¡Hola!

Esto se acaba aquí, gracias por seguir la historia, por comentar y por todo su apoyo. Me gustó mucho trabajar en esto para ustedes.

Nos encontraremos de nuevo en otra historia, en algún momento.

Para quien interese, en fb pueden encontrarme para saber sobre mi regreso y mis futuros trabajos (pueden encontrar el link en mi perfil o buscarme directamente por el nombre).

Cuídense mucho, besitos.


Epílogo

Era un lugar diferente, con más árboles y casas tradicionales, a diferencia de la ciudad donde sólo podían ver enormes edificios y grandes selvas de asfalto. En Kioto hasta las personas parecían más amables, aunque quizás eso era imaginación suya, producto de su felicidad.

Tenía a las chicas con ella, a su novia aferrada a su mano mientras admiraba los alrededores, y el clima frío lograba refrescar el sonrojo en sus mejillas al pensar en el lindo anillo bajo su guante, justo en su dedo anular.

Natsuki había llegado de la nada a su trabajo un día para ir a comer. No sospechó porque ya estaban comprometidas, su palabra era suficiente, por eso cuando el diamante brilló en sus manos, con las rodillas en el suelo y la mirada entusiasmada, no le salían las palabras.

Quería decir que sí, dejar un reguero de besos por todo su rostro mientras sentía como el corazón se salía de su pecho, pero su cerebro no estaba funcionando. Afirmó con la cabeza y se llevó las manos a la boca. Sólo entonces notó a su novia soltar el aire contenido, y se lamentó por haberla hecho esperar tanto para un gesto tan simple, por una señal de que su respuesta no podía ser otra.

—Necesito hablar con tus padres —había dicho.

Y no sabía quién estaba más aterrada ante la idea. Sin embargo, sus padres en esos momentos arreglaban el asunto de su divorcio y decidieron esperar a volver del viaje para hablar con ellos. Quizá pudieran tomar algo de valor después de unos días de descanso.

Era una celebración después de todo. Natsuki y Nao se habían graduado hace una semana y ahora, junto al resto, habían decidido ir a Kioto, donde sus padres tenían una casa. Era más un lugar de descanso, aunque jamás lo usaban, así que cuando preguntó si podía usarla, ambos aceptaron.

Ahora se encontraban de camino a la casa, la cual era igual al resto de las viviendas viejas, todavía hecha de madera, con el suelo crujiendo a cada uno de sus pasos. El jardín se había ido marchitando con el tiempo, a pesar de los constantes pagos de su padre a un jardinero local. Él estaba en su trabajo cuando llegaron; Shizuru lo saludó como a un viejo amigo, el resto se quedó unos pasos atrás.

—Shizuru...

Había hablado tan despacio que por poco no la escucha.

—¿Pasa algo, Mai?

—¿Esta es tu casa?

Observó de nuevo hacia dentro, quizá se encontraba más degradante de lo que pensó. Es decir, las paredes tenían un tono extraño y olían a ocre viejo, una mezcla entre humedad y musgo se había acumulado bajo las escaleras, lo cual podía resultar asqueroso, aunque juraría que apenas era visible. Por lo demás, encontró la casa en perfecto estado.

—Quizá ha sido descuidada, pero les aseguro que las habitaciones están bien.

—¿De qué hablas, Shizuru? ¡Tu casa es enorme! Y yo que pensé que la casa en la ciudad era bastante grande.

Ella no había notado el tamaño. Estaba acostumbrada a ver esa cantidad de espacio en todas las propiedades de la familia. Su departamento era, quizá, la única excepción a la regla porque ella había elegido vivir sin mucho, apenas lo suficiente para llevar sus días con calma donde no le faltara cosa alguna, pero tampoco sobrara nada.

—Supongo. No lo había notado.

—A veces olvido que naciste con una cuchara de plata en la boca —intervino Nao.

Fue la primera en entrar bajo la molesta mirada de la anfitriona. Aunque lo permitió, ni siquiera se quejó de su comentario claramente dicho para ofenderla. Las demás la siguieron, Shizuru fue dejando a cada una en su respectiva habitación, habían acordado dormir de dos en dos para ahorrar espacio y para no sentir la soledad de una casa tan inmensa.

Shizuru quedó con Natsuki, por supuesto, por regla Haruka y Yukino iban en la misma habitación, de la misma forma Mai con Mikoto, Nao había decidio dormir sola por más ruegos que recibió de Mai para quedarse con ellas.

—Hace siglos que no duermo en un futón —comentó Mai cuando estaban en la cocina, preparando la cena.

—Lo lamento, la casa es bastante tradicional y mis padres nunca quisieron camas aquí.

—No, no —se disculpó—. Es muy interesante, eso quería decir.

—Una casa tan grande y no hay forma de calentarse en este lugar —entró Nao, quejándose como siempre.

Debía darle la razón en eso, al parecer ni con siete personas dentro la casa cambiaba de temperatura, seguía tan helada como cuando cruzaron la puerta. Ni con el suéter que llevaba puesto conseguía entrar en calor. Aunque sólo por molestarla, decidió no admitirlo.

—Tienes calefacción en la sala y en cada habitación, no seas quejica.

—Tienes el corazón helado, obviamente no vas a sentir el frío alrededor. No es suficiente, cabeza hueca.

Dejó de cortar los vegetales, el cuchillo en sus manos azotó contra la mesa provocando que Mai se detuviera en su tarea también.

—Chicas, no discutan. Vinimos a pasarla bien.

—Si no te gusta el lugar pues des irte, creo que ya notaste lo grande que es la salida.

—Shizuru, por favor...

—O podría convencer a Natsuki de cambiarse a mi habitación, ella suele ser tan calentita.

—Inténtalo.

—Chicas, ya.

Las palabras de Mai eran ignoradas por ambas y no había nadie más en esos momentos que pudiera ayudarla a evitar esa confrontación.

—No me retes, Fujino. Tienes todas las de perder.

—¿Eso crees? —alzó la ceja con una sonrisa socarrona de por medio—. Estamos hablando de Natsuki, mi... Mi novia.

Estuvo a punto de decir "mi prometida" ¿qué estaba haciendo? Iba a arruinar el secreto que necesitaba guardar por unos días más. Si sus padres no eran los primeros en saber, iban a matarla por comprometerse sin su permiso. No es que fueran a negarle nada, pero Natsuki quería su aprobación.

Se llevó una mirada curiosa de parte de Nao junto a una sonrisa, como si hubiera leído entre líneas las palabras no dichas . A diferencia de Mai, que seguía más preocupada por evitar la pelea.

—Nao, ¿por qué no buscas al resto y les dices que vengan a comer?

Todavía la miró unos segundos más antes de hacer caso a Mai, entonces la cocina quedó en silencio y la chica soltó un suspiro.

—Esa Nao es complicada, no le hagas mucho caso. Estamos aquí para celebrar sus títulos, no para discutir.

—Lo sé —dijo volviendo a cortar los vegetales—. Es que ella me saca de quicio.

El regusto amargo de su breve confrontación desapareció durante la comida al tener a Natsuki a su lado, era suficiente ver su sonrisa y el brillo de sus ojos para sentirse como en casa.

La calefacción encendida mantenía sus mejillas sonrojadas, aunque quizá fuera más que eso, como sus manos entrelazadas bajo la mesa, o la forma en que dibujaba círculos sobre la palma de su mano. Era estar ahí, disfrutar de la compañía de todas y al mismo tiempo tener un momento íntimo sin que el resto se diera cuenta. Sus caricias sólo les pertenecían a ellas, y estaba feliz de ver la evolución en su relación.

Recordó los primeros días, cuando se conocieron hace años y sus instantes juntas se volvieron eternidades donde el reloj se detenía. Entonces llegaron los suspiros, las ganas de quedarse unos segundos más, la falta de aire cuando la tenía a tan sólo unos centímetros y no era capaz de hacer nada al respecto porque no entendía sus sentimientos, y como olvidar los regaños de su padre por pasar tanto tiempo fuera de casa.

Y cuando por fin decidió vivir por su cuenta, su relación con Natsuki se vino abajo; su corazón se había roto varias veces con tantos rechazos sin saber por que seguía insistiendo para tener algo que evidentemente ella no quería. Hasta llegar al momento en el cual le fue imposible seguir así, el último rechazo había dolido tanto, jamás imaginó estar en un futuro como lo estaban ahora: tomadas de la mano y con una extraña excitación cuando su boda estaba a la vuelta de la esquina.

Sonrió, porque a pesar de todo lo malo, estaba ahora en un momento de calma, pasando el rato con sus mejores amigas y con su novia en una casa llena de paz, sin los ruidos habituales de coches sonando el claxón. En su lugar se escuchaba el viento chocar contra los árboles.

—Podríamos salir a conocer, todavía es temprano.

Al parecer se perdió parte de la conversación atrapada en sus pensamientos, pero no le importó demasiado. Esa última frase de Yukino era cuanto necesitaba para no quedarse todo el día entre esas cuatro paredes.

—Es una buena idea. Conozco varios lugares interesantes.

La siguieron, incluso Nao se dejó guiar. Comenzaba a oscurecer cuando salieron de casa, las luces de las calles se encendieron conforme caminaban y los negocios cambiaron sus letreros por "cerrado", sin embargo, las calles se iban llenando. Comenzaron a seguirlos porque todos parecían ir al mismo lugar, una especie de feria entre los árboles.

Niños corrían por los alrededores sin temor a la oscuridad, los padres no parecían preocupados por verlos alejarse entre los matorrales, pero Shizuru los observaba con un nudo en la garganta, no sabía si por ser niños descuidados o por la experiencia vivida hace tiempo cuando la noche y la soledad fueron sus peores enemigos.

Tembló casi imperceptiblemente, si Natsuki lo notó fue porque sostenía su mano. Lo atribuyó al frío nocturno y le ofreció su chaqueta la cual rechazó, en su lugar se acercó más a su cuerpo, abrazando casi por completo su brazo.

Los juegos, la comida y el ambiente festivo robaron su atención. Su mirada se perdió entre los puestos, la gente con la cual desentonaban debido a sus atuendos, y pensó que de haber estado enterada del evento tendrían ahora algo más tradicional.

Intentaron seguir el ritmo. Nao no descansó hasta ganar en un juego de disparos, aunque el premio terminó en la basura porque no lo quería, sólo le importaba demostrar su habilidad. Mikoto pescó algunos peces. Haruka sacó un premio para Yukino. Para Mai, su mayor diversión fue apoyarlas y comprar comida de cuantos puestos se atravesaran en su camino, según ella para "tomar ideas" y usarlas en el restaurante. Natsuki también quiso ganarle un regalo, pero no quería soltarla así que desistió en el intento.

Regresaron en silencio, el día se terminaba con las estrellas brillando sobre sus cabezas y la tranquilidad volvía obsoletos los murmullos. Y le gustaba sentirse así, el corazón a un ritmo acogedor, como si realmente se encontrara en su hogar, con la compañía adecuada.

A pesar del viento silvando por los alrededores entre los árboles y las ventanas, los crujidos de la madera por cada habitación y los golpeteos de la puerta, la casa resultó coservarse a una temperatura agradable, quizá por la calefacción que dejaron encendida antes de salir.

—El aire está horrible —se quejó Nao acomodándose el cabello.

No era la única, todas estaban tratando de adecentarse un poco, a excepción de Mikoto y Natsuki quienes parecían muy cómodas con las piernas estiradas en el piso, flexionando el cuerpo hacia adelante. Afuera todavía podía escucharse el murmullo de la brisa nocturna contra el tejado.

—¿Y qué vamos a cenar?

—Acabamos de comernos la mitad de los puestos, Mikoto —respondió Nao con una ceja arriba.

Natsuki río ante el puchero que hizo su amiga.

—Yo también tengo hambre, pediré algo de comer. ¿Ustedes quieren?

Se levantó del suelo sacudiendo su pantalón con las manos. No había tierra, pero era un acto reflejo difícil de evitar.

—Yo quiero takoyaki.

—¡Yo igual! —dijo Mikoto emocionada.

—¿Por qué no pedimos para todas?

—Me parece buena idea, Mai —respondió Yukino.

Todas estuvieron de acuerdo y Natsuki salió de la habitación para buscar su celular, el cual había arrojado en algún lugar cerca de la entrada.

Mientras tanto, estuvieron conversando. Mai estaba riendo por alguna cosa dicha y Shizuru río también, contagiada por su alegría. Nao se quejó, como siempre, de los ruidos provocados por el viento que, según sus palabras, no la dejarían dormir cuando se fuera a la cama.

—Ya te dije, deberías quedarte en nuestra habitación —torció Mai como por onceava vez.

—Eso no hará que el ruido sea menos.

—Quizá sí, no lo sabes.

—Sé que no funciona así.

—Si tan sólo lo intentaras.

Y de pronto, casi como un susurro, Mikoto las interrumpió con una pregunta inesperada pues no se trataba en absoluto del tema en discusión. Su tono era el de alguien que se ha cansado de seguir cuestionándose en silencio.

—Todo el día me he estado preguntando… ¿Y ese anillo?

Las chicas la observaron como si fuera la primera vez. Sólo entonces notaron el brillo en su dedo anular, reflejado por la lámpara en esos momentos. Los guantes se habían encargado de cubrirlo, pero ahora quedaba a la vista y ya no tenía forma de esconderlo después de la pregunta de Mikoto, la atención de sus amigas estaba sobre ella.

Sus mejillas tomaron el color de una fresa madura. Quería responder, pero acordaron esperar hasta que pudieran contarle a sus padres y no sabía si Natsuki estaría de acuerdo en cambiar el plan.

—Esto no… Es sólo…

—¿Qué, bubuzuke? Habla de una vez.

Se sintió pequeña. Necesitaba gritarlo, por supuesto, compartir su felicidad con el resto, celebrar juntas el suceso que cada día se convertía en algo más tangible, pero…

—Quería decirle a mis suegros primero —interrumpió Natsuki al dejarse caer a su lado—, pero las cosas se han dado y ya no tiene caso seguir ocultándolo. Shizuru y yo... nos vamos a casar.

Yukino sonrió pues ya lo sabía —o lo imaginaba— desde que vio el anillo hace unas horas. Nao tuvo la misma reacción pues había sido quien le ayudó a escoger el anillo. El resto, sin embargo, permanecieron en silencio hasta que Mai reaccionó emocionada y saltó para rodearlas con sus brazos.

—¡Chicas, es increíble! ¿Desde cuándo están comprometidas?

—Felicidades.

Entonces las voces se mezclaban unas con otras. Abrazos, felicitaciones, preguntas, todo al mismo tiempo sin darles la oportunidad de responder adecuadamente. En otro momento, Natsuki habría detenido el parloteo a su alrededor, pero lo estaba disfrutando porque su emoción era semejante a la del resto de las chicas.

Pasaron la noche hablando de los planes, hasta ahora casi inexistentes, sobre los arreglos, el lugar, la fecha, hasta que su falta de respuestas fue demasiado. Comenzaron a abrumarse, sólo entonces Mai obligó a sus amigas a detenerse; sabía lo apantallante de querer tener solucionado algo tan grande, la confusión, los nervios y el terror de cometer alguna equivocación con los detalles.

Yukino también fue comprensiva, obligó a Haruka a guardar silencio porque conocía lo impaciente que podía llegar a ser. Se fueron a su habitación unos minutos después.

Mikoto y Nao no preguntaron más, en realidad les interesaba poco si tenían planes o no porque al final ellas estarían ahí para ayudar cuando fueran necesitadas. Y tampoco se mantuvieron en la sala por mucho tiempo, Mikoto comenzó a cabecear por lo cual Mai la guió fuera, Nao las siguió.

Evitaron la charla. En su habitación sólo decidieron dormir, no querían preocuparse por tanto cuando recién estaban asimilando su compromiso, pero era claro que deberían resolverlo en algún momento. Una boda era mucho trabajo, pasar horas eligiendo flores, mesas, colores, además de las semanas peleando por un lugar disponible. La sola idea parecía agotar sus fuerzas, pero lo harían con gusto cuando fuera adecuado, quizá con la ayuda de las chicas y, si tenían suerte, los padres de Shizuru se sumarían también.

Los días siguientes dejaron de insistir, pero proponían cosas al azar: vestidos, collares, casas, aun cuando ellas ya tenían donde vivir. Ignoraron esto, sonreían para agradecer la preocupación, sin embargo, nunca respondían y sus amigas dejaron de intentarlo al comprender que quizá tenían sus propios planes, su ritmo, y no necesitaban uno impuesto a la fuerza.

Disfrutaron el merecido descanso, pese a la brevedad. Al volver parecían más relajadas, casi rejuvenecidas, si no fuera por sus respectivas obligaciones hubieran permanecido unos días más en ese lugar. Pero la vida continuó y se despidieron bajo la tenue luz de las farolas a su alrededor. Eran cerca de las siete, la calle todavía era transitable tal como lo demostraban los peatones que iban y venían.

—Cuando decidan la fecha, estaremos ahí —dijo Mai.

Las demás sonrieron para mostrar su conformidad.

—Gracias, las vamos a necesitar.

—Eso sin duda —comentó Nao.

En esta ocasión no lo sintió como ofensa, quizá por la expresión juguetona en su rostro, muy diferente a la mueca ácida que dejaba ver cuando trataba de burlarse. Le sonrió de vuelta, como si fuera algo sólo entre ellas dos, una especie de tregua después de tantas peleas.

—Nos vemos después —se despidió Natsuki.

Todavía tenían lugares a los cuales ir, pero podían esperar un par de horas. El regreso la agotó, le dolía la espalda por pasar tanto tiempo sentada en una posición incomoda, quería llegar a casa y echarse en la cama donde su cuerpo pudiera destensarse. Shizuru, en cambio, se veía bien. Se acostaron juntas sin molestarse en vaciar las maletas, apenas tocaron el colchón se rindieron al sueño, a pesar de la hora y de la ropa que no se cambiaron.

Al día siguiente tenían claras sus tareas. Fueron al supermercado para traer a casa algo de comida puesto que el refrigerador se encontraba vacío, luego condujeron al hotel donde Satoru se estaba quedando.

No lo conocían todavía, tenían la dirección, pero hasta entonces Shizuru se encontraba con su padre en cualquier otro lugar, quizá porque una parte de ella quería ignorar cuánto habían cambiado las cosas en casa. Se estaba ocultando de la verdad sin querer, debía enfrentarse a la realidad.

Pese a ello, no lo encontraron en su habitación, el guardia les comentó dónde podrían dar con él pues lo había visto salir hace un par de horas.

—Siempre va al mismo lugar —dijo—. No hay mucha gente por aquí, saben, cuando alguien se mueve cerca, nos damos cuenta.

Le dieron las gracias y decidieron caminar. Entraron a una plaza rodeada por una valla de metal, el césped estaba verde, recién cortado, mientras alrededor podían ver algunas parejas, niños y un par de perros jugando con sus dueños.

—¿Quieres un perro?

—¿No es un poco pronto para pensar en eso, Nat?

Sonrió. Le gustaba sonreírle, era su forma de estar de acuerdo con sus palabras sin necesidad de dar una respuesta, y Shizuru lo entendía; le era suficiente con imitarla, luego tomaba su mano con la calidez del verano impregnada en sus palmas y no podía explicarse cómo podía ser eso posible con un clima tan helado.

Lo encontraron en una banca junto al puente donde la orilla apenas tocaba la superficie, pero no estaba solo sino en compañía de una persona que conocían. Él sonreía, ella, con un poco más de secretismo, lo hizo también al notar sus pasos sobre la hierba húmeda.

Intercambiaron miradas antes de saludar. Su padre recién las vio cuando se detuvieron a un costado, sus manos entrelazadas, tal como iban tomando por costumbre cuando caminaban.

—No esperaba encontrarte acá.

Ella se encogió de hombros como diciendo "qué más da" y quizá tenía razón. No era tan importante, aunque fuera sorpresivo.

—Estábamos hablando —soltó Satoru sin poder ocultar su alegría—. ¿Qué las trae por aquí?

—Te estuvimos buscando, papá. Tenemos algo que decirte.

Nina también prestó atención. Los tenían a ambos aguardando sus palabras e incluso con la vergüenza y la incertidumbre, sabían que no iban a mentir esta vez, les contarían la noticia de golpe, sin anestesia, para no tener tiempo de morderse la lengua ante el terror o la emoción, no quisieron detenerse a pensarlo mucho.

—Nos vamos a casar.

—Estaría muy feliz si nos da su permiso.

Antes de terminar, Nina las tenía entre sus brazos sin cansarse de repetir las mismas palabras con las cuales dejar clara su postura, su felicidad por la noticia.

Satoru, en cambio, abrió los ojos sin decir nada por un rato, se puso serio. Seguía en la banca con los brazos sobre las piernas listo para aclararse la garganta y responder con una pregunta inesperada.

—¿Y si no tuvieran mi permiso?

Natsuki ni siquiera lo dudó.

—Me casaría con ella de todos modos.

Sonrió. Lentamente, hasta convertir la sonrisa en carcajada; Shizuru creyó que su padre se estaba volviendo loco, pero él no había terminado de hablar aún y se puso en pie, de frente a las tres quienes seguían con la mirada fija en su reacción.

—Tienen mi permiso. Sólo bromeaba un poco con ustedes.

—Papá, eso ha sido cruel.

—Lo lamento, cariño.

Tomó sus manos y, acto seguido, un rasposo beso fue depositado en su mejilla. Se vio a sí misma de niña quejándose de la barba sin dejarlo acercarse cuando no estaba afeitado; el instinto casi la hace retroceder, pero permaneció en su lugar para devolverle un abrazo a cambio.

Podía contar los cariños de su padre sin dificultad pues no eran muchos. Era una persona distante, de sonrisas discretas y apretones de mano, los besos y abrazos no contaban como parte del repertorio entre sus muestras de amor, pero a veces, sucedían. En realidad, no era falta de cariño sino inhabilidad emocional, la cual comenzaba a forjar poco a poco, con paciencia y ayuda de sus hijas. Por la felicidad de saberse poseedor de unas mujeres tan maravillosas, por tener a su lado el último recuerdo del amor de su vida y a su primogénita.

Nina se aferró a la cintura de Natsuki pues ninguna quiso enturbiar un momento tan íntimo entre padre e hija porque en sus rostros vieron cuánto lo necesitaban, aunque ni ellos mismos se dieran cuenta. Ahora, con ella al lado se preguntó en silencio por Sergay, habían pasado meses desde su última charla, pero la pequeña abrazada a su cuerpo era la única familia que tenía, y le gustaría saber si cambió, quizá sólo para no sentir en vano sus palabras de aquel día o para asegurar el bienestar de Nina.

—Nina...

—¿Sí?

—¿Has visto a...?

Hablaron en susurros. Podía sentir la pregunta chocar en su cabello, justo en donde recargaba la barbilla.

—Sí... Lo lamento.

Creía deberle una disculpa, como si ver a quien tanto tiempo fue su padre ahora fuera algo desleal con Natsuki después de todo cuanto las hirió. Pero no podía odiarlo por completo, no después de escuchar su versión; seguía enojada, algunas cosas no podría olvidarlas, sin embargo, era su padre e intentaba redimirse, ¿qué clase de persona sería si no le daba la oportunidad?

—No te disculpes —la acercó más a sí misma—. Es tu papá, después de todo.

Cuando Shizuru y su padre finalmente decidieron separarse, tenía los ojos cristalinos, como si hubieran mantenido una conversación emotiva de la cual ellas no se enteraron. Su novia volvió a su lado, Nina se alejó para quedar junto a Satoru, igual que al comienzo.

La conversación no duró mucho, estaban invitados a la boda aún sin saber la fecha exacta. Su padre prometió entregarla de su brazo ese día, y juró portarse como nunca hizo antes; emocionarse con sus citas, tomarles alguna foto antes de dejarlas marchar y tener una seria conversación con Natsuki pronto, sólo para poner las cosas en orden.

—Te debo una disculpa —dijo de la nada—. En primer lugar, es mi culpa que se hayan separado antes de empezar siquiera. No debí entrometerme, quizá hubieran sido felices mucho antes.

—Eso quedó olvidado hace mucho, no se preocupe. Y ahora estamos juntas, eso es lo único que importa.

Era un peso menos. Saberse aceptada por su suegro le daba cierta seguridad, como si todo el camino ahora fuera sencillo mientras Shizuru no se cansara de caminar con sus manos entrelazadas. Sólo faltaba hablar con una persona y entonces sería oficial, podrían planear la boda seguras de que nadie iba a oponerse.

Las estrellas brillaron en el cielo antes de llegar a casa de su madre, en la radio sonaba un clásico de los ochenta por el cual ninguna quería cambiar la estación, ni hablar porque en realidad no había mucho por decir. A través del cristal los árboles desaparecían con prisa, casas, edificios, parques, personas. Durante los semáforos en rojo se miraban para amarse un rato con la mirada; como iban en el auto, Shuzuru conducía sin ir demasiado rápido. Con ella el tiempo parecía infinito, por eso no se quejó, disfrutó observarla con los últimos rayos del sol en su figura, una sombra cubriendo sus ojos para evitar accidentes, sin alejar en ningún momento sus manos del volante. Eran tan diferentes, pero embonaban de maravilla.

Estacionó frente a la casa y retiró el cinturón. Natsuki la siguió hasta la puerta con una sonrisa. Una muchacha les abrió para dejarlas pasar, parecía nerviosa y por poco hace una reverencia a Shizuru, lo cual le causó gracia.

Su buen humor se apagó apenas vieron con atención el lugar. Estaba vacío. Los cuadros, los adornos, incluso el reloj, ese con un pequeño pájaro dentro que cantaba tras cada hora transcurrida, no estaban. Los recuerdos de su infancia se esfumaron, a excepción de las marcas junto a la puerta, unas pequeñas líneas hechas con un marcador a medida que iba creciendo.

Su madre venía bajando las escaleras con un par de plantas en los brazos. Natsuki corrió a ayudarla y recibió una sonrisa cansada como agradecimiento; a pesar de todo, las saludó como si fuera un día cualquiera, con la casa llena de muebles y los libros sobre la repisa donde la pequeña Shizuru de cinco años no podía alcanzarlos.

—¿Quieren una taza de té? Puedo pedir algo de comer, si gustan.

Natsuki dejó las plantas a un lado mientras su novia seguía sin moverse de su sitio.

—¿Dónde está todo, mamá? ¿Qué pasó con las cosas?

—La mayoría está ahora en casa de tu tía, el resto está en la cocina esperando que venga el camión de la mudanza.

—¿Mudanza?

No sabía si debía salir de la habitación o quedarse ahí, esperando el desenlace. Estaba indecisa sobre lo correcto, pero guardó silencio para no enturbiar más la conversación, la cual parecía importante. Su suegro no mencionó nada sobre el asunto.

—Cariño, no es importante. Esta casa es demasiado grande para mí, así que me estaré quedando en casa de mi hermana.

—¿Por qué no me dijiste nada?

—Te lo iba a decir, sólo que no encontraba el momento.

—Dime algo: ¿esto es por papá?

Salió de la sala sin ser vista. Shizuru necesitaba hablar a solas con su madre y el asunto de la boda podía esperar. Por el momento, una habitación vacía le pareció el espacio más indicado para ocultarse un rato de una charla que no le pertenecía.

Madre e hija parecían perdidas en sus propias palabras, como si ninguna fuera capaz de expresar adecuadamente cuanto llevaban atorado en la garganta. Repetían los mismos gestos, acciones aprendidas la una de la otra con las cuales, en otro momento, habrían reído al darse cuenta de sus similitudes.

Al final se resignó sin necesidad de escuchar una respuesta porque la decisión no le pertenecía y las razones tampoco. Su madre no tomaría consejos ni sugerencias para vivir su vida, estaba acostumbrada a seguir su instinto sin mirar atrás, sin arrepentimientos ni culpas, y la opinión de su hija no cambiaría nada.

—Cariño...

—Está bien, mamá. No importa.

Sostuvo las mejillas de su niña entre las manos e intentó transmitir con ese gesto que su amor por ella seguiría igual, estuviera o no en el mismo lugar.

—Quiero que sepas que estoy aquí para ti si me necesitas. La casa es sólo un lugar más, pero mi hogar siempre serás tú.

Sonrió. Cualquier otra respuesta estaría de sobra, quizá unas palabras de mamá era cuanto necesitaba para sentirse tranquila. Incluso se armó de valor para decir aquello por lo que se encontraba ahí.

—Mamá, tengo que hablar contigo.

—¿Sobre qué?

—Natsuki y yo... nos vamos a casar. Ella de verdad quiere tu aprobación.

La señora lucía sorprendida. Por un momento se quedó sin habla y Shizuru temió lo peor, todavía conservaba en su memoria el abandono cuando se enteraron de su relación. Ahora, se había visto en la necesidad de superar ese miedo con tal de hablar con ellos. Su padre se comportó, incluso parecía feliz, aunque no sabía si eso se debía a la presencia de Nina más que a su compromiso.

—Por supuesto que la tienen, cariño. Estoy feliz de que seas feliz.

La abrazó como si fuera la primera vez. Ver casada a su única hija era un sueño y, aunque nunca esperó las circunstancias en derredor, no iba a dejar a sus problemas eclipsar un momento tan especial.

Y Shizuru no cambiaría el momento por otro. Había pasado por toda una vida, en su familia tanto como en sus relaciones personales; su padre se comportó igual que un matón durante años sólo para ahuyentar a quien ahora estaba haciendo hasta lo infinito por verla feliz, su madre calló casi todo el tiempo su disconformidad, se tragó la verdad a pesar de cuanto necesitaba escucharla el resto de la familia porque quizá sería suficiente para cambiar algunos de los acontecimientos y, sin embargo, estaban ahí, más fuertes, creciendo cada día como personas para reforzar un hogar roto.

Natsuki también cambió, dejó de ocultar sus sentimientos, ya no se guardaba ningún "te amo", ya no se iba de casa sin un beso de despedida ni le daba importancia a su amistad con Reito, al final entendió que sólo quería estar con ella y no tenía motivos para preocuparse por otros. Estaban bien. Su vida era mejor al tener un lugar para las dos al terminar el día, donde dejar de lado al mundo con tal de quererse un rato a solas.

La señora habló en voz alta para llamar a Natsuki. Era intimidante tanta aceptación, estaba acostumbrada a defenderse, por eso no supo reaccionar ante la felicidad ajena, se acercó a su ahora suegra con la desconfianza como invitada principal, sin embargo, se dio cuenta pronto que sus palabras eran genuinas. Entonces sonrió más tranquila y sostuvo la cintura de Shizuru mientras recibía instrucciones sobre cómo debía cuidarla si no quería problemas con ella. Escuchó cada línea, cada oración, ni siquiera tomó en cuenta que ya hacía todo eso y más, se mantuvo atenta sin quitar la sonrisa porque por primera vez se sentía parte de algo más grande. Hasta el momento intentó mantenerse, flotando a la deriva, con amigas claro, pero sin una familia a la cual pedir permiso de nada, sin una madre que se preocupara por su bienestar o un padre protector como el de su novia; Shizuru era todo cuanto tenía, no pensaba dañarla.

—Pero sobretodo —iba diciendo—, recuerda que eres parte de la familia. Siempre puedes contar conmigo, a partir de ahora eres una hija más para mí.

No lloró. Quería hacerlo, pero en su lugar optó por sonreír y darle las gracias. Pensó en Nina, en sus amigas, en la persona frente a sí, en Satoru y en Shizuru. ¿Por qué no lo supo ver antes? Las preocupaciones de Mai por su salud, los regaños de Shizuru por su falta de cuidado, las travesuras en las que Nao la invitaba a participar...

Cuando salieron de la casa iba perdida en sus pensamientos y su novia no la molestó. Llegaron, cambiaron los zapatos incómodos por unas suaves pantuflas y calentaron la cena en el horno con el cual se quemó el pulgar por accidente. Shizuru río, lo sostuvo bajo el agua fría y unto una crema para evitarle una futura marca. ¿Qué más podía pedir? Era suficiente.


Respuestas a los reviews.

Leedoraespectral: Muchas gracias por todo, también a mí me da sentimiento que sea el final, pero me ha gustado mucho escribir esto. Nos estamos leyendo, un abrazo.

Angi'lk: ¡Hola! Gracias por el interés, pero de momento no tengo ninguna historia planeada sobre esta pareja, aunque igual uno que otro one shot sí lo tendrán por aquí. Aw, que dulce, muchos besitos para ti y un enorme abrazo. Felices fiestas (aunque ya atrasado, perdón). Hasta pronto.

Nicocchi17: Creo que todo está en su lugar ahora, gracias. Nos seguimos leyendo, saludos.

Estefan Ruiz: Y tienes razón, algunas cosas no tienen perdón. Gracias por los comentarios, por leer y estar aquí. Chao, fue un placer, que estés bien :3

1after909: Thank you so much! I forgot Shizuru's birthday haha my memory sucks. Anyway, see you next time!

Srto Schnee: Aww, muchas gracias, se siente bonito que lo digan :3

Setsuna M: Hice lo que pude para tenerlo rápido, aunque igual hubo cosas que me detuvieron, lo siento. De todas formas, espero lo hayas disfrutado, muchas gracias por todo. ¡Hasta pronto!

Chat'de'Lune: ¡Muchas gracias! Espero hayas disfrutado las fiestas. Nos seguimos leyendo, ¡hasta pronto!