-N/A: ¡Hola! Otra historia, sí, lo sé. Mi esposa Alicia me diría (como ya me ha repetido mil veces) que me iré de FF en dos mil nunca, pero después de la pérdida de un familiar muy querido necesito un poco de esperanza, y ese es el sentimiento que me trasmite este shortfic desde que empecé a planearlo hace dos años.

Características: Dramione (obviamente). Shortfic (6-10 capítulos). Romance, humor y un poco de drama (como la vida misma).

Resumen: Después de trece años de matrimonio, Draco y Hermione han dicho «No, ya no quiero» y han firmado los papeles del divorcio. Scorpius, que no lo sabe todavía, no quiere que su familia se desmorone. ¿La solución? Happiness Haven, un campamento donde las parejas con problemas conviven durante una semana y, con ayuda de un consejero matrimonial, tratan de pegar los fragmentos de su relación.

Quiero dedicar este fic a lunatica23 y a LadyChocolateLover, que las pobres han tenido (¿tienen?) que soportar demasiado drama en esta cuenta y ya es hora de algo un poco más alegre. N/A-


NOT BROKEN, JUST BENT


·· Prólogo ··

Los bufetes de abogados eran dementores: se alimentaban, en el mejor de los casos, del dinero de la gente. En el peor, de sus miserias.

La especialidad de Georson Abogados eran los divorcios, pero eso no lo hacía distinto a los demás. Desde que saliera de Hogwarts, más tiempo atrás del que nunca reconocería, Patrick Georson había sabido darle uso a los cuatro años que invirtió en estudiar Leyes Mágicas. Siempre había tenido buen ojo para detectar las debilidades, defectos y vicios de la gente; concretamente, de la clase alta de la sociedad mágica. Y su propia experiencia le había confirmado que lo único reluciente de las bodas eran las alianzas.

Sentado en la enorme silla tapizada en cuero negro, Patrick observó a la pareja frente a él.

Ella tenía expresión de fastidio. Él torcía los finos labios en una mueca de hastío mientras hacía como que escuchaba la larga perorata de su abogado. Patrick sabía cuán aburridos podían ser los detalles legales, pero estaba obligado a informar a sus clientes. Lamentablemente, aquel era un divorcio de mutuo acuerdo con un contrato prematrimonial de por medio, por lo que poco podía sacar. Una lástima: a Patrick le encantaba ver a las partes discutir por quién se quedaba los hijos o las casas.

Había estudiado su caso a fondo y había poco que repartirse: habían acordado repartir el tiempo con su hijo de forma equitativa durante los periodos en que no estuviera en Hogwarts, y las propiedades, a excepción de la casa familiar, y la empresa quedaban a manos de él, puesto que eran suyos por herencia.

Miró al joven matrimonio (no por mucho más tiempo) durante unos largos segundos y preguntó:

―Entonces, ¿todo claro? ―Ambos asintieron―. ¿Están seguros de su decisión? ―agregó mientras colocaba pulcramente sendas demandas de divorcio.

Ahí venía la parte difícil: normalmente en las parejas jóvenes, uno de los dos cambiaba de opinión en el último segundo y pedía más tiempo para pensarlo. Esto era un fastidio, porque a veces la feliz pareja decidía volver a intentarlo, en cuyo caso Patrick obtenía menos beneficios.

Pero presentía que no sería así en aquella ocasión. Había oído de ellos largo y tendido durante los últimos años. Una pareja por la que nadie apostaba: ella, heroína de guerra, sangre sucia; él, heredero de la mayor fortuna del país, exmortífago redimido. Y sin embargo, se habían casado y habían tenido un hijo que había roto una línea de sangre pura que se remontaba a siglos de antigüedad y al mismo tiempo se había convertido en símbolo de evolución social en el mundo mágico.

Pero como todo lo bueno, esa relación idílica había durado trece años.

Patrick se preguntaba qué habría pasado. ¿Se habría cansado ella de intentar encajar en un mundo que no era el suyo? ¿Tendría él una aventura? Tarde o temprano se sabría. La prensa lo averiguaba todo, afortunadamente para los cotillas como él.

―Acabemos con esto de una vez ―masculló Draco Malfoy. Cogió la pluma y firmó encima de la línea donde ponía su nombre, al final del documento que anularía su matrimonio.

Hermione Granger imitó al que pronto llamaría su exmarido.


Un día después...

Teddy Lupin entró al Gran Comedor con su habitual sonrisa desenfadada. Aquella mañana había optado por un verde brillante para el pelo; los primeros años en Hogwarts la gente se giraba a mirarlo con asombro, pero al final se habían acostumbrado. Aun así, algunos alumnos de primero cuchicheaban a su paso, algo que lo hizo sonreír: a la parte vanidosa de él le encantaba ver las miradas de envidia de la gente. Lo suyo era un don, le había dicho mil veces Harry, y no tenía por qué ocultarlo. Su madre se habría sentido muy orgullosa de ver los colores extravagantes de pelo que usaba. Y más todavía si viera las miradas elevadas al cielo de la directora McGonagall.

El joven Premio Anual se sentó en el hueco que le habían reservado dos de sus mejores amigos, Noah Wilson y Annabelle Stuart; Teddy siempre bajaba tarde a desayunar.

―Buenos días ―saludó alegremente.

Noah lo fulminó con la mirada. Su amigo no era una persona madrugadora. A veces apenas era persona.

―No sé cómo puedes estar tan fresco por las mañanas ―gruñó.

―Piensa que, cuando tú ya estás vestido, Teddy sigue en el séptimo sueño ―alegó Anna, sonriendo por encima de su desayuno―. Y más con una novia tan guapa ―agregó, señalando con la cabeza a una rubia que se acercaba con paso apresurado a donde estaban ellos.

―¡Victoire! ―exclamó Teddy. Se incorporó levemente para darle un beso a su genial novia, pero Vic no estaba para cariños; miró a Teddy con aspecto preocupado y le tendió una revista.

―¿Has visto esto?

Teddy cogió Corazón de Bruja mientras negaba con la cabeza.

―Acabo de llegar. ¿Por?

Victoire se cruzó de brazos.

―Lee.

Teddy desdobló la revista. La primera plana lo recibió con una foto enorme de sus tíos Draco y Hermione. Leyó el titular con una ceja enarcada.

De romance idílico a completo fracaso. ¿Tiene el matrimonio Malfoy los días contados?

Sus ojos marrones bajaron hasta el cuerpo de la noticia con incredulidad.

Ayer por la tarde vimos a Draco y Hermione Malfoy salir del bufete de Patrick Georson. Sí, como leen: los Malfoy han visitado al mejor abogado de divorcios del país. ¿Significa esto que la pareja favorita de los últimos quince años está a punto de llegar a su fin?

Como mínimo, el matrimonio echa aguas. Los últimos meses han sido un infierno para la pareja: con el ascenso de ella a Jefa del Departamento de Seguridad Mágica y la ampliación de los negocios de los Malfoy más allá de nuestra isla, parece que la tensión ha podido más que el amor.

Ya sospechábamos que los Malfoy tenían problemas. Que la señora Malfoy no acudiera a la fiesta que se dio en el Ministerio el pasado mes de agosto ya levantó sospechas, pero cuando se les vio discutiendo en la celebración de las Bodas de Rubí de los padres de él, la crisis matrimonial se convirtió en un hecho evidente.

Teddy dobló la revista de golpe y lo dejó encima de la mesa. Todo su habitual buen humor se había esfumado de golpe al leer semejantes patrañas sobre sus tíos. Sin que se diera cuenta, su pelo pasó de un verde precioso a un rojo furioso.

―¿Cuándo dejarán de inventar? ―masculló, cruzándose de brazos.

Victoire se sentó en un hueco que le habían hecho en el banco y miró a Teddy con una ceja inquisitiva.

―¿Tú crees? ―dijo, mordiéndose el labio―. Este verano no parecían muy felices.

Teddy rememoró la última comida del verano en La Madriguera antes de que empezaran las clases y se le ocurrió la terrible idea de que tal vez Corazón de Bruja no estuviera tan mal encaminado.

De repente, recordó otra cosa terrible: aproximadamente la mitad del colegio recibía esa revista. Sin ir más lejos, su prima Dominique la compraba, y lo primero que hacía cuando la leía era ir a comentar los cotilleos con Albus. El muchacho decía que no le gustaba y que lo hacía por su prima, pero en el fondo le encantaban los chismes. Miró hacia la mesa de Slytherin. Albus y Scorpius siempre se sentaban juntos, por lo que si Albus se había enterado, Scorpius…

Scorpius no estaba en su mesa aquella mañana.

Teddy buscó y rebuscó con la mirada una cabeza rubia entre la masa de alumnos de Slytherin (benditos genes Malfoy), pero no lo encontró por ningún lado. En cambio, sí vio a Dominique y Albus en una esquina.

Se aproximó a ellos con rapidez, seguido por Victoire.

―Dom, ¿qué has hecho? ―le reprochó su hermana.

Dominique la miró con el ceño fruncido.

―¿Qué he hecho yo ahora? ¡Pero si acabo de llegar!

―¿Dónde está Scorp? ―preguntó Teddy.

Albus se mordió el labio, clara señal de que él también había leído lo de sus tíos.

―Ni idea. Ha bajado antes que yo, pero cuando he llegado, ya no estaba.

«Mierda», pensó Teddy. Por suerte, conocía a su primo muy bien: Scorpius era un niño calmado, que prefería pensar sobre las cosas a discutirlas. Y tenía un lugar favorito, al que acudía cuando algo lo preocupaba.

—¿Adónde vas? —le gritó Victoire—. ¡Tenemos clase en quince minutos!

Teddy se giró y siguió andando hacia atrás mientras le dedicaba una sonrisa a su novia.

—¡Soy Premio Anual, puedo permitírmelo!

Seguramente McGonagall no opinaba como él, pero prefería averiguarlo más tarde, a ser posible cuando ya hubiera hablado con su primo.

Atravesó el patio interior hasta llegar a la salida, y cruzó la muralla que llevaba a campo abierto. Se cruzó con Hagrid, pero el semi-gigante se dio cuenta de que Teddy debería estar en clase demasiado tarde, cuando este ya estaba a varios metros de distancia.

El sol arrancaba destellos luminosos a la superficie del lago; hacía un día precioso, de los que le gustaban a Scorpius porque podía sentarse en su piedra favorita y leer durante toda la tarde. Era entonces cuando más se notaba que no compartía genes con la progenie Weasley.

La intuición de Teddy no le había fallado: encontró a su primo en esa misma piedra, pero esta vez el chico no parecía muy contento de estar allí. Se abrazaba las piernas y tenía la cabeza apoyada en las rodillas, con la mirada perdida en el agua que se extendía delante de él.

Cuando llegó a su lado, Teddy se limitó a sentarse con las piernas alargadas y a cerrar los ojos, dejando que el sol le calentara la cara. No intercambiaron palabra durante un buen rato.

—Quiero estar solo —dijo finalmente Scorpius. Se notaba que tenía un nudo en la garganta y sus ojos amenazaban con empezar a soltar lágrimas, pero apartó el rostro hacia el otro lado para que Teddy no lo viera.

—Y yo quiero que el trabajo de Pociones se me escriba solo, pero creo que va a ser que no —dijo el mayor con un encogimiento de hombros.

Más silencio.

—Ni siquiera me han avisado, ¿sabes?

«Ahí está», pensó Teddy, reprimiendo una sonrisa. Sabía que si le daba el tiempo suficiente, Scorpius terminaría abriéndose.

—Yo creo que son rumores sin fundamento —respondió Teddy, mordiéndose el labio inferior.

Scorpius lo miró de reojo.

—Siempre te muerdes el labio cuando mientes.

Teddy chasqueó la lengua.

—Eres demasiado listo para ser tan pequeño. —Se inclinó hacia delante y apoyó los codos en las rodillas—. ¿Entonces ahora qué? —preguntó.

—¿No lo has leído ya? Ahora se divorciarán y cuando vuelva a casa por navidades me dirán con quién tengo que pasar las fiestas.

Teddy se levantó y empezó a pasearse por delante de Scorpius, con las manos a la espalda. Era su pose de pensador.

—Yo creo que están teniendo una crisis, pero pueden permanecer juntos si se esfuerzan un poco.

Scorpius frunció el ceño.

—¿Desde cuándo te has vuelto un experto en matrimonios?

—Los padres de Noah pasaron por lo mismo hace tres años. —Los padres de su amigo eran muggles y no sufrían la misma presión diaria que tío Draco y tía Hermione, pero eso Scorpius no tenía por qué saberlo—. Fueron a una terapia de pareja y todo. —Se detuvo y miró a Scorpius como si acabara de tener la idea del siglo—. ¡Tal vez esa sea la solución!

—¿El qué? ¿Una terapia de pareja? ¿Mis padres? —preguntó su primo con incredulidad—. No aceptarían en la vida. Además, no tienen tiempo —añadió con cierto rencor.

Teddy se agachó delante de Scorpius, apoyando las manos en las rodillas del chico. Lo miró con un brillo especial en la mirada.

—Si se lo pides tú, seguro que sí. Solo tienes que hacerles sentir culpables.

Scorpius se quedó pensando. Sabía que estaba a punto de convencerlo, pero el niño primero tenía que auto-convencerse y sopesar todos los pros y contras. En eso se parecía a su madre.

—¿Tú crees que funcionará?

Teddy estuvo a punto de morderse el labio inferior, pero se reprimió. ¿Valía la pena confesar que los padres de Noah se habían divorciado poco después de volver de la terapia? Seguramente no.

—Al cien por cien —aseguró con una sonrisa. Casi se sentía culpable por mentir, pero era un mal menor—. Tú deja que lo prepare todo y verás cómo a tus padres se les olvida lo que significa la palabra «divorcio».


El Andén 9 y 3/4 estaba repleto de gente, mayoritariamente padres que esperaban ansiosos la vuelta de sus hijos para pasar la Navidad en familia.

Excepto dos.

Hermione ya llevaba diez minutos en el andén cuando su exmarido se acercó y se colocó a su lado. Se miraron de reojo.

—Draco —saludó ella en tono neutro.

—Vas a tener que esforzarte un poco más si quieres que sobrevivamos a la próxima semana —dijo él con burla.

Hermione lo fulminó con la mirada, pero no dijo nada. Ahora ya no le parecía tan buena idea fingir durante una semana que se llevaban como siempre, por el bien de su hijo. Ja, como si Scorpius no supiera a esas alturas que se habían divorciado. Corazón de bruja había sido muy perspicaz al pillarlos saliendo del abogado aquel día, pero no habían sido capaces de averiguar que ya se habían divorciado. Lo bueno de tener un exmarido rico era que podía sobornarlos para que dejaran de hablar de ellos, al menos hasta que le contaran la verdad a Scorpius.

Lo único malo de tener que mantenerlo en secreto era que debían aparentar que nada había cambiado.

Sus más allegados, por supuesto, lo sabían. Hermione había tenido que contárselo a los Weasley después de que Molly siguiera insistiendo en invitar a Draco a las comidas de los domingos. Con ellos no tenía que fingir, y eso era un alivio. Aunque tampoco era que fuera una sorpresa: un matrimonio que no vive junto y apenas se dirige la palabra no puede ser un matrimonio muy real. Por suerte para ellos, la gente se sentía demasiado cohibida para preguntar directamente.

Aunque eso no los libraba de las miradas mal disimuladas de las que estaban siendo víctimas en ese momento.

—Deberían haber llegado ya —dijo Hermione. Una minúscula parte de ella sigue creyendo que su relación podría haberse salvado si hubieran sido capaces de comunicarse más. O, en los últimos meses, simplemente de comunicarse.

Draco se miró el reloj.

—Solo han pasado tres minutos, Hermione. Relájate un poco.

Ella intentó ignorar ese matiz ligerísimamente despectivo que usaba su exmarido con cosas que no consideraba dignas de su preocupación. Otro motivo más a la lista de razones por las que su matrimonio no había funcionado.

Finalmente, el tren rojo que traía a los alumnos de Hogwarts de vuelta a casa para pasar las navidades asomó su morro por la entrada del túnel. Un suave viento invadió el andén, haciendo que el pelo de Hermione se apartara hacia atrás de su rostro. Ella se abrochó el botón superior de su abrigo, protegiéndose del frío.

El traqueteo del tren se detuvo y las puertas se abrieron; los estudiantes empezaron a salir en tromba. Algunos saltaban al andén con energía y corrían hacia sus padres, otros, los más pequeños, se secaban las lágrimas por tener que despedirse de sus nuevos amigos.

Vieron a algunos de sus sobrinos bajar de uno de los últimos vagones. Albus y Dominique no se dieron cuenta de su presencia y fueron directamente a sus padres, pero Victoire y Teddy (con el brazo de este último alrededor de los hombros de ella) sí que los vieron. La muchacha les dedicó una sonrisa breve antes de apartar la mirada, pero Teddy los saludó con la mano. Su pelo se volvió rubio platino, una broma que compartían él y Draco. Aunque más bien era algo que hacía el más joven porque sabía que a su tío le molestaba.

—¿Crees que lo saben? —preguntó Hermione, mirando a Draco de reojo.

Este torció el gesto levemente, pero cuadró los hombros, volviendo a su postura de padre esperando ansioso a su hijo.

—No tienen ningún motivo para sospechar. Excepto aquel artículo —añadió con reticencia. No le gustaba que las cosas escaparan a su control.

—Aun así —replicó Hermione.

Al final, cuando ya empezaban a preocuparse porque su hijo no apareciera, Scorpius bajó del tren. Sus ojos grises escanearon el escenario a su alrededor, buscando. Vio primero a Hermione, y aunque sonrió un poco, se crearon unas arrugas en su frente. Solo cuando se dio cuenta de que su padre también estaba allí esas arrugas desaparecieron.

«¿Lo sabe?», pensó Hermione.

A pesar de ser su primer año en Hogwarts, Scorpius no parecía emocionado por contar a sus padres todas las historias de los tres meses que había pasado en la escuela; todo lo contrario más bien: se acercó a ellos sin ninguna prisa, como si en realidad no tuviera ganas de verlos.

—Hola. —Se detuvo delante de ellos, vacilante.

Hermione tuvo que adelantarse para abrazarlo. Cerró los ojos, disfrutando de la cercanía de su hijo. Lo había echado de menos más de lo que había querido admitir.

—¿Cómo estás? ¿Qué tal el viaje? —Lo sujetó por los hombros para observarlo mejor. ¿Era ella o su hijo había crecido desde que no se habían visto? Era como ella, y eso que solo tenía once años—. ¡Tienes que contárnoslo todo!

Draco palmeó la espalda de su hijo. No era un hombre cariñoso (otra de las razones de su lista), pero su sonrisa podía interpretarse como una señal de orgullo.

—Claro. —Scorpius les sonrió, pero entornó los ojos ligeramente antes de preguntar—: ¿Y vosotros? ¿No tenéis nada que contarme?

El chico era una mezcla de sus padres: podía ser la persona más dulce del mundo, inteligente, atrevido, y en un segundo se convertía en alguien calculador, capaz de leer las intenciones de los demás. Muy pocas veces sacaba su lado más Malfoy, pero cuando lo hacía podía dar miedo.

Ella y Draco intercambiaron una mirada preocupada.

«Mierda, lo sabe».


-N/A: Sé que este prólogo no ha sido muy luminoso que digamos, pero las partes más ligeras y "divertidas" vendrán cuando nuestra pareja llegue a su destino. De momento, si queréis darme vuestra opinión dejándome un review, ya sabéis cómo se hace y os estaré eternamente agradecida por soportarme y apoyarme *corazones*

Voy a compaginar la actualización de este shortfic con la de Epitafio a una mentira (miércoles 2 de octubre habrá nuevo capítulo) para no quedarme sin material muy pronto, así que nos leemos en un par de semanas. N/A-

MrsDarfoy