EPÍLOGO 2

–¡Abran paso!

Los gritos de los camilleros se hacen escuchar por todo el hospital, me asomo para ver qué es lo que está pasando y por qué tanto grito, mi padre se acerca hasta la camilla y da órdenes, sigo sin entender el tumulto.

–¡Llévenla a urgencias!

Me hago a un lado al ver la prisa de los camilleros y de la orden de mi padre, hace mucho que no se metía en quirófano, Touya Kinomoto, es gruñón de todo el hospital, aparece por el pasillo, mi relación con él, ha sido profesional, siempre se muestra arisco y malhumorado.

–¡Quiero pasar!

Entre cuatro enfermeros lo sujetan lo mejor que pueden para evitarle el paso, me acerco hacia él, solo lo están enfureciendo más, y sea lo que sea que esté pasando, debe de ser muy grave para que él esté de esa manera.

–El doctor Li dijo que no puedes pasar, sabes las reglas –escucho que dice uno de los enfermeros–

–¡Me vale una mierda las reglas! ¡Suéltenme! –grita al punto que creo que se le saldrán los ojos de la cara–

–¿Qué pasa aquí? –intervengo– esto es un hospital, les recuerdo que hay personas observando el espectáculo –reprendo a los cinco–

–¡Mi cerezo está en el quirófano, quiero pasar! –no para de gritar, las personas nos miran, algunos son pacientes, otros son familiares–

–Cálmate, tú cerezo está en buenas manos –les hago una señal a los enfermeros para que lo suelten– vamos al consultorio y me explicas que pasa.

No suelo ser tan comprensivo, sin embargo, no sé las circunstancias que lo están llevando a comportarse de esa manera, lo tomo del brazo para que no intente escabullirse hacia los quirófanos, aunque no avanzamos muchos, dos señores de la edad de mis padres se aparecen ante nosotros, se ven heridos.

Touya se acerca hasta la señora de cabello largo y ojos verdes y la abraza, me siento incómodo presenciando esta escena.

–Se ven heridos, ¿ya los atendieron? –interrumpo su conversación–

–Estamos bien, solo queremos saber cómo está mi cerecito –responde el señor de cabello castaño–

Los trato de tranquilizar lo mejor que puedo, sobre todo porque no tengo ni idea de lo que están hablando, ni de quién es el cerezo del que hablan, Kaho, aparece por la puerta, por lo que puedo emprender mi huida, no les puedo servir de gran cosa, al menos no ahora.

Las horas van pasando, mi padre sale del quirófano y va directamente a la sala de espera en donde están los señores Kinomoto, junto con Touya, Kaho y un joven con cabello gris y lentes, no sé qué noticia les haya dado, lo único que veo es que Touya está más furioso y que los demás tiene cara de espanto, ¿tan mala habrá sido la noticia?

–Padre –logro alcanzarlo por el pasillo, se ve cansado–

–Te debiste de haber ido hace horas –me reprende–

–Me hice cargo de las demás emergencias, ¿Qué ha pasado? –me mira enarcando una ceja–

–La curiosidad mató al gato –responde mientras limpia sus gafas– la hermana de Touya Kinomoto tuvo un accidente, entró en estado de coma.

Me explica brevemente lo que pasó, cuando se trata de familiares cercanos a los médicos, suele ser un poco más complicado, y lo es más porque le familiar en cuestión es de Touya Kinomoto, aunque muero por curiosidad por conocer al cerezo.

–Estarás a cargo de las revisiones, no puedo confiar en nadie más –escucho de repente a mi padre– solo ten en cuenta que Touya Kinomoto es muy persuasivo y manipulador.

Me perdí en la conversación, únicamente asiento, no creo estarme metiendo en problemas.

Los días van pasando, conozco al famoso cerezo, una joven castaña, parece un ángel, a pesar de que lleva días en el hospital, no sé su nombre, Touya y su familia le dicen "cerezo" o "cerecito" aunque también he escuchado en algunas ocasiones a Touya llamarle "monstruo" más nunca dicen su nombre.

–Deberías de estar trabajando –comento al entrar y verlo pasando su mano por la frente del cerezo–

–Quise pasar a verla, ¿cómo están sus signos? El doctor Li no dice nada –se ve cansado, tiene unas tremendas ojeras debajo de los ojos–

–Está normal, pronto despertará, ten paciencia –reviso algunas pantallas–

–El día del accidente, fue su cumpleaños –lo escucho hablar– tiene el maldito vicio de no abrocharse el cinturón de seguridad, sabía que algo pasaría, lo sentí antes de venir al trabajo.

–Fue un accidente, verás que todo se solucionará –me acerco al cerezo, algunos moretones han desaparecido, tan solo tiene algunas cortadas–

–Le gusta mucho leer, estos cuentos son sus favoritos –dice mientras me señala la mesita– ¿puedes pedirle a alguna enfermera que se los lea? Tal vez le sirva de estímulo.

Es lo último que dice tras salirse de la habitación, al menos podré revisarla sin que él esté preguntando.

–Tienes mejor pinta que antes –comento mientras anoto algunas cosas– ¿por qué no despiertas Ying Fa? –me acerco hasta los libros que dejó Touya, todos son libros infantiles– ¿con cual iniciamos?

Leo el primer cuento, Alicia en el país de las maravillas, nunca he entendido lo maravillosos de ese libro, sin embargo, estoy aquí, leyéndoselo a una completa desconocida, ¿despertará en algún momento?

Hoy se cumple una semana en que el cerezo ingresó gravemente al hospital, me voy deprisa hacia su habitación como cada mañana, me gusta leerle un poco antes de empezar con mis labores en el hospital.

–Buenos días cerezo, hoy te traje un obsequio –comento mientras me acerco a ella con el libro que no acabé de leerle– no podré dejártelo, pero prometo dártelo apenas despiertes.

Cualquiera que me escuche, pensará que estoy loco, aunque eso es lo que menos me importa, las personas en este estado escuchan todo, y hablarle es un buen aliciente.

–Ya quiero que despiertes, ¿de qué color serán tus ojos? –pregunto mientras cierro el libro– tu padre los tiene cafés, al igual que tus dos hermanos, tú madre los tiene verde –divago un poco en voz alta–

–¿Qué haces aquí? –escucho la voz de Touya–

–Revisión –respondo rápidamente–

Los meses van pasando, Ying Fa no parece querer despertar, sus padres cada día llegan con la esperanza de tener buenas noticias, Touya ha optado por mandar a Kaho a que investigue el estado de su hermana, aunque cada día la respuesta es la misma, Ying Fa sigue en coma, aunque los golpes ya se desinflamaron, las heridas que tuvo por cortes han desaparecido, solo hace falta que abra los ojos.

Ya han pasado seis meses de que ingresó, le he contado sobre cómo amaneció, sus padres me contaron que le gustaba demasiado patinar, al parecer a Ying Fa le gusta mucho estar al aire libre, ahora entiendo por qué le dicen cerecito, al menos, eso creo.

–Kinomoto, llegaste muy temprano –comento al verlo cerca de ella–

–Tuve ronda nocturna, quise pasar a leerle un poco –jamás hubiese imaginado que él tuviese una faceta tan cariñosa–

–La quieres mucho –comento, mientras comienzo con la revisión de rutina–

–Es mi cerezo, daría mi vida por ella, adem…

No sigue hablando, ambos nos quedamos mirando el cuerpo que yace en la cama, comienza a moverse, podrían ser solo reflejos, sin embargo, los movimientos son un poco más constantes, hasta que los ojos de Ying Fa se abren, un hermoso color verde, los tiene iguales a los de su madre.

Reacciono lo más rápido que puedo, presiono el botón para llamar a la enfermera, mientras dejos a Touya con su hermana, estoy por salir, cuando veo entrar a mi padre. Comienzo a explicarle lo poco que podemos ver, mi padre da la instrucción de que se le desconecte algunos de los aparatos que la mantenían estable.

–Kinomoto, fuera de aquí, yo me encargo…

Salgo junto con Touya, en primera, porque debo de evitar otro escándalo y en segunda, tengo un paciente a esta hora, la revisión de Ying Fa siempre fue mi rutina antes de comenzar con mis pacientes.

Al cabo de unos instantes, mi padre se acerca a mí, juntos revisamos el expediente de Sakura, debemos aplicarle algunos estudios para descartar alguna anomalía, aunque todo parece marchar bien.

Me quedo un momento más revisando algunos pendientes, aunque quisiera estar junto a ella, no puedo, no soy su familia, simplemente fui el médico que estuvo revisándola.

–Puedes llevar esto a tú padre, está en la habitación 527 –escucho a Maki–

Al menos me dio la excusa perfecta para entrar y verla, aunque claro, ella no me conoce.

–Aquí está lo que pidió –digo al entrar– despertaste, tenias muy preocupada a tú familia –comento al acercarme a ella–

–¿Te conozco? –únicamente sonrío, me encantaría decirle que sí, pero no es verdad–

–No creo.

–Tú voz me suena familiar ¿cómo te llamas? –nunca creí que fuera curiosa–

–Te suena familiar porque durante los seis meses me estuviste escuchando, venía a revisarte –le explico, omitiendo la parte de los cuentos que le leía– me llamo Xiao Lang Li.

Se queda en silencio, me mira con el entrecejo fruncido, se ve muy linda de esa manera.

–Mucho gusto –dice por fin–

–El gusto es mío Ying Fa –sus ojos curiosos no dejan de observarme–

–No me llamo Ying Fa –responde arrugando más su entrecejo–

–He escuchado que te dicen cerezo, no sé tu nombre –me encojo de hombros–

–Me llamo Sakura.

No puedo continuar hablando con ella, el inoportuno de mi padre me manda por una silla de ruedas, además, debo de cumplir con mi trabajo, por lo que no me vuelvo a asomar a la habitación de Sakura, al menos ya sé su nombre y ahora entiendo por qué le llaman cerezo.

Y aunque me cueste admitirlo, ella ha estado no solo en mis pensamientos, también en mis sueños, desde el día uno que la vi en esa cama, llamó mi atención, aunque claro, no se lo he dicho a nadie.

Cinco meses después…

Lo malo de que Sakura haya despertado, es que no la he vuelto a ver, con el trabajo y la especialidad que estoy tomando, no me doy abasto, mis horarios cada vez son más en el hospital y no me quejo de eso, para eso estoy estudiando, aunque no me agrade no tener tiempo para relajarme.

Mi pequeña sobrina llega de Hong Kong y le he prometido llevarla al parque, cumple cuatro añitos, es la más pequeña de la familia, por lo que todos la consentimos demasiado. Cuento las horas para poder ir a recogerla al aeropuerto, el día está agradable, además de que los árboles de cerezo ya tienen miles de flores rosadas, es un espectáculo muy hermoso para la vista.

Como era de esperarse, con Lian emocionada, ni siquiera llegamos a casa de mis padres, nos vamos directamente al parque, comienza a corretear a todas las palomas que ve a su paso, también se asusta cuando vuelan hacia ella, está emocionada porque ha empezado a ir a ballet.

–¡Mami, mira! –la veo dar una vuelta como si fuera una bailarina– ¡tío, me salió la vuelta!

Mi mirada se pierde hacia una parte del parque en donde la veo, me acerco hasta ella.

–Hola Sakura…

Nuestras miradas se conectan, sus ojos verdes al fin ven la luz del día, después de seis meses de parecer la bella durmiente.

–Hola… mmm, lo siento, es muy complicado tu nombre –hace una mueca–

–Shaoran, me puedes llamar Shaoran –no me agrada que me llamen así, pero aquí en Japón así me llaman, me he acostumbrado, ella pestañea varias veces–

–Shaoran –repite– creo que pensarás que estoy loca, pero siento que te conozco, y no creo que sea solo porque estuviste pendiente de mí –baja la mirada– fue un sueño muy real…

–Pues si me conoces Sakura, todos los días que estuviste internada, estuve a tu lado, eras una de mis pacientes favoritas –ese comentario hace que ella levante la cabeza, no puedo evitar sonreír– te contaba cómo estaba el día, te explicaba cada vez que te tenía que cambiar el catete del suero, hablaba cada día contigo.

–Veía a través de tus ojos –dice en voz alta–

–Prácticamente, tus papás siempre se veían cansados, así que algunas veces me quedaba más tiempo contigo, Touya me dio una lista de libros que te gustan y te los leía todo el tiempo, tu mamá me contó que te gusta patinar, entonces siempre te pedía que despertaras, para que puedas patinar y sentir la brisa mientras lo haces, además, siempre te pedía que despertaras, porque quería ver tus ojos, creí que los tendrías cafés como tus hermanos y tú papá, ahora sé que son verdes, igual que los de tu mamá –vuelvo a sonreír, con ella es muy fácil hacerlo– pareces un hada.

–¿Un hada? –cuestiona, se queda en silencio un momento, parece perdida–

–¿Estás bien? –la veo sacudir un poco la cabeza–

–Si, estaba recordando mi sueño –sonríe, es la primera vez que la veo sonreír, es la sonrisa más hermosa que haya visto– no sé por qué, pero siento que tú estabas en él, aunque no lo recuerdo muy bien –vuelve a hacer una mueca–

–Bueno, tú también estás en los míos –no sé por qué, pero acorto la distancia que nos separa y tomo su mentón–

Logro reaccionar para apartarme de ella, le cuento el momento en que ingresó al hospital y todos los días que fue pasando, también le explico que estuvo a sí por no haberse abrochado el cinturón de seguridad, ya que, de haberlo tenido puesto, tal vez no hubiese perdido seis meses en coma.

–Me agrada tú compañía –comenta, mientras la veo levantarse de su asiento–

–A mí también, espero volver a verte pronto –respondo sincero–

–Podemos vernos mañana, después de la universidad…

–Tengo muy complicada la semana, pero prometo llamarte, por cierto… –busco en el bolsillo de mi pantalón el pañuelo que siempre cargo conmigo– esto es tuyo, lo llevé a reparar, aunque no se ve muy bien, le hacen falta unas cuantas piedritas.

Abro el pañuelo, en él, tengo la gargantilla que llevaba el día del accidente, además de la pulsera que compré para regalarle.

–La pulsera no es mía –toma únicamente la gargantilla–

–Claro que sí, yo te la regalé, ¿no lo recuerdas? Te la di una semana después de que ingresaste en el hospital –explico– durante la semana, solo escuchaba cerezo, cerecito, ah y monstruo, supe que el día de tu accidente fue el día de tu cumpleaños, así que vi esta pulsera y te la regalé mientras dormías, tuve que quitártela y se me había olvidado dártela, no volví a verte luego de que despertaste.

–En mi sueño me lo diste para navidad –acepta la pulsera– y lo único que tú querías de regalo era una respuesta.

–¿Y cuál fue la respuesta?

La miro curioso, su sueño comienza a agradarme.

–Mi respuesta fue un simple sí… adiós Shaoran

No dejo que se vaya, la tomo del brazo, lo menos que quiero es que se aleje de mí. de un solo movimiento ya la tengo frente a mí con mis manos en su cintura, me tomo el atrevimiento de pasar uno de mis dedos por sus labios, ahora ya tiene color, en el hospital estaban pálidos.

–Entonces, serás mi novia –afirmo, por alguna extraña razón, lo poco que me dijo me recordó a un sueño que tuve con ella, en donde estamos paseando por un jardín–

–Ni siquiera te conozco –responde inmediatamente–

–Te equivocas, me conoces más de lo que crees, en un mes se cumple un año de conocernos –paso mi mano por su mejillas–

–Estuve inconsciente, eso no cuenta

–Claro que cuenta, además, en tu sueño dijiste que sí, no sé qué hayas soñado, pero quiero que tengamos algo, aunque sientas que vamos muy rápido, a veces solo hay que dejarse llevar.

No doy tiempo a que diga nada, uno nuestros labios en un beso, algo en mí me dice que no le de tiempo de pensar, ¿puede ser que mis sueños y los de ella se hayan conectado? Aunque es imposible, eso no pasa, ¿o sí?

Y de un beso, vinieron muchos más, Sakura se convirtió en mi novia, a todos les agradó la noticia, aunque no entendía en qué momento nos conocimos y cómo surgió el amor, eso es algo entre ella y yo, solo nosotros nos entendemos, sobre todo porque ella cuenta que me conoció entre sueños y yo a ella la conocí mientras dormía.

AHORA SÍ, ¡FIN! MUCHAS GRACIAS POR ACOMPAÑARME CON ESTA HISTORIA Y LA VERSIÓN ANTERIOR, EN VERDAD APRECIO MIL SUS COMENTARIOS, UN BESO Y HASTA LA PRÓXIMA.