¡HOLA!

Antes que nada mil gracias por los review, agradezco infinitamente sus comentarios. Subí la historia o Shot porque quería volver a intentarlo antes de rendirme por completo con FF ¿Por qué? A la página le gusta trolearme; ayer en la noche que subí la primera parte pensé que lo había conseguido al fin y me sentí feliz de verificar que el escrito no tenía modificaciones, ni alteraciones ridículas (el texto original siempre lo escribo desde un Word) pero o decepción hoy en la mañana que se me ocurrió leer parte del Shot y descubrir que si tiene algunas palabras que yo no escribí e incluso diálogos, que puede llegue a confundir al lector. De verdad chicas/chicos que esto no lo hago adrede, la página por alguna razón me cambia el texto a la hora de subirlo (algo que no pasa en las otras dos plataformas en las que las subo: Facebook y Wattpad) quizás lo esté haciendo mal o simplemente tengo mala suerte. Lo que quiero explicar es que, si notan algo raro en el texto, si se confunden, no me agredan en comentarios. No es porque lo haya escrito mal o porque no sepa cómo escribir y explicar, esto es por la página (ignoro si le sucede a alguien más porque casi no ando por aquí) regularmente subo historias en otro lado porque este problema es latente y me fastidia. Sin contar que a veces me come varios símbolos que coloco y tengo que buscar con que rellenarlos. También esta es otra justificación de que haya eliminado parte de las historias que se encuentran terriblemente modificadas (los que me leen y me siguen saben de qué hablo) Transacción, Eclipse de Sol, Quiero Perderme Contigo y otros más que tenía en línea los elimine por la misma razón. Y bueno, eso era todo lo que querías decirles. Si gustan seguirme en Facebook y Wattpad háganmelo saber para pasar las ligas. Ya que este Shot al menos será adaptado a un FanFic.

Sin nada más que agregar, nuevamente un millón de gracias.

Continuamos con la historia…

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

SHOT/Versión Sesshomaru.

¿Su matrimonio? Lo definía en dos únicas palabras: distante y formal.

Siempre presentables, cautos y mesurados en presentaciones grupales de élite; constantes muestras de afecto y cortesías que no existían al encontrarse a solas. Porque una vez encerrados en la habitación conyugal todo aquello desaparecía dejando precisamente ese ambiente de indiferencia.

—Regreso tarde —anunció su esposa después de tomar su bolso y salir sin atisbarlo.

Él perfectamente conocía el significado del: regreso tarde e incomodarle o siquiera molestarte no existían en su sentir. Acostumbrarse a la rutina de amantes de su mujer había sido tan fácil como replicar la acción. Pues también tenía sus medios de entretenimiento. Hembras de su misma condición dispuestas a complacer las exigencias más bajas de sus fantasías, no obstante siendo siempre precavido, nunca repetía el acto sexual más de tres veces con alguna de sus víctimas elegidas. Prevención que por supuesto Kagura no compartía con él, ya que podía percibir en su cuerpo el aroma de una sola esencia durante meses. Tampoco le molestaba, después de todo él era el dueño y Señor de todo lo que implicaba ser la Señora Taisho y si, sólo de vez en vez practicaba la cópula con ella solo para reafirmar el estatus que ocupaba el otro.

—Deseo salir de la ciudad —dijo de repente. Tomaban el desayuno en la terraza de su penthouse, la única comida en la que coincidían.

—Jaken tiene vacaciones —contestó al seguir tecleando en su laptop —regresara en dos meses —añadió al percibir una posible réplica.

—¿Y no puedes conseguir un suplente?

—No —azuzó firme. Detestaba que personas ajenas de su confianza se entrometieran en sus asuntos de trabajo.

—¿Y si es eficiente? —adujo llamando su atención.

—Jaken es irreemplazable.

Kagura torció la boca, un gesto que atisbó de soslayó pero que pronto eliminó para ser sustituido por una iluminación peligrosa.

—¿Aceptarías un remplazo elegido a tus perspectivas?

Regresando su atención a la pantalla se limitó a gruñir en forma de asentimiento.

Llevar a cabo dicha práctica, no solo era imposible sino inaceptable. Dudaba que existiera una criatura capaz de elaborar el monumental de pendientes que su más fiel sirviente realizaba en unas horas. Y seguro de la inexistencia de ese ser, se mantuvo tranquilo.

Los siguientes días transcurrieron normal hasta que ese maldito día se presentó. Cerró los ojos con fuerza al percibir el embriagante aroma a humano perturbar la tranquilidad de su oficina y replicó internamente el error de aceptar el reto de su mujer.

—Cariño, tu nueva secretaria a llegado —escucho decir a su cónyuge —Kagome toma asiento.

Una hipnotizante fragancia a vainilla penetro sus fosas nasales obligándolo a girar para descubrir a la portadora: joven, finas facciones, cabellos azabaches con fugaces destellos azules y desaliñada en su vestimenta.

—Sesshomaru, ella es: Higurashi Kagome —continuó Kagura.

Envío a su receptora una fulminante mirada. Joven y descuidada, dos palabras que nadaron en su cabeza.

—Es apenas una mocosa —azuzó y entonces lo notó, ese fuego azulino en aquel par de ojos que lo examinaban con tenacidad.

La contestación de la muchacha, la insistencia sutil por corregirlo provocaron que obtuviera toda su atención y terminó por aceptar una prueba cuando ella accedió a todas sus exigencias sin refutar, no obstante una vez que la estela de esencia se desvaneció en el aire se giró hacia su flamante esposa.

—Una humana —dijo gélido.

—Soy consciente de tu repudio por la raza más débil de todas —explicó al sentarse al frente y cruzar la pierna mostrándole parte de su muslo desnudo —además de mí sabia elección, me permito agregarme un punto extra al tener la seguridad de que no vas a tocarla —el peliplata entrecerró sus ojos —puedo tolerar que folles fuera de esta edificio con quien se te de la gana pero no toleraría a una amante de oficina.

Cruzándose de brazos y reclinándose por completo en el respaldo de la silla le dio a entender un claro desacuerdo.

—Interesante justificación —mencionó en un tono desaprobatorio —aunque deplorable —añadió con una sonrisa de malicia.

—Llámale como quieras —poniéndose de pie se permitió retirarse —indícame la fecha de nuestro próximo viaje.

Y como era su costumbre, se escabullo de la conversación sin mirarlo.

Ya sumergido en la soledad, se permitió considerar al siguiente día posibles imprudencias, regaños por ineptitud, súplicas por el horario y tal vez ridículos gestos humanos. Intolerante a la pereza humana se adivinó de mal humor, así que rebuscó en sus contactos, alguna placentera compañía que pudiera anular sus instintos asesinos para mañana en la tarde, pues deducía la ineficacia de la muchacha y también la falla en la prueba.

Después de la confirmación regreso su interés al computador, omitiendo las divagaciones del origen puro de esa esencia al igual que aquellos penetrantes ojos azules. Terminó por recluirse en compromisos laborales y poco a poco durante el resto del día se olvido de sus preocupaciones por la nueva secretaria.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

El grupo de maletas, bolsas y Kagura fueron el resumen de la imagen. Aún así se permitió recargarse en el umbral y observarla mientras se acomodaba el sombrero de playa y los lentes de sol.

—¿La playa? —indagó al beber un sorbo de su café. Los lentes oscuros apuntaron a su dirección.

—Florida —especificó al inundarse en el interior de su bolso —puedes alcanzarme.

Dejo la taza en la encimera y camino hasta ella decidido. No fue hasta que la sombra de su figura opaco a la contraria que logró llamar su atención.

—Olvidas algo.

—¿Qué? —adujo confundida y girando a ver el grupo de maletas.

—Esto…

Sin previo aviso la tomó por las muñecas, le dio media vuelta y la recargó en el respaldo del sillón. Y en silencio, como siempre, no le escucho réplica alguna cuando le levanto la falda del vestido y arranco la ropa interior; la penetro de golpe, una y otra vez la embistió sin piedad y solo hasta que percibió su clímax salió de ella para volverla a girarla hacia él, obligarla agacharse y derramar su semilla en el rostro indiferente. Nada extraño, ni nuevo, pues hacia mucho tiempo que no se permitía correrse dentro de ella.

—Puedes irte tranquila —murmuro entrecortado —no voy a interrumpir tu adulterio vacacional.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

Llegar más temprano de la normal y convocar a la junta antes de tiempo no era de sorprender. Bastó su presencia para enseguida movilizar al grupo de empleados. Una larga plática y el uso de su persuasión coronó, su casi victoria próxima en Nueva York.

—¿Asistirá entonces a la fiesta de caridad? —preguntó uno de sus socios.

—Si.

Las siluetas negras se miraron entre sí.

—¿Deducimos también una reunión con…? —guardaron silencio al sentir el ambiente inundarse por su presencia errática.

—Quizás.

Y tomando el celular de la mesa desapareció del rango visual de los socios y aliados.

Meditaba sus posibles opciones cuando llegó a él esa rara esencia. Detuvo sus pasos y volteó hacia la mujer que de pie parecía morir de vergüenza. Humana sin duda.

—¿Me espera? —demandó a saber permitiéndose recorrerla de pies a cabeza. La falda de tubo permitía admirar sus anchas caderas y su vientre plano, la blusa por otra parte solo mostraba lo tersa y rosada que era su piel. El chongo de cabellos negros junto con el maquillaje avivaba más la hermosura de su rostro. Hermosa a pesar de su adversa sangre admitió internamente.

—Es su secretaria privada, Señor Taisho —le recordó una de las recepcionistas —lo está esperando desde hace una hora.

Y el enervante perfume, los ojos de llamas azules y le negra cabellera aparecieron en su cabeza. Había olvidado por completo a la humana rebelde del día anterior ¡Claro! Ese día lucía muy diferente a su nueva y exuberante apariencia del presente pero disimuló su sorpresa al regresar a su postura de siempre.

—Higurashi ¿verdad? —el nerviosismo de la muchacha no fue secreto porqué podía escuchar claramente el latido acelerado de su corazón —¿Ya te dieron el móvil de la empresa? —negando con la cabeza prosiguió a darle un listado pequeño de su nuevo procedimiento a la hora de entrar y salir. Después de todo quería jactarse por un poco más de tiempo el poder admirarla antes de que fallara irremediablemente —acompáñame, en el camino te iré dando las demás instrucciones y más te vale que las memorices porque no repito ninguna indicación dos veces.

El que lo siguiera por detrás provocó que llegara a una conclusión absurda. Kagura era astuta. Lo rotuló de esta forma al adivinar la verdadera intención de su mujer: mantenerlo ocupado con la mamífera-humana en lo que ella disfrutaba a sus anchas del placer carnal ajeno. No. No había sido por deseo de emprender un viaje con él, sino de liberarse temporalmente de su matrimonio al brindarle de un nuevo reto: lidiar con la mujer-humana.

—Sube —dijo al abrir la puerta de su auto. Contemplar las dimensiones de su trasero al subir fueron fugaces y descubrir los muslos desnudos al subírsele la falda por sentarse crearon cierta palpitación en su virilidad —¿Hablas ruso? —inquirió al desviar sus antojos.

—Si, Señor.

—¿Qué tanto? —el móvil entre sus manos impediría que el tentativo cuerpo femenino lo distrajera.

—E dejado en claro que mi traducción es perfecta, Señor Taisho.

Elevó sus ojos hasta ella solo para descubrir ese rubor que empezaba a gustarle.

—Eso ya lo veremos —azuzó regresando su atención al aparato —el empresario Naraku Ivanov es un personaje difícil de persuadir y necesito de tus habilidades traductoras.

¡Mentira! Él hablaba perfectamente ruso, aquello solamente era un examen para calar que tan acertada podría ser, únicamente buscaba un insignificante error para terminar de una buena vez con el absurdo jueguito de su esposa pero se sorprendiendo nuevamente deleitándose con el aroma cautivante y buscando liberarse por un corto periodo de la conversación, la dejó entretenida con el iPad.

Experimento por primera vez en su vida la inquietud por poseer la esencia puramente humana, de anhelar enterrarse en el interior de la muchacha que tenía a un lado y ser aquel que la convirtiera en mujer. Porque si, era consciente de que Kagome era virgen; el estado puro de su aroma anunciaba que nunca había sido tocada y eso lo provocaba de sobremanera.

Conocedor por las anécdotas paternas al describir la sensación experimentada de poder romper la niñez de una hembra y transformarla en mujer incitó a su lado bestial, él también quería probarla, aún a sabiendas del precio a pagar después. De repente, comprendió entonces por qué la mayoría de su raza se mantenía a distancia de aquellas criaturas puras y el porqué las hembras-demonio preferían auto desflorarse antes de terminar enloquecidas por aquel osado que se llevara su virgo.

—¿Tienes pasaporte y visa? —preguntó con la clara intensión de tentar la moralidad de la chica.

—Si, Señor Taisho.

Perfecto susurró la voz bestial.

—Si haces bien tu trabajo, en dos semanas partirás conmigo a Nueva York. Estaremos ahí un par de días. Mi chofer pasará por ti, asegúrate de traer equipaje.

Usarla y desecharla fue su plan inicial. Le importo poco la raza que ostentaba porque una nueva obsesión nacía latente.

—¿En que hotel reservó, Señor Taisho?

La cuestión lo dislocó un poco. Nunca tuvo necesidad de ser cuestionado por las intenciones doblemente disfrazadas pues la mayoría accedía sin chistar.

—En ninguno —replicó sin verla —nos quedaremos en mi apartamento —y escucho el trago duro de saliva —te quedarás en el cuarto de huéspedes —añadió al verla con malicia —no muerdo, Higurashi.

Obviamente topo con pared.

—Lo siento Señor pero considero es inapropiado.

Ofendido por el rechazo replicó sutil.

—¿Por qué?

—Usted es un hombre casado y yo soy soltera, puede sujetarse a malos entendidos.

Digna masculló la voz en su cabeza.

—Kagura nos alcanzará después —mintió.

—Con mayor razón debo de insistir en quedarme en otro sitio.

Controlándose contesto de forma mesurada.

—Resérvate el hotel más cercano al Central Park.

Y otra vez noto el rojizo de sus mejillas permitiéndole debatirse a él mismo ¿Qué demonios hacía usando connotaciones sexuales tan sugerentes?

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

Concluir la reunión y afirmar la eficacia de la muchacha fue la gota que derramó el vaso.

Ya no existían excusas para rechazarla o justificar su negativa a tomar el puesto. Como ella lo dijo, su traducción y trabajo fueron perfectos. Durante toda la conversación con Naraku pensaba las mil formas en deshacer sus peligrosas intenciones con su secretaria humana. Una y otra vez repetía mentalmente que tan solo se trataba de un bajo deseo sexual y que quizás, una vez tomándola pudiera exterminar, el tremendo lío que su pestilente aroma puro de vainilla le provocaba.

—El chofer te llevará de regreso a la empresa, espérame en mi oficina y dile a la recepcionista que te entregue todos los contratos de este año para revisarlos a mi regreso. Puedes comer en la cafetería o tomar un descanso de una hora —estaba siendo demasiado cordial —nos vemos más tarde.

El sexo con la hembra-demonio no fue suficiente. La presencia de Kagome en sus pensamientos, inventaron la ilusión por segundos de estársela follando a ella en lugar de la desconocida pelirroja. Frustrado e iracundo retorno con la clara posición de interponer distancia; dos días bastaron para ofuscar su mundo perfecto y eso era un peligro latente hacia su persona. Él era un Daiyokai, temido y respetado, no podía permitirse ver manchada su reputación por el simple antojo de una mujer virginal. No obstante despacharla sin tener motivos causaba un conflicto a su intachable armonía interior, podría sobreponerse y esperar a un error para deshacerse de ella por completo.

Pero volvería a errar, una y otra vez.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

El entrar a su oficina e inundarse de nueva cuenta con la esencia concentrada lo perturbó. Y descubrirla leyendo la torre de expedientes que tenía enfrente dio hincapié a reconocer que no todos los de su especie eran holgazanes sin causa. Y haciendo gala de su magnífico autocontrol tomó asiento para comenzar a trabajar como si ella no estuviese presente, aunque noto el latido precipitado, algo que era común cuando se tenía miedo.

—¿Los leíste todos? —otra vez el palpitado de terror fue claramente escuchado —¿Encontraste algún error? —prosiguió al notar un débil asentimiento de reojo.

—Únicamente pequeños retrasos en algunos pagos a los distribuidores —el tono que usaba para hablar ya no era decidido como en otras ocasiones sino temeroso. Desconcertado interrumpió el tecleado en la computara y giró su atención hacia ella. Inmediatamente la mujer alzó la cara, mirándolo con miedo.

—¿Sucede algo? —quiso saber cada vez más molesto por su actitud radical. En la mañana no parecía espantada de su persona y durante la tarde, antes de que se fuera con el chofer mantenía esa ímpetu que la caracterizaba.

—No —agachó la cabeza mirando el resto de hojas en sus piernas —nada —agregó aclarando la voz.

Obviamente la mentira nadaba entre ambos.

—Puedes retirarte —dijo sin ánimos de indagar.

—¿Ocupare algún cubículo? —interrogó de repente, haciendo florecer de nueva cuenta ese carácter fuerte que poseía.

—No. Tu lugar es aquí en mi oficina —en realidad si existía un sitio para su labor pero no pretendía mantenerla lejos; apoyo sus codos en la mesa y la examinó a profundidad —e tomado una decisión.

—¿Cuál, Señor Taisho?

—Puedes llamarme Sesshomaru, no es necesaria tanta formalidad.

—¿Sus trabajadores también le tutean? —ladina pensópara si —no me gustaría tener una ventaja que algún otro no tiene con Usted.

—Como desees —pronunció cortante —tienes el empleo.

—Usted dijo que…

—No es necesaria la prueba de tres días, Higurashi. Haz superado todas el día de hoy —inclusive aquellas que desconocía —nos vemos mañana.

—Entonces lo que me dijo antes…

—Conmigo no existen segundas oportunidades, mucho menos períodos de prueba.

—Es bueno saberlo, Señor Taisho —tomó sus cosas y retomando ese bochorno en su cara dio media vuelta, tomó el picaporte pero se detuvo antes de cruzar el umbral, volteo hacia él y con una ligera sonrisa, añadió—: Que tenga buena noche.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

¿Qué si noto la ausencia del libro? Por supuesto ¿Qué fingió no notarlo? Obviamente ¿Percibir la curiosidad de la humana por verificar ciertas las palabras? Más que notorio ¿Confiar en que no diría nada? Seguro, quizás por el hecho que de sugerirlo, sería señalada como una desquiciada con pase directo al pabellón de locos más cercano y tal vez por esa razón se empecinaba tanto en observarlo meticulosamente, por ese afán de poder obtener una prueba. Pero la muchacha empezó a tocar fibras muy sensibles a su resistencia.

Prendas que ceñían su figura exótica, accesorios que atraían la vista hacia puntos muy subjetivos y diferentes peinados que dejaban ver lo largo y rosa que era su cuello expuesto. Todas y cada una de estas cosas Sesshomaru las tomo como un claro reto a su autocontrol. Sin duda ella, había leído línea por línea y aprendido cuales probablemente eran los puntos débiles de su raza, no obstante aún con todo esto logro abstenerse de caer y aunque existían veces en las que se tomaba su tiempo para observar el contorno de su perfil, escuchar a plenitud su baja respiración e inundarse en ese maldito perfume que lo trastornaba, consigo parecer indiferente ante la mirada azulina cada vez más decepcionada de sus tácticas. Sonriente por su efímero triunfo prosiguió en la rutina de contemplarla en secreto y reafirmarle su poco interés por su cuerpo humano. Cuando la realidad era que moría por corromperlo.

Los días pasaron como agua y el verla caminar, escucharla hablar e incluso reír fueron las causas por las que día a día regresaba a la oficina de mejor humor.

—¿Sigues enojado? —ataco Kagura al sentarse en la mesa donde compartían el desayuno. Ignorándola continuó con lo suyo —te cancele antier y la semana anterior por…

—Lo sé —dijo cortante. Tomo la copa de jugo naranja, le dio un breve sorbo y siguió tecleando en el computador cuando la dejo en la mesa.

El juego del gato y el ratón que llevaba con Kagome empezaba a crear estragos en su personalidad. Había incrementado sus rutinas de sexo clandestino e incluso se vio obligado a recurrir al lecho vació pero seguía sin poder saciarse. Actitudes que fueron notables para aquella que lo conocía.

—Tal vez, tú y yo… —abriéndose la bata de dormir le mostro sus pechos desnudos. Sesshomaru impasible continuó con su atención al monitor.

—No estoy de humor —azuzo sin mirarla. La verdad era que sabía no podría saciarse con ninguna otra hasta obtener a su secretaria —tengo un viaje importante a Nueva York en unos días y no tengo deseos de perder mi tiempo contigo.

—¡Eres un idiota! —exclamo ella al atarse de nueva cuenta el nudo de la bata y retirarse claramente ofendida.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

—Perfecto. Pasaré por ti para ir a la fiesta. Lleva solo el teléfono de la empresa.

—Sí Señor, Taisho.

Verla bajar de las escaleras en ese vestido extremadamente sugerente lo hizo tambalear. En esta ocasión no pudo ocultar el impacto que aquella divina imagen le regalaba. Mucho menos poder parecer insensible al incrementado perfume de vainilla.

—Buenas noches Señor, Taisho —dijo ella al llegar hasta él y regalarle una amplia sonrisa en esos labios rojos.

—Higurashi —nombro él y regresando a la realidad le brindo su brazo.

La tensión en su cuerpo incremento y su bestia interna demando arrancarle el vestido y poseerla en pleno pasillo. Respiro hondo y dominando sus bajos instintos procuro una conversación que lo distrajera.

—Estás radiante —dijo al abrirle la puerta.

Otra vez visualizo ese tono rojizo en las mejillas de la chica que lo enloquecía.

—Gracias —correspondió ella.

Ayudarle entrar al auto y contemplar las posibilidad de que sería el objeto de miradas lujuriosas fueron el motivo de que interpusiera límites.

—No te separes de mi al llegar —dijo después de sentarse a su lado.

—Como ordene se…

—Por esta noche, hazme el favor de llamarme solo: Sesshomaru —en esta ocasión no iba acceder a un No. Así que usando su mejor cara de autoritario pretendió persuadirla.

—Solo por hoy, Sesshomaru —accedió sonriente.

Mientras los ojos azules de su acompañante admiraban sorprendidos los detalles de la fiesta, él se encargaba de fulminar a todo aquel que osara posar su atención en ella. Se permitió incluso sujetar su espalda desnuda y guiarla por el enorme salón atiborrado de gente. Un maldito error porque su virilidad era la que reaccionaba junto con una estremecedora corriente eléctrica.

—¡Vaya! —y reconoció la maldita voz incluso antes de girar su atención hacia tan despreciable ser —pero si es mi medio hermano.

—Inuyasha —siseo grave.

No pudo evitar dejar soltar parte de su energía natural. Seguro de que llamaría su atención para que se alejara. Sin embargo, al bastardo pareció no afectarle.

—¿Y dónde dejaste a Kagura? —notó su atención taimada hacia Kagome —no me digas que al fin te separaste de esa arpía.

Vislumbro enseguida el propósito de su medio hermano por descubrir quizás a una nueva amante. Así que pretendiendo limpiar el honor de su acompañante, se permitió aclarar la situación.

—Inuyasha —volvió a repetir en un tono de advertencia homicida —ella es Kagome, mi asistente privada —y esa estúpida sonrisa que tanto detestaba abarco todo su rostro —Kagome, él es mi…

—Medio hermano —completo al tomarle una de las manos y besarle en el dorso —un placer.

Aguanto las ganas de arrancarle la cabeza y respiro hondo en su vago intento por controlarse.

—Un gusto —dijo ella y casi pudo encontrar la paz cuando retiro su mano de los dedos del bastardo.

—Tienes buen gusto para escoger a tus asistentes, quizás debería de comenzar a buscar por donde tú, Sesshomaru.

Cumpliría el deseo impetuoso por querer morir a los ojos de todos los invitados, desgarraría su vientre y le cortaría la lengua por incauto.

—¡Hey! —reconoció a Kōga antes incluso de que llegara a ellos —que bueno que encuentro a los hermanos Taisho juntos, me ahorran el viaje.

Era más que obvio la necesidad del lobo por separarlos antes de que ocurriera un desastre sin retorno.

—Aprovechemos que el baile va a comenzar para hablar en privado —sugirió Kōga al intervenir de lleno en el enfrentamiento de miradas asesinas.

—Conmigo ya hablaste lo que quisiste —atajo Inuyasha y entonces arrojo lo que desde hacía minutos en realidad deseaba —¿Quieres bailar conmigo? —entrecerró sus ojos casi hasta cerrarlos; Inuyasha estaba palpando su suerte y vida en tan solo unos segundos —después de todo eres sólo su asistente —añadió en un tono divertido que no le agrado en nada ¿Qué pretendía? ¿Morir?

—Sí, ve con ella —sentenció Kōga cada vez más nervioso por la actitud de ambos —además son temas privados que nadie puede escuchar.

La rabia subió desde su estómago hasta su garganta al ver como el brazo de Kagome se escurría del suyo para entrelazarse con el de Inuyasha. Un odio infinito y puro se propago en todo su ser en el momento en que ambos ocuparon el centro de la pista de baile.

—Sesshomaru, no creo que sea momento de… —no escuchaba la verbalizada observación del lobo porque toda su absoluta atención estaba en ese par que danzaba de aquí allá. Sintió tocar los límites de su control al contemplar el tacto de Inuyasha en la espalda de la muchacha —y la verdad es que… —seguía parloteando pero él ahora abandonaba su lugar para seguirlos —¡Oye! —exclamo Kōga al darle alcance e interponerse en su camino. Entonces Sesshomaru si lo vio a los ojos —yo no…

—No tengo tiempo para tus ridículos sermones moralistas —escucho reír a carcajadas a Inuyasha incitando su lado asesino —tengo cosas más importantes que hacer.

—Pero…

De reojo noto como ella se empinaba la copa de alcohol para terminársela de un solo sorbo y aquello provoco que movilizara sus movimientos en cuanto la cercanía de Inuyasha se tornó peligrosa.

Y se plantó detrás de ella justo en el momento en que iban a profanarla.

—Aléjate de ella —exigió gélido.

Alzo la mano y tomo por el codo a la muchacha que sin chistar se posó a su lado en cuanto la jaló. La mirada ambarina de Inuyasha le anunció que comprendía claramente el mensaje.

—Como siempre, tan oportuno.

Pero como era obvio, Inuyasha no podía perder la oportunidad para mofarse en presencia de la que había descubierto era su vulnerabilidad. Omitió la cara de horror de la azabache y se limitó a respirar profundo. No desea que Kagome fuese el objeto de señalamientos en plena fiesta.

—Vámonos, Higurashi.

La arrastro por el lado contrario y afilo sus facciones al llegar a él la sugerencia de su detestable medio hermano.

—Nos veremos después, Kagome.

Estudio su comportamiento primeramente expresivo y comunicativo. Considero las desventajas, suprimió los posibles errores y al final termino por admitir su necesidad por mantenerla cerca, muy cerca.

La discusión de sus tácitos celos concluyo de la forma en que él ya sospechaba. Basto una caída accidental, infligir el radio de su espacio privado, el contacto de sus labios contra los suyos y un sillón por detrás para que todo lo demás encajara por si solo.

El dominio que semanas antes llevaba controlando dejo de existir en cuanto la ropa dejo de ser un impedimento entre ellos y se mostraron por primera vez desnudos, tanto en cuerpo como en naturaleza. No obstante, el punto donde su cordura casi lo abandono fue en el momento exacto donde su hinchada virilidad exploro inmaculada zona. Experimento el ser poseso por una fuerza altamente atrayente y fue vapuleado por una intensa corriente eléctrica de pies a cabeza. Sin resistirse más, tomo el dominio del coito, resistiéndose en todo momento a dejar brotar esa bestia bruta que imploraba tomarla con fuerza y regulándose se embriago en esa nueva fragancia que él mismo había mutado. El nuevo capricho descubierto en los brazos de una humana calo todos sus sentidos en el preciso instante en que se permitió derramarse en su interior, Kagome había dejado de ser la humana para convertirse en su mujer. Constato el precio a pagar una vez que la tomo por la cintura y jaló hacia él.

—Descansa —dijo ahora totalmente tranquilo.

Durmió sereno, al igual que los siguientes días que transcurrieron.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

Permitirle alejarse de él ya no era una opción a considerar. Día tras día tomo posesión de su cuerpo solo para permitirse embriagarse con su nuevo perfume enervante; el olor puro de la vainilla había sido sustituido por una fragancia aún más fuerte. Una que era ahora la combinación de su propio aroma y la de ella; Habituó sus horarios para estar con ella, erradicó todo contacto sexual que no fuera con Kagome y atribuyo a su nueva rutina el nombre de Kagome en cada una de las cosas que hacía o deshacía. Olvido su sangre, posición, raza, las verdaderas razones de su estancia y todas las justificaciones que antiguamente tenía para alejarse de los que alguna vez considero despreciables.

—Sessh… no creo que —le besaba el cuello eufórico, relamía su piel deleitándose al mismo tiempo con el exquisito sabor que emanaba.

—Sssh —silenció entre pausas para girarla y apoyarla contra el escritorio de su oficina. Escucharla gemir cuando le alzo el vestido y bajo la tanga provoco que todo uso de razón se perdiera nuevamente.

—Alguien puede —decía agitada pero sin moverse —y…

—¿Me detengo? —apunto hacia la cavidad totalmente lubricada. Kagome podía mentir pero su sexo no —¿Eso quieres? —deslizándose hasta la cabeza de su virilidad la hizo temblar.

—Sessh… —murmuro ella entre lo que parecía una súplica y un gemido.

Se agacho lo suficiente como para tomar sus manos por debajo de las suyas y poder tener a su alcance su oreja.

—Dime que no quieres —le dijo al oído y la penetró de golpe, recreando para ambos esa sensación de satisfacción —solo tienes que… —salió y entro suavemente, mojando todo su tronco con los fluidos corporales de ambos —decirlo —añadió al volver a repetir la acción.

—¡Agh! —gimió claramente y entrelazando sus dedos le envió el claro mensaje de continuar —no pares —dijo al fin.

Satisfecho por la declaración se retiró, la volteo boca arriba, subió sus largas piernas en a sus hombros y bajo la parte de enfrente del vestido rojo. Inmediatamente aquel par de melones saltaron libres.

—¿Qué haces? —adujo ella claramente abochornada por la posición.

—Me gusta ver tu cara cuando te follo.

Aferrándose a sus caderas la embistió sin darle oportunidad de discutir su percepción y presenciar el movimiento de sus senos de arriaba abajo cada que se sumergía en su estrecha cavidad, le hacía crecer su ego al saberse el único capaz de contemplarla de esa forma y aceptar que le enloquecía escuchar el sonido acuso de su pelvis chocar contra el clítoris de Kagome, era tan difícil como admitir que comenzaba a sentir algo más que solo deseo.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

Ya no le satisfacía solo tomarla en el escritorio de su oficina o en la sala de juntas, ahora anhelaba más tiempo, más deleite, más de su existencia.

Formo una lista de viajes que concluyeron en escenas de sexo abrumadoras sin embargo comenzó también a conocer parte de su personalidad. Descubrió sin querer las cosas que le irritaban, lo que le agradaba y aquello que hacía crear un extraño brillo en sus ojos azules que a veces lo turbaba. Conoció no solamente su cuerpo de pies a cabeza sino también los pequeños detalles de su temperamento.

—No te vas a llevar ese traje de baño —sentenció cuando la vio salir con ese diminuto bikini rojo. Kagome se observó a sí misma y se encogió de hombros.

—Es el único que tengo.

—Te compraré otro —azuzo.

Se cruzó de brazos claramente ofendida y tomo aire antes de hablar.

—Dame una buena razón para que acceda a tan desquiciada sugerencia.

Cerró la puerta corrediza que los llevaría a la playa y avanzo hasta ella con los puños apretados. La mujer ni se inmuto cuando él se clavó al frente.

—Él único que puede ver tu piel desnuda soy yo.

Casi quiso reír cuando las dos cejas negras se arquearon.

—No estoy desnuda —atajo al fruncir el ceño.

Entrecerró los ojos tomando la tacita invitación a un reto.

—Interesante.

Agachándose y sin darle tiempo de reaccionar la echo por encima de su hombro.

—¡Sesshomaru! ¿¡Que haces!? —pataleaba pero ni así dejo de caminar hasta la recamara —¿¡Que te pasa!? ¡Bájame ahora mismo!

Obedeciendo la arrojo contra el colchón, se abalanzo sobre ella y capturo sus muñecas para impedirle moverse.

—Deléitate.

Descendió su rostro hasta su vientre y lamió dejando un camino de saliva hasta llegar al pliegue del bañador.

—Sesshomaru… —dijo en tono de advertencia.

No hizo caso, termino por sujetarla de los muslos, subirlos en sus hombros y replegar su nariz en ese hundimiento húmedo en la tela.

—No te muevas —ordeno.

Y con sus dientes hizo a un lado la prenda e inhalo a su paso el enloquecedor aroma del sexo contrario.

—Sessh… —la escucho murmurar —no…

Con la punta de su lengua dibujo los pliegues vaginales provocando al instante un sonoro gemido. Entonces se permitió hundirse un poco más; relamió el dulce néctar que la flor abierta le brindaba y la jalo más hacia su rostro con la clara intención de devorar ese punto tan sensible. Alzo los ojos y no pudo evitar sonreír cuando la descubrió revolverse en las sabanas; su bonito rostro estaba teñido en rojo y tocaba sus senos en cada lengüetazo que propiciaba a los labios vaginales.

—Mírame, Kagome.

Los ojos azules lo buscaron, obligándola a inclinarse y a sostenerse por sus antebrazos. El cabello revuelvo, el rojizo de su cara y su boca ligeramente hinchada por los mordiscos que ella misma se infligió, fueron los ingredientes que necesito para centrarse en ese preciso lugar de su anatomía. Lamio haciendo curvar su espalda, succiono suave provocando que cerrara los ojos con fuerza y gimiera sin control, toco la superficie con la punta de su musculo y enseguida los jugos corporales aumentaron; continuó una y otra vez sin dejar de mirarla por encima de su vientre. Se deleitó al escuchar su nombre salir de aquella boca de una forma tan hechizante y, permitiéndose degustarse con el clímax, bebió el exquisito néctar producido.

Levantándose y quitando la bermuda que ocultaba su erección, relamió sus labios para verla fijamente.

—¿Satisfecha? —adujo.

Kagome tomo aire antes de poder responder, sus bonitos ojos azules estaban clavados en la virilidad que le apuntaba amenazante.

—Casi —logro articular cuando avanzo hasta él y tomo entre sus manos la hinchada virilidad.

—¿Qué haces? —articulo controlando su voz en el momento en que subía y bajaba el prepucio.

—También quiero probarte.

La vio abrir su boca y llevarse la punta del glande a su interior. Percibir la calidez en esa zona tan sensible y su lengua moverse alrededor de la cabeza incito a que gruñera. Y si bien se encontraba en su fase natural eso no impedía que existieran destellos de su poco autocontrol del oral que le Kagome le propiciaba con maestría.

—Kagome… —murmuro entre dientes cuando la muchacha hundió parte de su tronco en su boca. Aún estaba de pie y consideraba que su mejor opción sería tumbarse en la cama antes de caer a mitad de la alfombra. Pero la criatura que relamía desde la base hasta la punta no lo dejaba pensar con claridad. Termino por aferrarse a la cabellera oscura que se movía entrando y saliendo de su entrepierna y afianzo el ritmo cuando comenzó a penetrarla como si se tratara de su cavidad. No escucho quejas, ni tampoco la percibió tensa, todo lo contrario. Ella succionaba el tronco y la punta en cada salida y él marcaba la velocidad.

—Kag… —dijo en tono de advertencia. Una que ella paso de largo porque lejos de retirarse se aferró más a su posición y comprendiendo el lenguaje corporal se derramo en su boca —¡AAAGGGh! —agitado, sin aire y sudado, bajo su atención hacia la mujer que se despegaba lentamente de su virilidad aun con un hilo blanquecino conectado a sus hinchados labios. Los ojos azules se alzaron y le vieron con picardía. Trago la sustancia en su boca y paso sus dedos alrededor de sus labios como si su semilla se tratara de un labial.

—Ahora si estoy satisfecha —dijo en un suspiro.

Pero él no. Él deseaba más de Kagome. Anhela más que encuentros clandestinos y escapadas a ciudades lejanas. Quería y pretendía otorgarle el título de Señora Taisho.

¿Cómo había llegado a la conclusión? ¿En qué parte admitió sus sentimientos por la cálida presencia de la humana? Tal vez al percatarse de que ya no podía seguir jugando al escondite o quizás en el momento justo de imaginarse a Kagome en brazos de otro.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

—Señor Taisho —dijo la voz de una de sus asistentes por el interlocutor.

—¿Qué sucede?

—La Señora Yöhei desea verlo.

Intrigado indago el apellido. No encontrando similitud negó.

—No la conozco —espetó serio.

—Dice que es la hermana de Kagome Higurashi.

Y de inmediato obtuvo interés.

—Hazla pasar.

Alta, madura, facciones finas y largos cabellos como la noche. Sin duda la hermana mayor de Kagome.

—Buenas tardes —concedió al ponerse de pie y brindarle asiento.

—No es necesaria la formalidad conmigo, Señor Taisho.

Sesshomaru se quedó unos segundos congelado, estudio su compartimiento y tomo asiento al reconocerlo.

—Creo adivinar a que vino, Señora Yöhei.

Sus marrones ojos se entrecerraron al mismo tiempo que su ceño se frunció.

—Me ahorra las palabras, Señor —respiró hondo y levanto el mentón, un gesto que también tenía Kagome a la hora de confrontar al estar en desacuerdo —quiero que se aleje de mi hermana, no la busque, no le llame y por favor —esto último lo dijo con un tono seco y frío —deje de buscar pretextos bajos para acostarse con ella. Conozco perfectamente a los tipos como Usted y jamás lo hubiese pronosticado viniendo de un casado y con familia.

—Yo no tengo familia con Kagura —corrigió gélido.

—Esa es precisamente la razón por la que deseo tenerlo lejos de mi hermana. Un matrimonio es para siempre y se unen con la finalidad de acrecentar la familia, no para fracturar a la primera calentura que pasa.

—Kagome no es una calentura —atajó cada vez menos accesible a la plática.

Cruzándose de brazos y apoyando su peso en una pierna otorgo un claro lenguaje corporal defensivo.

—Perdón, creo entonces no fui clara. Lo que en verdad quise decir es que Kagome no tiene necesidad de ser amante de oficina de su jefe.

Sesshomaru se puso de pie, mostrando una posición aún más temible que la de la mujer.

—Mis pretensiones con Kagome son serias.

—Convertirla en la otra no es tener la disposición de ser serio, Señor Taisho.

—Voy a divorciarme de Kagura —sentenció después de controlar su temperamento —y Kagome tomara el lugar que merece.

—¡El que desocupo una esposa abandonada por su marido a causa de sus calenturas! —expresó ofuscada.

Mentalmente contó hasta diez antes de poder objetar tan ridículos preceptos.

—Kagome es lo suficientemente adulta para elegir si quiere o no estar conmigo aun después de mi divorcio.

Un silencio amargo prolifero la oficina. Ambas miradas chocaban retadoras y por primera vez pudo sentirse examinado.

—¿La quiere? —pregunto al fin en un tono menos tosco —¿Quiere a mi hermana?

Sesshomaru respiro hondo antes de poder responder sincero.

—La amo.

Una sola palabra bastó para darle alivio a todas sus inquietudes. Sintiéndose libre de expresarse y aceptar lo demás, siguió conversando con la que en un futuro sería considerada su cuñada. Retomaría su viaje con Kagome y más tarde, ese mismo día le declararía sus sentimientos. Se divorciaría de Kagura, vendería el penthouse y compararía una casa para formar una familia a lado de Kagome.

No obstante jamás espero que la muchacha prácticamente diera por finalizada su relación al terminar el coito.

—Intuyo que estás en esta posición por mi estado civil —protesto ante su inverosímil pero cierta realidad.

—No —mentía, lo sabía —la verdad es que ya no pretendo ser tu amante. Voy a entrar a la universidad, conoceré gente nueva y haré amigos y si tengo suerte probablemente un novio del cual pueda enamorarme libremente.

Y si tengo suerte probablemente un novio del cual pueda enamorarme libremente la frase se repitió una y otra vez en su cabeza, como un idea propensa a ser catastrófica. Fulminándola y sin darle oportunidad de huir la sujeto por la cintura para pegarla contra su pecho aún desnudó.

—¿A qué te refieres?

No. No podía darse el lujo de perderla, tampoco de imaginarla en brazos de otro, mucho menos fabricar la idea de verla elaborando una familia con alguien que no fuera él.

—Estoy enamorada de ti —escucho decir.

El impacto de escuchar la declaración abierta de Kagome lo dejo ofuscado y reparo en su error al ya no encontrar más la presencia de su mujer en la habitación. Ya no podría retrasar más la situación entre ambos si quería conservarla a su lado. Entonces recurrió a Kikyo, quien amablemente le escucho sin interrumpir y después de un acuerdo donde intervendría para sobrellevar el humor de su pequeña hermana con la condición de que terminaría con todo de una vez, colgó.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

Ofrecer sin tener, nunca fue su modus operandi. Primero se liberaría del compromiso con Kagura y después brindaría completamente su corazón a Kagome.

—Firma el divorcio —espetó al tenderla las hojas.

Los ojos rubí se fijaron en las líneas redactadas. Después lo miro a él con el ceño fruncido.

—¿Cuál es la razón?

—Indiferencia —azuzo al recargarse en la silla ejecutiva —hace mucho que ya no somos compatibles.

El brío errático de la mujer-demonio broto.

—¿Es por Kagome? —adujo al arrugar el papel claramente enojada sin embargo él se mantuvo estoico —¡POR LA HUMANA!

—Tú compartimiento vacuo me tiene sin cuidado, Kagura.

Pero ella había hecho bolita el documento y lo había arrojado al suelo, escupiéndole en el acto.

—¿¡Creíste que no me daría cuenta de tu nuevo caprichito!? ¿¡De verdad pensaste que no me percataría de su pestilente aroma bajo el tuyo!?

—Firma, Kagura.

—¡ERES UN IDIOTA! ¡UN TAIMADO! ¡UN TRAIDOR!

Incorporándose de su lugar la hizo callar al instante.

—E sido cauto contigo e incluso amable. No pretendas conocer un parte de mí que no te va a gustar —tomo el bolígrafo del bolsillo de su saco y apostó otro paquete de hojas en el escritorio —firma —exigió gélido.

Descubrió una sonrisa tétrica surcar todo su rostro pero al final accedió a firmar. Le lanzo una mirada fulminante antes de darse la media vuelta y esperando a verla marchar sin voltear atrás regreso a su lugar, algo que no fue así cuando ella se detuvo en el marco de la puerta y giro ligeramente su atención hacia él.

—Me las pagaras, Sesshomaru.

Y sin decir nada más, se retiró con esa aura enfurecida.

Casi no durmió esa noche. Mantuvo ocupada su mente en comprar la casa y colocar a la venta el penthouse. Ya era consciente de los rumores que existían en la empresa debido a su cada vez más, descuidado romance, así que considero la posibilidad de mudarse a otra ciudad para mantenerla tranquila, regresarían al sentirse seguro de que nada pudiera perturbarla.

Ese día llegó tarde. Jaken había anunciado su regreso y se entretuvo durante el trayecto con ineptitudes de una empresa vecina.

Iba sumergido en sus pensamientos cuando su atención se rompió al chocar con alguien más. Confundido por no identificar a la persona, descubrió a su paso un par de ojos azulinos que lo miraban… ¿Odio? ¿Decepción? ¿Tristeza? ¿Qué significaba ese destello amargo? No tuvo tiempo de preguntarle que le pasaba porque lo siguiente que percibió fue el certero golpe que se le prolifero en su mejilla. El ardor del golpe, el impacto por la reacción de la muchacha lo dejo dislocado.

—Aquí tienes tu mugroso dinero —azuzo y arrojo a sus pies una bolita de papel.

Supo que tenía que correr detrás de ella en cuanto la vio levantar el brazo en su intención por detener el primer taxi. Experimento el amargo sabor de la desesperación en cuanto ella se introdujo al vehículo y marchó. Corrió sin importarle mostrar su verdadera apariencia a los transeúntes que cruzaban en ese momento por la acera pero tuvo que detenerse al notar que empezaba a ser objeto de señalamientos y balbuceos.

Retorno en sus pasos dejando florecer su aura demoniaca. Avanzo hasta la recepción donde la había visto por última vez y tomo el diminuto papel que ella le había arrojado. La cantidad de 100 dólares en la letra pulcra y fina de Kagura le hizo armar todo lo demás.

Entró por los pasillos claramente enfurecido, inclusive muchos de sus empleados se habían alejado de su presencia al percatarse de su retorcida energía y está palpo niveles insospechados cuando leyó el letrero que coronaba el umbral de su oficina: ¡Felicidades cariño, serás padre

Furioso capturo a la osada por el brazo y la jaló hasta él en un acto por suprimir la rabia que lo carcomía por dentro.

—¿Qué? —adujo burlona —¿No te gusto mi sorpresa?

Inyectado sus ojos en rojo incito el miedo de la mujer que ahora se retorcía de su agarre.

—Dame una buena razón para no arrancarte la cabeza.

Vislumbro el terror, olió el miedo y escucho el latir nervioso.

—Tú-tú… —tartamudeo —no-no…

El espíritu bestial demanda sangre y él ya se encontraba en una posición dispuesto a dársela.

—No es suficiente —siseo.

Y sin contemplaciones le doblo el cuello de un solo giro. El centenar de pares de ojos contemplo sorprendido su acción, algo que por supuesto el no tomo en cuenta.

Inhalo y exhalo hondo, se acomodó sus largos cabellos plateados hacia atrás y desatando el nudo de su corbata observo a todos los presentes impávidos.

—Limpien esto —siseo antes de seguir andando y alcanzar a su mujer.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

Inexistente. Absolutamente nada. No hubo presencia en el aire. Era como si de repente la esencia de Kagome hubiese sido consumida por completo, desde que choco contra ella en la recepción de la empresa su embriagante aroma a vainilla había desaparecido y eso lo mantenía intranquilo, pues su sentido bestial le anunciaba, por primera vez, un miedo inminente.

—¿Sesshomaru? —nombro Kikyo sorprendida al verlo parado frente a la puerta de su casa —¿Qué haces aquí? ¿Y Kagome? —mecía de un lado a otro el pequeño bulto envuelto en una sábana azul.

—¿Puedo pasar? —adujo al inclinarse hacia adelante.

—Sí, sí. Pasa

Aún existían pequeños indicios de la estela aromática que lo volvía loco, no obstante era consciente de que Kagome ya no se encontraba ahí.

—Hubo un problema —soltó al detenerse a medio vestíbulo.

Explicarle el berrinche de su ex mujer y la escena en su oficina provoco que la mujer ensombreciera sus facciones. Estaba más que claro su enojo.

—¿Y dónde está Kagome? —adujo tomando el teléfono inalámbrico; marco los números en el teclado del aparato y pudo escuchar el largo tono de llamada repetirse una y otra vez sin responder —¡Por Dios, Kagome, contesta el maldito teléfono!

—No huelo su esencia —dijo sin contemplaciones, obteniendo la atención de los ojos marrones que lo miraban sin comprender el término usado.

Revelar su secreto jamás estuvo en sus planes pero esa inquietud inestable comenzaba a tocar niveles desconocidos y la terrible necesidad por verla, explicarle y estrecharla entre sus brazos aumento de forma descomunal.

—¿A qué te refieres con que: no huelo su esencia? —había colgado el teléfono y ahora parecía alejarse poco a poco de su presencia.

—Soy un Youkai.

Y dejando escapar el aire de sus pulmones revelo a la mujer su verdadera apariencia. El niño en sus brazos lloro y ella recargo casi todo su peso en el borde del sofá, parpadeo varias veces antes de poder procesar lo que veía, mientras que Sesshomaru permaneció inmóvil en su lugar.

—Un… —trago saliva, meció al infante para calmarlo y después digiriendo lo que contemplaba lo miro a los ojos ahora con un destello firme y decidido —¿Kagome lo sabe?

—Sí.

—¿Desde cuándo?

—Desde que inicio lo nuestro.

Kikyo se mordió el labio inferior, después suspiro, resignada.

—Hoy en la mañana, Kagome se puso un amuleto, quizás por esa razón no puedes detectarla.

—¿Qué clase de amuleto? —se creía lo suficientemente imponente como para aceptar la existencia de algún objeto que pudiera anular sus habilidades súper desarrolladas.

—Mi esposo lo trajo del Monte de las Ánimas.

Y cedió a lo ridículo una vez que escucho el nombre de origen del objeto. Apretó los puños con fuerza y frunció el ceño a sabiendas de que sería prácticamente imposible dar con Kagome si ella no se quitaba el dichoso amuleto. El Monte de las Ánimas era un sitio altamente sagrado; inclusive hasta para él era imposible penetrar el campo de energía que tenía a su alrededor sin correr el riesgo de ser purificado y se decía que el monte era la cuna de nacimiento de los Dioses sin embargo jamás creyó esto último por tratarse de una fanfarronería humana.

—Necesito encontrarla —y recordó la neblina oscura que invadió esos ojos azules antes de golpearle el rostro —¿Sabes dónde podría estar?

—Sí dices que salió de tu trabajo en taxi y no llego aquí… —indago en silencio unos minutos que para él fueron eternos —¡Suikotsu! —exclamo de repente y tomando otra vez el teléfono tecleó con rapidez, en esta ocasión bastó solo un tono para que el receptor contestara —Cariño —dijo en un tono de voz dulce y delicado —perdóname que te interrumpa pero se trata de una emergencia ¿No esta Kagome contigo?

—Llego hace como una hora pero se fue.

Sesshomaru tuvo deseos de arrebatarle el teléfono a la mujer y ser él quien comenzara a interrogar al sujeto.

—¿A dónde? Aquí no ha llegado y necesito hablar con ella.

—Se marchó a retomar sus estudios.

—¿¡Cómo!? Pero no se llevó su ropa, ni sus cosas ¿¡Cómo pudo marchar sin despedirse!?

—Iré a buscarla —azuzo Sesshomaru al interrumpir la conversación —llámame si sabes algo de ella —y sacando una tarjeta blanca de la bolsa de su saco la dejo en la mesita antes de dar media vuelta y partir.

No necesitaba escuchar nada más, le bastaba con saber los dos posibles lugares en los que ella quizás se estaría: Norteamérica o Reino Unido. Entonces tomo su móvil dispuesto a hallarla ese mismo día.

—Jaken —nombro al escuchar la voz de su sirviente del otro lado de la línea —necesito que me busques en todos las aerolíneas disponibles, el nombre de un posible pasajero: Kagome Higurashi. Rastréala y una vez que tengas datos de su destino, me llamas.

—Pero amo, hoy tenemos que…

—Haz lo que te digo —siseo antes de colgar.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

Encontrar a su despreciable hermano en su oficina no le fue de su agrado. Estaba a nada de asesinarle cuando noto esa maldita sonrisa ladina en su rostro.

—¡Vaya! —canturreo al cruzarse de brazos —parece que mi perfecto medio hermano, olvido nuestra junta de hoy.

—¿Qué junta? —increpó con acidez.

—¿Acaso tu preciosa secretaria no te recordó la Junta? —asomo la cabeza como queriendo buscar a Kagome por detrás de su persona —Por cierto ¿Dónde la dejaste?

Ignorándolo, camino con los puños apretados hasta su asiento, prendió el monitor y comenzó a teclear el computador con violencia. En ningún momento observo las facciones de interés en Inuyasha, porque ahora mismo toda su concentración estaba en buscar a su mujer, no existía nada más importante que averiguar su paradero.

—Jaken —volvió a llamar en ese tono gélido que lo caracterizaba. Enseguida el pequeño sirviente apareció; pálido y sudoroso.

—Lo que te pedí —exigiendo cortante.

El diminuto asistente trago saliva antes de poder responder.

—Compro dos boletos con destinos diferentes. Uno a Norteamérica y el otro a Reino Unido. Ignoran su destino final.

Sesshomaru entrecerró sus ojos y afilo sus facciones en un lenguaje corporal amenazante.

—No me digas que cambiaste a Kagome por este gremlin deforme —intervino Inuyasha cada vez divertido con la situación que presenciaba.

Volviendo a omitir sus comentarios y su presencia. Se dedicó a seguir observando a su más leal sirviente.

—Busca su matrícula en Harvard y Oxford y una vez que tengas la respuesta prepara el Jet para partir.

—Pero Señor…

—¡Hazlo! —ordenó sin paciencia en su voz.

—¡Hey, hey! —interrumpió otra vez Inuyasha —no vine hasta aquí para que me deseches en tu primera oportunidad, Sesshomaru. Hicimos un trato y debes de cumplirlo.

El aludido giro su atención asesina hacia su medio hermano.

—Nuestro temas labores pueden esperar, Inuyasha.

La cara de sorpresa del otro peliplata fue tan notoria que le causó molestia.

—¿Estas postergando lo que llevas años intentando conseguir? ¿De verdad se trata del Sesshomaru estoico que yo conozco o eres una farsa?

—No estoy de humor para tolerar tu verborrea, Inuyasha. Tengo una asunto muy importante que atender —encontrarla era el asunto de máxima prioridad.

Entonces el mestizo frunciendo el ceño, retándole sin duda.

—No te vas a ir a ningún lado hasta que firmemos la fusión de ambas empresas y aclaremos las condiciones en las que se dará. Si te marchas ahora, si intentas si quiera quebrantar el convenio que tú mismo me firmaste, voy hacer uso de la cláusula que nuestro padre interpuso para ambos.

Sesshomaru dejó escapar su aura demoniaca; estaba a nada de repetir su acción asesina de la mañana con Inuyasha.

—¿Me amenazas?

—Tómalo como quieras, Sesshomaru. Pero que quede claro, que yo no soy tu maldito "sitio de espera". O firmas hoy o no lo haces nunca.

Considerar dejarle a Inuyasha lo que a él le había costado adquirir, no era una posibilidad, como tampoco lo era dejar ir a la mujer que amaba. Sin embargo tenía una ventaja: con Kagome sabría a ciencia cierta donde podría localizarla: en cualquiera de las dos universidades en las que estuviera cursando, algo que no tenía en el estado de su empresa. Y aunque no le gustó la idea de esperar prácticamente medio mes para lanzarse a su búsqueda, termino por acceder a su actuar de antaño e ignorar lo que sus instintos gritaban en su interior. Así que regulando su respiración y su inexistente paciencia, consiguió relajarse para continuar.

—Prepara todo para la junta —murmuro después de un largo silencio —deseo concluir esto de una buena vez.

La sonrisa de Inuyasha se amplió tanto que pudo ver su dentadura.

—Es lo más sentado que pude escuchar de ti, en este día.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

¡Un mes y medio! ¡Un inesperado mes y medio! Fue el tiempo que le tomo para dejar todo en orden. Entre las contrataciones nuevas de los obreros, las cláusulas de la fusión, la organización de los socios y un sinfín de detalles que no tenía previstos, arruinaron sus propósitos de ir en búsqueda de Kagome antes del tiempo establecido. No obstante al menos tenía conocimiento de que cursaba en Harvard y que estaba viviendo en los dormitorios de la misma escuela y aquello, aunque no lo tranquilizo del todo, lo mantuvo expectativo. Hasta que la llamada inesperada de Kikyo volteo su mundo de cabeza.

—Sesshomaru, discúlpame que te llame a estas horas —era de madrugada y él apenas terminaba de empacar sus cosas para partir a USA. El escucharla desesperada hizo que intuyera lo peor.

—¿Qué sucede?

—Hoy en la mañana llame a la Universidad para pregunta por Kagome, porque llevo dos semanas sin saber nada mi hermana —aquello alerto sus sentidos.

Si bien, Kikyo le había mantenido al tanto de la estabilidad de Kagome, declarar que no tenía noticias de ella durante semanas lo altero de sobremanera.

—¿Y qué te han dicho? —internamente rezaba porque la respuesta no fuera caótica.

—Kagome ha dejado el curso y no saben en donde está.

Sintió caer en un vació negro y percibió un fuerte tirón en su corazón. Primero intento procesar la noticia y después deseo saber las respuestas a las preguntas que divagaban en su mente.

—Imposible.

—No dejó datos, tampoco explicaciones del porqué se retiraba y nunca me mencionó que se saldría; mi esposo también ignora que la llevo a tomar tan radical decisión. Sesshomaru, estoy muy preocupada ¿Y si le pasó algo? ¿Y si está en peligro? —mataría a cualquier osado que se atreviera a tocar una sola fibra de su cabello —me estoy muriendo del miedo de las conclusiones a las que estoy llegando.

Y él estaba peor. No se esperaba el cambio tan radical y no adivino el actuar tan precipitado de la azabache; la pregunta era ¿Por qué? ¿Por qué se había ido? ¿Porque retirarse de un día para otro de la Universidad sin dar explicaciones?

—Salgo ahora mismo para allá.

—¿Iras a buscarla? ¿Y tú empresa? —por supuesto le había explicación a Kikyo las razones de su retraso por ir a traerla y ahora mismo se arrepentía de no aceptar la propuesta, de que fuera ella quien le explicara todo lo que él deseaba hablar en persona. Quizás si Kagome hubiese sabido la verdad por su hermana, nada de esto estaría pasando.

—Hoy mismo solucione todos mis pendientes. Llegando a Norteamérica me comunico contigo.

Y salió precipitado, enojado y confundido. Las pocas esperanzas que tenía para resolver sus problemas en el próximo encuentro se vieron mermadas ante la probabilidad de no volver a verla jamás.

—Jaken —su sirviente le miró atento —intercepta los boletos de avión desde hace dos semanas que vienen de USA a Japón a nombre de Kagome.

—Si amo.

Convencerse de la idea en que ella estuviera en Japón fue nulificada, porque de ser así ¿Por qué no había regresado a casa de su hermana? ¿Por qué no llamarle? ¿Por qué no avisarle? Aun así tenía que descartar la absurda probabilidad por bienestar mental.

—Quiero también que contactes a todo aquel que la conoció durante su estancia en la universidad.

—Si amo.

Interrogaría el campus completo de ser necesario.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

Y por primera vez en su vida descubrió lo que significaba la desesperación. Y desde primera fila palpo lo que significaba la palabra perdida. Durante el corto tiempo que Kagome estuvo en la Universidad no hizo amigos, tampoco hablaba con nadie y por lo tanto su lado antisocial impidió que cualquiera de los alumnos pudiera llegar a conocerla, inclusive sus compañeras de dormitorio poco sabían de ella, algo que por supuesto afecto las intenciones de Sesshomaru por encontrarla rápidamente; busco, pregunto, indago y hasta contrato investigadores privados que pudieran dar con Kagome sin embargo a pesar de todos sus esfuerzos el resultado fue un rotundo: desapareció sin dejar rastro. Instalarse en Massachusetts, tampoco iba incluido en sus planes pero lo hizo en su negativa por resignarse a no volver a verla, sabía que estaba viva, intuía también su estancia en el país extranjero porque algo en su interior así se lo anunciaba como también el hecho de que existía una buena razón para desaparecer de la noche a la mañana. Habían transcurrido dos años desde su búsqueda sin éxito antes de darse cuenta que estaba a punto de volverse loco y si bien Jaken se hacía cargo de los asuntos de la empresa, su ausencia comenzaba a crear estragos tangibles que fueron usados por su maldito medio hermano. Frustrado e iracundo, regreso a Japón ante la posible amenaza de perder el liderazgo de su herencia. Inuyasha estaba en Japón y su presencia era una advertencia tacita.

—Luces pésimo —dijo Inuyasha al verlo entrar.

Descubrirlo sentado en su escritorio y usando su computadora fue la gota que derramo el vaso.

—Quítate de mi lugar —siseo al aproximarse, tomarlo por el cuello de la camisa y arrojarlo al suelo. Inuyasha se paró de golpe claramente molesto por la actitud de él.

—No lo estaría ocupando si fueses más cumplido con tus responsabilidades, Sesshomaru. Y tú… —lo recorrió de pies a cabeza —¿Por qué vienes vestido como vagabundo errante? ¿Acaso tus vacaciones no te sentaron bien?

—El Amo no tomo vacaciones, híbrido inútil —protesto Jaken rojo de la cara —él Amo busca a una mujer… —y calló en cuanto el peliplata mayor le dedico una mirada de hiel.

—¿Una mujer? —indago Inuyasha —¿Tienes esa apariencia debilucha por una mujer?

—No te incumbe —paso el brazo por la mesa de su escritorio limpiando al instante la comida chatarra que Inuyasha había dejado.

—¿Estás así por Kagome?

Y el nombre salir de sus labios, le hizo perder la poca cordura que le quedaba. Levantándose de golpe y haciendo uso de su increíble velocidad lo sujeto por el cuello para estrellarlo contra la pared. Inuyasha abrió los ojos sorprendido y Jaken retrocedió al percatarse de la errática esencia demoniaca.

—No eres digno de llamarla por su nombre —sus recuerdos se avivaron. El fuego en los ojos azules, el cabello azabache y ese exquisito aroma a vainilla invadieron su mente como un cáncer peligroso. De pronto la imagino en manos de otro, entregando su cuerpo, disfrutando del placer carnal con un completo extraño y por un pequeño instante, abrazada al humano que quizás había elegido para compartir su efímera existencia.

—Idiota… —murmuro Inuyasha cuando al soltarlo lo dejo caer. Ignoro la tos sugestiva y se concentró nuevamente en sus indagaciones.

Respiro profundo, intentando dominar su lado posesivo. No, era imposible que Kagome le buscara un remplazo o… ¿Acaso estaría dispuesta hacerlo de creer la infame mentira de Kagura? ¿Lo estaría? Medito lo que en dos años venía torturándose: el verdadero motivo para desaparecer del rango de todos, incluyendo a su única familia. Kikyo tampoco sabía nada y los pocos amigos que dejo en Japón mucho menos, él mantenía vigilada cada casa simplemente para asegurar la verdad ¿Qué había pasado con Kagome? ¿Por qué se había ido? Saberse engañada no era un motivo fuerte para hacer lo que hizo ¿Acaso era tanto su odio por él?

—Lárgate —dijo al darse la media vuelta y sostener su peso al filo del escritorio. Permanecer y contemplar la oficina significaba recrear en automático los recuerdos de las miles de veces que poseyó a la humana en aquel lugar.

—¿Acaso la dejaste preñada? —pregunto Inuyasha al recuperar el tono de su voz.

Y vio la luz al final del túnel. Todas sus divagaciones, sus preguntas, su intriga fue resuelta con una latente posibilidad ¿Un embarazo? ¿Un hijo? ¿Esa era la razón?

—Jaken —el fiel sirviente avanzó hasta él temeroso —continua buscándola en mi ausencia.

—Sí Amo.

¿Un hijo era la respuesta de la ausencia de Kagome? Que Kagome hubiese quedado embarazada durante el lapso de su relación era una probabilidad muy alta. Nunca se cuidó con ella y jamás tuvo la intención de ser precavido dada a su necesidad por deleitarse sin recato.

—¿Qué paso entre la secretaría y tú, Sesshomaru?

El cuestionamiento de su medio hermano lo saco de sus vacilaciones.

—Te sugiero no te metas en mis propios asuntos.

Regreso a su lugar, peino su larga cabellera hacia atrás y volvió a inhalar profundo con los ojos cerrados.

—¿Qué estás dispuesto a darme si la encuentro primero que tú?

Su mirada dorada se abrió para clavarse en los contrarios ¿Qué le hacía pensar a ese iluso que tenía la suerte que él no tuvo en dos años?

—Retírate antes de que reconsidere matarte.

Pero Inuyasha amplió más su sonrisa y ladino tomo asiento en una de las sillas que antiguamente Kagome había ocupado el mismo día de su entrevista.

—Yo vivo en Norteamérica desde que nací y nadie conoce ese lugar mejor que yo —él había estado viviendo por dos años en aquel país y a pesar de tener una orientación precisa siempre se sintió perdido —de hallarla y llevarte hasta ella. Deberás darme tu palabra de que comenzaras a tratarme como un igual, es decir: tu hermano menor.

Entrecerró sus ojos exhortándolo al peligro.

—Aspiras a mucho, Inuyasha.

—Ella te importa ¿no? —Sesshomaru afilo sus facciones —no me digas los motivos de tu interés y tampoco voy a mencionar mis deducciones a partir de aquel día que actuaste como un loco posesivo, no obstante es notoria tu desesperación por hallarla.

—¿Sabes algo que yo ignoro?

—Apenas me vengo enterando de tu inclinación de investigador privado y obviamente de tu peculiar desasosiego por volver a verla. Deja que me encargue de tu pequeño asunto en lo que vuelves a tomar las riendas de lo que dejaste en el olvido. Empiezas a perder ese toque que padre tanto elogiaba de ti y es molesto saber que es a causa de una mujer humana.

Recargo sus codos en la mesa y entrelazado sus dedos le dio a entender que estaba meditando su propuesta.

—De acuerdo. Te dará una única oportunidad.

Inuyasha sonrió de lado y le tendió la mano sin tambalear.

—Cerremos el trato con nuestra palabra de honor de por medio.

Y lo hizo. Concreto el convenio.

Un año después…

Revitalizar la empresa, resarcir los daños de ausencia, establecer alianzas perdidas y levantar lo que dejo a la deriva, le costó más trabajo del que pensó. Por momentos pudo olvidarse de la búsqueda desesperada de Kagome y del posible hijo, este último una latente en todos sus sueños. Jaken por otro lado, había tomado como reto personal el paradero de Kagome al enterarse de la intervención de Inuyasha, según él, no podía permitirse perder ante un mestizo de dudosa calidad.

Los tres años transcurridos también habían dejado estragos en la familia abandonada de la azabache, Kikyo de vez en cuando se pasaba por su oficina a preguntar si tenía alguna noticia de su pequeña hermana, no obstante se retiraba con la misma decepción que a él lo aguardaba desde que la vio por última vez. Se reservó la existencia de un posible sobrino o que esa fuese la razón de que Kagome tomara la peor decisión de su vida por ahorrarle el sentimiento que ya la venía consumiendo. Sin embargo empezaba (sin darse cuenta) a resignarse, pues los días, semanas y meses pasaban rápido y poco a poco retomaba su vida laboral pero sin tener la capacidad de tocar a otra mujer. Cada que lo intentaba, cada que consideraba la propuesta el recuerdo de Kagome y su aroma lo obligaban a desechar la idea, al mismo tiempo que volvía a decaer en aquel ciclo sin fin en el que se había hundido. Nuevamente sus pensamientos fueron cortados cuando el incesante sonido de su móvil hizo eco en toda su habitación, el nombre de Inuyasha apareció en la pantalla y aquello despertó del todo sus sentidos.

—Habla —dijo cortante.

—La encontré.

Y un cosquilleo nació en el centro de su estómago; sin pensarlo dos veces se puso de pie, vistió y calzo en un instante.

—¿Dónde? —indagó al tomar las llaves y salir a una velocidad impresionante. Volaría por los cielos de ser necesario.

—Nueva York —contesto Inuyasha del otro lado de la línea —trabaja como mesera en un restaurante italiano.

Un calor invadió sus sienes.

—¿Dónde está viviendo?

—En un zona de condominios no muy lejos de su trabajo. También descubrí la razón por la que no pudiste localizarla.

—¿Cuál? —había llegado a la azotea y levantado el vuelo sin importarle ser visto.

—Usa otro nombre.

Frunció el ceño. Enojado con la azabache era poco delimitar lo que sentía en esos momentos.

—Retenla hasta mi llegada.

—No me digas que te vas a…

—Pásame la dirección de su casa y retenla con cualquier estupidez hasta mi llegada. También avísale a Jaken para que me espere en ese lugar.

IIOIIOIIOIIOIIOIIOIIO

Admirar el edificio por fuera y descubrir la zona sobrepoblada. Lo obligo a deshacerse de su apariencia sobrenatural y adquirir la humana.

—Amo —musitó Jaken por detrás.

—Espérame en el coche y no salgas.

No se había puesto en contacto con Inuyasha a su llegada por saberse obedecido. Por primera vez confió en que su medio hermano estaría haciendo lo que le exigió al pie de la letra. Así que cauto subió por el ascensor y una vez que el aparato se detuvo en el piso deseado camino entre los pasillos en sigilo, deteniéndose en la puerta que marcaba el número que desde hace tres años deseaba encontrar. Toco dos veces y a sus perfectos oídos llego una voz femenina que no reconoció.

—Kagome no me digas que… —y la mujer que abrió la puerta de par en par se quedó congelada en su lugar al descubrirlo del otro lado del umbral.

—¿Puedo pasar? —adujo sin tapujos. Ya estaba más que confirmaba la estancia de Kagome en el departamento.

Los ojos castaños parpadearon varias veces y quiso omitir el ridículo gesto humano por adivinar las intenciones de la desconocida por querer hablar y no poder emitir más que un débil quejido.

—Sango —escucho decir a una voz más pequeña —¿mami llego pol mi?

Y enseguida su atención giro hacia la pequeña niña que tiraba del vestido de la muchacha. El encuentro visual que hubo entre ambos provoco un reconocimiento instantáneo. Poseedora de un ojo azul y otro dorado, cabellos rizados color plata y piel blanca, sin duda rasgos tangibles de ser sangre de su sangre.

—Buenas noches —dijo la pequeña sin dejar de verle —¿Cómo se llama señol?

Hizo lo que nunca antes; agachándose a su altura e ignorando el gesto de terror en la mujer desconocida, tomo de la mano a la pequeña quien, sin articular ningún gesto de preocupación le siguió sin romper el contacto visual.

—Sesshomaru —y deposito un pequeño beso en el dorso expuesto —¿Y tú?

La niña sonrió ampliamente, demostrándole parte de la herencia de su madre.

—Akila.

Supuso su nombre correcto era Akira dado a su notoria falta de pronunciación de la letra "R". Normal en una niña de su edad.

—Usted no puede pasar —dijo la mujer llamando la atención de ambos —Kagome no ha regresado y… —pudo escuchar el temblor de su corazón como también el trago de saliva grueso que paso por su garganta.

—No seas glosela —protesto Akira —mami me enseño no hacel espelal a la gente —entonces volvió a verlo a él —puedes pasal Sess… —se agarró el mentón y miró hacia el techo haciendo un ademán de estar meditando algo importante —¿Puedo decilte Sessh?

—Por supuesto.

Un gran alivió se asentó en la boca de su estómago cuando su hija volvió a sonreírle. El gesto era el mismo que Kagome tenía. Entonces fue tomado de la mano y guiado hasta el interior del departamento.

—Quédate aquí —dijo la niña al señalarle el sofá —voy a mostlate algo.

Y salió corriendo por el pasillo haciendo revotar sus rizos.

—No puede llevársela —comenzó a decir con miedo la mujer que aún seguía clavada en su lugar —Kagome no dejará que se la lleve.

—Vine por ambas —respondió seco. A la extraña no tendría por qué explicarle los motivos de su presencia —ve a buscar a Kagome antes de que considere marcharme sin ella.

Una mentira, porque no podría retirarse sin hablar antes de los tres años más desesperados de su vida.

—Iré por la policía.

La indiferencia que mostro ante la noticia la hizo salir corriendo. Iba a ponerse de pie y seguirla cuando Akira apareció con un libro entre sus manos.

—Mila —dijo al sentarse a su lado y mostrarle el álbum de fotografías —te paleces a mí —y señalo una donde la retrataba como una bebé recién nacida —eles mi padle ¿veldad?

La veracidad con la que Akira se manejaba le recordó a él mismo. Tomo él álbum y cambio la página para ver las siguiente foto.

—Lo soy —respondió al desviar su atención de la imagen de una Kagome embarazada para fijarse en la heterocromía de Akira.

—Taldaste mucho en volvel ¿polque?

—Me costó trabajo encontrarlas.

Akira junto ambas cejas claramente enojada, permitiéndole descubrió un gesto propio. Sin duda la hija de ambos tenía cualidades y gestos de Kagome y él.

—¿Plometes quedalte a jugal conmigo?

Su pregunta lo disloco un poco pero asintió con la cabeza al mismo tiempo que verbalizaba.

—Por mi vida.

La niña volvió a sonreírle ampliamente. Y por unos escasos segundos se preguntó ¿Cuánto Kagome lo odiaba realmente para desaparecer junto con una niña de ambos? Y entonces la escucho.

—Sesshomaru.

Volteó al mismo tiempo que su hija y al instante fue golpeado por una corriente eléctrica que lo invadió de pies a cabeza. Ahí estaba ella, más guapa que nunca, con sus cabellos más largos de lo que lo recordaba y con ese fuego azul en sus ojos. La dueña de sus pensamientos y torturas nocturnas estaba ahí, frente a él, pálida por el susto de su reencuentro.

—¡Mami! —exclamo Akira al abrazarla por las piernas.

Entonces se permitió ponerse de pie sin dejar de mirarla. Sin color por el impacto y claramente fatigada. Tres años sin verla, tres años soñando y reprimiéndose por sus errores, tres años en los que recreó la conversación que ahora no podía articular.

—Kagome —nombro después de tanto tiempo.

Y dio un paso al frente con intenciones de acercarse, abrazarla y besarla. Tres años necesitándola, añorándola que ahora mismo le costaba controlarse sin embargo todo aquello se esfumo en cuanto ella se agacho y tomo a la niña entre brazos, en una clara señal de protección, adivinó enseguida el por qué al rememorar la palabras de la otra mujer.

—¿Dónde está Sango? —pregunto brusca.

—Fue a buscarte —respondió mesurado.

Iba agregar un: "viene en camino" pero lo reservo por la presencia de Akira. Había notado la pulsera en su muñeca y también ahora lo hacía con la que Kagome llevaba puesta, pronunciarse con su verdadera naturaleza no era sensato.

—Kagome, yo… —empezó a explicarse la morena

Notó el crujir de los dientes de la azabache cuando la otra entro del todo para verla con suplica en sus ojos.

—Cállate —azuzo molesta —después me explicas, llévate a Akira un rato afuera.

—Es de noche —intervino llamando la atención de las tres —lo mejor será que tú y yo platiquemos afuera y ellas se queden en casa.

Le dedico una mirada de hiel que le dolió.

—¿El señol no se va a quedal a jugal conmigo?

—No princesa, él señor tiene otras cosas que hacer —y achico los ojos cuando la escucho darle la respuesta más ridícula.

—¿Qué cosas? —inquirió curiosa.

—Cosas de adultos —completo Kagome cada vez más impaciente por terminar la conversación con la pequeña.

—¡Ah! —exclamó sin comprender —pelo julo pol su vida que jugalia conmigo.

Kagome regreso su atención errática y enfurecida hacia él y juro encontrar un destello de odio en sus ojos azules.

—El señor Taisho ya tiene otros niños con los cuales jugar, princesa.

Y las ganas de corregirla en su error aumentaron.

—Kagome —nombro en tono de advertencia.

—Sango —dijo ignorándolo —lleva a la niña a dormir.

Siguió sus pasos en completo silencio cuando echaron andar por el pasillo pero su resistencia por no tocarla mermo en el preciso instante en que la puerta que daba a las escaleras de emergencia se cerró por detrás de él y ella se dio la media vuelta dispuesta a encararlo. Atrapo su cintura y capturo su boca en un poderoso besó que llevaba años recreando en su imaginación, volvió a percibir aquella sensación electrificante y palpo la tranquilidad de nueva cuenta al ser correspondido con la misma intensidad pero de repente Kagome le había empujado, haciéndolo caer de nuevamente en el abismo en el que se encontraba desde hacía tres años.

—¿Qué demonios te pasa? —y omitió la réplica al verla limpiarse el beso de ambos —¿Por qué me besaste?

—Lo necesitaba igual que tú.

—Yo no necesito nada de ti —replicó al fruncir el ceño —y será mejor que te vayas. No deseo verte.

Mentía, lo sabía porque aun podía percibir en sus labios esa sensación de apego y su límite de tolerar cada una de sus acciones inmaduras broto.

—Tenemos una hija en común —reprocho intratable —¿Cuándo pretendías decírmelo?

—La verdad nunca —admitió al cruzarse de brazos osadamente —Akira es mía.

—La sugerencia de que la procreaste sola, es ridícula.

Esa niña la habían procreados los dos, producto de las miles de veces que tomo posesión de ese cuerpo que juraría seguía siendo únicamente suyo.

—¿Qué quieres? ¿Por qué estás aquí? —pregunto seca.

—Te buscaba.

—¿Para qué? —empezaba a molestarle ese tono altanero pero nuevamente se controló por ser conocedor de todos los acontecimientos de principio a fin.

—Durante estos tres años me he dedicado a…

—Ahórrate la tertulia, Sesshomaru. No me interesa saber nada de ti. Y si venías a buscarme para verme pues ya me viste —giro alrededor de su eje burlona —ya puedes irte.

—Estás actuando de una forma pueril y errática.

—No. Estoy actuando como una madre que protege a su hija; no te quiero cerca de mi hija, no quiero que respires cerca de ella y mucho menos veas por donde ella ve. Busca consuelo con tus hijos legítimos.

Captó su ademán de querer pasarlo de largo pero logrando alcanzarla, la sujeto por el brazo y empujándola contra la pared la acorralo contra su propio cuerpo. Sentirla tan cerca, oler aquel bajo perfume a vainilla lo hizo volverse loco.

—Suéltame, Sesshomaru.

Apresó sus muñecas y las elevó a lo alto para impedirle que siguiera moviéndose.

—Los únicos hijos que tengo son los que tú me diste —Kagome abrió sus bonitos ojos azules sin creerle. Lo intuía así por la forma en que lo miraba.

—Mientes, estoy enterada de…

—Te engaño —intervino él —supo de nosotros porque yo se lo dije, porque él mismo día en que me confesaste tu amor, ese mismo regrese para exigirle el divorcio.

La sintió temblar y dedujo que quizás era su miedo a equivocarse.

—Tu hermana también lo sabía, hable con ella antes de nuestro último viaje y le perjuré que mis intenciones contigo eran sinceras pero el escuchar decirte que estabas enamorada antes de que yo pudiera declararme me dejo perplejo… —y de solo recordar aquella muestra de inmadurez de su parte le hizo enojarse consigo mismo —¿Recuerdas la plática de amor que te dio cuando nació tu sobrino? lo hizo con la intención de tranquilizarte porque ya había hablado con ella y… —lo besó, esta vez era ella quien oprimía sus labios contra los suyos desesperadamente.

Dejo de sujetarla por las muñecas cuando ella marco el ritmo del beso, entonces dejo florecer su lado bestial en el preciso instante en que percibió los dedos de Kagome hundirse en su cabellera. Acalorado y altamente excitado la sujeto por las caderas y la coloco justo a la altura de su pelvis.

—Sessh… —murmuro ella entre las pausas del besó —no creo que…

—Quítalo —dijo al tocar el brazo donde traía la ridícula pulsera. Kagome comprendió a lo que se refería y enseguida deslizo el lazo fuera de su alcance.

Una vez que reafirmo la exclusividad que el mismo había dejado en el cuerpo de su mujer, no aguanto más. Bajo la bragueta de su pantalón, levanto la falda de Kagome y sin dudarlo dos veces se hundió en su interior junto con un prologando gemido de su parte. Su miembro palpito al volver a ser abrazado por las paredes vaginales y casi quiso correrse en el momento en que embistió por primera vez en tres años.

—Sessh… —susurro Kagome contra su oído claramente agitada —no ha…

Volvió a penetrarla con fuerza, al mismo tiempo que se embriaga con el exquisito aroma a vainilla. Y dejo escapar lo que hacía mucho tiempo había suprimido en cada encuentro.

—Te amo, Kagome.

Ella paro en seco y busco sus ojos, ambos colisionaron. Unos sin creer y los otros decididos.

—Te amo —volvió a repetir sin salirse de ella —te amo desde hace mucho.

—Sesshomaru —y acuno su rostro entre sus manos —yo también te amo —correspondió antes de besarlo y continuar con la entrega.

Ese mismo día acabaron sus largas agonías, habían terminado los días sin ella y empezado una nueva vida a lado de su familia. Akira sería la primera de los siguientes cuatro hijos por venir, el medio hermano exiliado se convirtió en el tío favorito, la hermana mayor de Kagome una cuñada astuta pues al retorno de su hermana, se encargó de sermonearla como él no lo había hecho y Kagome, ella había dejado de ser la amante de oficina para transforme en su esposa.

FIN