Los personajes de Twlight no me pertenecen y la historia es de blueberrytree, solo me adjudico la traducción.

Disfrútenlo.


Día 28

Me levanté de la cama cuando el reloj aún marcaba las ocho de la mañana. No quise despertar a Edward y aproveché el momento para agarrar nuevamente mi cuaderno rojo e intentar escribir alguna cosa sobre los casi treinta días en los que viví aquí.

Bajé al primer piso y le deseé buen día a Zaza y Carmen, que estaban en la cocina. Después fui directo al jardín, con el propósito de sentarme en el futton.

Agarré mi esfero y abrí el cuaderno en la última página, mirando mis garabatos. Releí algunas de las cosas que escribí y sonreí al ver que había pasado por innumerables situaciones con mi novio. Fueron sesiones de fotos, grabaciones de videoclip, entrevistas para la radio y televisión; tuvimos hasta una reunión familiar. Era una cantidad de material a la que nunca tuve acceso en mis otras estadías con artistas famosos, pero parecía que todo tenía un toque personal y no quería compartir todo eso con nadie más.

Giré algunas páginas hasta que estaba una en blanco. Escribí el nombre de mi novio, pero era solamente eso lo que salía: Edward Cullen. Los recuerdos eran vívidos en mi memoria; su rostro asustado al abrir la puerta, con miedo que fuera una fanática que iba a morderlo, sus hebras cobres que tomaban tono castaño por el hecho de haber terminado de salir del baño y, su estupendo olor a jabón.

Nada de eso debía ser puesto en la revista. Tenía que comentar solamente sobre la parte profesional de su vida y las cosas personales que no invadieran su privacidad; no debería hablar de sus atributos físicos que llamaron mi atención apenas entré por la puerta principal. Todo era increíblemente más difícil cuando tenía mis sentimientos a flor de piel.

Era un día calmado, el sol no estaba muy fuerte y el maravilloso olor a pasto invadía mis fosas nasales, nadie me perturbaba y lo máximo que escuchaba eran los sonidos de los pájaros. Tenía el ambiente perfecto para escribir páginas y más páginas, pero era en vano.

Cuando me di cuenta, estaba escribiendo mi nombre en la hoja, junto al de él "como una adolescente enamorada", me provocaría, como ya lo hizo una vez. Parecía haber sido ayer.

Me preocupaba el destino que ese artículo tendría y, más que nunca, tenía que probar si era capaz de hacerlo, ya que prometí a mis superiores que mi noviazgo con Edward no interferiría en mi escritura. Gran error.

Sentí una mano en mi hombro y de pronto di un salto, asustándome.

—¿Me quieres matar, Zaza? —pregunté, con la mano sobre mi corazón, sintiendo palpitaciones fuertes y aceleradas.

—Disculpa, no vi que estabas tan concentrada en eso. Tu frente estaba arrugada, creí que estabas preocupada por algo —dijo, apuntando al cuaderno en mis manos.

—No consigo escribir nada sobre Edward; todo parece tan personal —hablé—. Tengo miedo de no poder terminar esto y crean que soy un fracaso por envolverme con el hombre con el cual debía estar trabajando.

—¿No crees que el lugar influencia un poco?

—¿Cómo así?

—Aún estás aquí dentro, Bella, tu cabeza debe estar en mil cosas, como el futuro de los dos. Tal vez este no sea el mejor lugar para que te concentres en eso; aprovecha estos días que aún tienen por delante y deja el trabajo para cuando sea el momento correcto.

—Sí, creo que es la mejor solución —concordé bufando—. Espero lograr trabajar bajo presión, porque es así como va a ser.

—Cruzaré los dedos por ti —dijo con una risa—. Estoy casi terminando de preparar el desayuno, ¿vas a despertar a Edward?

—Creo que si —respondí, pero de repente tuve una idea en mente—. ¿Zaza, hay alguna mesita para llevar el desayuno?

—¡Si! En la despensa hay dos.

—Qué piensas de ayudarme a preparar un desayuno para llevarle a Edward a la cama? —cuestioné, mostrándole una enorme sonrisa.

—Sí te ayudo, niña —concordó, riendo de mi expresión.

Fuimos a la cocina y agarré las mesitas que encontré en la despensa, para montar todo con cuidado. Había comida para todos los gustos: pequeños croissants de queso y jamón, una buena porción de pastel de chocolate que había sobrado, panqueques, gelatina de fresa, una jarra de jugo de naranja y otra de leche.

—Está todo muy lindo, pero el problema es… ¿Cómo subo esas escaleras sin dejar caer todo eso? —indagué, mirando a Zaza. Conociéndome, no dudaba que, al subir el primer escalón, todo se regara por el suelo.

—¿Quieres que te ayude? —cuestionó, pero no iba a hacer que mi abuela subiera todas esas escaleras solo para ayudarme con la maldita mesa.

—No, soy capaz —hablé con seguridad, pero apenas levanté la mesita del mesón, mis manos comenzaron a temblar nerviosas.

—Bella, vas a derramar todo eso y me vas a dar aún más trabajo. Deja que yo llevo —habló, intentando quitarme la comida de las manos.

—No, abuela. ¡Yo puedo! —respondí terca. Zaza pareció sorprendida por mi respuesta, pero probablemente fue porque estaba siendo una tonta malcriada—. Disculpa, no quise ser ruda.

—Está bien —dijo con una sonrisa—. ¿Qué tal si llamo a Carmen para que te ayude?

—No, es capaz que Carmen quiera entrar al cuarto conmigo y acostarse al lado de Edward en la cama. Sabes cómo es ella —comenté y Zaza rio—. Vamos, llevo esto de aquí, me esperas con las cosas que tienen bebidas y después que suba todo esto, regreso a buscarlas.

—Deja que suba detrás con las jarras —dijo, siguiéndome con los objetos en las manos.

—No necesitas hacer esfuerzo, Zaza —reforcé una vez más, sin querer que se cansara.

—Para de tonterías, niña, aún estoy en óptimas condiciones físicas. Mientras estas piernas funcionen, las usaré.

Subí en frente con la velocidad de una tortuga, teniendo todo el cuidado del mundo para que nada se derramara. Zaza estaba detrás de mí y aún no había pensado en cómo iba a abrir la puerta del cuarto.

—¿Quieres que entre? —preguntó Zafrina y miré rápidamente a la cama, intentando ver si Edward aún estaba dormido pacíficamente. Satisfecha con que permanecía en un leve sopor, pedí que Zaza entrara cuidadosamente, sin hacer mucho ruido.

Dejó las jarras encima de la mesita que traje y se despidió con un beso en mi mejilla, diciendo que ahora era su turno de comer.

Ajusté la mesa en mi lado de la cama —con miedo de que Edward se chocara y terminara con mi sorpresa—, y fui al lado de mi novio para intentar despertarlo. Pasé la mano por su cabello y le di un beso en la mejilla, después caminé con mi mano suavemente por su espalda y noté que los vellitos de su brazo se estremecían. Estaba comenzando a despertar.

—Cachorro... vamos a despertar, tengo una sorpresa para ti.

—¿Sí? —cuestionó, aún con los ojos cerrados.

—Aham.

—Si abro los ojos, ¿vas a estar desnuda? —preguntó con una sonrisa en el rostro y le di un halón de oreja—. ¡Carajo, Garrapata! ¿Algún día vas a parar de agredirme? Dentro de poco, esto se volverá un caso de violencia doméstica.

—Siempre hablas tonterías y no puedo evitarlo.

—Hice solo una pregunta, eh —respondió, finalmente mostrándome sus ojos de jade.

—Mi sorpresa está ahí —conté, apuntando a la mesita que estaba a su lado en la cama.

—¿Desayuno en la cama? —cuestionó con una sonrisa.

—Sí. ¡Para compartir con una de tus personas preferidas en todo el mundo! —respondí, con una sonrisa tan grande que incluso mi boca estaba doliendo.

—¿Quién? —preguntó serio e hice un puchero. Comenzó a reír y me dio besito en los labios—. Ven a compartir el desayuno conmigo, Garrapata. Contigo comparto todo.

Encendió el proyector y nos quedamos comiendo todo mientras mirábamos los típicos programas matinales que pasaban.

—Tenemos que salir de aquí a las once, ¿eh? —dijo mientras terminaba de tomar mi jugo y me acomodaba mejor en la cama, entretenida con una repetición de la vieja película "Charlie's Angels".

—Lo sé —hablé, sin quitar mis ojos de la pantalla.

—Lo sabes, pero estás acurrucándote en la cama, solo tenemos una hora y media más.

—Déjame acabar este programa y voy.

—¿Ya hiciste la maleta?

—No, solo voy a llevar un pantalón y una blusa. Vamos y volvemos, ¿cierto? —indagué.

—Sí, pero ustedes las mujeres no saben hacer una maleta rápida. Vamos a retrasarnos y vas a estar reclamando, y diciendo que no sabes dónde está tal vestido y tal pantalón…

—Edward, tu hermana arregló mi armario por orden de colores. Va del blanco hasta el negro, no hay cómo no encontrar algo ahí —afirmé—. Y hasta parece que me preocupo por esas cosas, voy a agarrar cualquier ropa y listo. No vamos a salir, ¿verdad?

—Bueno, pensaba —dijo un poco tímido—, ya que estaremos saliendo de aquí muy antes del programa, pues solo tengo que estar allá a las cuatro y llegaremos a San Francisco a la una, quería llevarte a almorzar a un restaurante bonito y después podríamos regresar al hotel.

—Hmmm… entonces realmente tengo que arreglar una maleta, ¿eh? —cuestioné, sin gustarme mucho—. Creí que solo haríamos eso mañana, cuando fuéramos a Nueva York.

—Eres quien sabe. Si no te importa pasar el día entero con la misma ropa… llegaremos aquí a LA a las ocho, máximo nueve de la noche.

—Ok, dentro de poco juro que me levanto para arreglar todo. Quedémonos acostados solo un poquito más, mientras termina la película.

—No me gusta ese programa. Es uno de mujeres.

—¡Shiu! Quédate quietito y solo abrázame —pedí, halando sus brazos y poniéndolos a mi alrededor.

Como buen novio, se quedó abrazándome —y creo que se volvió a dormir— hasta el momento en que los créditos finales aparecieron en la pantalla. Me levanté para hacer mi maleta y pareció despertar.

—Prepara todo, voy a aprovechar para bañarme. Si acabas y no he regresado, entra en mi cuarto, ¿estamos?

—Sí señora.

Como ya había pensado la noche anterior qué ropa usaría para el viaje a San Francisco, fui rápida al seleccionar un vestido. Tomé un baño ligero y me vestí, en seguida me sequé el cabello. Apenas abrí la puerta, no vi señal de Edward, pero casi tuve un infarto al verlo parado dentro de mi closet, revolviendo en uno de mis cajones.

—¿Por casualidad se te pegó la enfermedad de tu hermana?

—Nada. Solo estaba curioso con lo que podría haber dentro de este cajón, después de que me dijiste que Alice te había dado esa lencería —confesó—. Mirando todo lo que hay aquí dentro, no sé si agradecerle a mi hermana o encontrar muy extraño que te haya dado todas esas prendas íntimas.

—Tu hermana está loca, Edward —hablé como si fuese obvio—. Y para de revolver mis cosas. ¡Qué ideas! Sal, puedes ir afuera.

—Déjame ayudarte a hacer la maleta.

—¿Para qué? Si dependiera de ti, la única cosa que llevaría está dentro de ese cajón —dije, apuntando a la gaveta de lencería.

—Aguafiestas —respondió de forma poco madura—. Arregla todo eso que solo tenemos veinte minutos.

—Ya se. ¡Ya sé! —hablé, abriendo una pequeña maleta que tenía y poniendo dos bragas dentro; en seguida puse un pantalón jean, una blusa básica y un vestido.

Corrí al baño para obtener mi neceser y… Voilá, mi maleta estaba lista. Viva la practicidad.

—¿Viste como soy de rápida? —indagué, orgullosa de mi astucia.

—Verdad, está para celebración —dijo, mirando el reloj—. Y eso nos deja como diez minutos para darnos unos besos.

Félix y Benjamin estaban esperándonos afuera de la casa, y Sophie ya estaba en el aeropuerto. Llegamos rápido al lugar y Benjamin se despidió de nosotros.

El avión en el que estábamos era parecido al que usamos la otra vez y fue probablemente contratado por la misma empresa. Sophie, al contrario de Jessica, estaba calmada y dijo que conversaría más tarde con Edward.

—Odio el aburrimiento en el avión —me comentó Edward.

—Lo sé, tener que quedarse sentada es un martirio.

—Por lo menos este vuelo solo dura una hora y poquito. Tengo una sugerencia de lo que podemos hacer para pasar el tiempo…

—No lo tomo.

—¿Qué? Iba a sugerir un rapidito…

—¡Edward! —Exclamé, mirando a mi alrededor, con miedo de que alguien pudiese haber escuchado. Félix parecía haber escuchado algo, pero estaba ocultándolo. Él cree que me engaña.

—¿Qué pasó?

—Eres un pervertido.

—¿Qué pasó? estaba hablando de un rapidito, tipo juego de preguntas, Garrapata. Digo algo y eliges la más rápida… caramba, loca, solo piensas en travesuras —dijo con el mayor descaro, como si lo hubiese hecho a propósito. Félix estaba riendo.

—Vi que estabas prestando atención a nuestra conversación, ¿eh, Félix? —dije y él se recompuso en el mismo instante.

—Perdón, señorita —pidió, pero aún podía ver rastros de sonrisa en sus labios.

—Todo el mundo solo sabe molestarme, carajo… —murmuré.

—Entonces, ¿quieres un rapidito o no? —indagó Edward.

—No. Y para de decir rapidito de esa manera.

—¿Qué manera?

—Cambias de tono de voz, sabes muy bien de lo que estoy hablando…

—No sé nada. Dime…

—Nada —respondí refunfuñando.

Es innecesario decir que Edward me molestó el viaje entero y, cuando dije que no le iba a prestar más atención, el hijo de su madre comenzaba a cantar "welcome to the jungle". Eso debía ser alguna prueba divina para ver si podía o no ir al cielo, porque hay días que ni te cuento…

Como lo previsto, llegamos a San Francisco a la una. Edward y yo dejamos las maletas en Fairmont Heritage Place, hotel donde nos quedaríamos por algunas horas, y nos encaminamos a un restaurante local que ya conocía y sabía que no tenía mucho movimiento.

—Estos restaurantes son hechos para famosos, ¿eh? Porque solo la gente rica paga esto por un almuerzo —hablé, mirando la carta.

—Carajo, Garrapata, ¿de nuevo vas a molestar con eso? Y yo creyendo que nunca más iba a escucharte reclamar por el precio de la comida —dijo, rolando los ojos—. Puedes ser una novia buena y aprovechar este momento que tenemos juntos y solos, ni Félix está aquí. Nadie. Y hasta ahora la única persona que me reconoció fue la camarera.

—Re reconoció, y se quedó babeando, ¿eh? Debe estar maldiciéndome por todo y escupiendo mi comida porque soy tu novia.

—¿Vamos a parar, pequeña paranoica? —pidió, y como respuesta le saqué la lengua—. Eso, super maduro de tu parte. Mejor sacándome la lengua que reclamándome.

Comimos con calma y Edward compartió conmigo un enorme brownie con helado. Todo parecía demasiado normal, éramos una simple pareja almorzando en un restaurante y compartiendo el postre. O al menos era para ser así. Al pagar la cuenta, uno de los que atendían el lugar nos informó que había algunos paparazzi en la salida, esperando por nosotros. Como el restaurante era cerca al hotel, nos fuimos a pie y nuestra intención era regresar de la misma manera; el problema era que toda esa conmoción, de gente encima de nosotros, hacía que me pusiera un poco nerviosa.

—Dame la mano —le pedí a Edward y lo hizo en ese mismo momento.

—¿Quieres que pidamos un taxi? —cuestionó.

—No, estamos a veinte metros del hotel, Edward, no tiene sentido —dije, yendo en dirección a la salida del restaurante—. Vamos, solo no sueltes mi mano.

Apenas pusimos los pies afuera del lugar, los paparazzi comenzaron a seguirnos, haciéndonos preguntas y más preguntas.

—Edward, ¿qué harán después de que Isabella deje de trabajar contigo? —preguntó uno de los hombres.

—Isabella, ¿qué tienes que decir sobre las declaraciones de la ex asesora de Edward, que te acusa de ser una interesada? ¿Es verdad?

—Edward, ¿no tienes miedo de que tu novia solo esté contigo por causa de tu dinero y fama? —gritó uno más.

Estaba apretando el paso y Edward súbitamente paró, aún con mi mano en la de él.

—¿Quieren sacar mis fotos? Ok, saquen, no puedo evitarlo, pero por favor, tengan la delicadeza de no hablar de mi novia cuando está a mi lado. ¿Y por casualidad tengo cara de imbécil que estaría con una persona si no confiara en ella? Por favor, amigo, piensa mejor antes de hacer una pregunta —respondió y me haló de la mano, haciendo que caminara rápido.

El paparazzi quedó bastante sorprendido con la declaración de Edward, y los otros parecían estar burlándose del hombre. Infelizmente, los fotógrafos no paraban de seguirnos y sacarnos fotos, pero esta vez se calmaron.

Al llegar al hotel, Sophie conversó brevemente con Edward y nos arreglamos para ir hasta el estudio, donde era grabado el programa en el cual Edward participaría. Daría una rápida entrevista y haría un show de la canción "Flaws".

Llegamos al lugar a la hora prevista y fuimos saludados brevemente por la presentadora, Mary Stuart. Aprovechó el momento y le hizo una propuesta a Edward, de si a él no le gustaría compartir con los televidentes alguna receta casera que supiera preparar.

—Infelizmente, solo sé de cocina cuando mi novia está conmigo —dijo, intentando rehusarse de manera educada a la propuesta de la presentadora.

—¡Pero no hay problema! Será un placer tener a esta bella joven también en nuestro programa.

—No soy muy fan de aparecer en frente de las cámaras —respondí de manera sincera. Si apareciera, me daría un ataque nervioso.

—No necesitas tener vergüenza, mi amor. Tuvimos una cancelación sobre la hora porque un invitado está atrapado en New Jersey y no hay posibilidad de llegar —pidió—; sería un tremendo placer tener a una de las parejas más bonitas de Hollywood participando del segmento de culinaria de nuestro programa.

—¿Puedes darme un minuto para conversar con ellos?

—Sí, claro —la presentadora concordó, saliendo del camerino donde nos encontrábamos.

—Creo que sería una gran oportunidad —dijo Sophie—. Ya lo dijiste una vez, Bella, que a las fans de Edward no les agradabas. Tal vez si tuviesen la oportunidad de conocerte mejor, cambiarían esa opinión errada que tienen de ti.

—No creo que eso vaya a funcionar mucho —hablé reacia.

—Siempre lo hicimos bien cocinando, Garrapata. Si quieres, yo quiero. Solo sé que no voy a poder cocinar nada, pero si me guías mientras preparamos las cosas, estoy seguro que seré capaz de hacer el mejor de los banquetes.

—Ustedes realmente quieren que me exponga y acepte participar en eso, ¿eh? —indagué.

—Creo que tendríamos un feedback positivo, pero siempre es elección tuya, Isabella —dijo Sophie de manera comprensiva—. Sé que estar de este lado del mundo del entretenimiento es algo nuevo para ti, pero infelizmente, cuando estás ligada a una persona tan pública como Edward, esas cosas están dadas a pasar.

—No tengo idea de lo que podemos cocinar. Tiene que ser alguna cosa que quede lista rápido, ¿eh? De la manera que fuimos informados, a la rápida.

—Sí, el programa entra al aire en treinta minutos.

—Oigan, que cosa más surreal. No tengo idea de qué sugerir, ¿y si no hay los ingredientes que necesito?

—Intenta pensar en algo simple —recomendó Sophie—. Ese segmento es solamente en el penúltimo bloque, puedes estar segura que harán lo posible y lo imposible para tener lo que necesitas para cocinar. Probablemente están desesperados por cubrir esa cancelación.

—Ok —respondí—, acepto.

Debí haber comido mierda para aceptar una cosa de esas, pero algunos minutos después, mientras Edward concedía una corta entrevista a Mary, yo estaba en la cocina del estudio, separando los ingredientes para hacer el clásico petit gateau que había preparado días atrás en la casa de Edward. No tenía cómo algo tan simple saliera mal. O al menos era eso lo que esperaba.

—Ahora tenemos una invitada más que especial, que irá a prepararnos un práctico, pero delicioso, postre —dijo ella, acercándose a mí, y juro que estaba muriendo de ganas de hacer pipí de tanto nerviosismo por aparecer por primera vez en un programa de televisión—. Isabella Swan, periodista de "Crepúsculo" y novia de este hermoso.

El público aplaudió y Edward se juntó a mí, agarrando mi mano detrás del mesón, donde las cámaras no eran capaces de enfocar.

—Edward será tu ayudante, ¿correcto? —preguntó.

—Sí —respondí, con la voz un poco temblorosa.

—Espero realmente ayudar, porque Bella sabe que no soy el mejor cocinero del universo y puedo terminar estropeándolo todo. Si alguna cosa sale mal, ya admito que la culpa es mía —respondió, y todos los que estaban en el lugar se carcajearon debido a su comentario.

—Dinos, Bella. ¿Qué será necesario para hacer tu famoso petit gateau?

Dije los ingredientes calmadamente y mostré todos los recipientes de vidrio con los alimentos que estaban encima del mesón, como siempre vi en los programas de culinaria que pasaban por la mañana.

—¿Qué debemos hacer primero? —cuestionó ella.

—Primero, Edward va a derretir el chocolate en baño maría —hablé y Edward me miró con cara de: ¿de qué mierda estás hablando?

Reí y fui a su lado a mostrarle como se hacía. De pronto, las cosas empezaron a ser más simples y hasta me olvidé que estaba siendo filmada. Cuando Edward lograba hacer las cosas bien, nuestra sincronía era perfecta.

—Ahora mezclamos el chocolate con la masa que estaba revolviendo —hablé, mostrando como proseguir.

—¿Es la primera vez que cocinan eso juntos? —cuestionó Mary.

—No, la verdad ya hicimos ese plato una vez —contó Edward.

—¿Hace cuánto tiempo están juntos? —cuestionó ella—. Cuando era casada, mi fallecido marido y yo, amábamos pasar las mañanas del domingo cocinando.

—Estamos juntos hace casi tres semanas. Es extraño decir en alto esto, pues parece más tiempo —habló y concordé con la cabeza, ofreciéndole una sonrisa.

—Espero que sean muy felices —deseó ella—. Es bueno ver parejas que parecen llevarse tan bien. Ustedes son hermosos de ver, ¿no es así? —indagó al público—. Interactúan como si nadie los estuviera viendo. ¡Ah, que nostalgia de mis tiempos de joven! Ya hasta estoy perdiendo el hilo. Vamos, ¿qué tenemos que hacer ahora?

—Vamos a batir el chocolate con la masa hasta quedar bien mezcladito —informé, revolviendo con ganas para que los ingredientes se unieran—. Listo, ahora está prácticamente listo, solo tenemos que hornearlo.

—¿Puedo probar? —preguntó Mary.

—Claro —respondí, ofreciéndole una cuchara. Edward también pidió un poco.

Los dos aprobaron el sabor de la masa y agarré uno de los muchos utensilios que había en la cocina para comenzar a hornear los pastelitos. Cuando me giré, vi que Edward estaba con un poco de chocolate en la comisura de la boca, y en un impulso me puse en punta de pies y limpié el lado de sus labios con mi índice, en segunda lamiéndolo. Fue cuestión de segundos para reparar en lo que había hecho y sentí mi rostro arder.

Edward comenzó a reírse de mí y todos en el lugar notaron mi vergüenza, riendo de mí. Parece que ese era mi destino, ser objeto de burla de todos los que aparecían en mi camino.

—Disculpa —hablé, dejando caer mi cabello como una cortina en mi rostro—. Tenía la boca sucia, fue sin querer…

—Todo bien, querida —dijo Mary, riendo—. No tienes por qué avergonzarte. Estoy segura que a millones de jóvenes les gustaría cambiar lugar contigo.

—¡Yo también quiero! —gritó desde el público una señorita de unos ochenta años, haciendo que todos rieran aún más.

—Vamos, ahora Edward va a dividir la masa en esta maquinita de cupcakes. Quien no tiene una de estas puede usar moldecitos de aluminio, que normalmente usamos para empanadas.

—¿Lo hago? —cuestionó dudoso.

—Hazlo —afirmé riendo.

Agarró el recipiente que tenía la mezcla y casi derrama todo. Mi corazón prácticamente salió por mi boca. Cuando fue a verter el líquido dentro de la máquina tampoco fue muy preciso, y un poco de chocolate se desbordó.

—Dame aquí —pedí, sosteniendo el botecito.

—¿Lo hice bien? —cuestionó, como si no estuviera viendo el líquido derramarse.

—Entonces… Edward nació para ser un gran cantante —hablé, mirando a Mary, porque ya sabía que ese petit gateau estaba lejos de salir bonito y arreglado, como siempre se mostraba al final de los programas de culinaria. Todos rieron de mi comentario y Edward fingió estar herido.

—Realmente creo que ese no es tu don, Edward —dijo Mary con compasión—. ¿Pero qué tal si nos muestras ahora lo que haces mejor y cantas para nosotros?

Mientras Edward cantaba, yo preparaba los pastelitos y esta vez quedaron bien. Apenas terminó el show, Mary agradeció a Edward y a mí, aprovechando para comer uno de los pequeñitos pasteles y decir que la receta estaba más que aprobada. Cuando el programa fue cerrado, encontré que las cosas habían salido mejor de lo que imaginaba, pero aún estaba muriendo de vergüenza. La presentadora nos agradeció por haber aceptado participar del segmento de culinaria y elogió una vez más mi comida.

Sophie dijo que, a pesar de que estábamos totalmente mal preparados para lo que pasó en el programa, salimos bien; y fue reconfortante estar con una persona que, a diferencia de Jessica, sabía elogiar en lugar de solo hacer críticas negativas.

Regresamos al hotel, solamente con el ánimo de cambiarnos de ropa e ir directo al aeropuerto, ya que pretendíamos llegar a Los Ángeles antes de las ocho de la noche.

—Será que puedo encender mi celular? —cuestioné, algunos minutos después de alzar vuelo—. Angela siempre mira ese programa, apuesto que vio y se asustó porque aparecí.

—Sí, no hay problema —respondió Edward a mi lado, mirando el aparato en mis manos.

Como lo predije, algunos mensajes estaban ocupando mi bandeja de entrada.

¿Cómo así que un día te veo y al otro estás cocinando en un programa en San Francisco? ~ Ang

Por cierto, nunca más me hiciste ese petit gateau para mí, ¿eh? Ahora solo lo haces para tu noviecito. ~ Ang

Estoy bromeando, Edward es un amor (pero quiero pastelitos también). ~ Ang

A tu papá solo le faltó llorar cuando te vio en la televisión. Estamos muriendo de nostalgia; y es tan bueno verte así, Isa. Ven a visitarnos pronto o llama a tu papá. Besos. ~ Sue.

—Aww. Mi papá. —hablé, poniéndome un poco emotiva y colocando la cabeza en el hombreo de Edward—. estoy tan en deuda con él.

—Deberíamos haber pensado en visitarlo en esos días en que no tenía nada para hacer —respondió Edward—. Ahora va a ser imposible.

—Lo sé. Solo tenemos dos días más, ¿eh? —pregunté retóricamente, sintiéndome un poco triste por el hecho que el tiempo siempre parecía ser nuestro mayor enemigo.

—No pienses en eso, Garrapata.

—Crees que no intento sacarme eso de la mente? —cuestioné mirándolo—. Parece que entre más intento no pensarlo, más se enciende una alarma en mi cabeza, contando esas horas que aún tenemos juntos. Ni siquiera son cuarenta y ocho horas, Cachorro.

—No quiero hablar de eso —habló de manera dura, tomándome por sorpresa, pues jamás hablaba de esa manera conmigo.

—Disculpa —dije en tono bajo.

—No quise ser grosero, es solo que... vamos a aprovecharlo, ¿ok? Aún tenemos dos días en frente. ¿Qué tal si hacemos algo apenas lleguemos a LA?

—¿Cómo qué?

—No sé, cosas normales que las parejas hacen —comentó.

Nos tardamos un poco de tiempo para decidir, pero cuando una idea apareció en la mente de Edward, no había otra cosa que preferiría hacer.

Al llegar al aeropuerto, Benjamín ya estaba esperándonos y, en lugar de regresar a casa, Edward le informó para donde debería llevarnos.

Era un cine clásico simple, que solo pasaban películas antiguas y extranjeras. No tenía mucho público, ya que a muchas personas no les gustaba ver películas subtituladas, y el lugar era ideal para lograr pasar desapercibidos.

Esperamos hasta que hubieran pasado diez minutos de la sesión para ir hasta la tiquetera para comprar un ingreso. El que atendía era un señor que pareció no reconocernos y le dije a Edward que me esperar en la puerta de la sala mientras iba a comprar palomitas enormes y una barra de chocolate para compartir. Cuando recibí mi pedido fui corriendo hasta mi novio y entramos en la sala oscura, escogiendo sentarnos casi al final, donde no había mucha gente.

Era una sensación extremadamente placentera, y acepto que era más aún para Edward, ya que debían ser años que no tenía la libertad para aprovechar una ida al cine sin pasar desapercibido.

Admito apenas haber prestado atención a la película, ver la manera que Edward observaba todo a su alrededor, como si estuviera redescubriendo el lugar, como si fuera un niño yendo al cine por primera vez, era una escena más estupenda que cualquiera que un director podría reproducir en su película.

Salimos algunos minutos antes de que la película terminara, para evitar que reconocieran a Edward. Félix ya nos esperaba. Al entrar al carro, él me preguntó si me gustó la película.

—La amé —respondí, con mi sonrisa tan grande que apenas cabía en mi rostro. Como te amo.

Cuando llegamos a casa y nos acostamos para dormir, sabía que había notado que mi humor estaba cambiando, pues cuando la noche llegaba, siempre parecía recordar que el tiempo se estaba agotando y me ponía triste. Su solución fue besarme hasta el momento en que olvidé que dos más dos eran cuatro, que el cielo era azul y que ese era nuestro penúltimo día juntos en esa cama.


NOTA DE AUTORA: ¿Y entonces? ¿Todo el mundo preparado para este final de los treinta días? ¿alguna cosa que quieran y no estuvo? ¿Alguna escena que siempre les va a recordar al Cachorro y su Garrapata? ¿Algún extra de algún capítulo que les gustó mucho? ¡No se pongan tímidas ahora que estamos llegando al final!