Disclaimer:

ninguno de los personajes de Clannad me pertenece.

«Arrebol»

El viento soplaba ligeramente los pétalos de cerezo que se hallaban en el suelo. Los murmullos de la gente en la plaza, sonaban lejanos; las risas de los niños eran simples ecos en su cabeza.

Miró su reloj con impaciencia (y temor), un suspiro brotó de sus labios. Sus cabellos se movieron levemente cuando una brisa primaveral desprendió pétalos del cerezo que estaba a sus espaldas, entonces, ella apareció.

—Fujibayashi —sus ojos se dilataron levemente cuando su acompañante pronunció su apellido de aquella forma. Sus manos arrugaron su falda con nerviosismo.

—Dime Kyou —la joven frente a ella hizo un gesto parecido a una sonrisa—. Hola, Tomoyo.

El resto del mundo pareció desaparecer cuando comenzaron a caminar rumbo hacia ningún lado en particular. El silencio era cómodo entre ellas.

Hace muy poco habían comenzado a tener aquella amistad tan extraña, una tarde Tomoyo la encontró en el club de teatro: sola y destrozada.

El corazón se le encogió ante esa imagen.

El amor no correspondido no era un tema nuevo para ella, si lo era, sin embargo, que ella misma no quisiera ser correspondida.

«Ryou es mi hermana pequeña, debo cuidar de ella», eso le había sonado demasiado cruel para sí misma. Entendió ese día, que Kyou era tan humana como ella, y se aferró a ese hecho.

Era quizás, la quinta vez que se veían sin el resto de su grupo, o del ambiente escolar. Pero por alguna razón se sentía como la primera vez. Al menos para Tomoyo.

Se había arreglado para esa ocasión, como si fuera a una cita, pensó tras salir de su hogar. Se sentía patética, no encontraba una razón para ello.

Los pasos de Kyou se detuvieron bruscamente, la observó con curiosidad.

—¿Qué...?

—¿No es hermoso? —la pelivioleta observaba el cielo casi rojizo, las nubes parecían algodón de azúcar, era sin duda, una imagen mágica.

—Lo es —no vislumbró lo que ella, no levantó su vista hacia el cielo, permaneció allí, en su figura y sus ojos embelesados en el cielo primaveral.

Su corazón se aceleró lentamente.

—Arrebol —agregó, sin quitar su mirada de ella; Kyou la observó curiosa—. Así se llama, es cuando las nubes adquieren un color rojizo.

—Arrebol —repitió, sonriendo como un niño que recibe un nuevo juguete—. Suena hermoso también, ¿no?

No respondió, se limitó a asentir levemente. Cuando la chica comenzó a caminar, se tomó unos segundos para observar el cielo para luego avanzar tras su acompañante.

Oía el latir de su corazón, temía que la otra la escuchara, y descubriera, que al igual que ella veía belleza en el arrebol, su idea de belleza solo la abarcaba su ser.