#3

— Un poco más y estarás radiante — dijo Sirius, apretando bien fuertes con sus dedos como pinzas en la punta de la nariz de Marlene mientras ella fruncía el ceño y hacía muecas, todo esto con los ojos cerrados pues no quería ver el caos que sería su cara después de haberle pedido ayuda al idiota más cercano, es decir, el mismo que la estaba ayudando.

Que Merlín la salvara.

— ¿Radiante? — masculló. — Tengo una cita esta tarde, Sirius, ¡Mi primera cita!

— Y en buena hora, mujer. Ya tienes dieciséis, comenzaba a preguntarme qué había de malo contigo… ¡Auch!

Sí, le había golpeado. Por idiota.

— No es mi problema que tú salgas con chicas desde que saliste del vientre de tu santa madre.

— Walburga lo es todo menos una santa, créeme — él suspiró y descansó un poco de su tarea. — Mira, si existieran hechizos o pócimas para que tu piel luciera como una tacita de porcelana, créeme que te habría dicho, pero ¡Hey! Somos adolescentes, es normal y estoy seguro de que esa cita tuya lo comprenderá.

— ¿Qué? ¿Que vaya con un grano reventado en todo lo que se llama el centro de mi cara? Ay, Morgana, ya puedo imaginar que su mirada esté toda la tarde en ese punto asqueroso allí en la nariz — se quejó ella, avergonzada por adelantado de todo lo que estaba a punto de pasar por ese estúpido grano. — Además, tu piel es perfecta, Sirius Black, no es justo.

— He tenido granos como todos, Mack.

Y allá iba su gran habilidad de inventarle apodos de la nada. Apodos que nunca nadie había logrado concebir en la vida para llamarla.

— Y tengo más cicatrices de las que podrías contar — siguió él antes de que ella comenzara a quejarse por el nuevo sobrenombre. — Así que no pienses que eres especial, eres como cualquiera de nosotros sufriendo un contratiempo unas horas antes de una cita ¿Y qué?

— ¿Y qué? ¡El tipo saldrá corriendo! Allí afuera hay chicas mil veces más cuidadosas con lo que comen, lo que usan en la cara. Vamos, ni siquiera sé ponerme bien el labial rojo ese que me prestó Mary — continuó ella.

— Pues nadie ha nacido con habilidades extraordinarias para el maquillaje, Macks — razonó él, tranquilo.

Había que tener una paciencia de dioses con ella y eso él lo tenía clarísimo. El misterio era por qué, por qué diablos la tenía.

De pronto ambos escucharon un asqueroso sonido que les indicó que el joven de cabellos negros había conseguido reventar aquel grano y quitar todo lo que tenía dentro, extraerlo como un tumor y dejarlo explotar en la superficie de su nariz.

— Ok, ok, estamos bien — dijo para calmarla.

— ¿No ha sangrado?

— Nop. Espera… sí, pero calma — Sirius calmó la hemorragia con un hechizo y tan solo quedó un feo círculo rosado, era como una quemadura de cigarrillo, solo que un poco más pequeña, pero al menos la piel volvía a ser lisa y la materia amarilla y asquerosa ya había abandonado su piel.

Habían avanzado algo.

— Dame un espejo — pidió ella, desesperada.

— ¿Segura? — bromeó él, encogido.

— ¡QUE ME LO DES!

Sirius corrió por un espejo y se lo llevó hasta sus manos. Marlene lo recibió y lo alzó hasta ponerlo frente a su cara y mirarse.

Fue un desastre.

— No — dijo, resuelta.

— No qué — murmuró el Gryffindor.

— No iré a esa jodida cita así — se rehusó ella.

Sirius casi se da con una mano en la cara, pero lo único que hizo fue arrebatarle el espejo de las manos y lanzarlo lejos, calculando -y mal – que caería en el sofá que tenían cerca.

Se hizo pedazos contra el suelo y ambos quedaron con la mirada perdida en los pedazos de vidrio que estallaron por toda el área.

— Si sabes que esos son unos cuantos años de mala suerte ¿No? — susurró Marlene, sin despegar la vista de donde la tenía.

— Solo si no eres Sirius Orion Black — respondió él del mismo modo, calmo, y luego de unos segundos de contemplación fue a limpiar lo que había hecho. Marlene volvió a su estado de auto desprecio, recordando su reflejo en el espejo y lo que ese estúpido y feo grano habían causado. — Ok, me tengo que ir, el deber me llama.

— ¿El deber es una chica o Remus con una barra enorme de chocolate?

Sirius sonrió de medio lado, travieso.

— Peter en las cocinas, de hecho — contestó de manera secreta.

Marlene sonrió por primera vez luego de su constante estado de miseria desde que el muchacho había llegado a ayudarle a reventar ese problema en la punta de su nariz.

— ¿Mis últimas palabras, Mack? Bueno, aquí Sirius el Sabio te dirá que si ese sujeto no puede llevarte a una cita y hacerte pasar el mejor día de tu vida a pesar de esa cicatriz o de los granos que tengas, entonces no es ÉL sujeto indicado para ti. Ni para nadie, de hecho.

Black le revolvió el cabello y comenzó a caminar hacia la salida de la sala común de los Ravenclaw, lugar en donde habían escogido hacer su operación expresa sobre la cara de la chica.

— Eso es profundo viniendo de ti — observó Marlene, considerando seriamente sus palabras.

— Te lo dije, soy un sabio — se pavoneó él, provocando que ella entornara los ojos.

— Y tu ego es más grande que mi grano — añadió.

— ¿Más grande que esa cosa? ¡Imposible! — gritó él, saliendo por la puerta, perdiéndose del campo visual de la chica, quien no pudo hacer otra cosa que sonreír quedamente tras la broma.