Aclaración para evitar malentendidos: Este fic, como mis demás fics, está fundamentado en un enredo con una pizca de drama, muchas escenas de amor y ternura, y un final feliz, por supuesto, así que, si no te gusta este tipo de historia, búscate una que te complazca, hay autoras en Fanfiction para todos los gustos, aprovecha la diversidad ;)

Resumen: Una pequeña niña todas las noches pide a las estrellas un deseo, ella quiere una mamá, ¿oirán las estrellas sus oraciones? Edward es un papá soltero que vive para su hija y el trabajo, pero su vida va a cambiar con la llegada de una estrella candente en forma de mujer, su brillo y belleza interior van a encandilarlo y pronto él estará seguro de que las estrellas oyeron el pedido de su hija.

Capítulo revisado innúmeras veces, pero soy humana, así que, de antemano, disculpen cualquier error que se me haya escapado.


Disclaimer: La saga Crepúsculo pertenece a Stephenie Meyer, yo solamente me divierto con sus personajes, ya que me enamoré de ellos. Esta historia es una idea mía y ahora la comparto con ustedes.


Una estrella en nuestras vidas

Capítulo 1

Era noche cuando llegué a casa de mis padres para recoger a mi pequeña niña, había tenido un día ajetreado en el hospital y todo lo que deseaba era comer algo y acurrucarme con mi hija mientras veíamos caricaturas.

— Hola, hijo — me saludó papá quien abrió la puerta justo antes que yo adentrara en su casa. — Te ves cansado — observó.

— Lo estoy — suspiré.

— ¿Día difícil? — Cuestionó.

— Demasiado, hubo un accidente entre un camión y un coche, y por supuesto que el automóvil con una pareja y su bebé de dos años se llevó la peor parte, el choque dio de lleno en el lado del pasajero, tuvimos que hacer una cesárea de emergencia en la mujer, logramos salvarla, pero el bebé está en estado crítico, era una gestación de apenas 30 semanas, a ver cómo evolucionará su estado clínico con el pasar de los días, al menos el marido y la bebé están bien — le conté, y de cierta manera me sentí más aliviado después de hablarle.

— A veces sólo precisamos hablar y desahogar, un médico carga demasiadas cosas, es bueno charlar sobre lo que nos abruma — dijo él dando un apretón en mi hombro. Sus consejos siempre me eran valiosos, pues él hablaba desde la propia experiencia, era neurocirujano hacía 28 años, yo tenía 5 años cuando él se tituló y por increíble que parezca tengo recuerdos de ese día, fue un día muy celebrado por nuestra familia —, ya vi a muchos compañeros padecer con crisis de ansiedad o depresión por el exceso de trabajo y también por todo lo que él nos conlleva emocionalmente, sabes que puedes hablar conmigo siempre que te sientas abrumado, somos médicos, pero antes de todo somos seres humanos.

Asentí.

— Lo sé, gracias por escucharme — agradecí, abrazándolo —, apenas te saludé y ya dejé caer mis angustias.

— No te preocupes, los padres son para eso, principalmente los padres que comparten de la misma profesión — me guiñó un ojo, aligerando el momento. — Anda, ve adentro, un abrazo de tu niña te hará olvidar de todo, ella y tu madre están haciendo galletas en la cocina y yo voy a comprarles chispas de chocolate — dijo sonriendo, sin duda eso había sido un pedido de mi hija, incluso la imaginé haciendo pucheros y suspirando: "Las galletas no saben igual sin chispas de chocolate." Y mi padre como el abuelo consentidor que era dejó a un lado lo que sea lo que estaba haciendo para ir a comprar las chispas anheladas por su nieta.

Oculté mi risa y terminé de adentrar a casa pensando en Amy, mi pequeña estrellita, tan traviesa y parlanchina, siempre alegre y llena de ternura para compartir con todos a su alrededor, era rubia como su madre, pero sus ojos eran verdes como los míos y tenía la mirada más dulce que uno pudiera imaginar, sin duda un aspecto favorable y que ella sabía sacarle provecho, bastaba con sonreírnos o hacer sus famosos ojitos de cachorro que listo, ella lograba salirse con la suya casi siempre, pues, aunque me dolía, la regañaba y corregía cuando era necesario.

Mi madre y mi hija debían de estar muy entretenidas con su momento culinario, porque ninguna de las dos salió a recibirme.

— Abu, ¿será que un día tendré una mamá? — Escuché la dulce voz de mi hija preguntar a mi madre y esta pregunta me hizo congelarme en mi sitio cerca de la entrada de la cocina.

Al parecer la pregunta también dejó a mi madre congelada, porque mi hija siguió hablando.

— Todos los niños tienen madres — se quejó y mismo sin verla juraría que tenía un puchero en sus labios rosados, una mirada enojada en sus brillantes ojos verdes y los bracitos estarían cruzados bajo su pecho.

— Sabes que ni todos los niños tienen una madre, o un papá, cariño, ya hablamos sobre eso, a veces suceden cosas que llevan a uno de los padres a estar lejos de su hijo.

— Es cuando uno de los papás se va a vivir en el cielo, porque su cuerpo está enfermo y sólo allá puede seguir viviendo, porque Dios, el mejor médico vive en el cielo, muyyy lejos. — Explicó mi niña, la versión de la muerte que yo le cuento desde que ella cumplió sus tres añitos.

— Y cómo los papás y las personas que amamos no pueden volver desde el cielo, Dios las transforma en estrellas para que siempre puedan mirar a las personas que dejaron aquí y que nosotros también podemos mirarlas — completó la explicación mi madre. — Y tú madre te está mirando desde el cielo, pequeña, y si ella siente que necesitas a una mamá que pueda estar cerca de ti y cuidarte aquí en la Tierra, ella enviará una nueva mamá para ti.

— ¿Y cómo voy a saber que es la mami correcta? — Cuestionó ansiosa.

— Tu mamá es una estrella y las estrellas de alguna manera te harán saber quién es la mami correcta.

— ¡Yupi, tendré una mami! — Exclamó emocionada mi pequeña. Quería poder echar una bronca a mi madre por hacerla ilusionarse de esta manera, pero yo sabía que era casi imposible ver la mirada triste de mi hija sin intentar borrar la tristeza de ella. Mi bebé era la primera nieta de mis padres y para colmo huérfana de madre, así que todos, abuelos y tíos, la consentían de manera doble.

Respiré hondo y adentré en la cocina haciendo ruido.

— ¿Dónde está mi estrellita, que no vino a saludarme?

— ¡Papi! — Chilló feliz, mi madre ayudándola a bajarse del banquillo para que ella corriera hasta mis brazos.

— No te oí llegar — explicó cuando la cogí en brazos — te extrañé — dijo rodeando mi cuello con sus bracitos y dejando un dulce beso en mi mejilla.

— Yo también te extrañé, estrellita, siempre lo hago — contesté y besé su mejilla y cuello haciéndola chillar y reírse, era el mejor de los sonidos, su felicidad era música para mis oídos.

— Hola, mamá — la saludé con un beso en la mejilla, cuando mi hija se acurrucó en mis brazos.

— Hola, hijo, ¿cómo te fue el día? — Preguntó.

— Cansino...

— Ve a descansar un rato mientras esta jovencita y yo terminamos de preparar nuestras galletas.

— OK, sé buena con la abuela, corazón — pedí al dejarla sobre el banquillo de la encimera.

— Siempre lo soy, papi, ¿verdad, abuelita? — Indagó a mi madre, poniendo sus ojos de cachorro, igual que mi hermana.

— Sí, lo eres — contestó mi madre, acariciando sus rizos, haciendo que mi hija me mirara con una sonrisa larga y presumida, rodé mis hijos, causándole risa.

— Me llamen cuando terminen todo — pedí dejándolas a solas.

Subí las escaleras y tras cambiar mi ropa, ya me había duchado antes de dejar el hospital, me acosté en mi cama, estábamos pasando unos días en casa de mis padres mientras nuestra casa era fumigada y para encantamiento de mi hija ella estaba compartiendo la cama conmigo.

Desperté cerca de una hora después, con las risitas de mi niña mientras sentía que algo me hacía cosquillas en el cuello.

— ¿Qué haces, estrellita? — Cuestioné, abriendo un ojo, ella se rió y llevó sus manitas a la boca para ocultar la risa, miré hacia la cama y allí estaba uno de los pinceles que solíamos utilizar para dibujar y pintar. — Espero que no hay tinta en eso — dije seriamente, ella se rió y me levanté de la cama para mirarme en el espejo del armario. — Pequeña traviesa — dije tras comprobar que mi piel estaba limpia — haciendo trampas a tu viejo padre.

— No eres viejo, papi.

— ¿Ah, no? ¿Y lo qué soy entonces?

— Hermoso y maduro — dijo con semblante de sabiduría.

No pude contener mi carcajada, y así ella hacia mis días únicos y felices.

~3 meses después~

Amy siempre fue muy conectada a las estrellas, tal vez porque siempre le conté que su madre era una estrella en el cielo, y la hija de una estrella sólo podría ser una estrellita, sin embargo, desde el día en que escuché a mi madre decirle que las estrellas de alguna manera iban a ayudarla a encontrar una mamá, percibí que ella estaba mucho más emocionada con respecto al tema, me pidió un cubrecamas nuevo con dibujos de estrellas y también cojines de estrellas y por supuesto la consentí, aunque sentía miedo de que ella se decepcionará al ver que pasaba el tiempo y nada sucedía, quería poder dar lo que ella tanto necesitaba, pero como padre soltero y médico, no me quedaba tiempo para conocer mujeres además de las que estaban relacionadas con mi trabajo y ninguna de ellas me atraían lo suficientemente como para siquiera proponer una cita. Mi niña extrañaba una presencia femenina constante, mi madre y mi hermana estaban muy presentes en nuestro día a día y hacían de todo para llenarla con amor, pero desde que ella empezó el preescolar se dio cuenta de lo que significa tener una mamá al ver la interacción de sus colegas con sus madres.

Lástima que el destino nos hay arrebatado a su madre de una manera tan silenciosa y rápida. Tanya y yo éramos compañeros de carrera en la universidad y novios durante dos años cuando justo después de nuestra graduación descubrimos que ella estaba embarazada, fue una gran sorpresa para nosotros, pero estábamos felices, con la ayuda de mis padres compramos una casa y empezamos a prepararnos para la llegada de nuestro bebé, la boda estaba planeada para el primer cumpleaños de nuestra hija, pero no hubo tiempo, los planes, los sueños, todo se nos fue quitado.

Tanya tuvo una gestación normal, pero tras el parto, una cesárea pues nuestro bebé empezó a presentar sufrimiento fetal, ella no volvió a sentirse bien, siempre estaba quejándose de dolor y falta de aire, volvimos al hospital y todo iba bien con su posquirúrgico, los médicos nos dijeron que los síntomas que ella sentía era por una crisis de ansiedad posparto, y yo como médico recién graduado los creí, todo llevaba a eso. Tanya dejó de amamantar a nuestra hija y empezó a tomar medicinas para la ansiedad, tres días después entré en nuestra habitación y la encontré desmayada, o eso pensé al principio, estaba pálida, intenté despertarla y al verificar sus signos vitales me quedé en estado de choque al no encontrar señal de vida, mientras viva jamás olvidaré este momento.

Salí a trompicones de la habitación que compartíamos y tan sólo fui capaz de tomar a mi bebé y llamar a mi padre, después de eso no me acuerdo de mucha cosa, mis padres me encontraron en la sala mirando y sosteniendo a mi hija sin reaccionar a nada a mi alrededor, ellos cuidaron de todo, sólo volví a mí al día siguiente, me sedaron y estuve durmiendo por 12 horas, y mientras eso mucha cosa pasó, tuvieron que hacer una autopsia en el cuerpo de Tanya, descubrieron que su corazón hinchó de una manera inexplicable, tomando todo el espacio de su caja torácica, su muerte era inevitable, los médicos opinaron que quizá ella tuviera alguna enfermedad cardíaca nunca diagnosticada y que el embarazo fue demasiado esfuerzo para su corazón.

Los padres de Tanya vivían al otro lado del país, en Florida y vinieron para los preparativos del velorio y del entierro, nada más verlos les pedí perdón por no haber podido salvarla, ambos estaban casi en estado de choque, no me culparon, pero como médico me sentí culpable por no haber podido hacer nada por ella o por creer en la opinión de los demás médicos, aunque sabía que lo que le sucedió jamás pasaría por la cabeza de ningún médico investigar, no cuando sus síntomas eran tan semejantes a los de una crisis de ansiedad.

Y fue así como Amy se quedó huérfana de madre con menos de 15 días de vida y yo empecé a cuidarla por mi cuenta, mis suegros querían llevarla a Florida con ellos y criarla, intentaron mostrarme lo difícil que sería cuidarla como un papá soltero y residente de medicina, pero me mantuve firme, nadie me apartaría de mi bebé y mi familia se puso de mi lado dándome todo el apoyo necesario para dar por zanjado el tema. Una vez al año Amy y yo viajamos a Florida para que ella estuviera en contacto con sus abuelos maternos y ellos también venían a visitarla con frecuencia y nuestra relación era muy amistosa hoy en día.

Tras la muerte de Tanya no logré volver a la casa que juntos habíamos comprado y donde la encontré muerta, puse la casa a venta y estuve casi todo un año viviendo con mis padres, hasta que finalmente encontré un nuevo hogar para Amy y para mí, una casa donde creamos hermosos recuerdos desde el primer día en que nos trasladamos a ella.

— Papi — la voz dulce de mi hija me trajo nuevamente a la realidad —, ¿falta mucho para que la abuela llegue? — Me preguntó con visible ansiedad, me reí.

— ¿Quieres ver a la abuela o comer los pastelitos que ella dijo que te traería? — Cuestioné.

— Ummm... Las dos opciones.

— Ay, ¡qué niña tan interesada tengo! — Dije poniendo los ojos en blanco mientras la atrapaba en mis brazos, soplé besos contra su cuello lo que la hizo reírse a carcajadas, la dejé descansar contra mi pecho cuando sentí que le faltaba el aire por la risa. — La abuela debe llegar pronto — avisé dejando un beso en su coronilla, aspirando el olor a bebé de su pelo. Voy a empezar nuestra cena, ¿quieres algo especial?

— ¡Pasta con queso! — Exclamó mi pequeña.

— Vale, pasta con queso, por supuesto, Tu chef particular va a preparar la gran pasta Cullen con salsa de queso — dije en tono serio y con algo de acento francés, Amy se rió.

— Ay, papi, eres tonto, pero te amo — dijo poniendo sus bracitos alrededor de mi cuello.

— Te acuerdo, señorita Cullen, que usted tiene sólo 5 años.

Ella se rió, poniendo sus hermosos ojos verdes en blanco.

— Voy a ver caricaturas mientras espero a la abuela — avisó bajándose de mi regazo para coger el mando a distancia de la tele.

La dejé y fui a la cocina preparar la cena, cerca de 10 minutos después sonó el timbre de nuestra puerta.

— Es la abuela, es la abuela, ¡yo le abro la puerta! — Canturreó mi ansiosa hija.

— Hola, pequeña, puedo hablar con tus papás — oí una voz femenina y dulce hablarle a mi hija, dejé a un lado el queso que estaba cortando, me limpié las manos fui a ver quién hablaba con ella, igual que mi hija había creído que era mi madre.

Cuando llegué a la sala vi a mi hija de espaldas a mí y delante de ella había una mujer acuclillada.

— Es...es una es...trella — tartamudeó mi Amy.

— ¿Te gustan las estrellas? — Le preguntó la mujer y mi hija asintió con la cabeza. — A mí también me encantan, tengo muchas cosas en formato de ellas.

Me aproximé y puse una mano sobre el hombro de mi hija.

— Hola, ¿puedo ayudarte? — Me hice notar, la mujer me miró desde su posición, me sonrió tímidamente y se puso de pie no sin antes darle una gran sonrisa a mi hija.

— Hola, soy Bella Swan, tu nueva vecina del lado — se presentó tendiéndome la mano, la tomé y sentí una extraña sensación cuando nuestras pieles se tocaron, creo que ella también lo sintió porque la vi fruncir su ceño y deslizó su mano de la mía. Era una mujer corriente a simple vista, un poco rellenita, pero eso no le sentaba mal, su pelo era largo y ondulado de un bonito tono marrón rojizo y grandes ojos chocolates, ella llevaba un vestido holgado de tejido negro con muchas estrellas esparcidas por toda la tela, era como si uno estuviera viendo un cielo nocturno, sin duda eso llamó la atención de mi hija.

— Bienvenida al vecindario, soy Edward Cullen, sólo Edward, por favor, y esta — dije apuntando hacia mi niña, quien miraba a la chica como si estuviera viendo la princesa Bella de su cuento favorito, totalmente encantada — es Amy, mi hija.

— Tienes una linda niña — comentó, sonriendo a Amy que seguía mirándola con admiración.

— Gracias, ella es un poco más parlanchina — le garantí y ella sonrió dulcemente.

— Soy profe del cole, sé bien como son los niño, ellos pueden volverse tímidos ante desconocidos — explicó ella a lo que asentí. — Bueno, me trasladé hoy al inicio de la tarde y los hombres de la empresa de transporte terminaron dañando tu buzón del correo al maniobrar con el camión, mañana a la primera hora buscaré a alguien para arreglarlo.

— No hay problema, ni siquiera me di cuenta, puedo arreglarlo después.

— Insisto en pagarte al menos el material dañado.

— Vamos a echar un vistazo y ver el grado de los daños así sabré si es necesario que pagues por el concierto — sugerí.

Ella asintió y tomando a Amy de la mano la seguí hasta el sitio donde debería estar mi buzón.

— No hay problema puedo arreglarlo — le garantí al ver que tan sólo debería volver a fijar el palo que sostenía el buzón en su sitio.

— ¿Estás seguro? Puedo pagar para que alguien lo haga.

— Estoy seguro, no te preocupes.

— OK. Siento por la molestia, lo mínimo que puedo hacer es disculparme.

— Disculpas aceptadas, aunque no fuiste la responsable.

Ella sonrió.

— Ummm... Tengo volver a casa, todavía hay mucho por arreglar.

— Entonces nos vemos — me despedí.

— Nos vemos... — y acuchillándose ante Amy — te traeré una estrella especial para la próxima vez que nos veamos, Amy.

— ¿Sí? — Cuestionó mi hija ilusionada.

— Sí, siempre cumplo mis promesas.

— Estaré esperando — le avisó mi hija.

— ¡Amy Marie! No puedes presionar a las personas.

— No importa, Edward — restó importante la morena, sonriendo con dulzura a mi hija — tenemos otra cosa en común además del gusto por las estrellas, Amy, mi segundo nombre también es Marie, Isabella Marie.

Ante la revelación de nuestra nueva vecina mi hija sonrió con entusiasmo, podría decir que ella había ganado una admiradora en el vecindario.

Bella se fue y volvimos a nuestra casa, dejé a Amy en la sala viendo a sus caricaturas y volví a la cocina para terminar nuestra cena, cerca de quince minutos después mamá llegó y mi hija la recibió entusiasmada.

— Papá, ve a guardar mis pastelitos, no puedo comerlos antes de la cena — dijo mi hija, mientras llevaba a su abuela de la mano hasta el sofá y se sentaba a su lado, la miré extrañado, desde cuándo tenía una niña que rehusaba una chuchería. Esme me miró de manera interrogativa, di de hombros sin saber qué planeaba mi hija, las dejé en la sala y guardé los pastelitos; la pasta ya estaba cocida así que me entretuve por algunos minutos finalizando nuestra comida.

— La cena está lista — anuncié adentrando en la sala para encontrar a mi hija conversando con mi madre de manera confidencial. — ¿Qué están tramando las mujeres de mi vida? — Cuestioné.

— Cosas de chicas, papá — contestó mi pequeña sabelotodo.

Rondé mis ojos.

— Anda, niña, ve a lavar tus manos, tu plato ya está sobre la mesa — la insté.

— ¿Qué pasa, mamá? — Le pregunté cuando mi hija se dirigió al lavabo.

— ¿Tienes una nueva vecina?

— Sí, la conocimos poco antes de que llegaras.

— Amy parece haber encontrado su candidata a mamá.

— Oh, ¡Dios mío! — Exclamé, llevando mis manos a mi cabeza, por supuesto, las estrellas…

— Está encantada con la chica, lo siento, hijo, ahora me siento culpable por haber alentado su imaginación con la charla sobre las estrellas, parece que la chica llevaba un dije de estrella en su colgante y un vestido con estrellas.

Asentí, no me acordaba del dije, pero mi hija sin duda lo haría.

— Ella sólo quería algo en que aferrarse, mamá, si no fuera lo de la estrella sería otra cosa, mi bebé anhela una mamá y está buscándola en cada pequeña cosa una esperanza, una señal.

— A ver cómo ella seguirá en los próximos días, si se pone muy aferrada a esta idea podemos hablar nuevamente con ella o buscar el consejo de un terapeuta infantil.

— Sí, esperemos algunos días más y veré cómo reacciona a la presencia de nuestra vecina.

Mamá me abrazó y se quedó con nosotros hasta después de la cena. Hablamos sobre Alice, mi hermana, quien estaba muy ansiosa con los preparativos del baby shower para la llegada de su primer hijo, había recogido a Amy en su casa horas antes y le recomendé que llevara las cosas con más tranquilidad si no mi sobrino nacería antes de su fiesta, mamá también estaba preocupada con el exceso de energía de mi hermana, mi sobrino probablemente ya nacería dando brincos.

Después de que mamá se fue vi una peli con Amy y cuando ésta terminó la ayudé a prepararse para dormir, le leí un cuento y en veinte minutos ella estuvo dormida, eran todavía las nueve de la noche y decidí revisar mi correo antes de acostarme, eran las diez cuando apagué mi computadora, cerré toda la casa y me preparé para dormir, cuando me aproximé de la ventana de mi habitación para cerrar la cortina vi a mi nueva vecina pasar delante de la ventana de lo que supuse era su habitación, ella se detuvo algunos segundos pareciendo contemplar algo a la distancia, su cabello largo y espeso bailaba sobre su espalda, ella llevaba una bata azul oscura atada a su cuerpo, el color contrastaba contra su piel pálida y resaltaba sus curvas voluptuosas, cuando ella se movió cerré mi cortina, antes de que fuera atrapado mirándola, debía reconocer que era una hermosa visión.

~x~

Al día siguiente de la llegada de Bella a nuestras vidas, tenía el día libre en el trabajo, por la mañana dejé a Amy en el preescolar y fui al súper comprar algunos productos que estaban en falta, volví a casa, organicé las compras e hice la colada, luego empecé a preparar mi almuerzo, la mañana se pasó volando y pronto llegó la mitad de la tarde y salí a recoger a Amy. En mis días libres la tenía a tiempo parcial en la escuela, pero cuando estaba de turno ella se quedaba allí a tiempo completo y mamá o Alice la recogía y yo me pasaba por ella en sus respectivas casas, esta era mi rutina de papá soltero y jamás sería capaz de llevarla sin la ayuda de mi familia.

Amy estuvo muy parlanchina durante nuestro trayecto de vuelta a casa, me contó sobre lo que aprendió en clases, los juegos con su mejor amiga Eva, y durante nuestra charla estuve atento para ver si ella mencionaba a nuestra nueva vecina, pero ella no la mencionó en ningún momento. Cuando llegamos a casa le preparé un baño en la bañera y la vigilé mientras estaba dentro del agua, asegurándome de que no se olvidara de lavar alguna parte de su cuerpo. Con Amy seca y debidamente vestida con su conjunto chándal azul con estrellas blancas, nos sentemos sobre la alfombra de la sala y jugamos con su tablero de juego de la memoria con el tema de las princesas Disney, jugamos por más de una hora, cuando el hambre nos acordó de que era la hora de la cena. Amy me siguió hasta la cocina, poniendo los cubiertos y platos para mí mientras yo calentaba la cena. Mientras cenábamos ella aprovechó el momento para seguir platicando sobre su día y hablando de las tareas que debía ayudarla a hacer para el día siguiente, terminamos de comer y yo limpié la mesa y ella cogió su mochila, sacando su libro de tareas de ella.

— ¿A ver cuál es la tarea de hoy? — Pregunté mirando las páginas abiertas.

— De matemáticas — resopló mi hija y yo ahogué un suspiro, mi niña tenía un serio problema con las matemáticas y todo lo relacionado a los números, comenzó cuando en el preescolar les enseñaron a los niños a escribir los números, mi pobre bebé no conseguía hacer el fatídico número dos, le mostré como hacerlo miles de veces, mi madre, mi padre, Alice e incluso Jasper, mi cuñado, intentó enseñarle a escribir el bendito número, pero nada podía hacer con que ella lo escribiera de la manera correcta, hacia cualquier cosa en la hoja, pero nada cerca de ser un número dos. Así de mal empezó su relación con las matemáticas, tras mucho trabajo le salió el dos, el tres le salía al revés, escribía una "E", el cinco parecía más a una "S", pero era aceptable, eso fue en el año anterior, ahora ella había empezado a aprender a sumar y rogaba a Dios por paciencia, porque sabía que las matemáticas y mi hija jamás serían amigas.

Mirando la hoja empecé a explicarle lo que debía hacer.

— No lo comprendo… si aquí tiene números también — dijo apuntado a un cuadro pequeño — ¿no tendría que sumar a todos?

— No, los números del cuadrado menor representan el orden del cuadrado más grande — dije apuntando —, hay cinco hileras de números en el cuadrado grande, vas a sumar cada hilera y en el cuadrado pequeño podrás el valor, mira, aquí tiene un uno — señalé el cuadrado pequeño — entonces vas a sumar los valores de la primera hilera del cuadrado grande y ponerlos bajo el número uno.

Amy miraba la hoja con el ceño fruncido.

— Empiezas a hacer mientras pongo los platos en el lavavajillas — la insté —, lo miro cuando vuelva.

Rápidamente puse los vasos y platos en el lavavajillas, volví junto a mi hija, quien me miró con expectativa preguntándome si estaba correcto sus respuestas, miré el libro y ella había sumado los números que estaban en la horizontal.

— Ummm… casi cierto, estrellita, hay que sumar los números que están de pie, eso se llama en posición vertical.

Ella hizo un mohín y empezó a borrar las respuestas, nuestro timbre sonó, lo que me pareció raro, no estábamos esperando a nadie.

— Voy a mirar quién es, concéntrate en tu tarea — le dije a Amy, quien asintió a regañadientes.

— Hola, Edward — me saludó la suave voz de mi nueva vecina así que abrí mi puerta —, siento importunarte, pero hice galletas y pensé que Amy y tú podrían disfrutarlas, es sólo mi manera de disculparme por el accidente con tu buzón y cumplir mi promesa a Amy.

— Hola, Bella… Gracias… hum… ¿no deseas entrar? Amy estará feliz en verte y a tus galletas también.

— No quería molestarlos…

— No es ninguna molestia, vamos — me puse a un lado y la dejé entrar.

— Gracias — dijo pasando junto a mí, un olor suave y delicado a fresas y vainilla flotó en el aire mientras ella entraba.

— Amy está en la cocina — dije conduciéndola hasta la habitación. — Mira, estrellita, tenemos visita — anuncié al entrar en la cocina, mi hija irguió su cabeza y sonrió ampliamente al ver a Bella a mi lado.

— ¡Bella! — Exclamó emocionada, bajando de su silla para envolver la cintura de nuestra vecina con sus bracitos, mi hija solía ser muy cariñosa, pero jamás la había visto ser tan expresiva con alguien a quien conocíamos a tan poco tiempo.

— Hola, cariño, qué abrazo delicioso y qué ropa hermosa, estás preciosa — elogió Bella envolviendo sus brazos alrededor de los hombros mi hija, quien musitó un gracias regalándole una gran sonrisa, feliz de que Bella se diera cuenta de su ropa con estrellas. Enseguida nuestra vecina se puso de cuclillas y abrazó a Amy nuevamente, mi niña sonría ampliamente por la atención recibida. — Les traje algunas galletas que horneé hoy — explicó ella señalando al recipiente plástico que yo llevaba en mis manos.

— Ummm… me encantan las galletas — déjame ver, papi — pidió mi hija haciendo ojitos de cachorro, puse los ojos en blanco y dejé el recipiente sobre la mesa y lo abrí para ella.

— Owww… son estrellas — suspiró mi hija, dentro del recipiente había varias galletas en formato de estrellas, todas glaseadas de distintos colores. — Gracias, Bella.

— Por nada, cariño, te dije que te traería estrellas especiales.

— ¿Puedo probarlas, papá? — Más mirada de cachorro.

— Sí, qué tal si preparo un chocolate caliente y todos disfrutamos de las galletas — ofrecí.

— ¡Sí! — Chilló mi hija.

— No quiero interferir en la rutina de ustedes — dijo Bella, mirando la tarea de mi hija sobre la mesa, su lápiz y goma —, espero que disfruten de las galletas — finalizó haciendo ademán de dejarnos.

— Quédate, eres nuestra invitada, ¿verdad, Amy?

— Por favor, Bella — la miró utilizando su arma infalible, ojitos de cachorro y las manos juntas como si estuviera rezando.

— Pero si tienes algo qué hacer o alguien a tu espera lo comprenderemos — añadí esperando que no fuera el caso.

— No, nadie me espera.

— Entonces quédate, te aviso que preparo un buenísimo chocolate caliente.

— Ok, ¿necesitas ayuda?

— No, gracias — le sonreí —, puedes quedarte con Amy, sé que ella estará encantada de tenerte por algún tiempo.

Las dejé en el comedor y pude oír a Bella preguntarle a Amy qué es lo que ella estaba haciendo.

— Tarea de matemáticas — suspiró con cansancio y casi me río.

— ¿Y a terminaste?

— No, papi dijo que me equivoque y tengo que volver a hacerlo.

— A ver si te puedo ayudar mientras tu papi hace nuestro chocolate — ofreció Bella.

— Ok, pero no soy buena con las matemáticas — avisó mi hija.

— No te preocupes, siempre podemos mejorar.

Durante los próximos diez minutos oí a Bella explicarle a Amy su tarea y guiarla con mucha paciencia. Finalicé la preparación del chocolate y los puse en tres tazas sobre una bandeja y un recipiente con malvaviscos extras.

— Mira, papá, Bella me ayudó con mi tarea y la terminé — me contó mi niña nada más verme adentrar en el comedor.

— Muy bien, estrellita, guarda tu libro y lápiz en tu mochila y vamos a tomar nuestro chocolate. — Amy salió a toda prisa de la habitación cargando sus materiales escolares. — Gracias por ayudarla, Bella, ella tiene una gran dificultad con las matemáticas.

— Fue un placer, soy profesora de primaria, y extraño no estar trabajando.

— Puedes tomar tu recipiente con las galletas, en la sala estaremos más cómodos — le pedí ya que estaba cargando la bandeja.

— Por supuesto.

— ¿Entonces no estás trabajando? — Pregunté mientras nos dirigíamos a la sala.

— Empezaré la próxima semana, pero ya estoy a seis meses sin estar dentro de un aula y lo extraño.

— Ya estoy aquí, ¿no empezaron a comer sin mí verdad? — Cuestionó Amy, esa niña…

— No, cariño, te estábamos esperando — contestó Bella, visiblemente divertida con las ocurrencias de mi hija.

Empezamos a comer y casi gimo cuando pruebo una de las galletas que nos trajo Bella.

— Están deliciosas, Bella — se apresuró a elogiar mi hija mientras yo todavía disfrutaba del sabor en mi boca.

— Son las mejores galletas caseras que ya comí, que mi madre no me escuche — logré decir.

— Gracias, me encanta cocinar, tu chocolate también está buenísimo — respondió ella con una linda sonrisa.

— Te dije que era una de mis especialidades. ¿Cocinas a menudo?

— Sí, es casi una afición.

— Pues, si tienes sobras ya sabes dónde puedes dejarlas — dije y tomé a otra galleta.

Bella se rió.

— Me acordaré, Edward.

— Bella — la llamó mi hija.

— Sí, Amy.

— ¿Tienes novio? — Le preguntó mi hija y mis ojos casi se salen de sus cuencas.

— No — le contestó, Bella, tranquila y sencillamente.

— Yo tampoco — siguió Amy mirándola muy seria —, papi también no tiene novia — añadió y yo me atraganté con la galleta en mi boca.

— ¿Estás bien, Edward? — Me preguntó Bella mientras yo tomaba un trago de mi chocolate para sacar la galleta de mi garganta.

— Sí… — logré decir. — ¿Amy de dónde sacaste esta charla?

— La gente tiene novios, papá — dijo girando los ojos, toda una pequeña adulta.

— La gente adulta tiene novios, los niños no y es feo preguntar eso a una persona que conocemos hace poco — la regañé.

— Eva tiene novio — dijo como si no me hubiera escuchado.

— Hablaré con sus padres.

— Ellos lo saben, ella y Tom tienen cita de juegos.

— Dios mío, el mundo está perdido.

Escuché una risita y giré la cabeza para encontrarme con la mirada divertida de Bella.

— Al menos te estamos dando una noche entretenida, ¿verdad? — Le pregunté.

— Una de las mejores — contestó riéndose y sin poder contenerme me uní a ella.

Después de este primer momento de aproximación, los encuentros entre Bella, Amy y yo pasaron a suceder a menudo, ella siempre nos traía sus sobras de comida y nosotros siempre la invitábamos a compartir sus sabrosas recetas, tras un mes de encuentros en mi casa ya sabía muchas informaciones sobre Bella, sabía que era de Forks, que se graduó en la universidad de Chicago y volvió a Forks para vivir con sus padres, Charlie, jefe de la comisaria de la pequeña ciudad y Renée, una maestra del preescolar jubilada por problemas en la columna. Bella vivió casi un año en Forks cuando volvió de la universidad, sin embargo no logró ninguna colocación permanente en la escuela de la ciudad, sólo trabajos temporarios mientras alguna profesora se tomaba una licencia laboral. Todo cambió cuando una amiga que se graduó junto a ella, la telefoneó invitándola a trabajar en Seattle, había una vacante para trabajo permanente en la escuela que la chica trabajaba y si Bella la quería era suya, ella no dudó, aceptó la propuesta y se trasladó a Seattle, y con ayuda de su amiga logró encontrar una casa para alquilar y para mi suerte fue la casa al lado de la mía.

Isabella Swan entró en nuestras vidas igual que una estrella candente, de manera rápida pero dejándonos una gran impresión, pero parecía ser que esa impresión no sería tan fugaz cuánto la de una estrella pasando en el cielo.


¡Hola! Aquí estoy con una nueva aventura ficcional, ¿qué les pareció este primer capi? ¿Mi pequeña y traviesa Amy ya les robó el corazón? ¿Qué les pareció este Edward y esta Bella? ¿Qué tal la trama? ¿Les gusta?

¡Estaré ansiosa por leer sus reviews! Si te gustó la historia déjame saber, los comentarios son muy valiosos para todas nosotras que escribimos, no por la cantidad, sino por las palabras que ustedes lectoras se nos dedican.

Las actualizaciones serán una vez a la semana, a los martes o miércoles.

Noticias, adelantos, etc., en mi grupo en Facebook, el link está en mi perfil.

Saludos llenos de cariño, ¡gracias por leerme! Hasta el próximo capi ;)

Jane