La herida me dolía, pero Zheng Dao me sanó con su magia. Cuando se apartó con una sonrisa un tanto triste, Sakura saltó a abrazarme llorando de angustia y alivio. Y esta vez, por fin, después de tanto tiempo, nos dimos nuestro primer beso sin que nada lo interrumpiera. Fue exactamente como siempre lo soñé, excepto por las extrañas y dolorosas circunstancias que lo rodearon. Yo personalmente habría preferido una cena romántica con velas y farolillos, o quizá un baile como en nuestra obra de teatro, pero qué se le va a hacer... Fue un gesto tan espontáneo que ni pensamos siquiera en detalles tan secundarios.

No tengo idea de cuánto tiempo pasó... Me parecieron años, aunque seguramente fueron apenas segundos. Solo sé que, si de mí dependiese, nos habríamos quedado así durante horas. Solo existíamos Sakura y yo en ese mágico lugar que había sido testigo de un sueño hecho realidad.

-Tuve mucho miedo, Shaoran...

-Fuiste muy valiente, los enfrentaste tú sola.

-Cuando la bala te dio, pensé que...

-Me aseguré de que me pegara en el hombro. Ya todo está bien, mi ángel... Al fin puedo volver a verte, al fin puedo abrazarte...

-Y por fin nos dimos un beso -completó ella, con sus hermosos ojos de esmeralda brillando como estrellas-. No te imaginas cuánto lo deseaba, aunque me daba mucha vergüenza...

La besé otra vez, más despacio, más en serio. Es extraño, tenía la sensación de que sus labios y los míos habían sido hechos para besarse. Ella me respondía con su usual dulzura e inocencia, con la misma alma de niña y de mujer que esta extraña prueba que enfrentamos no había afectado en lo más mínimo. Zheng Dao nos observaba en silencio con sus bellos ojos llenos de ancestral ternura. No dijo palabra hasta que nosotros volteamos hacia él.

-Sé que estos días fueron un infierno para ustedes, pero era algo que tenía que suceder -dijo, aunque sonaba triste-. Miren el lado bueno, los ayudó a sincerar sus sentimientos.

Sakura se rió y yo sonreí mientras nos tomábamos de la mano y entrelazábamos los dedos.

-Mientras era un árbol, sentía la tierra y estaba unida a ella -dijo Sakura-. Al principio me dio miedo, pero me acostumbré... El viento se sentía bien entre mis ramas, y sentía mucha paz, sobre todo cuando aparecía Shaoran para dormir entre mis raíces -dijo esto último sin sonrojarse, y nos besamos otra vez.

-Me acostumbré bastante bien a ser un lobo -dije a mi vez-. Tengo mi territorio, conozco lugares para cazar ciervos Sika, y de hecho habíamos cazado faisanes con los zorros antes de que llegaran Sakura y Daidouji.

-Sí, vi con claridad que esos zorros se volvieron como una familia para ti -me dijo él sonriendo-. No tienes que preocuparte, no te echarán de menos porque ya no te recuerdan.

-Casi es una pena -dijo Sakura mirándome-. Me di cuenta de que los zorros pequeños se apegaban mucho a ti.

-No tengo idea de cómo es que no me tenían miedo -respondí-. Siempre me demostraron empatía aunque las diferencias entre nosotros sean tan obvias.

-Es que para ellos no lo eran -me rebatió mi hermano estrella guiñándome un ojo-. Es cierto que se dieron cuenta de que no eras un zorro, pero estabas solo y sin manada así que te adoptaron.

-Eso es tan tierno... -suspiró Sakura. Zheng Dao sonrió. Y entonces escuchamos un suspiro. Lo confieso con infinita vergüenza, nos habíamos olvidado por completo de Daidouji. Como de costumbre, tenía una cámara de video, así que seguramente nuestro primer beso había quedado inmortalizado en el tiempo.

-¡Fue hermoso! ¡Ay, me siento muy feliz, pude grabar el primer beso de Sakura!

Nunca cambies, querida Celestina... Por alguna razón, me hace feliz que ella sea parte de nuestras vidas; un alma buena y cómplice que nos apoyó siempre y ahora era la primera testigo de nuestro amor.

-Sakura... ¿quieres ser mi novia?

-Yo pensé que ya lo era -bromeó con ternura y me besó otra vez. Me encanta que ella tome la iniciativa, no pude evitar levantarla en mis brazos y dar vueltas como en las películas. Nada podía ser mejor que esto.

-Ha llegado el momento de que me entregue -dijo Zheng Dao con tono solemne-. Sé que estoy tomando la decisión correcta.

-¿No podrías esperar? -le dijo Sakura- Si te vas antes de que termine el año escolar, la gente empezará a hacer preguntas.

-Por desgracia, los corazones de estrella solamente vivimos un mes como humanos -le respondió él con dulzura-. Aunque ustedes lograron superar la prueba antes de eso.

-Es raro sentirse agradecida por algo tan horrible -dijo Sakura-, pero fueron esos cazadores los que me dieron valor para ser capaz de confesar que amo a Shaoran.

-A veces se necesitan estímulos... extremistas -dijo Zheng Dao con una sonrisa de lado-. Creo que también ayudaron a mi hermano pequeño.

Solo por un instante hubo confusión en el rostro de mi Sakura. Luego sonrió más.

-Ahora que hablamos de ellos... ¿creen que alguien les crea si cuentan algo de lo que vieron? -pregunté mirando a los cazadores. Curiosamente, no sentía odio hacia ellos aunque hubieran amenazado a mi novia con una escopeta. A fin de cuentas, eran esclavos de su propia codicia. No pude evitar darme cuenta de que no habían cumplido su parte del trato con los científicos, porque lo que le dispararon a Sakura y terminó golpeándome a mí no fue un dardo tranquilizante sino una bala. Con curiosidad, inspeccioné sus armas y vi que todas eran iguales. Sentí un escalofrío al pensar que deseaban lucrar con mi pelaje al grado de hacer un trato fraudulento engañando a personas que seguramente les prometieron buena paga. Sentí un repentino acceso de náuseas al pensar que quizá incluso los habrían matado al recibir su dinero.

-Por desgracia, solo puedo borrar la memoria de los animales, no de las personas -dijo mi hermano mayor, y en su voz había la misma tristeza amarga que yo sentía-. Lo único que podemos hacer es esperar que nadie les crea.

Los cuatro nos marchamos de ahí, regresando a Tomoeda por la senda. Solo cuando pasamos junto al árbol donde dejaba mi ropa caí en la cuenta de que estaba desnudo, pero Zheng Dao me guiñó un ojo discretamente mientras se llevaba un dedo a los labios. Luego se las arregló para distraer a las chicas mientras yo me quedaba atrás y me vestía tan rápido como podía. Tenía tantas ganas de reír...

-"Siempre tres pasos por delante, ¿eh, hermano mayor?" -pensé divertido. Él se rió y me lanzó un beso sin que lo vieran. Sentí que me ardían las orejas, pero traté de disimular. Terminé de vestirme y me acerqué de nuevo a las chicas; nunca se dieron cuenta de nada. De algún modo, Zheng Dao se las había arreglado para que solo sus ojos azul gris vieran mi desnudez.

-¿Qué va a pasar ahora? -preguntó Daidouji.

-Regresaré a mi verdadera forma para que Xiaolang pueda comerme -respondió Zheng Dao con una sonrisa, como si llevara muchísimo tiempo deseando pronunciar esas palabras-. Es cierto que no volveremos a vernos, pero me voy feliz porque cumplí mi misión.

Ninguno supo qué decir, simplemente lo abrazamos por turnos. Yo lo hice al último, y él me dedicó la última de sus bellas sonrisas antes de transformarse en un diamante azul bastante grande que se dividió a la mitad en mis manos. Ceremoniosamente, le entregué una mitad a Sakura como si le diera un anillo de bodas. Ella lo tomó sin hacer preguntas y ambos nos comimos nuestra mitad de corazón de estrella. Tenía un sabor dulce, y me recordaba a algo que no supe precisar. Después de eso, Sakura, Daidouji y yo nos marchamos de ahí.

Todo parecía normal cuando volví a la secundaria. Se tragaron sin preguntar el cuento de que estuve enfermo, y nadie sospechó nada porque tenía al día mi tarea gracias a Zheng Dao. Después de hablarlo, Sakura y yo decidimos ser discretos y contarle de nuestro noviazgo solo a nuestros amigos más cercanos. Todos se emocionaron al saberlo, aunque Daidouji se guardó para sí la noticia de que había grabado nuestro primer beso. Todos nos desearon felicidad, incluso Shinomoto. Se lleva tan bien con Sakura que nos felicitó al borde de las lágrimas.

Esa tarde, me quedé a almorzar en casa de Sakura. Por iniciativa suya, comimos en el jardín trasero, justo en el lugar donde estuvo el cerezo.

-Siempre tuve cuidado de recordar dónde me había plantado la noche anterior -dijo Sakura mientras extendíamos una manta en la hierba-. Es verdad que mi hermano sabía por sus poderes que era yo quien estaba en el jardín, pero no quería que lo descubriera mi papá.

-No se le escapa nada a mi "querido" cuñado -dije con cierta sorna-. De veras quisiera poder llevarme bien con él, sobre todo porque tengo miedo de que intente separarnos.

-No se lo permitiré, no te preocupes -me dijo Sakura tomando mis manos y besándolas con ternura.

-Esas manos han ayudado mucho a Sakura -dijo Daidouji con una expresión soñadora-. Y ahora, por fin, las puede tomar sin sentir vergüenza.

-También es gracias a ti, Daidouji -le dije amablemente-. Nos has ayudado mucho, aunque también estropeaste varios momentos.

Ella se rió.

-Nunca fue mi intención interrumpirlos... El problema era que siempre se daban cuenta de que estaba ahí.

Nos reímos.

-Pero Kero sí lo hacía a propósito -dijo Sakura mientras tomaba un onigiri-. Aparecía en el momento exacto para interrumpir el beso antes de que sucediera.

No pude evitar reír: al parecer Sakura lo había deseado tanto como yo. La expresión de Daidouji se volvió sombría por un instante y supe que Kerberos debió sentir que alguien caminaba sobre su tumba.

Tanto para usar mis nuevos poderes como para ir tres pasos por delante de la curiosidad humana, me concentré en la Madera e hice crecer (con menos esfuerzo del que esperaba teniendo en cuenta que es un tipo nuevo de magia para mí) un cerezo hermoso en el punto exacto del patio. Para no despertar sospechas, lo dejé como un árbol recién nacido, aunque luego supuse que, si mi suegro ya había visto a Sakura árbol, notaría el cambio así que lo hice madurar. No lo obligué a crecer, solo lo crié con un poco de prisa. Floreció hermosamente y sin resentimientos.

Cuando volvimos a entrar, Sakura encendió la televisión para escuchar las noticias. Al parecer, los cazadores habían sido descubiertos porque alguien escuchó el disparo y llamó a la policía. La caza no es ilegal en Japón, pero esa zona no era un área permitida. Los científicos, al ser responsables indirectos por haberles prometido dinero, debieron pagar una multa grave. Eso sí, nadie les creyó, por más que juraran y perjuraran, su historia de que habían visto un lobo gris de China en ese bosque. Y mucho menos que lo acompañaba una joven bruja que llevaba un báculo dorado con una estrella azul y unos naipes mágicos, y que dijo que el lobo era el amor de su vida. Tanto la policía como el juez pensaron que deliraban o que habían consumido drogas. Fueron sentenciados a cinco años de prisión.

Ya todo está bien, al menos hasta que sucedan más cosas con las Cartas Transparentes que crea mi Sakura. Hasta que llegue ése momento en el que todas las cosas no dichas tengan que salir a la luz.