Disclaimer: NO SOY PROPIETARIO DE NINGUNO DE LOS PERSONAJES PRESENTES. Sólo soy un escritor novato que hace ésto por amor a CONDEMNED y a Ethan Thomas, saga y personaje de los cuales NO SOY DUEÑO.
Comencemos:
—Nuevamente aquí, señor Thomas —Dijo un camarero. Éste limpiaba las mesas de restos de comida y con un trapo con jabón y cloro hacía lo mismo con las manchas de licor.
Ethan no respondió. Recargó sus brazos contra la barra y se sentó bien sobre el taburete con tal de no caerse.
—Lo de siempre... —Ordenó sin dirigirle la mirada al otro hombre. Cerró los ojos, esperando.
Escuchó el sonido del vaso de cristal tocando la madera, a su vez apreciaba el cómo los hielos se oían al chocar entre ellos.
Pensó en lo cruel que fue la vida con él.
Incluso que ésta era una perra.
Padres muertos cuando joven.
Su trabajo de ensueño, su afición no lo llevaron a otro lugar más que a un infierno del que no pudo salir.
Del que jamás podría hacerlo.
Pobre Ethan, creía que estaba *condenado*.
Y no se equivocaba.
Tenía miedo de abrir los ojos y encontrar los escenarios más enfermizos producto de alucinaciones que se intensificaban conforme los segundos transcurrían.
También estaba aterrado por cerrarlos. Sus demonios internos, los bucles infinitos de dolor, las secuelas, el trauma...
Tomó el vaso y empezó a beber. Amaba cómo el picor descendía por su garganta, de cómo antes de tocar fondo dejaba que el motivo de su posible depresión permaneciera en su boca, buscando.
Encontrando un sabor especial.
Un escalofrío recorrió su espalda.
—Nos volvemos a encontrar, escoria —Un hombre enmascarado reveló. Sonreía.
Eso le daba escalofríos al señor Thomas.
—¿Me has extrañado? Cada vez más nuestras conversaciones se vuelven... tan cortas... tan... poco comunes —Acariciaba el rostro de Ethan. Sus dedos negros tocaban las mejillas del sujeto y peinaban su cabello hacia atrás. —Me das asco.
—Yo te maté... y aún así... No importan las veces que ponga mis manos alrededor de tu cuello, que vacíe el cargador contra tí... ¿Por qué no dejas de existir? —De la frustración apartó esa mano y con las propias aferró sus dedos entre sus cabellos.
—No puedes matar algo que ya está muerto —Pronto su cuerpo se desintegraba, la piel se le veía de fuera. Esfumaba terribles hedores.
Ethan cayó del taburete, terminando tendido en el suelo.
No quería levantarse, estaba muy cansado para hacerlo.
El camarero lo atendió, cargó con el borracho y lo acostó en uno de los muchos sofás. Era habitual que ése hombre tuviera esas recaídas, no le cobraban las bebidas tampoco.
Sabían cómo se ponía cuando le pedían las cuentas.
No servía de nada llamar al hospital, con los constantes ataques que acontecieron un tiempo atrás era imposible atender a casi toda la ciudad.
La gente entraba al bar y veían a un hombre dormido.
"Un borracho más"
"Seguro no pudo pagar las cuentas del hogar"
"Su mujer lo dejó"
Los comentarios iban y venían.
Las personas suponían.
No sabían que adentro, muy en lo profundo de su mente había alguien que lo único que quería era morir.
Quizá el mañana sería uno mejor para Ethan Thomas.
Eso si es que él podía tener uno.