Disclaimer: SS no me pertenece, ni ninguno de sus personajes, son propiedad de Masami Kurumada, yo solo los utilizo con motivos de entretención sin fines de Lucro.
Hoy por ti, mañana por mí.
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El día siguió todo con normalidad, Saga se había quedado en el santuario para ayudar a Aioros con algunas ideas para el festival, los materiales que tendrían que ocupar, la mano de obra y el tiempo aproximado en terminarlo. Al final habían acordado junto con la gente del pueblo que serían ellos quienes traerían la comida, como una muestra de unión. Por lo que llevarían platos tradicionales griegos y alguno que otro plato internacional. Se había incluido también un grupo de coro para darle ambientación y aun así quedaba pendiente el tema de la decoración.
—Mi idea es que solo quede el tul dorado alrededor de los pilares y árboles para que los cables no se vean y darle un toque más mágico, ¿no crees? —le preguntó Aioros a Saga, quien en realidad no le interesaba mucho si es que los benditos cables estaban a la vista o no.
—Si tú lo dices, ¿Qué harás con la decoración?, aparte del bendito tul. —preguntó recargándose por completo en el sofá de la sala, sin muchas ganas de saber en realidad.
—Estaba pensando en luces artificiales, velas y flores. —dice, Saga intentó imaginarse todo, incluso cerró los ojos para evitar la distracción visual, pero nada, definitivamente la decoración no era lo suyo— Fue una idea de la señorita Athena en realidad, ella tenía decenas de folletos con esas ideas. —
—Ya pensaba yo que toda esa sensibilidad no podía venir de ti —se ríe y Aioros lo imita. La idea más parecía de una boda que de un festival.
—Muy gracioso… —El castaño da un respingo y se lleva una mano a la cara acongojado— ¡Ahora que lo recuerdo tengo un pedido que hacer mañana!, Dioses lo había olvidado. —
—¿Qué ocurre? —pregunta preocupado por la cara de su amigo, Aioros se veía totalmente contrariado.
—Acabo de recordar que tenía que hacer el pedido de las flores mañana, maldición. —dice revolviéndose el cabello con ambas manos.
—¿No es mañana tu vuelo junto a Athena? —recordó Saga. Siendo Aioros la mano derecha de la diosa en los asuntos del festival de primavera, pasaba una gran cantidad de tiempo al lado de Saori y eso incluía viajes espontáneos a Japón u a otros lares.
—Lo es, pero no puedo posponer el vuelo o posponer el pedido, son flores que hay que encargar con mucho tiempo de anticipación para que estén listas para la fecha. —el castaño revisa en su libreta de pedidos repasando página por página demasiado rápido una y otra vez, con los nervios había olvidado donde había escrito esa cosa tan importante.
—¿Alguien más puede hacerlo? —preguntó el moreno luego de un largo silencio. Había estado meditando la situación y había pensado que no sería mala idea darle una mano.
—Mu y Camus tienen una reunión mañana con los planos del terreno, Aldebarán, Milo y Aioria están ocupados con la construcción de la pérgola y el escenario, —le dice recordando las tareas que le había designados a sus compañeros— podría enviar a Afrodita, pero partió ayer en misión y creo tardará unos días, Shura me mandará por un tubo con solo insinuárselo y definitivamente no le dejaré el encargo a Death o Kanon. —
—Yo iré —dice inmediatamente.
—¿Qué?, ¿estás seguro? —le pregunta incrédulo, no es porque no confiara en él en que no hiciera lo que se necesitaba, pero su pequeño problema con el control de su ansiedad era un tema— No es necesario si no quieres. —
—No es problema, ¿Qué podría pasar?, solo sería encargar flores y listo. —Le dice confiado por fuera, pero por dentro se moría de miedo— Solo déjame anotado las flores que quieres y la cantidad. —
Aioros lo meditó un poco, no podía rechazar su oferta, lo haría sentir horrible, pero se preocupaba también por él.
—De acuerdo, veamos… creo que tengo anotado por aquí el tema de las flores… —dice el castaño buscando en una libreta donde tenía anotado cada cosa para evitar caer en el olvido, aunque no funcionara del todo— ¡Aquí!, Gladiolos, Tulipanes, Lirios, Azucenas y Rosas. —Dice mientras anota todo en otro papel detallando la cantidad de cada flor— La señorita Athena quiere algo colorido. —
Aioros le entrega el papel a Saga, y a pesar de que este lo toma no lo suelta y lo mira fijamente a los ojos. Saga le sostuvo la mirada por unos segundos, aguantando sin darse cuenta la respiración hasta que Aioros rompió el silencio.
—Por favor, si no estás seguro puedes no hacerlo, no quiero que te sientas obligado —la preocupación en su rostro estaba marcada y sentía la potente mirada verde sobre la suya que le pedía su palabra de honor.
—Lo prometo, confía en mí, no pasará nada. —Le dice finalmente, Aioros soltó el pequeño papel con las indicaciones de donde tenía que ir y como había que pagar.
Un par de horas después, cuando ya no había ni un rastro de la luz del sol Aioros se marchó dejando al moreno solo con sus emociones agolpándose en su mente, no sabiendo si había tomado la mejor de las decisiones al ofrecerse, pero se sintió como un inútil al no poder ayudar a su amigo en algo tan simple y mundano como era la organización de una fiesta. No quería sentirse resguardado ni sobreprotegido, no iba con él, no era parte de él sentirse así y le molestaba que lo excluyera solo porque él no puede estar parado en medio de tanta gente por más de cinco segundos. Se demostraría a él mismo y a Aioros que podía ser lo suficientemente útil para él aún con su pequeña crisis existencial.
El entrenamiento diario había terminado y Saga se apresuró en volver a su templo para darse un baño y cambiarse para bajar al pueblo, había sido optimista desde que despertó y no se permitiría quitarse esa confianza de encima de sus hombros. Vestido con una polera con mangas larga gris oscuro, unos jeans claros y un par de deportivas bajo sin preocupaciones del templo con la nota que le había dejado Aioros en uno de sus bolsillos junto a una tarjeta. Salió de los terrenos del santuario, pensando en otras cosas, intentando engañar a su mente y que esta no le jugara una mala pasada.
Sintió como su optimismo comenzaba a flaquear con solo haber pasado un par de casas, respiró profundo y botó el aire por completo intentando mantener la confianza que tenía hacia tan solo unas horas, y parecía estarle resultando pues su corazón comenzó a palpitar con menor intensidad o por lo menos eso era lo que él sentía, siguió su camino seguro por el centro del pueblo, Saga sacó del bolsillo de sus jeans el papel que el castaño le había dado y que le había dado las indicaciones unas quince veces. Miró la dirección, si no más recordaba la florería que debía ir a buscar estaba a la vuelta de una plazoleta, lo bueno de todo esto es que aquella florería no estaba tan lejos de la entrada, bien podría demorarse apenas unos minutos y podría salir de ahí cuanto antes.
Caminó apenas unas cuadras, Saga intentaba no fijarse en los rostros de las personas que pasaban a su lado, mirar los nombres de las calles, los detalles de las casas y de algunas tiendas lo ayudaban, sino temía que ocurriera lo mismo que la primera vez, esa sensación de ver a la cara de las personas y sentir como estas los juzgaban con la mirada era perturbador, era como si vieran a través de su alma, de su podrida y condenada alma.
Sacudió su cabeza eliminando esos pensamientos, sentía nuevamente el corazón apretarse y eso no era un buen indicio, retomó sus ciclos de respiraciones para serenarse, después de analizar todas las sensaciones que tuvo en sus antiguos ataques, sabía que lo primero era esa maldita sensación de que alguien estuviera apretando su corazón y de ahí luego vendría el resto, y que manteniendo eso controlado podía darse por satisfecho.
No se demoró tanto como él creía en llegar a la tienda, era modesta, no muy grande, las vitrinas con anaqueles llenos con bouquets de rosas eran los más comunes, en todos sus colores y otros en colores fantasías, también había lirios adornados con algunos no me olvides y otras plantas verdes que no reconocía. Se quedó unos minutos afuera, dudando en entrar, no quería que se repitiera lo mismo que la última vez que fue con Aioros y Kanon. Apretó los puños con fuerza, no podía estar pensando así ahora que había llegado tan lejos, más cuando había sido él quien se había ofrecido y además había dado su palabra de que no habría problema, que podría solucionarlo y no podía defraudar a su mejor amigo.
Abrió la puerta lentamente, asomando su cabeza investigando el sitio, había apenas unas cuatro personas mayores y unos dos niños quienes iban con sus madres además de las vendedoras. Entró sin hacer mucho ruido, cerrando tan lento como cuando entró. Tomó un papel de la expendedora y esperó a que lo llamaran, en su mente trataba de recordar algo que pudiera mantenerlo concentrado en otra cosa que no fuera en las personas de ahí dentro. Echó un vistazo al número que había sacado y lo recordó, cerró los ojos, sería más fácil así. Justo había encontrado algo con qué mantener su mente ocupada, en alguna pelea con su hermano, repasaba una y otra vez alguna escena que había tenido con él en los últimos días, quien podría decir que su hermano serviría para algo.
Tan enfrascado que estaba con su recuerdo que no sintió que alguien se acercaba a él sino hasta que sintió algo jalar de su polera, abrió lentamente un ojo y vio a una pequeña con un vestido rosa pálido adornado por unos bordados de flores blancas mirándolo con sus ojos grandes. El moreno cerró otra vez su ojo ignorándola, tal vez así se marcharía, pero no fue así la niña siguió tironeando de la polera y a Saga ya le estaba hartando que lo hiciera.
—Señor, ¿está dormido? —le pregunta la pequeña, Saga la mira de mala gana— Ah no estas dormido, ¿Qué hace aquí?, ¿compras flores para tu novia? —pregunta otra vez.
—No —responde. La niña que no pasaba de los cinco años no se quedó conforme con eso.
—¿Es para tu novio? —Saga frunció el ceño, los niños de ahora no tenían el mínimo de filtro o respeto ¿o qué?.
—No —responde otra vez. Mirando a otra dirección con los brazos cruzados ignorándola nuevamente.
—Eres raro —ese comentario tan inocente le hizo volver la vista a la pequeña que lo miraba con desconfianza, con los mismos ojos grandes sin pestañar en ningún momento.
—¡Sophía! —la llamo una mujer cerca del mesón donde estaba siendo atendida, la niña se fue con su madre quien a simple vista parecía recibir un regaño, aun así, la niña no le quitaba la vista a Saga, y era tan condenadamente incomodo que él se estaba poniendo nervioso. La niña le comentó algo a su madre que no alcanzó a escuchar haciendo que la mujer virara en dirección suya.
Él apretó los dientes, ahora tenía a la madre y a la chiquilla mirándolos fijamente, era imposible ignorarlas. La sensación de que el corazón se le comprimía volvió, pero con más fuerza, tanto así que llevó una mano a su pecho, intentando calmar su respiración que se había vuelto agitada. Un par se señoras se acercaron preocupadas.
—¿Joven te encuentras bien? —le preguntó una anciana tomándolo del antebrazo para llamar su atención, Saga le da un vistazo a quien se había acercado y en vez de ver la cara de la anciana vio una totalmente pálida, demacrada, no tenía ojos, en su lugar eran dos orificios tan negros como el abismo del mismo infierno, la boca morada y pequeños capilares morados adornaban su rostro. Saga da un paso hacia atrás, otra persona se acerca haciéndole la misma pregunta, y al igual que la anciana tenía la misma cara, miró al fondo donde se encontraba la niña con su madre y se dio cuenta que también estaban de la misma forma, todos en la tienda parecían almas del más allá.
Dio otro paso hacia atrás, el corazón le latía con fuerza, se llevó la otra mano a la frente, estaba sudando, sentía frío y como todo le daba. Las imágenes de las personas en el lugar eran tétricas y veía flashes de esas personas acercándose donde él. Cerró los ojos con fuerza, debía evitar mirar, necesitaba calmarse.
Un pitillo en los oídos y a lo lejos escuchaba que alguien le hablaba.
—¿Estás bien, quieres que llame a una ambulancia? —pregunta la vendedora. Él niega con la cabeza. Levantó la cabeza y vio a las personas en el lugar como eran normalmente, todas con la preocupación tatuada en la cara.
—Gracias, solo necesito algo de aire —dice con la voz grave y pastosa, saliendo de ese lugar lo más rápido que le dieron las piernas. Afuera echó un vistazo a la calle, afortunadamente esa vez estaba algo vacía, avanzó en dirección a la salida del pueblo, primero a paso acelerado, luego se hallaba corriendo, agradeció mentalmente estar cerca de la salida no tardaría mucho en sentirse seguro. Salió del pueblo en poco tiempo y siguió hasta que encontró la arboleda que estaba a un lado del camino al santuario. Siguió hasta que se decidió en dejar de correr, se apoyó en el tronco del árbol más grande del lugar, respirando agitadamente, mientras que empuñaba uno de sus manos.
Se sentía frustrado, había estado todo controlado, pero con que un par de personas lo miren, se iba todo al carajo, apretó a un más el puño enojado consigo mismo por ser tan débil y cobarde, atestándole un puñetazo al árbol remeciéndolo, botando alguna que otras hojas, los pájaros que descansaban en él volaron rápidamente fuera de ahí, dio un segundo golpe y sintió el crujir de la madera, estaba por dar el tercero cuando escucha algo proveniente de atrás del árbol.
—Si sigues golpeando así a este pobre árbol terminarás tumbándolo y a mi aplastándome con él. —escucha una vocecita que le resultaba vagamente familiar. Detrás de aquel árbol que le había servido como bolsa de boxeo salió una joven de cabellos castaño claro. Saga la reconoce, es la misma joven que lo había ayudado hace días atrás— Imagino que no está de buen humor hoy, pero debo pedirle que no maltrate a este árbol —la sonrisa que le regala se ve sincera, como la de esa vez.
—Lo siento, no fue mi intención molestarte. —fue su parca respuesta. Saga se voltea no muy seguro de seguir una conversación con ella, por eso no ve el gesto de curiosidad en la cara de la joven quien lo detiene cuando este se alejaba de ella.
—¡Espere por favor! —dice alargando su mano a su dirección, estaba apenas a unos centímetros de los cabellos azules de aquel sujeto—. Su voz me resulta familiar, —lo medita, rebuscando rápidamente en su memoria, esa voz tan particular no la tenía cualquier persona en el pueblo. Mientras tanto él sigue en su sitio, esperando lo que tuviera que decir— Es el hombre que hizo estragos en el lado este del pueblo —Saga apenas hace una mueca de sonrisa resignada, iba a contestarle cuando escucha nuevamente la voz a sus espaldas que lo hizo volverse en sus pasos con el corazón latiendo relativamente más rápido—, y también es el hombre que ayudó al anciano. Tal parece que le gusta hacerse notar —Ella le dedica una sonrisa entrecerrando sus ojos y él se queda helado ante tal revelación de sus acciones, aún más proveniente de alguien como ella.
—¿Cómo sabes…? —
—En este pueblo los chismes corren más rápido que el correo. La vez que nos topamos la gente había hablado de una persona alta de cabellos azules, nada usual por este lugar y cuando se corrió la noticia del hombre que había salvado aquel anciano dieron las mismas características, por lo que no fue muy difícil asociarlo —ella camina un par de pasos hacia él y le extiende una mano. Saga la mira, la analiza de pie a cabeza, el vestido largo negro con detalles marrones y mangas tres cuartos con un sutil escote, para nada vulgar, el cabello ondulado suelto y un sombrero marrón, sus ojos pardos puestos en él, pero no en su cara.
El moreno la imita, extiende su mano y la envuelve en un saludo cordial. Ella le sonríe y una brisa ligera pasa entre ellos.
—Mucho gusto Señor, es un placer conocerlo, aunque sea de formas poco convencionales. —le dice y quita su mano de la suya.
—El placer es mío, pero créeme que no lo hago apropósito. —Y era toda la verdad, el hecho que se haya encontrado con ella en situaciones extrañas no lo había previsto jamás— Lamento lo de hace un momento, no fue mi intención molestar tu descanso. —suelta enseguida. Él la ve girarse y palpar el árbol con la mano derecha, rodeo un poco el árbol y se agachó retirando algo del suelo, era una guitarra muy pequeña.
—No se preocupe, aunque debo decir que me dio un susto que no se imagina, —dice agachándose hasta quedar sentada apoyándose en el tronco— ¿Por qué no se sienta un momento? —le dice palmeando el espacio a un lado de ella. Saga no supo que hacer, por un momento se quedó de pie pensando en quedarse o no con ella— Vamos no voy a morderlo. —le dice con cierta gracia, que Saga no pudo evitar soltar una risa, había faltado aquello para convencerlo.
Se acomodó a un lado de ella sin invadir mucho su espacio personal, agradecía que el tronco fuera ancho y pudiera albergar a ambos. Apoyó su espalda en el tronco y estiró una de sus piernas mientras la otra estaba doblada sosteniendo uno de sus brazos.
—Dígame, ¿Qué le han hecho para que esté a punto de romper el árbol? —la oye decir, él la mira y no ve maldad alguna, no dobles sentidos en aquella simple, pero a la vez compleja pregunta. Saga traga saliva y frunce el ceño—. Puede decírmelo, a veces es mejor contarle las cosas a alguien desconocido, uno se libera expresando lo que nos aqueja a los demás. —le dice y él lo piensa, ¿Qué podría pasarle si le cuenta?, nada obviamente.
—Vine al pueblo a hacer un favor a un amigo, —comienza, su tono de voz serio se escucha en medio de toda esa tranquilidad— pero tengo un problema con el lugar y no puedo controlar lo que siento y… —
—Te frustra no poder hacer algo tan fácil y cotidiano. —termina ella su oración, Saga agacha la mirada, era cierto— Pasé por eso hace años, recuerdo que una vez enloquecí porque no podía encontrar el bloqueo de la ventana, era verano y en mi desesperación tropecé con el armario, boté todo, caí al suelo y me lastimé. No hablé con nadie en una semana. —Saga la escucha atento— Lloré como jamás lo había hecho, rompí cosas y lastimé a mi familia, no físicamente claro —recalca—, pero un día pensé las cosas de un modo diferente, que le estaba haciendo daño a la gente que quería y a mí misma.
Saga se quedó escuchándola atentamente, meditando cada una de sus palabras, ¿Era así como estaban sucediendo las cosas?, no quería eso, él no quería hacerle más daño a nadie más, ni tampoco quería seguir sufriendo.
—A veces la ira y la impotencia nos bloquea y no nos deja ver que tenemos las herramientas para superar los problemas —siguió con su monologo mientras llevaba uno de sus mechones detrás de su oreja.
Impotencia e ira, ese era su problema, aunque esos sentimientos no eran contra el pueblo, sino con él mismo.
—No quiero lastimar a nadie —lo dejó salir—, pero soy alguien peligroso. —ella lo escucha y suaviza su mirada.
—Las personas peligrosas no ayudan al resto, lo que hiciste con ese hombre fue muy noble y valiente de tu parte, nadie lo hubiera hecho. Si tu no hubieras estado ese hombre probablemente habría muerto. —le responde, Saga no está convencido de eso, sabe que en cualquier momento él podría no controlarse.
—Solo soy un cobarde. —dice. Ella sabe lo que se siente estar frustrado, de sentirse minimizado, pero sabe también que es posible salir de ese estado.
—No lo eres, si lo fueras no vendrías después de la primera vez y aquí estás, —dice entusiasmada, más incluso que él mismo y eso le sorprende— puedo ayudarte, quizás solo necesites a alguien quien te guie en ese estado. Y no es por presumir, pero soy una excelente maestra —bromea, Saga la mira y se siente extraño, nadie se había ofrecido a ayudarle. Todo el mundo le decía que tenía que hacerlo solo, a excepción de Aioros, quien decía que solo era cosa de proponérselo, y no los culpaba eran buenos consejos, pero esto era otra cosa.
—Gracias —dice. Con la sonrisa algo apagada no muy convencido.
—Bien mi buen señor, ahora… —
—Saga —dice, la chica queda entre sorprendida y perpleja—, mi nombre es Saga. —le repite harto que lo trate como si fuera un anciano.
—Bien Saga, ahora lo primero que tenemos que hacer es relajarnos un momento y luego volveremos al pueblo, aun tienes que terminar el favor para tu amigo. —habla emocionada, él la mira y siente que contagia algo de su ánimo. Saga la mira y ella se acomoda con su pequeña guitarra y toca las cuerdas pasando una de sus manos naciendo unas melodías vibrantes y exóticas, una que nunca había escuchado antes, sin lugar a duda aquello no era una guitarra, pero era relajante, no sabía por qué, pero parecía que lo transportaba a otro lugar, tan así que casi podía sentir el olor salado del mar. La suavidad de su voz era un bálsamo a sus oídos, tan acorde con la melodía que lo deja encantado. A medida que sigue su canción él se siente complacido, hecha su cabeza hacia atrás apoyándose por completo en el tronco y cierra los ojos dejándose llevar por la música y su voz.
Relajó por completo sus hombros, ahora había notado lo tenso que se encontraba, relajó su mandíbula y respiró tranquilo como si no tuviera que preocuparse de hacerlo, solo se dejó llevar. Era una poesía hecha melodía que lo atrapaba y no lo soltaba, se sintió transportado lejos de ahí, desconectado del mundo para sumirte en uno totalmente diferente, agradable y cautivante. Saga por ese momento había dejado de lado sus preocupaciones, sus ataduras y problemas existenciales, por ese momento se estaba sintiendo uno más quien disfruta de las cosas simples.
El apague de su voz lo volvió a la realidad, no abruptamente, sino más bien como quien despierta de un agradable sueño.
—Lo haces muy bien —dice Saga finalmente, en realidad quería decir estupendo, grandioso, pero no le salían esas palabras.
—Gracias, es un don —ríe, ella coloca el ukelele sobre sus piernas extendidas y disfruta de la brisa de viento que pasa— ¿Te sientes mejor? —pregunta. Saga lleva la cabeza hacia atrás y piensa.
—Si, eres buena con esto —él le sigue el juego y ambos ríen.
—Te lo dije —rió.
Conversaron de cosas triviales, Saga le preguntó por su instrumento y quedó en enseñarle a tocarlo. Así el tiempo se fue pasando entre los arboles y el viento, hasta que la joven decidió que era hora de partir.
—Hora de irnos —Ella toma sus cosas e intenta levantarse. Saga se adelanta y toma uno de sus brazos con firmeza sin llegar a ser agresivo, ella acepta y busca su mano. Se siente un cosquilleo cuando ambas manos se tocan. Algo nuevo y extraño que ambos dejaron pasar.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunta, él le había dicho el suyo y si ella iba a ser su guía a partir de ahora, lo que menos debía hacer era tratarla como a una desconocida.
Ella se sacude la falda y le sonríe— Eros —responde.
—¿Eros? —pregunta, ¿había escuchado bien?
—Es una larga historia —dice divertida. Saga sonríe, esa podría ser una buena historia para contar más adelante.
oOo
Faltaban apenas dos calles, pero el lugar debía estar abierto. Ambos caminaban a paso lento por las calles, ella enganchada de su brazo. Durante el trayecto le comentó que era maestra de música en el orfanato del pueblo y que estaba formando un grupo de orquesta en el mismo orfanato donde practicaban en las tardes, además de unas cuantas anécdotas con los niños en el orfanato. Saga la escuchaba atentamente e intentaba participar en la conversación, aunque a veces solía perderse en sus pensamientos o le daban repentinos ataques de ansiedad y cuando eso pasaba ella daba pequeños apretones en su brazo para llamar su atención bombardeándolo a preguntas.
—¿Y cuál es el favor que pidió tu amigo? —pregunta.
Se quedan un momento de pie, habían llegado a la florería, el olor intenso de las flores se sentía hasta la entrada y había un grupo de personas dentro, más de lo que había antes, Saga sintió la opresión en el pecho nuevamente, tragó con dificultad e intentó calmarse.
—Flores —dice, la castaña había notado esos cambios en Saga e intuía que se debía a su ansiedad, además de que se tensaba a menudo.
—Flores —repitió ella, con la idea de que él pudiera ser más específico, pero no parecía funcionar—. Muy bien, pues vamos por esas flores entonces. —dice jalándolo suavemente, él la miró y ella parecía estar totalmente conforme, no la veía nerviosa ni nada por el estilo. Respiró profundamente y abrió la puerta con una mano mientras con la otra la guiaba para que pasara primero, ella le sonrió y siguió adelante tanteando con su mano libre las superficies de las paredes.
Saga siguió después de ella y echó un vistazo a la tienda nuevamente, no había nadie de las personas que estaban antes e incluso la vendedora era otra. Por fortuna.
—¿Qué tipos de flores comprarás? —le preguntó sacándolo de su análisis visual, Saga la miró de reojo, estaba a punto de contestar, pero ella se adelantó— perdón, que tonta, no debes responder, no es de mi incumbencia —dice apenada.
—Gladiolos, Tulipanes, Lirios, Azucenas y Rosas —le respondió. Ella parece sorprendida y gira su cara hacia donde ella creía que estaba su cara, fallando por unos centímetros.
—¡Vaya, ese amigo tuyo debe estar muy enamorado o cometió un error muy grande! —Saga se ríe ante la ocurrencia, él jamás lo hubiera pensado de ese modo.
—No es para su novia, es para un evento —le dice, ella se sorprende y se sonroja suavemente emitiendo un ligero "oh" algo apenada por semejante burrada que había dicho.
—¡Eros!, ¿qué haces por aquí? —se acerca una de las vendedoras que había llegado recién— ¿vienes a comprar flores?, puedo atenderte, ven pasa por aquí. —le dice la vendedora tomándole de la mano para guiarla.
—¡Oh no!, yo no vengo a comprar, mi amigo viene, yo solo lo acompaño —dice, la vendedora la mira sorprendida y vuelve su cabeza a Saga sonriente, él se sintió incomodo con eso y antes de que pudiera pensar en nada o sentir algo la chica le habla.
—No es ningún problema, pasen yo tomaré el pedido, por aquí —la castaña seguía sonriente y él sigue a la vendedora hasta el mesón guiándola despacio, para que nadie chocara con ella, hasta que llegaron al mesón.
—Qué bueno que Delia estaba de turno hoy, de otra forma tendríamos que haber esperado más tiempo —le dice bajito, Saga asiente con la cabeza y se reprende por eso.
La joven toma el pedido, había sido muy amable y paciente, eso fue conveniente, además de que se la pasaba conversando con su nueva amiga, aminorándole el estrés. La vendedora pide amablemente la tarjeta y este se la entrega de inmediato, dejando a la joven tras el mesón perpleja, casi pega un grito al ver que la tarjeta tenía el logo de organización Graud. Por lo que por unos segundos la gente de allí se les quedó viendo fijamente, la vendedora feliz le entregó la factura y la tarjeta de vuelta. Una vez listos le dan la fecha, despidiéndose exageradamente de ellos, Saga agradece y salen de la tienda de una vez, con un peso menos sobre su cuerpo y algo más relajado por estar afuera.
Ambos se quedaron en silencio por algunos segundos, él porque aún necesitaba algo de tiempo para quitarse esa sensación de ahogo y ella porque le daba su espacio, no quería llenarlo nuevamente con preguntas. El silencio entre ambos era ameno, pero fue interrumpido por un pitillo.
—Ya es hora de irme, —comenta mientras apagaba el aparato que sonaba en su bolso, un pequeño cuadrado, un reloj pensó Saga— tengo que ir al orfanato, ya es casi hora de que empiece las practicas —explica, sacando de su bolso un tubo plegable que alargó para empezar a caminar.
—Te acompañaré. —Saga se colocó a su lado y ella se sorprendió, creía que ya había sido suficiente para él.
—No es necesario, no me perderé, tengo los pasos de los caminos contados y anotados aquí —le dice apuntando su cabeza con el dedo, tal parecía que tenía la sonrisa tatuada en la cara y eso, era algo que no sabía como expresarlo, era como si lo calmara.
—Me aseguraré de que llegues bien —La castaña le regala un gracias y vuelve a enganchar su brazo con el de él y siguen su camino.
—¿Así que trabajas para la organización Graud? —dijo con su inocente curiosidad—, Entonces ¿Conoces a Saori Kiddo?, ¿dime que se siente trabajar para ella?, he oído que es una persona realmente bondadosa, casi la comparan con un Dios, yo no sé que tal será, pero me gustaría conocerla en algún momento. El orfanato donde trabajo es apadrinado por la organización… —Saga no negó ni afirmó nada acerca de la conjetura sacada por la castaña, era mejor así, mientras menos supiera de su relación con el santuario, menos sabría de su pasado.
El camino se le había vuelto más corto de lo que él esperaba, no sabía si era el parloteo incesante de ella quien lo mantenía ausente del resto o era que tenía en verdad un don especial para esto como ella decía, pero sería interesante averiguarlo.
oOo
Había dejado a la extraña chica en el orfanato y su sorpresa fue grande al saber que era el mismo lugar donde él y su hermano habían pasado parte de su infancia en el pasado, antes de que Shion y su maestro fueran por ellos para llevarlos al santuario. Evidentemente estaba cambiado, demasiado a su parecer, habían expandido los terrenos y cercado el lugar con una muralla de piedras grises apiladas perfectamente, con unas rejas de metal colocadas en el centro para la entrada. Se atrevió a mirar a través de ella cuando la dejó ahí, la vieja casona estaba remodelada y había más arboles de los que recordaba que ayudaban a cercar el lugar junto con algunos arbustos llenos de flores.
Una vez ella había entrado a la casona se dispuso a volver por el mismo camino, ese orfanato se encontraba unos kilómetros antes de la entrada al Santuario. Caminó lentamente mirando cada detalle que había evitado observar durante su ida, pero que no podía evitar ahora estando solo, cada paso, cada rincón le recordaba su infancia, aquella en la que caminaba por esos mismos lugares, ya sea por cualquier motivo, un paseo o buscando a su travieso hermano luego de una de sus escapadas.
No había malos recuerdos de ese lugar o de la gente que allí vivía, pero si había nostalgia, mucha. En ese momento él era ajeno a todo lo que vendría después, había sido libre y feliz como no lo había hecho, incluso luego de haber recibido su armadura. Era pequeño e inocente, en ese tiempo no había ni una pizca de maldad en su corazón, no había soberbia alguna, ni ego que pudiera empañar su vida, de pronto pensó: ¿qué habría pasado si él no hubiera decidido irse con Shion ese día?, ¿habría podido ser alguien más que un simple pueblerino?, ¿La relación con su hermano habría sido diferente?, probablemente si, ¿habría opacado su alma si no hubiera pisado jamás ese santuario?
Nunca lo sabría.
Llegó a su templo cuando aún había algo de sol que alumbrara el lugar, al final las cosas habían resultado de acuerdo con las indicaciones de su amigo, no como él esperaba, pero agradecido de no haber decepcionado a Aioros. Obviamente parte de que todo se diera sin que él destruyera nada fue la presencia de aquella mujer, era extraño de cierta manera, por que se sentía con tanta paz a su lado, así como la vez que se quitó la vida frente a Athena y agonizó en sus brazos. Era reconfortante, se sentía humano, no juzgado, ni discriminado. Esperaba devolverle el favor en alguna oportunidad, hacerle saber lo agradecido que se encontraba con ella, por ayudarlo por segunda vez.
Saga se echó en la cama cansado por el ajetreo del día con la idea aún en la cabeza de agradecerle a la muchacha, aunque no sabía muy bien como podría hacerlo, no la conocía lo suficiente. Se pasó una mano por su cabellera azulada gruñendo por no saber que hacer. Quizás si solo bajaba una vez más para darle las gracias en persona sería suficiente.
Hola a todos, les dejo el tercer capítulo, espero les guste. Besos!