Naruto es propiedad de Kishimoto.

Este fic es un Regalo para mi Amiga Secreta NagatoYuki-chan para la Actividad especial del Foro La Aldea Oculta entre las Hojas


Capítulo 1

.

.

.

El 100 % de la población del país del Remolino eran Uzumaki. Eso significaba que ninja que vieras en la calle tenía el cabello rojo como una manzana. Por lógica, en una calle tan transitada como la que lleva a la propiedad de Ashida Uzumaki, verías miles de cabezas coloradas desplazándose.

Hashirama, sin darle importancia, destacaba y era observado por la mayoría de los ninjas, pero estaba muy ocupado notando las características de su entorno.

Aunque fueran parientes lejanos, los Uzumaki tenían peculiaridades. Él había visto a muchas niños practicando su control de chakra y técnicas básicas de sellado. Pero se alegró un poco al ver que algunos seguían jugando y divirtiéndose como los niños que eran.

La alegría era momentánea, esos pequeños no estarían para siempre juntos. Ellos se hallaban inocentemente siendo adiestrados para pelear como soldados, viendo todo como un inofensivo juego. Esa fantasía no hallaba punto de comparación con la realidad, él no imaginó el olor a sangre, la desesperación, el cansancio, el insomnio, la escasez de comida, Hashirama las vivió.

Sin proponérselo, había llegado a los límites de la isla, lugar sin "cabezas rojas" a la vista. La arena moldeaba sus pies, que parecían ser los únicos, pero él notó que había otras huellas recientes más pequeñas. Ese sendero terminó en la espalda de una niña que estaba cruzando la orilla.

La voz de las palmeras moviendo sus ramas, las olas espumosas chocando entre sí y el sonido del viento recorriendo la playa opacaban sus pasos en la arena. Pero ella, aún así, lo escuchó y se detuvo, sólo un oído entrenado podía hacer esa diferencia entre tantas sensaciones.

Lentamente, ella se dio la vuelta, su cara mostró cierto asombro y alivio cuando vio que Hashirama era el intruso. Pero no mostró interés en saber quien era su nuevo espectador, mas bien, salió huyendo.

—¡Espera! —gritó, alcanzándola en un instante, le agarró la muñeca—. ¿Por qué huyes? ¿no estas molesta conmigo? No quise espiarte —él era sincero, no quería tener problemas y se sentía muy culpable.

—¿Por qué me estabas espiando? —la niña preguntaba con desconfianza y seriedad, muy contrario a lo asustada que segundos antes parecía estar. Había que agregar que además casi destrozó su mano con un apretón. No había dudas, ella era una kunoichi.

—Es la primera vez que vengo aquí, no soy un Uzumaki cómo te das cuenta —esto último fue complementado con una pequeña risa.

Ella parecía satisfecha con su respuesta, pero tenía sus defensas alta para su preferencia.—Me estaba mojando los pies —aclaró ella.

—Quería meterte al mar, ¿no? —más que una duda, la interrogante era para qué ella confesara lo que él ya sabía. Su silencio demostraba que estaba acorralada.

Aunque ella negó aquella afirmación de inmediato, él ya había ideado un plan, asi que no insistió.

—¿Cómo te llamas? —ella no le respondió y Hashirama decidió ser educado y presentarse primero—. Soy —aunque no le permitió seguir, lo interrumpió.

—No hace falta —lo desconcertó y agregó—. Tú sabes que soy una Uzumaki y yo sé que tú no lo eres.

—Soy Senju Hashirama, tu primo lejano. Somos aliados, no enemigos —mencionó esperando que su recelo disminuyera.

—Bien por ti, si me disculpas —se despidió, pero no pudo irse lejos de la orilla.

El joven Senju agarró su mano en dirección al agua, corrió con chakra cubriendo sus pies y la arrastraba a ella. Ni los sonidos del momentos pudieron esconder el grito agudo de asombro que ella dio, rompiendo con la seriedad anterior.

Riendo mientras cruzaba el agua y sus olas, él fue sorprendido con una maniobra que lo zambulló al agua. Quién gritó ahí fue él.

Él permaneció el suficiente tiempo sumergido para que ella caminara con el objetivo de regresar a tierra firme. Lejos de ofenderse, Hashirama lo tomó como desafío, se acercó con más sigilo que el de un tiburón hasta que estuvo lo suficientemente cerca para alcanzar sus tobillos. Agarró sus talones y tiró con la fuerza necesaria para hundirla entera. Luego la soltó y emergió, segundos después, ella también.

Los pequeños rodetes de ella se desarmaron, el desprolijo pelo tapó y molestó su vista. Él vio una imagen que recibió con una carcajada más larga y fuerte.

Sacando los restos de su quisquilloso peinado, lo miró indignada, perdiendo los estribos con cada gesto suyo.—¡¿Qué diablos te pasa?! ¡Casi me ahogas!

—Tú hiciste lo mismo —la señaló con el dedo, levantando un poco de agua, la cual mojo la cara de la niña. Sin vergüenza y con descaro, volvió a reírse de ella.

Con poca paciencia, ella no lo dejo pasar.—Tragate esta —devolvió la ofensa con más líquido. Fue suficiente para que el flequillo de Hashirama quedara peinado para arriba descuidadamente.

Eso llevó a varias salpicadas más, algunos intentos de él de sumergirla por más tiempo y otros donde ella lo intentaba ahogar. Jugaron a una persecución submarina. Luego decidieron hacer una competencia de contener la respiración bajo el agua, para saber quién era superior.

—A la cuenta de tres, ambos nos sumergirnos, uno —levantó su arrugado pulgar—. Dos —no terminó de estirar el dedo índice que ella se sumergió—. Oye, no-

—¿Con quién hablas, hermano? —Tobirama apareció sosteniendo un cambio de ropa en los límites de la arena seca.

—¡Tobi! No percibí tu llegada, ¡tu sigilo está mejorando cada día!

—Pero tu concentración está empeorando cada vez más, hermano —se acercó, enorgulleciendo a Hashirama, desplazándose como si estuviera en un sendero plano—. Cámbiate la ropa, padre dijo que cenará con nosotros —al darse cuenta que la innombrable Uzumaki no se hallaba bajo el agua, se fue con su hermano a la orilla—.¿Quien era la niña?—Tobirama formuló de una manera distinta la pregunta.

—Del clan Uzumaki

—Eso ya lo sé.

Entonces, Hashirama comprendió que sabía tanto como su hermano sobre ella.

.

.

.

La cena había culminado con la orden de su padre de que empacaran sus cosas por que volverían al país del fuego. Hashirama no se había hecho muchas esperanzas de ver otra vez a la Uzumaki. Él se había vuelto a reencontrar con Madara muchos meses después de su primer encuentro.

Desde que habían salido de su lugar de estadía, él miraba con detenimiento a cualquier Uzumaki que se le cruzará en su rango visual. La búsqueda no logró ser fructífera, sólo había llegado a ilusionarlo.

Hasta que el barco no avanzó lejos del puerto, él no se dejó entristecer. Lamentó mucho no haber insistido con saber su nombre.

—… casarse con una Uzumaki —escuchó la última parte del diálogo de su padre.

—Para preservar la pureza del clan —conjeturó Tobirama

—Una razón secundaria, Tobirama. La alianza será más fuerte si hay un matrimonio establecido. Los Uzumaki no serán tan intransigibles a la hora de mostrar sus conocimientos más preciados —claramente él se refería los aclamados jutsus de sellado que tenían en su arsenal, a pesar de ser un clan muy pacifista y neutral en comparación de los Senju o Uchiha.

Aunque las alianzas permitían cierta lealtad entre clanes, eso sólo duraba el tiempo en que se le podía sacar algo al otro. Hashirama sabía que esos acuerdos duraban el tiempo en que los líderes tardaban en despedazarse entre sí.

Su padre, como el líder de los Senju, buscaba el bienestar de ellos siempre. Los ninjas del clan eran su responsabilidad, y ese puesto pasaría en un futuro a pertenecerle a su hermano y a él.

A Hashirama no le bastaba eso. No quería seguridad sólo para los suyos. No le bastaban alianzas efímeras y ventajosas entre clanes. Él buscaba un acuerdo con cada ninja del mundo de fraternizar como hermanos. Si él se volvía jefe de clan, lo hacía queriendo instruir a los suyos y esperando que Madara, su compañero en su sueño, colaborará como jefe de los Uchihas.

Si el casado con una Uzumaki fuera él ¿podría pensar su esposa como él? ¿nunca llegaría a hacerlo? Los matrimonios no necesitaban amor al principio. Pero si su futura esposa no compartiera la misma meta que él tenía, sería como vivir con su padre. Para cumplir sus objetivos, precisaba de alguien que pensara como él y Madara.

La única mujer Uzumaki que conocía era con la que había pasado el día. Era muy apresurado querer que ella fuera su esposa, pero la preferiría en lugar de una completa desconocida. Él no había pasado un momento tan estupendo en mucho tiempo y con alguien que no fuera de su clan, divertirse sin pensar cuánto tiempo duraría esa tranquilidad, sin pasar por su cabeza tener que ser ultra cuidadoso para no morir en el descuido.

Nada era seguro, él podría morir en su próxima misión o ella podría volverse su enemiga jurada. La vida era tan impredecible para que un deseo tan tonto como el de volverse a encontrar sucediera. Hashirama no controlaba todos los hechos, no era un dios, y hasta los dioses no tenían todo a su mano. Pero al no haber certeza, Hashirama no era pesimista.

Su mentalidad idealista no tenía pies ni cabeza en el mundo en el que él vivía, pero con lo impredecible que era su entorno, si él había conocido a un Uchiha con el mismo deseo de paz que él, cumpliría su sueño y volvería a ver a la niña. No le afectaba en nada no verla nunca más, pero aun así, él quería eso.

.

.

.

Mientras cada día su padre se iba haciendo más viejo, él se hacía más adulto. Butsuma perdía capacidad y Hashirama obtenía más. Los transcurridos años le sacarían su puesto como jefe de clan y se lo otorgarían a su hijo mayor.

El anuncio de su padre de un matrimonio arreglado, cinco años después de su viaje al País del Remolino, estaba a días de oficializarse con la llegada al País del Fuego de la novia, su familia y algunos ancianos importantes del clan Uzumaki para la cena de compromiso y presentación. En unos pocos meses él se casaría con una mujer que no conocía.

Todo sucedía tan deprisa por que el jefe del clan debía tener una correspondiente cantidad de herederos para que ante su futuro descenso, alguien lo suplantara. Era una deshonra si el linaje no se conservaba. Su padre era el claro ejemplo de un líder ideal, él había hecho todas las cosas "bien" para el clan. Muchos aseguraban que la alianza no se habría efectuado sin la intervención del aclamado patriarca.

Todos esperaban que él siguiera sus pasos, muchos llegaban al extremo de pensar que cualquier desvío de la trayectoria modelo de su progenitor lo llevaría al fracaso, por que eran tiempos de guerra y nada diferente se podía hacer.

Si su madre no hubiera fallecido siendo él tan joven, no sería tan inexperto en la comunicación con la mujeres. A pesar de ser producto de un matrimonio arreglado también, las sugerencias que su padre había llegado a darle eran muy ambiguas y no se aplicaban a su situación.

En pasadas visitas diplomáticas, él había intercambiado frases cordiales con ella y su hermano, Arashi. Pero siendo Hashirama el futuro próximo líder de los Senju, había tenido un terreno en común con Arashi, ya que también se esperaba que tomara el puesto de Ashida. No recordaba nada destacable de Mito, casi no distinguía su voz en sus recuerdos y no quería aferrarse a esa imagen dudosa. La gente podía cambiar de apariencia.

Aunque ya le quedaba poco tiempo como líder, su padre se había encargado de los asuntos legales para preparar el compromiso, como si él y ella fueran unos niños sin facultades propias. No eran jóvenes para salir a batallar pero si inexpertos para encargarse de eso. La excusa había sido que Hashirama se encargaría de los trámites de la ceremonia nupcial, aunque él sabía que trataría de meter su nariz.

Él comprendía que la mejor opinión que podía tener de Mito, sería la de él mismo. Pero se suponía que la manera como una mujer trataba a su padre, demostraba qué clase de esposa llegaría a ser. Siendo consciente que su padre en reiteradas ocasiones había interactuado con ella, le preguntó su opinión sobre qué tipo de mujer era.

—Uzumaki Mito tiene todo lo que tu necesitas, Hashirama —su padre nunca regalaba palabras para nadie, muy difícil era que se le escapara un elogio a menos que fuera algo muy evidente de mencionar. Pero sí desconfiaba de lo que su padre pensaba que él necesitaba—. Ella es tu opuesto —callada, reservada, seria, calmada, impasible fueron los primeros antónimos que vinieron a su cabeza. Pero su padre además agregó—. Es una mujer que sabe quedarse en su lugar.

Hashirama se vio metido en una secreta meditación, considerando cuál era el lugar de la esposa de un jefe de clan.

Pero el repentino aviso de que en sólo dos días, los Uzumaki aparecían, alborotó los alrededores del clan Senju.

.

.

.

Hashirama no era tímido, era conversador y muy buen orador a la hora de hablar en público. Sus palabras siempre tenían buen efecto en su audiencia por su costumbre de expresarse con el corazón.

Entonces, en definitiva se hallaba en un momento crítico. Sin problemas, saludó aplomado a los ancianos Uzumaki. En cambio, cuando la única mujer en el grupo de ninjas se le acercó, no supo qué decir mientras ella respetuosamente se inclinaba y le recitaba los mejores deseos de llevarse bien. En lugar de decir un gracias, aprobar esa esperanza o elogiarla, sólo se le ocurrió sonreír muy atontado. Años más tarde, Tobirama confesaría que esa había sido la cosa más estúpida que él había podido llegar a hacer.

A raíz de pequeñas miradas que él recibía de parte de varios ancianos Uzumaki, descubrió que quizás ellos lo estaban juzgando con exigencia. Durante la gran cena eso quedó confirmado, mientras los Senju recolectaban detalles de Mito, él era probado con esas miradas extranjeras, las cuales no les dio demasiada importancia.

A quien sí le prestó atención fue a ella. La observaba comiendo de una manera que la acción tan simple parecía un arte. Mito se veía preciosa, pero su postura perfecta tanto sentada como andando era un regalo a los ojos.

Él miraba con atención su frente, el sello yin lucía en ella más como una joya que como una herramienta ninja. Como kunoichi seguro era mortal.

Ella miró en un oportuno momento a su prometido, sus ojos negros eran suaves ante las pulidas dilatadas de él. Muy avergonzado de parecer descortés e intrusivo, él apartó su directa mirada, aunque la siguió notando el resto de la velada, al igual que muchos en la cena, desde el líder Senju y toda su familia como la gente que la conocía.

Ella desde que habían salido de la isla había estado siendo analizada por los suyos, cuando desembarcaron esas advertencia silenciosas se intensificaron con la llegada de los ninjas del país del Fuego.

Sólo debía cometer un error y al igual que papel arrugado, no volvería su reputación a ser la misma, eso siempre le dijeron. La cantidad de personas que la estaban juzgando durante la cena era grande, era sólo un número, pero la ponía muy nerviosa.

En circunstancias como esa, ella hizo lo que con el tiempo aprendió por necesidad a hacer. Como si tuviera un pergamino, selló todas sus debilidades, y con su fuerza de voluntad, procuró que esas inseguridad no salieran.

Le devolvió la mirada al hombre que iba a ser su esposo, este por fin dejó de ponerla nerviosa con sus constantes observaciones. Todos sabían por oídas y por anécdotas de Senju Hashirama, poderoso guerrero como ninguno. Pero ella notó, durante toda la velada, que él no había cambiado desde que era un adolescente descubriendo por primera vez su país.

Él como antes la intrigaba.


En el siguiente capítulo sucede la boda y ¿la luna de miel?

Cualquier error o duda, puedes comentar.