Este es el motivo-.

La tarde, aquel día tras comprobar que no fui el que ocasionó aquel cambio emocional, sentí que me había quitado un peso de encima. Podría seguir engañándome con facilidad, creyendo que lo que hacía era mantenerme alejado y sin interés cuando era todo lo contrario.

Mis padres preguntaron durante la cena si conseguí una novia ese día, debido a que estaba demasiado animado sin razón.

¿Pero qué otra cosa haría? Seguir su idea, sabiendo que no harían fácil si acaso por alguna razón ella aceptaba una cita conmigo.

Tiendo a ignorarlo, pero en este caso es algo que no se puede ocultar. Sé con certeza de que no se necesita ser rico para ser clasista, porque mis padres lo son… Y asumo que parte de mí también lo es debido a esto. Es algo en lo que he estado considerando desde que acepté que ella me gusta.

Inesperadamente había vuelto hacer frío sorprendente esa noche, que continuó en la mañana.

Llegué a un momento en que el banco estaba ocupado por una maldita mocosa chillando que era demasiado bonita para que un gordo enfermero la tocara. Lástima que no había nadie que se atreviera a decirle lo molesta que era. Según la conversación que me importaba poco y nada, pero la cual era imposible no escuchar, la madre la llevaría al médico. Decía que la llevarían al médico para hacerle estudios por los dolores de estómago que no cesaban desde la noche. Fue cruel de mi parte desearle algo peor, pero siendo honesto no le vendría mal estar en el hospital, tal vez dar con verdaderas razones para quejarse y aprenda modales.

Me había alejado de ambas, pero a menos que no volviera la cuadra que hice, parecía improbable dejar de escucharla.

Creo que fui muy despectivo, pero nunca me gustaron los niños, y las razones son notorias. Si no que le preguntaran a esa mujer.

Sasha apareció en la esquina unos pocos minutos después, cuando el lugar ya estaba lleno de todos los demás y el sonido del autobús se intensificaba al final del camino en nuestra dirección.

Para mi sorpresa, llevaba una niña con ella. La pequeña sostenía su mano y parecía más despierta. También se diferenciaban en el color de cabello y ojos, ambas. Dudé que fuera su hermanita, pese a que parecía tener la confianza como si lo fuera.

—Buenos días —le dije.

Pero ella pasó delante de mí, ignorándome por completo.

Y en ese momento, temí que se hubiera enterado de lo que yo pensaba la noche anterior.

En mi cabeza retumbaron mis latidos, en un claro signo de que me había afectado a tal punto.

Oí apenas la voz de la niña rubia preguntarle algo. Solo unas horas después me daría cuenta de que Sasha no llevaba cargada una mochila.