La sustituta

Por: Wendy Grandchester

Disclaimer: Candy Candy y sus personajes pertenecen a Mizuki e Igarashi respectivamente. La historia a continuación es de mi autoría, realizada con el propósito de entretener, no de lucrar. El título "La sustituta" fue idea de Thaylin Fonseca (Kharis Graham).


Prólogo

Londres, Inglaterra. Año 1814

La casona Grandchester, porque sería demasiado ostentoso, o tal vez ofensivo para su majestad, el rey Archibald Cornwell, que se le llamara castillo, (aunque lo era), se observaba desde la lejanía con imponencia y sus idílicos jardines con laberintos. La primavera habia tendido mantos florales sobre los pastos celosamente cuidados y los árboles brindaban orgullosos sus mejores frutos.

Si bien los Grandchester eran los favoritos de la familia real, además de muy respetados, también era objeto de envidia y codicia, a espaldas se les describía como asquerosamente ricos.

-¡Terry! No deberías estar aquí.- fingiendo sorpresa y molestia, la joven finalmente le sonrió y restó importancia al asunto de que él entrara en su recàmara como dueño y señor.

-¿Ah sí? ¿Y desde cuándo?- dijo sentándose en la cama y mostrando su característica sonrisa ladeada.

-Pues desde que soy una mujer comprometida.- respondío con alegría y cierto aire inocente e infantil para luego hacerse espacio junto a él en la cama.

-Pues tendrás que explicarle a tu marido, que tu hermano te vio primero.- le besó las mejillas rosadas y rellenas.

-Seguro lo entenderá, son buenos amigos, ¿no?.- él solo se encogió de hombros.

Hubo unos minutos de silencio en el que ambos se sumergieron en sus propios pensamientos. Ella con expresión soñadora y sus ojazos azules risueños, tan hermosa que despertaba codicia entre los hombres y celos en las mujeres. Era delicada y esbelta, su cabellera negra brillaba como si llevara perlas en ella.

Èl ya era todo un hombre de 30 años quien ignoraba los deseos de su padre de ir pensando en una esposa para continuar el clan Grandchester. No era que tuviera que esforzarse mucho, cualquier le vendería el alma al diablo porque él la desposara, pues además de rico, era insultantemente guapo, con su altura, sus rasgos de dios griego, los ojos azúl profundo y su sonrisa descarada provocaba fatiga y rubor en las mujeres de cualquier edad.

Casa Thompson, Londres

-¡Madeline! ¡Madelineeeee!- gritaba desde su cama la guapa mujer que no aparentaba más de 40 años.

-¡Por el poder de Dios, madre! ¿Por qué está gritando así?- preguntó una de sus hijas que se había apresurado a su encuentro.

-¿Es que acaso hoy no se desayuna en esta casa? ¿Dónde demonios está esa sirvienta haragana?- se puso de pie y terminó de desperezarse.

-Se fue. Debió hacerlo antes del amanecer.- contestó la joven y bella hija mientras abría las ventanas y enseguida el sol bañó su blanco rostro pecoso y aclaró sus ojos verde como las esmeraldas, la brisa mañanera meció su cabellera rubia y ondulada.

-Ya no tenemos ningùn sirviente, mamá… ¿Qué vamos hacer?- preguntó la otra hermana que era tan idéntica a la primera, que solo su madre podía distinguirlas.

-Son todos unos ingratos. Les dimos un techo, les matamos el hambre por tantos años, ¡y como nos pagan!- la madre comenzó a soltarse la trenza y ocultó el desprecio que sentía al notar la aparición de una nueva cana.

-No les has pagado en meses, madre. Era de esperarse.- la jovencita se apartó de la ventana y fue ayudar a su madre con el peinado.

-¿Y me culpas a mí? Si tu padre no hubiese tenido tan poca astucia para los negocios no estaríamos pasando estas penurias.

-Pero usted también le alentaba para derrochar el dinero tan pronto como tenía una buena racha.

-¿Derrochar? ¿Acaso no puede una mujer tener algo de vanidad? Nunca le exigí más de lo que merecía.

-Sea como sea, estamos arruinadas, madre. No falta mucho para que todos lo noten. Seremos la comidilla de todas las reuniones de té.

-A mí aún me quedan unas monedas. Iré al mercado a ver qué encuentro.

-¡De ninguna manera! Habrase visto, una señorita de clase haciendo recados como una vulgar sirvienta.

-¿Entonces prefiere ir usted, madre? Es eso o morir de hambre, ¿qué prefiere?

-¡Está bien! Pero al menos usen un velo… o lo que sea. No quiero que alguien pueda reconocerlas.

Por insistencia de su madre, las hermanas partieron con una especie de capucha, la cual se quitaron tan pronto estuvieron lo bastante lejos de su vista.

-No puede ser que esté pidiendo tanto por este pescado escuálido, ¡abusador! Eso es lo que es usted…

-Mire, señorita, no le respondo porque se ve que es una dama, pero esto no es caridad, si no tiene con qué pagar…

-Dispense a mi hermana, señor mío. El calor la altera un poco. Es que verá… la sirvienta que hace los recados recién dio a luz y no tuvimos más remedio que vinir nosotras por los mandados. Como verá, no estamos acostumbradas a estos menesteres y no ajustamos bien las cuentas; así que no le pediré una rebaja, ¡no señor! Dios, me guarde.- se persignó y luego de tomar aire continuó.- Le propongo una garantía.

-¿A qué se refiere, de qué garantía habla?

-Usted nos deja este pescado a la mitad de su valor y mañana regresaremos y le pagaremos el doble, para que vea que no somos unas vulgares regateras.-sonrió casi triunfante.

-Oh, ya entiendo…-el hombre panzón con prominente bigote mostró una sonrisa torcida con dientes repugnantes.

-Pues… ya que nos estamos entendiendo… ¿qué dice?

-¡Ja! ¿Cree que soy un tonto?-les ladró haciendo que retrocedieran.

-No, señor… le ruego me disculpe, yo…-la joven fingió llorar.

-¡Pero cómo se atreve a hacer llorar a una dama! ¿Acaso eso le enseñó su madre? ¿Sabe de quién somos hijas?

-No lo sè y no tengo el más mínimo interés de averi…

-¿Conoce a Thomas Thompson?-preguntó la que había estado sollozando.

-Disculpe… no las reconocí. Claro, son las hermanas Thompson. Lamento el inconveniente, pueden tomar lo que quieran. Ya ajustaré cuentas con vuestro padre luego.- el señor cambió su gesto agresivo por uno muy bonachón y las hermanas se miraban con complicidad.

La mañana se había escurrido como el agua entre los dedos, se habían entretenido demasiado.

-Debemos irnos. Madre debe andar de los nervios.

-Desde que se fueron los sirvientes está senil, no se halla, la pobre.

-Sí… ¡Oh cielos! Mira estas telas, que finura…

-Tenemos que irnos, además no tenemos dinero para…

-Adelántate tú, yo ya te alcanzo…

¿Acaso has perdido la cabeza, hermana? No puedo dejarte sola…

-Solo son unos minutos, si no puedo comprarlas, al menos deja que me deleite imaginándolas en un vestido esplendoroso…

-Bueno, pero no tardes, no querrás que a madre le de un soponcio.

Mientras una se quedó a soñar con los vestidos que tal vez no vuelva a lucir, la otra regresaba a casa contenta con su canasta llena con suficiente comida para un par de días. Se le veía muy contenta hasta que comenzó a lloviznar. Aceleró el paso, pero mientras más se acercaba a su destino, más fuerte se hacía la lluvia y los truenos y relámpagos comenzaban a atemorizarla.

Se resguardó bajo el tejado de la sastrería mientras se aplacaba el aguacero.

-Lluvia con sol, una hambrienta y apurada y el mundo decide ponerse del revés.- refunfuñó para luego seguir la marcha pese al paradójico clima. Iba tan envuelta en lo suyo que tropezó contra una figura alta y fuerte, la cansta cayó al piso escapándose todo el contenido.

-Lo siento, dispénseme, mi señor, si ya decía yo que la prisa solo conlleva a más contratiempo…-alzó la vista para mirar por primera vez al hombre con quien había tropezado y se le congeló el argumento, hasta la lluvia se había paralizado.

-No se preocupe, yo también venía distraído, dispénseme usted a mí…-él hizo contacto visual con ella por primera vez y quedó atrapado. Había visto muchas mujeres bellas, pero ella… ella tenía algo diferente, era otro tipo de belleza.

-Me disculpo nuevamente, he de irme.- se cubrió con la capucha e inició la marcha.

-¡Espere!- la tomó por un brazo, poniéndola nerviosa.

-Mi señor, de verdad tengo que apresurarme.

-Pero no puede partir con esta lluvia, ¿quién haría semejante tontería?

-¿Me está diciendo que soy una tonta?- se indignó y le clavó sus ojos acusadores y resentidos.

-Yo sería incapaz de tamaña ofensa, que me aspen si no es cierto.- fingió gran consternación y le regaló esa sonrisa tan suya que hizo que se le acelerara el corazón.

-¡Aquí estás! Pensé que ya estabas en casa, madre nos va a colgar. ¡Ven!- la hermana la agarró del brazo de forma tan abrupta que a Terry no le dio tiempo de reaccionar. Le hizo gracia esas dos chicas con capucha caminando bajo esa lluvia torrencial.

Un mes después

-No tenemos ni un pedazo de pan duro. ¿Què habré hecho para merecer tamaña desgracia?-se lamentaba la madre en alta voz para asegurarse de que su marido la oyera.

-No empieces con tu cantaleta mujer, desgracia la mía que me casé con una mujer sin dote.

-¡Claro! Cuando no hallaís como justificar vuestra falta de criterio os echaís la culpa a vuestras mujeres.

-Te dije que lo tengo arreglado. La hija de los Grandchester va a casarse con el rey y está buscando damas para su corte, ya moví mis influencias y conseguí que recomendaran a nuestras hijas.-a la señora se le iluminó el rostro.

-¿Estás seguro de lo que dices?

-Te he dicho que sí, mujer.

-¡Es lo mejor que he oído en meses! Nuestras hijas se codearán con las más distinguidas y acaudaladas familias de Londres. Quien sabe hasta logren conseguir un buen partido…- el señor Thompson puso los ojos en blanco y luego maldijo al haberse cortado el mentón con la cuchilla de afeitar.

Se dirigían a la casona Grandchester para entrevistarse con la bellísima Anna Grandchester. Estaban más que contentas. Si eran elegidas por la futura reina como parte de su corte, los días de hambre y escasés quedarían atrás.

No podían creer la inmensidad de la propiedad, podían perderse con facilidad en cualquier corredor. La belleza y la magia de esa casa las hechizó.

-Señoritas Thompson, Lady Anna las espera.-Anunció un guardia y ambas se apresuraron.

-Gracias.

-¡Aguarden! Entrará una a la vez, lady Anna quiere entrevistarlas por separado.

-Oh…-exclamaron al unísono.

-Ve tú, hermana.

-¿Yo? ¿Estás segura?

-Será mejor que se apuren, a Lady Anna no le gusta que le hagan esperar.- una de las hermanas se fue y la otra se quedó en el recibidor con dos guardias que la vigilaban con discreción.

-¿Alguien sabe dónde esta mi hermana?- se escuchó una voz hacer eco en el silencio.

Esa voz. Ella reconocía esa voz de algún lugar… se volteó para coincidir con el dueño de aquella voz que le erizaba la piel.

Él no podía creer que fuera ella. La chica cuyo rostro luego de un mes seguía apareciendo en sus recuerdos repentinamente como un conjuro.

Continuará…


Hola! Esta idea surgió de una conversación por Whatsapp, me inspiré de momento y corrí a desarrollarla antes de que se me pase el efecto. No será muy extensa. Espero que les guste.

Wendy G.