Nota: Jelou gente bella y hermosa. Soy Dayan y he vuelto del más allá para incursionar en este hermoso fandom. Es mi primer fic aquí, así que espero críticas constructivas para ir mejorando a medida que avanzo. Tengo muchas ideas para este universo, pero mientras tanto, comenzaré con esta.
Permanecerá dentro del mismo universo de la novela de MXTX pero será AU después de la resurrección de Wei WuXian.
Y sí, será Mpreg. También long fic.
Disclaimer: Mo Dao Zu Shi pertenece a MXTX.
Casus Belli
Capítulo 1: Sin Opción
En sus ojos se le veía la experiencia que otorgaban los años de infortunio y guerra. Su mirada, fría e indiferente, casi muerta, se posó sobre su cuerpo. Tembló inconscientemente bajó su escrutinio, sintiéndose expuesto. No pudo evitar desviar la mirada de la aguda.
—No tienes elección, es un buen trato.
Buen trato, decían…
Esbozó una sonrisa torcida, un rictus amargo ensombreciendo su expresión. A su lado, el cuerpo de Lan WangJi se tensó, su mano agarró la suya inmediatamente, apretándola. Después de meses juntos, en momentos de verdadero horror y calamidad, la única debilidad que podían permitirse era esa. Pequeño gesto, pero significativo.
—Venir a este lugar, prácticamente obligado, ¿y me dicen que es un buen trato? —espetó, la mano de Lan WangJi apretó la suya en advertencia, pero poco le importó—. Me quieren para hacer una abominación, ¿y esperan que me quede callado? —en ese punto de la oración, no pudo evitar elevar su voz un poco.
El recinto que ocupaban estaba lleno, pero silencioso. Era vasto y amplio; oscuro y lóbrego a su vez. Las pequeñas llamas danzantes cubrían muchos rostros contrariados que ya conocía muy bien, pero no ocultaban del todo a aquellos Siete que, sentados, ocupaban un lugar más alto al fondo del sepulcro.
—No pretendemos que calles, si tu voz es la esencia de tu razón, que así sea —dijo uno aquellos seres, circunspectos y solícitos, como si le estuvieran concediendo un beneplácito. Wei WuXian apretó los labios, su rostro se contorsionó en ira mal disimulada.
Aquellos seres no se sentían molestos en absoluto por su hostil actitud. Parecían ligeramente divertidos, como si Wei WuXian solo fuese un niño malcriado al que no les quedaba más remedio que corregir para que los demás observaran qué consecuencias acarrearían sus acciones.
Wei WuXian no pensó que pudiera odiar con tanto ahínco como odiaba a esos seres que le vislumbraban desde abajo, con desdeñosa amabilidad. Resopló, cruzándose de brazos en un ademán hosco y negativo. No supo en qué momento soltó la mano de Lan WangJi—. Si me niego, ¿qué sucederá?
Hubo unos segundos de silencio, los Siete parecían estar contemplando su respuesta. Uno a la derecha de aquel trono lóbrego y sombrío en forma de semicírculo cerrado, habló—: si te niegas, acusaremos a la secta Gusu Lan de traición, serán sentenciados a muerte todos los discípulos y sus líderes. Cubrieron por meses a un hombre peligroso practicante de las Artes Demoníacas sin reportarlo debidamente —hubo una pausa, Wei WuXian había olvidado como respirar, observándoles con los ojos abiertos, una expresión llena de furia incrédula dibujando su rostro—. Sin embargo, si aceptas, olvidaremos este evento y lo dejaremos pasar con una simple advertencia.
Nada de esto había sido por casualidad, todo fue premeditado con intención y saña. Sabían que esto sucedería y esperaron pacientemente el momento de emboscarlo. Cerró los ojos, un lamento quejumbroso quería escapar de sus labios, de su corazón roto. Los abrió de nuevo, virándose un poco a su izquierda donde un pálido Lan WangJi lo observaba, no había nada en su tez que le indicara si estaba sufriendo tanto como él, pero sus ojos, sus ojos parecían querer transmitirle un poco de esa paz que no parecía hallar dentro de sí.
Esbozó una pequeña sonrisa, y Lan WangJi susurró con pesar—: Wei Ying…
Rápidamente se giró, si dejaba pasar unos segundos más flaquearía, eligiendo perecer en ese lugar.
La pequeña sonrisa se amplió en una mueca desagradable, observando a aquellos seres, espetó—. Y bien, ¿cuándo empezamos?
La madrugada delineó oscuros tintes cerúleos en el cielo nublado, y la neblina absorbió la atmósfera tranquila en la morada de dos personas que, desde hacía tiempo, más precisamente desde el tiempo de su resurrección, compartían, empapándose de intimidad y calor. Sólo que, en ese momento, en vez de dos seres, sólo habitaba uno desde hacía horas en completa soledad. No era como si el protagonista pudiese estar consciente de lo solitaria y fría que estaba la habitación.
Era de madrugada, y Wei WuXian dormía profundamente, hecho un ovillo sobre la cama. Su nuevo cuerpo aún resentía el cambio, el cansancio ganándole, más aún debido a su falta de Núcleo Dorado. La fatiga hacía mella en él, ahora dependiente de un hombre cuya única solicitud fue llevarlo a Cloud Recesses, ahí, donde pudiera cuidarlo hasta que fuese hábil y fuerte como antes, capaz de valerse por su cuenta.
No opuso resistencia alguna, Wei WuXian confiaba plenamente en Lan WangJi. Sabía que él sería incapaz de agredirle físicamente. Al menos no premeditado, eso era seguro.
El lado izquierdo de su cuerpo estaba tullido debido al tiempo prolongado que estuvo en la misma posición; giró sobre su eje en la cama, tanteando con su palma pálida la superficie. Esperaba conseguir un pecho curtido, definido y caliente, pero halló una frialdad que lo despertó del sopor en el que se hallaba.
Wei WuXian frunció el ceño, y abrió los ojos lentamente. La luz de la luna aún se filtraba por la ventana apenas cerrada. Su cabeza viró en varias direcciones, la habitación de Lan WangJi se encontraba vacía, y helada.
—¿Lan Zhan? —llamó a la nada.
Segundos después, ecos de pasos en el pasillo resonaron, ligeros, pero alterados. Las voces se filtraban, apresuradas y excitadas con tintes de nerviosismo. Algo sucedía.
Wei WuXian se incorporó pronto de la cama, caminó presuroso al aparador donde guardaba sus prendas de vestir junto con las impolutas de Lan WangJi, más que dispuesto a averiguar qué sucedía en las proximidades, cuando la puerta se abrió repentinamente, dejando entrever el frio aire de la neblina. Los ecos y los pasos se hicieron más bulliciosos, y Wei WuXian, sorprendido, giró en dirección al sonido.
En el umbral estaba Lan WangJi, observándole. Fueron unos segundos de desconcierto donde se miraron sin pestañear, hasta que la ceja enarcada de Wei WuXian fue un aliciente más que efectivo para que Lan WangJi despertara del sopor, ingresando a la habitación.
—¿Lan Zhan? ¿Qué sucede? —las prendas de vestir quedaron olvidadas en el suelo con la pregunta. Se aproximó a Lan WangJi, sosteniendo su mentón levemente—. ¿Lan Zhan?
—Nos vamos —entonó, su voz sonó baja y firme, no era una sugerencia. Lan WangJi desvió su mirada, inclinándose para recoger del suelo las prendas olvidadas, entregándosela a Wei WuXian, quien le observaba, sorprendido—. No llevaremos peso innecesario, vístete.
—No estoy entiendo, Lan Zhan, ¿cómo que nos vamos? ¿Por qué debemos irnos a esta hora? ¿Y qué hora es? —la vorágine de preguntas salió presurosa, pero mientras inquiría iba vistiéndose, si Lan WangJi estaba preocupado por algo, Wei WuXian no era quién para dudar de su palabra.
Con rapidez fue cambiándose de ropa, mientras observaba de soslayo el semblante de Lan WangJi: era estoico y circunspecto, pero en sus ojos se dibujaba una amargura insondable llena de una confina ira que extrañó y preocupó a Wei WuXian por partes iguales. Algo había sucedido, algo fuerte que obligó a Lan WangJi tomar una decisión pronta en medio de la madrugada. Él no actuaba de esa forma, así que debía ser algo delicado, muy delicado.
A Wei WuXian sólo se le ocurría una cosa.
—Saben quién soy, ¿verdad?
—Sí.
Lan WangJi no fue el que respondió su temerosa pregunta, había sido Lan Xichen. Estaba situado en el umbral de la puerta, observándoles con tristeza e impotencia. Sus puños estaban apretados con fuerza a cada costado de su cuerpo. Era un cuadro tan discordante a la imagen apacible de su personalidad, que Wei WuXian comenzó a sentir verdadera preocupación.
Sin embargo, Wei WuXian sólo rió. Reemplazó el nerviosismo con una sonrisa que se desfiguró en las comisuras. Lan WangJi se colocó a su lado, agarrándole la mano izquierda. La muestra de afecto no lo ayudó. Sólo lo hacía sentirse más débil en ese inservible cuerpo.
—¡Zewu-jun! —exclamó, sonriente—. No hay problema, sólo tengo que irme, ¿verdad?
Nadie respondió. Wei WuXian sintió que su espalda se enfriaba, la mano de Lan WangJi se sintió pesada.
Miró sus semblantes, ambos serios y amargos. Ellos sabían algo que él no, era obvio, se les podía ver con insultante facilidad en sus expresiones y ademanes. Ocultaban algo grande, por eso Lan WangJi quería resolverlo yéndose con él. Pero la actitud de Lan Xichen no le indicaba que estuviera dispuesto a secundar aquella idea.
—No creo que pueda ser posible que te vayas —respondió finalmente Lan Xichen, su voz suave y baja casi no se escuchó ante el resonar de la brisa nocturna, pero Wei WuXian entendió. También comprendió que debido a ello Lan WangJi iría contra todo protocolo, iba a desafiar a su secta, por él, una vez más. Y Lan Xichen se los estaba impidiendo. Aunque no estaba seguro si lo hacía de buena gana.
Probablemente ese no fuera el caso.
—Déjanos ir —solicitó Lan WangJi. El agarre en su mano se intensificó al punto de que fue ligeramente doloroso, pero no se quejó. Lan WangJi estaba suplicándole al líder de la secta, su hermano. No era fácil de asimilar, y menos que lo estuviera haciendo por él.
Wei WuXian se cansó de aquel tira y encoge. Soltó la mano de Lan WangJi y de dos zancadas se situó frente a Lan Xichen. La situación era hilarante para el que no tenía conocimiento del escenario que se desplegaba frente a sí, con un Wei WuXian a medio vestir, frente a dos hombres casi idénticos.
Parecía una excelente escena para esbozarse en los dibujos eróticos de Nie Huaisang.
Sólo que ese no era el caso. Wei WuXian no sentía ánimos de reír ni de aligerar el ambiente.
La situación que se desarrollaba a sus espaldas le estaba aterrando. No tenía forma de defenderse, se sentía indefenso. Pero, aun así, a pesar de que sus instintos le dictaban que saliera corriendo, necesitaba comprender el escenario del que era protagonista. No iba a entenderlo si huía.
—Zewu-jun, te suplico que me digas qué sucede. Si ya saben mi identidad, pero no pueden dejarme marchar en paz, ¿me van a sentenciar? —preguntó con calma, una ligera sonrisa de dibujó en sus labios, sonrisa que tembló un poco.
Lan Xichen colocó una mano sobre su hombro, apretándolo con afecto. Parecía querer transmitirle tranquilidad que no sentía. El gesto lo conmovió.
—Tu integridad física no será dañada, Wei Ying —aseguró, sus ojos dorados, cálidos, se posaron sobre sí unos segundos antes de desviarlos hacia atrás. Wei WuXian siguió su movimiento, encontrándose con la oscura mirada de Lan WangJi. La mano sobre su hombro tembló un poco—. Es sólo que-
—Tus acciones en el pasado tienen consecuencias en el futuro —una voz, mucho más vieja y seria se escuchó tras Lan Xichen. Lan Qiren se dibujó detrás, observándole con enojo, decepción y quien sabe qué otra emoción más. Lan Xichen bajó la mano que sostenía su hombro, entrando al recinto también, situándose al lado de su hermano. Lan Qiren entró también, cerrando la puerta tras de sí. Se situó frente a Wei WuXian, observándole con desprecio, y habló de nuevo—: esas acciones nos han acarreado dificultades, y pese a todo ello, siguen corriendo riesgo por tu cuello. Esta vez, por mucho que me gustaría dejarlos machar —en este punto un sorprendido Lan WangJi y Wei WuXian les observaban, anonadados. Alzó una mano en ademán de silencio—, aunque me gustaría, no puedo. Ellos ya saben que Wei WuXian está en Cloud Recesses hace un prolongado tiempo. Han encontrado la excusa perfecta para venir e interferir.
Wei WuXian no sabía a qué ellos él se estaba refiriendo, pero parecía ser algo mucho más grande que sus acciones en el pasado. Aunque sorprendido, se cruzó de brazos, e inquirió, con la ceja enarcada en ademán desafiante—: ¿Ellos? ¿Ellos, quiénes? —dio un manotazo al aire, despectivo, como si alejara un mosquito invisible, molesto e incómodo. La acción enojó a Lan Qiren, lo sabía, pero no le importó—. Si hablas de la secta Qishan Wen, están extintos —sabía que las lagunas en su memoria eran problemáticas, pero estaba más que seguro que no quedaba ningún Wen merodeando, eso sí contaba a Wen Ning, que por obvias razones no estaba en la lista de personas vivas y lozanas.
Lan Qiren dio un suspiro que descompuso su máscara circunspecta. Abrió la boca para soltar, quizás algún mordaz e hiriente comentario, cuando Lan Xichen se adelantó, con el paso seguro que daba el líder de la secta Gusu Lan—: Esta conversación debería realizarse en un lugar menos íntimo como esta habitación, ¿no lo crees, tío? —dijo, su voz siempre amable, como la brisa que sosiega la tormenta.
Lan Qiren, después de unos segundos, asintió, y habló—: Vamos a la biblioteca, esto debe discutirse, y de ser preferible, llegar a un acuerdo hoy mismo.
Con eso dicho, abrió la puerta y salió del recinto, su túnica blanca ondeando al compás de la corriente helada. La puerta quedó abierta, y tres personas dentro de la habitación se observaban entre sí, mortalmente serios, hasta que el estómago de Wei WuXian resonó con estruendo.
Wei WuXian se llevó la mano a su estómago y gimoteó, mirando a Lan WangJi que le observaba molesto, como si el ruido en su estómago fuese algo que pudiera controlar a voluntad. Wei WuXian le sonrió abiertamente.
—¡Lan Zhan, tengo hambre!
Lan WangJi le ignoró, siendo el segundo en salir de la habitación, seguido por un ruidoso Wei WuXian que iba arreglándose las prendas con cada paso que daba.
—¡Lan Zhan, no me ignores, no puedo hablar cosas serias con el estómago vacío!
Lan Xichen fue el último en salir, y con parsimonia, cerró la puerta de la habitación, siguiéndoles el paso dos metros atrás con una sonrisa dibujada en su rostro. Si Wei WuXian continuaba manteniendo su encantadora personalidad, quizá… quizás la noticia que recibiría ahora no cambiaría el curso de la historia ni la relación que se estaba formando entre ellos.
Esperaba que su hermano pudiera soportar las tribulaciones que vendrían a su alma.
En la biblioteca, cuatro personas yacían sentadas alrededor de una mesa cuadrada, cada uno tomando lentamente una taza de té, a excepción de Wei WuXian que lloriqueaba del hambre que le aquejaba.
Lan WangJi a su lado, ignoraba los quejidos de Wei WuXian, mientras que Lan Qiren y Lan Xichen frente a ellos les observaban, uno con una sonrisa dibujada, el otro con hastío y molestia usual.
Nada de aquello parecía extraño para Wei WuXian, si no fuera por el hecho de que Lan WangJi estaba mucho más serio y callado de lo habitual. Ni siquiera le respondía con sus monosílabos familiares, aquello sí era de alarmarse.
Permanecieron en silencio unos minutos más, hasta que la paciencia de Wei WuXian se agotó.
—¡Ah!, ¡No puedo más! ¡¿Qué sucede?! —Wei WuXian exclamó, dando un azote a la superficie de la mesa con ambas palmas, observando a Lan Qiren. La comisura del anciano pareció temblar, una vena dibujándose en su sien. Wei WuXian ya estaba preparado para el golpe cuando una voz tranquila lo sacó de su modo de alerta.
—Cuando sucumbiste, hace trece años —comenzó Lan WangJi, su voz suave atrajo su atención, Wei WuXian perdió de vista todo por observarle—, muchas sectas pequeñas y cultivadores errantes, comenzaron a usar las Artes Demoniacas como algo común, sin conocerla, dando como consecuencia incontable casos de pueblos siendo arrasados por muertos controlados. Naturalmente, la responsabilidad cayó sobre el Patriarca YiLing —en ese punto Wei WuXian lanzó un gemido indignado que enmudeció ante la mirada severa de Lan WangJi—. Era incontrolable, hicimos nuestro mejor esfuerzo para detener esta oleada, pero nadie parecía dar con el culpable. Muchos creyendo que manipulabas desde el más allá las almas de los muertos para buscar venganza.
—Jiang Cheng lo cree aún —comentó Lan Xichen, dándole un sorbo a su té—. Nosotros no, por supuesto, conocemos la verdad de primera mano, pero en aquel momento fue algo a lo que no se le podía hallar explicación lógica.
Bueno, viéndolo desde ese punto…
—Pasaron cinco años exactamente luego de tu muerte, y los numerosos casos de avistamiento demoníaco seguía en ascenso, la gente ya no estaba creyendo en nuestras capacidades, y comenzaron a cerrar ellos mismos los pueblos con barricadas, convirtiéndolos en fortalezas austeras. Ya no solicitaban ayuda, se aislaban —explicó con gravedad, frunciendo ligeramente el ceño—. Eso, hasta que un día, un hombre que dijo provenir del otro lado nos extendió una invitación. En realidad, todas las grandes sectas fueron invitadas a una especie de extraño evento para conocer a siete Ancianos capacitados en el Arte del Cultivo y Arte Demoníaco por igual. Fuimos por curiosidad, pero aquello no parecía ser un buen augurio…
Lan WangJi calló lentamente, dejando de hablar por completo. Parecía perdido en sus remembranzas, una imagen turbulenta se esbozó en su tez. Lan Xichen carraspeó, tomando el curso de la narración—: Nos reunieron en la Ciudad sin noche, en un principio pensábamos que eran de la secta Qishan Wen, pero cuando llegamos, preparados para las armas, demostraron ser realmente Siete Ancianos de indudable poder y espíritu. Dicen que vienen del otro lado, no sabes cuál lado es aquel que ellos dicen, pero prometieron acabar con aquel mal que azotaba los pueblos, nuestros pueblos, si nos uníamos en una sola secta bajo su mandato.
Los ojos de Wei WuXian que fueron creciendo en asombro a medida que relataban la inverosímil historia. Emitió un jadeo incrédulo cuando fue dicha la última frase. Si mal no recordaba, la secta Qishan Wen quiso hacer lo mismo, sin éxito.
—Obviamente no aceptaron —dijo con una risita incrédula.
Recibió silencio por respuesta.
—La secta Qinghe Nie fue la primera en declinar, y casi desapareció. Nie Mingjue recibió un golpe fatal de uno de esos Ancianos; sólo movió un dedo y aunque no destruyó su Núcleo Dorado, cayó dormido, muerto en vida. Fue una simple advertencia —masculló en voz baja, había tintes de rencor y resentimiento, viejas remembranzas traían sentimientos contrariados—. Las condiciones eran sencillas, ellos gobernarían, pero mantendríamos una falsa sensación de autonomía al permanecer en nuestro territorio. Una vez cada seis meses debemos ir a la Ciudad sin noche para comparecer ante ellos y dar reporte de lo último acontecido —terminó de explicar Lan Xichen. Wei WuXian desvió su atención, posándola sobre Lan WangJi, sus ojos se encontraron, y estos le trasmitían un sentimiento profundo que no lograba discernir—. Así ha sido desde tu muerte, Wei Ying.
Wei WuXian no pudo formular una respuesta coherente, fue incapaz de despejar la bruma en su mente que aquella historia le había causado. No podía concebir cómo era posible que después de pelear y sacrificarse por un ideal, este ahora fuese una simple burla. Estaban sometidos a siete hombres que, con un solo dedo de su mano, dejaron en un estado vegetativo a uno de los mejores combatientes de esa época. Imposible.
Después de unos incómodos segundos de meditación, dijo—: Hay algo que no logro entender… ¿qué tengo que ver yo en todo esto?
—Se les ha dado caza a todo aquel que practica las Artes Demoníacas —respondió en su lugar Lan Qiren.
Wei WuXian hizo un sonido despectivo.
—¡Ellos la practican también!
—Es lo que nos resulta extraño en todo esto —comentó de pronto Lan Xichen, llevándose una mano al mentón en ademán preocupado—. Te han estado buscando durante años, y conocemos de fuentes confiables que han experimentado con aquellos cuerpos que pueden albergar un Núcleo Dorado y que puedan ser capaces de realizar Artes Demoníacas sin consecuencia, sólo que desconocemos lo resultados…
Aquello tenía toda la pinta de ser raro y escalofriante. Wei WuXian podía hacerse una ligera idea del asunto, pero…
Frente a sí, Lan Qiren soltó un suspiro, observándole de pronto, con seriedad No había burla, enojo o ira en su tez, sólo cansancio—: No sabemos qué quieren, pero ya saben que estás aquí: vendrán por ti. Saben que la secta Gusu Lan te ha estado escondiendo y no podemos pensar qué clase de consecuencia podría caer sobre nuestras cabezas —espetó, endureciendo la mirada—: Todo es culpa tuya, Wei WuXian.
Las palabras sonaron como dagas en su corazón, doliéndole, pero no sorprendiéndole. Lan WangJi a su lado se tensó, parecía querer decir algo, pero la ágil mano de Wei WuXian sostuvo el dorso de ella, acariciándole, queriéndole transmitir con ese pequeño gesto que aquello que su tío decía era la verdad.
Tragó saliva, no tenía una respuesta ingeniosa para dar. En muchos años, esta era la primera vez que Wei WuXian se sentía perdido, sin un Núcleo Dorado al cual aferrarse para darse valor, sin Suibian o Chenqing, y un cultivo deleznable, se sintió indefenso.
—Yo-
Lan Qiren negó con la cabeza—: ¿Qué harás, Wei WuXian?
A su costado los rayos del sol comenzaban a manar, eran cálidos y ligeros, pero no lograron calentar su frio y turbado corazón.
¿Qué haría?
—Este cuerpo es apto para albergar, sólo debemos cultivarlo seis meses antes de que prospere —demandó una voz suave, pero firme. No había lugar para errores.
—No tiene suficiente energía espiritual y no sabemos si sea capaz de manejar el resentimiento-
—Con un compañero compatible será más que capaz de producir.
—Sí, pero el cuerpo será destruido y-
—¿Te preocupa?
—No, pero…
—Cuando el nazca el primer sujeto, este cuerpo será desechable —sentenció, mirando de soslayo al sujeto dormido en la cama. Sonrió ligeramente, acariciando la mejilla, fria al tacto. Alzó su rostro, encontrándose con los otros—. Den la orden a las sectas. Cada líder de clan debe venir y someterse al procedimiento —dictaminó, volviendo a bajar la mirada, sabía que su orden sería cumplida de inmediato.
La sonrisa se ensanchó en las comisuras.
—Es hora de conocer al indicado.
Continuará