Capítulo VI: Celos.
Declaimer: Los personajes de Naruto NO son míos, pertenecen a Kshimoto, yo sólo los uso para crear esta historia, sin fines de lucro, con el único objetivo de hacer pasar un buen momento al lector.
Parte II.
Hinata comenzó a caminar hacia su habitación, se sintió tan aliviada al percatarse de que la casa se encontraba vacía, los hermanos de su esposo probablemente habían salido a realizar alguna actividad dentro de la aldea. Temari solía preparar a los ninjas que intentaban participar en exámenes para subir su rango, Kankuro en ocasiones se encargaba de las relaciones exteriores con otras aldeas. Cada integrante de la casa hacía algo con su tiempo, y ella no podía evitar pensar que desperdiciaba lentamente sus días. Dentro de su habitación buscó ropa que fuera más cómoda, y con la cual pudiera andar mejor, tratando de habituarse al clima de la ciudad, que era más árido que al que estaba acostumbrada. Se colocó una blusa de manga corta color blanco, junto a un short negro, lo consideraba corto, pero no pudo rechazar usarlo ya que se trataba de un regalo de Temari.
En el tocador de la habitación había dejado la carta que le indicaron era para ella, la recibió cuando fue a la oficina de Gaara buscando pasar la tarde con él. Se abrazó a aquella carta cuando volvió a tomarla, no le gustaba la sensación de incomodidad que sentía en el pecho al imaginar a otra mujer tan cerca de su esposo. Creía que estaba siendo demasiado infantil, no tenía por qué molestarse si Gaara recibía ayuda, pero en su interior algo le decía que esa mujer no tenía buenas intenciones. Se recostó sobre la cama, buscando una posición cómoda para leer la carta. Se alegró tanto de ver que eran sus amigas quienes escribían, le daban mensajes de apoyo, le contaban todo lo que sucedía en Konoha después de su partida. Su padre se mostraba más distante que antes, Hanabi había pedido a Tsunade que la integrarán al equipo ocho hasta que ella decidiera volver algún día, (le causaba ternura ver que su hermana pensaba en su regreso), Neji se mostraba más centrado en sus entrenamientos, esperando pacientemente a que Hinata les hiciera una visita. Por último, sus amigas le pidieron que las recibiera en su casa, deseaban poder verla cuanto antes.
Vió llegar a Gaara, que abrió la puerta con fuerza mirando en todas las direcciones de la habitación. La sorpresa de mirar a su esposo ahí, de pie junto al marco, le hizo incorporarse de inmediato. No entendía porque estaba en casa, si seguramente debía tener tanto trabajo. Sus palabras no lograban abandonar su garganta, las sentía luchar contra si por exponer mil ideas, todas terminaban perdiéndose antes de ser expresadas.
—Hinata— la llamó acercándose a la ojiperla, con ese nivel de suavidad y ternura con que sólo se dirigía ella.
El sol estaba en su punto máximo, eran las primeras horas de la tarde, el almuerzo ya había pasado, así que imaginó que Gaara terminó antes sus deberes del día. El chico se encontraba afligido, pasó el tiempo revisando documentos y pensando en el motivo por el cual su esposa se había marchado de esa manera. Él no entendía por completo las relaciones, mucho menos cuando se trataba del ámbito romántico, quiso pedir un consejo de Kankuro, pero su hermano estaba ocupado con otras tareas. Gaara debía aprender por su cuenta, no siempre contaría con su hermano, y justo ese día lo había descubierto.
—Gaara-sama— bajó la mano hasta dejar la carta sobre el buró a lado de la cama, seguía sin saber que decir.
—Lo siento— se arrodilló a la orilla de la cama, justo frente a ella pero sin atreverse a tocarla. Ella no se alejaba de él, lo que le hacía creer que no estaba molesta. Aunque se notaba un poco triste.
—¿¡Eh!?— su piel se erizó al escucharlo, se estaba disculpando y no sabía con seguridad el motivo. ¿Era por contratar un reemplazo para ella?, ¿O se disculpaba porque esa chica rubia y él...?, Respiró hondo y luchó en contra de todos esos pensamientos tan apresurados.
—Desde que te fuiste de la oficina— guardó silencio un momento, tratando de encontrar las palabras correctas para expresarse. Ni siquiera tenía la certeza de porque se disculpaba —Creo que no querías irte.
—Gaara-sama... Yo...— una parte dentro de ella la llevó a preguntarse si Gaara de verdad no entendía lo que sucedía. Comprendió que no, ella apenas y lograba asimilar sus sentimientos. Se encontraba un poco celosa, por la confianza que esa mujer tenía con su esposo, por las miradas falsas que le dedicó, porque se sentía como que la cambiaba. A Hinata le gustaba pasar las tardes con Gaara en su oficina, no deseaba que eso terminara.
—Creo que hice algo malo, y no me di cuenta— tomó su barbilla con mucho cuidado para que ella lo viera, ya que desde que llegó se rehusaba a mirarlo a los ojos —Dime qué es.
—No, yo sólo— sus palabras se vieron interrumpidas cuando su esposo acarició su mejilla, buscaba tranquilizar los temblores de su cuerpo, de los que no se había percatado. Temblaba por querer contener su llanto, y no podía deducir la razón que le provocaba esa sensación. ¿Quería llorar por culpa de los celos?, ¿De verdad estaba tan celosa?, No, se trataba de algo más —Gaara-sama sólo está conmigo porque era una obligación, puede dejarme— por fin le expresó su miedo. Era eso lo que la tenía un tanto angustiada. Lo suyo se debía solamente a que así lo decidieron personas ajenas, no era como si Gaara la hubiera escogido a ella, o la misma Hinata decidiera que Gaara sería su esposo. Tenía miedo de descubrir que no los unía el cariño, porque ella siempre soñó que se uniría a alguien que amaba.
—No, yo no te dejaría— había sinceridad en sus palabras, ella aún no terminaba de conocerlo pero sentía que podía confiar en él —Me dijiste que tu destino era unirte a mí, y yo lo creí. Lo creí como mi propio destino, yo debo estar a tu lado— con dulzura posó su mano sobre la mejilla de Gaara.
—¿No me dejará por alguien más?
—No, yo no te dejaría— sin frases banales, sin palabras vacías. No hacían falta porque sus ojos expresaban lo que más anhelaban. El deseo iba cobrando forma hasta poder sentirlo en el aire. La mirada de Gaara parecía devorar mientras la de Hinata huía avergonzada —Mírame, Hinata— no quería perder tiempo pensando en si debería ceder a las caricias de su esposo o no. La vida era fugaz, y como tantas veces les decía Ino, tenían que aprender a disfrutar del momento sin pensar demasiado en el futuro. Concentrarse en el presente.
No importaba nada más, tenían la casa sola, así que Hinata no le preocupaba que alguien pudiera escucharlos. Las manos masculinas acariciaron su vientre, cada una perdiéndose en distintas direcciones. Una subió su blusa al igual que su sujetador, y otra se coló por su pequeño short sin detenerse hasta llegar a sus bragas. Descubrió su sexo, tocando suavemente su vulva y lubricado sus dedos con la propia humedad de su esposa. Ella se removió un poco incómoda cuando uno de sus dedos se introdujo dentro de ella, fue por ese motivo que Gaara decidió penetrarla más despacio. La ojiperla gimió en contra de su voluntad, él se inclinó sobre sus senos para tocar con su cálida lengua sus pezones. Tenía que cubrir su boca para no gritar tan alto por culpa del placer que sentía.
—Gaara-sama— su voz se vió ahogada entre los labios del Kazekage. Hinata estaba tan asombrada que apenas podía seguirle el ritmo. Hace sólo unos segundos su boca había estado sobre su seno derecho, y ahora sus dedos eran los que jugaban con uno de sus pezones.
La acarició despacio, excitando cada poro de la piel femenina. Su cuello, la curva de sus hombros, sus senos, su ombligo. Gaara se entretuvo con ellos, sin abandonar nunca el caliente interior de la chica. Deslizó su mano por su cadera, trazando círculos y otras figuras a las que Hinata no le interesó saber la forma, estaba más concentrada arañando la espalda del pelirrojo. Tocó su pequeño botón, siguió hundiéndose un poco más dentro de ella. De abajo hacia arriba, de adentro a afuera, de izquierda a derecha.
Daba suaves masajes a sus senos, usando su pulgar para jugar con los pezones de su esposa. Sentía que ese era su punto débil, sus gemidos eran más fuertes cuando la tocaba de esa manera. Frotó su clítoris con delicadeza, sólo pequeños movimientos para ir descubriendo poco a poco, Hinata mordía su labio inferior, incapaz de hacer otra cosa que no fuera seguir disfrutando de Gaara. Sus caderas comenzaron a moverse, de tal manera que Gaara tocaba sus puntos sensibles, volviendo todo más placentero. Su boca seguía entreabierta para dejar escapar sus propios gemidos y jadeos.
Hinata estaba en un gozo de placer del cual no quería despertar, no quería que terminara. Cerró los ojos para sentir lo increíble que era el movimiento circular del pulgar de su esposo sobre su clítoris, y lo bien que sus dedos resbalaban en su interior debido a lo mojada que se encontraba. Era un manojo de gemidos y jadeos. Gaara sintió como las paredes interiores de la ex Hyūga comenzaban a contraerse alrededor de sus dedos, siguió paseando su lengua sobre sus senos para hacerla llegar a su límite. Las caderas femeninas continuaban moviéndose en busca de más placer, hasta que por fin su tan anhelado orgasmo llegó, invadiendo su ser y terminando con un gran grito que la misma Hinata desconoció como suyo.
Sus dedos la abandonaron para luego intentar acomodar su ropa, Hinata aún se sentía perdida y le era difícil seguir la conversación que su esposo estaba iniciando. Se recostó cerca de él, abrazando su abdomen y recargando su cabeza en su brazo derecho. Gaara depositó en su frente un casto beso, que causó un gran color en sus mejillas.
—¿Te han enviado una carta?— indagó sólo un par de minutos después, viendo el papel sobre el buró a su lado.
—Sí— la joven guardó silencio un momento para recuperar aire, su encuentro seguía proyectándose en su mente haciéndola sonrojar. Bajó la mirada poniéndose de colores —Son mis amigas, quieren venir a visitarme. Pero aún no saben que decirle a la Hokage para que les permita salir de la aldea— su esposo acariciaba su cabello como una muestra de afecto, algo a lo que aún no terminaba de acostumbrarse.
Gaara tomó su mentón para que lo viera a los ojos —Yo puedo encargarme de eso.
—¿De verdad?— preguntó ilusionada.
—Sí, déjamelo a mi— su pequeña sonrisa llena de sinceridad terminó cautivando a Hinata y llevándose cualquier miedo.
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—Las he citado este día porque tengo una misión para ustedes— su tono de voz, a diferencia de su mirada, iba dirigido a ellas con total calma. Las chicas dentro de su despacho lo sabían, la Hokage se encontraba un poco molesta, pero no permitieron que eso las lograra intimidar —En Sunagakure se necesitan algunos ninjas de distintas especialidades, quieren que entrenen a nuevos reclutas. Curiosamente el Kazekage las pidió específicamente a ustedes— Sakura, Ino y Tenten intentaron mostrarse relajadas, todo con tal de no delatarse —¿Alguna sabe el motivo?
Tenten levantó su mano con un poco de timidez, al sentir la mirada de Tsunade sobre ella, comprendió que le concedía la palabra —¿Tal vez se debe a nuestras grandes habilidades?
—Oh, sí, eso debe ser— apoyaron Sakura e Ino, asintiendo mientras colocaban su dedo índice sobre su barbilla, fingiendo reflexionar sobre lo que decía su amiga.
Tsunade sonrió, el sarcasmo se notó en sus palabras —No vayan a terminar muy cansadas con esta misión.
Así fue como las chicas le relataban lo que sucedió con la Hokage a Hinata, le agradecían que su esposo fuera tan amable de usar su influencia para traerlas a la aldea del desierto en unas pequeñas vacaciones de dos semanas. La ojiperla intentaba explicarles que no por ese motivo se deberían aprovechar de la posición de su esposo, Gaara era muy correcto y no solía utilizar su cargo para hacer lo que quisiera. El desayuno continuó concurrido y animado. Sus amigas se quedarían en su casa en Suna, Temari ya se había encargado de asignarles una habitación a cada una la noche en que llegaron, por lo cual esa mañana las cuatro disfrutaban de un momento a solas. Gaara salió temprano junto a Kankuro, y Temari las dejó antes de iniciar el desayuno para llegar a tiempo con su nuevo escuadrón. Hinata se sentía menos sola en la gran casa con la compañía de las chicas, sin duda estaba agradecida con su esposo por el buen gesto que tuvo al haberlas traído. Ellas eran un caso especial, no eran su familia para poder viajar a verla siempre que lo desearan, la Hokage no las dejaría partir sin una buena razón.
Ino había pasado la mayor parte del tiempo pegada a Hinata, y gracias a sus grandes dotes de observación, le fue fácil a ella percatarse de que a su amiga le iba bien con su nuevo esposo. Las miradas que la joven pareja se daba cada que estaban cerca no pasaron desapercibidas por la Yamanaka. De forma sutil había tratado de hacerla confesar, sin éxito alguno. La ojiperla no quería dar declaraciones porque terminaba balbuceando cosas sin sentido. A Ino no le quedó de otra que abordarla cuando terminaron de comer, sabía perfectamente que Hinata cedería ante la presión de todas ellas juntas.
—Y bien— comenzó la azabache, menos nerviosa ya que sentía confianza con sus amigas —¿Cómo han estado?
Tenten alejó un poco su plato vacío para poder subir los codos a la mesa, ya que no había nadie con quién debiera aparentar modales refinados, tenía un poco más de libertad —Bien, no me quejo.
—Yo también me encuentro bien— Sakura suspiró más relajada, esas vacaciones en Sunagakure seguro le caerían de maravilla —Los entrenamos con Tsunade-sama están dando buenos resultados.
—No tan bien como tú, Hinata-chan— Ino le dirigió una mirada coqueta al tiempo que se acercaba a ella y le hacía girar en el aire, como algún tipo de danza con la que Hinata no estaba muy familiarizada —Te ves radiante, como si algo muy bueno hubiera pasado en la noche.
La Hyūga enrojeció de inmediato —¡Ino!— Tenten la regañó mientras cruzaba sus brazos. Su amiga de verdad que no tenía ni un poco de tacto. En ocasiones era demasiado directa.
—Y-yo...
—Hey Hinata, ¿Le hiciste algo a tu cabello?— Sakura decidió intervenir para evitar que su amiga se terminara desmayando, cambiar de tema le pareció la mejor opción.
La chica tomó uno de los mechones azabache inconscientemente —E-en realidad no.
—Tenía tanta ilusión de visitarte— Tenten colocó su barbilla sobre su mano derecha, una linda sonrisa adornada su rostro—Pensaba en todas las cosas que podía contarte, y ahora que por fin estamos juntas, mi mente está en blanco.
—Es verdad, me siento igual— murmuró Sakura imitando la pose de su amiga castaña. Ino y Hinata asintieron de acuerdo.
—Por lo que veo, hay algo que nos quieres decir— Ino se sentó a su lado y tomó las manos de su amiga, desde que llegaron también notó lo indecisa que parecía al estar a solas con ellas.
—Déjame adivinar, ¿Tiene que ver con Gaara?— preguntó Sakura sin poder evitar que su voz dudara un poco, no estaba segura pero presentía que se podía tratar del chico pelirrojo.
—S-sí— admitió avergonzada. Ella no era de las personas que contaba sus secretos en busca de ayuda o consuelo, normalmente siempre se guardaba para si misma lo que le sucedía. En esa ocasión no podía hacerlo, necesitaba el consejo de alguien —Hay una mujer.
—¿Ahora te gustan las mujeres?— exclamó una sorprendida Tenten, las otras chicas la vieron con reproche por haber interrumpido a la ojiperla.
Se apresuró a negar rápidamente, esa pregunta sin duda fue muy personal y vergonzosa. Aún no se acostumbraba a la forma tan fácil de expresarse de sus amigas.
—Hay una mujer que trabaja con Gaara-sama, a ella no le agrado— arrugó un poco el entrecejo, frustrada por seguir soportando a Dai, esa chica siempre la miraba con resentimiento —Y siendo honesta, creo que a mí tampoco me agrada demasiado. No la odio, pero...
—¡Oh, Hinata-chan!— sus amigas hablaron al mismo tiempo, sonaban tan sincronizadas que incluso sorprendieron a Hinata —¡Estás celosa!
—N-no, yo no...
—Despreocúpate, cariño— Ino le guiñó con su ojo derecho. Un buen presentimiento le llegó al verla tan confiada —Nosotras te enseñaremos a ocuparte de ella.
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La oficina del Kazekage, de una arquitectura sombría, pero no por ello desagradable. Ésta se encontraba ocupada por sólo dos personas, el líder de la aldea y su joven esposa. El personal de la torre comenzaría a llegar en unos minutos, la pareja en realidad había llegado un poco más puntual de lo habitual, a Gaara incluso le sorprendió no ver a su secretaria por el lugar. La mujer solía estar antes que él, esperando su llegada para iniciar un nuevo día de trabajo.
Ese día Hinata acompañaba a Gaara con el pretexto de querer ayudarlo a terminar más rápido su trabajo, para que pudiera pasar la tarde con sus amigas y ella. Aunque su esposo sugirió que sería mejor si la ojiperla se quedaba en casa, así no representaría una distracción. Justo como en ese momento, que no había hecho nada de su papeleo desde que llegó por no dejar de besar a la joven. La culpa, si le preguntaban a Gaara, la tenía Hinata por usar ese labial de tono rojo que hacía ver a su boca tan provocadora. No dudó en hacerla ocupar un asiento sobre su escritorio, tocando su cintura con fuerza y bajando con delicados besos por su cuello. Necesitaba controlarse si no quería terminar tocando a Hinata como no debería dentro de su oficina.
Ino caminaba por el pasillo que daba a la oficina de Gaara, esperando el momento para que la secretaria del Kazekage hiciera su aparición. Si todo iba de acuerdo al plan, su amiga ya debería estar demostrando su cariño por su esposo dentro de aquellas blancas paredes. La señal de Sakura avisó a Tenten que Dai se acercaba, la castaña de inmediato se encargó de comunicarle a Ino con un asentimiento. La rubia siguió su camino con total naturalidad, fingiendo sorpresa al ver a la mujer que le provocaba celos a Hinata. Calculaba que debía tener alrededor de veinte años, una mujer muy linda, que por lo visto llegaba un poco tarde.
La rubia fingió sorpresa al verla, no contestó a su saludo porque se apresuró a hablar según el plan, antes de que ella siguiera de largo —Deberías darte prisa para llegar con el Kazekage, se mostraba muy impaciente al ver que aún no estabas en la oficina.
La mujer le agradeció rápidamente, sujetando más sus carpetas y caminando con mayor velocidad. Jamás llegaba tarde, era siempre puntual, pero ese día su alarma se quedó sin batería. Fue un gran alivio que la ventana de su habitación estaba abierta, de esa manera pudo sentir los rayos de sol y despertar de su buen sueño. Abrió la puerta de la oficina dispuesta a saludar como cada mañana, sin embargo, las palabras murieron dentro de su boca al percatarse de que el Kazekage no estaba solo.
—Kazekage-sama.
Gaara retiró la mano que tenía sobre su esposa, intentando acomodar de manera torpe su falda. Hinata se escondió en el cuello del pelirrojo, completamente avergonzada de que la hubieran descubierto en esa posición. Se supone que solamente estaría besando a Gaara. El joven le dirigió una mirada molesta a su secretaria, en parte por no haber llamado a la puerta, y también por interrumpir su íntimo momento con Hinata.
—Dai, toca la puerta antes de entrar— su tono era frío y distante, muy diferente al que usualmente usaba con ella. La mujer se sintió engañada, debió sospechar que algo andaba mal desde el momento en que miró la banda de Konoha en la chica rubia.
—L-lo siento.
—Gaara-sama, será mejor que yo regrese a casa— bajó del escritorio con un pequeño salto, aún seguía apenada pero se atrevió a darle un último beso —Lo estaré esperando con ansias en casa— la antigua Hyūga se giró sobre sus pies, dándole la espalda a su esposo para salir de la oficina. Al final le regaló una sonrisa avergonzada a la secretaria de su Gaara, lo único que transmitía era que no se arrepentía de lo que había hecho.
Como sus amigas le dijeron, acababa de demostrar que Sabaku no Gaara era suyo.
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Jhovana: Me alegra saber que te gusta :3 y tienes razón, no he visto mucho sobre esta pareja :c
LadyMichi: ¡Genial!
Kim Mikaelson: Jajaja creo que eso es inevitable xd
Invitado: Perdón por la tardanza, espero disfrutes el capítulo :D
Espero les guste, si fueran tan amables de dejar un review nun y no olviden agregar esta historia a favoritos y a su lista de alerta, para no perderse de las actualizaciones. También la tengo publicada en wattpad, por si les parece más fácil leer los capítulos en esa aplicación.
Nos leemos en la próxima actualización