Naruto no me pertenece, este fic sí.

ADVERTENCIA: Posible OoC.


Capítulo 5.

Con la Aldea Oculta Entre las Hojas asentándose cada vez más, Hashirama como el Hokage siempre debía encargarse de algo. Separar las misiones en sus respectivos rangos, decidir mediante los registros qué ninjas eran los más indicados para determinada misión, administrar los recursos para las infraestructuras, destinar fondos para los ninjas, los hospitales, tratar con el señor feudal para que no hiciera recortes, y leer una gran cantidad de reportes o otros tipos de insoportable papeleo.

Desde que se habían planteado candidatos para el puesto de Hokage, él no había dudado en que Madara era más apropiado como líder. Hashirama tenía a su hermano, a Mito y Naoki como su familia carnal viva. "Ya no tengo a nadie a quien proteger" el Uchiha había dicho pensando en todos sus hermanos muertos, pero como líder de Konoha, hubiera cuidado de una manera más directa a todos los aldeanos, mejor de lo que él lo estaba haciendo.

La gente tenía bastantes prejuicios que Madara se los había ganado. Él lo entendió y por ese motivo había aceptado ser el Primer Hokage, así además su amigo podría tener el tiempo necesario para darle motivos a todos de su adecuada personalidad, y conseguir ser el Segundo Hokage.

Comparando su anterior responsabilidad, ya no perdía tiempo creando estrategias militares para combatir contra otros clanes, peleando a diestra y siniestra. Sus ocupaciones eran más pasivas pero muy abarcativas. La atareada labor que ejercía provocaba que la tarea de Mito criando a su inquieto hijo de 6 años fuera muy cansadora también.

Naoki experimentaba el resultado de la formación de la aldea. El pequeño pintaba sin cesar, jugaba con niños de otros clanes a las escondidas y pedía tener hermanos en lugar de enterrarlos. Era un privilegio para él que su hijo viviera su infancia al máximo, lo que más lamentaba es que a costa de eso, él no pudiera compartir esos momentos que siempre imaginó tener con su primogénito.

La mayoría de las veces, encontraba a Mito más veces dormida que despierta en la habitación que ellos tenían en la mansión del Hokage. El orden que había evidenciaba que si él tenía su escritorio en repleto caos era por su innata desorganización. Ella conseguía la forma de no descuidar sus responsabilidades, a diferencia de él.

Revisó la habitación de su hijo, bien ordenada como el niño que, la mayoría de las veces, era obediente a su madre. El pequeño dormía sin miedo, en completa seguridad en el exterior como en el material de pesadillas.

La encontró dormida, pero para su sorpresa, ella descansaba en el diván en la sala de estar, cerca suyo estaba un libro abierto en la primera página. Su más pequeño descanso no lo podía usar para otra cosa que no fuera dormir agotada.

Él cortó la distancia, le tocó el hombro y comprobó que estaba en un sueño profundo. Por lo cual, envolvió con un brazo su espalda y con el otro rodeó desde abajo sus muslos, no le costó nada alzarla con su peso de pluma. Fueron hasta la alcoba despejada y arreglada, la depositó en el lado izquierdo de la cama, él se posicionó en el extremo derecho y se tapó con ella. Abrazó sus hombros hasta quedarse dormido, muy adormecido por la suave respiración de su compañera.

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Todas las funciones de Madara tuvieron que ser asignadas a otros, por lo que el Hokage se hallaba muy ocupado. Pero teniendo en cuenta quien era el líder de la Aldea, Mito comprendía que la ausencia de Hashirama no era para dedicarse en exclusiva a su trabajo. Él se estaba aislando por la tristeza en su estúpida oficina, marginando a su familia.

Ella recordaba bien las ocasiones, desde la partida de Madara, en las que lo había visto, se contaban con los dedos de la mano, y él repetía sus acciones como una máquina. Le sonreía sin fuerza, su voz era serena y falsa, mantenía unos diálogos vacíos que enseguida finalizaba volviendo a su trabajo, pero la diferencia que encontraba en cada encuentro es que cada vez parecía más muerto que vivo.

Para empeorar todo, Mito no tardó en descubrir que él había regresado a practicar un maldito pasatiempo, encontró suficiente evidencia para comprobar que Hashirama estaba apostando dinero. Él estaba rozando ya el fondo sin que nadie lograra pararlo. Evitaba hablar más de lo esencial con Tobirama, Naoki lo extrañaba demasiado.

Como si acumulara chakra para una batalla, reunió toda la paciencia, empatía, resolución y franqueza que tenía y entró en su oficina sin golpear la puerta, pero no hizo falta ya que estaba solo, muy absorbido en su trabajo.

Lo llamó, pero su falta de respuesta puso a prueba su autodominio, para ella sería muy desahogador tirar su escritorio por la ventana para que le prestara la merecida atención. Los gastos que darían un nuevo vidrio y sus códigos morales la frenaron.

—Tus sentimientos no son como tus células, Hashirama.

Hashirama se mostró confundido, la miró por fin, con una pizca de limitado interés—. No te entiendo, Mito.

—No vas a superar la ida de Madara si sigues alejándote de tu familia.

—No me estoy alejando, la Aldea precisa mi tiempo y energías.

—Lo sé, pero antes buscabas la forma para pasar tiempo conmigo y con tu hijo. Ahora, te las apañas buscando excusas para aislarte.

—No me puedes pedir que decida entre tú y la Aldea.

—Deja de ser un egoísta cobarde, esto no se trata de Konoha o de mí, estás mezclando todo —lo había pensado miles de veces, era muy probable que se había pasado de la raya insultando al Hokage y señor esposo, pero no se encogió.

—Este no es el lugar ni el momento para que discutamos.

—¿Cuándo lo será si sigues escapando?

—Vete —él cerró sus puertas y ella se imaginaba ante las cincos rashomon impenetrables que él invocaba, ella era una enemiga.

La seriedad de sus palabras intimidaba, no era común y tampoco era floja—Ya me marcho, pero antes —sacó de la manga de su kimono unos papeles y los puso a su vista en el mueble.

Eran tres dibujos, el primero los tenía a ellos tres como únicos protagonistas, agarrados de la mano y sonriendo, de fondo con un radiante sol amarillo y un gran arcoiris. El segundo era de Hashirama sentado en un banco con su hijo colocado en su regazo, había menos color y en los colores traspasaban los contornos del dibujo. El último dibujo los tenía a ellos dos al lado del otro, pero no se agarraban de las manos ni sonreían, estaba pintado muy tenuemente.

—Esos son dibujos de dos semanas de diferencia, pero no son actuales —ellos sabían que Naoki aunque tenía muchos dibujos imaginando escenarios, también plasmaba lo que veía y sentía—. En sus dibujos actuales no apareces.

Él abrió el cajón donde se ubicaban la infinidad de regalos de su hijo. La diferencia era abismal.

—Con tu actitud no recuperaras a Madara y perderás a tu hijo, como también te estás perdiendo a ti mismo.

Ella se fue, nunca volvió a tocar el tema.

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Madara volvió en varias ocasiones, siempre atacando la Aldea, atemorizando a los ninjas con su monstruoso poder e inestable personalidad destructiva. Hashirama jamás perdía las esperanzas de que Madara pudiera redimirse, pero nunca vio duda o culpa en sus acciones perjudiciales.

El ataque con el Kyubi recalcó que él usaría todos los medios para erradicar el sueño que con tanto sudor se había establecido. Entonces como protector de la Aldea y siendo el shinobi más poderoso tenía una elección clara, el bienestar de los ninjas primero.

Las habilidades sensoriales de Tobirama lo llevaron al Valle del Fin cuando se desvaneció la energía vital de Madara. Su hermano estaba tirado en el agua, apenas consciente. Sin lugar a dudas, el mayor enemigo de Konoha se desangraba por una puñalada letal.

Con él muerto, el único problema era plantear una solución segura con respecto al Kyubi. Por eso mismo, Mito, acompañada con shinobis especializados en sellado, se hallaban cerca comprobando que tan controlado estaba la bestia con cola con la técnica de sellado de Hashirama.

Grandes bestias salvajes eran selladas en recipientes como jarrones, teteras o cofres con indicaciones precisas. Pero en el caso de las bestias con cola, el contenedor debía ser un humano, este sujeto debía poseer una compatibilidad genética en su chakra para que el sellado fuera exitoso.

Apenas notaron que el sello se debilitó, el Kyubi arremetió con sus colas poniéndose de pie otra vez. Lucía más enfurecido recién liberado que durante el control del sharingan.

Estando libre, la seguridad de todos los aldeanos estaba en juego, las vidas de ellos mismos también serían erradicadas. Hashirama no podía encargarse ahora de eso, así que ella iba a sellar al zorro.

La bestia anaranjada tenía un tamaño imponente, todos los shinobis parecían hormigas esquivando sus pisadas y los golpes de sus colas. Su rugido los levantaba como si soplara simples hojas. Pero ella nunca olvidaría los preciados minutos que le otorgaron las distracciones de esos ninjas, así pudo liberar el chakra de su sello y encerrar a la bestia en un contenedor.

Sus cadenas de chakra aplastaban y sujetaban al biju mientras este forcejeaba y se retorcía, se aferraba a la tierra, rasgando el suelo con sus garras. Reteniendo el temblor de sus manos, realizó el jutsu sellando al Kyubi en ella. Para soportarlo más, pensó en todos sus seres queridos.

Siempre habían tomado las decisiones por ella, casarse, ser una excelente esposa y ser madre de muchos hijos. Mito había elegido amar a Hashirama y Naoki, aunque no fuera al instante. Lo que estaba haciendo ahora nadie se lo había pedido, ¿quien pensaría que la esposa del Hokage pudiera lograr algo así?, lo esencial era que ella sí creía en sus capacidades y que elegía hacerlo por que quería proteger a todos.

La energía del zorro se escapaba, al sentirla, se ahogó con su nauseabundo odio, trataba de ponerla a su merced para liberarse. Ella hizo un sello complementario con el primero, el animal arañaba una inútil brecha para escaparse de su prisión sin rendirse. Lo más impactante de todo no eran sus intimidantes rugidos sino sus rojizos ojos desbordando odio.

—Si usas tu poder, sólo vendrá odio de él. Estate tranquilo, muy dentro de mí —utilizando sus escasas reservas de chakra lo hizo dormir y se marchó, observando las expresiones de los otros ninjas, como si ella fuera el mismísimo zorro.

Ellos estaban a salvo, la Aldea también y en un pestañear aparecieron el Hokage con su hermano. Por un momento ella pensó que Hashirama no estaría vivo.

El excesivo uso de chakra le costaba mantenerse en pie, entre pararse sostenida de alguien y descansar unos momentos, prefería lo segundo. La sorprendió el repentino abrazo de Hashirama, se desmayó en sus brazos.

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La creencia era simple: un jinchuriki manteniendo a raya a su biju era un contenedor feliz, pues no se tenía en cuenta que aunque la persona compatible contuviera a la bestia con cola, no era un frasco hermético inalterable con su contenido, los humanos eran más frágiles que el vidrio. La realidad era más compleja.

Mito les había dicho que la presencia del Kyubi le permitía percibir las emociones negativas de las personas. En una charla diaria en su oficina con Naoki, este le reveló que se despertaba más temprano que su madre.

—Mamá se despierta muy tarde, a veces es mediodía y todavía está en la cama —agregó el pequeño con mucha preocupación

—¿Nunca trataste despertarla tú?

—Ayer lo intenté, pero se enojó mucho —mencionó muy decepcionado—. Ella me mintió.

—¿Te mintió?

—Dijo que no le pasaba nada. Tengo 7 años, pero no soy tonto, ella tiene algo.

—Ella no quiere preocuparte.

—Pero mentir no está bien.

—Ella tampoco, Naoki —hizo un ademán para que su hijo se acercara, aunque ya era un niño grande que estaba por cumplir 8 años, se sentó en su regazo y lo abrazó. Hashirama le dio unas reconfortantes palmaditas en la espalda y acarició su cabello. El niño amante de los colores tenía el cabello más esclarecido rozando un castaño claro.

—¿Cuándo va a curarse?

—No te puedo asegurar el cuándo, pero ella sanará; eso tenlo seguro; a su tiempo.

Unas horas de trabajo, papeles, misiones, más papeles, mediación entre los Uchiha y los Hyuga, y ya excesivos papeles después, él abandonó su escritorio.

Cuando llegó a su alcoba, probó su reacción y la saludo en un susurro. Se tapó a su lado y ella se giró con lentitud 180°quedando cara a cara.

—¿Qué me delató? —lo miró sin emoción, cansada y sin conciliar el sueño. Su aliento era caliente como el vapor de agua hervida y con fragancia a tilo.

—Tengo un excelente informante.

Mito casi produjo una risa sardónica—Soy un fracaso como esposa, te estoy preocupando —desvió los ojos rememorando las doctrinas de una esposa ideal.

—Creí que ya no te importaba ser una perfecta esposa.

—Ni siquiera me importa ser una mala madre.

—Yo no soy el padre del año.

—Es diferente, eres el Hokage.

—Y tú la jinchuriki del kyubi.

—El zorro está dormido, el problema no tiene nada que ver con la bestia, no directamente.

—¿"No directamente"?

Ella se calló, meditó en sus siguientes palabras, como si lo que pudiera decir a continuación fuera complicado.

—No me siento feliz, Hashirama. Estoy vacía.

—¿Desde el sellado del nueve colas?

Ella asintió indiferente.

—Hay que llenar ese vacío.

—¿Con qué?

—Con amor.

Ella lo miró juntando las cejas, turbada repitió su respuesta con duda, considerando su consejo como una maldita broma. Intentar que un Yamanaka se metiera en su cabeza parecía más razonable que la sugerencia de Hashirama.

—Eso sólo le sirve a alguien como tú.

—Alguien que mató a su mejor amigo por el bien de la Aldea y todos los día añora los momentos que pasaron construyendo su sueño.

Ella le dio la espalda mordiendo sus dientes, y dijo un frío buenas noches, que parecía más un cállate.

—Maldición, lo —trató de decir tocando su hombro.

Ella rechazó el gesto, empujó la sabana con bronca, como si fuera él quien recibiera esa fuerza. Sus pasos resonaban con fuerza en el piso yéndose de la habitación, sin mirar atrás la culpabilidad que deprimía a Hashirama.

Él se mantuvo boca arriba en la cama, oscilando entre ignorar el problema o levantarse para buscarla. Decidió tomar una tercera opción, darle algo de tiempo y luego encararla, a menos que ella volviera antes, un escenario imposible.

Se levantó más temprano de lo que solía hacer diariamente, él continuaba estando solo. Detectó el chakra de Mito en la cocina, cuando la vio notó que sus ojos no estaban enfocados en nada.

—Lamento haberte hablado así —ella lo miró desinteresada, sin ninguna emoción más que el aburrimiento.

—No importa, todo lo que dijiste es verdad —no sentía enojo, ni rencor. Su disculpa era inoficiosa para ella.

La luz oscura del cielo que reflejaba la ventana se volvía más luminosa, el sol iba a aparecer.

Hashirama agarró el brazo de Mito, con su gran fuerza el tirón la levantó y condujo fuera de la morada en un santiamén.

—Por favor, no vayas a lanzarme como la última vez —le dijo dirigiéndose a la ventana de su oficina con ella.

—¿Me reconociste? —estaba muy impactada por esa verdad, ella no le impidió guiarla.

—Recién caí cuando cumplimos algunos meses de casados —explicó y agregó—. No te lo dije porque temía que me vieras como un estúpido al no reconocerte antes.

—No pensé que lo recordarías —ella explicó.

—Jamás olvidaría ese encuentro —le sonrió y llegaron hasta el techo de la torre Hokage.

—¿A dónde quieres ir?

—Arriba de mi escultura.

—¿Para qué?

—Ya verás.

Con poca confianza lo siguió, él estaba sentado al borde de la cornisa, le pidió que hiciera lo mismo. Sin demasiada reticencia le hizo caso.

—¿Y ahora?

—Mira la vista —la luz se hizo más visible—. Y disfrutala.

Toda las casas y propiedades de Konoha eran encuadradas desde esa vista. Con la presencia luminosa del sol, muchas personas salían y se desplazaban. Algunos se movían en el piso, otros saltaban en los techos. Los pájaros volaban, el viento movía las hojas de los árboles. Conocidos se saludaban, personas abrían sus negocios, compraban víveres. Vivían en paz.

—Cuando me siento vacío —le dijo sin apartar la vista,—Me quedo contemplando que la aldea está a salvo —siendo realista mencionó—. Hay problemas entre clanes, el daimyo es muy miserable cuando quiere, a los shinobis no les gusta trabajar con kunoichis, y con los Kages de las aldeas vecinas llegar a acuerdos es difícil. Pero estos momentos donde veo la rutinaria y pacífica vida de los aldeanos, me hacen sentir orgulloso de ser su Hokage.

Ella no agregó nada, pero él escuchó sus gemidos y el moqueo de su nariz. Él se acercó más y ella apoyó por inercia su cabeza en su hombro. Para acomodarla mejor, él rodeó su brazo en su cintura. El paisaje era perfecto, sin artilugios. Así también era su relación, había defectos aquí y allá, complicaciones que rompían en tensiones, pero en conjunto no había nada más ideal para contemplar.


Últimas cosas para decir:

1- Por más pan de Dios que sea Hashi, Madara es su debilidad y punto.

2- Es altamente probable que Hashi haya estado un poco OoC, lo cual para mí es con razón por que las palabras de Mito lo acorralaron. Cuando una persona se aísla, no se puede ser tan frontal, sino te dan, minímanente, un puñetazo.

3- Hashi mató a su mejor amigo, yo le doy el derecho de sentir la pérdida.

4- Quise retractar ese vacío que, de anciana, Mito le dijo a Kushina. Lo asocié con el vacío de una persona con una leve depresión.

5- Lo de querer tirar el escritorio por la ventana es una referencia a Tsunade, jaja.

6- Anteriormente, mencioné conflictos leves que se resolvieron sin problemas. En esté último capítulo mi propósito fue mostrar situaciones más complejas y que no se resuelven en escenarios de 500 palabras.

7- Hashi y Mito se aman, pero si pienso que hay veces donde las conductas del otro los revientan.

8- La frase favorita de Hashi es "Paisajes de exuberante belleza. Perfectos, sin artilugios"

9- Aunque Mito sea dulce y afectuosa, para mí tiene carácter decidido. No es tan intensa como Kushina, Karin o Naruto, pero tampoco como Nagato. Para mí es bastante seria y tranquila.

10- Gracias por llegar hasta acá.

11- Hasta otra.