Disclaimer: Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen. Derechos a Masami Kurumada.

NdA: De nuevo el tiempo me ha estado comiendo. Así que lamento si no he podido enviarles un MP como debe ser. Los replies los encontrarán al final del capítulo.

¡Espero lo disfruten!


Mesa para dos.

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Capítulo II: Semper fidelis (Siempre fieles).

"Alma mía, no aspires a la vida inmortal,

pero agota el campo de lo posible".

Píndaro.

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III

A la mañana siguiente desperté temprano para poder ejercitarme. Luego de eso, me encargué de hacer el aseo en mi templo y finalmente almorcé algo a medio día.

El patriarca no me había dado ninguna misión en los últimos días, por lo que mi rutina había consistido únicamente en vigilar mi templo y dar rondas de patrullaje dos días y dos noches cada dos semanas. Así que en aquellos momentos mi rutina no incluía nada importante, por lo que me dirigí a mi habitación para tomar un baño.

Luego, mientras buscaba la ropa que usaría ese día, me quedé contemplando mi librero. Estaba lleno, pero eso no era nada a comparación de la biblioteca personal de Camus, obviamente. De cualquier forma, no me importaba, mi pequeña colección de libros me agradaba y era gratificante agregar un nuevo libro de vez en cuando.

Terminé de cambiarme. Estaba dispuesto a repasar los lomos de algunos de mis libros hasta que sentí el cosmos de Aioria en la entrada de mi templo, por lo que, naturalmente, salí para atenderle.

—Ey, Milo —comenzó Aioria, alzando la mano a manera de saludo—, ayer te quedaste hablando tan amenamente con Shaina que decidí no interrumpirte. Pero pensaba que podíamos ir hoy a Rodorio, ya que ayer tuvimos que posponer nuestra salida.

—Ah, con respecto a eso, lo lamento —solté sinceramente—, no me di cuenta del tiempo mientras hablaba con ella. Aunque de cualquier forma no creo que la pasaras mal sin mi compañía, ya que tiempo después noté tu cosmo habitando la cabaña de Marín —comenté de manera divertida. Aioria simplemente sonrió y asintió.

—Bueno, ya que andábamos por ahí… —dijo simplemente, y luego me miró con curiosidad—, ¿Y qué tal tu charla con Shaina?

—Pues, nada mal. Aunque creo que se molestó conmigo.

Aioria rodó los ojos.

—¿Por qué no me sorprende de ti?

Suspiré.

—No creo ser un idiota con las mujeres. A veces no digo comentarios acertados, pero en este caso es diferente —hice un mohín, y me encogí de hombros—, ni siquiera yo sé por qué se enojó, estábamos hablando bastante bien.

Cuando me refería a "comentarios acertados" hablaba de que yo solía ser un tanto honesto y con cierta falta de tacto —con todos en general—, no a que fuera impropio con las mujeres.

—¿Cómo es eso? —preguntó Aioria, arqueando una ceja.

Le conté como había transcurrido la charla. Cuando terminé, puso mueca de tampoco comprender que era lo que había molestado a Shaina, pero se quedó en silencio un momento. Después de haberlo meditado, habló:

—No es que Shaina tenga un carácter complicado. A decir verdad, es una mujer muy sencilla. Si a veces parece difícil de comprender es porque hay cosas que no son fáciles de decir para ella. Pero es bastante normal, ¿no? Todos nos guardamos ciertos asuntos en determinados momentos.

—Entonces no quiso responder a mi pregunta porque la respuesta era muy íntima para ella. O quizá se apenaba —reflexioné, siguiendo el hilo de razonamiento de Aioria. Él por su lado suspiró.

—Hay una cosa que debes entender si quieres tratar con ella: Todo con respecto a Cassio es un tanto delicado.

Hasta ese momento yo sólo conocía la historia de Cassio por la superficie: había entrenado con Shaina y combatió contra Seiya por el derecho a la armadura de Pegaso. Obviamente perdió, y Shaina trató de tomar venganza en contra de Seiya la misma noche del combate. Luego, tiempo después, Cassio había sacrificado su vida para liberar a Aioria del Satán Imperial de Saga y salvar a Seiya porque sabía que Shaina estaba enamorada de él. Historia bastante romántica e impredecible para un chico como él, quien era conocido por utilizar la fuerza bruta y en ocasiones ser un tanto sanguinario.

Pero ese apenas era un capítulo de su vida.

Aioria salió del templo y lo seguí. Se sentó en las escaleras, manteniendo un porte serio y consternado al mismo tiempo. Un cielo azul se extendía orgulloso por todo el horizonte, pero él había bajado el rostro, como si se sintiera avergonzado de dar la cara al día.

—Hay algo que quisiera contarte, pero sólo lo haré si antes me prometes que no se lo dirás a nadie más. Esto es algo que ni siquiera le he contado a Marín, no sé cómo reaccionaría si le hablara de algo así —el tono de su voz era sincero. Volvió su mirada hacia mí, quien estaba sorprendido. No sé qué tipo de secretos se había guardado Aioria, ni cuántos, pero tenía entendido que compartía casi todos sus asuntos con Marín.

—Está bien, lo prometo.

Cerró los ojos. Yo me senté a su lado. Se formó un pequeño silencio entre los dos antes de que Aioria se decidiera a hablar.

—Tiempo después de que la batalla contra Hades terminara y Athena nos diera una nueva vida, Shaina me hizo una confesión muy íntima y para hacerlo se quitó la máscara.

Lo miré incrédulo. Un montón de preguntas aparecieron en mi cabeza en un segundo. Me sorprendí a mí mismo pensando en distintas cosas en muy poco tiempo. En ese momento comprendí el por qué se hacen los chismes, si a mí se me había hecho muy fácil sacar deducciones con tan pocas palabras. Bastaba con sumar las oraciones "No se lo cuentes a Marín" y "Shaina se quitó la máscara frente a mí" para crear toda una novela romántica y llena de infidelidades.

—¡Espera! ¿Tú y ella…? ¿Qué pasó con Marín? ¿Y qué Shaina no estaba con Seiya?

Lo dije sin pensar, de nuevo. Mi amigo por su lado me miró, primero frunciendo el ceño y parpadeando, dándome a entender que no comprendía bien mis preguntas. Luego, su rostro tomó la expresión que ilustraba la revelación del momento. Comenzó a reír.

—No, no se trata de lo que tú te estás imaginando. Jamás le sería infiel a Marín. Y dudo que Shaina le sea infiel a Seiya.

Debo admitir que cuando aclaró eso, sentí que podía respirar nuevamente. El pensar que había descubierto un lado infiel de Aioria me había perturbado. Incluso tratándose de mi amigo, no apoyaría en lo absoluto esa clase de actitudes. Hay todo tipo de infidelidades y la mayoría me parecían reprobables. Una de ese tipo incluye ser infiel a alguien amado y también ser infiel a uno mismo. Aunque también sé que ser honesto con uno mismo puede ser demasiado complicado. Si no fuera así, el autoengaño no existiría.

Lo más irónico del asunto es que yo sería el que se autoengañaría tiempo después.

—Entonces… ¿De qué iba el asunto? —pregunté con la curiosidad todavía alimentando mi impaciencia por oír el relato.

Aioria pareció haber perdido la jovialidad y tranquilidad que mi imaginación inquieta le habían provocado. Soltó otro suspiró y sus ojos se entrecerraron con tristeza. Se quedó mirando las casas debajo de la mía. Luego miró en dirección a la zona de entrenamiento de los Santos Femeninos.

—Cuando Cassio murió, o, mejor dicho, cuando lo asesiné, le pedí disculpas a Shaina y le dije que, si debía culpar a alguien, debía culparme a mí. En aquel momento Shaina estaba siendo dominada por un paroxismo de tristeza y enojo. Le dije que debía odiarme a mí, que yo había sido el culpable de todo esto. Pero ella negó, diciendo que había sido ella la culpable de la muerte de Cassio y a quien odiaba era a sí misma —volteó para mirarme a los ojos—, puedo jurarte, Milo, que desde ese día sus palabras jamás han abandonado mi mente, pero… —se llevó una mano al rostro, cubriéndose un poco la boca. Estuvo en silencio por unos segundos.

Solté un suspiró y estiré los brazos y la espalda. Dirigí mi mirada al cielo, dándole tiempo a Aioria para decirlo todo. Estaba demás decir alguna palabra para alentarlo, así que sólo traté de hacerle entender con mi postura que fuera lo que fuera, yo seguiría ahí, igual que siempre, quizá fingiendo menos seriedad de la que se requiere a favor de entibiar las cosas.

Aioria mismo lo había dicho momentos antes. Hay cosas que son difíciles de decir. Y aunque todavía no sabía que era lo que tenía por contar, el tiempo que le estaba tomando el decir aquello me hacía pensar que, si para él era difícil contárselo a un amigo, debió ser más difícil para Shaina confesárselo a él. Fuera lo que fuera.

—Cuando la batalla contra Hades terminó, yo iba seguido a visitar la tumba de Cassio —prosiguió—, aun cuando Shaina me dijera que no había sido culpa mía. Lo cual me parecía estúpido, porque yo fui el asesino de Cassio. Continuamos con esto hasta que lo que parecía una leve discrepancia se tornó una discusión sin fin. Shaina estuvo molesta conmigo durante mucho tiempo y yo no sabía qué hacer para que ella entendiera… Hasta que un día me dijo el razonamiento detrás de sus conclusiones.

«La muerte de Cassio es mi castigo. Mi castigo por haber acosado a Marín y Seiya durante los años de su entrenamiento, de haberlos rechazado y discriminado por no ser griegos cuando yo misma no lo soy. La muerte de Cassio es mi castigo por haberme burlado de ti, Aioria, por haber sido el hermano del traidor. La muerte de Cassio es mi castigo por no haber sido la maestra que Cassio necesitaba. Su muerte es mi castigo por haberme enamorado de la persona que intenté odiar toda mi vida. La muerte de mi único alumno es mi castigo por haber sido una mala persona gran parte de mi vida. Es mi castigo, es mi culpa. Y tengo que cargar con esa culpa hasta que muera, Aioria. No voy a permitir que nadie comparta el peso de esta carga. —luego de eso se quitó la máscara y me miró fijamente—, cuando se me asignó ser maestro de Cassio mi corazón se había llenado de orgullo, porque ahora no sólo era un Santo de Plata, sino alguien digno de enseñar a otros. Quería que Cassio fuera grande, confié tanto en sus habilidades que me olvidé de que las mías no eran las adecuadas para guiar a alguien. Como su maestra, su muerte es mi castigo, y al mismo tiempo sus logros son mi orgullo, porque pese a que no poseyese ningún rango ni armadura, Cassio dio su vida y en esa empresa contribuyo en la salvación de Athena. No me quites la amargura de su muerte ni el orgullo de sus logros. Por favor, Aioria… No lo hagas».

Aioria volvió su mirada hacia mí y me sonrió.

—Supe en ese momento que la vida había cambiado a Shaina de una manera muy drástica. Las guerras, las batallas y las perdidas habían afilado su carácter, ahora de una forma distinta: ella había sido una mujer que no quería dejarse vencer por la fragilidad que la gente presume de su género. Creció siendo hostil y feroz, se valió de su fuerza para sobrevivir en nuestro mundo, una persona lo suficientemente fuerte como para acallar los prejuicios de ser mujer. Y como si no fuera suficiente, las experiencias continuaron cambiándola, la entibiaron, la cansaron— Aioria se quedó mirando el cielo—. Pero las experiencias nos cambian a todos ¿No es así? Todo el tiempo nos destrozan y nos reconstruyen.

—Tienes razón en eso —comenté, ofreciéndole una de mis sonrisas, buscando darle a entender que comprendía.

Todos habíamos cambiado. Ser un Santo de Athena no te hace menos humano y todos habíamos perdido parte esencial de nosotros durante las batallas, pero también conocimos dimensiones nuevas de nosotros mismos. Con cada tortura nueva y cada lágrima virgen descubrimos que nuestro umbral del dolor es amplio; interminable. El de Shaina no era diferente. Por eso Athena cree en nosotros los humanos; somos infinitos porque siempre tenemos espacio para el dolor y, sin embargo, continuamos avanzando. Nacemos con la capacidad de rehacernos.

—La muerte de Cassio le dio nuevas perspectivas a Shaina: la despertó a sus errores y cultivó nuevos remordimientos.

—Debió ser muy difícil.

—Probablemente. Y sé que no debería estar contándote esto, Milo —en ese momento Aioria me miró fijamente—. Pero sé lo que piensas.

—¿De qué hablas? —pregunté ofuscado.

—Te interesaste en ella.

—Es muy pronto para dar un veredicto como ese ¿No te parece? —pregunté a la defensiva, con el ceño fruncido—. Se ve que es una mujer fuerte y lo admiro. Pero fuera de eso no tengo nada más que decir al respecto.

—Pude verlo en tu mirada. Tus ojos brillaban cuando hablabas con ella… Quizá no te has dado cuenta —Aioria me tomó del hombro—. Somos amigos de la infancia; mi experiencia al conocerte lo confirma. A veces es fácil para un amigo darse cuenta de cómo actuara el otro antes de que este siquiera lo prevea.

Admitía dentro de mí que Shaina me había interesado, pero no tenía los motivos suficientes como para hacerlo. No iba a dejarme guiar por su belleza; porque efectivamente era una mujer muy atractiva, pero eso no bastaba para mí. No entendía en ese momento que motivo la mantenía prendada con un deje de incomodidad en mi pensamiento.

—De cualquier forma, no haría nada, ella está con Seiya —comenté para tratar de calmarlo.

—Es por eso que te cuento todo esto: No puedes hacer nada. Shaina ha tenido suficiente. Si te entrometes con ella sólo le traerás problemas enormes.

—¡Vamos, relájate! —dije, mitad confundido, mitad molesto—. Si dices que me conoces entonces sabes que no soy imprudente.

—Imprudente no, impulsivo sí.

—Bueno, igual no creo que sea el caso. Sólo quiero ser su amigo… ¿Eso está tan mal?

—No está mal, pero si te ven tener cercanía con un Santo Femenino que está comprometido, la situación podría ponerse tensa.

—No creo que Seiya arme un escándalo. Él no es esa clase de sujetos.

—El problema no es Seiya… —Aioria suspiró y me miró fijamente—. Sólo prométeme que no harás nada estúpido… ¿De acuerdo?

—Lo haría, si me explicaras por qué desconfías tanto de mí como para hacerme prometer algo así —le sostuve la mirada—. De pronto te has puesto extraño, Aioria y me ofendes por algo que todavía no he hecho.

Al expresarle la forma en como su actitud me había hecho sentir, Aioria trató de relajar su porte.

—No puedo hablarte de esto a plenitud, Milo, ni explicártelo del todo... Al menos, no por ahora. Pero lo haré si cumples a tu promesa.

Aioria me miró, ahora con cierta templanza y tranquilidad que logró transmitirme a través de sus ojos. Como si nuestra ligera discusión me hubiera dejado agotado, aspiré una pequeña bocanada de aire para sacudirme el malestar y acepté, fingiendo indignación.

—Pues, si no me queda de otra… está bien.

—Me alegra que lo entiendas, amigo mío —Aioria sonrió—. Entonces… ¿Qué te parece si bajamos a Rodorio en la tarde?

—Está bien, pero tendrás que invitarme una ronda de ouzo para reconfortarme por el mal momento que me hiciste pasar, de repente me hiciste sentir culpable por hablar de Shaina.

Aioria echó a reír.

—Lo siento, no quise parecer tan dramático. Sólo hazme caso y todo estará bien… Y sí: yo invito la primera ronda… ¿A las 6 p.m. está bien?

—Ahí estaré.

—Bien… ¡Hasta entonces, bicho!

Con un semblante mucho más tranquilo, Aioria se levantó, me dio la espalda y caminó escaleras abajo en dirección a su templo. Por mi parte, no pude dejar de darle vueltas al asunto durante un buen rato. No entendía por qué la repentina urgencia de Aioria por aclararme —casi amenazarme—, de no hacer nada con respecto a Shaina.

Pero él tenía razón. Me conocía mejor que yo mismo. Supo leer en mis ojos la verdad y trató de evitar la tempestad.

En realidad, fui un estúpido por dudar de él.

IV

La pieza de literatura que quería mostrarle a Shaina apenas cabía en diez hojas pequeñitas ya que la presentación del libro era pequeña. Era un cuento escrito por un autor no muy famoso, llamado I. G. Edmonds, y basado en un personaje del antiguo Japón. El librito incluso contenía ilustraciones muy bonitas. En pocas palabras: era un libro infantil.

Uno de los principales motivos de Shaina para leerle todos esos libros a Cassio era para aprender. A decir verdad, estoy seguro de que era para el aprendizaje de ella más que para él; finalmente Cassio estaba muerto y bueno… por más que nos gustara fingir que escuchaba a Shaina, no podíamos ser tan optimistas todo el tiempo.

Por esa razón había decidido llevarle ese pequeñísimo cuento. Creo que para empezar era un cuento bastante digerible y con un final inesperado. A decir verdad, yo lo amaba.

—¿Ooka y el olor robado? —preguntó Shaina, mirando el título, con un semblante confundido que no percibí en un inicio.

—Así es —respondí tranquilamente. De haber podido ver su rostro hubiera entendido mejor su confusión, o siquiera haber tenido un indicio de lo que pasaba por su mente gracias a sus expresiones faciales—. Es un buen cuento, estoy seguro de que te gustará.

—Es un cuento infantil —dijo con un tono de voz algo molesto.

—Así es —volví a afirmar, ingenuamente. Parece que eso sólo la desesperó más.

Suspiró y se llevó las manos a la cadera. Volteó el rostro, como meditando en las palabras que usaría para explicarme sus pensamientos.

—Está bien, dije que a veces me costaba un poco de trabajo leer a Aristóteles, lo admito —comenzó, con algo de vergüenza—. Pero eso no quiere decir que necesito empezar con literatura infantil.

En ese instante entendí todo.

No pude evitar reír, pero es que la escena me había parecido divertida. Aunque no debí ser así de descarado, siendo que ella se estaba sintiendo ofendida porque le había compartido un cuento infantil gracias a la confesión que me había hecho sobre el trabajo que le costaba comprender a Aristóteles. Shaina dedujo que mis risas se debían a que me burlaba porque yo pensaba que era una tonta, cosa que no era cierta, pero finalmente esa fue la impresión que le di, por lo que eso sólo la enfadó más y terminó arrojándome el librito a la cara.

—¡Eres un idiota! —me gritó.

Se alejó dando zancadas. Naturalmente, la seguí.

—¡Oye! ¡Perdón, no era mi intención ofenderte! —aclaré, recién recapacitando en mi pésima reacción.

—Sí, claro, tus burlas me dieron a entender eso —comentó, sarcástica, mientras continuaba caminado en dirección a su cabaña.

—Lo sé, fue estúpido de mi parte haberme reído, pero debes creerme que no lo hice con esa intención.

Ella se detuvo y me encaró, poniéndose a la defensiva.

—Oh, ¿Entonces por qué tu risa se escuchó en medio Santuario? —consultó indignada.

Suspiré y la miré fijamente.

—Ya dije que fue estúpido de mi parte… —hice una leve pausa—. Me dio risa porque no imaginaba que esa fuera tu respuesta. Fue inesperado para mí, es todo—la miré fijamente—. Además, el cuento que quiero que leas es importante para mí, es uno de mis favoritos no sólo desde que era niño, si no que a día de hoy lo disfruto como ningún otro. No por ser un libro infantil significa que sea un cuento frívolo y sin valor. Además, algunas veces debemos recordarnos a nosotros mismos en nuestra infancia para recordar lo primordial— terminé, ofreciéndole el libro de nuevo.

Shaina me miró y luego miró a mi mano derecha que era con la cual le estaba extendiendo el libro. Se quedó meditativa durante unos segundos que me parecieron eternos. Luego me arrebató el libro y me dio la espalda.

—Está bien, lo leeré. Te lo devuelvo más tarde —dicho eso se encerró en su cabaña, azotando la puerta en el proceso.

Sonreí. Después me dirigí al coliseo: había quedado de entrenar con Camus.

Como ya mencioné antes, Shaina me daba la impresión de que leía todos esos libros para aprender. Cassio había muerto, y su perdida le abrió los ojos ante una nueva realidad, gracias a eso los errores que cometió en el pasado la motivaban a intentar ser mejor persona. Pero creo que ella no se daba idea de cómo serlo, así que leía mucha ética griega y romana para guiarse. Sin embargo, Shaina tenía su orgullo que le impediría admitir algo así, y en aquel entonces creí que esa había sido la razón por la que al final se mostró cortante la ocasión anterior en la que hablamos.

No obstante, debo decir que sus intentos por mejorar me enternecían en cierto sentido. Me recordaban a mí mismo cuando era más joven y buscaba comprender el mundo. Quizá eso era lo que me hacía tener interés en ella; quería ayudarle en ese proceso de crecimiento.

Y es que no era sólo el hecho de que me recordara a mí mismo de joven, a decir verdad, me recordaba a mí mismo en esos momentos de mi vida. Acorde a lo que Aioria me había contado, Shaina había decidido cargar con la culpa de la muerte de Cassio porque, según ella, ese era su castigo por haber sido poco piadosa para con los demás en el Santuario, sin embargo, esa es la debilidad que el poder nos da: gracias a que nos sentimos fuertes, también creemos estar en lo correcto… ¡Qué sofisma más absurdo! Pero lo peor es que yo no fui ajeno a ese razonamiento. Creí que mi rango demostraba mi fuerza y mi voluntad, seguí fielmente las órdenes que se me dieron, orgulloso de mi lealtad y piedad al poseer una técnica que le permitiera al oponente redimirse, pero aquello hinchó mi ego, y al final eso sólo provocó que terminara masacrando a toda una isla habitada por aprendices inocentes y asesinar a su líder y un ejemplar Santo de Plata, que demostró tener un mejor discernimiento que el mío.

El momento de la revelación de nuestros errores es como quitarte una venda que te ha mantenido a ciegas durante tanto tiempo que cuando te enfrentas a la visión del mundo, esta realidad es tan impactante que algo dentro de ti se fragmenta. Me aferré a mi orgullo para no dejarme caer, pero por dentro la verdad me laceraba. Saber que había cometido un error de tal magnitud hacía que mi consciencia estuviera a punto de quebrarme la cabeza.

Para empeorar las cosas no se me dio un castigo. El resultado de mis acciones se le adjudicó a Saga y en cuanto a mí no hubo reprimenda alguna. Todos los demás me miraron con solemnidad, como si mi rango fuera mayor a sus opiniones. Incluso June tuvo que tragarse su coraje y tratarme con respeto porque eso era lo que dictaba el protocolo para todos los de menor rango. Y yo sólo podía ver algunas de las cicatrices que le dejé en los brazos, sin saber cómo pedirle disculpas por ello.

¿Cómo castigarme a mí mismo por la muerte de Albiore y los compañeros de June? No tenía opciones. Y mi deber me impedía morir todavía. Al menos, hasta dar mi vida en la Guerra Santa, nada podía impedir que viviera.

Cuando Athena nos trajo de regreso a la vida lo hizo mediante la conexión que había entre las almas de los caballeros y sus armaduras. Así Albiore pudo estar de regreso; los compañeros de June que habían ganado una armadura también y como los jóvenes aprendices con poca experiencia fueron los primeros en evacuar la isla aquel día, las pérdidas se redujeron a cero, no sólo para alivio de Albiore si no para el mío propio también.

Lo primero que hice fue pedirle perdón a Albiore. Aquel hombre que comparte una edad igual a la mía posee, a decir verdad, una paciencia construida por lo años y un criterio amplio. Si se le mirara y se le comparara conmigo cualquiera diría que él es más grande y sabio que yo; quizá porque ha adquirido una clase de experiencia que sólo se obtiene al enseñar a otros, una la cual yo todavía no poseía.

Albiore me perdonó, pero no sin antes haberle demostrado mi arrepentimiento. Pedí permiso a Athena y durante un año estuve viviendo la vida austera a la que los aprendices se someten en Isla Andrómeda. Viví noches de fríos intensos, y días más calurosos que el sol de Grecia. Reduje mi dieta por la escasez de alimentos y estuve bajo el mandato de Albiore, haciendo de lado mi posición en el Santuario; todo con motivo de reconstruir Isla Andrómeda.

Tuve tiempo para hablar con June y Shun, no fue fácil obtener el perdón de June tampoco, pero logramos una convivencia tranquila. Trabajé hombro a hombro con ellos, colocando cada adoquín y bloque en las construcciones, erigiendo nuevos pilares, levantando nuevas viviendas. En aquellos doce meses olvidé la importancia de mi rango que cuando regresé me sorprendí lo aferrado que viví a ese puesto durante años.

Aquella experiencia me hizo probar la vida de distintas formas y me hizo paladear las dulzuras de la humildad. Ahora cada que alguien me guarda más respeto por mi armadura que por lo que soy algo dentro de mí me hace sentir nauseas. Prefería que los demás fueran honestos conmigo. Lo sigo prefiriendo; quisiera que todas las personas tengan confianza de decirme lo que piensan de mí sin temor a que salgan heridos o que obtengan una reprimenda. Hay un parte de autoconocimiento que te brindan las personas cuando te permiten mirarte desde sus ojos.

Por eso valoraba a Shaina. Ella era honesta conmigo, no tenía miedo de mí. Las veces en las que se mostró enfadada conmigo tenían una justificación bastante comprensible y las ocasiones en que me ofreció su lado más dulce me demostraron que yo había cambiado al grado de hacer que alguien como ella se abriera conmigo. Cuando podemos traer regocijo a otros mediante nuestra compañía sabemos que hemos crecido y cambiado para bien.

Incluso Afrodita tuvo un abandono de su orgullo. Antes de mudarme a Isla Andrómeda por un tiempo, hablé con él para instarle a hacer lo mismo. Ambos éramos culpables en cierto sentido. Afrodita se mostró renuente y con un semblante frío expresó su poco interés por pedirle disculpas a Albiore.

«A decir verdad, deberías sentirte el doble de culpable por esto: El patriarca no confiaba en que pudieras completar la misión; por ese motivo me envió a mí. Yo sólo intervine en el momento que creí conveniente para facilitarte las cosas —Afrodita había sonreído y me había mirado con esos ojos afilados que posee, como si supiera que estaba por incrustar la daga en el punto frágil—. Y por si no lo recuerdas, Milo, yo ya he pagado mi deuda: Morí a manos de Shun, en venganza por la muerte de su maestro y la destrucción de su isla, pero… ¿No debiste morir tú también, acaso? Hubieras permitido que June te asesinara, siquiera, finalmente, quien masacró a esa isla fuiste tú, y no obstante no se te castigó en ningún sentido, por eso sientes culpa y quieres sentirte mejor contigo mismo… realmente es egoísta lo que buscas. Redimirte es sólo hacer un trato con tu conciencia para que te deje tranquilo».

Luego de eso había reído con descaro. Yo lo miré frunciendo el ceño, pero decidí no decir nada al respecto.

«No me interesa convencerte de algo, Afrodita —cerré los ojos y me tragué mi orgullo—, si tu alma está tranquila, entonces me alegro por ti».

«Bien».

Decidí darle la espalda y comencé a caminar, dispuesto a irme de su templo, sin embargo, en un último momento me detuve y suspiré. No me atreví a mirarlo, no porque tuviera miedo de lo que estaba por decir, más bien para que Afrodita no sintiera vergüenza ante mis palabras.

«Sin embargo, no olvides… No sólo perdiste ante Shun porque buscaba venganza por la muerte de Albiore. Moriste porque lo que tú creías era erróneo. Quizá tu fuerza sea digna de admirar, Afrodita, pero aquello en que lo ponías tu fe era débil —sentí su cosmos tensarse cuando dije aquello—. Y yo no estaba lejos de una posición semejante a la tuya. Es por eso por lo que quiero hacer esto: no sólo para estar en paz con mi conciencia, como crees tú, sino para fundamentar y cimentar aquello en lo que creo. Y lo que creo es que cada persona tiene el poder de redimirse y reconstruirse sin la necesidad de que su orgullo se interponga. Me alegro, en dado caso, que mi consciencia me pese más que mi orgullo… —suspiré—, nos vemos».

Continúe avanzando, sin voltear a verlo ni por un segundo. Creí que no lo volvería a ver hasta que regresara al Santuario, un año después.

Esperaba que Afrodita tuviera tiempo de reflexionar y que llegase a la conclusión que llegase, fuera la adecuada para su situación. Por dentro también admití que no podía obligarlo a actuar igual que yo; que él era una persona diferente, con virtudes y defectos diferentes a los míos, con experiencias diversas que no cuadraban con las mías, con ideales distintos adquiridos a lo largo de una vida que no hermanaba con la mía. Obligarlo a actuar como yo sería obligarlo a pensar como yo. Así que, en parte, si para él la deuda estaba pagada, yo no podía hacer nada para cambiar su opinión, finalmente tras cada palabra que salió de sus labios él no había dicho nada más que la verdad.

Yo sabía que él había mencionado todo aquello con intención de ofenderme y hacerme sentir peor; y su razonamiento no era errado, yo había cometido el pecado mayor y había sido él quien recibió un castigo que yo merecía. Todo eso era verdad. Lo que no aceptaba dentro de mí es que él utilizara ese argumento para sostenerse en su orgullo, para defenderse de la vergüenza que sentía por sus pecados. Lo único que deseaba de él, es que fuera más sincero consigo mismo.

El tiempo me demostró que mi razonamiento tampoco era errado. Semanas después de mudarme a Isla Andrómeda, tras un día agotador de trabajo para su reconstrucción, un barco arribó a puerto; era el navío del Santuario y quien venía ahí era Afrodita, acompañado de soldados rasos que habían traído provisiones para la isla.

Los habitantes de Andrómeda se alegraron por las provisiones, pues la comida escaseaba. Sin embargo, noté que Afrodita se mantenía impávido y en un momento dado entre la organización y repartición de la comida, lo miré hablar con Albiore. Todos los demás estaban tan animados hablando los unos con los otros que probablemente no notaron cuando ellos dos se apartaron de la multitud para hablar tranquilamente.

Nunca supe de qué hablaron, pero parece que lograron llegar a un acuerdo en donde ambos estuvieran en paz con el otro. Contrario a lo que creí, Afrodita no se marchó de regreso al Santuario junto con el navío de Athena, si no que también decidió a quedarse en Isla Andrómeda. Los meses siguientes se encargó de estudiar el suelo de la isla, determinar que partes eran las apropiadas para hacer crecer algunos plantíos y así los habitantes no tuvieran que escasear de comida con la regularidad con la que lo hacían.

Por lo que pude discernir, no fue una tarea fácil para él. Isla Andrómeda era un sitio sombrío y la tierra era yerma y triste. Pero eso no significaba que fuera imposible comenzar un sembradío. Afrodita incluso se ofreció a enseñar sus artes a algunos de los estudiantes de Albiore y a Albiore mismo, les enseñó, al igual que su maestro, que el cosmos es infinito y que conecta a cada ser viviente en el universo.

«…y al igual que nosotros, la naturaleza también tiene vida. Las tierras de aquí antes fueron prósperas y para traerlas de regreso debemos entregarles parte de nuestra vida. Si la tierra nos da su fruto ¿Qué podemos ofrecerle a cambio?»

Junto con Albiore eran siete personas que, sentados alrededor de él, miraron como concentraba su cosmos sobre el suelo áspero y transmitía parte de su propia energía a la tierra. Fue como así, las flores volvieron a crecer en Isla Andrómeda y con el tiempo, pudimos traerle de regreso la gloria que antaño le perteneciera.

Albiore mismo, humilde con era, admitió que no hubiera logrado obra semejante sin nuestra ayuda. Me sorprendió la facilidad con la que Albiore se desprendía de su ego, aceptando ser un aprendiz más a lado de sus discípulos en las artes de Afrodita. Y por mi parte, yo sentí una nueva dicha que la existencia me ofrecía. Sentí como el paso de esos doce meses me habían modificado para bien. Fue incluso, difícil despedirme de aquel estilo de vida, pero mis obligaciones en el Santuario me trajeron de regreso.

En aquel instante sonreí al recordar que, durante las noches de descanso en Isla Andrómeda, sentados todos alrededor de una fogata, mirábamos las estrellas; contemplábamos la cuna estelar en donde alguna vez nuestras almas estuvieron juntas. Compartíamos nuestras risas y experiencias, éramos capaces de hacernos reír mutuamente. Sentí lo que la familia de Athena significaba.

Y cuando ya me hallaba en mi camastro, con una vela como única iluminación, siempre me daba unos minutos para leer un poco. Albiore tenía muchos libros y entre ellos me sorprendió encontrar el mismo cuento que le había prestado a Shaina. Fue un cuento que leí cuando era un chiquillo de siete años y con el que me reencontré cuanto estuve viviendo en Isla Andrómeda. Albiore tuvo la bondad de regalarme el librito, incluso.

Significaba mucho para mí. Fui bastante sincero cuando le dije eso a Shaina.

V

Tenía un brazo sepultado bajo el aire helado de Camus, mientras que él tenía siete de mis Agujas Escarlata repartidas por todo el cuerpo. Estábamos sentados en la primera fila de gradas del coliseo y habíamos dado fin a nuestro entrenamiento-enfrentamiento.

—Veamos quien aguanta más tiempo el dolor —le reté.

—Eso demasiado imprudente y pueril, Milo… —se quejó, mirándome fijamente. No obstante, apenas pasados unos segundos, sonrió—. Acepto la apuesta.

—¿Qué se lleva el vencedor? —le pregunté, siguiendo nuestra faramalla.

—No lo sé ¿Qué propones? —en ese instante se llevó una mano al costado izquierdo. Comenzaba a tener una hemorragia más intensa de ese lado. Un leve quejido salió de sus labios.

—No tengo nada en mente… Auch —yo estaba dejando de sentir mi brazo que se encontraba congelado desde el hombro hasta la punta de los dedos.

—Estás de acuerdo en que los dos tenemos que decidirnos antes de que alguno de los dos se desmaye, ¿Verdad? —me apresuró, con su rostro desfigurándose levemente por el dolor.

—SÍ — y es que por un lado Camus estaba perdiendo sangre demás y por mi parte mi sangre no transitaba bien por mis venas debido al hielo en mi brazo—. Ya sé, si yo gano podré llevarme cualquier libro que quiera de tu biblioteca.

Camus chasqueó la lengua.

—¿Y qué me ganaré yo? —apenas pudo preguntar, apretando los dientes.

—No lo sé, tú dime —en aquel momento apreté los parpados, tratando de soportar el adormecimiento que comenzaba a extenderse por todo mi cuerpo—. ¿Qué es lo que quieres?

Se quedó pensativo un rato.

—Todavía tienes en los recintos privados de tu templo la copia de "Night and her Daughter Sleep" de Mary Macomber que conseguiste en Ginebra ¿verdad?

—No me digas que quieres eso… —en ese momento eché la cabeza para atrás en un intento por controlar el mareo que sentía.

—Oui —Camus aspiró profundamente—. ¿Aceptas?

—Ugh… ese es un golpe bajo. Pero está bien… —suspiré—. De cualquier forma, que quede claro que en caso de que ganes, sólo cambiará de templo y que te lo confío porque eres mi amigo…

—Sí, sabes que probablemente cuidaré esa pintura mejor que tú.

—¡Oye!

—Sabes que es cierto…

—Maldito…

Estuvimos así por un par de minutos, hasta que pude divisar la silueta de Shaina reflejada en el suelo de las arenas de entrenamiento. Cuando la miré, me levanté instintivamente para mostrar cordialidad por su llegada.

—Hola, Shaina —traté de sonreírle, pero mi súbita parada me mareó más de lo esperado y terminé cayendo de cara contra el suelo.

Escuché a Camus reír.

—Milo ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —Shaina se arrodilló a mi lado y me colocó boca arriba. No pude vislumbrar sus expresiones faciales, pero por el tono de voz que empleó pude deducir que estaba preocupada por mi miserable estado.

—Sí, descuida, estoy bien.

—Parece que yo gané —sentenció Camus, al momento en que se levantaba. Me miró desde arriba y unas gotas de sangre que escurrían de su cuerpo salpicaron a mi rostro. No pude evitar reír.

—Te recuerdo que soy el único que sabe como detener tu hemorragia. Si pierdo la consciencia los dos estaremos en problemas, así que si fuera tú… yo no cantaría victoria, todavía.

—Maldito… —Camus sonrió y luego también fue a dar de cara contra el suelo.

Así que ahí estábamos, hechos los dos una miseria por producto de una vana apuesta. Qué manera más divertida de perder la vida.

—Milo, será mejor que detengas esto ahora —sentenció Shaina, tomándome del rostro para mirarme fijamente, aunque de nuevo, su máscara me impedía ver sus ojos—, así sólo provocarás que Athena se preocupe por ustedes.

Suspiré.

—Tienes razón… pero ¿Sabes? Estoy tan mareado y a punto de desmayarme que apenas y puedo activar mi cosmos. ¿Te molestaría ayudarme? —pregunté, más moribundo que apenado. Shaina soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.

—Eres todo un caso —en ese momento colocó sus manos sobre mi brazo congelado y activo su cosmos—. ¿Quién diría que los Caballeros Dorados serían así de imprudentes? Esto es algo que de hecho esperaría de alguien más excepto Camus.

—También te creo —respondió Camus, todavía bocabajo sobre el suelo—. A estas cosas te atienes cuando tienes a Milo de amigo… —se notaba que ya le costaba trabajo hablar—, si Hyoga o Isaak estuvieran aquí no sé qué dirían de mí.

—Dirían que has vivido muchas cosas a tu corta edad y que reírte de vez en cuando con tus amigos no te matará —comenté con una media sonrisa, todavía sintiéndome ebrio por la mala circulación de sangre en mis venas.

—Con un amigo como tú, unas carcajadas sí me están costando la vida, por si no lo has notado —puntualizó. Nos quedamos en silencio un segundo y luego comenzamos a reír amenamente.

—Bueno, digan lo que digan de mí, no puedes negar que soy un amigo especial —reí. Camus preció responderme, pero cuando volví la mirada al rostro de metal que cubría a Shaina, me desconecté por completo de la conversación.

El cosmos de ella era cálido y reconfortante y poco a poco fue despertando mi propio cosmos. Sin embargo, una clase de intimidad de desarrolló en el momento en que ambos fluíamos a través del cosmos. No sé si Shaina se habrá dado cuenta o será que yo me imaginaba cosas por la poca lucidez mental que poseía en aquellos momentos, pero experimenté un sentimiento extraño que removió mi interior y de alguna manera, entibió mi corazón.

Pude sentir una tristeza amable en el cosmos de Shaina. Cualquiera diría que lo que había ahí era tenacidad, ira, pasión… Pero lo que encontré era mucho más tranquilo y suave. Recordé como Albiore solía decir que el cosmos puede conectarnos a todos; y jamás me había sentido más cercano a alguien en el momento en que Shaina compartía parte de su propia vida para curarme de un estado cercano a la muerte provocado por mi estupidez. Sin embargo, el calor que emanaba su cosmos me hacía sentir que realmente no le importaba gastar parte de su propia energía para curarme; una clase de sentimiento que se experimenta no sólo porque es un deber ayudar, si no porque lo estás haciendo por alguien a quien de verdad estimas.

Quiero hablar contigo en privado, Milo…

¿Qué más privado que hablar mediante el cosmos? —pregunté, sonriendo ligeramente.

Sabes a lo que me refiero —respondió un poco seria.

Suspiré.

—¿Leíste el libro que te di?

—Sí.

—¿Te gustó?

Estuvo en silencio durante un momento.

—Sí. Es por eso que quiero hablar contigo.

En ese momento simplemente sonreí. Saber que ella lo había disfrutado me bastaba.


Replies a reviews:

ligia de afrodita: No sabes lo mucho que me animan tus palabras, me alegra saber que estás disfrutando la historia! Y bueno, la verdad espero trabajar bien a los personajes, considero que son muy complejos y podría pasar capítulos enteros tratando de explicarlos, pero sigo con un miedo infundado de hacerlos muy OoC. Espero no llegar a eso xD Por otro lado ¡Muchas gracias por pasarte a leer!

ShainaCobra: Je suis vraiment heureuse que vous appréciiez l'histoire et surtout que mon point de vue sur Milo vous plaise. Enfin, je pense que c'est un personnage très intéressant et profond qui a parfois été mal écrit par les fans. J'espère écrire un Milo acceptable xD Et je suis désolé pour mon français, mais je suis en train d'apprendre. Merci beaucoup d'avoir lu!

mcr77: ¡Estamos igual! Yo no tuve oportunidad de estudiar filosofía, pero cuando me tocó leer Los diálogos de Platón tuve un buen amigo que me ayudó a comprender ese libro un poco mejor (el era Camus y yo Milo :'( ). Será que tengo la cabeza dura (xD) pero la verdad es que creo que una cosa muy diferente es leer filosofía a que alguien te la platique y te la explique. Ves que incluso Sócrates no escribía nada y más bien en las antiguas escuelas filosóficas los exponentes tenían a todos sus aprendices al rededor y les transmitían sus enseñanzas. Así que no me siento tan mal, ni Milo tampoco (jajaja) si les explican. Finalmente todos tenemos formas diferentes de adquirir conocimiento y el saber como utilizarlo, de ahí nacen las inteligencias múltiples. En fin, ya veremos que clase de lecturas le llevara Shaina a Cassio después aunque si tienes alguna sugerencia será bien aceptada :3 ¡Muchas gracias por leer!

beauty-amazon: No tienes que disculparte por ser "impuntual" (aunque a decir verdad me dejaste review muy pronto). Sabes muy bien de cualquier forma que amo tus reviews y lleguen cuando lleguen yo soy muy feliz leyéndote! ;D Y sí, el primer encuentro entre ellos fue muy sencillo. La verdad quiero hacer este fic sin pretensiones y sé que para que las relaciones románticas y los lazos estrechos se den se necesita tiempo, así que eso es lo que quiero darles a estos chiquillos, tiempo para conocerse. En fin que ya veremos que pasa :3 y si tienes alguna sugerencia para que Shaina le lea a Cassio, será bien recibida! Abrazos, linda! ;D

Y bueno, esto es todo por ahora. No estoy muy segura si la próxima semana podré subir capítulo ya que estaré muy atareada. Así que, pues ya veremos :P

¡Abrazos!