YGO! DUEL MONSTERS NO ME PERTENECE.

—Entonces, ¿aquí comienza lo complicado? —preguntó Teana asomando ligeramente la cabeza desde su escondite detrás de unos muros.

Los corredores subterráneos los habían llevado directamente al único puerto de Dióminia. Aunque había sido de gran ayuda para evitar a los Kul Elnianos, no era como si también les fuese a conseguir un barco con la misma discreción.

Por la inquietud de los mercaderes y comerciantes, Atem supuso, las noticias de que él estaba ahí y que, peor aún, estaba siendo buscado, ya se habían esparcido con rapidez.

—¿Están seguros de que quieren venir con nosotros? —quiso saber Yūgi con preocupación.

Teana sonrió amablemente.

—Agradezco tu consternación, Yūgi, pero como futura esposa del verdadero Faraón, no puedo abandonarlo en la batalla —contestó.

—Mi lealtad está con la familia Real —dijo el guardia Mahdi con solemnidad —. No podría dejar a la Princesa sola, además el Rey pronto enviará soldados a apoyarnos. Solo me estoy adelantando.

Atem no pudo evitar sentirse conmovido, por lo que se acercó a Teana y tomó sus manos entre las suyas antes de sonreírle con el más sincero sentimiento que pudo encontrar hacia ella.

—Eres una buena amiga, Princesa Teana, nunca olvidaré esto.

—Sus sentimientos merecen ser premiados —comentó Mahad luego de haber estado un buen rato en silencio, Mana asintió ante el hecho.

—Y lo serán en cuanto termine todo esto —agregó Atem luego soltó las manos de su futura esposa y volvió la atención a los problemas —. Sin embargo, ahora debemos pensar en alguna idea para obtener un transporte. Ahora, el problema no es el dinero, sino el destino.

—Cierto. Dadas las circunstancias, dudo que alguien quiera llevarnos a Egipto sin sospechar nada —concordó Yūgi —, ¿pero qué otra opción tenemos, hermano? ¿Robarlo?

—Es plena luz del día, sería más que obvio —objetó Mahad.

A lo que Mahdi dijo:

—Pero si no hacemos nada pronto, los Kul elnianos vendrán pronto.

Atem se detuvo a pensar en sus opciones. Robar era una buena idea, el asunto es que llamarían mucho la atención y Bakura no tardaría en alcanzarlos. Por otro lado, no importa cuánto pagasen a alguien, los que comandaban los barcos normalmente no estaban afiliados a ningún reino y lo único que buscaban era ganancias. Mientras más ganancias alguien pudiera ofrecerles, mejor y Atem todavía no se sentía lo bastante seguro como para utilizar el nombre de la corona de Egipto con ese propósito.

Pero—

—Huh... Huele a tormenta —entonces la voz de Mana interrumpió el debate.

Mahad y él compartieron una mirada confundidos. No porque Mana tuviera la habilidad para saberlo, sino porque no sabían con qué razón exacta lo había comentado.

—¿Mana? —llamó Teana al cabo de unos segundos.

Ella volvió hacia ellos. Hasta entonces, su vista había estado enfocada en el mar.

—Quiero decir, ¿no creen que puede ayudarnos? Si robamos un bote y nos siguen, la tormenta nos mantendría a la vanguardia si lo hacemos en el momento perfecto.

—Ciertamente —Mahad se llevó una mano al mentón —, no es una mala idea.

—¡Pero es peligroso! La tormenta podría arrastrarnos con ella —Mahdi se opuso.

—Mahdi, si no hay otra opción, debemos hacerlo —declaró Teana —. Además, tenemos a dos magos de nuestro lado, riesgoso o no, es la mejor opción.

Mana y Teana se sonrieron mutuamente, en complicidad, luego todos giraron hacia Atem. Como ahora era costumbre, él tenía la última palabra.

Suspiró y asintió antes de mirar al cielo.

—¿Cuándo es el "momento perfecto", entonces?

Mana sonrió de la manera en la que más la caracterizaba y señaló hacia el cielo mientras Akiiki tomaba vuelo.

—Ahora.

El astuto halcón voló hacia uno de los navegantes cuando el primer trueno sonó. El hombre no era muy alto y le faltaba físico, su atención estaba centrada en amarrar su barco al puerto, sin embargo el ave no lo dejó al robar su sombrero.

—¡Eh! ¡¿Qué pasa?!

Aprovechando que el hombre dejó caer la soga intentando atrapar a Akiiki, Mana tomó la iniciativa corriendo hacia él. Se agachó en el momento justo y recogió la soga, la cual la guió hacia el barco lo suficientemente grande para los seis.

Atem asintió y tomó de la mano a Teana para comenzar su carrera. Mahad, Yūgi y Mahdi hicieron lo mismo. Para ese momento, Mana ya había comenzado a mover su transporte.

Una vez estuvieron todos dentro, Mana silbó lo más fuerte que pudo para que Akiiki la escuchara. El ave hizo caso a su llamado y soltó el gorro del hombre antes de volver donde su ama.

Cuando el hombre se dio cuenta de lo que pasaba, empezó a gritar llamando a los guardias, o a quien sea que tuviese que llamar para que su nave fuera devuelta. Atem pudo ver de lejos a uno de los hombres de Bakura tomando la noticia y corriendo en seguida hacia otro lugar, entonces más Kul elnianos aparecieron. Sin embargo ya era muy tarde cuando decidieron sacar otro barco.

La tormenta los movió con tanta fuerza que lo tumbó a un lado, casi botándolo. Mahdi sostenía a Teana mientras que Yūgi, Mahad y Mana se encargaban de intentar guiar el barco entre las fuertes olas.

—¡La tormenta empeora! —gritó Mahdi sobre los truenos para poder ser oído.

—¡Sújetense bien! ¡Mana, Principe, necesito su ayuda! —pidió Mahad estando a uno de los lados del barco.

En seguida, Atem se aproximó al mago intentando no caer al agua. Por otro lado, Mana le cedió el mando del barco y Akiiki a Yūgi para correr al lado de su maestro.

—¿Maestro?

—¿Qué hacemos, Mahad?

—Temo que las olas rompan el barco. No hay ningún hechizo que calme el mar, pero sí hay uno de protección lo suficientemente fuerte como para evitar que esto se rompa en dos y nos deje a la deriva —Mahad se limpió inútilmente el agua de la cara y los miró —. Voy a necesitar su ayuda para que el hechizo llegue a todo el barco.

Atem y Mana asintieron.

Mahad les dictó las palabras extrañas que dirían y en donde tenían que ubicarse para que funcionara.

—Yo iré al interior —declaró Mana empezando a tomar camino, sin embargo Atem la detuvo.

—No. Es muy peligroso, yo iré —le dijo.

No era la primera que estaba en una tormenta. Había tenido que viajar una o dos veces junto a su tío y Yūgi a través del mar del Este. Una de esas veces, su tío había tenido que ir al interior del barco en donde guardaban los barriles de cerveza y uno de estos le cayó encima por el movimiento. Su tío no despertó por varios días debido al golpe en la cabeza. No podía dejar que algo así le sucediera a Mana. No tenían tiempo.

Este barco no era muy grande, a diferencia del anterior, pero sin duda llegar al interior sería igual complicado. Había una puertilla que abrir y escaleras a bajar. Cualquier sacudida podría provocar una caída, además de que cualquier cosa podría caer. Un estante, un jarrón, lo que sea que aquel hombre hubiese guardado ahí.

No, no la dejaría ir—

—¡¿De qué hablas?! ¡Es por eso que yo debo ir! —contestó Mana tratando de no tragar agua. Su ropa y ella estaban toda empapada, Atem seguramente no estaba en la mejor condición.

—Tengo más experiencia evitando peligros que tú. Puede que no lo parezca, pero sé sobrevivir.

Pensando que había dejado todo claro, Atem comenzó a caminar, pero está vez fue Mana quien lo detuvo.

—Y yo también. No voy a morir tan fácilmente ¡y sin duda no dejaré que tú mueras otra vez!

El barco se sacudió con fuerza otra vez y, como si los Dioses estuvieran del lado de la maga, el movimiento lo envió hacia atrás mientras que ella pudo continuar hacia la trampilla.

—¡Mana!

—¡Príncipe, no somos tenemos la fuerza necesaria para mantenernos por mucho más tiempo, por favor!

—¡Si no avanzamos rápido, nos alcanzarán! —gritó Yūgi señalando hacia atrás.

Las palabras de Teana llegaron a sus oídos a puras penas a pesar de que era obvio el esfuerzo que ella había hecho. Cuando Atem giró tambaleándose, se dio cuenta que hasta Teana estaba intentando hacer algo manteniendo junto a Mahdi y Yūgi los remos que podían mientras que las tormenta los golpeaba.

Luego, mirando hacia donde Yūgi señalaba, Atem notó la proa de otra embarcación.

BAKURA.

Agitando la cabeza, volvió la vista al frente. Deberían estar enfrentando los mismos problemas que ellos.

Oyó a Teana gritar al casi caerse.

Sus finas ropas estaban arruinadas también, el cabello de Yūgi no estaba como siempre y Mahdi tenía problemas para mantenerse en pie. Atem se dio cuenta, entonces, que no sólo eran él y Mana. Todos estaban en peligro. Todos se estaban arriesgando.

Akiiki entonces voló hacia él y se posó en su hombro chillando, haciendo que reaccionara.

Mana estaría bien. Él también. Todos lo estarían.

Asintió para sí mismo y corrió hacia el lado opuesto del barco con toda el agua cayéndole e intentando tumbarlo. Ayudó a Teana a levantarse y entonces, una vez estuvo en su lugar, empezó a repetir las palabras que Mahad le dijo.

Al principio no ocurrió mucho, supuso que porque Mana todavía no llegaba al tercer punto, pero obligándose a no preocuparse, continuó. Entonces el barco se iluminó de una extraña luz y el agua de las olas dejó de golpearlos. O más bien, los golpeaba y los movía, pero el sonido no era el mismo que cuando estas rompían contra la madera y el movimiento no era tan poderoso como segundos atrás.

Era como si de pronto hubiesen sido envueltos en una capa protectora. El agua aún los mojaba, pero eso no era un problema.

Siguieron así por unos minutos más, ya no veían las costas de Dióminia y, por supuesto, ya no veían ningún barco siguiéndolos. No dentro de la tormenta que estaban dejando atrás.

Entonces por fin las espesas a nubes comenzaron a abrirle paso al siempre imponente sol. Solo ahí se dio cuenta que estaba respirando con agitación. Su pecho subía y bajaba, y las gotas le caían por el rostro y la cabeza hacia la espalda y el suelo.

Cuando dejó de repetir las palabras, la luz que envolvía ese lado del barco desapareció, así como también la del lado de Mahad.

Supuso que Mana debía haber dejado de conjurar el hechizo también cuando una última sacudida los movió.

Ya estaba respirando de alivio cuando recordó algo: Yūgi y él no se dieron cuenta de lo que le sucedió a su tío debido a toda la bulla de la tormenta.

Rápidamente dio media vuelta para dirigirse hacia donde debería estar Mana. Por suerte, Yūgi ya se había adelantado y cuando él se dio cuenta, Mana ya estaba saliendo con la ayuda de su hermano.

Se apresuró hacia ella una vez vio su cabellera castaña asomarse y, sin querer, empujó a Yūgi hacia Teana.

—¡Mana!

Ella le sonrió.

—Te dije que podría-... ¿Príncipe?

Sus brazos la habían rodeado antes de saberlo. Atem no sabía lo preocupado que había estado. El instinto protector que tenía por Yūgi no podía compararse al que tenía por Mana, y él ni siquiera sabía por qué.

Estuvo a punto de soltarla cuando supo que estaban siendo observados por todos, pero segundos después la oyó suspirar y sintió sus brazos rodearlo también.

—Yo también me alegro de que estemos bien —dijo.

Él sonrió.

Yūgi observó a la pareja al igual que todos, luego inclinó la cabeza y miró hacia la princesa de Dióminia.

Teana sonreía con pura sinceridad, pero la tristeza era notoria en sus ojos. Yūgi podía entenderlo, de alguna forma. Estaba destina a casarse con alguien a quien no amaba y que no la amaba, por más amigos que fueran.

—Lamento interrumpir, pero debemos continuar —dijo Mahad entonces, mientras reacomodaba los remos.

—Pero, ¿a dónde vamos? —quiso saber él. Estaba casi cien por ciento seguro que en Egipto los estarían buscando.

—Mana —Teana llamó una vez que la maga y Atem se separaron —, ¿el mensaje de Akiiki decía algo?

Mana frunció los ojos y asintió luego de pensarlo.

—No exactamente, pero asumo que deben estar lejos de las zonas fértiles.

—Como... ¿evitando el Río? —preguntó Atem.

Mana asintió otra vez.

—Se supone que no podemos sobrevivir lejos del río, por lo que deben haber mandado a la mayoría de los guardias hacia zonas pobladas como Memphis.

—Pero entonces, ¿a dónde debemos ir exactamente? —preguntó Yūgi otra vez.

Todos se quedaron en silencio por unos segundos, siendo empujados por la marea hacia las costas de Egipto, hasta que Mahad exclamó.

—Tengo una idea.