CAPÍTULO 15: La última pieza

El rostro de Sakura se puso tan blanco como el papel, al tiempo que las facciones de Syaoran adoptaban una expresión extraña, mezcla de sorpresa y enfado. —Eso es imposible... —siseó él—. Lo he buscado durante años... ¡No hay pistas de él! —

—No las hay porque mi madre lo escondió de forma que usted nunca pudiera dar con él. —

—¿Por qué haría algo así? —chilló Sakura—. ¿Qué le hice a ella para que quisiera causarme tanto daño? —

—Sus intenciones fueron honorables. Después de lo que mi hermano le hizo a usted y a su familia —miró a Sakura y luego a Syaoran—, supuso que el conde de Leagrave querría vengarse con el hijo de mi hermano... —

—¡Ese niño no era hijo de su hermano! —espetó Sakura, las lágrimas corriendo por sus mejillas.

—Lo sé... lo descubrí hace poco, en realidad —los ojos de Fye se posaron en Syaoran—. Le debo una enorme disculpa, Leagrave. Siempre supuse que el pequeño era hijo de mi hermano. Y como los demás, tenía entendido que lady Leagrave había muerto, por lo que no puse objeción al proyecto que mi madre se impuso. —

—¿Qué proyecto? —Syaoran frunció el ceño—. ¿De qué demonios está hablando?—

—Esconder al hijo de Collin —contestó Fye—. Mi madre supuso que usted continuaría su venganza con el pequeño del mismo modo que asesinó a Collin... Sé que usted lo hizo en defensa propia, pero para ella... —se encogió de hombros—. Una madre a veces es ciega ante la verdad tratándose de sus hijos, ¿comprende? —suspiró, inclinando la cabeza—. No sabe cuánto lo siento. De haber sabido antes... —alzó la vista y la clavó en la pareja—. El pasado no puede cambiarse, pero sí puedo cambiar su presente. Si ustedes lo quieren, puedo conducirlos hasta su hijo.—

Sakura sintió que las piernas le fallaban y debió sostenerse en una silla cercana. Syaoran sencillamente se dejó caer sobre la alfombra, demasiado impresionado como para buscar algo con lo que sostenerse.

—¿Por qué no lo dijo antes? —preguntó Sakura con voz trémula.

—Intenté hacerlo —se defendió él —Se lo aseguro, Sakura, cuando la vi en Londres creí que había visto un muerto. Me costó bastante desentrañar el misterio tras la verdad —dijo Flowright—. Saber que usted realmente seguía con vida y no había muerto como todos creíamos. Verá, yo estuve viviendo en América hasta hace unos pocos meses, ¡y no tenía ni idea de nada! Quería hablar con usted, revelarle la existencia de su hijo, pero cada vez que intentaba acercarme a usted, algo me lo impedía; su familia, su marido... — miró a Syaoran—. Pero creo que ha sido mejor de esta forma, porque ahora sé toda la verdad. Verá, esperaba revelarle a usted, y sólo usted, la existencia del niño. No sabía cómo se tomaría la noticia el conde de Leagrave, y temía que quisiera hacerle algo a mi sobrino. Sin embargo, esta noche me ha quedado claro que él es el padre —señaló a Syaoran y luego a su brazo, descubierto por completo.

Sakura siguió sus ojos hasta la marca en forma de murciélago en su muñeca. La marca de nacimiento en la muñeca de Syaoran que tantas veces había visto y que ahora parecía ocasionar fascinación en Fye Flowright.

—Su hijo tiene lo mismo en el brazo —finalizó Fye—. Fue así como supe que era su hijo, Leagrave, y no el de mi hermano.—

—La marca de los Li... —musitó Syaoran, llevándose una mano a la muñeca.

Fye asintió.

—Si salimos ahora, podrán ver a su hijo para el amanecer. —

—Syaoran... —Sakura miró a su marido, las lágrimas corriendo por sus ojos—. ¡Oh, Syaoran, es un milagro! —

Syaoran la abrazó y, por primera vez en su vida, hundió la cabeza en el cuello de su mujer y se puso a llorar como nunca en su vida lo había hecho: a llorar de felicidad.

Flowright House era una tranquila residencia más parecida a un mausoleo que a una mansión, pensó Sakura. Se trataba de una construcción antiquísima, situada en el centro mismo de Londres. Sin embargo, Sakura ni siquiera la miró al bajar del coche ante la puerta principal, pues sus pensamientos, así como su corazón, yacían en la personita que podría encontrarse oculta tras esas altas paredes de piedra.

Nunca un viaje en tren le había parecido tan largo, ni tampoco había notado que las calles de Londres estuvieran tan abarrotadas; y, por Dios, en su vida había visto escaleras tan largas. Sentía que los pasillos eran interminables y el aire le faltaba, al tiempo que todos sus pensamientos se centraban en una sola idea: iba a ver a su hijo.

Syaoran parecía compartir el mismo sentir mientras subía jadeando, llevándola a ella de la mano a toda carrera escaleras arribas, siguiendo al mayordomo que los conduciría a la habitación donde se hallaba el único ser que podría llenar el vacío que había en sus vidas.

Fye, quien les pisaba los talones, se dio prisa en guiarlos por el pasillo abarrotado de puertas hasta la que debía ser la de la habitación del pequeño.

Y entonces, todo el mundo se detuvo para Sakura. Los segundos se hicieron eternos mientras la mano de su marido giraba el picaporte, dejando ante ellos la vista de una estancia en penumbras. En su interior, recostado en una sencilla cama, descansaba el pequeño cuerpo de un niño dormido.

—Dios mío... —gimió Sakura, aproximándose a la cama a paso lento, abrazada al fuerte cuerpo de su marido para darse fuerzas, ¿o era él quien se estaba sosteniendo en ella? Ya no importaba, estaban juntos, el uno fortaleciendo al otro, impulsándose mutuamente a dar el siguiente paso con el corazón ansioso en la garganta, dispuestos a dar todo el amor que a gritos reclamaba ser derramado sobre ese frágil ser que hacía tanto tiempo les había sido arrancado de su vida.

La luz del amanecer se filtraba por la ventana, otorgando al rostro del pequeño una imagen angelical que por siempre quedaría grabada en sus memorias y sus corazones.

—Alger —lo llamó Fye, quien se había aproximado al pequeño y ahora lo despertaba con suavidad, meciéndolo por el hombro—. Pequeño, abre los ojos, por favor. —

El niño se movió, todavía adormilado y abrió los ojos, de un ambar profundo, idénticos a los de Syaoran.

Sakura sintió que las lágrimas escocían tras sus ojos al verlo. Era un niño hermoso, de cabello caramelo oscuro, más que el suyo, grandes ojos poblados de pestañas oscuras, la nariz de su padre y su mentón, sin duda.

—Tío... —el pequeño bostezó, quedándose quieto al ver a las otras dos figuras de pie junto a su tío, en su habitación. Sus ojos se abrieron todavía más, adoptando una expresión similar a la de Sakura cuando se sorprendía.

—Alger, estas dos personas han venido a verte —comenzó a explicar Fye—. Tengo mucho que explicarte, pequeño, y puede ser difícil de comprender. Verás, ellos son... —

—¡Mamá! —musitó el niño antes de que Fye pudiera decir nada más. Sakura arqueó las cejas, sorprendida, e intercambió una mirada de extrañeza con su marido—. Al fin has venido a por mí, mamá —sonrió el niño, echándose a correr a los brazos de Sakura.

Sakura lo abrazó, acunándolo contra su pecho con todas sus fuerzas, con todo su amor, con todo aquello que había guardado por tantos años en su interior.

Syaoran se acercó, tímido, pero Sakura alargó una mano y lo unió a su abrazo, convirtiendo ese momento en el primer instante familiar de ellos tres.

—Mi bebé —musitó Sakura—. Al fin te tengo a mi lado, hijo mío. —

—Mamá —sonrió el niño, sin dejar de abrazarla—. Sabía que vendrías a buscarme, siempre supe que vendrías a por mí. —

Sakura lo besó una y otra vez, incapaz de separarse de él, de dejar de mimarlo, como si quisiera compensar todos esos años perdidos en ese mismo instante.

—Hijo, él es tu papá —le hizo saber Sakura, posando una mano en el pecho de su marido—. No sé si... —

—Lo sé —el niño sonrió y ahora se colgó del cuello de Syaoran—. Tú eres mi padre, y has venido a por mí para llevarme a casa. —

—¿Lo sabes? —Fye arqueó una ceja—. ¿Cómo es que lo sabes, pequeño? —Mi amigo me lo dijo. —

—¿Qué amigo? —su tío parecía sorprendido.

—El que siempre viene a jugar conmigo. El que tiene mi misma marca — levantó la mano, enseñando en su muñeca una marca de nacimiento idéntica a la de Syaoran.

—. Duncan. —dijo el pequeño.

Syaoran palideció y miró a Sakura, quien parecía tan sorprendida como él.

—¿Duncan has dicho? —preguntó Syaoran, intentando mostrarse sereno para no asustar al pequeño.

—Sí, Duncan —repitió el niño, esbozando una sonrisa—. Él es mi amigo, aunque me dijo que era mi tío en realidad, y que un día mi mamá y mi papá vendrían a buscarme y me llevarían a vivir con ellos, y que entonces todo iría bien. ¿Es verdad, no es así? —Los miró a ambos, esperanzado—. ¿Me llevaréis a vivir con vosotros? —

—¡Por supuesto que sí, cariño! —Sakura lo abrazó una vez más, acunándolo contra su pecho al tiempo que las lágrimas escapaban de sus ojos—. Te llevaremos con nosotros, y nunca más nos separaremos. Estaremos juntos para siempre. —

—Siempre, siempre —sonrió el niño, abriendo sus bracitos para abrazar al mismo tiempo a su padre y a su madre, ajeno a las lágrimas de alegría y agradecimiento que bañaban el rostro de su padre al pronunciar una oración en silencio agradeciendo a su hermano menor por el milagro que les había otorgado al volver a unir a su familia.


Dos años después...

La vida no podría ser más bella. Tener a mi hijo en mis brazos cuando toda esperanza de llegar a verlo algún día había sido perdida. Es tan irreal que a veces me descubro a mí mismo observando su rostro dormido; no sé cómo llegué a su habitación, sólo soy consciente de su presencia, de la calidez de su cuerpo, del vaivén de su pecho al subir y bajar bajo las mantas. Apenas le conozco y ya lo amo más que a la vida misma. Daría todo por él, más allá de mi vida. Y este pequeño pronto se convertirá en hermano mayor. ¿Qué será del padre cuya razón se pierde rodeado de los grandes amores que llenan su corazón? Dicha, nada más que dicha, es lo que me espera. No podría estarle más agradecido a la vida; mi amada esposa, mi hijo adorado y ahora una nueva vida. Podría morir en este mismo momento y sería feliz.

Pero no, viviré, viviré mi vida, que al fin comienza. Porque hoy se me ha abierto una nueva oportunidad a la felicidad, y no tengo pensado desaprovechar un minuto de ella. Sé lo rápido que la vida puede cambiar, y cómo en un segundo todo lo que parecía tan real, tan sólido, se derrumba.

Pero si algo he aprendido gracias a mi última experiencia, es que tan rápido como todo puede venirse abajo, se puede levantar una vez más.

Los milagros existen. Vaya que existen... Los veo a diario en la sonrisa de mi esposa y de mi hijo.

Del diario de Syaoran Li.

Paradise Hall, Cheshire. 25 de diciembre.

Sakura colocó la canasta decorada con las castañas recién asadas sobre la mesa, sonriendo encantada ante la escena familiar que tenía lugar a su alrededor. Reunidos ante el fuego de la chimenea, los miembros de su familia charlaban y reían con singular alegría. Alger, sentado sobre las rodillas de su abuelo, narraba a Daisy y a su tío Erio, la obra de teatro que estaban representando sus tías Fanren y Fuutie con marionetas.

Rika, sentada en un diván, no ponía ni pizca de atención en la obra; discutía con Yue y Yukito sobre historia. Una vez más. Los hermanos de Syaoran habían ido a visitarlos para las navidades, y ambos parecían interesados en atraer la atención de su inteligente hermana menor, por lo que no cesaban de dar sus opiniones respecto a los temas que la chica proponía para debatir.

—Que un hombre se tropezara con un continente a su paso no lo convierte en su descubridor —decía ella, haciendo enfadar a ambos jóvenes a la vez—. Si no, que les pregunten a todas las personas que vivían antes ahí su opinión al respecto. —

Yue y Yukito le contestaron algo, pero Sakura centraba su atención en su madre, quien traía el pavo recién horneado a la mesa. Como era habitual, Syaoran había dado el día libre a los sirvientes para que también pudieran celebrar las navidades con sus propias familias, por lo que ellos mismos se estaban haciendo cargo de la comida del festejo, y todos ayudaban a su manera.

Yuuko colocó el pavo en la mesa, dedicándole una encantadora sonrisa a su hija mayor.

Desde su reencuentro tras los eventos ocurridos al recuperar la memoria y la milagrosa llegada a sus vidas de Alger, su madre era otra mujer; un ángel lleno de vida, como la llamaba su Padre.

—Necesitaremos más salsa —escuchó decir a Kaho, ayudando a Yuuko a llevar la comida a la mesa para la cena—. El pavo estará seco. —

—Estará delicioso, y no te quejes, Kaho. El médico dijo que nada de salsas grasosas para ti, no lo olvides —replicó Nadeshiko, discutiendo como siempre con su hermana.

Sakura rio, negando con la cabeza mientras que se acercaba a la repisa de la chimenea y encendía una vela colocada ante una figurita de un ángel con rostro de niño. Un niño travieso.

Un ángel en memoria del pequeño Duncan.

Sakura encendió la vela con una sonrisa agradecida grabada en los labios. El pequeño fantasma no volvió a aparecer después de su gran revelación. Sin embargo, había dejado una huella permanente en sus vidas, y Sakura cuidaba de mantener siempre encendida una vela sobre la chimenea en honor a ese pequeño ángel que le había ayudado a encontrar a su hijo y a recuperar su vida perdida.

Syaoran llegó a su lado, envuelto en varias guirnaldas navideñas que Daisy y Alger le habían puesto como decoración navideña, al considerar que, ya que era tan alto como un pino navideño, bien merecía también algunos adornos.

—Quizá deberías descansar, querida —Syaoran posó una mano sobre su vientre al tiempo que se inclinaba para besarla en los labios—. Nuestra pequeña necesita que su madre se encuentre bien. —

—¿Cómo sabes que no es un niño? —

—Es una niña, lo he pedido como deseo de Navidad —le guiñó un ojo—. Y los deseos de Navidad siempre se cumplen. —

—Tienes el corazón de un niño —sonrió Sakura, colgándosele del cuello y besándolo una vez más—. Y a los niños siempre se les cumplen los deseos, así que sí, supongo que esta vez tendremos una hermosa niña. —

Syaoran sonrió, abrazándola con suma ternura y cuidado, como si temiera lastimarla, a pesar de que sabía muy bien que eso no era posible.

Sakura hizo lo mismo, encantada de ver a su marido resplandeciendo de alegría. En ocasiones su sonrisa era tan genuina y sus actos tan ingenuos como los de un niño. Le encantaba aquello de su marido. Ahora Syaoran tenía la oportunidad de actuar como un niño, ser el niño que no había podido ser de pequeño, y le fascinaba saber que, de cierta manera, su adorado esposo estaba recuperando un poco de su infancia perdida gracias a la familia que ahora formaban juntos.

Las carcajadas de su hijo centraron la atención de ambos en la función familiar de Navidad.

Una ogro muy enojada manipulada por Fuutie daba una buena paliza a la marioneta de Fanren, provocando las carcajadas de los pequeños y los adultos.

Sakura miró con orgullo a su hijo. Alger ya no era el pequeño caballerito que había llegado hacía un par de años a casa, tan serio y bien educado que parecía un adulto en miniatura, como había sido su padre. Ahora su hijo era un niño al cien por cien, y jugaba con su padre y sus tíos, llevando por el camino de la amargura a la señora Willson y a los empleados de la casa con sus juegos y travesuras, y sus escondites y carreras de arriba abajo por la enorme mansión, sin importar a quién o qué se llevasen con ellos en el camino.

Mimado al extremo por sus tías y tíos, incluso Fye Flowright, quien seguía en contacto con el pequeño, Alger era un niño que irradiaba vida y seguridad, pero también ternura, compasión y mucho amor, al igual que su padre.

Y era precisamente eso lo que ella más adoraba en el carácter de su hijo.

—¿Cómo crees que se lo está pasando Alger? —le preguntó a su marido cuando él la abrazó por detrás, abarcando con sus anchos y poderoso brazos su abultado vientre.

—Son sus segundas navidades con nosotros, ya está ambientado, cariño. No debes preocuparte. —

—Me preocupa que vaya a sentirse desplazado por la llegada del bebé. —

—Te aseguro que no será así. Además, él está contento con su nueva hermanita. Incluso ha preparado un regalo sorpresa para ella. —

—¡No me habías dicho nada! —se volvió, fingiéndose molesta—. No debes guardarle secretos a tu esposa. —

—No puedo romper mi palabra de hombre, se lo prometí. Y él ya es mayor para tomar sus decisiones y quiere sorprenderte. —

—Sólo espero que no se trate de otra competición hípica, como la última vez que vino de visita Flowright —esbozó una mueca que hizo reír a su marido. Flowright, quien se había vuelto cercano a la familia gracias al lazo que mantenía vivo con su hijo, solía visitarlos con regularidad y se había vuelto una persona de gran estima para Sakura y para Syaoran.

Irónico tenerle tanto cariño al hermano del hombre que había intentado destruir su vida, pero así eran las cosas.

Flowright había propuesto ir de visita la siguiente semana. Le había prometido a Alger un poni de regalo, y el niño no podía estar más entusiasmado.

—Calma, es más bien una sorpresa relacionada con el bebé. Y tu amiga Tomoyo ha participado en ella. —

—¿Tomoyo? —Sakura arqueó las cejas, sorprendida. Tomoyo llegaría al día siguiente. Su amistad se había fortalecido a lo largo de los años, y ahora estaban muy unidas. Sakura aún recordaba la cara que puso su amiga cuando se enteró de la noticia de todo lo acontecido en su vida; por primera vez había sido ella la que habló por horas, mientras Tomoyo escuchaba en impávido silencio la narración de su vida—. ¿Cómo ha podido ella involucrarse? —

—Sólo diré que no vas a tener que preocuparte por el ajuar de nuestra bebé hasta que tenga unos quince años. Ni tampoco de dotarla de juguetes —sonrió de gusto al notar su asombro—. Entre Tomoyo y Alger han saqueado las tiendas de Londres para abastecer de por vida a esta pequeña —palpó su vientre.

Sakura rio con ganas, acompañada por su marido.

—Es increíble cómo nuestro pequeño está creciendo —comentó Sakura, con una sonrisa de orgullo en los labios—. Es ya todo un hombrecito. —

—Es alto para ser sólo un niño de nueve años —comentó Syaoran, igual de orgulloso—. Y muy listo. ¿Sabes que ya se ha aprendido todos los huesos del cuerpo humano? —

—Es igual que su padre —sonrió Sakura, inclinándose para besarlo en los labios—. Y si esta pequeña se parece a su hermano, estoy segura de que traeremos al mundo unos seres que harán de este mundo un mejor lugar. —

—Sin duda —Syaoran le devolvió la sonrisa, estrechándola contra su cuerpo mientras la besaba con suavidad en los labios—. Y tendremos que asegurarnos de poblar esta tierra con muchos niños que cambien este mundo para mejor. —

Sakura sonrió, fundiéndose en los labios de su marido, sabiendo en su corazón que la alegría que compartían se quedaría con ellos para siempre.

Siempre, siempre.

FIN


Nota de la autora: Muchas gracias a todos por seguir esa historia a pesar del monstruoso hiatus que me tomé. Espero haya sido de su agrado. Continuaré buscando historias para adaptar. Saludos! A continuación la información de la novela original.

DISCLAIMER: No me pertenece la historia original. No me pertenecen los personajes. Fanfic creado sin fines de lucro.

Fanfic basado en la novela "Tras la bruma del pasado", de Victoria Magno.

Sinopsis del libro original:

Tras un accidente, Elizabeth no recuerda nada de su pasado. Cuando siete años después, Albert ve a Elizabeth en una fiesta, reconoce a su esposa, a quien creía muerta. Aunque le parte el corazón que ella no le reconozca, intenta conquistarla de nuevo para recuperar la vida a su lado. No puede hablarle del pasado, porque la verdad es tan cruda que podría acabar con ella… Sin embargo, la cercanía despierta ...los recuerdos de Elizabeth y poco a poco, mientras vuelve a enamorarse, irá recomponiendo el rompecabezas de su vida.

Hasta pronto!

Camiko