Buenos días, tardes, noches a todos, les saluda su humilde escritora Mary Morante.

En verdad siento muchísimo la tardanza. Sé que siempre he dicho eso, pero en realidad no he tenido tiempo libre. Esta cuestión del COVID-19, le ha dado mucho tiempo libre a las personas, pero nos ha afectado mucho a los médicos, en especial por los pacientes que no se cuidan.

Por favor, cuídense del COVID-19, no habemos tantos médicos en el mundo.

Dedico este capítulo a mis colegas médicos, que estamos al pie de lucha en contra de esta enfermedad.

Sin más, les dejo este nuevo capítulo.

Disclaimer: Candy Candy y sus personajes son propiedad de Keiko Nagita y Yumiko Igarashi. Este fanfic fue creado solo con fines recreativos.

0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 – 0

LAS CONSECUENCIAS DEL AMOR Y LA GUERRA

La Verdad de Candy

Mientras la improvisada familia Leagan cenaba en el RMS St. Mary, a cientos de kilómetros de distancia, en Lakewood, iniciaría la reunión anual de la familia Ardley; tradición impuesta por el finado jefe de la familia.

Aún era temprano, y la mayor parte del clan ya estaba presente en la mansión. Obviamente, faltaban Candy y Neil. La tía abuela conocía muy bien el paradero de ambos, a diferencia de Albert, que solo sabía la razón por la que Neil estaba ausente.

El joven patriarca, esperaba paciente la llegada del resto de la familia – Hubiera deseado ver a Candy en Año Nuevo, George.

– Lo sé, pero no se preocupe, mañana saldré para New York y llevaré los presentes a la señorita Ardley – George hace una reverencia – Iré a revisar los preparativos del banquete.

George sale del gran salón y Sarah Leagan aprovecha el momento para ir junto a Albert, acompañada por Eliza – Buenas tardes, William.

Esta reunión en particular, era muy especial para Eliza, ya que Sarah había decidido buscarle un buen esposo a su hija. Estaba segura que con la dote suficiente, conseguiría un buen apellido para su querida Eliza – Que gusto verte, Sarah – Albert se inclina cortésmente.

Sarah asiente y dibuja media sonrisa – Solo quiero pedirte la bendición para mi hija, como el jefe de familia que eres – Enarca una ceja – Ya sabes, ahora que se elija al afortunado caballero, que cortejará a mi dulce Elizabeth.

Con fastidio, Eliza cruza sus brazos y rueda los ojos – Sé que mi Eliza, va a comportarse como una dama de sociedad – Las palabras de Sarah, fueron pronunciadas con cierto tono de advertencia. La señora Leagan toma los hombros de su hija – Los dejo un momento, si me disculpan.

Por supuesto, Eliza no estaba muy de acuerdo con los planes de su madre, y como era costumbre, ya tenía un "As bajo la manga": Tom Steve.

La relación entre ambos, aunque un poco tormentosa iba creciendo, al igual que sus sentimientos. Además, la economía en el rancho ganadero crecía como la espuma y Eliza esperaba que fuera la razón suficiente, para considerar a Tom como el candidato ideal.

Esta noche, el joven Steve se presentaría junto a su padre, para declarar formalmente sus intenciones de cortejo hacia Eliza – Debo decir que estoy sorprendido – Confiesa Albert – De entre todos los jóvenes, escoger a uno del hogar de Pony.

– Por favor, no me recuerdes ese... lugar – Responde Eliza – Ya bastante tengo con acompañar a Tom, para estar recordando el orfanato todo el tiempo.

– No digas eso Eliza – Albert la abraza de los hombros – Quiero que sepas, que me siento muy orgulloso de ti.

Eliza jamás había tenido tal cercanía con el patriarca. Como todos los miembros más jóvenes del clan Ardley, Eliza siempre imagino que el tío abuelo William sería un viejecito; quizás del carácter de la tía abuela, o tal vez un poco más estricto. Cuando finalmente lo conoció, no podía engañarse a sí misma. Su gran parecido a Anthony y su elegante porte, la ponían nerviosa. En su interior, comprendía porque Candy lo prefería por encima de su hermano, algo que la irritaba.

Para ella, estar con Albert era casi como estar con Candy, y eso en verdad que la incomodaba. Solo por esta ocasión especial, Eliza le había pedido un gran favor a Albert, como sea: "si es capaz de ayudar a una huérfana, está obligado a ayudar a alguien de su misma sangre, ¿no?" – ¿Porqué aceptaste en ayudarme? Tú estás del lado de Candy ¿no?

Con tierna sonrisa, Albert dio palmadas en su hombro – No existe el lado de Candy o el lado de Eliza, somos familia y cuando necesites algo, no dudes en pedírmelo – Ambos caminan hacia un gran ventanal – Tom es un buen muchacho, no pudiste escoger a un mejor pretendiente.

Fingiéndose indignada, Eliza cruza sus brazos y voltea la cara – ¡Él no es mi pretendiente! solo me ayudará para... – Sus mejillas se enrojecieron fuerte – Así no me estará molestando mi mamá.

– Por supuesto – Desde su perspectiva, alcanzaron a ver un pequeño escándalo en la entrada de la mansión. El autor del bullicio empezó a gritar los nombres de Neil, Eliza y Candy. Albert vio de reojo a Eliza y ambos salieron a la entrada principal – ¡Llamen a ese idiota de Neil Leagan y a la rata de su hermana Eliza! ¡Candy! ¡Candy!

– ¿¡Terry?! – Con emoción, Eliza se apresura hacia el apuesto actor– ¡Terry eres tú, Terry!

Sin darle oportunidad de reaccionar, Terry abofetea a Eliza, después la toma de los hombros sacudiéndola con violencia – ¡¿Dónde está tu hermano?!, pequeña basura, seguro elaboraron una trampa para engañar a Candy… ¡Candy!

El escándalo era tan fuerte, que pronto serían rodeados por miembros de la familia, incluso Annie y Archie – ¡Terry suelta a Eliza! – Grita Archie, pero de inmediato Tom llega corriendo y se arroja sobre Terry, cayendo los tres irremediablemente al suelo. Archie junto con Annie, se apresuran para ayudar a una histérica Eliza, mientras que Albert trata de separar a Tom y a Terry – ¡Terry detente, Candy no está aquí!

Pronto llegaron Sarah, George y la tía abuela Elroy – ¡¿Pero qué está sucediendo aquí?! – George corrió hacia Tom y por fin pudieron separar a los jóvenes – ¡William! ¡¿Quienes son estos vagos y qué hacen aquí?!

Sin prestar atención a la tía abuela, Albert sujeta firme a Terry – Terry cálmate, Candy no está – Aún agitado por la pelea, Terry se vuelve hacia Albert – ¿Por qué estas así? ¿acaso bebiste?

– No lo suficiente… – Con brusquedad, Terry se sacude para liberarse. Los sirvientes se acercaron para sujetarle, pero Albert hace un ademán y se detienen – Entonces si no está Candy, hablaré con ese gusano de Neil – Demanda Terry.

– Tampoco se encuentra aquí – Albert sujeta los hombros de Terry – Vamos Terry ¿qué está pasando?, ¿dime por qué los buscas?

Sin perder el tiempo, la tía abuela alza la voz – ¡Saquen a ese individuo de mi casa! – Pone su pañuelo en la frente, fingiendo sentirse mal. Estaba convencida, de que ese joven sabía demasiado – ¡No quiero que permanezca ni un minuto más en mi presencia!

Los sirvientes se apresuraron y sujetaron a Terry, para sacarlo de la mansión Ardley – ¡Tía abuela, él es mi amigo! – Protesta Albert, al tiempo que Terry reclama a todo pulmón – ¡PROMETISTE QUE CUIDARÍAS DE CANDY Y TERMINÓ CASÁNDOSE CON NEIL!

Lo inverosímil de estas palabras tuvieron tal impacto, que Eliza detuvo su llanto y Tom, que estaba consolándola, levantó la vista sorprendido. En tanto, Annie y Archie cruzaron miradas tan incrédulos, como el resto de la familia – ¡ESPEREN! – Albert se precipita y detiene a los criados – ¡Terry, ella…!

De nueva cuenta, Terry agita sus brazos, liberándose de su agarre – Si no me crees, viaja a New York y velo por ti mismo…

– ¡Saquen inmediatamente a ese hombre! – La tía abuela finge un desmayo, siendo auxiliada por Sarah y demás miembros de la familia e invitados. Por su parte, Albert quedó petrificado, ¿cómo era posible que Terry supiera el paradero de Candy?. Solo había una explicación para ello: Terry se encontró con ella en New York – George alista mis pertenencias, tengo que ir a New York lo antes posible.

George afirma con la cabeza – Quise esperar a que la fiesta finalizara, pero en vista de los acontecimientos… – Abre la solapa de su traje y saca un sobre cerrado. Albert toma el sobre y lo abre, eleva la vista hacia la tía abuela y despacio va caminando hacia donde está sentada – Tía abuela, ¿cómo está la señora Clementine Delrick? ¿sigue Candy a cargo de su cuidado?

– Por supuesto que sí… – Alterada, la tía abuela no meditaba bien sus respuestas – William por Dios, ¿por qué haces esas preguntas?

Ya molesto, Albert le muestra el documento que George le entregó, siendo la fotografía post mortem de la señora Clementine Delrick; la misma foto donde aparece Candy, acompañando a la familia Delrick – Creo que tenemos mucho de que hablar – Se vuelve hacia los demás invitados, que le miraban expectantes. Da un suspiro y enfoca la vista en Tom y Eliza – Bienvenido a la familia, Tom… – Dice sin mas e ingresa a la mansión, siendo seguido de cerca por George.

– ¡William espera! – La tía abuela Elroy se apresura detrás de él, liberando un poco el tenso ambiente, pero dejando un montón de preguntas en el aire.

– No es posible que Candy se haya encontrado con Neil, él está en el ejército – Analiza Archie, viendo a su esposa – Mucho menos, que se haya casado con Neil… Además, con toda seguridad, él ha de estar en Europa.

Preocupada, Annie baja la vista y junta sus manos – Estoy de acuerdo, Candy jamás se casaría con Neil, pero…

– Neil todavía no llega a Europa – Aclara Eliza, siendo aun confortada por Tom – El día de Acción de Gracias, nos contó que zarparía rumbo a Francia, desde el puerto de New York.

– Seguro que Terry sabe algo más, vamos a alcanzarle – Archie sale presuroso a buscarle, siendo seguido por Annie, Tom y Eliza – ¡Terry espera!

c - c - c - c

Horas mas tarde en Alta mar y bajo el cobijo de la noche, una pareja ingresaba al servicio médico del RMS S.T. Mary – Mi esposa se siente mal – Explica el afligido cónyuge – Creo que está mareada.

El galeno de brillante calva, ajusta sus lentes – ¿Desde qué hora se siente mal?

– Diría que desde el crepúsculo.

El doctor les mira fijamente unos segundos, y se retira los lentes – ¿Será qué comió algo?

La pareja miro a su alrededor – Guisantes, comió guisantes.

De nuevo, el doctor les observo en silencio, hace una seña a la enfermera y esta cerró la puerta exterior – Tal vez mi colega al fondo, pueda ayudarles.

El soldado Maxwell y la enfermera Virginia Moore cruzaron miradas – Sí, tal vez…

La misma enfermera les conduce hasta una habitación pequeña, donde el general Walter Delrick y el Dr. Alfred L. Delrick, estaban analizando el cadáver del ahogado – Buenas noches soldado Anderson – El general hace su saludo militar – Buenas noches, señorita Moore – Coge su mano y la besa.

Virginia mira el cuerpo inerte y toma el brazo de Maxwell – Acérquense, necesitamos saber si pueden reconocerlo.

Obediente, Maxwell se aproxima lo suficiente y analiza sus facciones – No recuerdo haberlo visto – Voltea a ver a Virginia y ella niega con la cabeza.

– Muchas gracias, eso es todo soldado Anderson, señorita Moore – Se inclina cortésmente – Que pasen buenas noches.

Antes de retirarse, Maxwell se dirige al Dr. Delrick – ¿Alguien lo ha reconocido?

– El soldado Leagan y el soldado Brown Roosevelt – Aclara el Dr. Delrick – Ambos afirman haberlo visto en Central Park.

– Entiendo – Maxwell y Virginia se despidieron, pero a la mitad del pasillo, Maxwell se detiene -– Espérame por favor, necesito preguntarle algunas cosas al general Delrick.

Virginia le sonríe – Aquí te espero – Maxwell se regresa y Virginia camina por el estrecho pasillo hacia la sala de espera, cuando escucha una voz familiar – …Taparte con las cobijas.

Curiosa, la enfermera Moore se asoma a un pequeño cubículo y ve la espalda de Neil – Me quede dormida, además no tenía frío – Le responde la señorita Ardley.

¿Candy y Neil? – Cuidando de no ser vista, Virginia se oculta en el pasillo – Solo vas a lograr enfermarte – Neil reprende a Candy, se retira su abrigo y lo pone sobre sus hombros, rodeándola en un abrazo y apoyando sus labios en el ensortijado cabello – En serio que me haces enojar.

– No me culpes por tu mal humor – Candy se recarga en Neil, acomodando la cabeza en el hueco de su cuello. Neil la jala más hacia él, abrazándola con ambas manos – Estas temblando, Candy.

– Solo es frío – En parte, Candy decía la verdad, pues cuando llamaron a su camarote, la leña en la chimenea ya se había consumido y dormía acurrucada a él, esto gracias al gélido ambiente nocturno. Su despertar, aunque fue embarazoso, ninguno se atrevió a decir una palabra. Pasaba de la media noche y Neil solo observó el papel que deslizaron debajo de la puerta – Si me contagias un resfriado, tu castigo será cuidarme -– Expresa con disfrazado enojo, inclinando su cabeza sobre la de ella, mientras que frota su espalda con suavidad.

– Lo dices como si nunca lo hubiera hecho – Candy infla sus mejillas y cruza sus brazos – Espero que el té que nos ofreció la señorita enfermera, me quite el frío.

De una puerta al fondo, ingresó una enfermera, llevando una taza de té caliente. Al verla, Virginia dio unos pasos hacia atrás, para evitar ser vista – Esos dos… parece que están pasando mucho tiempo juntos – Se dice a sí misma, analizando la interacción y el lenguaje corporal entre Neil y Candy. Virginia aún sentía la frustración de haber perdido el interés de Angus, despertando un gran resentimiento – Candy, no te robarás al novio de Alina Jones.

De pronto, un animal con pelaje sucio salió y saltó hacia Virginia – ¡AAAH! ¡auxilio!

Candy, Neil y la enfermera se giraron e inmediatamente salieron al encuentro de Virginia, mientras que un enfermero, sujeta bajo una sabana al animal que la "atacó" – Es un mapache que ha estado hurtando comida – Explica el hombre – Pero por alguna razón, siempre regresa a la enfermería.

– ¿Un mapache que regresa a la enfermería? – De repente, el animal escapa y salta a los brazos de Candy, tirando la taza de té – ¡Pero si es Clint! Jajajaja – Con gran emoción, Candy abraza a su pequeño coatí – ¡Oh Clint, Clint, que gusto me da verte!

Cuando Albert viajo para el día de Acción de Gracias, Clint que estaba a su cuidado, se oculto en sus maletas. Cuando llegaron a New York, George bajo las maletas y no reparo en el coatí con cola anillada que salió de entre las pertenencias del señor Ardley. Clint anduvo perdido todo este tiempo en New York, comiendo en los muelles junto a los gatos, hasta que vio a Candy subir al RMS St. Mary e inmediatamente subió al barco, ocultándose entre la cocina y la enfermería, con la esperanza de encontrarse con Candy.

Finalmente, Clint tuvo su feliz encuentro y Candy no podía sentirse más dichosa – ¿Qué significa esto? – El general Walter Delrick se asoma y observa a Candy con Clint – ¿Candy, ese animal es tuyo?

Temerosa, Candy se levanta del suelo con Clint en brazos – Verá general Delrick… yo…

– Yo se lo permití, señor – Haciendo su saludo militar, Neil interviene parándose entre Candy y el general Delrick – Clint es totalmente mi responsabilidad, señor.

– Ya veo… – Walter Delrick hace un gesto y Neil se hace a un lado, después observa en silencio al pequeño animal y eleva los ojos a Candy, preocupando a la joven doctora – Tienen que pagar un impuesto por la mascota – Hace una reverencia – Que pase buenas noches, señora Leagan.

Sintiendo que el alma volvía a su cuerpo, Candy abraza al pequeño coatí y da pequeños saltos. En tanto, Neil nota la extraña mirada que Virginia le dirige a Candy, antes de salir del brazo de Maxwell – Esa mirada…

– ¡Neil! – Candy interrumpe sus pensamientos, acercándose a él con Clint en brazos y baja la vista – Neil, yo… – Trata de agradecerle su ayuda, pero Clint al ver a Neil Leagan, salta de sus brazos y se esconde detrás de Candy – ¡Clint!

Con socarrona sonrisa, Neil se inclina hacia Clint – Veo que todavía me recuerdas, pequeño Clint – Le frunce el ceño al animalito.

– Vamos Neil, no lo asustes… ¡achú!

Suavizando el gesto, Neil acomoda su abrigo en los hombros de Candy – ¿Ves? Ya te resfriaste, vamos rápido al camarote, antes de que baje más la temperatura.

El resto de la noche, Candy durmió en su cama con Clint a sus pies, mientras que Neil se recostó en su bolsa de dormir. Al despertar, cada uno realizaría su rutina, como si nada hubiera pasado entre ellos, más allá del reencuentro inesperado con la fiel mascota de Candy.

Neil despertó, se puso a hacer ejercicio, se duchó y regreso a la otra habitación para terminar de vestirse. En cada movimiento que hacia el joven Leagan, Clint mostraba signos claros de nerviosismo – No te preocupes Clint – Candy trata de calmarlo, al tiempo que le da un bien merecido baño – Aunque no lo creas, Neil ha cambiado mucho, recuerda hoy te defendió del general Delrick.

El animalito la escuchó con atención y asintió – ¿Todos los huérfanos hablan con los animales? – Candy ve sobre su hombro y localiza a Neil, recargado en la puerta del baño – O es solo un efecto secundario, por vivir en los establos.

– Ja-ja que gracioso – Apretando el entrecejo, Candy saca a Clint de la bañera y lo envuelve con una toalla, cierra los ojos y pasa de él – ¿Esa es la forma en la que agradecen los niños de la casa de Pony? – Reclama Neil, cruzando sus brazos.

La pecosa se detiene, Clint baja de sus brazos y sube a la cama – Tienes razón – Expresa y se vuelve hacia él – Gracias por ayudar a Clint, Neil… en serio te lo agradezco mucho.

La dulce y sincera sonrisa que Candy le ofreció, puso nervioso a Neil – ¿Acaso tenía otra opción? – Indignado, voltea su cara y cierra los ojos – Será mejor que nos apuremos, tengo que ir a pagar el impuesto por tu mascota – Sale de la habitación y cierra la puerta, sin que esto borrara la sonrisa de Candy – Aún así, gracias Neil.

c - c - c - c

– Así que tú eres el famoso Clint jajaja awww – Clara toma en brazos al coatí y ríe con Angus – Es tan esbelto y su pelaje es muy suave.

– Es muy travieso – Candy pone manos en la cintura – No sé como llegó al barco, pero tendrá que recuperar su peso, sino se enfermará.

Cuando la familia Leagan iba saliendo del restaurante, se toparon con Clara, Angus, Virginia, Maxwell, Alina y Oswald – ¿Cómo es que Clara conoce a la mascota de Candy? – Virginia cuestiona a Alina.

– Se volvieron amigas, desde que vivían en New York – Alina le habla en voz baja – Según me ha contado Clara, estudiaban juntas y salían a pasear con Clementina, la hija del general Delrick.

Virginia hace una mueca de desagrado – Alina, hay algo que quiero decirte, verás…

– ¿Nos vamos, señora Roosevelt? – Oswald corta las palabras de Virginia, ofreciendo su brazo cortésmente a Alina.

– Lo siento Virginia – Alina coge el brazo de Oswald – Vamos a almorzar ¿no vienes con nosotros?

Maxwell niega con la cabeza y Virginia lanza un suspiro, irritada por no poder advertir a Alina – Lo siento, vamos a pasear por la cubierta… – Ve de reojo, como se aleja el falso matrimonio Leagan – Platicaremos más tarde.

La compañía de Clint animaba mucho a Candy, tanto que sacó parte de su dinero con el firme propósito de comprar algo para él – Hoy sí comprare algo en el bazar.

El joven soldado se detiene en seco – ¿Qué?, ni pienses que te voy a acompañar.

– Ayer no traía dinero suficiente – Candy ladea su cabeza y nota la seriedad en su rostro – No todos somos miembros de la familia Leagan ¿sabes?

– ¡Y lo dice la hija predilecta del patriarca Ardley! – Alza una mano, enfatizando su queja – Puedes pedirle lo que quieras a tu querido Albert.

Tratando de no perder los estribos, Candy cierra los ojos – Si no quieres acompañarme está bien – Ajusta su abrigo y guiña un ojo – Clint me acompañara, vamos Clint.

Elevando ojos al cielo, Neil la abraza de la cintura evitando que se aleje – ¿Sabes lo mucho que me enfadas, verdad? – Acerca su malhumorado rostro al de ella.

Divertida, Candy se encoge de hombros – Jajaja, después de todos estos años, creo que tengo una idea de cuánto te enfado.

– Ya cállate – Con fingido mal humor, Neil lleva a Candy al bazar y en esta ocasión, se tomó su tiempo para ver la mercancía.

Francamente, Candy no era una derrochadora, pero eso no la limitaría a mirar los artículos exhibidos – Este prendedor en forma de cisne, está muy bonito.

Con desgano, Neil mete las manos en los bolsillos de sus pantalones – Si te gusta tanto ¿por qué no lo compras?

– ¿Ya viste el precio? – Con cuidado, baja la pieza de joyería – No tengo tanto dinero.

Indiferente, el moreno se acercó al vendedor y le habló al oído por unos segundos – ¡Por supuesto señor Leagan! – Responde el joyero, guardando el broche en una fina caja de terciopelo negro.

– ¿Qué le dijiste?

– Te conseguí un buen descuento – Sonríe satisfecho de su proeza – Podrás comprarlo a mitad de precio.

– ¿A mitad de precio? – Candy empieza a hacer cuentas con los dedos – Aún así no me alcanza… – Baja la vista, apenada – ¿Por qué siento vergüenza, de que Neil se enteré que no porto mucho dinero? – Se preguntaba – Si así ha sido siempre, ¿por qué ahora es diferente? – De todas formas, gracias Neil.

Neil hace una mueca y se encoge de hombros – Después de todo, los huérfanos no saben apreciar la joyería fina – Sonríe mordaz – Casi me engañas, eh Candy.

La rubia frunce el entrecejo – Que puedo decir – Le sonríe con educación – Por un momento, creí que me regalarías el prendedor, pero olvidaba que los niñitos mimados no hacen regalos a las huérfanas.

– ¿Niñito mimado? – El joven Leagan hace un gesto desagradable – ¡¿A quién llamas niñito mimado?!

– Vamos Clint, busquemos un chal para que no sientas frio en las noches, jijiji – Candy pasó por alto los reclamos de Neil, dejando escapar una risita burlona – Ja-ja muy chistosa – Mal encarado, Neil tomó los paquetes que compró Candy y cogió su mano, sin saber qué eran vigilados a lo lejos.

Durante la cena, se reunieron los soldados con sus esposas. Candy le contaba a Clara los artículos que había adquirido en el bazar del Gran Salón – También compre una chalina sencilla color guinda para Clint y estos mitones.

– Vaya Candy, esos mitones color perla están muy bonitos – Con emoción, Clara cierra los ojos y suspira – De seguro se te verán muy bien.

Virginia se aproxima a Alina – Así que Clara y Candy son muy amigas… – Se acerca más para hablarle en voz baja – ¿Y ya notaste cómo se llevan Neil y Candy?

– Oh sí – Complacida, Alina toma su copa de vino – Candy es muy buena amiga, deja que Neil me visite en las noches.

– ¿Ah sí? – La castaña rojiza alza una ceja – ¿Fue anoche a visitarte?

– Bueno... a decir verdad, no – Alina bebe de su copa.

– ¿Y durante la tormenta, fue a verte?

– No – Alina sonríe y niega con la cabeza – Virginia por Dios ¿en qué estás pensando? jajaja.

– Esos dos se traen algo entre manos, estoy casi segura… Si nos ponemos a pensar las cosas, en realidad no conocemos a Candy – Virginia ve de reojo a Clara – Y creo saber de dónde voy a obtener más información.

– Virginia – Alina le mira incomoda – No tienes derecho de espiar a Candy.

– ¡Neil! – Tanto Alina como Virginia se vuelven y miran a Candy, con crema batida en la nariz. Con caballerosidad, Neil coge una servilleta y le retira el batido – ¡Lo hiciste a propósito!

– Permítame señora Leagan – Burlón, humedece la servilleta con saliva y continúa su labor – Creo que he mejorado tu sabor – Le sonríe con picardía y se inclina hacia ella, ocultando su rostro entre los abundantes rizos, para hablarle al oído. El rostro de Candy pronto enrojeció, empujándolo de lado – ¡Eres incorregible!

Aunque no se escucho lo que le dijo en secreto, para Virginia era mas que obvio: Neil coqueteaba con Candy. Al voltearse hacia Alina, nota su rostro ligeramente desencajado – ¿Ahora entiendes lo que te digo?

– Ellos crecieron juntos – Justifica la rubia enfermera – Es normal que se tengan confianza – Alina ve que ambos se levantan y Neil se despide de ella, guiñándole un ojo.

– Pues yo no confío en ella – Virginia ve como Neil pone ambas manos en la cintura de Candy y cruza sus brazos – Y tú tampoco deberías de ser tan confiada.

Una de las razones, por las que Neil había estado llegando tarde todas las noches, era porque visitaba a Alina, antes de dar su ronda de vigilancia (aunque para evitar rumores, a quien visitaba era a su gran amigo Roosevelt) Por obvias razones, Candy ignoraba esto, pero no dudaba de que se veían en secreto. Para Candy, Neil estaba tan enamorado de Alina, como ella le correspondía a él, y eso le gustaba, ya que era una forma segura de mantenerlo a raya.

O al menos así era, hasta antes de la tormenta, y por supuesto, la cena romántica.

c - c - c - c

Pasados los días, la relación entre Neil y Candy iba mejorando, siendo Clint mudo testigo de cómo su convivencia era más cordial. Entre ellos, no faltaban las miradas furtivas, sonrisas cómplices, incluso acompañarse en silencio era bastante agradable (por ejemplo en las tardes, cuando Candy estudiaba medicina, Neil le acompañaba leyendo un libro)

Todo parecía ir muy bien entre los antiguos rivales. No obstante, Candy notaba que algo le molestaba a Neil. En ocasiones, él hacia un gesto y se alejaba, o permanecía a su lado, callado y guardando distancia con la pecosa – Neil, ¿hay algo que te moleste?

– No realmente – El moreno sonríe, ofreciéndole caballerosamente su brazo – Ven, vamos a pasear.

Y de nuevo, los ánimos regresaban en él, tranquilizando los pensamientos de Candy.

La doctora Ardley-Leagan jamás había charlado tanto con un varón, que no fueran Terry o Albert, en especial con temas tan delicados e íntimos. Al principio, Candy estaba segura de que Neil se burlaría de ella (ser desplazada por una "lisiada", era la burla perfecta para humillarla) sin embrago, las despiadadas burlas nunca llegaron, sino todo lo contrario.

En palabras dichas por el propio Neil, Susana se aprovechó de la situación lastimera en la que se encontraba, para quedarse con su amado Terry – ¿Si no se hubiera accidentado, estarías con el? – Le preguntó y al instante, cambio de tema - Así que ¿sigues buscando a los huérfanos, no?

No, Neil no quería saber la respuesta a la otra pregunta y Candy lo presentía – Se la pasa atacando a Terry en cada oportunidad – Recapacita, sintiendo un ligero pinchazo de alegría – Cualquiera pensaría que es muy celoso.

Mientras reflexionaba su relación con Neil, ambos caminaban por la cubierta, como parte de la misión secreta – ¿Ves a esa familia de ahí? – le pregunta, sacándola de su ensoñación. La rubia sigue su mirada y localiza a una pareja madura, acompañada por dos jóvenes de su edad – Si crees que Eliza y yo somos insoportables, Patrick y Juliette Woodhouse nos superan con creces.

– ¿Más insoportables que ustedes? – Como reflejo, Candy aprieta el brazo de Neil – ¿Eso puede ser posible?

Neil eleva su rostro y suelta una sonora carcajada, llamando la atención de algunos pasajeros – ¿Es posible? ¡claro que es posible! – Rodea su delgada cintura y peina los suaves rizos con la otra mano – Soy muy superior en otras habilidades lo sé, pero incluso Patrick rechazó y dejo en ridículo a Eliza.

– ¿Dejo en ridículo a Eliza? – Candy regresa la vista hacia el joven Woodhouse y se percata del aire soberbio y avaricioso que emana – Neil es orgulloso y arrogante, pero ese joven tiene una expresión distinta – Piensa– No parece una buena persona.

– Puedo asegurarte que no lo es – Neil enarca una ceja, al ver que Patrick le saluda con descaro, fijando su atención en Candy – Vayamos a otro lado, el ambiente se ha vuelto… pesado – Pasa el brazo sobre los hombros de su esposa e ingresan al bazar, con la esperanza de perderse entre la multitud.

Neil Leagan evitaría a toda costa, que Patrick Woodhouse cruzara palabras con Candy.

Pasado el momento incomodo, Neil aprovechó y continuó hablándole a Candy, sobre los pasajeros que conocía – Aquella mujer tan jovial, se casó a los quince años con un vejestorio muy rico de setenta y cinco.

La incredulidad mezclada con asombro, se manifestó en el rostro de Candy – ¿En serio? – Neil mueve la cabeza – ¡Cielos! ¿y dónde está su marido?

Con carcajadas, Neil niega con la cabeza – Para su fortuna, falleció al año de casados… – Rueda los ojos y alza sus hombros – Supongo un final feliz, para un triste matrimonio arreglado, como el de nosotros.

Con mejillas sonrojadas, Candy frunce el ceño – No te atrevas Neil.

– Con suerte, serás la viuda de Leagan antes de darte cuenta.

– ¡Neil! ¡No me parece gracioso!

Ya con malicia, Neil continua describiendo el maravilloso panorama que le espera, tras su muerte – Solo tendrás que reconocer mi cadáver, para acceder a toda una fortuna en mi nombre.

– ¡Basta! – Fuera de sí, Candy sacude su brazo, soltándose de su agarre y le planta una bofetada, llamando la atención de algunos curiosos. La sonrisa en Neil se borró, viendo entre disgustado y confundido, las enormes lagrimas que resbalaban por los ojos de Candy – L-lo siento… no debí… – Baja la vista.

– Pensé que deseabas deshacerte de mí – Expresa Neil, solo para conocer su reacción.

– No quiero que nada te pase – Candy le mira fijamente y Neil coge sus manos, pues sabía muy bien a que se refería.

En su interior, Neil deseaba poder asegurarle que todo saldría bien, que nada malo pasaría en combate, pero él tampoco imaginaba lo que les esperaba.

Lo único coherente que se le ocurrió hacer, fue besar sus nudillos – Bueno, al menos no me odias.

– Neil yo….

– Eso significa, que has caído presa de mis encantos, jajajaja– Con sátira la abraza y la inclina de lado, provocando que Candy se sujetara firme de su cuello –¡Ah!

Las pecas de Candy parecían hundirse en el enrojecido rostro, como si escondieran su vergüenza – ¡Jamás dije eso! – Lo que para ella eran risas burlonas, para Neil eran la expresión más sincera de dicha – ¡Nunca dejarás de ser Neil Leagan! – Se incorpora y cruza sus brazos.

Con esa última frase, se fueron apagando las risas de Neil. A pesar de que Candy ya no lo odiara, comprendió que debía tener mucho cuidado, de no revivir el amargo recuerdo del viejo Neil Leagan. Su rostro cambio y le ofreció su brazo – ¿Te llevo al camarote?

Extrañada, Candy notó el drástico cambio en su semblante – ¿No estaba riendo hace un segundo? – Se interrogaba – No, quisiera recorrer de nuevo el bazar.

– ¿¡Otra vez?! – Protesta cruzando sus brazos – ¿Qué no has visto suficiente en estos días?

– Quizás sí, quizás no – Candy le guiña un ojo y empieza a reír – Además, acabamos de comer, todavía falta mucho para que vayas al casino.

Neil hizo una mueca, luego elevo ojos al cielo y le ofreció su mano – Recorramos el bazar entonces.

– Espera – Candy toma su mano – Vayamos al petite restaurant, no comimos postre.

– Comes mucho para estar tan delgada – Menciona y entrelazan los dedos, recibiendo la tierna sonrisa de Candy – Vamos Neil.

Ambos salen del bazar, siendo observados por Virginia y Alina – Tenias razón Virginia, Candy está coqueteando con Neil – Angustiada, Alina aprieta sus manos – ¿Qué voy a hacer si se enamora de ella?

– No te preocupes Alina – Virginia ve con resentimiento a la rubia doctora – Está noche pondremos a esa coqueta en su lugar.

c - c - c - c

A la hora señalada, Neil llevo a Candy hasta su camarote, pues tenía que cumplir con su rutina en el casino – No lo olvides, hoy tenemos cena de gala.

Cabizbaja, Candy asiente – Es una pena que el broche ya no este en el bazar.

El joven Leagan sonríe – ¿Pena? Ja, es un verdadero alivio que lo quitaran.

Esta broma no le gustó a Candy – Pues yo si lo lamento – Baja la cabeza haciendo un puchero – Había cosas muy bonitas, no sé porque no compraste nada – Pone manos en la cintura – Antes hubieras alardeado de tu posición social.

– Antes, como tú dices – Neil la corrige – Ese era el viejo yo, del que tanto te quejas – Una expresión de amargura, apareció unos segundos en su rostro – En fin, ya vuelvo.

El pasillo estaba algo concurrido, dandole una idea a Candy – ¡Espera! –Caminó rápido hacia él, apretó las solapas de su traje y lo jaló, dandole un pequeño beso en la mejilla. Gratamente asombrado y visiblemente desconcertado, Neil abre la boca, pero ella se adelanta – T-todas las esposas, se despiden de esta manera – Baja la vista y cubre sus mejillas, avergonzada – No tardes… ¡vamos Clint! – Candy le habla a su fiel compañero y corre al camarote, cerrando la puerta tras de sí.

De a poco, su sonrisa característica se dibujo en los labios – Estas jugando con fuego, Candy – Se dice mentalmente – Si no tienes cuidado… – Mueve la cabeza y con ánimos renovados, se encamina al casino del barco.

El reloj sobre la chimenea marcaba las 19:50 hrs, cuando alguien llamó a la puerta. Candy apenas había terminado de peinarse y rápido ajusto su albornoz – Buenas noches señora Leagan – Saluda el mozo – Su esposo solicito le trajeran esto – Extiende una bandeja y sobre ella, descansaba una bolsa de papel, membreteada con el logo del barco – Espero lo disfrute.

– ¿Para mí? Gracias – Candy cerró la puerta y curiosa, abrió la bolsa encontrando una tarjeta, junto con una fina caja de terciopelo negro. Dentro de la caja, vio el delicado prendedor en forma de cisne, cubierto de pequeñísimos diamantes sobre oro amarillo, resaltando el zafiro azul en su ojo y los rubíes color granate que forman un moño en el cuello – ¡Es el broche! – Todavía conmovida, Candy toma la pequeña tarjeta:

"Espero que sepa apreciarlo una hija de Pony. Úsalo para la cena de esta noche."

N. L.

– Oh Neil… – Con dulzura, Candy apoya la caja en su pecho, sintiendo el fuerte palpitar de su corazón – Clint, ¿qué debo hacer? A veces pienso que está jugando sucio… pero luego veo sus ojos, y sé que ya no es el mismo Neil Leagan, que conocimos en Lakewood.

El reloj de madera comenzó a sonar – ¡Es tarde! tengo que terminar de arreglarme – Rápido se levanta y se encierra en su habitación.

Más tarde, Neil llega apresurado al camarote – Siento la hora – Mientras se retira su abrigo y zapatos, toca la puerta de la habitación – Me daré un baño rápido y… – La puerta de la habitación se abrió, dejando ver a Candy luciendo un hermoso vestido de fiesta, color negro con pedrería, que se ajustaba suave a su cuerpo, de corte largo hasta tres centímetros debajo de la rodilla, dónde salían flequillos que le llegan a media pantorrilla (regalo de Tina, pensado en las fiestas del trasatlántico) Su cabello esta peinado en una sola coleta, sujeta con un delgado listón rojo. El broche de cisne, resalta sobre la tela negra a nivel del busto.

Una vez mas, Neil no pudo expresar palabra, poniendo tensa a Candy – Ya estoy lista – Le sonríe – Yo… gracias por el prendedor Neil, espero poder lucirlo esta noche.

– El prendedor no luce nada – Afirma Neil, preocupando a la doctora – Queda opacado por Candy – Alza una mano, pasa sus dedos por los rubios rizos y niega con la cabeza – Será mejor que me arregle, ya es tarde.

El pecho de Candy saltaba de gozo, sintiendo una desconocida emoción por sus palabras – Es como si tuviera una cita con Neil – No puede evitar, imaginar que están saliendo en una cita real – Aquí te espero.

c - c - c - c

A las 21:30 hrs Candy llegó al Gran Salón (el mismo donde acomodaban el bazar), luciendo un abrigo beige sobre su vestido negro y tomada del brazo de su esposo Neil Leagan. La belleza y fina elegancia de la rubia, iba llamando la atención de algunas personas, en especial los varones. Por ello, Neil Leagan se sentía altivo, pues era él quien ingresaba como pareja de la hermosa joven.

– ¡Candy! – Clara se levanta de su silla – Te ves muy guapa, ven siéntate junto a mi.

Los amigos se acomodaron alrededor de la mesa redonda, quedando Neil junto a Candy a su lado derecho, y Oswald a su izquierda – Buenas noches, Alina – Neil se inclina hacia la enfermera, al otro lado de su amigo – ¿Ocurre algo?

La razón por la que Neil le hacia tal pregunta, era porque los últimos días había notado, que Alina le trataba diferente – Estoy bien, gracias – Comenta y baja la vista, mostrándose visiblemente inquieta.

Neil cruzo miradas con Oswald, y este alzó los hombros, dando a entender que no comprendía qué le pasaba a Alina – Bueno, ¿y qué hay de cenar? – Expresa Oswald, esperando disipar el extraño ambiente que se percibía, desde que se sentaron a la mesa.

Durante la cena, los comensales casi no platicaban. En general, los varones no charlaban mientras comían, a diferencia de las mujeres, que platicaban todo el tiempo. Sin embargo, en esta ocasión, solo hablaba Clara con Candy, sin cruzar palabras con Alina y Virginia, y viceversa – Es un prendedor hermoso, Candy.

De vez en cuando, Virginia le llamaba la atención a Clara – Clara… mph, mph – La mencionada baja la vista y continua comiendo, cortando momentáneamente cualquier conversación con la señora Leagan.

Neil, viejo lobo de mar, sabía que algo estaba sucediendo, o iba a suceder – Virginia se comporta igual que Eliza, ¿qué estará planeando? – Limpia su boca con una servilleta – ¿Quieres bailar Candy?

– ¿Bailar? – Baja los cubiertos y ve hacia la pista, dónde varias parejas se están reuniendo en el centro. Un alegre grupo de músicos afroamericanos, están explicando un nuevo estilo de baile – Así se baila en nuestra bella ciudad de Charleston – La banda empezó a tocar y dos parejas del grupo musical empezaron a bailar, contagiando el divertido ritmo en la pista de baile.

Entusiasmada, Candy se levanta de su silla tomando el brazo de Neil – ¡Sí quiero, vamos…! – Aguarda un momento, ¡Candy! – De inmediato, Candy arrastró a Neil a la pista y torpemente, se puso a bailar este nuevo ritmo – ¡Anímate Neil! – Da una vuelta – Es muy divertido jajaja.

El gallardo aristócrata estaba colorado, esos bailes modernos y alocados no eran para una persona de su altura, menos ahora que formaba parte del selecto grupo de soldados élite. A pesar de la gran vergüenza que sentía, no podía dejar bailando sola a Candy, aparte no daría oportunidad a otro hombre, para bailar con la rubia.

Por Candy, haría cualquier cosa – Me debes una – Toma su mano, la gira con brusquedad y empieza a bailar con ella.

Oswald, Angus y Maxwell veían entretenidos, como Neil bailaba con Candy – Hey se ve divertido ¿no quieres probar Clara? – Interroga Angus.

– Sí claro, por… – Mph, mph… – Virginia interrumpe a Clara, mirándola con seriedad – Lo siento Angus – Baja la vista al postre frente a ella – Quizás después.

– Sí, después… – Angus ve de reojo a Maxwell y este hace un gesto negativo, ajeno a lo que pasaba.

Mientras tanto, Alina contemplaba la fuerte química que existe entre Neil y Candy – Déjalos que bailen Alina, será la última vez que lo hagan – Asegura Virginia, poniéndose lo más erguida posible.

– Virginia, yo… no quiero… – Alina esta a punto de levantarse, pero en ese instante llega Candy junto con Neil, riendo y bromeando por ese nuevo ritmo – Jamás volveré a bailar esto jajaja – Reclama Neil – No es mi estilo.

– ¡Oh vamos! – Candy lo empuja de lado – No lo hiciste tan mal, para ser miembro de la gran familia Leagan jajaja.

– Es curioso que lo menciones, Candy – Virginia baja el tenedor y se limpia con una servilleta – En algún momento durante este viaje, hemos escuchado parte de la infancia de todos… excepto de la tuya.

La gran emoción que sentía la familia Leagan se esfumó, cuando escucharon las palabras de Virginia. Candy se volvió hacia Neil y este la miraba perplejo – Se-seguramente, la infancia de Candy fue normal, como la de todos – Interviene Clara, tratando de ayudar a Candy.

– S-sí bastante normal – Sintiendo un intenso escalofrío, Candy no entendía que estaba pasando, pero tenía un mal presentimiento – ¿Por qué la pregunta?

Con malicia, Virginia toma su copa – Verás Candy, nunca había conocido a una chica de tu tipo, que haya crecido en ese lugar… ¿cómo se llama?, oh es verdad: casa de Pony.

En ese segundo, Candy sintió como la sangre se le iba a los talones, al tiempo que Alina trataba de recordar, por qué le resultaba tan familiar ese nombre – ¿Casa de Pony? – Le pregunta Oswald – ¿Es un colegio privado o algo así?

– ¡Por supuesto que no! – Exclama la castaña rojiza – La casa de Pony es un orfanato ¿no es cierto, Candy?

– Virginia… – Debajo de la mesa, Candy apretaba con fuerza su servilleta – ¿Cómo es que sabe del hogar de Pony?… ¡Clara! – De pronto, siente como si un balde de agua fría le cayera encima. Gira su cabeza hacia Clara y esta se hunde en su asiento. Inesperadamente, un par de manos toman la suya, alza la vista y ve a Neil cabreado, manteniendo la vista sobre Virginia – Neil…

El embarazoso silencio, permaneció en la mesa por unos segundos – ¿Qué no vas a responder, Candy? – Virginia se acomoda de lado – Porque al principio, alardeabas mucho por ser miembro de los Ardley, familia muy rica por cierto y un afortunado cambio para una huérfana, supongo.

Las manos de Neil apretaron la suya, como si le diera algo de valor – Crecí en el hogar de Pony, que es un orfelinato – Alza su mirada, sintiéndose orgullosa de sus madres – La señorita Pony y la hermana María, fueron muy buenas conmigo.

– Es extraño Candy, si hubieran sido buenas contigo, te habrían adoptado ¿que no? – Angus y Maxwell no entendían lo que estaban hablando, mirando confusos toda la situación – Sin embargo, fuiste contratada como criada y viviste en los establos.

– No sé que pretendes Virginia, pero creo que es suficiente – Protesta Oswald – No importa donde creció Candy, ella es nuestra amiga.

– Solo quiero que sepan, quien es realmente Candy White – Virginia baja su copa – Crees conocerla porque te gusta Oswald, pero ¿sabías que Candy fue acusada de ladrona? – La tensión en el ambiente se incrementó de sobremanera y Candy apretó los dientes, en tanto Neil permanecía callado, furioso – También fue expulsada del prestigioso colegio San Pablo en Londres, por tener amoríos en los establos jajaja – Apoya su codo en la mesa y descansa la barbilla, en el dorso de su mano.

– ¡Virginia! – Angus se pone de pie, apretando las manos – ¡No tolerare que le levantes falsos, a nuestra amiga Candy!

El hecho de que Angus defendiera a Candy, le dio el coraje suficiente, para continuar manchando su honorabilidad – ¡No son mentiras, pregúntale a Candy! – Cruza sus brazos ofendida – Si tiene algo de dignidad, dirá la verdad.

De nueva cuenta, el pesado ambiente se presentó con el mutismo de Candy – Nos vamos – Sentencia Maxwell y toma el brazo de Virginia – Espera Maxwell, aún no ha dicho nada Candy.

Visiblemente incomodo, Maxwell se pone en pie – ¡No voy a permitir, que sigas…!

– Un momento – La discusión entre Maxwell y Virginia fue interrumpida por la misma Candy. Armándose de valor, la pecosa hace una inspiración profunda – Todo lo que ha dicho Virginia es verdad – Maxwell se sienta lentamente con expresión de sorpresa, al igual que Oswald, Angus y Alina, quien apenas se estaba enterando de esta nueva verdad.

Ahora, toda la atención estaba sobre Candy – Cuando fui adoptada estaba muy contenta, porque pensé que por fin tendría una familia – Al oírla, Neil apretó la mano de Candy – Al final, pasé a ser la criada de esa casa rica y me mandaron a los establos.

– Candy – Clara alza la vista, impresionada por la fortaleza de su compañera doctora.

Ofreciendo una amable sonrisa a Clara, Candy continúa – Por un malentendido, fui acusada de ladrona y llevada a vivir a México, pero gracias a Dios, el señor William Albert Ardley intervino, me adoptó y envió a estudiar a Londres.

Alina cruzo miradas con Oswald – En el colegio San Pablo, hubo otro malentendido y estuve a punto de ser expulsada por ello, pero fui yo la que decidió escapar, regresar a Norteamérica y estudiar enfermería – Eleva la vista, encarando a todos los presentes – Virginia tiene razón, quizás no fui adoptada al principio y nunca tuve mamá y papá, pero tenía a los chicos del hogar de Pony, a mis madres la señorita Pony y la hermana María, y el cariño de todos mis amigos, que me ayudaron a salir adelante cuando más lo necesité.

De pronto, Alina recordó las palabras que dijo Eliza por teléfono: "Si de verdad estás interesada en Neil, no dejes que se acerque a esa chica de Pony"N-no puede ser… – Alina ve a Candy, sintiendo como si su corazón se detuviera – Se refería a Candy.

– Oh Candy – Clara empieza a sollozar – Candy, lo siento mucho.

Furiosa, Virginia aprieta los puños – ¿Qué no ven? Candy nos ha estado mintiendo, no puede ser una buena esposa – Fija la vista en Neil, que le mira con rabia – Por si alguien en esta mesa, lo ha considerado.

– ¡Es todo, Virginia! – Angus se voltea hacia ella – Deja de hablar de Candy o… – Unas suaves risas, llamaron la atención de Angus – ¿Neil? – Pronto se daría cuenta, de que Neil Leagan estaba riendo cada vez con mayor intensidad – ¿Tú también Leagan? – Le pregunta el soldado – ¿Qué te causa tanta gracia?

Abrumada, Candy toma el brazo de Neil, junto con su abrigo – Neil mejor vámonos – Le insiste, sabiendo muy bien lo que puede pasar. Por su parte, Neil libera todo el estrés en esas carcajadas, cubre su frente con una mano y niega con la cabeza – Jajajaja ¿ya terminaron Virginia, Alina? – Eleva la vista hacia ellas, dirigiéndoles una mirada fría, llena de coraje, asustando a ambas, pues nunca lo habían visto así – Si ya terminaron, ¡felicidades! han descubierto el pasado de Candy – Empieza a aplaudir con mofa, mortificando a Candy.

– Neil, por favor – Le insiste, jalando su brazo – Mejor vámonos.

– No Candy, ¿por qué? – Sacude su brazo, soltándose de ella y se levanta de la silla – Virginia quería conocer toda la historia, solo le faltaron un par de cosas – Toma su copa y empieza a caminar lentamente – Candy fue adoptada como dama de compañía para mi hermana, pero le tenía tanta envidia, que convenció a mi mamá de convertirla en nuestra criada, mandándola a los establos.

– ¡Neil detente! – Candy se pone en pie, pero el joven moreno continúa – Cuando la acusaron de ladrona, fue gracias a mí – Se para justo al lado de Alina, viéndola inexpresivo – Yo escondí joyas de mi familia entre sus pertenencias, para inculparla.

Toda la mesa estaba estupefacta, nadie creía la maldad de su buen amigo "Chicago" (todos a excepción de Oswald, que conocía mejor a Neil) – Lo que sucedió en el colegio San Pablo, fue un excelente plan orquestado por mi hermana, para mancillar el nombre de Candy.

– P-pero Candy… – Virginia intenta defender su punto, pero Neil se adelanta – ¿Qué más falta? ¡ya recuerdo! – Da un trago a su copa – Hice llorar a Candy tantas veces, que no podría contarlas, también me puse las ropas de mi difunto primo, solo para hacerla sufrir – Se gira y ve a Candy con lágrimas en los ojos, relajando un poco su mandíbula – Mi madre la obligó a renunciar a su trabajo en el hospital, porque pensaba que estábamos saliendo y una vez la encerré bajo llave, en esa vieja mansión abandonada, para obligarla a…

– ¡No lo digas! – Candy se apresuro y tomo su brazo libre – Por favor… – Rueda los ojos hacia Alina, que ya estaba llorando – Neil, no lo hagas…

Al ver las lagrimas de Alina, endurece su gesto – Si hay alguien aquí que no merece estar con Candy, soy yo.

Dos de las presentes, sintieron cómo su corazón era atravesado por un cuchillo. Candy estaba de pie junto a él, cubriendo su boca, sin poder contener las lágrimas, mientras que Alina bajó la vista, afectada por las últimas palabras de Neil – Esto no quita que Candy sea una mentirosa, golfa y… – Neil alza su copa, vaciando su contenido en la cara de Virginia, recibiendo una bofetada de la castaña rojiza.

– ¡Neil! – Maxwell se puso de pie y Neil lo reto con la mirada. Todas estas acciones, llamaron la atención de los comensales cercanos, silenciando un poco el bullicio del Gran Salón – Lo siento mucho, snif… yo… – Alina se levanta de su silla y sale corriendo, siendo seguida de cerca por Clara.

– ¡Alina, espera! – ¡Clara! – Llaman Oswald y Angus respectivamente – ¡Clara, Alina! – Sin perder ni un segundo más, Candy sale corriendo detrás de ellas, haciendo reaccionar a Neil – ¡Candy! ¡Candy!

Al llegar a la entrada principal, Candy nota que está nevando – ¡Candy! ¿A dónde se fue Clara? – Le pregunta Angus, que va llegando detrás de ella.

– ¡Candy! – Oswald llega junto con Neil – ¿Dónde está Alina? – Pregunta el joven de anteojos.

Por un breve instante, Candy cruzó miradas con Neil – Alina se fue para allá – Le indica a Neil, señalando su lado izquierdo – Yo iré con Angus por Clara – La rubia se cubre con su abrigo.

Oswald asintió y salió corriendo en busca de Alina. Angus hizo lo suyo, corriendo hacia donde dijo Candy. A punto de salir detrás de Angus, Neil toma la mano de Candy – ¡Neil, tienes que ir por Alina! – Candy soltó su mano y lo dejo en la entrada.

Candy… Alina… – Pasados largos minutos, Neil cerró los ojos y empezó a correr, siguiendo los deseos más profundos de su corazón.

Mientras corría, Candy sentía que su corazón le empezaba a doler. La nieve, la ventisca, la joven enamorada y dolida; todo eso revivía el doloroso recuerdo, del día que perdió a su amado Terry. Por ese dolor, no quiso buscar a Alina – No quiero ver cuándo se reconcilien – Se repetía mentalmente, al tiempo que abundantes y cálidas lágrimas resbalaban por sus mejillas.

– ¡Clara! ¡Clara! – Después de una larga y gélida búsqueda por cubierta, Candy diviso a Clara, recargada entre botes salvavidas – Clara por Dios, estás temblando.

La otrora joven doctora, lloraba inconsolable – Candy, no deberías de estar aquí… sino… snif… por mí culpa, ahora todos saben que eres huérfana… snif, snif…

– Ay Clara – Con ternura, Candy se retira su abrigo y sacude los copos de nieve, que reposaban en la espalda de Clara.

– ¡Candy! Buaa… – Sin dejar de llorar, Clara se abraza fuerte de ella – Eres tan buena amiga… snif, snif… perdóname por favor.

– Shhh, está bien – Tratando de ser fuerte, Candy consuela a Clara, soltando sus propias lágrimas, en ese amargo abrazo.

– ¡Clara! – Angus llega apurado junto a ellas – ¡Angus! – La castaña se separa de Candy y abraza a su ficticio esposo – Lo siento mucho, Angus… snif, arruiné la cena.

– Tu no hiciste nada, boba – Angus peina sus cabellos y la abraza fuerte. Al verlos, Candy siente un poco de confort en su espíritu. Clara se había reconciliado con ella y con Angus.

– Candy… – A espaldas de Candy, cubierta de nieve, le habla Alina Jones. Sus ojos estaban rojizos por el llanto y no dejaba de temblar.

– Alina, te hemos estado buscando – Candy da unos pasos hacia ella, pero Alina retrocede – Por favor regresemos, estás temblando y te vas a resfriar – Trata de razonar con ella, pero Alina se niega a cooperar.

– N-no me importa… – Alina trata de hablar, pero las palabras se negaban a salir de su boca – No importa que seas huérfana… ni todo lo demás… – Da un solo paso hacia adelante, para enfrentar a Candy – Solo quiero que te sinceres conmigo… – Cierra los ojos y toma aire – ¿Te gusta Neil, Candy?

Esta pregunta tan directa, la tomó con la guardia baja. Casi al mismo tiempo, la tormenta de nieve aumentó su intensidad, sintiendo como si el frío, penetrara hasta su alma – Alina, yo…

– Solo responde, sí o no – Alina la mira fijamente, esperando una respuesta – Dime la verdad.

Avergonzada de sí misma, Candy baja la vista y cierra los ojos, recordando la convivencia de las últimas semanas con Neil Leagan. Sus risas, su galantería, su elegancia, su belleza física, sus gestos, todo de él le gustaba. Ella misma se sorprendió en más de una ocasión, admirando sus facciones, emocionándose con el sonido de su voz en las mañanas, deseando que le diera las buenas noches y sobre todo, recordando la sensación de despertar abrazada de él.

La verdad sobre sus sentimientos, estuvo ahí todo el tiempo, pero se negaba a aceptarlos – Sí.

– ¿Lo amas?

– ¿Eh? – La pregunta tan directa, también tomó por sorpresa a Clara y a Angus.

Grandes lágrimas, bajaban de los hermosos ojos azules de Alina – Responde Candy, ¿estás enamorada de él?

Candy tuvo que hacer una larga pausa para responder. No porque no supiera la respuesta, sino que el gran nudo en su garganta, no le dejaba emitir sonido alguno. La respuesta era tan sencilla y complicada. Quería mentir y que todo continuara como antes, pero eso iba a ser muy doloroso, más que cuando perdió a Terry. Estaba la misión encubierta, sus sentimientos y sobre todo, que Alina le pidió una respuesta sincera.

¿Qué no le había dicho la hermana María, hasta el cansancio, que mentir es malo?

Sus ojos se llenaron de lágrimas, juntó sus manos y apretó el prendedor de cisne, pero mantuvo la vista fija en Alina – Sí.

El constante sonido de las olas, acompañaron el amargo sollozo de Alina – Snif, snif… ya la escuchaste… – La rubia enfermera, se dirige a alguien detrás de Candy – Ahora te toca tomar una decisión, Neil.

Neil… me escuchó Neil… – Al darse cuenta de que Neil oyó su confesión, Candy deseaba que una enorme ola la arrastrara y la hundiera en el mar. No tenía el valor suficiente para girarse, permaneciendo inerte, apretando con todas sus fuerzas el broche con forma de cisne, rogando a Dios que le diera las fuerzas para no desfallecer.

Neil se aproximó junto con Oswald, y cuando Alina los vio llegar, se dirigió primero a Candy. Quería que Neil escuchara de primera mano, lo que Candy siente por él – Alina, tenemos que hablar.

La voz de Neil, hizo temblar a Candy – Pero no aquí – Continuó el soldado Leagan – Hace frío y te puedes enfermar.

El rostro de la joven enfermera palideció, apretó los ojos y salió corriendo en sentido contrario – ¡Alina espera! – De manera expedita, Angus y Clara salieron corriendo detrás de ella – ¡No Alina, vuelve!

Neil hizo un gesto en corto a Oswald y ambos pasaron de largo a Candy, apretando el paso para alcanzar a la señora Brown Roosevelt. En cambio, Candy no se movió, pues esa escena ya la conocía y no le gustaba el final. Al notar que Candy no iba detrás de ellos, Neil y Oswald se regresaron – ¿Candy? – Los amigos se miraron y Oswald asintió, alejándose con rapidez para alcanzar a Alina, dejando a solas a Neil y Candy.

– Candy – Con dulzura, Neil se acerca a ella, se retira su saco afelpado y se lo pone sobre sus hombros, pues su abrigo todavía lo tenía Clara. Al sentir el peso extra sobre sus hombros, Candy se dejo caer, siendo atrapada en el aire – ¡Candy! – Con cuidado, se acomoda en el suelo, abrazándola para darle calor – ¿Estás bien?

– Neil – Sus labios color coral temblaban, ni siquiera ella sabía si era por el frío o por la angustia de que Neil supiera la verdad, su última y dolorosa verdad – Neil yo… tienes que ir por Alina.

– Oswald me va a ayudar con eso – Peina sus rizos rebeldes y acaricia su húmeda mejilla – Vamos, primero te llevaré al camarote.

La rubia cierra los ojos y niega con la cabeza – Tienes que ir por ella… yo, estaré bien.

– ¿Siempre son así de tercos los huérfanos? – La toma en brazos y le ayuda a ponerse de pie.

Una triste sonrisa, se formó en sus labios – No entiendo, pensé que estabas enamorado.

Neil sonrió, mostrando una radiante felicidad – ¡Estoy muy enamorado! – Rodeo su cintura y la pegó hacia él – ¿Qué no se nota?

Confundida, Candy eleva su rostro hacia él – Pero Alina…

– ¿Acaso todos los del hogar de Pony, son tan obtusos? – Sin poder ocultar la dicha que siente, pega su rostro al de Candy – Estoy estúpidamente enamorado de ti, Candy – Se inclina hacia ella y le da un apasionado beso.

Un beso, que dé a poco, fue correspondido por ella.

Y de pronto, el ambiente marino ya no era tan frío.

0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0 - 0

ConTinUarÁ…

¡Sí por fin! ¡finalmente Candy ha aceptado los sentimientos por Neil! Y Neil sabe que Candy esta enamorada de él.

Aún así, no pueden cantar victoria. Albert ahora sabe que la tía abuela le está ocultando algo y Neil tiene que hablar con Alina. Además su destino es la guerra.

¿Qué pasará con esta pareja? ¿ustedes qué opinan?

Y si quieren hacer sentir bien a esta doctora, ¿qué tal un review? Eso equivale a los aplausos que nos dan a los médicos :)

Nos leemos después ;)

MaRyMoRaNTe:)