Aclaraciones: Mo Dao Zu Shi no me pertenece.

Esta historia está ambientada en el universo de la novela.


MÁS ALLÁ DE NUESTRAS ALMAS

Eirin Halliwell

— Capítulo 1 —

La Promesa (parte 1)

Cuando llegaron a un pequeño pueblo escondido entre dos altas montañas cubierta de cipreses, a dos semanas de Gusu, no imaginaron que terminaría convirtiéndose en el escenario que marcaría sus vidas para siempre. Nadie parecía estar al tanto de su existencia, en los mapas ni siquiera figuraba, y quienes lograban dar con él guardaban el secreto de su ubicación como un gesto de respeto hacia sus habitantes que no superaban los cien. El ambiente sobrio, las cálidas puestas de sol y el aroma húmedo del bosque al amanecer provocaban en Wei WuXian un agradable sentimiento de nostalgia que lo remontaba al Receso de las Nubes, cuando era solo un alumno con una visión distinta al resto y que lo convirtió en lo que era hoy. Llevaban cerca de dos meses viviendo en un viejo templo abandonado en medio del bosque, a las afueras del pueblo. Cuando se toparon con él no lucieron muy convencidos de pasar la noche allí, pero la condición actual de Wei WuXian no les permitía ir más lejos por más tiempo. Al final, con algunos pequeños arreglos en el techo y algunos muebles para comer y dormir, lograron hacer de ese viejo y deteriorado santuario su refugio y hogar.

Como cada mañana, antes que el sol tocara las montañas, Lan WangJi salía a inspeccionar los alrededores mientras Wei WuXian le esperaba. La niebla, que caía como un delicado manto sobre el bosque, era un aliado silencioso que los volvía invisibles ante los ojos de quienes los buscaban. Aun así, Lan WangJi quería asegurarse de que podían pasar un día más en ese lugar.

Eran las nueve de la mañana, y Wei WuXian apenas despertaba. Miró a su alrededor mientras se restregaba los ojos y no se sorprendió por encontrarse solo. Con pereza se levantó y arrastró los pies hasta las puertas del pequeño templo. Las abrió de par en par y el viento fresco de la montaña finalmente lo despertó. Respiró profundo y llenó sus pulmones con el aroma de los cipreses y la tierra empapada por el rocío de la mañana.

—Ya debería haber llegado —se quejó mientras se estiraba—. Aun no acepta que estamos a salvo en este lugar. —Bostezó nuevamente y, tras frotarse el flequillo, acomodó las manos en su vientre. —¿Estás ansioso porque llegue tu papá? —Esbozó una sonrisa y volvió la vista hacia el bosque. —Yo también tengo hambre. Cuando regrese vamos a comer muchos panecillos de carne. Nos prometió el doble esta vez.

Quizá para Wei WuXian las rondas diarias de Lan WangJi eran una medida exagerada, pero no podían bajar la guardia incluso en un lugar al que nadie podía llegar con facilidad; después de todo, ellos habían huido del Receso de las Nubes tras descubrirse su identidad como el Patriarca YiLing y que además llevaba una vida gestándose en su vientre desde hacía siete meses.

Todo parecía muy reciente, incluso para Wei WuXian que, como cada mañana mientras esperaba a Lan WangJi, los recuerdos de cómo lograron escapar apenas de Gusu invadían su memoria. Dos meses atrás, la noche que atacaron el Receso de las Nubes, él lo había presentido. El viento había arrastrado el aroma de las linternas y el eco de las pisadas de un grupo de cultivadores encabezados por su líder. Sin embargo, horas antes de la fuga había resuelto marcharse, por lo que estaba dispuesto a partir incluso si nadie estaba tras sus pasos. Pero cuando Lan WangJi descubrió sus intenciones no dudó en detenerlo con la esperanza de persuadirle de que solo allí estaría a salvo.

—¡No permitiré que te vayas! ¡No de esta manera!

Su voz nunca había sonado tan alta y descompuesta como en ese momento, por lo que Wei WuXian solo pudo enmudecer atónito y dejar que sus labios temblaran ansiosos.

—¿Acaso quieres traer otra vez la desgracia a tu secta? —Sacudió la cabeza y eludió el contacto visual con un gesto displicente y resignado. —Ya todos saben la verdad. Vendrán por mí tarde o temprano y no dudarán en quemar nuevamente este lugar. ¿Es eso lo que quieres?

Lan WangJi pareció dudar por un momento, pero en sus ojos emergió una determinación que Wei WuXian no supo cómo interpretar. Quizá era ansiedad, quizá miedo, o quizá un poco de ambas. Lo cierto era que su actitud arrebatada y acometedora no iba con el mismo Lan WangJi que tan bien conocía y del cual se había enamorado.

Sintió el agarre firme alrededor de su muñeca, en su desesperado intento por detenerlo, y esperó.

—Las desgracias no se detendrán incluso si huyes al fin del mundo —contestó él un poco más tranquilo.

—Esto no se trata de mis decisiones —le rebatió Wei WuXian—, se trata de evitar que tu hogar vuelva a sufrir. ¿Acaso no soy un hereje que solo trae la desgracia?

Los ojos de Lan WangJi le vieron con reproche y lo soltó como si su contacto le hubiera quemado.

—En el Receso de las Nubes está prohibido escuchar conversaciones ajenas.

Al oír aquellas palabras, Wei WuXian confirmó una vez más que incluso en los peores momentos, Lan WangJi nunca dejaría de ser el ejemplo encarnado de la rectitud y la moral. Su estructurada personalidad y acondicionados modales no le permitían desobedecer los principios básicos de su secta ni quebrantar los márgenes que iban de acuerdo con el estilo de un cultivador de familia noble. Ni siquiera era capaz de actuar con espontaneidad; no era propio realizar movimientos bruscos, mucho menos perder la compostura, aunque a veces lo hiciera por su culpa.

Soltó una risa burlona y negó con un dejo de decepción.

—Lan Zhan, estamos atravesando por una crisis que pone en juego nuestras vidas, y a ti solo te molesta que haya escuchado la conversación que sostuviste con tu tío. ¿Qué tiene eso de sensato? —Dejó escapar un suspiro y caminó por la habitación. —Como sea, lo que dijo es cierto: soy un hereje, pero es el camino que elegí, y no me arrepiento.

Cada vez que Wei WuXian hablaba con orgullo de sus logros como el patriarca YiLing, el semblante de Lan WangJi se contraía en una mueca de desagrado y profunda desilusión. Lo amaba, y lo hacía como si su vida dependiera de ello, pero simplemente no podía aceptar ese lado suyo que no encajaba con las bases de la cultivación. Quizá algún día llegaría a comprender realmente porqué había elegido ese camino, pero mientras tanto guardaría silencio y se dedicaría a amarlo con sus virtudes y sus defectos; los mismos que por encima de sus prejuicios, terminaron conquistándolo.

—Ya descubrieron mi identidad —volvió a insistir Wei WuXian con tono ausente—. Será cuestión de tiempo para que lleguen y hagan que pague por los crímenes que cometí. Pero incluso si lo hacen, no me retractaré ante nadie ni por nadie.

—Lo sé —contestó—, por eso estoy contigo.

Wei WuXian detuvo su ir y venir y volteó a verle. En silencio, se dedicó a contemplarle por unos momentos, como si estuviera procesando sus palabras y la serenidad que percibió en sus ojos para grabarlas en su corazón. Finalmente regresó a su lado y alcanzó su rostro; la suavidad y calidez de su piel contra la suya le estremeció agradablemente.

—¿Cómo puedes amarme tanto? —cuestionó sin dejar de acariciarlo—. Se supone que deberías odiarme por el camino que elegí.

—No me importa el camino que elegiste —declaró Lan WangJi—, te acompañaré en él hasta el final.

—¿Incluso si eres señalado y acusado? —Lan WangJi asintió—. ¿Incluso si te expulsan del la secta GusuLan? —Lan WangJi volvió a asentir sin vacilación—. ¿Incluso... si muero?

Esta vez Lan WangJi pareció dudar, pero no porque fuera invadido por la inseguridad, sino porque el solo hecho de vivir ese momento le aterraba. Sabía que ante los ojos de los demás estaban cometiendo un crimen imperdonable, que habían roto todas las reglas e incluso las que aún ni siquiera eran escritas, pero para él y Wei WuXian esto era solo un acto de amor. Habían elegido amarse por sobre todas las cosas, y no pretendía retractarse de una decisión que había tomado su alma. Amaría a Wei WuXian por sobre todas las cosas, incluso si el mundo entero estaba en su contra. Lo amaría incluso más allá de la misma muerte.

Las lámparas que iluminaban tenues la habitación se apagaron al unísono y el lugar fue tragado por la oscuridad. Wei WuXian instintivamente protegió su vientre mientras que Lan WangJi salía al pasillo.

—Espera aquí.

Por primera vez Wei WuXian no objetó a una orden. Asintió callado y permaneció de pie en medio de la oscuridad con las manos sobre su vientre en un claro gesto de protección hacia su hijo. Se sentía ligeramente nervioso, como si esperara que algo sucediera de pronto, y el silencio abrumador del lugar no le ayudaba a suponer lo contrario. Contuvo la respiración unos segundos, esperando controlarse, pero el rechinar del piso tras él lo sobresaltó. Volteó resuelto a encarar al recién llegado, y sus ojos se encontraron con unos muy conocidos.

—¡Jiang Cheng! —pronunció al tiempo que una sonrisa acudía a sus labios y su corazón volvía a latir—. Qué susto me diste. Creí que se trataba de alguien más.

De pie junto a la ventana trasera de la habitación, Jiang Cheng le miraba fijamente, como si estuviera frente a una presa sedienta por cazar.

—¿Quién creíste que era... Wei WuXian? —El arrastre frío de sus palabras y la forma hostil con la que pronunció su nombre le causó un pequeño escalofrío.

—Dime, Jiang Cheng, ¿por qué estás aquí? ¿Te dio nostalgia el tiempo que estuvimos como aprendices de la secta GusuLan?

A medida que hablaba retrocedía con disimulo. Se sentía en un constante estado de alerta, como si incluso su propia sombra pudiera darle una puñalada por la espalda en cualquier momento.

Jiang Cheng advirtió sus intenciones y avanzó hacia él.

—Eso debería preguntarte a ti —cuestionó—. ¿Por qué estás aquí... escondiéndote como las ratas?

La luz de la luna colándose por las ventanas destacó la siniestra forma de Zidian en su mano, el látigo que perteneció a madame Yu, su madre. Wei WuXian lo reconoció y un nuevo escalofrío, aún más estremecedor, le erizó la piel.

—Oye, Jiang Cheng, ¿por qué me muestras esa espeluznante cosa? Es doloroso solo mirarla.

La mirada de Jiang Cheng se volvió oscura, revelando todo el resentimiento que sentía y que no dudaría en usar como arma contra él.

—¿Le tienes miedo? —siseó dando un paso hacia adelante. Zidian centelleó en su mano y pequeñas chispas violetas quebraron la penumbra de la habitación.

—Mucho —exclamó Wei WuXian mirando de cuando en cuando hacia la salida, esperando que Lan WangJi apareciera—, es un arma muy dolorosa, más que la hoja de una espada. ¿Pero por qué la sacas ahora?

Jiang Cheng soltó una carcajada, pero en su mirada solo se percibía una ira apenas contenida.

—Tú más que nadie debería saber el porqué lo estoy haciendo. —Continuó acercándosele. —Es más, deberías saber porqué estoy aquí.

El tono de sus palabras y la frialdad de su mirada hicieron que Wei WuXian sintiera que se le apretaba el pecho y le flaqueaban las piernas. El tono de voz y la hostilidad con la que Jiang Cheng se expresaba le hacía temer cada vez más por sus intenciones y preguntarse si aún existía alguna conexión entre los dos.

—La verdad no tengo ganas de jugar a las adivinanzas. —Esquivó la mirada y dio un paso hacia la salida con la clara intención de escapar y buscar a Lan WangJi. En su actual condición simplemente no podía pelear. —No esta noche.

—Yo tampoco. —Jiang Cheng entornó la mirada y su semblante se endureció. —Como líder de la secta YunmengJiang tengo una misión que cumplir, y esa es castigar a quienes toman un mal camino, como tú Wei WuXian... o debería decir: Patriarca YiLing.

Agitó su mano y el rayo violeta de Zidian se fue sobre Wei WuXian.

—¡Wei Ying!

La voz preocupada de Lan WangJi lo sobresaltó. Parpadeó un par de veces y volteó a verle; él estaba de pie en la entrada del pequeño templo mirándole fijamente. Su expresión permanecía calmada como siempre, pero en sus ojos había una profunda ansiedad. No era la primera vez que era sorprendido sumido en sus profundos y oscuros pensamientos.

—¡Lan Zhan, volviste! —Su rostro se iluminó al verle al fin—. ¿Trajiste los panecillos de carne? ¡Morimos de hambre!

Lan WangJi no contestó, y escrutó su semblante. No parecía convencido de su reacción porque, desde que dejaron el Receso de las Nubes, aunque Wei WuXian se esforzaba por mostrarse tranquilo y alegre todo el tiempo, en sus ojos se podía ver una profunda tristeza y una silenciosa melancolía que intentaba ocultar con sonrisas forzadas y comentarios hilarantes.

Durante el desayuno, mientras Wei WuXian devoraba todos los panecillos de carne y comentaba entre bocados que ya era tiempo de pensar en un nombre para el bebé, Lan WangJi se dedicó a observarlo detenidamente, reparando especialmente en cómo se acariciaba el vientre con un cariño dedicado y conmovedor. Si cinco años atrás le hubieran preguntado qué esperaba de la vida, él seguro habría contestado: no volver a ver a Wei WuXian. Su vida antes de conocerlo era perfecta. Ordenada y disciplinada, sin nada a su alrededor fuera de su lugar; así la consideraba y así quería llevarla hasta el final de sus días, pero sin siquiera proponérselo, Wei WuXian había entrado a su corazón y tomado cada parte de él con esa desvergonzada y liviana personalidad que en un principio detestó con todas sus fuerzas.

Su vida se había formado para ser un cultivador intachable y riguroso, y cuando conoció a Wei WuXian supo qué clase de persona no quería ser. Lo detestaba, le molestaba. Mirarlo o que él le dirigiera la mirada removía algo dentro de su personalidad que la retorcía y sacudía, como una piedra rompiendo la armonía de un estanque. Wei WuXian era una tormenta que lo arrasaba todo, un diluvio sobre tranquilos campos, una mancha de tinta sobre un lienzo en blanco, por eso no entendía cómo ni en qué momento ese desprecio hacia su sola existencia se había convertido en amor. Ese amor que le había llevado a traicionar sus principios y aspiraciones, ese amor que le había hecho perdonar su camino equivocado y la alteración que le hizo a su propio cuerpo para engendrar una vida en su interior.

Si lo pensaba detenidamente, cuando lo conoció debió haberlo ignorado, pero su conducta insubordinada y su hábito por provocarlo lo habían amarrado, y ahora estaba sentado frente a él, contemplándolo como si su vida dependiera de ello. Wei WuXian había revertido el orden natural sin pensar en la ética y la moral para fecundar una vida en su cuerpo, y él era parte de eso.

Al principio el miedo a lo desconocido lo llevó a rechazar la verdad, luego las inseguridades de lo que sucedería con su futuro como cultivador le nublaron el pensamiento, y finalmente terminó aceptando que, aunque solo pareciera una de las tantas bromas que Wei WuXian disfrutaba gastarle, habían creado una vida. Y lo dejó claro cuando encaró a Lan QiRen, su tío, la noche que dejaron Gusu.

Nunca antes, ni siquiera cuando Wei WuXian rompía habitualmente alguna regla mientras fue estudiante en el Receso de las Nubes, Lan QiRen se había mostrado tan furioso y decepcionado. Lan WangJi lo había engañado descaradamente al mantener oculto en su propia escuela al Patriarca YiLing, y peor aún, encubriendo una abominación que transgredía todas las leyes y preceptos establecidos por la propia naturaleza. Pero Lan WangJi no vaciló, incluso cuando su tío lo sentenció a ser expulsado y forzado a convertirse en un cultivador errante, incluso cuando lo amenazaron con delatar a Wei WuXian y entregarlo a la secta QishanWen.

—¡Auch!

El quejido repentino de Wei WuXian lo trajo de vuelta a sus sentidos. Lo vio con preocupación y notó que se aferraba el vientre.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Pateó muy fuerte —rió complacido mientras se acariciaba el vientre y lo veía con fascinación—. Parece que está contento por los panecillos de carne. ¿Verdad que sí? —Miró a Lan WangJi para tomar su mano y guiarla hasta el lugar donde el bebé pateaba, pero se detuvo cuando notó su semblante demasiado pálido y abatido, más que de costumbre. —¿Te arrepientes?

Lan WangJi alzó la vista y contempló su rostro angustiado.

—Ya sostuvimos esta conversación —contestó regresando su atención a su taza de té.

Wei WuXian tragó el trozo de panecillo que se llevó a la boca y con el ceño fruncido insistió.

—Pero me gusta volver a preguntar para estar seguro de tu decisión. —Se inclinó hacia adelante, como intentando advertir algo en su impávido semblante. —¿Aún te duele la espalda?

Casi restándole importancia a su pregunta, Lan WangJi bebió un poco de té y dejó la taza con deliberada calma sobre la mesa.

—No es algo que importe ahora —contestó.

Wei WuXian frunció el ceño todavía más, esta vez con preocupación.

—Recibir esos azotes por mí no es algo que pueda pasar por alto. —Alcanzó una de sus manos y casi tiró de ella. —Esas marcas nunca desaparecerán.

Lan WangJi hizo un ademán con los hombros.

—Es el precio que decidí pagar por los dos. —Se soltó del agarre de Wei WuXian y volvió a beber un poco de té. —Rompimos las reglas.

Wei WuXian rodó los ojos y se echó otro panecillo a la boca.

—Sí, sí. Tú y tus amadas reglas —articuló mientras masticaba.

—No sientas celos de ellas —espetó Lan WangJi sin mirarle.

A su respuesta le siguió una sonora carcajada que escapó de los labios de Wei WuXian.

—Lan Zhan, a veces olvido que detrás de ese hermoso rostro imperturbable tienes sentido del humor.

Continuaron el desayuno sin prisas. No tenían mucho que hacer; solo esperar que terminara el día y otro comenzara. Vivían el presente, sin expectativas, sin mayores planes que el que compartían por la llegada del bebé. Wei WuXian a veces se preguntaba cómo sería, cómo nacería, si dolería y si sería difícil criar a un ser que dependería cien por ciento de él. Solo sabía cazar faisanes y matar el tiempo haciendo lo que se le ocurriera en el momento. No tenía idea de cómo educar y cuidar a un niño, pero quería al menos intentarlo y aprender en el camino. Después de todo... él había sido planeado.

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El resto del día transcurrió en calma y, después de cenar, Wei WuXian pensó que descansar sentado en el pasillo exterior del templo mientras se acariciaba el vientre era lo mejor que podía hacer antes de dormir. Últimamente se le había hecho costumbre aquella acción pues creía que así el bebé patearía menos. Su excepcional fuerza cada vez que se manifestaba le hacía pensar que en cualquier momento le rompería las costillas o le perforaría algún órgano, pero lejos de preocuparle o dolerle, le causaba una satisfacción que le rebosaba el pecho y lo llenaba de expectativas. Eran tantas sus ganas por conocerlo, por sostenerlo en sus brazos y quererlo, que podía soportar sus "demostraciones" de amor a todas horas, incluso cuando lo despertaba a mitad de la noche. Sin embargo, su felicidad no podía ser totalmente plena; el temor latente de lo que sucedería si lo descubrían lo inquietaba. Era un hecho que jamás aceptarían su existencia, ¿pero qué importaba? Él estaba dispuesto a romperle la cara a todo aquel que lo señalara con el dedo o intentara atentar con su vida, porque su hijo era el fruto de su amor con Lan WangJi y tenía tanto derecho a vivir como cualquier ser humano, aun cuando su origen fuera distinto al de los demás.

Un profundo suspiro escapó de sus labios mientras a su mente acudían los últimos momentos que vivió en Gusu antes de escapar. Aun le pesaba su pelea con Jiang Cheng y la forma en la que su relación se había quebrado. Ya no había vuelta atrás; a quien consideraba su hermano ahora debía verlo como su enemigo. Pero no lo sentía así, no quería sentirlo así. Él siempre sería su mejor amigo aun cuando este intentó matarlo. Se aferró a su vientre con ansiedad y cerró los ojos, pero los abrió otra vez cuando a sus oídos llegó una familiar melodía que calmó los latidos de su corazón. Lan WangJi estaba tocando nuevamente aquella pieza de música que reprodujo una vez en la cueva del monte Muxi, cuando derrotaron a la tortuga come hombres. Desde aquel entonces la melodía se había grabado en su cabeza convirtiéndose en su sonido favorito no solo por la suavidad de sus notas, sino por la forma en la que Lan WangJi las reproducía. El movimiento sutil de sus finos y blancos dedos deslizándose por las cuerdas de su cítara y la manera en la que sus ojos le miraban con tanto sentimiento le confirmaban una vez más porqué había decidido amarlo.

—¿Cuándo me dirás el nombre de esa melodía? —Volteó a verle y con una sonrisa continuó. —¿Piensas llevártelo a la tumba?

Lan WangJi no contestó. Continuó tocando y Wei WuXian no tuvo necesidad de insistir. Volvió a cerrar los ojos y dejó que las suaves y conmovedoras notas llegaran al bebé y a su corazón.

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El correr de los días continuaron, y Wei WuXian había comenzado finalmente a resentir el encierro. No le molestaba su nuevo hogar, incluso aspiraba a tener uno más acogedor en el futuro, pero sentía que ya se había memorizado todo con demasiado detalle y necesitaba experimentar algo más.

Salió a los escalones que conectaban con el templo y contempló su entorno. Lan WangJi había bajado al pueblo por algo para la cena. Suspiró resignado al asumir que solo debía esperarle porque para variar no le había permitido acompañarle. Esperando por él cada día, todos los días, encerrado entre cuatro paredes mientras se aferraba al momento en que el bebé naciera, y pensó en qué minuto había salido de una prisión para entrar a otra.

Volvió a suspirar y dio media vuelta con la intención de volver al interior del templo para avanzar un poco con los preparativos de la cena. Le gustaba ayudar a Lan WangJi en todo lo que estuviera a su alcance, pero él le tenía estrictamente prohibido poner las manos sobre la cena o el almuerzo debido a su afición por los condimentos picantes. Lan WangJi los toleraba, pero ya había soportado suficiente.

Cruzó el dintel de la puerta y una repentina corriente de aire le recorrió la espalda. Se detuvo y volteó en dirección al bosque, al tiempo que una energía familiar llegó hasta él y le erizó la nuca.

Bajó nuevamente las escaleras y se alejó unos cuantos pasos del templo.

Entonces lo sintió con mayor nitidez...

—Energía resentida —murmuró.

Sin pensarlo dio un paso hacia adelante y luego otro, hasta que finalmente terminó alejándose del templo, perdiéndolo rápidamente de vista. De nada le servía quedarse allí esperando que Lan WangJi regresara, o de lo contrario quienes estuvieran merodeando por la zona lo descubrirían, y se verían obligados a marcharse. Corrió al ritmo que su actual condición le permitía y se adentró en las profundidades del bosque. Atardecía, y el tono anaranjado del cielo se colaba entre los cipreses. Llegó hasta una pequeña quebrada y entonces divisó un grupo de diez cadáveres feroces deambulando como si no supieran porqué estaban ahí.

—¿Cómo llegaron aquí? —se preguntó mientras los observaba con sigilo. No quería involucrarse directamente con ellos, no porque les temiera, sino porque había notado, desde hacía un par de meses, que manejar cadáveres o incluso manipular energía resentía afectaba considerablemente su cuerpo. Quizá se debía al embarazo, porque fue después de saber que había logrado concebir, que su cuerpo manifestaba las repercusiones de una energía tan agotadora como peligrosa—. Solo observaré y le avisaré a Lan Zhan.

Estudió la situación por unos minutos y luego decidió regresar al templo para alertar a Lan WangJi que sus sellos habían sido vulnerados. Dio media vuelta pero una rama crujió bajo su pie derecho y eso alertó a los cadáveres que no dudaron en correr en su dirección. Wei WuXian se vio rodeado rápidamente por el grupo y solo tuvo unos cuantos segundos para tomar la decisión de pelear o escapar. Al final ganó la primera opción y agradeció haber adquirido la costumbre de llevar su flauta entre sus ropas. La colocó en sus labios y respiró hondo. Un timbre estridente rompió el silencio del bosque como un trueno estallando en el cielo.

Los cadáveres se detuvieron, como si estuvieran interpretando sus intenciones a través de su pulcra melodía, mas no mostraron la intención de obedecerle. Wei WuXian afinó su toque y movió con ligereza los dedos sobre los agujeros de la flauta a medida que retrocedía. No esperaba darles un mayor control si estos no pretendían obedecerle, solo necesitaba el tiempo suficiente para escapar aun cuando la energía resentida comenzara a afectarle.

Agudizó el sonido de su flauta y las notas fluyeron aún más arrolladoras y sombrías. Los cadáveres se paralizaron, y tan pronto como vio la oportunidad de escapar uno de ellos lo agarró de la ropa y lo tiró contra el suelo. Wei WuXian resintió el dolor en su espalda y su cabeza, pero fue capaz de defenderse cuando el cadáver se fue contra él. Lo pateó con todas sus fuerzas, otro sin embargo lo apresó por el cuello y comenzó a estrangularlo mientras su desfigurada boca pretendía morderlo. No podía quitárselo de encima; cualquier intento por alejarlo solo conseguía que ejerciera más presión alrededor de su garganta. Se estaba quedando sin aire y no podía apartar las manos de su vientre pues el cadáver trataba en todo momento de caer sobre él.

—¡Aléjate... de mí! ¡No aplastes a mi hijo!

Wei WuXian no iba a rendirse ni mucho menos perder contra criaturas inferiores a él. Con un sólido y certero puñetazo alejó al cadáver que lo ahorcaba y lo pateó directo en el rostro contra un árbol, inmovilizándolo. No había perdido la fuerza ni la agilidad para hacerles frente, sin embargo eran diez contra uno, y se vio rodeado con pocas posibilidades de ganar.

Observó entonces el comportamiento de los cadáveres y se preguntó por qué sus habilidades no surtían efecto en ellos. ¿Acaso alguien más los estaba controlando? ¿O era su embarazo la causa de que su capacidad se estuviera viendo afectada? Lo cierto era que desde el minuto que había conseguido fecundar una vida en su interior, su cuerpo ya no era el mismo. Su fuerza espiritual se había debilitado, y lo atribuía a que de alguna manera debía compartirla con el bebé. Y ahora, la energía resentida era tan poderosa que lo estaba mareando, como si fuera solo un simple aficionado de la cultivación que experimentaba por primera vez lo que era el camino de la herejía.

Endureció la mirada y sus labios se curvaron en una sonrisa siniestra.

—Así que... en verdad pretenden derrotarme con su insignificante existencia.

Alzó las manos frente a los cadáveres y sus ojos resplandecieron con el color de la sangre. Estaba dispuesto a demostrar que el Patriarca YiLing no era solo un título temido y odiado por sus enemigos, y manipularía sus energías aun cuando su cuerpo sufriera en el proceso. Pero tan pronto como la energía afloró de los cadáveres hacia sus manos y estos atacaron al unísono, el eco de dos rasgueos de una cítara resonó en el lugar. El timbre etéreo y dominante los inmovilizó, quedando rígidos contra el suelo, como si una fuerza invisible hubiera caído sobre todos ellos.

Wei WuXian también se paralizó, pero por la sorpresa de esos rasgueos tan familiares como intimidantes.

—Oh no —murmuró, imaginando el regaño que iba a recibir por causa de su imprudencia.

Un nuevo rasgueo resonó; esta vez fue mucho más penetrante. Los cadáveres aullaron, como si sus cabezas fueran a estallar, y trataron inútilmente de bloquear el tono de erradicación de la secta GusuLan. Tras unos cuantos quejidos y un nuevo rasgueo que hizo temblar la tierra, finalmente dejaron de moverse.

Wei WuXian buscó con la mirada a Lan WangJi y no tardó en divisarlo sobre uno de los cipreses. Lo vio bajar y caminar hasta él. Su expresión imperturbable y su mirada severa e insondable le hicieron tragar con dificultad y experimentar un violento escalofrío que le recorrió de la cabeza a los pies. Sabía que no tenía excusa para disculparse, pero cuando pretendió hacerlo, él pasó por su lado, ignorándolo.

—¿Lan... Zhan?

Lo vio dirigirse al grupo de cadáveres y, con un movimiento de su mano derecha, llamas azules comenzaron a incinerarlos hasta convertirlos en cenizas. Su actitud indiferente lo dejó perplejo por unos momentos e intentó asimilarla. Esperaba que le gritara, que lo sermoneara por su imprudencia, pero al verle pasar por su lado como si no estuviera allí, temió que su enojo fuera aún más grande del que imaginó. Y cuando se recuperó de la impresión, no dudó en darle alcance.

—Lan Zhan —pronunció ansioso—. ¡Lan Zhan! —repitió, pero no obtuvo respuesta.

Decidió acelerar el paso al ver que no tenía intenciones de detenerse y se interpuso en su camino.

—Sé que hice mal, ¿de acuerdo? Sé que no debí salir y enfrentar solo a esos cadáveres feroces. ¿Pero qué querías que hiciera? Ellos cruzaron las barreras que pusiste alrededor del templo. No podía dejar que se acercaran y descubrieran nuestro hogar.

Lan WangJi no contestó. Le miraba tan seriamente, con esos ojos de aquel color etéreo y diáfano, pero tan impasibles e inexorables, que así como muchas veces le aceleró el pulso, en esta ocasión los sintió como un puñal en el pecho.

Le vio separar apenas los labios y contuvo la respiración.

—No voy a impedir que continúes el camino de la herejía; es tu decisión y elegí amarte así. —Endureció la mirada y añadió: —Pero no permitiré que arrastres a nuestro hijo en esto.

Sus palabras fueron tan duras y directas, que Wei WuXian quedó inmóvil y no pudo detenerlo aun cuando le vio retomar el paso y perderse entre las luces que proyectaban los últimos rayos del sol.

El resto de la tarde y durante la cena no volvieron a cruzar palabra. Lan WangJi poseía una calidez inigualable, llegando incluso a ser tan manejable y suave como una fina seda. Sus elegantes silencios muchas veces fueron una virtud a su personalidad tranquila, y que Wei WuXian compensaba con sus interminables parloteos, pero su especialidad era ser rígido como un témpano de hielo. Wei WuXian estaba acostumbrado y se había enamorado de ese lado de su personalidad, pero en esta ocasión necesitaba escuchar su voz aunque fuera para ser regañado, y a cambio solo recibió la más absoluta de las indiferencias, como si estuviera solo en la habitación.

El enfrentamiento con los cadáveres había sido todo menos agradable. Antes lo consideraba una verdadera aventura y un desafío a sus poderes, pero ahora se sentía agotado, un poco humillado, y solo había conseguido exponerse, exponer a su hijo y de paso enfadar a Lan WangJi.

La atmósfera entre los dos era espesa y amarga; solo se escuchaba el crepitar de las brasas y el sonido de los palillos de Lan WangJi golpeando contra el tazón de cerámica cada vez que sacaba un bocado de arroz y un trozo de pollo. En el pasado sufrió varias veces por el hechizo silenciador de la secta Lan. Lo detestaba, y había aprendido a detestarlo por encima de todas las demás cosas que detestaba de la secta, pero ahora podía estar seguro que era mucho más insoportable e hiriente el silencio y la indiferencia que Lan WangJi le ofrecía cada vez que actuaba con imprudencia. Y era tal el grado de apatía con la que podía tratarle, que simplemente no podía pasar comida por su garganta.

Dejó los palillos sobre la mesa al ver que simplemente no iba a poder comer y se miró el vientre. Lo acarició con ternura y le habló al bebé.

—Nunca más te expondré —murmuró abatido—. Te lo juro.

Lan WangJi prestó atención y su mirada se suavizó. Eran pocas las ocasiones en las que tenía el privilegio de ver a Wei WuXian arrepentido de algo. Desde que lo conoció nunca mostró vergüenza por sus actos indebidos ni mucho menos por las cientos de ocasiones en las que disfrutó burlándose a costa suya. Siempre orgulloso y un tanto presumido, su personalidad extrovertida no dejaba espacio al remordimiento, por lo que verlo afligido en estos momentos simplemente lo conmovió.

—Termina tu cena —pidió con voz suave. Prestó atención a la reacción de Wei WuXian, esperando a cambio una sonrisa en recompensa por haberle hablando finalmente, pero solo le vio negar cabizbajo sin intenciones de obedecerle—. Hazlo por nuestro hijo. Debe tener hambre.

—Tengo miedo, Lan Zhan. —Su voz se escuchó tan suave, que apenas pareció un susurro. Aun así Lan WangJi lo escuchó. —¿Crees que vaya a ser un buen padre para él? Aún no nace y ya lo he expuesto demasiadas veces.

—Solo no sigas haciéndolo —contestó.

Su rostro se inclinó un poco más, quedando completamente oculto tras su flequillo.

—He cometido demasiados crímenes —añadió sin dejar de acariciarse el vientre—, y tarde o temprano deberé pagar por todos ellos.

Con un delicado gesto, Lan WangJi dejó sobre la mesa su tazón de comida y le dedicó a Wei WuXian su mirada más gentil.

—Mientras no los hayas cometido por simple placer no mereces castigarte a ti mismo. —Tomó su taza de té y bebió un sorbo. —Vengaste a quienes merecían ser vengados, y aunque nadie quiera aceptarlo, has contribuido en la reducción de los que han intentado someternos.

Wei WuXian negó.

—¿Pero a qué precio? —cuestionó afligido. — Vivir escondidos como un criminal. Antes no me importaba, pero ahora… nuestro hijo no tiene la culpa. —Miró finalmente a Lan WangJi y continuó. —Cuando nazca tendrá que enfrentar este mundo.

—No estará solo.

Una sonrisa apareció apenas en los labios de Wei WuXian, y volvió a mirar su vientre.

—Fue muy extraña la aparición de esos diez cadáveres —comentó casi como si hablara consigo mismo—. ¿Cómo habrán llegado aquí?

—Nueve —aclaró Lan WangJi.

—¿Qué?

—Eran nueve, no diez.

Wei WuXian vaciló un poco, luego negó.

—No, eran diez. Estoy seguro.

—Nueve —insistió Lan WangJi.

Wei WuXian comenzó a dudar de sí mismo y le restó importancia a la situación.

—Como sea. —Se encogió de hombros. —Esos cadáveres llegaron aquí por alguna razón... quizá del cementerio del pueblo. —Miró en dirección al pequeño brasero donde preparaban la comida, como si la respuesta estuviera entre las lenguas de fuego. —Pero no se justifica que hayan salido tantos de sus tumbas.

—Mañana iré a investigar —dijo Lan WangJi mientras bebía otro sorbo de té.

—Burlaron tus sellos de protección —insistió Wei WuXian—. Quizá...

—Por eso todos los días los reviso.

—Pero por qué los burlaron. Quizá siempre estuvieron dentro de la barrera. —Se frotó el flequillo con cierta frustración. —¡Cielos...! Quisiera investigar al respecto.

Lan WangJi entornó la mirada.

—No puedes —espetó, adivinando sus intenciones.

Wei WuXian resopló resignado.

—Lo sé.

—Entonces olvídalo. —Lan WangJi volvió a mirar su plato—. Termina de cenar.

Esta vez Wei WuXian no puso reparos. Tomó sus palillos y con los ánimos renovados se llevó un poco de arroz a la boca, luego un trozo de pollo y finalmente un pedazo de zanahoria. Ahora todo parecía saber mejor después de haber hablado con Lan WangJi, porque si algo podía sacar de esta situación, es que nunca más quería volver a experimentar el silencio de la persona que amaba.

.

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Lan WangJi no podía dormir. Se le había vuelto una costumbre que, una vez pasada las nueve de la noche, el sueño simplemente no acudía a él. Podía contar los segundos y minutos toda la noche hasta ver los primeros rayos del sol tocando las montañas. Miró a Wei WuXian, que dormía a su lado profundamente y contempló su rostro, el mismo que alguna vez no quiso volver a ver jamás en su vida, pero que ahora se podría morir sin él. Luego descendió hasta su cuello y recordó las cientos de ocasiones en las que lo besó y descansó en él tras arder en el orgasmo. Finalmente sus ojos se detuvieron en su vientre y se dedicó a observarlo aún con la sorpresa de que allí crecía una parte de él, y con cuidado lo acarició por sobre las sábanas. Sabía que las posibilidades de que las cosas salieran mal eran altas, pero quería aferrarse a la pequeña esperanza de que lograrían la paz que buscaban lejos de una guerra que estaba acabando con todos.

Se levantó y, tras mirar una última vez a Wei WuXian, salió al pasillo. La brisa de la noche que se colaba entre las montañas era fresca pero reconfortante. Necesitaba de cuando en cuando un poco de ese aire que le recordaba al Receso de las Nubes para así poder enfriar sus pensamientos y permitir que sus recuerdos lo transportaran al pasado.

A su mente llegaron viejas reminiscencias, las que incluso creía perdidas en lo más recóndito de su memoria. Hacía muchos años, cuando apenas era un niño, su tío le manifestó la importancia de un compañero de cultivación. Sus palabras en ese entonces carecieron de sentido, pues él consideraba que la cultivación era una disciplina que se llevaba en solitario para que nada ni nadie perturbaran el cuerpo ni la mente. Sin embargo, nunca esperó que después de conocer a Wei WuXian ese pensamiento cambiara de forma tan radical, aceptando finalmente que había tomado su corazón para siempre. Él era su compañero, la persona que quería a su lado hasta el final de sus días. Lo había elegido como tal aun cuando nunca se le cruzó por la mente que sería un hombre, y peor aún, al que más llegó a detestar.

Si lo pensaba detenidamente, su relación nunca fue normal. Al principio el solo hecho de escuchar su nombre lo molestaba. Su presencia en Gusu fue una mancha para la secta y en el record de enseñanza de su tío. Nada de lo que decía o hacía Wei WuXian era aceptado o bien visto, y siempre disfrutó el hacerlo sentir incómodo, como si fuera un espécimen raro al que debía molestar para sacarlo de su zona de seguridad. Pero la convivencia del día a día, las misiones, los momentos tensos y los de complicidad y silencio terminaron por constituir un vínculo que poco a poco empezó a tomar control de su corazón y sus pensamientos. Wei WuXian había comenzado a formar parte de su día a día aun cuando no quería. Se levantaba pensando en él y se dormía con la esperanza de soñar con él.

Al principio no lo entendió; sentía miedo de su mente traicionera que le hacía extrañar demasiado en alguien que detestaba, pero ese pensamiento constante tomó forma en otra cosa. Cuando pensaba en él ya no parecía disgustarle tanto como antes, incluso forzaba a su mente a recordarlo a cada instante y a añorarlo cuando no estaba a su lado. Su sonrisa, su risa, su voz siempre enérgica y su mirada llena de vida; incluso su aroma que se había impregnado en su memoria y que tras su partida de Gusu había extrañado al grado de la angustia. Simplemente las cosas buenas de su personalidad habían terminado por pesar mucho más que las cosas malas. ¿Pero en qué minuto se había enamorado? ¿Cómo sucedió?

Después que la secta JunmengJian fuera atacada por la secta QishanWen y dieran muerte a sus líderes, Wei WuXian había desaparecido. Durante meses su paradero fue incierto y temió que hubiera corrido el mismo destino que sus padres adoptivos, pero una noche, cuando llegó al Receso de las Nubes y se presentó ante él como si fuera la persona que más necesitaba en el mundo, algo cambió. Luego los reencuentros continuaron: visitas secretas y encuentros furtivos. Su relación se había transformado en eso y más. Como una mecánica normal entre ellos, habían comenzado a frecuentarse a espaldas del mundo, como si se necesitaran mutuamente más allá de los conflictos y la realidad que los rodeaba. Él no lo cuestionaba, y Wei WuXian no daba explicaciones; solo permanecía a su lado, en silencio, refugiándose en él. Desconocía en qué momento había sucedido, solo fluyó entre ellos una conexión como la corriente de un río abriéndose paso entre montañas. Primero miradas, luego roces casuales, finalmente una confesión bajo la lluvia y un beso que había sellado sus almas para siempre.

Soltó un suspiro y cerró los ojos un momento, reviviendo el sabor que experimentó la primera vez que probó los labios de Wei WuXian, como si hubiera sucedido tan solo ayer. Aún podía sentir su calidez y el aroma de su aliento ansioso cuando acarició su boca bajo la lluvia aquella noche. Había sido el momento más intenso de su vida, pero a ese le siguieron muchos más, porque aquello solo había sido el preludio de una relación que los tenía en el momento y lugar que querían.

El suelo rechinó a su espalda y volteó para ver al responsable. Wei WuXian se acercaba mientras se frotaba el flequillo acompañado de un profundo bostezo.

—¿Qué haces despierto? —cuestionó Lan WangJi con cierta intriga, porque desde hacía algún tiempo había comprobado que Wei WuXian tenía el sueño extremadamente pesado.

—Eso debería preguntarte a ti. —Se sentó a su lado, y con una sonrisa traviesa continuó. —¿Qué hace el segundo hermano Lan burlando el toque de queda? Deberé reportarlo. —Lo miró fijamente y se dio cuenta que no era momento para las bromas. Frunció el ceño con preocupación y preguntó. —¿Otra vez no puedes dormir?

Lan WangJi esquivó la mirada. Miró al frente y movió apenas los labios para contestar.

—Tengo muchas cosas que pensar —dijo al fin.

—¿Cómo qué? —quiso saber Wei WuXian. Apegó su hombro contra él, no temiendo a su rechazo, y dijo—: ¿Sabes lo que yo pienso a menudo? —Lan WangJi apenas lo miró y negó. —Últimamente he pensado en nuestro futuro, en lo que haremos cuando toda esta guerra sin sentido termine.

Lan WangJi volteó a verle con curiosidad. Wei WuXian aprovechó de apoyar su cabeza en su hombro y se acarició el vientre.

—Nos imagino viviendo lejos de todo y de todos, como ahora. Un sitio hermoso, acogedor y tranquilo, donde podamos pasar nuestros días luego de retirarnos del camino de la cultivación. La casa eso sí debe ser grande y hermosa; yo la construiré. Tendrá detalles elegantes en sus ventanas y un gran jardín donde podrás criar todos los conejos que quieras. ¡Ah!, también tendrás una habitación solo para ti, para que medites y leas tranquilo en tus ratos libres...

Wei WuXian continuó con los detalles de su sueño. Podía ver a Lan WangJi llevando la casa de forma hacendosa y dedicada. Tendría que encargarse de todo, principalmente de cocinar pues él era un desastre y temía envenenarlo. A cambio trabajaría la tierra y pescaría. Vivirían sin muchos lujos pero comerían bien. No les faltaría nada y su hijo crecería libre y feliz. Le enseñaría a cazar faisanes y pasaría tiempo junto a Lan WangJi leyendo y meditando. Lo llenarían de conocimiento y le permitirían elegir el camino que quisiera para su vida.

Su sueño había conmovido a Lan WangJi. En algún punto del relato volteó a verle y clavó sus ojos llenos de asombro en los suyos, descubriendo que su conexión era más grande de lo que había imaginado. Cada ínfimo detalle del futuro que Wei WuXian relató él también lo había soñado muchas veces, al punto de sentir vergüenza por tener una aspiración tan banal para su futuro.

—¿Qué opinas? —preguntó Wei WuXian, mirándole con expectación—. ¿Te parece bien que tú seas "la dueña de casa" y yo el que se encargue de cazar y cosechar?

—Está bien —pronunció sin molestia.

El rostro de Wei WuXian se iluminó, y como recompensa a su honestidad guió su mano hasta su vientre y la acomodó sobre él.

—Él también está emocionado por la vida que forjaremos los tres.

Lan WangJi podía sentir los movimientos del bebé con demasiada nitidez, y se preguntaba cómo Wei WuXian podía soportarlos y sonreír con fascinación cada vez que sucedía. La primera vez se había asustado al punto de creer que algo malo sucedía con el bebé, pero ahora con cada manifestación se regocijaba, incluso si le hacía gritar de dolor.

Entrelazó su mano a la suya y volvió a cerrar los ojos, dejando que los movimientos del bebé lo relajaran. Al igual que Wei WuXian, esperaba ser un buen padre, alguien de quién su hijo pudiera enorgullecerse y sentirse a salvo.

—De algún modo, el mundo en el que vivimos no es tan malo. Me gusta.

Su confesión lo sorprendió un poco. Volteó a verle y se dio cuenta que Wei WuXian observaba fijamente la pequeña porción de cielo que se dejaba ver entre los cipreses. A pesar de todo el mal que le rodeaba y le seguía los pasos como una sombra silenciosa, él continuaba aferrándose a la bondad que había en su corazón. Estaban involucrados en una guerra donde solo quien tuviera el coraje suficiente para enfrentar al demonio tendría oportunidad de vivir, y él sólo tenía cabida para el amor.

Quizá nunca descubriría lo que realmente había en su corazón, pero mientras él estuviera a su lado aquello no importaba.

—Lan Zhan. —La voz de Wei WuXian pronunciando su nombre se escuchaba casi como un suave y melodioso susurro. —¿Por qué nunca me denunciaste? ¿Por qué no le dijiste a tu tío que me ocultaba en el Receso de las Nubes?

Lan WangJi abrió los ojos pero, lejos de hacer contacto visual, volteó el rostro con cierto desinterés.

—Esa clase de preguntas no merecen una respuesta —espetó.

Los labios de Wei WuXian se torcieron con decepción. Quizá podría conseguir la verdad si lo persuadía de otra forma, pero hasta el momento no había logrado descubrir el método más eficaz para sacar a flote su honestidad.

—¿Es porque estabas enamorado de mí en ese entonces? —indagó curioso—. ¿Desde cuándo me amas? ¿Desde que me conociste o después que compartimos mi castigo en el Pabellón de la Biblioteca?—Soltó una pequeña risa—. Recuerdo cómo te molestaste por mis provocaciones. No te sientas mal por eso, solo quería llamar tu atención.

—¿Por qué? —preguntó Lan WangJi, volteando a verle—. Me considerabas muy aburrido.

Wei WuXian negó.

—¡En lo absoluto! —Sacudió un poco la cabeza. —Me divertía mucho contigo.

—A costa de mi rabia.

—Esa era la idea —rió—. Pero dime, ¿desde cuándo es que suspiras por mí? ¿Quieres saber desde cuándo lo hago yo por ti?

—No hace falta.

—Oh, vamos. —Codeó su costado. —No seas aguafiestas. Te lo diré de todos modos. —Se inclinó sobre su oído y le susurró.

Lan WangJi no pudo evitar abrir los ojos con sorpresa. Se apartó como si su declaración le hubiera quemado y lo miró fijamente.

—¿Y bien? ¿Qué piensas al respecto? —Wei WuXian suavizó la mirada y le sonrió. —¿Verdad que mi corazón es voluble? Te eligió por una razón muy extraña.

—Para mí no lo es. Está bien así.

—¿De verdad? Entonces para mí también. Pero vamos... —insistió empujando un poco su hombro contra el suyo—. Dime desde cuándo me amas. Quiero saberlo o no podré dormir.

Indiferente a su petitoria, Lan WangJi volvió a romper el contacto visual.

—Entonces verás salir el sol.

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Los días sucedieron mientras ellos continuaban con su rutina apartados del mundo, y al sexto día de su conversación bajo las estrellas, un aldeano llamó a la puerta poco antes del anochecer. Wei WuXian no dudó en salir a atenderle pero Lan WangJi se lo impidió. Incluso si se trataba de un anciano no podía mostrarse, o todos los esfuerzos por permanecer a salvo serían reducidos a nada.

Una vez que se marchó a los pocos minutos, Lan WangJi regresó al interior del templo y Wei WuXian advirtió su expresión preocupada.

—Divisaron cadáveres deambulando en las cercanías del pueblo. —Su tono se escuchó más ronco de lo habitual.

—Quizá sean parte de los mismos que atacaron el otro día —señaló Wei WuXian con interés—. Es extraño que en un pueblo tan tranquilo de pronto comiencen a tener este tipo de problemas.

—Iré a investigar.

—Quisiera acompañarte —suspiró Wei WuXian con resignación—, pero nos quedaremos aquí esperándote.

Lan WangJi asintió y se preparó para partir. No esperaba que le tomara demasiado. Eliminar un par de cadáveres no era la gran cosa, pero le molestaba dejar a Wei WuXian solo en la noche.

—Ten cuidado —le pidió Wei WuXian.

Lan WangJi asintió y se marchó.

Una vez a solas, Wei WuXian se dedicó a terminar la cena. Lan WangJi había alcanzado a preparar la mayoría y solo hacía falta echar el par de nabos que acompañarían el arroz. La tentación por aderezar con algo más contundente le hacía mirar de cuando en cuando la olla de arroz que descansaba a un costado de las brasas, esperando ser vaciada, pero quería complacer a Lan WangJi después de lo ocurrido días atrás en el bosque con los cadáveres feroces, por lo que solo vertió los nabos al agua burbujeante y esperó que estuvieran listos, mientras recordaba las cientos de ocasiones en las que Jiang Cheng fue víctima de sus bromas culinarias. Al repasarlo en su memoria, la sonrisa se borró de sus labios y cerró en dos sólidos puños sus manos, lamentando haber terminado con una relación tan estrecha y especial como la que había construido con él.

Cuando Zidian lo atacó la noche que escapó del Receso de las Nubes, apenas alcanzó a esquivarlo, sin embargo fue suficientemente efectivo para hacerle tropezar y caer sobre la mesa donde Lan WangJi pasaba la mayor parte del tiempo trabajando. Instintivamente protegió su vientre, aunque la caída no había sido peligrosa.

—¿No piensa pelear el gran patriarca YiLing? ¿O es que su temor a Zidian es más grande?

Wei WuXian se levantó con cuidado y encaró a quien consideró su hermano durante años, incluso tras tomar el camino de la herejía y darle la espalda a la promesa que alguna vez le hizo. Pero él no era un hombre de palabra, y sabía que tarde o temprano se alejaría de su lado pues sus convicciones apuntaron siempre hacia otra dirección, aunque jamás pensó que sucedería bajo tales circunstancias y que el desprecio de Jiang Cheng se acrecentaría por haberle ocultado la verdad. Podía verlo en sus ojos y sus acciones; él nunca le perdonaría por haber vengado a la secta Yunmeng Jiang y a sus padres como el Patriarca YiLing y no como su subordinado.

Por más que lo pensaba, no entendía en qué momento Jiang Cheng se había vuelto en su contra y comenzó a apuntar con el dedo su trabajo contra la secta QishanWen. Él había parecía haber aceptado su camino con tal de aniquilar a los responsable de la muerte de sus padres, y así lo sintió Wei WuXian cuando trabajó junto a él para darles caza; después de todo, los métodos con los que se sacrificara a los perros Wen no tenía importancia mientras el dolor causado a cada uno de ellos fuera suficiente para satisfacer el odio albergado solo para ellos.

Mantuvo las manos sobre su vientre y dio un paso hacia adelante, dejando su silueta bajo la luz de la luna, mostrando el secreto que había pretendido ocultar hasta el final. Jiang Cheng abrió los ojos con sorpresa, pero rápidamente su mirada volvió a oscurecerse y llenarse de odio.

—Entonces el rumor era cierto —espetó—. Fuiste capaz de transgredir las reglas y metiste en tus entrañas una abominación.

Wei WuXian frunció el ceño y contestó.

—No es una abominación. —Dio un paso hacia él. —Es producto del amor, no del odio ni la oscuridad.

—¡No intentes negar lo que está ante mis ojos! —gritó Jiang Cheng— ¿O es que pretendes seguir negándolo? —Zidian se sacudió en su mano. —¡Cómo fuiste capaz de realizar semejante herejía! ¡Hasta dónde eres capaz de llegar con tu retorcida vida!

La expresión de Wei WuXian no cambió en lo absoluto, ni siquiera por la forma en la que sus palabras fueron escupidas contra él. Permaneció con las manos en su vientre como un escudo protector y una expresión del amor que le tenía a la criatura que crecía en su interior.

—No voy a negar nada —contestó tranquilo—, ni siquiera me molestaré por tus insultos hacia mí. Pero no aceptaré que te refieras a mi hijo como una abominación.

Jiang Cheng chasqueó la lengua y soltó una pequeña risa colmada de burla.

—Poco me importa lo que aceptas o no; eso no está en discusión. —Dio un paso hacia él y su expresión se endureció. —Voy a arrancarte de las entrañas a ese engendro y te haré pagar por todos los crímenes que has cometido como cultivador demoniaco.

¿Cómo podía permitir que le arrancaran el fruto de su amor con Lan WangJi por el solo hecho de considerarlo un pecado mortal? Quizá en un principio hasta podría haber estado de acuerdo con terminar personalmente con su vida, pero ahora Wei WuXian estaba completamente convencido de que su hijo merecía vivir por sobre los prejuicios de las sectas que buscaban su cabeza. Porque sí, lo admitía: había utilizado magia prohibida muy antigua para crear una vida en su interior, pero no se arrepentía, y volvería a hacerlo todas las veces que fuera necesario porque gracias a su decisión ahora una parte de Lan WangJi crecía dentro de su cuerpo y era la sensación más reconfortante que había experimentado en toda su vida. Y aunque el mundo entero estuviera en su contra y quisieran acabar con su existencia, él era la persona más feliz que pisaba la tierra, y nadie tenía el derecho de arrebatarle ese sentimiento.

Jiang Cheng se fue sobre él en medio de su concluyente reflexión y ambos cayeron al suelo. Sus manos frías y rígidas le rodearon el cuello y comenzaron a cortarle el paso del aire.

—¡Por qué tuviste que tomar este camino! —le oyó gritar con voz dolida—. ¡Dime! ¡¿Por qué lo hiciste?! ¡¿Por qué?!

Wei WuXian no tenía forma de darle una respuesta que lo consolara, pero tampoco quería privarlo de la verdad.

Él merecía saberla.

—Lo amo —contestó al fin—. Lo que hice fue por él.

—¿Él? —Se mostró confundido pero luego entendió. —¿Entonces es cierto que tú y Lan WangJi...?

Las manos de Wei WuXian se posicionaron en su abultado vientre.

—Lo hice por amor.

Jiang Cheng aflojó tan solo un poco los dedos alrededor de su cuello y su semblante se entornó receloso y decepcionado. No podía entender su postura incluso después de haberla tolerado cuando juntos le dieron caza a los perros Wen, pero al final comprendió que esa oscuridad, aunque efectiva, solo atraía la desgracia y corrompía el alma. Wei WuXian lo había traicionado, había provocado la caída de su secta y la muerte de sus padres. Su existencia, lejos de traerle dicha, solo había provocado el caos que ahora pesaba en su corazón, entonces ¿por qué merecía ser feliz? ¿Por qué debía aceptar su elección de vida y no recriminarle por ella?

—Perdóname —pidió Wei WuXian—. Perdóname por no seguirte.

Sus palabras, lejos de persuadirlo, solo acrecentaron su resentimiento. Jiang Cheng volvió a presionar con fuerza su cuello contra el suelo y pareció disfrutar cuando Wei WuXian emitió un quejido de dolor. No podía perdonarlo ni mucho menos permitirle seguir existiendo, y con ese pensamiento claro en su cabeza desenvainó a Sandu y la empuñó frente a su rostro. Su mano derecha temblaba sobre Wei WuXian, pero en su mirada solo existía la seguridad de que esta noche le pondría fin a todo.

Alzó la mano y tomó impulso, pero se detuvo al advertir la expresión que le ofrecía Wei WuXian. En ese momento se dio cuenta que, lejos de oponer resistencia, lucía completamente entregado a su destino bajo el filo de su espada.

—Perdona la vida de mi hijo. Solo eso te pido... por favor. Él no tiene culpa alguna de mis errores.

Su súplica, y la forma con la que pronunció cada palabra, lo estremecieron. A pesar de todo, no podía olvidar las deudas que tenía con él y el porqué le dolía tanto tener que acabar con su vida.

Wei WuXian suavizó la mirada y le regaló una sonrisa, la misma que tantas veces le alivió el alma haciéndole creer que por encima de todo el mal que pudiera existir en el mundo y cayera sobre ellos, podrían prevalecer y mirar hacia adelante.

Jiang Cheng apretó la empuñadura y entonces dejó caer a Sandu. La hoja se enterró en el suelo, rozando apenas la mejilla izquierda de Wei WuXian, y todo quedó en silencio. Lan WangJi regresó en ese momento a la habitación, y presenció finalmente el término de una relación que jamás volvería a ser la misma.

—Jiang Cheng... —Wei WuXian pronunció su nombre aún tendido en el suelo.

—No quiero volver a ver tu cara... nunca más. —Sus ojos le vieron con la misma frialdad que alguna vez le miró madame Yu. —La próxima vez que te pares frente a mí, serás mi enemigo.

Viéndole fijamente, Wei WuXian no pareció afectado por sus palabras.

—No podré decir lo mismo. —Negó con la cabeza y sonrió. —Aunque tomemos distintos caminos, mi corazón siempre pensará en ti como un hermano.

Jiang Cheng esquivó la mirada con desprecio y retiró a Sandu del suelo.

—Vete. —Se puso de pie y miró a Lan WangJi—. Ellos vendrán por ustedes.

Lan WangJi no puso impedimentos esta vez. Tomaron sus cosas y se marcharon para no volver.

—Creo que nunca más volveremos a vernos —pronunció Wei WuXian en voz alta luego de quitar del fuego la olla de nabos—. Pero... espero en verdad que suceda otra vez.

Esbozó una sonrisa triste y se acarició el vientre.

—Quiero que un día puedas conocer a Jiang Cheng. Aunque te advierto que tu tío tiene un genio complicado. —Volvió a sonreír y dejó la olla de nabos sobre la mesa. —Espero tu papá no tarde en volver. Tienes hambre ¿verdad? Porque yo creo que me comeré todo antes de que regrese.

En ese momento escuchó el crujir de los escalones fuera del templo, y creyendo que se trataba de Lan WangJi se puso de pie y salió a recibirle. Abrió las puertas y exclamó su nombre con entusiasmo, pero su sonrisa se desvaneció y su rostro palideció cuando vio que no era él. Su cuerpo templó y dio un paso hacia atrás, llevándose las manos a su vientre.

—Qué haces aquí.

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Para Lan WangJi no fue problema alguno terminar con los cinco cadáveres salvajes que deambulaban por los alrededores del pueblo. Sin embargo, no dejaba de resultarle extraña la repentina aparición de estos, pues según la explicación de los aldeanos, el último incidente que requirió la intervención de cultivadores se dio hacía poco más de cinco años.

Todo apuntaba a que el pueblo era tan remoto, que ni siquiera los monstruos y espíritus sabían cómo llegar.

—¿Hubo alguien visitando este lugar recientemente? —Le preguntó al anciano que fue a buscarlo al templo.

—No —contestó, negando con la cabeza—, solo comenzaron a aparecer estos cadáveres de la nada.

Lan WangJi observó las tumbas removidas del cementerio emplazado al otro lado del pueblo. Era un hecho que los cadáveres no habían salido por cuenta propia; alguien los había molestado y despertado. La pregunta era por qué.

—Estoy tan agradecido de que estén aquí —dijo de pronto el anciano—. No es común que jóvenes cultivadores vengan a estas tierras.

Lan WangJi se volteó y lo vio fijamente.

—¿Por qué habla en plural?

El anciano parpadeó confundido.

—Son dos ¿no?

—¿Cómo lo sabe? —Lan WangJi dio un paso hacia él. —¿Quién se lo dijo?

—Hace un par de días un cultivador estuvo merodeando por estas tierras. Cuando le pedimos ayuda dijo que no podía porque estaba de cacería, pero señaló que había dos cultivadores en el bosque que...

El anciano no pudo terminar su oración. Lan WangJi había dado media vuelta alejándose del lugar y temiendo lo peor.

—Wei Ying.

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Wei WuXian retrocedió a medida que la persona frente a él ingresaba al templo. Detrás de él, dos miembros de su secta le cerraban la única vía de escape del lugar.

—Tardaron bastante en encontrarme —señaló mientras pensaba en la forma de ganar tiempo—. No son tan listos como dicen ser.

—¡Cierra la boca! —espetó el intruso—. Si vinimos hasta aquí no fue para escuchar tus tonterías.

—¿Entonces a qué vinieron? —preguntó Wei WuXian fingiendo inocencia—. ¿A beber té? Lamento decirles que solo hay de ginseng...

El indeseado intruso quiso hacerle callar alzando su espada, pero Wei WuXian le interrumpió.

—Debí suponer que ustedes liberaron a esos cadáveres del otro día. —Se cruzó de brazos y negó decepcionado. —¿No les da vergüenza señalarme con el dedo pero a escondidas imitan mis técnicas?

—¡Silencio! —Hizo un ademán con la mano en dirección a Wei WuXian y sus sirvientes lo sujetaron. —Ahora el gran patriarca YiLing ya no es tan fuerte. Es solo un hereje que se atrevió a engendrar un monstruo en su interior.

—No malgastes tu saliva insultándome —contestó Wei WuXian sin mostrarse del todo ofendido—. Si hablamos de monstruos, te recuerdo que hace poco terminé con la vida del peor de todos.

—Por eso estoy aquí, para vengar su muerte.

Wei WuXian sonrió.

—Era de suponerse. —Entornó la mirada y curvó los labios en una mueca de burla. —Eres muy básico y cobarde.

El filo de una espada resplandeciendo bajo la luz de la luna lo silenció. Ya había provocado lo suficiente al intruso.

—Vengaré la muerte de mi padre con la vida de esa aberración que llevas en tus entrañas.

La sonrisa confiada en los labios de Wei WuXian desapareció. Su rostro palideció y tuvo la urgente necesidad de vaciar el estómago en ese preciso instante. Ahora más que nunca necesitaba a Lan WangJi, o si tan solo pudiera tocar su flauta llamaría a Wen Ning, pero dudaba que incluso si lo hacía lograría llegar a tiempo.

—¿Qué pasa? —siseó el sujeto frente a él—. Ya no te ves tan confiado. ¿Acaso es tan importante esa cosa que decidiste meterte adentro? —La expresión de Wei WuXian palideció aún más al ver la sonrisa siniestra que apareció en el rostro de su asesino. —Voy a matar dos pájaros de un tiro —rió—. La leyenda del patriarca YiLing terminará aquí, en este mugroso templo. —Hizo una pausa y finalmente añadió: —Volverás a conocer el infierno.

Wei WuXian intentó evitar lo inevitable, pero fue imposible: la espada le atravesó el vientre. Sintió su carne y su alma desgarrarse y miró hacia abajo al tiempo que la punta de la hoja salía limpiamente por su espalda para luego abandonar por completo su cuerpo bañada con su sangre. No gritó, tampoco lloró; solo reprimió un lamento al ver la sangre manar del agujero dejado por la espada mientras sentía la vida de su hijo apagarse poco a poco.

Los cultivadores lo soltaron y el dolor en su cuerpo le hizo caer al suelo, tiñéndolo rápidamente con sangre. Escuchó la risa burlona de su verdugo y lo vio dejar el lugar con su escolta murmurando un nombre que no alcanzó a reconocer.

Con manos temblorosas tocó su vientre intentando inútilmente detener la sangre, pero se dio cuenta que gran parte de ella no era suya. Las lágrimas acudieron a sus ojos y un grito desgarrador resonó en todo el bosque: la luz de su bebé se había extinguido.

En medio de su agonía y desesperación trató de levantarse, consiguiendo solo arrastrarse un par de centímetros. Su cuerpo se negó a responder y se derrumbó sobre la madera teñida de rojo mientras más lamentos se desgarraban en su garganta y más lágrimas empapaban sus mejillas. ¿Cómo permitió que este infierno se desatara? Fue un completo iluso al creer que podía proteger a su hijo de todo el mal que había en el mundo. Se equivocó, pues había provocado al diablo y ahora pagaba las consecuencias de ello con creces. Apretó los ojos, mordiéndose los labios y se preguntó qué quedaba ahora. Le habían arrebatado con el filo de una espada la mitad de su alma y ya no tenía las fuerzas para seguir adelante. Tantos planes y sueños en los que la mayoría estaba su hijo, pero ahora no había nada, solo un profundo y oscuro vacío que lo ahogaba poco a poco, como una llama sofocándose con un soplo.

Vio la herida sangrante en su vientre, negándose a creer que todo estaba perdido, y entonces tomó una decisión. Con su propia sangre comenzó a garabatear en el suelo varios símbolos que solo él conocía a la perfección y que nadie en su sano juicio se atrevería siquiera a usar. Una vez que trazó el último, cerró los ojos y se llevó ambas manos al vientre, conteniéndolo, cobijándolo, como si quisiera envolver con sus brazos a su bebé ya sin vida. Pero incluso con ese doloroso sentimiento la imagen de Lan WangJi acudió a su memoria, y nuevas lágrimas bañaron su rostro.

Dejó escapar un nuevo lamento y le pidió perdón por la decisión que había tomado.

El símbolo trazado en el suelo comenzó a brillar y la habitación se iluminó en un intenso color rojo. Wei WuXian cerró los ojos, dejando que las lágrimas fluyeran libres por su rostro, y con la voz quebrada pronunció:

—Mi vida... por la suya.

.

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Lan WangJi sentía que con cada paso que daba más se alejaba de Wei WuXian. Desde que el anciano del pueblo le confesó que estaba en conocimiento de su presencia en el viejo templo, su pecho punzaba con un dolor quemante que apenas le dejaba respirar. Quería creer que todo estaría bien, que Wei WuXian le estaría esperando impaciente y que el anciano se había equivocado. Quería aferrarse a esa posibilidad, pero cuando divisó el templo y un potente olor a sangre se coló por su nariz, sus piernas temblaron y sintió que el suelo bajo sus pies se hundía como un pantano. Subió temeroso las escaleras y, al cruzar las puertas temiendo lo peor, vio a Lan XiChen de pie en medio de la habitación. No hizo falta preguntarle por qué estaba allí y el porqué de su rostro tan pálido y demacrado; a su campo de visión llegó la figura de Wei WuXian tendida en el suelo sobre un charco de sangre.

—WangJi. —El llamado de Lan XiChen se escuchó como una sentencia de muerte. —Lo lamento, no pude llegar a tiempo. Ellos lo hicieron antes y...

Guardó silencio al ver que sus palabras no tendrían respuesta. Lan WangJi caminó hasta Wei WuXian sintiendo que cada paso era como un puñal atravesándole el pecho, y en medio de la penumbra distinguió entre sus brazos un pequeño bulto envuelto en una sábana blanca. Se arrodilló a su lado y notó vendajes teñidos de rojo envolviendo su vientre.

—No mires. —La voz de Wei WuXian sonó apenas en un murmullo, capturando su atención—. No te quedes con esa imagen.

Lan WangJi alcanzó su rostro y apartó con cuidado algunos cabellos adheridos a su frente empapada en sudor y sangre.

—¿Qué... hiciste? —pronunció afligido—. ¿Qué...?

En respuesta, Wei WuXian esgrimió una sonrisa.

—Lan Zhan, mira. —Acomodó delicadamente al bebé para que apreciara su rostro. —Es precioso. Se parece a ti.

Temeroso de lo que iba a presenciar, Lan WangJi se inclinó y confirmó con dolor que su pequeño hijo no respiraba. En su pecho había una profunda herida a la altura de su corazón; claramente aquella brecha era la responsable de haberle arrebatado la vida.

Apartó la vista sintiendo que algo se le desgarraba adentro y apretó los ojos reprimiendo el llanto. Quien haya sido capaz de hacerle algo así a una criatura inocente lo pagaría con su propia vida. Poco importaba si la secta GusuLan lo condenaba por su deseo de venganza. Incluso cuando la secta QishanWen quemó el Receso de las Nubes él no experimentó ese sentimiento, pero ahora no tenía control de estos, por lo que podía pensar sin temor en el peor escenario posible para él o los asesinos de su hijo.

Abrió los ojos conteniendo el aliento y advirtió los símbolos pintados en el suelo. Miró entonces a Wei WuXian y temió escuchar su respuesta.

—¿Qué hiciste?

—Perdóname. —Su voz sonó casi como una súplica. —Quería vivir a tu lado un poco más pero... no será posible.

Lan WangJi no quiso saber el trasfondo de sus palabras. Sus conocimientos sobre la cultivación demoniaca se limitaban solo a lo que Wei WuXian había compartido. Y aunque existía todo un universo de ese arte prohibido aún por descubrir, no tenía la más mínima intención de involucrarse con él.

—Él vivirá. —Wei WuXian habló con tanta convicción que no fue capaz de dudar de su palabra. —Él... crecerá y será alguien fuerte. —Buscó su mirada y se dio cuenta que sus labios temblaban. —Promete que lo cuidarás y harás de él un gran cultivador, como tú.

—Wei Ying...

El semblante de Wei WuXian se suavizó y contempló a su hijo con una fascinación que conmovió a Lan WangJi. Sabía que su alma ya no estaba en este mundo, pero también sabía que el ritual la traería de regreso, y eso lo consolaba a pesar del precio que había pagado por ello.

—Me hubiera gustado verlo crecer... —Cerró los ojos y reprimió las lágrimas que pugnaron por salir. —Hay tanto que quiero enseñarle.

—Podrás hacerlo —le corrigió Lan WangJi con la voz quebrada y la mirada herida—. No puedes marcharte todavía. No puedes dejarme.

Wei WuXian movió lentamente la cabeza y sonrió con tristeza.

—Este es el precio que debo pagar por el camino que elegí. —Su semblante se congestionó, como si fuera a llorar. —Lamento si te defraudé.

Lan WangJi sintió que aquella sonrisa le atravesaba de parte a parte. Alcanzó su mano, que descansaba sobre el cuerpo inerte del bebé, y la sujetó con fuerza.

—No lo hiciste —contestó—. Nunca lo has hecho. —Se inclinó hacia adelante y, ocultando el rostro, reprimió un sollozo. —Quédate conmigo —le pidió—. No podré seguir sin ti.

Wei WuXian no pudo contener el estremecimiento que le produjeron aquellas palabras. Lamentaba tanto dejarlo, pero no había nada que pudiera hacer para cambiar las cosas, incluso si quisiera anular el ritual pues ya era demasiado tarde para intentarlo.

Le vio levantar la cabeza y pudo contemplar su desconsolado semblante.

—Claro que podrás —le aseguró manteniendo la sonrisa—. Eres el gran HanGuang-Jun...

—No. —Lan WangJi le rebatió negando quedamente—. Un cultivador no puede vivir sin su compañero.

—No estarás solo; lo tendrás a él. —Wei WuXian miró al bebé y su rostro se iluminó. —Lan Sying... mi pequeña estrella.

Los labios de Lan WangJi temblaron y su corazón se oprimió. Wei WuXian hablaba con tanta paz que por momentos podía sentirse envuelto en ella. Entrelazó su mano y se aferró a ella con desespero.

—Quédate por favor —insistió.

Como respuesta Wei WuXian alcanzó su rostro, siempre tan inmaculado y pálido como la nieve, y lamentó mancharlo con sangre.

—No te preocupes —musitó, y con la yema de los dedos rozó suavemente la cinta en su frente—. Cumpliré la promesa que te hice.

Con manos temblorosas, Lan WangJi se quitó el listón y la entrelazó en su mano.

—Te pertenecerá para siempre.

Wei WuXian asintió satisfecho. Tantas veces que recibió solo miradas de desprecio cuando le quitaba aquel listón, pero desde aquella noche, cuando unieron sus almas, le perteneció para siempre. Lan WangJi se la había entregado finalmente por voluntad propia, y ya no había reproches cuando la tocaba, solo amor.

—Lan Zhan, ahora entiendo por qué me enamoré de ti. Haberte conocido me ha hecho muy feliz.

Esta vez Lan WangJi no pudo contener el dolor que le causaban sus palabras y las lágrimas fluyeron por sus mejillas, pero Wei WuXian las secó suavemente, consolándolo con una delicada sonrisa.

—Lan Zhan, por favor... vive por ambos. Vive sin odio... sé feliz.

A sus palabras le siguió un lamento que escapó de los labios de Lan WangJi. El dolor lo estaba consumiendo por dentro. Sentía el cuerpo pesado y un constante ardor en el pecho, como si un hierro caliente le quemaba desde el interior.

Wei WuXian comprendió que continuar prolongando su muerte solo lastimaba a Lan WangJi. Alcanzó su mano y la acarició despacio.

—Ya... debes dejarme partir —pronunció con la voz entrecortada—. Por favor, ayúdame. Cuando me vaya debes quemar mi cuerpo, o me convertiré en un cadáver feroz que te acosará por siempre.

—Deja de decir tonterías —se quejó Lan WangJi. Incluso en momentos así Wei WuXian aprovechaba de burlarse—. Te llevaré de regreso al Receso de las Nubes y tendrán que aceptarte. Te cuidaré y sanarás.

Wei WuXian negó tristemente.

—Debo irme para que nuestro hijo se quede contigo. —Bajó la vista y lo contempló. —Por favor, dale todo el amor que yo no podré entregarle.

Lan WangJi aún no podía convencerse de lo que estaba pasando. El ritual que utilizó resultó ser el más impropio y rechazado de todos. Pero si se miraba de otro punto de vista, parecía ser una técnica hecha a base del más puro y sincero amor.

Vio a Bichen enfundada en su cintura y la desenvainó. Su mano tembló alrededor de la empuñadura y volvió su atención a Wei WuXian.

—Hazlo... —pidió él con tranquilidad—. Todo saldrá bien.

Sus ojos derramaron dos solitarias lágrimas que Wei WuXian procuró retener en su memoria para llevarlas en su corazón al momento de partir. Porque incluso cuando lloraba, Lan WangJi lucía hermoso y etéreo. Sus lágrimas eran como cristalinas y delicadas piedras de jade rodando por un lienzo fino y blanco.

Él se inclinó lentamente sobre sus labios, rozándolos apenas, y al separarse de ellos murmuró algo que no dudó en responderle con una sonrisa.

—Para siempre.

Tembloroso y quebrado, Lan WangJi levantó a Bichen y la dejó caer sobre su pecho. La hoja pulcra atravesó limpiamente su corazón y allí se quedó. De sus labios escapó apenas un quejido mientras su cuerpo se tensaba de dolor. Lo más difícil había pasado, pero un temor descontrolado y silencioso comenzó a invadirle el pensamiento y las emociones. No quería irse y dejar atrás a la única persona que le había hecho sentir que podía vivir sin temores ni arrepentimientos.

Su mano se aferró ansiosa a la de Lan WangJi y buscó su mirada. Cuando la encontró, supo que él iba a estar bien a pesar de todo.

Esbozó una sonrisa; la última que dirigiría solo para él, y le susurró:

—Lan Zhan... gracias... por permitirme amarte.

Su respiración se hizo cada vez más débil y el agarre de su mano comenzó a aflojarse, hasta que sus párpados se cerraron y un último aliento escapó de sus labios.

El repentino y estridente llanto de Sying marcó la partida de Wei WuXian. Él se había ido tras cometer el acto de amor más grande de todos, y ahora, a pesar del dolor que dejaba en Lan WangJi, viviría para siempre en su hijo.

Lan XiChen se acercó y apoyó una mano sobre el hombro de su abatido hermano.

—Lo lamento —pronunció con un ligero quiebre en la voz.

Él fue testigo del amor que Lan WangJi experimentó con Wei WuXian durante los últimos tres años. Fue su cómplice y su confidente cuando descubrió sus sentimientos por Wei WuXian incluso mucho antes de que se convirtiera en el patriarca YiLing.

Al principio fueron solo sospechas. Creyó que sus ojos le engañaban cuando notaba esa expresión en el rostro de su hermano, pero luego estuvo seguro de que lo que él manifestaba como desprecio era solo un sentimiento que ardía por dentro y que más temprano que tarde explotaría.

Y así sucedió...

Lan WangJi sentía el agarre tembloroso de su hermano sobre su hombro pero no era capaz de responder a este. Ni siquiera tenía fuerzas para respirar. Había asesinado a Wei WuXian y no podía reponerse de ello aun cuando había sido su petición. Miró a Sying que continuaba llorando desconsolado, como si supiera lo que estaba pasando, y lo tomó en brazos. De inmediato, su llanto se calmó y pasó a ser suaves y tímidos sollozos mientras se cobijaba contra su pecho en busca de calor.

Se puso de pie aun aturdido y sacó a Bichen del pecho de Wei WuXian. Lo hizo con extremo cuidado, como si temiera causarle algún daño aun cuando él ya no estuviera allí para sentir dolor. Un débil gorgoteo de sangre escapó de su herida y la empuñadura tembló en su mano. Nunca imaginó que usaría su propia espada para atravesar el cuerpo de la persona que amaba.

—WangJi. —La voz de Lan XiChen lo trajo de vuelta a sus sentidos. —¿Qué piensas hacer ahora? ¿Volverás a Gusu?

No supo contestar. Ni siquiera podía dar forma a sus pensamientos ni mucho menos a su voz. Tenía la garganta apretada, y sabía que si intentaba hablar se soltaría a llorar y sería inconsolable.

—Si pretendes volver a casa... —continuó Lan XiChen—, deberás llevar una prueba. Esa fue la condición de nuestro tío.

Quiso añadir algo más, pero enmudeció cuando Lan WangJi volteó a verle, mostrándole su rostro demacrado y su mirada destrozada.

Él lo sabía y entendía: si quería volver a casa, tenía que mentirle al mundo y probar que no era un traidor.

Minutos más tardes, el templo que fue su hogar con Wei WuXian ardía bajo intensas llamas. De pie frente a él, sentía como si una parte de su vida también se quemara. Envuelto entre sus brazos sostenía a Sying, que dormía profundamente contra su pecho, ajeno a lo que sucedía a su alrededor, y en su cinturón una pequeña caja con la prueba de que el Patriarca YiLing había muerto mientras sus restos se consumían hasta no quedar registro de estos.

Lan WangJi sabía que ya no podía volver a ser el mismo y que su vida ya no sería la misma. Su alma había sido rasgada; le faltaba una parte, y esa parte se había ido con Wei WuXian.

Volvería al Receso de las Nubes, y cumpliría con su petición, aprendiendo a vivir sin él.

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.

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Con el correr de los años, Lan WangJi comprendió que su vida desde un principio estuvo destinada a conocer y amar a Wei WuXian. Él sin dudas había sido su mayor felicidad y también su mayor sufrimiento. Pero él se había asegurado de dejar un recuerdo a su lado, un recuerdo que vivía, sonreía y respiraba, un recuerdo que apreciaba la vida tanto como lo había hecho él.

No se arrepentía de las decisiones tomadas ni del rumbo al que le habían llevado. Habían sucedido diez años desde aquella noche en que perdió la mitad de su alma, pero había aprendido a vivir así, aferrándose al amor que Wei WuXian había dejado en su hijo y que día a día crecía y se fortalecía.

Llevaba todo un día caminando cuando, poco antes del atardecer, cruzó los límites de una villa con bastante movimiento comercial, y donde solo un palacete sobresalía entre los edificios más sencillos. Dentro de las aldeas de la región, esta era la única que se destacaba por encontrarse rodeada de montañas, las que desde hacía un tiempo estaban siendo importunadas. Y él había llegado debido a los rumores esparcidos por la región: en la villa Mo había cadáveres feroces.

No era difícil suponer que más de alguna secta merodeaba por el territorio movido por el mismo interés, pero Lan WangJi estaba allí por otro rumor.

—Es cierto —contestó uno de los comerciantes que encontró en el camino—. De entre todos los cadáveres feroces, se dice que hay uno que llora por las noches y es el más peligroso. Escuchamos sus lamentos cada noche, y quien intenta acercarse al bosque no regresa.

—¿Sabe más detalles al respecto?

—Se trata del joven maestro Mo. —Negó con la cabeza. —Ese pobre chico. Tuvo una vida muy desdichada.

El aldeano explicó que Mo XuanYu era el nieto mayor del terrateniente y un prometedor cultivador, pero tomó el camino equivocado debido a sus gustos extraños. En menos tiempo de lo que se pensaba dejó su secta siguiendo a otro hombre y, movido por su camino desviado como cultivador, ejecutó un ritual prohibido: engendró a una criatura en su interior. Cuando su secreto quedó al descubierto fue castigado. Su hijo y su amante fueron asesinados y como consecuencia enloqueció. Tiempo después, una noche, dejó la casa del terrateniente, se internó en el bosque y se suicidó.

El relato fue escuchado por Lan WangJi con profundo interés, como si la historia se hubiera conectado con él. Miró a su compañero de viaje, que escuchaba con la misma expectación, y le dio una sencilla instrucción:

—Espera aquí.

Él juntó sus manos en señal de reverencia y asintió cuidadoso.

Lan WangJi dejó rápidamente la aldea y se adentró en la montaña ubicada detrás de la casa del terrateniente. Su ansiedad tras el estremecedor relato le había hecho olvidar su prudencia y aceleró el paso, como si esperara descubrir algo más que solo una triste verdad. Era poca la información que se tenía respecto a la ubicación exacta de aquel cadáver feroz que lloraba por las noches, pero quizá, si tenía un poco de suerte lo encontraría antes que las otras sectas que de seguro saldrían a cazar esa misma noche.

A medida que se internaba cada vez más en las entrañas de la montaña, la imagen de Wei WuXian cobraba fuerza en su memoria, y parecía mezclarse con la historia de Mo XuanYu. Quizá porque él también había intentado ser feliz pero el destino había querido otra cosa, llevándolo a un final trágico hasta convertirlo en un cadáver que solo existía gracias al dolor.

La caminata se extendió por cerca de media hora, hasta que divisó oculta entre árboles una cabaña vieja y roída. Se internó en ella y descubrió una cama deteriorada, un plato sucio, una olla oxidada sobre un brasero encendido y un espejo roto, cuyos restos yacían regados en el suelo. Claramente alguien lo suficientemente valiente —o quizá poco cuerdo— para vivir en un bosque considerado por los aldeanos como maldito, había hecho de esa malograda cabaña su hogar.

Recorrió visualmente el lugar, procurando no tocar nada, y notó bajo sus pies un gran círculo de formación mágica pintado en la madera. Lo contempló unos segundos, intentando distinguir a base de qué estaba hecho, y se le erizó la piel al ver que había sido dibujado con sangre.

Un cuenco con agua cayendo estrepitosamente al suelo lo sobresaltó. Volteó en dirección a la salida y, bajo el dintel de la puerta, un joven de aspecto extraño yacía de pie mirándole estupefacto. Lan WangJi prestó atención a su rostro, en especial a sus ojos, y entonces se dio cuenta que Wei WuXian había cumplido su promesa.

...Continuará...