Disclaimer: Ninguno de los personajes de ATLA ni LOK me pertenecen. Todos son propiedad de Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko.

Nota De Autor: Una vez más estamos por aquí y la verdad es que me he propuesto que este fic realmente lo vaya a terminar, lo cierto es que lo quiero terminar porque es un bello regalo para la autora que más admiro y que justo este bello día cumple años Devil-In-my-shoes. Espero que este Fic te agrade, la verdad no estaba muy segura de si ofrecerte este como regalo u otro que tuviera una temática diferente pero en verdad espero que te guste. De la misma manera espero que a todo aquel que lo lea no crea que es tan cliché y me dejen un lindo review.

Cuernos Y Alas

¿Alguna vez has escuchado de los demonios y los ángeles? Me dirás que son ese cliché tan conocido pero lo cierto es que están entre nosotros, el ángel de la guarda, los arcángeles, los demonios y los esbirros, todos ellos se encuentran presentes en nuestro día a día, el día de hoy quiero que conozcas esta historia de un demonio…

Capítulo I: Zaofu

Cuenta la leyenda que hace tiempo, mucho tiempo un demonio logró lo que ninguno otro había logrado…

Nuestra historia comienza en el infierno, entre el aroma putrefacto de carne podrida y azufre, en ese abismo un demonio yacía encadenado al suelo.

—Vaya, vaya, quien iba a decir que alguien con tu pasado llegaría a convertirse en demonio en lugar de pagar su condena— Se acercó la mujer de cabellos negros y labios carmesí.

— ¿Quién eres tú?— Preguntó con rabia contenida.

— ¿Yo?, bien mi nombre es Asami, pero me conocen de una forma más convencional, soy el diablo, satanás, lucifer, luzbel— Se presentó con burla— Pero tú Kuvira, puedes llamarme ama, me perteneces ahora.

—Yo no le sirvo a nadie más que a mí misma— Soltó una risa gélida.

—Pues eso va a cambiar, tú me sirves a mi hasta que me sea conveniente que sea de esa manera— Comenzó a reír con malicia.

— ¿Y qué gano yo?

—Qué no desaparezca tu alma— Desestimó— Por algún motivo has aparecido aquí como un demonio luego de tú muerte.— Explicó— Lo que hiciste fue terrible, debiste aparecer en el noveno circulo cubierta por el eterno hielo pero no, ahora has renacido como una lacaya mía, así que más te vale que valgas la pena puesto que tu castigo es el peor de todos… Y Aún no es tarde para enviarte allí

—Yo no hice nada que no se merecieran— Suspiró levantándose y acercándose a la mujer.

La mujer en cuestión vestía con un vestido rojo que le llegaba a medio muslo dejando poco a la imaginación, con botas negras y dos cuernos de carnero sobresaliendo de su frente y una juguetona cola puntiaguda negra.

—Y eso me complace, fuiste muy hábil admito haberte observado mucho tiempo y me deleite con cada minuto en ese hogar donde tú corazón se oscureció hasta convertirte en la persona que fuiste— Ronrroneó quitando las cadenas de la mujer con un chasquido de dedos de su parte.

En silenció el demonio guío a la mujer por las cavernas del averno y llegaron hasta un lugar donde con un trono de cristal negro se encontraba lleno de llamas flotantes que iluminaban la habitación.

—Te he traído conmigo porque quiero que me sirvas y me servirás.

—Yo le digo que no sirvo a nadie que no sea yo misma— Volvió a replicar.

—Todos tienen un precio querida— Sonrió sentándose en el trono con calma.

—No me venderé tan fácil— Murmuró.

—Yo te propongo algo, puedes hacer todo lo que quieras, tener lo que desees, claro que a cambio de tentar y hacer caer bajo el pecado a todo aquel que yo te indique— Hizo aparecer una copa en su mano. —Tendrás lo que sea tú voluntad en el mundo terrenal siempre y cuando sigas mis órdenes yo te daré todo, el mundo entero… la cabeza de aquellos que te mataron— Bebió de su copa esperando a que la otra meditara sus palabras.

— ¿Lo qué yo desee?— Sonrió

—Todo lo que tú quieras— Comenzó mover en círculos su copa.

— ¿Qué debo hacer exactamente?— La miró más interesada.

—Oscurecer el corazón de los que te rodeen, incitarlos a hacer cosas que vayan en contra de la religión, sembrar el caos en cada tierra que pisen tus pies— Explicó— Tendrás apoyo de tú nuevo ser, ahora eres un demonio con la capacidad de cambiar tu figura física a tu conveniencia, eres irresistible tanto para varones como para mujeres, eres fuerte, hábil con la capacidad de pelear con la fuerza de cien hombres, eres inmortal pero no por eso dejarás de sentir dolor, sin embargo puedes incluso realizar pociones y recolectar almas a cambio de ellas.

— ¿Habrá más demonios estorbándome?— Interrogó.

—Cuidare que ese no sea tu caso— La miró— Tu eres especial Kuvira… Nadie se meterá en tu trabajo.

—Es un trato ¿Cuándo comienzo?— Sonrió embriagada.

—Ahora mismo, mira qué curioso, justo en la tierra donde te han matado, sorpréndeme querida, quiero ver como aprovecharás tus poderes, solo dime que necesitas para proceder.

—Una Espada bien afilada, un caballo, una armadura, una casa y algo de tiempo.

—Perfecto— La mujer chasqueo los dedos apareciendo en Kuvira todas sus exigencia— Te apareceré en tu nuevo hogar, podrás comunicarte conmigo dejando caer tu sangre sobre un crucifico al revés

—Bien, estoy segura que le gustará lo que haré por usted señora.

—Eso espero Kuvira— La miró la demonio apareciéndola en el mundo terrenal.

Kuvira miró a su alrededor y palpó su cuerpo estaba de nuevo viva y esta vez nadie se interpondría en sus planes. Entró a su nuevo hogar proporcionado por su nueva ama y sonrió al notar la elegancia de la casa, tomó un saco con dinero que se encontraba en la mesa del comedor y leyó la nota que estaba allí

"El Dinero lo puede todo, por si las cosas llegan a dificultarse"

Asami.

Suspiró y ató la bolsa de monedas en su cinturón al lado de la vaina de su espada y salió de la casa para irse montada en su caballo rumbo al pueblo, tenía una gran idea para crear el caos. Pero primero iría al mercado.

Llegó hasta el palacio donde se escabulló hacía el interior del palacio ocultándose en las sombras, una vez dentro fue hasta los aposentos de Suyin y su padre con cuidado y colocó una colección de venenos en el baúl de su madrastra, así de la misma manera pasó por el despacho de su padre y vertió otro frasco de veneno en la botella de licor que usualmente consumía su padre. El último paso sería poder acercarse a su hermana, lo más difícil.

Se escondió entre las sombras en el pasillo que daba a la cocina aguardando que un sirviente pasara con la merienda, de memoria sabía que Opal merendaba a las 3 en punto en su habitación, miró al sirviente pasar y lo amagó tapándole la boca y desmayándolo con un golpe en la nuca. De esa manera probó su poder de transformación adoptando la imagen del sirviente.

Salió del armario donde lo había dejado y tomó la merienda tarareando una canción hasta llegar donde la princesa, dejó la merienda y la sirvió para la chica y espero a que esta probara la comida.

—Está perfecto, puedes retirarte— Le informó y ella solo asintió encaminándose a la puerta mirando en el camino la capa que su hermana normalmente utilizaba dejando el frasco vacío de veneno en el bolsillo que poseía.

Sonrió para pasar a su vieja habitación con la figura del sirviente escuchando accidentalmente una charla en la biblioteca la cual estaba cerca de su habitación.

— ¿Cómo maldita sea diremos que la has matado Bolin?— Interrogó la reina al joven soldado.

—No lo sé su majestad, pero no creo que importe mucho si decimos que fue en defensa de la princesa— Dijo con prontitud.

—Sí, pero te recuerdo que asesinaste a la primera en la sucesión sanguínea del trono y la primera hija del rey— Gruñó.

—Podemos decir que se ha escapado del reino porque no deseaba un matrimonio forzado— Pensó Bolin.

— ¡Perfecto!— Exclamó a reina— Así no debemos de preocuparnos más.

La demonio escuchaba atentamente la conversación «No cuentes con eso querida madrastra » Sonrió pensando en lo mucho que disfrutaría ver caer a Suyin, pronto su plan comenzaría y finalmente su madrastra sufriría.

Fue directo a su habitación y se vistió con sus viejas ropas de noble, procedió luego a tomar una daga para apuñalarse así misma en el torso, se hizo un par de golpes en el rostro con la empuñadura de la daga, destrozó sus prendas para posteriormente se acercarse a la chimenea de su antigua habitación tomando ceniza para ponerla en sus ropas y su rostro y finalmente despeinó su cabello. Se miró entonces al espejo con marco de oro, se veía miserable, siendo eso justo lo que necesitaba.

Salió del palacio sigilosamente y se echó a correr por las calles del pueblo pidiendo ayuda llamando rápidamente la atención de sus soldados y algunas comerciantes del pueblo. Cayó al suelo sintiendo el dolor de su herida y un par de jóvenes la ayudaron al notar de quien se trataba.

—Capitana… ¿Se encuentra bien capitana?— Preguntó una joven cortesana de cabellos castaños y ojos cafés colocando su cabeza en su regazo.

—La reina… Ella, ellos, querían matarme— Jadeó con cansancio.

—Capitana — Exclamaron algunos guardias al verla.

Un mercader que tenía su puesto justo al lado de su hogar se acercó al escuchar el alborotó, entonces se apresuró a llamar a los guardias.

—Llevenla dentro de mi casa, allí podrán curarla, rápido— Los guío el hombre regordete.

Los guardias tomaron con cuidado a la militar cargándola hasta el interior de la casa recostándola en un sillón donde el mercader se apresuró a preparar remedios mientras que la cortesana limpiaba la sangre y el polvo de sus heridas.

Después de algún tiempo entre quejidos de dolor la joven capitana, la cortesana, los guardias y los mercaderes se acercaron con la soldado para saber que era lo que le había sucedido.

—Capitana ¿Qué fue lo que le ocurrió?— La miró una mujer regordeta y de cabellos rubios.

—La Reina…— Suspiró— La escuché decir que mataría a mi padre, el rey y cuando me descubrió me encerró en los calabozos para torturarme, planeaba matarme pero logré huir antes, pero temo por mi padre.

—Pero…— La miró uno de sus soldados— capitana eso es algo sumamente grave, una acusación muy atrevida.

—No lo diría si no fuera verdad soldado— Lo observó— No estoy segura cuando ejecutará su plan, pero yo debo detenerla o colocará a mi hermanastra Opal en el trono y entonces solo dios podrá apiadarse de nuestra alma.

—Si es verdad, será un horror— Se tapó el rostro con las manos otra mercader.

—Pero ¿cómo es que puede existir tanta maldad en una persona?— Suspiró el hombre dueño de la casa.

—No lo sé, pero debo entrar al palacio antes de que eso suceda pero me han vetado del palacio— Se lamentó la capitana.

—Usted no se preocupe, nosotros la haremos entrar al palacio, evitaremos la muerte del rey— Aseguró el guardia.

—Mil gracias soldados, yo se los pagaré con creces— Sonrió.

Y así fue como ella fue llevada al palacio donde alertó a los demás guardias de la traición pidiendo que mantuvieran vigilados a Bolin, Opal y Suyin, así fue que en el anochecer se vistió de guardia y junto a los guardias espió el despacho de su padre fue entonces que escuchó a Suyin gritando y clamando ayuda para su esposo.

— ¡Asesina!— exclamó quitando el yelmo de su cabeza dejándose ver— Sujétenla esa mujer ha matado al rey

—Kuvira… Pero tú, no puede ser— se sorprendió al mirar el rostro de la pelinegra— ¡Tú deberías estar muerta!

—No querida madrastra, llegué tarde pero créeme pagarás por haber matado a mi querido padre— Exclamó con lágrimas en los ojos.

Esta derramó más lágrimas acercándose al rey arrodillándose allí a su lado para acariciar el rostro de su padre con las manos temblorosas para romper en llanto abrazando con fuerza el cadáver, descargando así su dolor mientras que la mayor sujetada por los guardias admiraba estupefacta el cuerpo vivo que había enterrado apenas cinco días atrás.
Cuando Kuvira dejó de lamentarse por la muerte de su padre miró con aún más rabia a Suyin limpiando sus lágrimas y esperando a que trajeran a Opal y a Bolin.

— ¡Maldita que le has hecho a mi padre!— Exclamó Opal tratando de soltarse de los guardias al mirar el cuerpo tendido en medio del estudio con su cáliz derramado.

— ¿Yo? ¡Ustedes traidores, malditos, yo confiaba en los tres!— Les gritó con rabia— Eran familia, mi familia y me han acuchillado por la espalda con este crimen tan vil y bajo, pero lo comprobaré, les demostraré a todos que ustedes tres son los culpables.

Comenzó a caminar siendo seguida por sus guardias hasta la habitación de los reyes sacando del baúl de Suyin los venenos.

—Eso no es mío— Negó rápidamente Suyin.

— ¿Para que querría la reina una colección de venenos, donde falta precisamente un frasco?— Preguntó a voz alzada acercándose a su hermana arrancando la capa de su cuerpo— Oh ¿Y qué es esto?— Preguntó con ironía sacando el frasco faltante— El frasco perdido y completamente vacío.

— ¿Cómo creen que sería capaz de matar a mi propio padre?— Preguntó Opal al borde del llanto— No podría.

—Pero lo has hecho— Sentenció Kuvira.

—Pero yo no tengo nada que ver en esto— Exclamó Bolin nervioso.

—Tienes mucho que ver Bolin, tu creíste haberme matado, pero no has podido— Lo encaró— Y los tres pagarán caro, lo que han hecho se llama traición… Ahora llévense a estos traidores de mi vista, serán juzgados luego del entierro— ordenó a los guardias.

La mujer se fue caminando al despacho del rey donde tomó el licor y lo vertió sobre una maceta para buscar otro en la cava y servir una copa, miró el reino con sentimientos encontrados, lo que siempre soñó estaba sucediendo, por fin sería reina de lo que le correspondía por derecho real y que se le hubiera sido arrebatado de no ser por su inesperado renacimiento como demonio… Su reinado comenzaba ahora.

Kuvira fue coronada finalmente tras la muerte de su padre y enjuició a su madrastra, hermana y al que fuese su mano derecha en el ejercito condenados los tres a la horca.
Cuanto disfrutó la joven al ver los tres cadáveres de las personas que más la habían atormentado aunque lamento de alguna manera que Bolin muriese igual por servir tan fielmente a su hermana.

El reino de Zaofu se convirtió gracias a Kuvira en una potencia militar que fue conquistando cuanto reino se le interpusiera en su camino extendiéndose a las laderas del imperio tierra, las aguas del reino agua y las playas del reino del fuego, Zaofu jamás había sido tan poderoso todo a cargo de su invencible reina, quien marchaba victoriosa tras cada derrota del enemigo.

De alguna manera las personas del pueblo eran felices, nunca habían tenido tanta riqueza y nunca habían poseído un esclavo personal salido de las conquistas del reino, pues eso prometió su reina, que no tendrían que volver a preocuparse pues si la seguían a la guerra serían dichosos como nunca en su vida lo hubieran sido.

Entre las tropas de la reina era bien conocido que dejaba a sus soldados ser felices con las mujeres que capturaban en cada reino para luego ser matadas por ellos mismos y las más hermosas eran seleccionadas especialmente por ella para ser llevabas al palacio con ella… Kuvira era una desgraciada, pero un desgraciada que mantenía feliz a su reino y sus soldados, pronto la religión en su reino era tan extraña que solo los más devotos asistían a la catedral de Zaofu.

Y así sentada en su despacho disfrutando de un vino luego de pasar la noche con una esclava miraba la lejanía, tomó el rosario de la biblia de su padre y lo volteó de cabeza y cortó su mano colocando la cortada encima de la cruz para dejar caer la sangre en ella.

Después de diez años la llamó a la persona que prometió rendir cuentas, no había noche en que no pensara en el daño que había hecho, las personas que había traicionado, pero era como si sus sentimientos "humanos" hubiesen desaparecido, puesto que no se sentía culpable, en ningún momento se sintió de esa manera, por el contrario quería más, más dolor, más sufrimiento cada vez que pensaba en ello deseaba reír con desquicio.

—Haz tardado demasiado en llamarme cariño— Se sentó frente a ella en el escritorio.

—Si, pero no quería llamarte hasta que todo estuviera completo, detesto dejar las cosas a medias— Desestimó de manera indiferente.

—Y veo que no has dejado cabos sueltos, me encuentro muy complacida con tu trabajo, en el cielo están que se mueren de la preocupación— Comenzó a reír divertidamente— Tu pueblo está todo condenado, no hay ni una alma limpia, todos están corrompidos y no pueden salvar sus almas— Celebró— Debo agradecerte pero tengo noticias para ti.

— ¿Así?— La observó.

—Un ejército se acerca a tus tierras, un alado los comanda y muchos de sus soldados son los ángeles guardianes de todos los que has corrompido, claro que hay mortales, pero esta no será una batalla común.

—Perderán— Le restó importancia.

—No exactamente— La miró con calma — Quiero que pierdas… deja que tu ejercito pierda, de igual manera esas personas están todas condenadas, no tienen salvación sus almas me pertenecen, así que tú lucharás, eso es claro pero finge tu muerte para que los aniquilen a todos.

— ¿Y qué haré yo luego de eso?— La miró con algo de inconformidad.

—Te espera otro reino y allí sembrarás el caos de nuevo…

—Bien.

—Esa es mi chica— La animó la diabla.

Esa fue la última plática que tuvo antes de guiar a su ejército en el encuentro del otro batallón, todos con armaduras blancas y estandartes de cruces doradas, eran ridículos, pero lo que más le hizo gracia fue mirar a la general que ciertamente tenía una energía bastante grande, celestial y pura.

— ¡Reino de Zaofu! Les damos la opción de rendirse ante el reino Hawa y el mandato de la reina Yangchen o sufrir bajo la espada de nuestro ejército purificador para liberarlos de su pasado oscuro.

La joven era delgada aunque no muy alta, usaba su cabello recogido en un chongo con una peineta de alas de ángel, sus ojos eran cafés, su mirada era helada cual glaciar, estaba determinada a acabar con todo eso.

—No vamos a rendirnos ¡Pelearemos hasta la última gota de sangre!— Exclamó Kuvira— ¡Por Zaofu! ¡Al ataque!— Exclamó embraveciendo a su ejército.

Caminó entre los soldados peleando entre si quitándose de encima a los que se acercaban a ella con intenciones de matarla, entonces por primera vez mató un ángel, uno de ellos se lanzó en su contra Kuvira simplemente bloqueó el ataque con su espada y lo empujó contra el suelo clavándole la espada en la cabeza. Bello fue el momento en que miró la sangre corriendo por la hoja de su espada la enloqueció causando que matara más desenfrenadamente descabezando soldados y arrancando miembros.

Pronto se encontró con un joven ángel el cual yacía sin su arma tirado en el suelo esperando el golpe final de parte de la demonio.

— ¡Yo seré tu oponente! — Exclamó la general deteniendo a Kuvira de matar a un soldado joven— Lucha conmigo.

—Eres valiente al pedir eso, muchos suplican no estar en tu lugar querida ángel— Comenzó a reír con locura, el recogido de su pelo había desaparecido y la oscura cascada de color ébano caía sobre su espalda despreocupadamente.

—No te tengo miedo Kuvira… No eres más que un demonio que esta embriagado con poder, con la venganza y el odio que su ser mortal recopiló— Suspiró— pronto te darás cuenta de que estás destinada a perder bajo mi amo.—Se lanzó a atacarla con la estocada directa a su cabeza.

—Eres débil— Bloqueó su ataque y la empujó con fuerza.

—Ya verás— Gruñó la ángel comenzando a estocar a la demonio.

Estocadas a cada punto vital que la demonio cubría sin dificultad, hasta que la pelinegra comenzó a atacar, lanzó un golpe hacía el pecho de su oponente el cual fue bloqueado, sujetó con su mano libre el brazo de la ángel que sostenía la espada colocando su pie en el pecho de la más baja para empujarla al suelo.

No pudo evitar comenzar a reír al ver el rostro de incertidumbre de la pobre ángel al ver que su arma se había ido de su alcance, Kuvira por su parte solo estaba jugando, quería hacer tiempo a que su ejército fuera aniquilado pero por eso aprovecharía su fortuita lucha con la chica ángel.
Esta se levantó del suelo corriendo por su espada y lanzándose contra ella, Kuvira solo abrió los brazos sin cubrirse permitiéndole amplitud total de herirla a la arcángel, la cual clavó su espada en el torso de la otra mientras que escuchaba sus risas desenfrenadas.

— ¿De qué te ríes?— Exclamó clavando más la espada— ¡contesta!

— ¿Crees que un angelucho como tú me ha vencido?— La miró con sus ojos brillando con ferocidad— Te he dejado ganar ángel… Nunca fue mi objetivo derrotarte— Tomó el hombro de la chica que la veía sorprendida y arrancó el collar de cruz que llevaba al cuello, volteó la cruz y la llenó de la sangre que emanaba de su herida.

— ¿Qué?— Se separó bruscamente de la demonio mirando cómo frente a ella aparecía Asami con una sonrisa complacida y burlona— Tú— Exclamó— Luzbel… maldita traidora.

—Preferiría que ahora me llamen Asami, me gusta más— le lanzó un beso— Pero solo he venido por mi demonio, nos vemos querida Jinora.

—No ¡Espera ahí, cobarde!— exclamó al verlas desaparecer.

Se quedó allí mirando el rastro de llamas que había quedado en el suelo y entonces la luz del sol la iluminó notando que habían ganado la batalla… Pero no la guerra y aún había muchas cosas que arreglar.

Pero si de algo estaba segura era de que volvería a ver a Kuvira.

No obstante no entendía porque esa victoria le sabía tanto a derrota, tomó su espada con ambas manos y con un grito de odio y desesperación la clavó contra el suelo causando que una ola de luz llenara el lugar.

Kuvira sería su enemigo más difícil de vencer.

Eso solo había comenzado.

Continuará…