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Si no fuera porque Harry sabía a la perfección qué había sucedido la noche anterior, no hubiera podido sospechar que el otro tenía una herida casi letal en el hombro. El intruso estaba sentado, cómodo, ocupando gran parte del sillón, con un aura de seguridad y pertenencia que hicieron estallar alarmas de 'peligro' en la mente del recién llegado.

Leves rayos de sol se colaban por las cortinas del living, dándole al ambiente una calidez que no merecía. A través de las ventanas cerradas se escuchaba, apagado, el ruido de la calle. Al dueño de casa le estaban empezando a doler los brazos que llevaban las bolsas de compra, y se sintió ridículo, avergonzado del estado casi estático en el que se había sumergido todo su cuerpo.

-¿¡Qué haces acá!? ¿Quién sos?- las palabras salieron de su boca con una seguridad que no sentía, al tiempo que intentaba acomodar las bolsas que se le estaban resbalando, gracias al cansancio que sentía todo su ser.

-¿Me vas a decir que en un par de horas te olvidas de un paciente?- la respuesta, burlona, era una cruda contraposición al tono seco y amenazador que le había escuchado la noche anterior.

Harry frunció el ceño y agarró las compras con más fuerza, casi cortando la circulación de sus dedos. Se tomó unos segundos para asegurarse que no hubiera otra persona en la habitación, sus ojos perdiendo el foco sobre el intruso.

-Estamos solos.

En un rápido movimiento, volvió a entregarle su atención exclusiva al extraño, quien lo observaba con ojos atentos, divertido con la paranoia que generaba, "andá, dejá esas bolsas y volvé, tenemos mucho de qué hablar".

Se tragó las ganas de rebolearle las compras por la cabeza y, con los labios cerrados en una fina línea que traicionaba la agresividad interna que sentía, se encaminó hacia la mesada de la cocina. Era un departamento chico, de dos ambientes, la sección de la cocina se separaba del living-comedor gracias a una pared baja que dejaba ver de un lado a otro, y la única puerta que había, aparte de la entrada, era la del baño. La cama era el sillón, que en realidad era un sofá-cama, que lo abría durante la noche; y no había muchos más muebles que una mesa de luz, un armario lo suficientemente grande, y un par de estantes en donde se encontraban mezclados tanto los libros de medicina como los de ficción que a veces le gustaba leer.

Las paredes, de un color crema acogedor, lograron calmar un poco su ansiedad, y el poder ver qué estaba haciendo el intruso mientras dejaba las bolsas, también. Su único consuelo era que, por lo menos, tenía comida para cuando toda esa situación terminara, si es que seguía vivo claro está.

El extraño le indicó, con un vago movimiento de la mano, que se sentara en la única silla que tenía, estratégicamente ubicada frente al sillón. Harry se sentó con desconfianza, incómodo con la atención del otro, dispuesto a encontrarse con la situación de frente y la cabeza alta.

-Quiero hacer un trato.

…aunque eso era lo último que estaba esperando.

-¿…un trato?- curiosidad mal contenida tiñó la pregunta, y Harry maldijo el ser tan transparente.

El intruso asintió, transformando su expresión a una seria, "necesito a alguien como vos".

Un presentimiento lo envolvió, y en seguida supo que estaba frente a un momento de bifurcación en su vida. Algo dentro suyo le dijo que lo que sea que fuera a proponerle el otro iba a marcar un antes y un después; se sentía como el protagonista de un comic, como alguien a quien le estaba (o no) por suceder algo grandioso aunque escalofriante.

-…un médico- afirmó dudoso Harry- ¿por qué?

-Para que no vuelva a pasar lo de anoche- respondió después de unos segundos, y la dureza que tomaron sus ojos azules demostraron lo mucho que esa admisión le había costado al orgullo- necesito alguien con quien contar.

Tenía ganas de pellizcarse para asegurarse que no estaba soñando, porque que alguien a quien le habían disparado le viniera con algo así significaba que estaba acostumbrado a ponerse en ese tipo de situaciones. La presencia segura, la ropa inmaculada y de calidad, la cara afeitada, los zapatos lustrosos, le indicaron que estaba frente a alguien con plata y con negocios turbios de fondo. Alguien que, casi con seguridad, necesitaba de sus servicios gracias a esos negocios tras bambalinas.

Harry tragó con dificultad, la sangre le pulsaba con rapidez desde el corazón al resto del cuerpo.

-Pero…ni siquiera estoy recibido y- agarró la primera excusa que le tiró su cerebro, y siguió apresurado por esos ojos imperturbables- y ¿qué querés que haga? ¿qué voy a tener que hacer? ¿quién carajo sos?

-Lo que me importa es lo que podes hacer, no el título que tengas o no tengas- contestó tranquilo, los hombros relajados- es sencillo, cuando yo te llamo vos apareces, haces lo que sabes hacer, te pago por eso, y estamos todos contentos.

No estaba convencido, no estaba convencido para nada. El otro debió de notar las ganas que tenía de echarlo del departamento y cambiando de táctica, siguió hablando.

-Qué, ¿vas a dejar que alguien que necesite ayuda se muera? Anoche tuve suerte de estar cerca de ese hospital de mala muerte, pero no siempre es así; si no hubiera sido por vos, me podría haber muerto- dejó pasar un segundo- ¿para esto se estudia medicina? ¿Para dejar que alguien que necesite la ayuda se muera cuando al médico no le conviene?

-¡No! No, pero- el intruso le cortó la frase, "entonces no es una decisión muy difícil"

-Pero- comenzó Harry, el otro volvió a interrumpir, "Mirá, te dejo hasta el viernes para que lo pienses, si aceptas lo único que tenés que hacer es trabajar para mí, ocasionalmente, nada más"

Se levantó, ignorando todas las palabras y la expresión ofendida del dueño de casa. De pie se acomodó el abrigo y se dirigió a la puerta de entrada. Harry sentía como si le hubieran dado varias cachetadas psicológicas, mas llegó a parase y dar un paso antes de hablar: "¿te cambiaste las vendas hoy?" Porque, a pesar de todo y de que no dudaba que el otro fuera una persona no del todo buena, su maldito buen corazón no le permitió decir otra cosa.

El extraño sonrió como complacido, aunque hubo algo en su mirada que le hizo estremecerse.

-Nos vemos el viernes, Harry.

Recién cuando algún tiempo después se puso a cocinar, luego de haber guardado las compras, se dio cuenta que en ningún momento le había dicho su nombre al otro; y que el extraño seguía siendo tan desconocido como lo fue la noche anterior. Con la cebolla rehogándose a fuego lento en la hornalla y un tomate a medio cortar sobre la tabla, acompañado del aroma de la comida a medio hacer, se acercó a la puerta del departamento y, por primera vez en mucho tiempo, le puso doble traba.

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Chan. Un update. Es más corto pero lo tuve que cortar acá por la situación del capítulo. Proximamente: un poco sobre la historia de Harry en este mundo y más personajes ;)
Gracias a todos los que favearon y están siguiendo esta cosa! No se olviden que los comentarios son el maná de los escritores!

Hasta la próxima!