Nota del autor

Antes que nada quiero aclarar que no me apegaré tanto a la cronología del mundo ninja tal cuál es. Así que no esperen datos precisos. Este es mi primer intento escribiendo algo de ellos dos, las ganas habían estado desde siempre pues son una de mis Ships favoritas. Ninguno de los personajes me pertenece, son de la autoridad del universo de Naruto. Pues espero lo disfruten tanto como yo disfruté escribiéndolo.

El sol le quemaba en la espalda y en sus pestañas le molestaban las traviesas partículas de arena que se adherían a ellas. Los párpados yacían caídos, cansados, aburridos.

Llevaba dos días viajando desde su aldea natal hacia la vecina ¿Y por qué? Los motivos para tan cansador viaje no eran más que políticos. Para Temari ser la hermana del Kazekage y la embajadora de Sunagakure se resumía en que sobre sus hombros recaía la mayor parte del trabajo, del papeleo proveniente de los asuntos internos que conllevaba dirigir una aldea completa.

Hacía un mes atrás le había tocado viajar a la aldea escondida de las nubes, pero ahora el turno era de Konohagakure, lo que le parecía menos tedioso ya que, en ese lugar tenía conocidos a los cuales podía llamar "amigos".

De entre ellos destacaba aquel joven perezoso, quien como consejero también de su autoridad, le correspondía delegarla y acompañarla en su estadía.

Aquello se les había tornado una rutina: Temari llegaba a la aldea y era recibida por él, luego buscaban hospedaje para la extranjera y al otro día comenzaban el trabajo.

Solían pasar tardes completas en compañía, conversando, cenando, trabajando.

— Solo espero que hayan habitaciones disponibles, estoy agotada. — gruñó la rubia mientras arrastraba sus pies por el camino de musgo que terminaba en aquellas dos grandes compuertas.

Konoha era frío en cuanto a temperatura se refería, pero a la vez resultaba más cálido que Suna, la gente le brindaba esa calidez de la que era carente aquella seca población del desierto. Konoha tenía un clima completamente distinto y extrañamente, a Temari le encantaba.

El dosel de árboles que marcaba el sendero hacia la aldea oculta de la hoja era un paraje hermoso en donde los tintes de verde y sus derivados coloreaban la diversa vegetación que le recibía.

Y más allá, parado contra la madera de la entrada, con los párpados entrecerrados y el cansancio delineándole las rosadas ojeras, estaba él. Vestía con su típica chaqueta de Chunin, el pelo sujeto en una coleta alta y en sus labios... La mala costumbre que había cogido últimamente.

— Quítate eso de la boca. ¿No te basta con todos los ninjas peligrosos que amenazan con matarte? Además de eso les ayudas envenenándote con esa porquería. Vaya Shikamaru... Y decían que eras la mente más brillante de Konoha. —

— Y soy la mente más brillante, de eso estoy seguro... En mi cabeza, tenía un 100 % de posibilidades de que tu saludo fuese un insulto, ataque o algo similar pero desagradable. Y acerté. —

— Imbécil. — bufó la rubia, chasqueando la lengua. Rebasándolo sin siquiera mirarlo o detenerse a saludar, pero ocultando una pequeña sonrisa que nacía y moría justo en la comisura derecha de su labio.

— Es un gusto verte nuevamente Temari. — saludó, mofándose de ella con una juguetona media sonrisa, se giró sobre sus talones despegando su espalda de la madera y la siguió rumbo al interior de su aldea.

Ambos caminaron en silencio, mientras las divagaciones comenzaban dentro de la cabeza de la rubia y sus preciosas esmeraldas analizaban a su acompañante de reojo.

Él estaba más alto.

A pesar de ser tres años menor y en la infancia haber sido un par de centímetros más bajo, ahora Shikamaru lucia formidable. Seguía siendo el chico delgado de siempre, pero se podía ver en su torneado cuerpo cómo la madurez había hecho de las suyas.

Por su parte, Temari no tenía nada que envidiarle. Siempre había sido una de las Kunoichi con mejor figura, tenía caderas, busto y piernas. No en las proporciones de ninjas como Hinata o Ino, pero tampoco le faltaba como a Sakura. Era considerada la princesa de la arena, una mujer codiciada por cada hombre de su aldea pero temida por su duro carácter. Inquebrantable, decidida, independiente y formidablemente fuerte.

— Eh... Que problemático. — espetó el menor, haciéndola salir de su ensimismamiento, trayéndola de vuelta a las abultadas calles de Konoha.

— ¿Qué sucede? ¿Es común que haya tanta gente en las calles? — preguntó con un dejo de fastidio, pero sin estarlo realmente. Aquello le salía tan natural que no podía evitarlo.

— Se preparan para el festival de la hoja. Una celebración que se lleva a cabo cuando el último de los árboles ha brotado. Como estamos en primavera, las Kunoichi participan de una competencia de arreglos florales, se hace un festival y se adorna todo. Es demasiado ruidoso y colorido para mi gusto...— comentó Shikamaru, explicándole la situación, mientras en su rostro se dibujaba una expresión de resignación y su brazo derecho se alzaba rascándose la nuca, como uno más de sus perezosos hábitos.

— Un festival... Buen momento elegí para venir. — soltó Temari, ahora sí con real fastidio.

— Si, es problemático... Pero es el momento en que todos se ven felices. No está mal una vez al año. — se resignó él, buscándole la parte buena de aquel lío.

— ¿Crees que haya una residencia desocupada? — preguntó con un leve tono de preocupación, pues la rubia moría por dejarse caer sobre una cama, dormir y descansar su cuerpo de aquel maltratador viaje del que venía.

— Lo dudo, mercaderes de otras regiones vienen para este festival, el hospedaje debe de estar lleno. — mencionó Shikamaru, haciendo que las esperanzas de la rubia cayeran al suelo.

Ella dejó un fuerte codazo en las costillas del adverso, haciendo que él se estremeciera, sorprendiera y quejara del injusto castigo.

— ¡Y eso por qué! ¡Maldición! — alegó, mientras se doblaba y consolaba el lugar de su cuerpo que había sido atacado.

— "Temari, no debes preocuparte de eso, aparté una habitación apenas supe que vendrías" eso esperaba escuchar. — le recriminó con el ceño fruncido, fingiendo molestia. Aunque muy en el interior se sentía tan agotada que los ánimos no le daban para siquiera molestarse con el menor.

— Claramente reservé la mejor suite del país del fuego, especialmente para usted Lady Temari. — soltó mientras movía su mano a modo de reverencia, burlándose de la mayor.

Fue en aquel momento en que ella sujetó el pesado abanico que colgaba desde su espalda dispuesta a mandar a volar a Shikamaru, no le importaba que a su alrededor estuviera plagado de residentes de la aldea... pero su cuerpo se vio paralizado por aquella técnica que conocía más que bien.

Su sombra había sido poseída más que rápido.

Ella elevó sus esmeraldas hacia el menor, alzó una ceja y lo miró. Él comprendió, deshizo su Jutsu y la liberó. Temari retiró sus manos del arma y reacomodo su vestido mientras pensaba en lo rápido que su amigo se había vuelto y abandonaba la idea de darle una paliza.

• • •

El sol comenzó a caer y en las piedras de las esculturas de los cuatro Hokages se veía reflejado el anaranjado color del crepúsculo, dándole una imagen imponente. El viento soplaba con un frío aliento que mecía las copas de los árboles creando un susurro único, una canción que solo aquella aldea sabía interpretar. Las hebras rubias de Temari danzaban y su piel se veía algo resentida por las gélidas caricias, se apreciaba el cansancio en ella.

Shikamaru yacía a su lado, apoyado con ambos codos sobre la barandilla. No le importaba ver aquel paisaje desde ese punto tan alto, por ello, él le daba la espalda. Conocía cada detalle de la aldea como la palma de su mano, pues los había estudiado hasta el cansancio, así que no necesitaba estar tan ensimismado como la chica que le hacía compañía. Shikamaru también estaba tan acostumbrado al clima, a la fresca brisa que corría en los atardeceres que su cuerpo no se estremecía ni en lo más mínimo.

— Tengo una idea, tal vez no te agrade, pero podrías buscarle solución mañana. Mi madre está fuera por el festival, quiero decir... Está en la aldea pero tiene cosas que hacer y se está hospedando donde los Akimichi. Mi padre tiene asuntos en los terrenos del clan, con todos los cambios de primavera el bosque y los animales necesitan atención. — comentó él, sin mirarla.

— La casa está desocupada, estos días he estado solo. Hay habitaciones disponibles. Descansa hoy ahí, mañana sigue buscando un hospedaje. Aunque podrías quedarte ahí durante tu estadía, no me molestaría. — mencionó mientras se cubría la boca y ahogaba un profundo bostezo.

La rubia, quien estaba analizando los detalles de la ajena aldea reclinada sobre la baranda, al oírlo enderezó su postura con alarma y lo miró con sigilo.

¿Sería una buena decisión aceptar la propuesta del chico? Pensó, pues de alguna u otra manera la idea le causó un extraño nerviosismo.

— ¿Qué? — preguntó Shikamaru al sentir cómo la persistente mirada de Temari le observaba con una extraña expresión. Él solía ser bueno adivinando los pensamientos de las personas, sin embargo, con ella le resultaba casi imposible saber en qué pensaba.

— ¿Estaremos solos? — preguntó ella.

— Eh... Si. — contestó dubitativo. Buscando, intentando deducir cuál era el punto de Temari.

La rubia cerró los ojos, suspiró resignada y se paró frente al menor, alzó su índice señalándolo mientras fruncía el ceño.

— Si te atreves a intentar algo... Eres hombre muerto. — advirtió, con firmeza.

Shikamaru se demoró un par de segundos en procesar lo que ella intentaba insinuar, la observó con tranquilidad, negó y se volteó, emprendiendo camino hacia las escaleras.

— Me gustan las mujeres Temari y a ti te veo como uno de los chicos. — soltó una vez que la distancia entre ambos era segura. Buscando cortar la extraña atmosfera densa que les había envuelto.

Temari al oírlo frunció el ceño con más fuerza, cogió con rapidez su arma ninja que reposaba tranquila en su espalda y se escuchó una ventisca asesina, la cual azotó con toda la ira de una mujer a la cual le recalcaban la poca feminidad que poseía.