. Skeeter hacía un gran trabajo manteniéndolos informados del caos que era el Torneo, después de todo, y las heridas de Malfoy no podían ser menos.

Sin embargo, no se imaginó que lo vería comerse una de las porciones de pastel, mientras le comentaba que, probablemente, intentaban asesinarlo. Ni que estarían en el piso oculto y el mago llamado Regulus Black, que debería estar muerto, también comería del pastel. Y en definitiva, lo que no se le habría ocurrido de ningún modo, fue que Draco le sonreiría con cansancio, se llevaría otra cucharada de pastel a la boca y se tomaría su tiempo para degustarlo, como si no acabase de soltar nada relevante para él.

Harry estaba a punto de gritarle para preguntar si es que no entendió lo que ocurría, cuando lo escuchó suspirar. Draco se enderezó, le pasó otra porción a Regulus, que se dedicó a devorarla, y tomó una profunda bocanada de aire.

—Recibí un paquete esta semana, poco después de que convencí a Pomfrey que no necesitaba más cuidados especiales y mi padrino dejó de llamarme "estúpido imprudente" —Regulus se rio entre dientes al oírlo—. No llegó con ninguna lechuza, sólo- apareció, sobre la tapa de mi baúl. Llevaba un objeto que estábamos buscando, un viejo anillo, en una caja de cristal mágico, con la advertencia de no tocar ni abrir. La nota que lo acompañaba era de Dumbledore. Me decía...que lamentaba no poder explicarme ciertas cosas que necesitaba saber, que esperaba que no me preocupase por su estado o su paradero, que recordase...aquellos favores que me pidió, y aguardase su siguiente paquete, que me mandará algo que también buscamos.

Harry arrugó el entrecejo.

—¿Y sólo por eso...? —Se detuvo a sí mismo a tiempo, por suerte.

No pretendía hablarle con tanta dureza. Draco meneó la cabeza, girando la cucharilla cubierta de chocolate entre sus dedos.

—Gracias por intentar. A los dos —Añadió, dando una ojeada a Regulus, que lucía pensativo—. Pero si vuelvo a dudar de Dumbledore, pronto voy a dudar de Severus, de Reg, de la profesora A, y luego vendrán Blaise, Nev...tú.

—¡Pero tienes buenos motivos para dudar! —Estalló Harry, apretando las manos en puños. Se volvió a desordenar el cabello—. ¿No se te ocurrió que, si Dumbledore lo organizó, podría haberle dicho a las sirenas qué hacer contigo? ¿Que todo sería a propósito, premeditado, que...?

—Sí —Harry no hizo más que observarlo boquiabierto, incrédulo.

—¿Entonces...? —Lo instó a seguir, gesticulando con ambas manos.

—Pues nada —Se encogió de hombros, un poco tenso—. Sabrá qué hacer. Confío en él.

—¿Pero tú sabrás lo que Dumbledore hará? —Siseó, con los dientes apretados— ¿o sólo vas a- a dejarte mover, como una marioneta?

La manera en que estrechó los ojos fue suficiente advertencia por sí misma. Harry ahogó un grito frustrado.

—Tienes que estar bromeando —Draco negó—, ¡no eres tan ingenuo! Después de- de todo- ¡podrías haber muerto en el lago! ¡¿Es cosa de Gryffindors confiar en alguien que te pone en peligro una y otra vez?!

—Por favor, deja de hablar así de alguien que también es mi familia.

No podía creerlo.

—No voy a dejar de hacerlo, porque estás fingiendo que no lo ves, ¡Draco, por favor! Si quieres simular que no te das cuenta, bien, hazlo, pero si vas a correr un peligro, sólo por confiar ciegamente en alguien que te está traicio-

—¡Él no me está traicionando, Harry!

Pocas veces había visto que el rostro se le pusiese rojo por la rabia. Hacía resaltar más la cicatriz de media luna.

—Creo que tienes un problema si de verdad piensas eso —Bufó—, es obvio que necesitas decirle a alguien que revise tu cabeza. Si te puso un imperio o algo-

Cayó en cuenta de su error de inmediato, por la forma en que los ojos grises se abrieron de sobremanera y luego se oscurecieron. Incluso Regulus levantó la mirada hacia él, horrorizado.

—Esta conversación termina aquí —Tras un momento de silencio, Draco optó por la salida fácil. Recogió su maletín y se puso de pie, simulando no percatarse de que Harry lo imitaba, acelerando para alcanzarlo. Le sujetó el brazo, antes de que llegase a la puerta.

—Bien, bien- dije algo que no debí, me pasé, es una acusación seria, lo sé, pero sólo mira cómo te estás comportando-

Draco se sacudió hasta zafarse de su agarre. Al girarse, lo encaró. Aún continuaba exaltado.

—Sé que es complicado- no espero que lo entiendas. Espero...que me creas —Musitó, cambiando su peso de un pie al otro. Regulus había regresado a su forma animal y se paseaba entre sus piernas, listo para dejar la Sala de los Menesteres—. En lugar de cuidarme tanto como todos hacen, ¿podrías confiar en que yo también sé lo que hago? Tal vez no esté seguro de muchas cosas y me equivocaré bastante, pero- —Soltó una temblorosa exhalación—. He pensado en mis decisiones. He pensado en quién confío y quién no. No puedo adelantarme a lo que vaya a pasar, sólo...puedo intentar tener bases firmes, que me sostengan cuando pase.

Lo miraba con una expresión tan suplicante que se sintió culpable, por el simple hecho de que pensase que era necesario pedírselo.

Conocía la respuesta, desde mucho antes de haberlo escuchado.

Harry se inclinó hacia adelante para rodearlo con los brazos. Por un instante, permaneció rígido. Luego se relajó y lo envolvió también, un poco vacilante.

Recargó la barbilla en su hombro y se aseguró de hablar sobre su oído. Le era más sencillo decirlo, si no lo veía a los ojos.

—Me gustas. Confío en ti —Tragó en seco, su serpiente interior no dejaba de retorcerse. Agregó luego, casi a manera de broma:—, pero aún te recordaré que te lo dije, si puedo.

Draco se rio al estrecharlo con más fuerza.

—Me parece bien —Harry tembló por la ligera presión de un beso en su mejilla. Para entonces, su serpiente ya había perdido el control—. Gracias, Harry.

—Soy el mejor. Deberías comprarme más dulces de Honeydukes el siguiente fin de semana.

Emitió un vago ruido afirmativo, que sonó a un "uh-uh".

—Te compraré todos los que quieras.

Se mordió el labio unos segundos. Tuvo que reunir valor para preguntar, con ese tono de broma y un tinte nervioso que no tuvo antes.

—¿Será como una cita o algo así?

Cuando se apartó un poco, tenía una sonrisa que sólo podía igualar la que se le dibujó a Harry.

—Si tú quieres que lo sea —No le dio tiempo de añadir nada más, porque fue el momento que Leonis eligió para meterse en medio de ambos, golpeándolos con su cola, ladrando y exigiendo caricias y atención.

0—

Esa misma noche, mientras Harry le contaba a sus amigos, en la Sala Común de Slytherin, que tenía "algo así como una cita" con el niño dorado, Draco, en una de las salas de la Casa de los Gritos, le tendía la espada de Gryffindor a Blaise Zabini.

—No consigo romperla, ayúdame —Pediría, en un susurro contenido. Reunieron los dos Horrocruxes más recientes, el que llegó por paquetería y el que tenían escondido en los alrededores del colegio; pudo destrozar el anillo en dos golpes, Regulus recogió la piedra que se le cayó, murmurando acerca de "una magia extraña que desprendía". La copa era más difícil.

Blaise titubeó, dándole una larga mirada a la espada entre sus manos. Regulus hablaba con la profesora A, sobre uno de los muebles reforzados con magia. Neville, que tomó los dos fragmentos del anillo en diferentes sacos de tela, para tirarlos lejos después, fue el único que también se percató de lo que ocurría.

—¿Qué pasa? —El chico arrugaba un poco la nariz y fruncía el entrecejo, como si encontrase algo mal cerca de ellos. Luego sacudió la cabeza.

—Podría jurar que...¿no sintieron eso? —Ambos Gryffindor se observaron, con idénticas expresiones estupefactas—. Olía a quemado, por aquí, sólo...no importa. Debo estar cansado —Le restó importancia, encogiéndose de hombros.

—Vamos por tu matalobos apenas terminemos aquí —Draco intentó animarlo, con una palmada en su espalda—. Severus está seguro de que esta será la dosis correcta. Nev y yo nos pasaremos la noche cerca, lo prometo.

Blaise asintió, respiró profundo y levantó la espada. Incluso con la fuerza extra de la proximidad a la luna llena y el filo mágico ideal para esos casos, le tomó varios golpes agrietarla para que la pieza cediese.

Regresarían al colegio por el túnel del Sauce, desviándose en dos grupos para enterrar los fragmentos de Horrocruxes destruidos en diferentes puntos del terreno. Las previsiones no estaban de más.

La siguiente noche, el matalobos al fin funcionaría. Draco lo sabría porque el lobo en que su amigo se convertía, restregó un lado de la cabeza contra la suya y se dejó acariciar el pelaje; aún era salvaje, fuerte, más instintivo que razonable, y estaría agotado por la mañana, pero podían estar seguros de que no se comería a nadie.

A la tercera noche de esa semana, las piezas de cierto plan terminarían de caer en su sitio. La época oscura para esa generación de Hogwarts comenzaba con un paquete y la desaparición de Draco Malfoy.


Fin del libro.


Les recuerdo que si me matan, no sabrán lo que viene después ¿?

A este punto, todo es súper confuso porque el Dracobebé tenía que encontrarse perdido al comienzo de la continuación unu

Juegos mortales, que es el segundo libro, abarca desde las consecuencias de esta última acción, hasta el verdadero final de la historia de Draco como Elegido. Pienso subirlo, si mi internet deja de fallar y me lo permite, la primera semana de abril, probablemente con más de una actualización para aclarar algunos puntos y calmar sus ansias comprensibles de asesinarme ¿?

Recuerden que yo los quiero mucho, incluso cuando escribo cosas como esta ¿?

Y gracias por leer /corazón, corazón.