Kaito no siempre había visto a su hermano como un muro que debía superar para demostrar que era mejor, que no tenían por qué compararlos sólo por compartir la misma sangre.
Cuando eran niños había visto a Haruto como su ejemplo a seguir, como el héroe en el que deseaba convertirse al crecer, después de todo era quien más estaba allí para él, ya que sus padres tenían mucho trabajo encima.
—Cuando sea grande quiero ser como Nīsan— había declarado más de una vez cuando le preguntaban.
Aunque las cosas cambiaron cuando entro a la secundaria. Todo mundo hablaba de Haruto esto, Haruto aquello, tu hermano era mejor. Palabras que quizás no tenían malicia alguna, pero empezaron a lastimar. A fracturar la relación entre ambos al causar que se alejaran.
Allí fue cuando llego. El fatídico día en que Kaito quedo enredado, pero a la vez separado del Tsukigami mayor, Shadows and Lights. Lo que catapulto a Haru al éxito del teatro. Ahora cuando quería un consejo de su hermano recibía excusas, o ninguna respuesta. Y lo molestaba, oh, tanto que lo hacía. Porque Haruto era ahora su hermano mayor cuando se acordaba o tenía tiempo, al menos a ojos del más joven.
Aunque vaya la ironía. Fue hasta que la misma obra regreso a sus vidas que pudo ver que había terminado persiguiendo un imposible. Pero también que las cosas aún no estaban totalmente perdidas. Aún podían arreglar esos lazos fraternales, casi rotos, pero todavía presentes en lo más profundos. Los que Haruto Tsukigami había intentado arreglar al percatarse de su error, sólo para pensar que ya era demasiado tarde al topar con pared una y otra vez, una que superarían, como Uozomi le comentó a Kaito cuando lo ayudo a continuar.