Tardes con papá

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Hiashi

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Haruhi sonrió a Hiashi, luego de anunciarle que se ausentaría el resto de la tarde y que las niñas se quedarían con él. El hombre asintió una sola vez, sin sacar las manos de las mangas de su yukata y luego miró a la pequeña que le miraba desde los brazos de la madre, sonriente, con sus mejillas arreboladas, como siempre, y sus ojos blancos fijos en él, mientras las manitas se abrían y se cerraban, extendidas hacia él, el cuerpecillo inclinándose detrás de las manos; los ojos del padre bajaron entonces a la niña que se aferraba, discretamente, a las faldas de la madre y que le sonrió con timidez, alejando la mirada de inmediato.

Extendió al fin los brazos y tomó a Hanabi, que casi se arrojó sobre él y no tardó en empezar a tocarle la cara y luego a entretenerse con sus largos cabellos, extendió una mano, que tomaron las dos pequeñas de Hinata, que también le dedicó una sonrisa, pero quizá no saltó a su abrigo de la misma manera en que lo había hecho la más pequeña.

Haruhi se despidió con su dulce sonrisa y un gesto suave de la mano, al ir saliendo de casa.

—¿Ya almorzaron?

Hinata asintió rápidamente. Hiashi lo hizo una sola vez, alejando el rostro de las manillas que se obstinaban por llegarle a la nariz. Era domingo, aquel día no había entrenamiento con Hinata y Haruhi le había dado el día a la nodriza; no se mantuvo más tiempo parado frente a la puerta como un indolente, caminó por los pasillos, soltando la mano de Hinata y tomando las de Hanabi, que no dudaron en aferrarse a algunos de sus dedos y llevárselos a la boca.

—A la boca no, Hanabi.

La pequeña le miró y le sonrió, haciendo que sus ojillos desaparecieran detrás de las pestañas apretadas, sin sacarse los dedos de la boca. Ahogó un suspiro, sacó sus dedos de la boca de la pequeña y caminó hacia el jardín, pénsando que no les vendría mal tomar un poco de sol.

Hinata comúnmente no era problema, no podía decir que fuera una niña independiente, después de todo aún era una niña aún, pero, a menos que estuviera enferma, su presencia podía pasar desapercibida al ser tan callada y encontrar entretenimiento por horas en el juguete que se le ofreciera.

Se sentó donde el sol no pegara con demasiada fuerza, con Hanabi sobre su regazo, mirando a Hinata correr por el pequeño jardín, detrás de una mariposa a la que no parecían importarle los vientos fríos que anunciaban la estación venidera; la niña observaba, acuclillada y con las manos sobre sus rodillas, con sus ojos enormes, al insecto descansar y desplegar ocasionalmente sus alas sobre una de las flores. Hanabi se removió inquieta sobre su regazo e hizo un gruñido extraño. Bajó la mirada y levantó a la niña, para poder mirarle de frente.

—¿Tienes hambre?

La niña sonreía de nuevo y estiró las manos hacia su cara, Hiashi no pudo evitar sonreírle un poco y volvió a acomodarla sobre su regazo, meciéndola un poco con sus brazos. Hanabi rio durante unos momentos pero después volvió a hacer aquel ruidillo que indicaba que no se estaba divirtiendo y que comenzaba a malhumorarse, mientras se removía, inquieta, de nuevo. La sentó a su lado, indicándole que debía comportarse y luego de unos minutos pudo ver al pequeño bultito gatear, rápidamente y entre risas, hacia las escaleras. Se estiró y la tomó de inmediato, frustrándole su escape y Hanabi río al sentirse en el aire. Podrían estar así por horas, Hinata persiguiendo insectos y pajarillos y él y Hanabi enredados en esa pequeña rutina que cada vez le traía alegría a la pequeña, que agitaba las manos y las piernas al sentir que la despegaban del suelo y soltaba risotadas.

—Hinata, no juegues con la tierra.

Notó los ojos de Hinata mirarlo más abiertos de normal y soltar de inmediato la tierra que había apretado en sus puños, suspiró y le pidió que se acercara… y se estiró para tomar a Hanabi y volver a acomodarla en su regazo, mientras esperaba a Hinata, que sacudió sus manos lo mejor que pudo y luego corrió hacia él. Hanabi dejó salir un gritillo al ver a su hermana acercarse y se removió aún más, esta vez de emoción; Hinata se detuvo frente a ellos, con la mirada clavada en el suelo y las manos escondidas detrás de ella.

—Muéstrame las manos.

Hinata apretó los labios y mostró las palmas sucias, Hiashi suspiró, tomó un pañuelo y lo remojó en el vaso de agua que había estado bebiendo, acomodó a Hanabi en su regazo de nuevo y le limpió las manos a Hinata con el pañuelo, deshaciéndose bien de la tierra húmeda que había entre los dedos. Sopló a las manitas, quitó los últimos restos con los dedos y luego de inspeccionar bien, se las devolvió a Hinata, que las juntó y se las llevó a la altura del rostro, mirando hacia un costado.

—No vuelvas a agarrar tierra.

La pequeña Hinata asintió.

—Ve a jugar.

Asintió y echó a correr hacia las plantas de nuevo, Hiashi acomodó a Hanabi en su regazo una vez más y la miró al sentir que se aferraba a su yukata, el cuerpecillo y las piernas temblaban mientras la niña intentaba ponerse en pie y cuando al fin lo logró se dejó caer y comenzó a chocar sus palmas, sin dejar de sonreír y decir garabatos, seguramente festejándose como lo haría Haruhi de haberla visto. Levantó la mirada para supervisar a Hinata y una sensación de tensión en su cuero cabelludo lo obligó a llevarse una mano a la cabeza, sintiendo como se tensaba un mechón de cabello, bajó la mirada y notó que Hanabi lo tenía bien aferrado a sus manos y abría grande la boca.

—No me chupes el cabello, Hanabi.

Soltó el cabello de las manos de Hanabi y sacó de su bolsillo el chupete, mostrándoselo, a pesar de no estar de acuerdo con esas prácticas, y la niña lo tomó con una mano, para arrojarlo al suelo. Juntó un poco las cejas y buscó con la mirada el chupete, entonces volvía la tensión a su cuero cabelludo y no tuvo que mirarla para saber que volvía a aferrarse a su cabello.

—Hanabi.

La pequeña lo miró y se inclinó, atrapando los cabellos en su boca y sonriendo de nuevo. Hiashi la miró unos momentos y luego comenzó a soltar el mechón del agarre del bebé, que sonreía y lo apretaba aún más entre sus encías y los dientillos que comenzaban a asomarse. De nada serviría mostrarse ceñudo, Hanabi sonreía tanto que sus ojos se mantenían escondidos detrás de sus pestañas.

—Otou-sama, t-tengo sed…

Levantó el rostro y observó a Hinata, la niña mantenía la mirada clavada en el piso y movía uno de sus pies, echó el rostro hacia atrás, ahora Hanabi se obstinaba por aferrarse a su nariz o a sus labios. Asintió una sola vez y se levantó del suelo. Hanabi chocó sus palmas emocionada, sin dejar de repetir "ma". Caminaron, envueltos en los garabatos de Hanabi, hasta que la pequeña encontró más interesante llevarse la yukata a la boca y Hiashi volvió a llamarle la atención; Hinata se aferró entonces a la yukata y rio al escuchar a Hanabi soltar un gritillo de indignación en el momento en que la tela le fue arrebatada a su boca. Hiashi le ofreció un segundo chupete y habría tenido el mismo destino que el primero, de no ser porque lo tomó de las manillas antes de que fuera arrojado.

¿Por qué Hanabi no se comportaba de ese modo con Haruhi? ¿Y cómo hacía para caminar si Hinata siempre le estaba ciñendo la yukata de ese modo?

Hinata estornudó y Hiashi reconoció el sonido de los moquillos saliendo por la nariz, miró a la pequeña, que se miraba las manos ligeramente asqueada y sorprendida; sacó de su bolsillo otro pañuelo y se acuclillaba para limpiarle la nariz cuando sintió los dedos de Hanabi clavarse en sus fosas nasales. Alejó el rostro de Hanabi y estaba llamándole la atención, cuando sintió un tirón de cabello. Los ojos blancos lo miraban fijamente, mientras chupaban el mechón con insistencia.

Apretó los labios... dejaría que Hanabi le chupara el cabello lo que él tardara en limpiarle la nariz y las manos a Hinata.


Jeló

¿Tienen idea del júbilo que sentí cuando encontré esto refundido en mi computadora? Creí que lo había perdido, casi me caigo de la cama de la emoción.

Aún recuerdo que esto iba a tratarse en realidad de Ino e Inochi... pero eso no pasó en el momento que lo planee, ni ha prosperado a pesar de los años, desgraciadamente.

Publicación original: Sábado, 01 de abril de 2017

Re-publicado: Sábado, 06 de abril de 2019