Love Live Sunshine!
Disclaimer: Love Live! Pertenece a su creadora Sakurako Kimino y a ASCII media works junto con Sunrise.
NdeA: Las canciones que pongo como intro y ending, pueden buscar el vídeo en Youtube y adentrarse en el ambiente de donde lo obtengo.
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Elementales
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Capítulo 2
La tierra de la nieve
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Intro
Auli & Rodenpoys - Piegulā
—¿Cómo es posible que no sepas quién eres, demonio? —le echó en cara la más joven, quien aún estaba sorprendida por la respuesta.
—No lo sé… hay muchas cosas que no comprendo… yo… no recuerdo mucho —volteó a mirar a Riko que aún permanecía inconsciente—. Estaba en alguna especie de batalla y después… sólo estaba herida… y ella me encontró.
La yegua abandonó su posición de defensa para bajar su cabeza y con el hocico morder las ataduras de su ama. La mayor comenzó a reír.
—Mi nombre es Sarah y ella es mi hermana Leah —la chica aludida chasqueó la lengua—. Perdona sus modales. ¿Entonces? Estamos hablando con la persona equivocada. ¿Te molestaría si podemos tener una charla con ella? Claro sin que tengas que usar tu animal ancestral.
No entendió a qué se refería y su rostro reflejó el desconcierto.
—Mi hermana Leah es buena en venenos y pociones —comenzó a explicar—. Sabes, existe una pequeña flor, de hojas redondas, blanca con bordes amarillos, que es tan pura que se dice que el aceite de esta flor puede revelar las verdades ocultas, limpiar el corazón de las personas para que muestren su interior —de una de las bolsas de su chaqueta sacó una flor seca que, en su mejor momento, cabía en la descripción que acababa de hacer—. Se dice también que está sólo puede florecer en las tierras de los amos de las flores, dominado por el clan de los hijos de los maestros madera, éter y aire. ¿No conoces la historia?
Ella simplemente movió la cabeza negando lo que Sarah hablaba. Seguía sin entender nada.
—Es extraño esto, siendo los demonios de Numazu los más interesados en hacerse de todos los tesoros rúnicos de los reinos de este mundo —la miró aún con duda, alzando una ceja.
—En verdad no sé de qué estás hablando —siguió negando.
—Nadie puede resistir el poder de esta flor, tan es así que tu yegua reveló su verdadera forma —dijo algo exasperada—, aunque en tu caso, o eres realmente un ser vacío o un maestro del engaño muy poderoso, pero no creo esto último.
Mientras estaba hablando Sarah sobre eso, Leah se había acercado hasta Riko para sentarla y hacerla reaccionar pasando por su nariz un pequeño bote con alguna sustancia aromática que surtió efecto rápidamente, despertándola a los pocos segundos.
—¡¿Qué rayos?! —Riko tomó consciencia rápidamente sobresaltada al darse cuenta de que estaba maniatada y con esas personas desconocidas frente a ella.
—¿Quién eres, siervo de demonios de Numazu? ¿Quién es ella? —la señaló—. ¿Qué hacen aquí lejos de sus tierras? —Sarah comenzó el interrogatorio mientras Leah la sostenía para enderezarla y que no cayera otra vez.
—Cazador de hielo, no somos enemigos —habló con dificultad—. Soy Sakurauchi Riko hija del clan de Kiba, maestros elementales del fuego, el metal... la madera... —al pronunciar lo último pareció morderse la lengua, pues escupió sangre.
—Si te resistes será más doloroso todavía —Sarah se acercó a ella interesada en lo que parecía querer ocultar.
—A… ai… aire —exclamó al fin tosiendo sangre por la boca—. E… éter...
—Esa es una combinación interesante —exclamó gustosa—, y muy apreciada por los demonios de Numazu.
Riko pareció retorcerse en las manos de Leah, pero esta no le estaba haciendo ningún daño físico, al menos no en ese momento.
—¡Detente! ¡Estás lastimandola! —le suplicó y su yegua se plantó amenazante de nuevo.
—Es ella quien se lastima sola —dijo con total tranquilidad—, se niega a revelar sus secretos. ¡Hablá de una vez y terminarás tu sufrimiento! —la instó ignorando el aliento de fuego del animal frente a ella—. ¡¿Quién es esta mujer?!
—Ella… ella…
Los ojos ambarinos de Riko empezaron a refulgir con destellos dorados y sus brazos jalaron sus ataduras a tal punto, que aunque Legal trató de detenerla, no pudo evitar que estas se rompieran. Con rapidez se deshizo también del amarre en sus pies y Leah se hizo hacia atrás para darle su espacio, sin embargo no dio ni dos pasos cuando cayó al suelo.
—¿Tan preciado es el secreto que prefieres morir antes de revelarlo? —la interrogó curiosa Sarah.
—Deshagamonos de ellas ya —presionó su hermana—. Son enemigos y no debemos tener compasión.
Leah se preparó poniéndose en una pose de ataque, sus ojos destellaron en un fulgor borgoña y de sus manos salió un fuego fatuo de color azul como llamas de hielo.
—¡Basta Leah! —la cortó de tajo mostrando los dientes—. ¡Hablá ahora o dejaré que mi hermana convierta en hielo tu corazón!
—E… el.. emperador, ella… la heredera... clan Kurosawa… —apenas pudo pronunciar palabra pues se revolcaba en el suelo sacando espuma roja de entre sus labios al resistirse al veneno—. Em… emboscada… asesinos… yo traté… protegerla…
La mirada de Sarah se convirtió en sorpresa pura para pasar al enojo, sólo que antes de que pudiera decir nada, Leah tomó la delantera y lanzó una llamarada azul en dirección de quién Riko decía era la hija del emperador.
Las cosas sucedieron rápido, las llamas azuladas fueron contenidas por la yegua, el animal recibió el impacto directo, pero el golpe fue fuerte y el choque lo aventó sobre su ama que fue aplastada por el gran animal lastimando sus previas heridas.
—¡No! —rogó Riko y con un golpe del aire lanzó a Leah contra la pared de la cueva y se fue sobre ella como un lobo sobre su presa.
—¡Alto! —Sarah gritó para detenerla proyectando su aura.
Riko tenía sus garras sobre la garganta de Leah quién sujetaba su brazo para evitar le rompiera el cuello y había comenzado a congelarlo.
—No…
—Si no la sueltas, tu ama va a tomar las consecuencia de tus actos.
Sarah había apartado a la yegua paralizada por el hielo y con un carámbano como puñal estaba amenazando a la hija del emperador.
Riko apretó con más fuerza el cuello de Leah, enterrando sus uñas hasta sangrar la piel, pero finalmente la soltó dejándose caer a un costado. La chica se frotó el cuello sintiendo las heridas de los rasguños.
—Ahora que he hablado no tiene mucho sentido seguir resistiéndose, ¿verdad? —pronunció con desprecio—. No somos enemigos cazador del hielo, pero tampoco somos amigos.
—Así es —chasqueó la lengua Sarah.
—Sólo estamos de paso, nos refugiamos en este lugar por la tormenta y para ocultarnos de los perseguidores —las palabras estaban fluyendo más y no se veía dolor en su rostro, Sarah sonrió con una sonrisa ladeada.
—Dijiste algo sobre una emboscada y asesinos, ¿son estos sus perseguidores? —preguntó aún sin soltar su agarre.
—Sí —exclamó escueta aún reticente en hablar de más.
—¿Por qué los persiguen?
Riko todavía continuaba bajo el influjo del veneno que le dieron, y aún parecía querer luchar contra él a pesar de todo. Decidió tratar de aprovechar alguna oportunidad para atacar y comenzó a hablar para distraerlas.
—Su objetivo es matar a la futura heredera del imperio de Tierra del fuego —intentó controlar la tierra congelada a sus pies, pero no tuvo suerte, el hielo en su estructura le impedía hacerlo, estaba más allá de sus habilidades—. Lo descubrí mientras estábamos en combate. Elementales del éter aparecieron y el emperador fue tras ellos.
—Dijiste que ella era la hija del emperador —preguntó Sarah, aunque se sintió inquieta al escuchar sobre elementales del éter.
—La coronación sería después de conquistar las tierras medias de adentro, con eso el imperio sería estable con la mitad del territorio continental en sus manos —Riko se retorció con dolor—. Todos en el ejército ya le llamamos emperador, porque su victoria estaba asegurada y era un simple trámite para que fuera oficial.
—¿Cómo sabes que eran elementales del éter? Ellos no interfieren en los asuntos de la tierra, se la viven en sus mundos de espíritus en el inframundo —por lo poco que se sabía de ellos, es que eran demasiado poderosos y era extremadamente raro verlos fuera de sus dominios.
—Vi… ví con mis propios ojos cómo le arrancaban el alma al emperador —evocó la imagen en su cabeza y tembló al recordarlo, eso había sido la cosa más perturbadora que hubiera visto nunca—. Apenas pude intervenir para salvar su vida y ella quedó vagando como si fuera un espectro… un...
—Un cascarón vacío —completó Sarah bajando la mirada a la mujer en sus brazos—. Parece que después de todo no tenías nada que ocultar.
—Si eso es verdad… ¡Tenemos que ir al jardín de las flores! —la joven hermana se incorporó casi recuperada del ataque de Riko, se había quedado en silencio para escuchar el interrogatorio.
—No...
Sarah pareció pensarlo, sus ojos reflejaron su turbación. Realmente estaba preocupada. No era cualquier cosa que elementales del éter aparecieran ahora y mucho menos que hubiera la posibilidad de que… prefirió no pensar en eso. El único lugar que conocía donde existían hijos del éter era en aquella tierra que había nombrado Leah, pero eran mestizos, su conocimiento de ese clan era limitado, aunque era un comienzo.
—Te propongo un trato, sierva de demonios —Sarah vio con seriedad a Riko—. Nos llevaremos este cascarón vacío y tú serás libre de irte.
—No voy a permitir eso —rechazó la oferta de forma enérgica—. Ella debe volver, ella es quien debe unificar todas las tierras de este mundo.
—¡Esas son patrañas! —Leah se alteró—. Esas son las mentiras que estos demonios venden a los clanes para que se unan a ellos y si no lo hacen, los destruyen sin piedad.
La joven hermana se había expresado con bastante odio y desprecio en sus palabras. Riko no podía culparla, en el ejército se tenía la misión de unificar o destruir al que se oposiera. Por lo que sabía, su propio clan había sucumbido a la servidumbre de esa manera tiempo atrás.
—Son consecuencias que no se pueden evitar si se busca el progre…
—¡Mentiras! —gritó Leah y de nuevo amenazó con atacar a Riko.
—¡Detente Leah!
Sarah dejó de lado a Dia que sólo estaba fungiendo como simple espectadora, y fue a parar a su hermana antes de que dejara que sus emociones la dominaran.
—¡No! Deben morir, ella debe morir por sus crímenes —señaló a Dia—. ¿Acaso has olvidado que ellos mataron a nuestros padres? ¡Nuestra familia!
—¡No dejes que tus emociones te controlen! —la sostuvo apartandole las manos que se habían encendido con fuegos azules—. Lo que sucedió, ya pasó, no podemos hacer nada por el pasado.
—Podemos vengarnos —dijo con los dientes apretados de rabia.
—No… —la mantuvo en un fuerte abrazo—, la venganza solo trae más sangre, dolor y desesperanza. Mamá… ella no estaría tranquila por nosotras.
—Pero… —trató de replicar, sólo que Sarah no se lo permitió.
—Debemos informar esto al consejo de ancianos, ellos deben saber algo y decidirán qué hacer con ella —esa fue la determinación y Leah asintió aunque no quería aceptar eso.
—Donde sea que vayan, no voy a dejarla ir —Riko se puso en pie dispuesta a pelear si era necesario.
—Vendrás con nosotras entonces y tendrás que explicar todo esto al consejo —concluyó Sarah y Riko asintió.
—¿Dónde iremos?
—A donde está el clan de la tierra de la nieve.
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Intermedio
Los cazadores de las nieves son elementales de agua y aire que son capaces de crear hielo de la humedad en el ambiente y pueden manipular la nieve y el hielo sólido.
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Puedes ir por unas golosinas y un agua de sabor.
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Fin del intermedio
Los cazadores de las nieves suelen atrapar a sus presas en las zonas nevadas y árticas del norte del continente. Muchos de ellos viven a base de la caza y cría del reno.
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El camino, una vez salieron de la cueva de hielo, se hizo mucho más fácil. Tener dos personas oriundas de ese lugar y que supieran controlar el hielo era una ventaja. No tardaron demasiado en encontrar el camino principal a Okai, la capital de la tierra de la nieve. El trineo que usaban para transportarse fue jalado por un par de renos enormes a los cuales les sumaron los caballos que llevaban Riko y Dia.
Ambas estaban siendo llevadas como prisioneras, aunque se habían tomado la molestia de permitir que las heridas de Dia descansaran para poder curarse, sólo que el traqueteo seguía siendo tortuoso.
—¿Cómo está su majestad? —Riko intentó llamar la atención, pero la mirada de la chica estaba perdida en algún lugar profundo de su mente.
—Por más que lo intento… no hay nada… —habló aún sin regresar del todo, sus ojos se notaban apagados—. Sólo puedo verme parada en medio de la batalla y luego huyendo y… no hay más... Ni siquiera mi nombre o algo de lo que han dicho ha podido hacerme recordar —giró el rostro para ver a Riko y está pudo apreciar de lleno el vacío que había en esos ojos, no existía ningún brillo, ningún rastro de quién fue, de quién era—. Realmente soy un cascarón —dijo con tristeza y volvió a bajar la mirada perdiéndose en su mente.
—Por supuesto que no —volvió a hablarle antes de perderla por completo—. Usted aún está aquí, aún está viva… todavía hay esperanza de recuperar lo que ha perdido —la mujer la miró con esos ojos verdes sin emoción—. Tiene un reino al que regresar y gobernar —no hubo ninguna respuesta a esa súplica y Riko busco otra manera de levantarle la moral—. Hace unos días nos reunió a todos los comandantes en su tienda privada para brindar con usted antes de salir a la batalla. Estaba tan eufórica, ansiosa de poder tomar el control del imperio para usted, tenía tantos planes para reconstruir el mundo y acabar con la guerra de una vez por todas.
—Eso suena tan lejano… inexistente —exhaló con fuerza haciendo que el vaho le nublara la expresión de desolación del rostro—. No tengo nada… podrías decirme cualquier cosa y no sabría si es verdad. Tal vez lo mejor era haber muerto a tener una existencia vacía, seca… como ésta.
—No es así —insistió Riko—. Aún tiene recuerdos, tal vez no en su mente, pero su cuerpo reacciona ante ellos. No todo está perdido, sólo debemos hacer que vuelvan.
Un resoplido corto su conversación, Leah que llevaba las riendas del trineo las había interrumpido harta de escuchar sus lamentaciones. Sarah estaba descansando así que no estaba escuchando lo que decían.
—Nunca he sabido de nadie que haya regresado después de tener un encuentro con un elemental puro del éter —dijo con burla—. Eso es algo que todos saben, los elementales puros tienen la conexión con su elemento más fuerte que el resto y hagas lo que hagas, ningún mestizo por sí solo puede igualarlos.
Riko torció la boca en desagrado, ella era consciente de eso, existían historias sobre elementales puros del aire y éter que podían hacer cosas que nadie más, pero también de elementales mestizos que podían ser superiores cuando lograban el pleno control de los elementos de donde provenían.
—Hay historias aquí que hablan de ellos —continuó Leah—. Cazadores de hielo que se adentraron en cuevas cerca de las montañas que dividen Tierra de nieve de los páramos desérticos del centro. Los han encontrado muchos días después vagando sin rumbo ni propósito, con la mente nublada y sin deseos de vivir —eso lo dijo con la intención de molestar a Dia, pero ella no se inmutó—. Se vuelven locos y terminan huyendo para morir en las estepas congeladas. No importa lo que hagas para evitarlo, su única meta es morir.
—¿Es ese mi destino? —la mujer se encogió hundiendo su cabeza entre sus brazos.
—Me niego a creer eso —Riko amenazó a Leah que sólo la miró con burla—. Los elementales del éter mestizos no tienen tal poder.
—No —concordó Leah—, a menos que haya sido uno puro.
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—¡Llegamos a casa! —Sarah comentó con entusiasmo y Riko y Dia levantaron la cabeza para mirar fuera del trineo.
Era un pequeño pueblo de nómadas de la nieve. Entraron por la calle principal, que no era muy grande, y observaron que estaban todas las tiendas una junto a otra en pequeños círculos, siento en total tres círculos los que conformaban el pueblo. Probablemente no serían más de cien personas y renos muchos más.
—Antes de ir a Okai, tenemos que entregar la caza —dijo la mayor de las hermanas antes de saltar fuera del trineo.
Varios niños se acercaron saludando, en un inicio parecía no haber nadie, y yendo a abrazar a ambas hermanas las recibieron. Parecían contentos de verlas, no así el adulto que iba detrás de ellos.
—Tardaron demasiado —fue su duro recibimiento.
Una sonrisa siniestra cruzó sus labios y en cuestión de segundos, Sarah se detuvo alertando a Leah que aún estaba distraída con los niños.
—¿Qué sucede hermana? —giró su rostro hacía el hombre delante de ellas apenas a tiempo para ver cómo Sarah era herida con una espada—. ¡Sarah!
Sangre se derramó sobre la blanca nieve del suelo, pero algo como eso no iba a detener a Sarah. Con rápidos reflejos levantó tres estacas de hielo que surgieron del suelo frente a sus pies y el atacante brinco hacia atrás para librarse de ellas.
Leah reaccionó también alzando un muro de hielo delante de ellas para hacerse de algunos segundo e ir por su hermana para llevarla de nuevo al trineo, sólo que los que hasta ese momento habían sido niños se transformaron en pequeños orcos del inframundo que se lanzaron sobre ellas para atacarlas con sus negras uñas y dientes.
Leah redujo a los primeros tres usando sus llamas azules, pero eran demasiados para ella sola. Sarah le ayudó atravesando con sus estacas a otros dos. Sin embargo por cada uno que caía, otro tomaba su lugar.
Riko no estaba pasándolo mejor en el trineo. Usando un palo y con lo precario de sus movimientos limitados por las ataduras, logró repeler a un par de esos pequeños orcos que estaban intentando tomar el vehículo.
Día se agazapó sin querer saber nada, tomando posición fetal presa de su propio vacío, debajo de una manta con la que se cubrió. Escuchó la lucha con oídos sordos, como si fuera algo lejano, algo que realmente no estaba sucediendo. Se sumió en la negrura de sus pensamientos incapaz de mover un dedo.
La yegua pateó sus traseros para deshacerse de un par de monstruos que se arrojaron sobre ella y su aliento se transformó en fuego que quemó a los orcos que se acercaron. Riko aprovechó ese fuego para tomar una llama y quemar las sogas de sus manos y poder defenderse.
El fuego y el hielo en lugares diferentes buscaban librarse de sus atacantes, pero eran mucho para tres elementales mestizos. Parecía haber cientos y cientos de orcos, que la nieve blanca se había convertido en una ola oscura de criaturas hambrientas de muerte.
Con dificultades Sarah se abrió paso junto a Leah hasta el trineo donde Riko y la yegua mantenían a raya a los orcos.
Detrás de toda la escena, el hombre que había atacado inicialmente a Sarah miraba la pelea. Su rostro se había ensombrecido a tal punto que solo era una cara oscura como un agujero negro.
—¡Ku ku ku!
El sonido de una risa resonó taladrando hasta el fondo de la psique de Dia y su mente se adentro en las profundidades de sus cortos recuerdos.
"Se vio de rodillas herida por una lanza que se había encajado en su costado y la obligaba a permanecer en esa posición. Una figura oscura, cubierta de una capa de cuerpo completo que ocultaba su identidad estaba frente a ella manipulando la lanza con una mano.
La otra mano, cubierta de vendas sucias y llenas de sangre, la estaba extendiendo hacia ella. Sus ojos la miraban fijamente atraídas por alguna extraña fuerza que le estaba nublando la razón. Una sacudida la estremeció y sintió como si su cuerpo estuviera siendo despedazado desde el interior; quiso gritar, sólo que de sus labios no salió sonido alguno. Sus ojos verdes estaban perdiendo el brillo convirtiéndose en un verde opaco casi gris.
La última luz de su vida estaba por ser tomada cuando la fuerza que estaba rompiéndola desapareció.
Alcanzó a ver una cabellera rojiza bailar frente a ella antes de…"
—¡Su majestad!
Reaccionó de su trance al caer de golpe contra el piso del trineo luego de que Riko la jalara cuando estaba a un paso de salir de él yendo hacia aquella figura negra.
—¡Sujetala! —Sarah había saltado dentro del trineo ayudando a Riko a detener a Dia y Leah había tomado las riendas para salir de allí.
La yegua avanzó abriendo el paso con su fuego elemental. Riko afianzó su agarre en Dia que aún se resistía y Sarah pudo librarse para levantar una barrera para evitar que las siguieran.
Detrás de ellas sólo quedó un pueblo muerto sumido en la oscuridad total al igual que los ojos de Dia.
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Fin del capítulo
Ending
Auli - Metens