Nota de autora: ¡Hola! De verdad siento mucho estar demorándome tanto para actualizar mis historias... La vida de adulto me deja poco tiempo, inspiración y energías. Mi estado anímico tampoco ha sido el mejor estos meses pero bueno, aquí estoy dando señales de vida... Respecto a Cherry Popper... Pues, lamento informarles que no tengo idea de cuándo estaré actualizando. La idea está allí en mi cabeza, solo es cosa de que me ponga a escribir, pero como ya mencioné eso no ha sido muy fácil. En fin, disfruten de este capítulo final de momento y animen a esta humilde escritora con sus reviews, ¿sí? Disfruten la lectura.


—Ya deja de sonreír así… Ni siquiera soy yo la que sonríe de esa forma y fui quien tuvo un orgasmo. —dijo Bonnie dándole un ligero empujón a Marceline, quien ni se inmutó y siguió sonriendo de oreja a oreja con la misma expresión de alguien que acaba de pegarle al premio mayor.

—No puedo evitarlo. —se excusó ella pronunciando aún más su sonrisa hasta que más bien parecía un gato que acababa de devorarse al canario.

—Aún no puedo creer que me hayas convencido de eso.

—No tiene nada de malo. —su amiga se encogió de hombros.

—No digo que sea malo… Es sólo que nunca lo había hecho… Fue vergonzoso y muy placentero.

—Pero… Volverás a hacerlo, ¿cierto? —preguntó Marceline con un poco de temor por la posible respuesta.

Pero Bonnie se quedó callada, caminando con las manos entrelazadas a su espalda. Parecía bastante pensativa.

Dos horas antes llegó a la habitación que compartía con la otra muchacha para encontrarla sentada frente a su escritorio, concentrada mientras escribía en su computadora. Bonnie se paró junto a ella, observando hasta que Marcy dejó de escribir y volteó a verla con parsimonia, con la ceja alzada y dando un respingo cuando su amiga le plantó un beso cálido y cargado de lujuria. Unos diez minutos después, Marceline estaba sobre ella, pasando su dedo pulgar por la abertura de Bonnie y deslizándolo con suavidad hasta su clítoris, hasta que estuvo satisfecha con lo mojada que estaba y finalmente probándola con un lengüetazo superficial, casi tímido que la hizo suspirar.

—Estaba pensando…

— ¿Justo ahora? ¿Es en serio? —preguntó Bonnie con la voz entrecortada y Marceline giró los ojos.

—Como decía, estaba pensando en que me gustaría que… Uhm… —se sonrojó y Bonnie se apoyó en sus antebrazos para poder verla mejor, sintiendo un cosquilleo al verla tan azorada. Nunca iba a decirlo en voz alta, pero verla así tan tímida le daba un placer perverso que jamás había experimentado e incluso le asustaba.

— ¿Y bien? —preguntó con impaciencia mientras resistía el impulso de tomar a Marceline del cabello y empujarle la cabeza para que continuara con su labor cuando vio que la chica no parecía tener intenciones de seguir hablando.

—Quiero que te… —pasó un sonoro trago de saliva. —Que te… ¿Y si te sientas en mi cara?

Bonnibel no sabía cómo reaccionar ante esto. Abrió los ojos desmesuradamente al principio, considerando qué responder y descubriendo enseguida que estaba muda y no tenía idea de qué decir.

—No. —terminó replicando.

Pensó que Marceline tal vez protestaría, que se enojaría y dejaría lo que estaba haciendo —muy para su pesar —o que cuando menos pondría cara de decepción… En cambio sólo adoptó una expresión pensativa con un dejo de neutralidad y después de eternos segundos, asintió y sonrió con ligereza.

—Bien. —y entonces regresó a lamer a Bonnibel, quien soltó un gritito por la sorpresa y pronto estuvo jadeando. Y de repente cuando comenzaba a perder el control, Marcy paró abruptamente para colocar su cuerpo encima de ella, con el cabello cayéndole a ambos lados de la cara y formando una oscura cortina negra que les dejaba en penumbra.

—Quiero que te sientes en mi cara. —repitió.

Y si Bonnie no hubiese estado tan excitada habría notado el tono resuelto con el que había pronunciado esas palabras, dejándole saber que no habría aceptado un 'no' por respuesta.

— ¿Qué? Ya te dije que no. —respondió con la voz entrecortada.

—Anda.

—Que no.

Permaneció ahí, con los rojizos ojos entornados y una expresión ligeramente molesta en la cara.

—Bien. —y volvió a bajarse, continuando con lo suyo, cambiando de velocidad como sabía que a Bonnie le gustaba y justo cuando ya la tenía aferrada a los bordes de la cama, volvió a acomodarse para quedar cara a cara con ella.

— ¿Pero qué…?

— ¿Y ahora? —preguntó poniendo su mejor cara de inocencia.

La habría fulminado con la mirada, pero no le resultó… Seguro no se veía muy amenazadora con la respiración agitada y los ojos desenfocados debido al placer que hasta hacía un segundo sentía. Con mucho esfuerzo logró articular una respuesta después de pensarlo por un instante.

—Tienes cinco segundos para hacer que me guste. —le dijo haciendo que se recostara y acomodándose para quedar justo sobre la cara de Marceline.

En realidad sólo necesitó unos dos segundos: colocó una mano en cada muslo de Bonnibel y continuó con lo que hacía anteriormente, pero ahora teniendo mayor libertad para lamer por donde quisiese. Bonnie soltó un gritito agudo y tuvo un espasmo, pero Marcy la mantuvo en su lugar e introdujo su lengua.

—Ay, por… —reprimió un gemido y comenzó a moverse en sincronía con esa lengua a la que podía sentir moviéndose en su interior. Pasó unos minutos absorta en la sensación cuando notó que Marceline sólo le sostenía una pierna y volteó a ver qué hacía con la mano libre.

Lo que vio casi le hizo llegar al orgasmo en ese momento: Marcy se frotaba el falo con ahínco, moviendo la pelvis al compás de su mano y Bonnie sintió la respiración de esta tornándose errática. Marceline tenía un tacto frío por su condición sobrenatural, pero su aliento era agradablemente cálido y le hizo estrujar el cabello azabache que estaba desparramado sobre las almohadas. Comenzó a moverse con más velocidad sin detenerse a pensar si podía ahogar a su compañera… ¿Un semi-demonio se podía ahogar? Lo creía poco probable y si acaso Marcy gruñó como un animal para externar su aprobación mientras Bonnie lograba llegar al clímax y quedaba como un guiñapo, con las piernas temblorosas y pocas fuerzas para acomodarse a su lado. Respiraba profundamente, intentando recuperarse, cuando notó que Marcy también había logrado terminar, y ahora tenía la mano manchada.

—Hmm… —la morena frunció el ceño y se hizo a un lado para buscar algo con qué limpiarse en un cajón. Sacó una caja de pañuelos desechables y se ocupó en ello.

—Eso fue… Diferente. —susurró Bonnie desde donde seguía tendida.

Marceline no le respondió, sólo siguió limpiándose y tiró el papel usado al cesto de basura. Permaneció sentada unos segundos más, como si meditara profundamente acerca de un tema, tomó aire y Bonnie pensó que diría algo súper importante pero solo le preguntó:

— ¿Te acompaño a tu clase?

Bonnie parpadeó varias veces como si no hubiese comprendido la pregunta. La verdad se había quedado un poco lerda después de la intensidad de su clímax.

—Es al otro lado del campus. —observó ella.

—Es igual. Me hará bien caminar.

No le gustó mucho el tono de su voz, pero aun así accedió y se puso en pie mientras Marceline se abotonaba el pantalón.

Y ahora estaban caminando, con la más alta de las dos de mucho mejor humor bajo la mirada fulminante de Bonnie.

—Quería hablarte de algo. —dijo de pronto recuperando la expresión seria que tenía antes de que saliesen del dormitorio.

—Bueno… Estamos hablando. —asintió Bonnie tratando de ocultar su inquietud.

La chica más alta tomó aire y miró al frente sin dejar de caminar. Su compañera creía que la conversación sería así, hasta que se detuvo y volteó a encararla.

— ¿Qué es… esto? —se señaló a sí misma y luego a Bonnie.

— ¿Qué cosa?

—Por favor, Bonnie. No vengas a fingir demencia. —contestó Marceline, impaciente. —Sabes bien a qué me refiero.

—No, no lo sé. Tal vez si hablaras claro…

Yo hablé claro hace meses, Bonnibel. —resopló. —Te dije que me gustas y creo que todo este tiempo ha quedado muy claro, ¿no? Cada vez que tú y yo estamos en la habitación… Por Hunson. Es como si no pudiese controlarme.

—Ya te lo he dicho antes: todo esto es muy confuso para mí.

— ¿Lo es? Yo te veo bastante tranquila disfrutando de las cosas que te hago…

— ¡Oye! No soy una especie de pillow princess.

—No, de hecho… —Parecía querer añadir algo más, pero sólo abrió y cerró la boca hasta que cambió de opinión. —Bueno, ya. Olvídalo. Esta fue una mala idea.

Siguió caminando hacia el edificio donde Bonnie tomaba clases, con las manos metidas en los bolsillos y la espalda ligeramente encorvada.

— ¿Qué ibas a decir? —preguntó Bonnie dando algunos traspiés en su intento por llevarle el paso, sufriendo notoriamente por la diferencia de estatura.

La pálida joven continuó caminando a paso veloz por algunos metros hasta que alzó la cara y suspiró, considerando si debía hablar.

—Mira… Cuando te dije que me gustas y me dijiste que yo a ti no… Bueno, recuerdo que dijiste que no te gustan las chicas. Pero aquí estamos: dos chicas que acaban de tener… Bueno, algo, y me pregunto qué sigue.

—Marceline, sabes bien que yo no…

—No, no sé nada, Bonnibel.

Estaban ya frente al edificio cuando Marceline le lanzó una mirada entre molesta y resignada. Bonnibel nunca le había dicho esto a nadie, pero pensaba que Marceline era (y por mucho) la chica más hermosa del campus… Puede que incluso fuese la más hermosa de la ciudad, con su piel extraña que parecía refulgir al sol como bronce, su dentadura recta de una blancura perfecta, sus labios rojos y los ojos oscuros, profundos como pozos.

Y así, furibunda como estaba, le resultaba doblemente hermosa y peligrosa.

— ¿Qué es lo que quieres saber?

—Quiero saber qué… Qué es lo que piensas de mí. —Marceline miró al suelo, se relamió los labios y volvió a alzar la vista. — ¿Acaso crees que soy un pito con patas o algo así?

— ¿Qué? —preguntó con tanta incredulidad en la voz que esta le salió más aguda de lo normal. —Por supuesto que no pienso eso.

— ¿Y entonces qué piensas en realidad?

Bonnie alzó las cejas y abrió la boca, emitiendo un sonido y nada más. No sabía qué decir.

—No tienes ni idea, ¿verdad? —Marcy cerró los ojos y suspiró. —Mierda, soy tan imbécil.

No esperó a que le contestara, sino que bajó los escalones para ir de regreso.

—Marcy… ¡Marcy, espera!

—Llegarás tarde a tu clase, princesa. —gritó Marcy agitando la mano para despedirse sin girar.

Era verdad. Dubitativa, Bonnie se digirió al aula sin dejar de pensar en ello en lo que restaba del día.


Marceline estuvo distante el resto de la semana y apenas si la saludaba por las mañanas antes de salir disparada como un bólido hacia sus clases. Bonnie no era idiota y sabía que le evitaba como si de una plaga se tratase. A veces la veía hacerse un ovillo bajo las sábanas sin siquiera mirarla y se sentía tentada de sacudirle el hombro para preguntarle qué pasaba (aunque ella ya lo sabía bien) y al final solo suspiraba, cerrando los ojos hasta que lograba quedarse dormida.

No se hablaron hasta que Bonnie llegó un día a la habitación y encontró a Marceline guardando sus pocas pertenencias –la chica siempre había sido bastante impersonal en el tiempo que llevaba ahí –en cajas de cartón.

Marceline se encogió en su lugar y habló un poco avergonzada:

—Lo siento. Pensé que terminaría antes.

—Marceline, ¿qué rayos…?

—Uhm… Hunson cree que debería tener un entorno un poco más… profano. —Se rascó la nuca. —Ha hecho los arreglos para que me quede con Lily.

Siguió echando libros a la caja sin mirar a Bonnie.

— ¿T-te vas? —preguntó esta, incrédula.

—Bueno, creo que es mejor así, ¿no? —Marceline se puso en pie, sacudiéndose las rodillas. —Ya no te haré sentir incómoda.

—No, yo no me… Yo no… —Bonnibel jugueteó con su cabello sin saber bien qué decir. —Tú no me incomodas tanto

—"Tanto". —Marceline soltó una risilla y un resoplido.

—Marcy, yo… Yo lo siento, no quería hacerte sentir así y…

—Está bien así, Bon. —le guiñó un ojo. —Me verás por ahí en el campus, ¿sí?

Y se inclinó para darle un suave beso en la mejilla que pareció dejarle la piel ardiendo, seguido de un levísimo apretón de manos, antes de tomar una enorme valija y salir.

—Alguien vendrá por mis cosas más tarde. —le avisó. Y cerró la puerta, dejando sola a Bonnie.


—Bonnie.

La aludida miraba hacia el frente, chupando su cuchara llena de flan y quedándosela en la boca mientras observaba con impotencia la escena que se desarrollaba frente a ella: Lily St. Pierre estaba tratando de empujar un pedazo de comida a la boca de Marceline, quien solo se reía y se apartaba mientras la otra insistía.

— ¡Bonnie!

Alguien chascó los dedos enfrente de ella y Bonnie respingó, parpadeando varias veces.

—Uh… Lo siento, Pris. —se pasó la mano por el cabello y se quitó los anteojos para limpiarlos. —Estoy algo distraída esta mañana.

—Más bien has estado distraída toda la semana. —observó Prismo visiblemente molesto y dejando caer la carpeta que tenía en la mano y añadiendo un resoplido para lograr un efecto melodramático. Luego volteó a ver lo que le robaba la atención a Bonnie y alzó las cejas. — ¿Sabes? Yo diría que en vez de quedarte viendo deberías ir y hablar con ella.

— ¿Y tener que aguantar a Lily? —Bonnie alzó una ceja. —No, gracias.

—Sí, ya sé que te robó al novio y ahora también a tu novia. —respondió él poniendo los ojos en blanco. —Me has contado la misma historia muchas veces.

— ¿No sería incómodo?

—Cariño, la mayoría de las veces que me he enamorado de un heterosexual resulta más incómodo que desaparezcan de mi vida así sin más. Por lo menos tú extrañas a Marceline.

— ¿No sería más incómodo seguir viéndolos y suspirar por ellos?

—No me cambies el tema. Anda… Ve y háblale.

Bonnibel suspiró y miró cómo Lily hacía reír a Marceline con alguna tontería pero esta se petrificaba cuando le ponía la mano en la rodilla. Al momento que Lily hizo esto Marceline comenzó a carraspear y encontró algún pretexto para ponerse en pie, casi volcando su refresco.

—Lo haré después. —dijo apartando la vista, nerviosa, justo un segundo antes de que Marceline voltease a verla.

—Te está mirando. —canturreó Prismo mirando a su ex compañera de cuarto sin nada de discreción.

—Pues no la mires tú, se dará cuenta.

—Creo que es tarde.

— ¡Pris!

—Sí, está mirando hacia acá. —dijo Pris tomando un sorbo de su café como si no la hubiese escuchado.

— ¿Podrías ser más discreto? Si sigues mirándola, ella…

—Está tomando sus cosas... —Otro sorbo más de café.

— ¡Prismo, maldición!

—… Y se está yendo con Lily. Qué mal, mejor suerte para la próxima. —dijo él con voz indiferente mientras volvía a abrir la carpeta que había quedado descartada un rato antes.

La joven volteó justo para ver a Marceline marchándose con Lily y sintió un dejo de tristeza. Marceline no había intentado contactarse con ella ni una sola vez desde su mudanza, y de eso hacía ya dos semanas. Prismo no dejaba pasar la ocasión de hacer comentarios mordaces de vez en cuando, aun cuando no conociese la verdadera naturaleza de la relación entre ella y Marcy… O eso creía y esperaba ella. Prismo era muy perceptivo y más de una vez la chica se preguntó si no habría algo de conocimiento en las palabras de su compañero de clases cuando este se refería a Marceline como "su novia".


Las dos semanas se convirtieron en cuatro y Bonnie comenzaba a acostumbrarse a su nueva compañera de cuarto, a la que quería matar casi todos los días. Phoebe era insoportable y mandona, casi tanto como ella. Era muy diferente a la alegre Marceline, quien le llevaba dulces cuando se encontraba molesta o solo se limitaba a abrazarla mientras veían películas en los últimos días de su relación con Braco.

—No puede ser. —Se lamentó negando con la cabeza y poniéndose las manos en la cara, ahogando un grito de frustración. Llovía a cántaros y no parecía que fuese a amainar pronto. Vaya mierda. Phoebe se había ido a casa para pasar el fin de semana y ahora que tenía la habitación libre para ella sola pasaba esto. Era ridículo y totalmente aberrante: ella tendría que haber estado ya en su cama comiendo dulces y viendo Dark, no esperando a que pasara la lluvia para poder ponerse sus pijamas y hacerse un ovillo en la cama. Estaba considerando arriesgarse y echar una carrera al dormitorio cuando escuchó una voz tímida hablándole.

—Hey. —se escuchó en un susurro.

Bonnie volteó con el ceño fruncido. Marceline estaba a su lado con un enorme paraguas en la mano y titubeó, sin saber qué decir… Había más gente reunida en el pórtico esperando a que pasara la lluvia, pero habría jurado que ninguno de ellos era conocido. Además, estaba segura de que Marceline no llevaba clases en ese edificio.

—Uhm… Hola. Vaya sorpresa. —dijo Bonnie con timidez mientras trataba de alisarse el cabello y se dio cuenta con horror de que lo llevaba revuelto.

—He tenido que venir para hablar con un profesor y de regreso me encuentro con esto. —dijo Marceline con una sonrisa mientras miraba hacia el frente.

—Sí, una mierda para mí pero supongo que tú estás feliz, ¿no? —comentó Bonnie recordando lo sensible que era la piel de Marceline a la luz solar.

—Y que lo digas. Me iría caminando bajo la lluvia pero de seguro me vería muy extraña, ¿no? Todos aquí esperando a que pare de llover y de repente aparece una loca a lo Gene Kelly.

Aquello provocó una risa de Bonnibel y Marcy sonrió complacida aunque solo por un par de segundos antes de que su rostro se pusiese serio de nuevo.

—Bonnie… Yo… ¿Puedo acompañarte? —preguntó alzando el paraguas.

Bonnie no supo qué responder… por una parte sería agradable no ir sola hasta el dormitorio y mejor aún contar con el resguardo del paraguas de Marceline. Además, debía admitir que una parte pequeña de ella seguía anhelando la compañía de su amiga y balbució.

—N-no. Quiero decir… —carraspeó. —No hace falta. Esperaré.

—No se ve que vaya a parar pronto. —observó la más alta mirando hacia el cielo, donde oscuras nubes seguían arremolinadas.

—Pero no hay problema, de verdad. —insitió Bonnie. —No llevo prisa.

Marceline seguía mirando al cielo con una expresión indescifrable en la cara.

—No, insisto. —replicó con voz resuelta, tomándole el brazo con suavidad y decisión, abriendo el paraguas y haciéndola bajar las escaleras.

—No tienes que hacer esto.

—Pues ya vamos en camino.

Es verdad, pensó Bonnie suspirando. Al menos podría llegar pronto.

— ¿No tienes que ir ya a tu casa? —pensó Bonnie de pronto.

—No.

— ¿No te espera Lily? —trató de preguntar en tono neutral pero la pregunta salió con una entonación mucho más agresiva de la que habría querido.

Para su sorpresa, Marcy sonrió y parecía divertirse.

—Seguramente. Pero yo nunca le he dicho que me espere así que… —se encogió de hombros.

Caminaron en silencio por espacio de quince minutos hasta que estuvieron frente a la residencia estudiantil.

—Bueno… La he traído sana y salva a su destino, alteza.

—Gra-Gracias. —le respondió Bonnie. Ella quería añadir algo más pero temblaba y no pudo hacerlo.

—Será mejor que entres ya, estás temblando. —apuntó Marceline y le acarició el brazo como si quisiera darle calor, pero todo lo que hizo fue acrecentar la sensación de escalofríos recorriéndole. —Nos vemos.

—Sí… Adiós.

Marcy bajó las escaleras muy despacio y volvió a salir a la lluvia con una mano sosteniendo el paraguas y la otra dentro del bolsillo de su pantalón. A pesar de lo lento que caminaba a Bonnie le pareció que se alejaba demasiado aprisa y por eso no lo pensó mucho para salir corriendo detrás de ella sin importarle terminar mojada, que era lo que tanto había querido evitar antes y ahora le daba igual.

La pálida joven volteó al escuchar el sonido que producían sus pisadas al salpicar agua y frunció el ceño, confundida.

— ¡Vaya! Me podrías haber dicho que tenías la intención de mojarte y mejor hubiese cerrado el paraguas…

—Entra conmigo. —la interrumpió.

La lluvia seguía cayendo a torrentes sobre ellas y Marcy se relamió los labios de forma inconsciente mientras se dejaba guiar por Bonnie y corrían todo el camino hacia el cuarto que habían compartido antes.

Una vez que estuvieron dentro cerraron de un portazo y Marceline fue al cuello de Bonnie, mordiéndolo y haciéndola arquearse. Su blusa estaba totalmente adherida por el agua y enmarcaba su cuerpo. Dio un paso hacia atrás para mirarla sin reservas y sintió su erección agolpándose contra el pantalón. Bonnie notó esto y comenzó a desabotonarse la blusa tan despacio que la otra chica se la habría querido arrancar, pero en lugar de eso esperó hasta que terminara de quitarse toda la ropa.

Cuando Bonnie estuvo totalmente desnuda no perdió tiempo para mirarla por completo en todo su esplendor con la piel erizada y el cabello pegado contra la cara, aún con unas pequeñas gotas de agua sobre su cuerpo. Marcy tomó con cuidado los anteojos empañados de Bonnie y los dejó sobre la mesita de noche antes de abrazarla para hacerle sentir el bulto que se debatía entre sus pantalones y que le hizo dar un respingo al sentirlo. Le tomó los hombros con fuerza y se frotó contra sí haciendo que Marceline tragara saliva y comenzara a palparle con suavidad la espalda, deteniéndose unos segundos de más para acariciar los hoyuelos de Venus que podía sentir y Bonnie soltó una risita.

—Lo siento… Me haces cosquillas.

Marcy le sonrió y siguió bajando hasta posar las manos sobre sus caderas para atraerla más hacia sí misma. Bonnie respiró entrecortadamente y posó su mano sobre la entrepierna de Marceline con seguridad haciéndola sobresaltarse pero no se detuvo ahí, sino que comenzó a desabotonar los pantalones hasta que pudo bajarlos un poco y meter su mano entre ellos para palpar por encima de la ropa interior.

A Bonnie le habría gustado juguetear un poco más como normalmente hacían, pero no esta vez… No cuando llevaba tanto tiempo deseando hacer esto de la manera más arrebatada y frenética posible. Quería pensar que ya habría tiempo para eso más adelante, eso si Marceline no estaba ya con Lily o algo así. Alguno de esos pensamientos pareció traslucirse en su expresión o a lo mejor es que lo estaba pensando con demasiada intensidad, porque Marceline le respondió.

—No, no estoy con Lily. Ya puedes relajar la cara, te saldrán arrugas.

Sólo entonces Bonnie notó que estaba frunciendo el ceño con demasiada fuerza y se relajó.

—Sabes bien que Lily me asusta. —continuó y siseó cuando sintió la mano de Bonnie masajeándole el pene como siempre lo hacía y por respuesta ella comenzó a tocar los pezones de Bonnie que habían quedado erectos por el frío al que habían sido expuestos.

—Uhm… ¿Marcy?

— ¿S-sí? —tartamudeó Marcy entre jadeos. No deseaba nada más que hundirse entre las piernas de Bonnie y a cada segundo le resultaba más y más difícil.

— ¿Los demonios… pueden…? No sé cómo preguntar esto, me da algo de vergüenza.

—Me parecía imposible que en este punto siguieras sintiendo vergüenza. —murmuró Marceline e hizo que Bonnibel soltara un gritito cuando succionó uno de sus pezones con mucha fuerza, pero esta no se había disgustado, sino todo lo contrario.

—Bueno, es que… No había mencionado el tema hasta ahora porque no pensé que llegáramos a este punto, pero… ¿Los demonios pueden… contraer ITS?

Esto hizo que Marceline dejara su tarea momentáneamente para mirarla a los ojos con una ceja alzada porque nadie nunca le había hecho esa pregunta pero era bastante obvio que Bonnibel siendo Bonnibel por supuesto le preguntaría algo semejante.

—No. No puedo contraer ninguna enfermedad, de hecho. Quiero decir, no soy un demonio completo y de hecho soy semi-humana pero…

—Aún tengo puesto el implante, ¿recuerdas?

El implante anticonceptivo… Claro. Marceline lo recordaba bien porque después de la ruptura de Bonnie con Braco esta se había lamentado en voz alta muchas veces porque ya no le serviría de nada. De todas maneras Bonnie afirmaba usar condón siempre, con todo y tuviese el implante en el brazo pero Bonnibel se defendía diciendo que eso le proporcionaba doble tranquilidad y a Marceline le había parecido una ridiculez.

La había parecido una ridiculez… Hasta ahora.

—Ah… Bueno, pues no puedo contagiarte de nada. —dijo sintiendo la garganta seca de repente al comprender lo que Bonnie le insinuaba.

Y entonces alzó las manos para atrapar a Bonnie justo cuando esta pegó un salto para apresarla con las piernas. Marceline iba dando tumbos hasta que pudo dejar a Bonnie sobre la cama. Se sacó la camisa y su intención era quitarse todo pero se impacientó y sólo atinó a bajarse los pantalones, tomar a Bonnie por la cadera y penetrarla con fuerza, haciéndola gemir.

Uno de los miedos de Marcy había sido quedarse paralizada justo cuando llegara el momento de cumplir su sueño –si es que llegaba, claro –era quedarse ahí petrificada después de sentir cómo los músculos de Bonnie le constreñían pero eso no pasó. Siguió moviéndose, encontrando su ritmo mientras Bonnie gemía y le hundía las uñas en la carne. Bonnie era estrecha, cálida y le decía al oído lo mucho que le estaba gustando aquello. Estuvieron en la misma posición durante un rato y a Marceline le parecía que podía quedarse entre las piernas de Bonnie para toda la vida, pero esta la empujó ligeramente para apartarla y alzó las piernas para colocarlas en los hombros de Marcy, quien no podía dejar de verla embelesada, sonriendo al mirar las caras de placer de su amiga mientras se movía con desenfreno y aun así se esforzaba para no lastimarla… Sabía que pocas mujeres podían aguantarle el paso a un demonio híbrido, incluso si se trataba de uno tan joven como Marceline.

A Bonnie le estaba costando contenerse. Quería gritar, porque el pene de Marceline era frío al principio, cosa que le hizo sentir un intenso escalofrío que exacerbó las sensaciones, sobre todo aquella que le provocaba el grande y curvado pene de Marceline, que podía alcanzar puntos dentro de ella que Braco jamás había estado ni cerca de encontrar.

Marceline se detenía de rato en rato para lamer los pezones de Bonnie y toda protesta que ella hubiese querido proferir ante la interrupción se quedaba en su garganta al sentir su lengua juguetear con sus pechos y entonces Marcy retomaba lo que había estado haciendo antes, a veces cambiando de posición para deleite de la otra chica. Sabía que Bonnie podía desesperarse –aunque no parecía ser ese el caso –pero debía comprender que llevaba tanto tiempo fantaseando con el hecho de poseerla de esa manera que haría todo por prolongarlo cuanto fuese posible. No le era fácil, ya que el calor de Bonnie envolviéndole el miembro y sus gemidos que aumentaban en intensidad podrían haberle hecho terminar por así sin más.

—Bonnie… —murmuró Marcy en voz muy bajita. Sentía que la vagina de Bonnie se estaba contrayendo y notaba que ya no tenía tanta fuerza en las piernas como antes. —Ya casi te vienes, ¿verdad?

—No sé… Puede ser. —le respondió con una risita y no pudo dejar de sonreír porque la verdad era que sí, estaba a punto de venirse. Siempre le pareció que el acto sexual llegaría a ser bochornoso y un momento de profunda vulnerabilidad no deseada si algún día llegaba a estar con alguien que no fuese Braco, y eso ya era decir mucho porque ni siquiera con Braco se sentía cómoda a plenitud en ocasiones.

Pero ahora no se sentía ni avergonzada ni incómoda, ni nada de eso. Sentía que podía demostrarle a Marceline, aquella que había estado con ella desde que ingresara a la universidad, que estaba disfrutando más que en cualquier sueño o fantasía del pasado.

Marceline le sonrió y se inclinó para darle un beso que Bonnie le correspondió efusiva. En ningún momento había dejado de moverse y sentía cómo Bonnie estaba frenética tratando de alcanzar el orgasmo. Se separó de ella y se sentó apoyando su espalda contra la pared y le hizo una seña a Bonnie para que se sentase encima. Esta obedeció y se posicionó bajando lentamente y ayudándose con una mano para volver a guiar el miembro de Marceline hacia dentro. Marceline gimió… La posición ayudaba a Bonnie y podía sentirlo tanto como ella, y por si eso no fuese suficiente, la rubia parecía querer arrancarle el cabello, pues su mano se aferraba a los mechones de cabello negros y tiraba de ellos con violencia, pero a Marceline no le importó. No le habría importado que Bonnie la ahogara sentándose sobre su cara y mucho menos le iba a importar si perdía un poco de cabello por hacer que Bonnie tuviese el orgasmo más intenso de su vida, porque por alguna razón sabía que así sería, aunque parecía estar pasando dificultades para ello, pues la veía saltar sobre ella y frustrarse por no conseguirlo. Decidió entonces volver a tomar iniciativa y apartar a Bonnie para hacerla ponerse de rodillas y apoyarse en sus antebrazos.

Bonnie habría querido protestar… Hacerlo en cuatro nunca había sido particularmente placentero para ella y aun así accedió, todo porque Marcy le hacía sentir placer en niveles que nunca antes había alcanzado, ni con su ex novio ni sola. Confiaba en ella.

Cuando Marceline comenzó a moverse, hundió la cara sobre la almohada para ahogar el suspiro que soltó… ¡Vaya! No era como nada que hubiese sentido antes. Probablemente la chica demonio le hubiese arruinado el sexo para siempre porque ahora siempre tendría expectativas elevadas y ni siquiera era porque Marceline se moviese con la precisión de una profesional, sino por toda la combinación que era ella.

No tardaron mucho en esa posición, principalmente porque ninguna de las dos pudo controlarse por mucho más tiempo. Marceline respiraba con más pesadez después de cada embestida y Bonnie tenía los nudillos blancos por la fuerza con la que se aferraba a las sábanas. Finalmente Marcy apretó la cadera de Bonnie y embistió una última vez sintiendo el orgasmo que a la vez desencadenó el suyo, haciéndole eyacular dentro de ella y desplomándose en el acto.

La joven rubia tenía los ojos entrecerrados y respiraba profundamente, tratando de recuperarse. No tenía la fuerza suficiente ni para voltearse o para decirle a Marcy que se quitara de encima, ni tampoco quería hacerlo. Se sentía bien ahí, con su peso sobre ella y aún con su simiente cálido en su interior.

Al parecer se quedó dormida por unos minutos, porque despertó sólo cuando sintió a Marceline tratando de levantarse y Bonnie se lo impidió.

—No. No te vayas, quédate aquí.

— ¿Aquí?

—Sí, conmigo.

Marceline obedeció y solo se movió para recostar su cabeza sobre el pecho de Bonnie. Pasó unos segundos sin decir ni hacer nada y comenzó a lamer con suavidad uno de los pezones sonrosados.

—Para ya. Estoy muy sensible. —se quejó Bonnie y apretó las piernas al sentir una punzada debido al estímulo.

— ¿Entonces no me pides que me quede para hacerlo de nuevo?

—No… Bueno, sí, pero no ahora mismo. Sólo quiero quedarme así por más tiempo. Además sigue lloviendo y creo que dejaste tirado tu paraguas.

—No lo sé. Lily seguro me espera.

Hubo silencio por unos segundos agónicamente prolongados. Bonnie notaba que se le había secado la garganta y se habría echado a llorar de no ser porque Marceline habló de nuevo.

—Que estoy bromeando, Bonnie.

—Eres una idiota. —le respondió, furiosa. —Vete a tu casa si tanto es lo que quieres.

—No, Bonnie, no quiero irme a casa. —dijo Marceline entre risas. Bonnie trataba de levantarse pero no le dejaba. —Quiero quedarme aquí, pero no entiendes por qué quieres tú que me quede.

—Porque te extraño. —suspiró. —Y no te extraño desde que te fuiste a vivir con Lily… Te extraño desde que nos distanciamos y sólo me he dado cuenta ahora.

Marceline alzó la cara para observar a Bon. Tenía el cabello revuelto, las mejillas coloradas como si le hubiese dado fiebre y le pareció más hermosa que nunca, si es que eso era posible.

—No sé qué es lo que siento… La verdad es que estoy muy confundida. —Continuó. —Pero he pensado que puedes ayudarme a descubrirlo.

Marcy guardó silencio sin saber muy bien qué decir. Estaba asustada porque Bonnie admitía sentir algo… Entre líneas, claro, pero lo admitía. Todo aquello podía terminar muy bien o muy mal para ella.

—Sí. Creo que puedo ayudarte con eso. —respondió al fin y Bonnie suspiró aliviada.

—Por un momento pensé que te negarías.

—Lo pensé, sí.

— ¿Y qué te hizo decidirte?

—Quiero volver a tener sexo contigo.

¡¿Qué?! ¿Es en serio?

—Ser sentimental nunca me ha traído nada bueno contigo, Bon. Además tú también lo quieres, admítelo. La verdad es que me muevo bastante bien, ¿no?

—Me gustabas más cuando te mostrabas insegura.

—O sea que sí te gustaba.

—Basta. Ya no puedo más. —Bonnie negó con la cabeza y puso los ojos en blanco.

—Escucha. —dijo Marceline después de reírse un rato, apoyándose sobre los antebrazos para mirar a Bonnie a los ojos. —Igual y descubrimos que esto se trata solo de sexo, ¿no? Y quién sabe… A lo mejor y descubres que me gustas tanto como tú a mí.

—Puede ser. Después de todo, Jenny termina casándose con Forrest Gump, ¿no?

Marceline bajó la mirada, avergonzada pero sin dejar de sonreír. Dio un beso a Bonnie y le preguntó:

—Entonces… ¿Quieres volver a hacerlo ahora?

—Prefiero comenzar a averiguar si me terminas gustando.

—Eso me agrada más.

Esos fueron el cuarto, quinto, y (un rato después) el sexto de muchos encuentros sexuales de Bonnibel Butler y Marceline Abadeer