Los personajes de Love Live no me pertenecen.

Nausea

Duele, ¿no? Sabes que es cierto porque tu dolor se ha materializado en una certeza.

Ella está bien.

Y te gustaría pensar que no es así.

Hasta hace poco jurarías que ella aún tenía esa pequeña pulsión de hablarte, de buscarte. Pero te has dado cuenta de que no es real. De que el impulso es más tuyo, aunque queda en simple pensamiento, pues los instintos nunca fueron tu fuerte. Por eso no haces algo salvo quedarte quieta.

La ves sonreír a lo lejos porque es lo único que te queda, ser testigo de aquella felicidad que ya no es obra tuya, pues muchas veces quisiste romperle la sonrisa en mil pedazos. Y en ocasiones, queriéndolo inconscientemente, lograste destruirle la sombra de aquella alegría que le perseguía a tu causa… tal y como ella lo hizo con tu espíritu.

¿Lo recuerdas?

Puedes contabilizar todo el daño que te hizo, enumerar cada pedazo que te fue quitando, hasta quedarte con el simple marco de lo que eras. De lo que fuiste. Y un día, cansada de jugar con tus piezas, volteó a otro lado y te soltó para ir en busca de una mariposa que revoloteaba a su lado.

Te dejó a solas, deshecha y sin las fuerzas necesarias para alcanzarte, pues ella se había convertido en un puente hacia ti.

Tú habías sido testigo de aquel insecto que había osado poner su cuerpo sobre las plumas de aquella ave que cuidabas con cierto recelo. Sin embargo, fue más intenso el placer que sentiste de ver renacer su canto ante la mariposa intrusa, que de querer retener su delicado cuerpo en tus jardines.

Ella se la llevó sin mayor reparo, sin ningún esfuerzo, pues tú le facilitaste el camino a sus raíces y le enseñaste todo lo que necesitaba externo a ti.

Sin embargo, eso no fue lo primero que fue marchitando de tus jardines. Todo había empezado con ella, a quien tú cuidabas y alimentabas porque una persona la había pisoteado hasta romperle las alas. La vida fue cálida para ella, pero para ti, el veneno se fue a la sangre con la que alimentabas tus tierras.

Y a pesar del gélido invierno, creció el nosotras, para morir en el tú, yo y los míos...

Sí, los suyos. Todos sus antiguos dueños, aquellos que gustaban de arrancarle las plumas, de despojarla y dejarla morir en boca de otros animales. Creíste que estaba en ti el repararlo y sin quererlo le curaste las alas. Primero voló a tu alrededor, para ir explorando el exterior y después dejarte pegada al suelo, esperando su regreso.

No había más vicio en ti que el de la reafirmación humana, ya que sólo sabías que existías si algo en ella removías.

Ahora te encuentras sola y dudosa de tu propia existencia.

Pero no importa.

Lo merecías.

N/A: Sé que bien poco les puede interesar lo que diga un filósofo, pero Kierkegaard decía que la enfermedad mortal del espíritu es la desesperación, el no poder ser.

Iba a aplicar la cobarde y no poner la pareja, pero se iba a sobreentender. Nunca había escrito algo tan corto.

En fin…

Los dejo.