Aparentemente sus encuentros eran siempre por casualidad.

"Casualidad".

Andrew examinaba esa palabra mentalmente, su madre solía decir que las casualidades no existían. Tan diferente de su padre, su madre solía decirle que todo el universo estaba perfectamente estructurado y que todo se conectaba, si una gota de agua caía, nacía una flor, un hombre tomaba esa flor, pasaba una chica linda y se la regalaba, se casaban, tenían hijos. Un día veían una flor similar en el suelo, ponían una florería, un chico despistado entraba pensando que era un bar, veía un lindo ramillete y lo compraba, salía de la florería para toparse con una chica y bueno… entendía el punto.

Pero aún así, en ese momento le costaba trabajo entender, si todo pasaba por alguna razón ¿por qué se había cruzado con ella justo en ese momento?

Andrew había salido a buscar el regalo indicado para unas visitas que su padre estaba por recibir. Aparentemente la condesa de algún lado y su hija, la cual, con mucho énfasis indicó su padre "tiene la misma edad que tú". Andrew se consideraba un caballero, pero eso no quería decir que amaba hacer las diligencias que le encomendaba su padre, sobre todo cuando lo agarraba de su secretario particular. En fin, ahí se andaba el mismísimo hijo del conde Handbridge, recorriendo las tiendas de las plazas como un humilde plebeyo buscando el regalo perfecto para dos completas desconocidas.

Frank, su supuesto mejor amigo lo había abandonado en tal encomienda prefiriendo ir tras la conquista de ciertos ojitos alemanes. Así que eso lo dejaba solo, caminando de tienda en tienda perfectamente vestido con frac porque para colmo, a causa de cierta festividad en el pueblo las calles estaban cerradas y aquello retrasó a su chofer nada menos que una hora y cuarto lo cual lo dejaba con tan solo una hora restante para buscar el regalo, pagar y regresar a su casa listo para la reunión.

No era la gran cosa, pensó, hasta que se encontró con que la mayoría de las tiendas estaban cerradas, amén de la festividad y que las cosas iban a ser un poco más complicadas de lo que imaginaba. En esto estaba cuándo algo frío golpeó su nariz y dirijió su mirada hacia el cielo cuando empezó a llover sobre él.

Masculló entre dientes alguna maldición y alcanzó a divisar lo que era una especie de parada de autobús con un techo, rápidamente echó a correr. Al fin llegando al tan esperado refugio se dispuso a sentarse cuando algo detuvo su retaguardia en el camino. A su lado, a punto de sentarse en el mismo lugar estaba nada más y nada menos que Atsuko Kagari.

-¿Andrew?-

-¿Akko?-

-¿que haces aquí?- preguntaron ambos al unísono.

-¿que hago aquí? ¡Es el carnaval de la caravana!- respondió la chica en súbita euforia.

-¿eh?-

-Vienen caravanas de todas partes del mundo mágico con sus reliquias, vasijas encantadas, antigüedades mágicas, lámparas, plumas y todo tipo de artículos para brujas-

-Con qué por eso el tráfico…- murmuró Andrew más para si.

-¿y tu por qué estás aquí? No pareces el tipo interesado en reliquias mágicas como para estar esperando el autobús de brujas-

-pues no realmente no… mi padre tiene visitas y me mando a buscar un presente-

-¡ven conmigo!- propuso espontáneamente la chica, hay miles de curiosidades, seguro hallarás algo interesante.

Conforme Andrew iba conociendo más a Akko ese algo que le hacía renunciar a las decisiones lógicas de hacía más fuerte, una parte de el le advertía que no lo hiciera, pero esos ojos entusiastas y esa sonrisa casi contagiosa… bueno…

¿Que podía perder?

Así que cuando llegó el autobús color mostaza de dos pisos Andrew la siguió adentro. Akko le dijo que se sostuviera mientras entraban al canal de la dimensión mágica y luego de cinco minutos bajaron para encontrarse en una versión surreal de Marruecos.

Akko parecía que iba a desfallecer de la emoción. Y Andrew, por más orgulloso que fuera se admitió a si mismo que era una vista peculiar. Alfombras mágicas, varitas, animales de todo tipo, muchas plantas y pociones. Vendedores como sacados de un cuento de Andersen.

De pronto perdió de vista a su acompañante y dio vueltas sobre sí para encontrarla, la brújula estaba embobada viendo la entrada de una tienda. Andrew corrió hasta ella.

-Oye tonta, no te alejes tanto- dijo dándole una palmada en la cabeza.

-Auch, pues deja de ser tan lento- respondió sobándose- mira, parece que venden antigüedades, entremos.

Andrew miró el reloj dubitativamente pero Akko ya lo había empujado adentro. La tienda tenía varias repisas donde descansaban artículos de todo tipo.

-Bienvenidos a mi tienda, soy Madame Lafort- era una mujer alta, voluptuosa y de cara hermosa. Akko se sonrojó inmediatamente.

-H-hola, buscamos…-

-un regalo me parece- no supieron si fue pregunta o afirmación pero en seguida la mujer les indicó- vengan por aquí

-Por cierto Andrew, ¿tus visitas son familiares?-

-La condesa de un lugar frío y lejano y su bella hija al parecer- respondió la mujer antes de que Andrew pudiera abrir la boca.

Para este punto el chico ya estaba empezando a encontrar fastidioso la tendencia de madame Lafort de responder por él.

-¡No me digas que tu padre planea casarte Andrew!- exclamó Akko con curiosidad.

-¿Que? No seas tonta, por su puesto que no- contestó el con cierto fastidio.- llevar un presente es una muestra de hospitalidad solamente.

Pero Akko sintió algo raro retocerse en su estómago. Si el conde Han ridge era capaz de conspirar en cuanto a la carrera de su hijo seguro también lo haría en su matrimonio. Te Andrew iba a comprarle un regalo a una chica, no había nada de malo y sin embargo el nudo creció hasta que tuvo que decir algo sin pensar

-Seguramente la hija de la condesa es una niña rica pálida, consentida y sin chiste como tú- dijo la bruja sacándole la lengua.

-¿A que demonios viene ese comentario?-

-¡A nada! - exclamó Akko dándose la vuelta y poniéndose a caminar por los pasillos.

-¿Pero qué rayos…?-

-Las brujas son impredecibles- dijo la mujer detrás del mostrador.

-Raras es la palabra indicada-

De pronto escucharon a alguien estallar en sonoras carcajadas.

Andrew se dirigió hacia Akko y la encontró doblada de la risa frente a un espejo.

-Andrew, mira esto!- dijo sin poder enderezarse

-Ese es el espejo travieso, juega con el reflejo de quién se mira en el- madame Lafort explicó a lo lejos.

En su reflejo Akko había adquirido barba y su cabeza estaba perfectamente calva, la castaña o podía parar de reír.

-Andrew a ver cómo te ves- dijo jalándole.

-¿eh?- en el espejo Andrew parecía mucho más viejo y su nariz era tan larga como la de Pinocho.

Akko explotó en risas más fuertes y sacó su celular del bolso.

-¿Que haces?- preguntó Andrew confundido.

-Tu futura esposa querrá saber lo que le espera- dijo apuntando la cámara al espejo y pegándose a el- sonríe

Y tomó la foto todavía riéndose.

-Eres horroroso-

-Pues tu no te ves nada guapa-

Akko no podía dejar de reírse, Andrew dejó escapar una pequeña carcajada pero en cuanto se dió cuenta recuperó la postura. Así que ahí estaba ahora, pensando en cómo se encontró por casualidad con Atsuko Kagari.

Vaya, es una hermosa pieza de plata- exclamó la condesa al ver los dos medallones que el hijo del conde extendía hacia ella. - Me encanta que se haya tomado el tiempo de buscar algo con referencias mitológicas.

Encantador de su parte joven Andrew- expresó la hija de la condesa con recato.

En realidad tuve algo de ayuda al escogerlo- dijo sin tratar de sonar humilde necesariamente.

La cena fluyó de lo más indiferente, su padre se tomó la libertad de sentarlo frente a la hija de la condesa.

"Rubia pálida y sin chiste, parece que atinaste Atsuko Kagari" esbozó una pequeña sonrisa, pequeñísima. Casi invisible.

Cuando por fin se fueron las visitas y Andrew iba camino a su alcoba encontró a su padre mirando algo en el pasillo.

-¿pasa algo padre?- preguntó el chico al verlo tan absorto.

-Hoy te vi sonreír y me acordé de tu madre- dijo sin más. -Este es el jarrón en donde puso las primeras flores que le regalé.

Nunca había visto a su padre con una expresión tan tierna y melancólica.

-¿donde se conocieron padre?- preguntó Andrew casi sin pensar.

-tu madre atendía una florería y yo entré pensando que era un bar- rió el hombre - podrías decir que fue pura casualidad

El chico no dijo nada, sólo después cuando salía de la ducha el sonido de su celular rompió el silencio.

Era un mensaje de texto.

"Hey Andrew, soy Akko, quedamos que te mandaría la foto pero algo raro pasó con ella". El chico abrió la imagen y se vio a si mismo con una brujita castaña agarrándolo del brazo haciendo caras frente a un espejo.