—Aww ¡Que linda! —expresó risueño el gatito al saber que su dulce princesa le había dejado abierta la ventana expresamente por él—. ¡Me dejaste la ventana abierta, My Princess! —exclamó mientras su cabeza daba suave caricias al hombro de la chica que estaba muy cerca de la ventana en cuestión.

Ella se sonrojó por lo dicho y su gesto. Así que lo denegó producto de la vergüenza, lamentando dejarla abierta.

—La abrí porque hace calor.

—¿Es así? Entonces, ¿debería venir en invierno para comprobarlo? –dijo—. Además, ¿Por qué haces eso? —preguntó con inocencia—. Si abres la ventana, lo tomare como una invitación y te daré más calor del que puedas llegar a tener si no abrís la ventana.

Ella se sonrojo y ya sintió su advertencia calentar todo su cuerpo.

—¿Sientes mi efecto?

—No —refutó—. ¡Sal de mi habitación!

Chat Noir rió.

—¿Por qué no admites que abriste la ventana por mí? —cuestionó—. Admite que me quieres en tu habitación —dijo en modo travieso—. Admite que me viste que iba llegando y la abriste rápidamente con emoción —Sonriendo de oreja a oreja—. Admítelo —Sus labios muy cerca de su boca—. Como admitiste abrir la puerta de tu corazón y como abriste...

Descaradamente los ojos del minino se dirigieron a sus piernas sin terminar de formular la frase. La chica con las mejillas de color escarlata, abrió la boca indignada, ya dispuesta a lanzarlo por la ventana.

Esta vez no se lamentó de haberla dejado abierta, al escucharlo caer desde esa altura.