Cuando Luna despertó y vio los brazos que la rodeaban, sonrió de oreja a oreja. Se acurrucó, disfrutando el calor que desprendía el cuerpo del rubio. Se imaginó la cara de Narcisa Malfoy si esa mañana hubiese entrado por la chimenea. Rió un poco y el movimiento de su cuerpo despertó al chico.

- ¿mmhm?

- Buen día, Draco.

Permanecieron un rato abrazados, disfrutándose. Draco le besó el cuello y ella se sonrojó. Le parecía increíble que le había entregado su virginidad a Draco Malfoy, hace cinco años jamás se lo hubiera imaginado. Claro, hace cinco años estaban recién salidos de la guerra y no se imaginaba haciéndolo con nadie.

Le sorprendía la facilidad con la que supo que debía ser él. Por otra parte, pensó que el sábado anterior había besado a dos personas y en ninguna ocasión había sentido la misma combinación de sensaciones que le provocaba él con tan solo rozarle los labios.

Todo lo que había sucedido la noche anterior le parecía increíble, mágico, sorprendente, lo mejor. Se habían dicho más con los cuerpos que con palabras. Luna se sentía feliz de que había sido con él. Draco había sido todo un caballero.

- Será mejor que desayunemos y luego te llevo a esa casa – murmuró Draco. Había cierto disgusto en su voz. Pero Luna se enfocó en el escalofrío que provocó el aliento de él en su oído.

Se dio media vuelta, quedando frente a él. El rubio parecía todavía un poco dormido. Ella recorrió su cara con una mano, suavemente. Él cerró los ojos, dándole permiso de que continuara. Tenía el ceño fruncido, por lo que ella pasó el dedo por la zona varias veces hasta que él se relajó. Guió su dedo por le mejilla, pasó por su boca, delineó la quijada del rubio, siguió por el cuello y fácilmente llegó al pecho del chico. Dejando la mano en el hombro del chico, se acercó y lo besó. Era un beso tierno y él disfrutó la cercanía de la chica.

- Atrasemos el desayuno un poco – murmuró Luna al tiempo que se acurrucaba, colocando su cara en el cuello del rubio. - ¿Sí, Draco?

Él sonrió al oír su nombre. Se sentía tranquilo, feliz.

- Estás loca – dijo él mientras asentía. Le besó la cabeza. – Eres maravillosa…

No sentía vergüenza de haber dicho aquello. Ni de decirle que la quería la noche anterior. Sentía en su pecho que era lo correcto. Jamás se hubiese imaginado que aquella chiquilla a la que alguna vez tachó de lunática sería la persona que lograría que él se volviera a sentir cómodo, la que sacaría lo mejor de él.

Fue el hecho de que ella estaba loca lo que le cautivó. Tal vez solo la locura podría hacer que alguien viera algo bueno en él; solo ese tipo de locura lograría que él viera algo bueno en él. Draco quería perdonarse por sus errores. Lo intentó tantas veces en vano. Pero ella… Bastó verla tan frágil en la arena, luego de que se cayera de su bicicleta, para que naciera la necesidad de protegerla.

Ella era en serio maravillosa. Draco sabía, en el fondo, que ella no necesitaba su protección. Era extraordinaria. La había visto en las mazmorras de la Mansión Malfoy hace años… Pequeña, torturada pero tranquila. Era una mujer fuerte.

También la había visto en la Batalla de Hogwarts, luchando por algo más allá de sus propios ideales… Él no la merecía. Pero la quería. Quería ser digno de su cariño.

Seguía sin entender qué había pasado, si ella lo había hechizado para engatusarlo o no. Pero no importaba. No quería cambiar aquella sensación por nada en el mundo. Porque no importaba si la lógica no existía detrás de lo que sentía, Luna había logrado sanarlo en menos de dos semanas.

Y es que tenerla ahí en sus brazos, luego de que ella decidiera entregarle más que su cuerpo en la intimidad, reconfortaba el alma de Draco en un nivel que nunca imaginó. Le incomodaba un poco la idea de que no volvería a ser el mismo después de Luna; y, al mismo tiempo, estaba feliz de que aquello fuera real.

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Harry caminaba inquieto en la cocina, mientras él y Hermione preparaban el desayuno. La chica estaba perdiendo la paciencia. La noche anterior había sido igual, el ojiverde expresando su ansiedad. Si no lo conociera mejor, se atrevería a decir que él estaba celoso. La tercera vez que Harry resopló, Hermione dejó el cuchillo de lado y se volteó.

- ¿Ahora qué? – le preguntó, indignada.

Antes de que pudiera responder, Ginny entró en la cocina, saludándolos. Comenzó a hacer café. Era una mañana bastante tranquila. La pelirroja estaba emocionada con la idea de contarles a todos de su nuevo trabajo, y más aún, de integrarse a los entrenos el miércoles en la mañana. La noche anterior había tenido una charla al respecto con Harry. Finalmente, su novio había hecho las paces con la idea de ella trabajando lejos de casa, así como con el hecho de que la guerra ya había pasado. Ginny no podía encontrarse más feliz.

Todos los días el ojiverde se había tomado el tiempo de mirar el mar. Las veces que ella le había preguntado por qué, él tan solo mencionaba el movimiento de las olas. Ginny se sentía más que lista para la próxima vez que Harry entrara en pánico y quisiera renunciar, porque se dijo a sí misma que si aquello volvía a suceder, sería ella quien se marcharía. También se lo había dicho a él, y parecía que su novio se lo pensaría mejor antes de ser así de nuevo. Sea como sea, ver el mar todos los días parecía haber hecho que Harry se tranquilizara. Era como un calmante orgánico.

- Gin, tu novio no supera el hecho de que Luna no durmió aquí ayer. – informó Hermione, poniendo los ojos en blanco. Harry le echó una mirada asesina, dejando la avena de lado.

- Lo sé – respondió a su vez Ginny, mirando a Hermione con una mueca. – Anoche no dejó de mencionarla. Los celos lo tienen insoportable.

- No estoy celoso.

Ambas rieron mientras volvían a lo que estaban haciendo. Harry las miró, sin poder creer lo tranquilas que estaban. En eso entró Neville, saludando a todos.

- ¿Ya vieron que linda está la mañana? Luego de la tormenta de ayer creí que…

- ¿Sabes algo de Luna?

Hermione y Ginny rieron por lo bajo, mientras que Neville sonrió y murmuró un corto "no". Harry negó con la cabeza, a modo de desaprobación, y volvió a su tarea. Hermione se fue al comedor a dejar los platos con la fruta picada. Cuando volvió a la cocina, le dijo a Harry:

- Oye, ¿por qué no dejas de pensar en Luna un momento y le dices a Ron que baje a desayunar? Yo termino esto.

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Draco no le quitaba la mirada de encima a Luna mientras ambos comían. Le parecía hermosa. Era verdad que se sentía maravillado con la presencia de ella. Inclusive le costaba creer que ella lo hubiese aceptado tan bien desde el inicio. Bueno, no tan desde el inicio. Pero Luna le había escuchado, cada palabra de odio que salía de su boca, repudiando su situación y así mismo.

No supo en qué momento le tomó cariño a la rubia. Y es que para él fue tan sencillo dejarse llevar cuando estaban a solas. Le contó sus planes, sus recuerdos, sus verdades y nunca se llegó a enterar por qué confiaba en ella. Era claro que Luna tenía una manera de hacerlo sentir especial, tranquilo; y cuando estaba con ella podía ver todo con más claridad.

Mientras ella le comentaba cosas que él no entendía, Draco tuvo la amarga sensación de que no la volvería a ver. Quería ser fuerte, como ella. No quería demostrar lo mucho que le costaba hacerse a la idea de que cada quien se iría por su lado.

Salir de su propia cama, luego de tenerla a su lado, le hizo darse cuenta que no podría retenerla aunque quisiera. Ella debía marcharse, era algo que tenía que hacer.

Luna le sonrió y algo en el pecho de Draco comenzó a eliminar su inquietud. No quería arruinar el poco tiempo que le quedaba junto a ella. Al contrario, quería aprovecharlo, aprovecharla. Todavía había algo que estaba esperando de ella. Lo único que estaba esperando. Quería escuchar aquella frase de sus labios, pero jamás podría poner en palabras lo mucho que quería que dijera… No, era algo que Luna tendría que admitir por sí sola.

Al terminar de desayunar, ambos se dispusieron a ir a la casa de Bill y Fleur. Al cerrar la puerta principal, ambos estaban un tanto cabizbajos. Draco tomó un par de las flores amarillas de la entrada, y las colocó detrás de la oreja de ella. Luna le sonrió un poco y tomó la mano de él. Por primera vez, tenían los dedos entrelazados.

El día era tranquilo, casi no había viento y el sol brillaba suavemente en el cielo. Caminaron en silencio, incapaces de encontrar algo que valiera la pena decirse. Casi podían oír el tic-tac del reloj, anunciando la cuenta regresiva. Llegaron a la entrada principal de la casa de Bill y Fleur, se detuvieron con un suspiro. Se volvieron a ver y Luna lo abrazó fuertemente. Con su cabeza pegada al pecho del chico, podía sentir los latidos nerviosos y duros del corazón de Malfoy. Por alguna razón, sintió confort en saber que aquello tampoco era fácil para él.

- Bueno…

- Bueno… - repitió ella.

- No hay palabras para este momento, Lovegood, lo lamento. – murmuró con voz ronca. Su garganta estaba seca.

Ella sonrió. Sabía que cuando él pronunciaba su nombre era algo importante, casi como si se le escapara. Al contrario, cuando la llamaba por su apellido las paredes de él estaban puestas, en defensa propia. Se separaron y se miraron a los ojos.

Se dieron un beso largo, demostrándose que ninguno quería separarse. Ella tomaba su cintura, estaba de puntillas y él era su soporte. Draco le tomaba la cara suavemente con ambas manos, atrayéndola más hacia él.

Después de lo que les pareció un segundo, se separaron y se dedicaron una sonrisa honesta pero débil.

Lentamente, Luna abrió la puerta y entró en la casa. Se recostó en la puerta y suspiró. Sentía las piernas débiles y un nudo en la garganta.

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Ginny acababa de terminar su equipaje cuando la puerta se abrió y Hermione asomó la cabeza. Harry estaba acostado en la cama, jugando con una pequeña bola.

- Luna acaba de llegar. Vamos.

Ambas llegaron rápidamente al primer piso, donde Luna se sentaba tranquilamente en el sofá. Tenía el pelo hecho un desastre, se veía un tanto distraída en algo. En cuanto sus amigas llegaron, irrumpiendo con miles de preguntas, Luna se limitó a sonreírles.

- ¿Estás bien? – preguntó Hermione.

- Cuéntanos todo – pidió Ginny.

Luna suspiró antes de comenzar a relatar todo. Hablaba suavemente, tratando de disimular el dolor que sentía en el pecho. Hermione reaccionaba de acuerdo a lo que la rubia comentaba, mientras que Ginny parecía ver detrás de aquella máscara. Aún así, cuando comentó que se quebró el brazo, la pelirroja hizo una mueca. Le costaba imaginarse a un Draco que se preocupara tanto por su amiga, pero debía admitir que encajaba. Recordó su pequeña charla con el chico noches atrás y se dijo a sí misma que el rubio de verdad quería a Luna, y se había esforzado por hacerla feliz.

La morocha abrió mucho los ojos al escuchar una versión de Draco amorosa y atenta. Ginny sonreía, podía ver lo feliz que fue Luna en aquel momento. Ni Ginny ni Hermione podían imaginarse a Malfoy en una situación así. De pronto, Luna se puso muy roja y bajó la cabeza, callando. Ginny se mordió el labio inferior.

- ¿Y? – susurró Hermione.

- Y… sí. – dijo Luna. No quería entrar en detalles de su primera vez, le parecía que mucho de su importancia recaía en que era algo entre ellos dos.

- ¿"Sí"? ¿Sucedió? – preguntó Ginny abriendo mucho los ojos. La rubia asintió y sus amigas chillaron de emoción.

Del segundo piso llegaron los chicos, todos con varita en mano. Neville se dio cuenta de inmediato que no era nada grave y guardó su varita.

- Por Merlín, chicas, en una casa llena de aurores se atreven a hacer eso. – reprochó Harry.

- ¿Cómo estás, Luna? – preguntó Neville sentándose junto a la rubia, pasándole un brazo por los hombros. - ¿Linda noche?

- Lindísima. La mejor noche de todas, Neville – respondió Luna, sonrojándose.

- Sin detalles – advirtió el morocho y los otros dos asintieron.

Los chicos se sentaron en uno de los sillones, y mencionaron algo de jugar un poco antes de que tuvieran que preparar la comida. Mientras Ron pateaba traseros en ajedrez, echaba miradas de vez en cuando a Luna. Siempre había pensado en ella como una chica loca y ya. Era extravagante, y parecía tener un gusto peculiar por llamar la atención. A Ron eso le incomodaba, en algún momento a él le gustó ser el centro de atención con sus chistes y bromas, pero luego era lo que menos quería. Sin embargo, estaba consciente de que Luna no pretendía hacerlo, le venía natural que todos se detuvieran a verla.

Mientras Harry pensaba en su siguiente movimiento en el ajedrez, Ron se tomó el tiempo de admirar esa sala de estar. Hace un par de semanas le huía a la idea de ir a esa casa, pero ahora se alegraba de haberlo hecho. Posó la mirada en su prometida y la rubia, que hablaban airadamente en un rincón. Definitivamente había un gran antes y un después de haber ido a esa casa. Por suerte.

Una de las cartas con las que jugaban Ginny y Neville explotó justo cuando la reina de Ron vencía al rey de Harry. Hermione y Luna tan solo levantaron la mirada, antes de seguir su conversación. Hablaban sobre el libro que la morocha había estado leyendo.

Cuando la tarde llegó, Luna se levantó de inmediato y se marchó a su habitación.

Se sentó en esa cama, pensando que a la mañana siguiente se iría de ahí, de su casa, de su hogar, de ese país. Estaba más que lista para comenzar su viaje. Emocionada, pensó en el potencial de dicha excursión, si todo salía bien, ella podría cambiar la historia de criaturas mágicas a como las conocían en el continente. Tomó la ropa suya que estaba tendida por toda la habitación, y la fue colocando en la cama. Vio en su mesita de noche el sobre verde que le había entregado Draco hace unas noches. Lo abrió, esperando oír la voz de la señora Malfoy, pero no hubo más sonido que las olas golpeando la playa a lo lejos. El mensaje estaba ahí escrito. No podía creer que él hubiese logrado que Narcisa se disculpara con ella. Alzó su varita y todas sus cosas se acomodaron rápidamente en la maleta que había llevado.

Sonrió para sí recordando la noche anterior. Se acostó en la cama y disfrutó de sus nuevos recuerdos. Se tomó unos minutos para observar las flores amarillas. Pensó que, de cierta manera, le debía muchos hermosos recuerdos a esas flores amarillas que habían llamado su atención días atrás.

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Luego de la cena, brindaron con whisky de fuego, agradecidos de haber pasado esos días en grupo. Tanto había cambiado en tan poco tiempo y ninguno podía creérselo al cien por ciento. Hermione y Ron estaban abrazados, a su lado Luna estaba sentada con las piernas cruzadas. Del otro lado, Neville estaba al lado de Harry, quien tenía un brazo por encima de los hombros de Ginny. Pasaron la noche bebiendo, hablando y bromeando. Con las bromas de los Weasley, todos reían.

De pronto, Neville levantó su copa y todos lo imitaron, sin saber por qué.

- Por Luna.

- ¿Qué? – preguntó la rubia, un brillo escarlata cubriendo sus mejillas.

- ¡Por Luna! – respondieron los demás.

La rubia sonrió y brindó. Sus amigos le comentaron sus buenos deseos para el viaje. Sus ojos se llenaron de lágrimas rápidamente, pero no fue sino hasta que Ginny habló que las dejó libre.

- No puedo creer que no te voy a ver por todo un año – dijo la pelirroja, Harry le dio un beso en la sien. – Y aún así estoy emocionada por ti… Espero que te vaya tan mal que no quieras alejarte nunca más – bromeó.

Luna se secó las lágrimas y Ron la abrazó. En un abrir y cerrar de ojos, todos estaban abrazándola. Sofocada con felicidad, lloró un poco más. Estaba feliz.

Feliz de ser tan querida. Había dudado de la amistad de estas personas y justo en ese momento no cambiaría nada en su vida. Era difícil vivir sin su padre, pero tenía cinco personas que la amaban tanto como para dejarla ir, porque sabían que aquello no afectaría el cómo se sentían por ella.

Lloró más hasta que, entre el alcohol y el sueño, quedó vencida. Durmió placenteramente, sabiendo que sus amigos seguirían ahí con ella por unas horas más.

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Luna suspiró.

Trató de distraerse. Hace un par de horas había llegado a su apartamento. El frío aire de Londres entonaba perfectamente con su ánimo. Además, esa era la última semana que ese apartamento era suyo. Mañana se iría de Inglaterra. Estaba lista y emocionada, pero…

Apoyó su cara sobre su mano, pensativa. Estaba feliz de haber pasado aquellos días en la playa, y estaba lista para empezar su siguiente aventura. Sin embargo, tenía un mal sabor. Sabía qué era, y de mala gana admitiría que quería seguir viendo a Draco. Nunca pensó que perder su virginidad fuese la gran cosa, y todavía no lo pensaba; pero haberlo hecho con él era algo importante. Sintió un escalofrío al pensar en la sensación de aquel momento, de estar compartiéndose en la intimidad, de estar disfrutando uno del otro…

Pensó en el rubio, en la mirada que le entregó cuando ella besó la Marca. Eso había sido un impulso. En ese momento había sentido la urgencia de hacerlo, ella estaba disfrutando mucho de besar su cuerpo y esa era la única parte que no había besado. No podía discriminarla. Además, sabía lo que hacer eso significaba. Luna quería que él se sintiera cómodo siendo quien era, que pudiera ver en él todo lo bueno que ella veía. Sonrió al pensar en el rostro de Draco cuando ella mencionó que quería estar con él…

Sintió las lágrimas recorrer sus mejillas. Llevaba ya un tiempo llorando, sintiéndose incapaz de detener aquel llanto. Recordaba la cara del rubio y todo le dolía.

Ella nunca quiso tocar el tema de qué era aquello o qué eran ellos. No eran novios y no podían serlo. No eran amigos y no querían ser solo eso. Recordó que cuando nadaban, el día del yate, él había hablado de un "nosotros" y ella le había interrumpido. No quería oírlo decir eso mismo que ella pensaba: no eran nada. En vez de eso, prefirió aprovecharlo mientras pudiera. Y sí que lo había aprovechado... "¡Toc, toc!"

Luna arrugó la frente al ser interrumpida en sus pensamientos. Se secó la cara, pasándose el dorso la mano con fuerza por la piel.

Se alejó de la ventana, y se dirigió lentamente a la puerta. No estaba esperando a nadie. Les había dejado muy claro a sus amigos que no podría aguantar otra despedida como la de ayer o se arrepentiría de ir.

Volvió a escuchar un golpe en la puerta. La abrió y se topó con un rubio un tanto decaído. Parecía avergonzado. Vestía de negro, excepto por su jacket de cuadros rojos con blanco. Luna abrió la boca, sorprendida.

- Hola… - susurró. Luna tragó saliva, sin atreverse a sonreír.

- ¿Qué…? ¿Qué estás haciendo aquí? Hoy es tu primer día de trabajo…

El rubio estaba incómodo. Se sentía bastante vulnerable. Se había pasado todo el día pensando en ella, en ellos y no lograba hallar paz. Se pasó una mano por la nuca, y miró al suelo. Luna lo abrazó, feliz de que él estuviera ahí. Sintió los brazos de él rodearla y fue como si tenerla ahí le quitara un peso de los hombros. Él besó la cabeza de ella disimuladamente.

- No sé… Cuando llegué a esa casa, Potter me dijo que podría encontrarte aquí…

Sin esperar una señal o que él dijera algo más, Luna comenzó a besarlo, casi desesperadamente. Él correspondió y Luna percibió un poco de tristeza en aquella unión de labios. Sin dejar de besarla, él cerró la puerta y ambos se desplazaron, alejándose de la puerta.

Pronto estaban en la habitación de ella. Estaba prácticamente vacía, tan solo estaba el colchón en el suelo. Removieron sus ropas y se disfrutaron. Se aprovecharon mutuamente y Luna pensó que esta vez no tenía comparación con la primera. En esta ocasión tenían prisa por recorrerse el cuerpo y por besar cada centímetro de su piel. Cada segundo sin besarse les dolía.

Aún así, Draco se tomaba el tiempo de besarle los hombros, la clavícula, la quijada, la barbilla y llegar suavemente a su boca. Luna echó la cabeza hacia atrás mientras él acariciaba su cuerpo con prisa, pero suave. Ella lo envolvió con sus piernas, queriendo sentirlo más tiempo.

Ella lloró cuando él se introdujo, Draco tuvo miedo de haberla lastimado, pero pronto se dio cuenta que aquellas lágrimas eran de felicidad. Sonrió. Aprovechó cada instante para llevarla a la locura y se sintió satisfecho de ver todo aquello que provocaba en ella. Sentía su piel erizada y cierto nerviosismo, y sabía que era lo que ella provocaba en él. Cuando ambos llegaron a un clímax, Draco le besó con ternura.

Luna se dijo a sí misma que extrañaría esos besos, extrañaría tenerlo cerca y sentir el calor que desprendía su piel. Nada de eso tenía sentido, tan solo se conocían desde hace dos semanas; y, al mismo tiempo, estar junto a él hacía que todo tuviera sentido. Permanecieron abrazados por unos segundos, hasta que él se retiró de ella y le pasó los brazos por el abdomen, envolviéndola en un abrazo suave y afectuoso. Ambos sudaban y sus respiraciones se mantenían aceleradas. Él le besó la cabeza.

No sabes cuánto me alegro de haberte conocido mejor en estas dos semanas – le murmuró Luna, disimuladamente secándose las lágrimas. No podía creer lo mucho que había llorado en las últimas horas. Draco suspiró y su aliento le erizó la piel. – Me has hecho muy feliz, Draco.

Él guardó silencio por unos segundos, pensando en qué decir. Sintió nuevamente un nudo en la garganta.

- ¿A qué hora tienes que estar en el aeropuerto?

- Mi vuelo sale a las 9 de la mañana.

- Todavía hay tiempo…

Luna se dio media vuelta para quedar de frente a él. Draco se abrazó a ella, como si necesitara que lo reconfortara. Recostó su cabeza en el pecho de la rubia y esta comenzó a hacerle cariño en el pelo. Hacía un gran esfuerzo por guardar cada milisegundo en su memoria, y atesorarlo. Draco trazaba garabatos en su abdomen, haciéndole cosquillas.

Podía sentir sus manos aferrarse a ella. En esa posición, no podía verle el rostro al rubio, pero podía sentir su pulso por su muslo. Ella tampoco quería dejarlo ir.

- Yo quería… q-quería… - trató de decir él.

Luna supo que había algo que él quería saber, pero no tenía el valor de preguntar. Ella se sentía igual, necesitaba sacar algo de su interior. Sentía que no podía atrasar más las ganas de admitir lo que significa él para ella o se ahogaría. Draco se separó un poco de ella y la miró a los ojos.

Aquella mirada triste se le clavó en el alma y una parte suya se dijo que nunca más quería ser la razón por la cual su hermoso rostro se deformaba de aquella forma. Le acarició el rostro y le dedicó una pequeña sonrisa.

- Vine porque… tú…

Draco carraspeó, incómodo. Sin saber cómo o por qué, Luna sabía. Lo había entendido mientras se besaban. Ella asintió, cerrando los ojos. Pasó la lengua por sus labios, preparándose.

- Dilo, Luna. – pidió él, el dolor saliendo de aquellos labios al pronunciar aquellas palabras.

Abrió los ojos de golpe. Dios, cómo amaba que la llamara por su nombre. Lo miró directo a los ojos y se lanzó a admitirlo. Ya nada importaba.

¿Qué más daba si en unas cuántas horas él la llevaría al aeropuerto, ella lloraría mucho más y luego se marcharía por mucho tiempo?

¿Qué importaba si se conocían poco tiempo cuando se habían conocido tanto?

¿Por qué ella debía guardarse aquello si quería gritarlo al mundo?

Justo en ese momento tan solo le importaba él. Ese rubio que no quitaba los ojos de ella, expectante, y que parecía no querer soltarla nunca más. Como si solo existieran ellos dos en el mundo.

- Te quiero, Draco. – le confesó.

FIN


¡Chan chán! Se terminaron esas dos semanas en la playa :(

Espero les haya gustado. Cualquier comentario es bienvenido.

He estado bastante ocupada con la universidad y demás, pero no podía dejar la historia tan cerca de su final.

Adiós, y muchas gracias a todos por tomarse el tiempo de leer mi historia.