He logrado ponerle un título corto a una de mis historias, al fin! haha

Bueno, tenía una pequeña espinita con esta historia y otra... Quería publicarlas, pero ya tengo dos fics en emisión xD, así que bueno, quizá actualice estas cada dos semanas.

Ahh~ Tenía ganas de hacer un omegaverse o un futanari con algo de steampunk, mi hermano me ayudó a elegir así que se queda en omegaverse.

Y~ creo que es todo lo que tengo que decir, a quien lea, ojalá te guste, y gracias por permitirme contarte una historia!


Mine.

Capítulo 1:

"Un día laboral cualquiera"


Un sonido gutural y una pequeña voz robótica que decía "Es hora de levantarse, Nozomi, Kanan" la recibieron mientras llegaba del país de los sueños, quitó la llave de su despertador y le aventó un zapato a su hermana menor para que se levantara, o no lo haría hasta medio día. Miró por la ventana y respiró ese aire cargado de cierto aroma metálico. Los titanes de vapor emitían sus ya conocidos quejidos al comenzar a mover toda su maquinaria, eran enormes, pero no era algo que le sorprendiera, prácticamente su primer juguete habían sido un par de engranes que su madre había dejado en la cama, y apenas con cinco años de edad, había visitado esos gigantes de metal que proveían la energía que necesitaba aquella ciudad.

La pequeña, al sentir el golpe, se levantó casi de inmediato, quejándose. A diferencia de su hermana, a ella le costaba levantarse antes de que el sol besara las puntas de los dirigibles y torres que se alzaban sobre la ciudad de Yaora.

— Pudiste darme en la cara Nozomi— se quejó, mientras se revolvía en las sábanas con pereza.

Ara, ¿acaso tienes sueño después de estar toda la noche viendo ese especial de Princess Principal? Me extraña en verdad.

— ¡Era importante!

— Sólo querías saber si tu shipp iba a hacerse realidad— curveó sus labios en señal de broma. Se ganó un gruñido de su hermana menor.

— Al final no dejaron nada claro— dijo con pesar.

— ¿En qué acabó?

— Se tomaron de las manos y se fueron a otra misión.

— Eso de ser espía debe ser difícil eh.

— ¡Pero es bastante genial! — las amatistas de su hermana menor parecieron refulgir entre la oscuridad de la madrugada. Nozomi sonrió con ternura.

— Más genial será la reprimenda que nos dará el señor Kunikida si llegamos tarde al trabajo, vámonos.

— Sí, sí— Kanan se estiró y después se levantó, impulsándose de un salto.

Ambas tenían por uniforme una blusa de tirantes negra, unos de jeans de mezclilla que después debían rodear con las cintas de apoyo, en ellas ponían cosas como navajas, guantes de cuero de repuesto, algunas pinzas y, obviamente, su tarjeta capital, por cualquier imprevisto. Todo terminaba con una chaqueta de cuero color café.

Salieron de su casa con una manzana en la boca y el almuerzo que su madre había preparado en mano.

No era como si necesitaran trabajar, pero ambas chicas se esmeraban en aprender tanto como pudieran, ya que varios en Yaora serían sus trabajadores un día, así que querían saber hacer lo que ellos hacían, a vivir como ellos vivían, conocerlos y saber en quienes podrían confiar.

Sí, Kanan y Nozomi eran las hijas de una empresaria influyente. Kaede Toujo, una mujer incansable, de vivaces ojos verdes y cabello azulado, una madre amorosa y una alfa que desprendía un aura poderosa aun estando a varios metros de ella.

La señora Toujo tenía la empresa número uno en exportación y producción de tuercas, engranajes, equipo de mantenimiento, tubos conductores de vapor y partes robóticas. La calidad de la empresa Toujo era reconocida mundialmente, no eran sólo las mejores piezas, también las más resistentes y duraderas, aunque era obvio que solamente se podían dar mantenimiento a los equipos Toujo con más equipos Toujo, y así, la entrada y salida de dinero nunca paraba.

La esposa de Kaede, Mei Matsuura, era una omega de familia adinerada, los abuelos de Nozomi y Kanan habían acordado un matrimonio para estas dos mujeres, y aunque al principio Kaede se había mostrado renuente a unir su vida a la de Mei, al final los encantos de la joven de cabello morado y ojos violetas la inclinaron a sus pies. Alfa y omega, dando a luz más tarde a esos pequeños "cachorrotes" (a pesar de ya estar definidas) que ahora iban a su trabajo en la pequeña herrería Kunikida.

Nozomi Toujo era una alfa, aunque por su personalidad serena y queda en la mayoría de las ocasiones mientras fue pequeña, pensaron que sería una omega. Caso contrario a su hermana menor, que a pesar de siempre haber sido hiperactiva y de carácter fuerte, resultó ser omega.

Sin embargo, la naturaleza había reclamado un poco de su territorio, y con su primer calor, Nozomi se había vuelto un poco más impulsiva y Kanan, más sentimental. Sin contar sus cambios físicos: Nozomi pasó de ser gordita a tener un cuerpo ciertamente robusto, pero visiblemente trabajado gracias a las jornadas de ejercicio que debía hacer al llevar y traer materiales, los músculos en brazos, abdomen, piernas y espalda eran visibles, y aunque no quitaban su feminidad, más de uno tenía cuidado con ella, Kana, por su parte, también poseía un cuerpo marcado por los músculos, pero no tenía las caderas, brazos y piernas tan anchas como su hermana mayor, su complexión era un poco más delicada.

— ¡Llego primera! — anunció Nozomi, mientras pasaba rápidamente por la puerta de entrada a la herrería.

— ¡No se vale si me empujaste!

Ara, Kanan dice que hice trampa, qué cruel— hizo un puchero.

— ¡La hiciste!

— No recuerdo— canturreó—, le cedí el paso a esas señoritas, ¿recuerdas?

— Y que a tu hermana la parta un rayo— la peliazulada enarcó una ceja. Nozomi se había detenido tan repentinamente que ella tuvo que hacer lo mismo, sólo que, en un mal paso, fue a chocar con el vendedor de pan. Después de eso, al intentar levantarse, la mayor la empujó con el brazo y siguió su carrera. Era trampa, por donde fuera que se viera.

— Ya, ya— Nozomi abrazó a su hermana, frotando sus mejillas —, sabes que te quiero Kanan.

— Déjame ganas una vez al menos— suspiró.

— Mmm… No— sonrió con malicia y se adelantó a entrar al taller.

— ¡Llegaron muy temprano zura! — Hanamaru las saludó cuando ambas fueron por el equipo correspondiente para soldar un par de cascos que habían dejado pendientes el día anterior.

— Casi no ha llegado nadie— miró Kanan —, ¿qué hora es?

— Apenas son las seis zura— la castaña les entregó las máscaras de protección —. Aún falta una hora para la entrada.

— Eso significa que nos podemos ir temprano— celebró Kanan.

— Significa que pueden aprender más observando a mis trabajadores o tomando otra tarea zura— interrumpió una voz gruesa y autoritaria. Era el padre de Maru.

— Buenos días señor Kunikida— las hermanas Toujo presentaron sus respetos. El aura del alfa era tan aplastante, que ambas chicas no podían siquiera objetar lo que había dicho, aunque tampoco es que les causara mucho problema quedarse al terminar sus pendientes, al final estaban ahí para aprender.

— Buenos días, ¿qué tal estamos hoy zura? Tan madrugadoras como siempre— dio una palmada seca en la espalda de Nozomi, quien, a pesar de tener cierta fuerza, no pudo evitar sacar un quejido de sorpresa y doblarse ligeramente hacia adelante.

Demasiado tosco, pensaron Kanan y Hanamaru, pero la mayor de las Toujo admiraba esa presencia, deseaba algún día imponer de esa manera. No era de extrañar que siempre estuviera pegada a Kaede cuando estaba en casa.

— Bien, ¿a dónde iremos después de terminar nuestro trabajo?

— Bueno— el señor Kunikida pasó su mano por su abundante barba castaña —, ¿qué les parece si van a ayudar a Honoka y Tsubasa a fundir el metal zura?

— ¡¿En serio?!— los ojos de Kanan y Nozomi brillaron de emoción. Era genial ir a ayudar en las calderas, sin contar que la peliazulada amaba ir a ayudar a la pareja ya que la consentían por ser la menor. Tsubasa solía ver los animes que ella seguía, así que quizá habría estado atenta al especial de Princess Principal.

— Seguro, quisiera acompañarlas, pero recibiré a una discípula hoy, así que me quedaré a enseñarle acerca del oficio zura.

— ¿Para eso me llamaste hoy zura? — preguntó Hanamaru, se escuchaba notablemente molesta.

— Bueno, creo que será una buena oportunidad para que te familiarices con el negocio, ¿no crees zura?

— No voy a hacerme cargo de esto, ¿para qué saber zura?

— Hana…

— ¡Buenos días! — una chica entró corriendo al taller.

— Hey, no te esperaba tan temprano.

— Estaba emocionada, lo siento— mostró una gran sonrisa. Kanan y Nozomi se volvieron a Hanamaru para al fin tomar su equipo, pero la chica no respondía, sus ojos permanecían clavados en la recién llegada.

Obviamente tal detalle no pasó desapercibido para Nozomi y Kanan, y en el momento en que su hermana mayor puso esos ojos de malicia, Kanan encomendó a Maru a la piedad.

— Ara, pareces impactada Maru.

— Eh… ¿Eh? — la castaña miró a la ojiverde — ¿Mande?

— Creo que alguien ha llamado tu atención— miró a aquella enérgica chica. Cabello color mandarina, ojos rojizos y una energía desbordante.

— ¿Q-Qué? ¡No zura!

— ¿No será aquella chica que siempre te encuentras en los huertos?

— ¡N-No zura!

— ¿Es ella?

— Nozomi, déjala.

— Sólo pregunto— sonrió.

— ¡Ah, Hanamaru, buenos días! — la pelimandarina saludó a la pequeña Kunikida mientras se acercaba, pero ésta solo pudo agitar su mano mientras sonreía — Buenos días— dijo a Kanan y Nozomi una vez estuvo cerca de ellas.

— Buenos días, creo que no nos conocemos— comenzó a hablar Nozomi.

— Ustedes a mí no, pero yo ya las he visto en uno que otro lado con su madre.

— ¿Conoces la empresa Toujo? — preguntó Kanan.

— Quien no conoce la empresa Toujo en este lugar— sonrió —. Me llamo Chika Takami, un gusto.

— Nozomi Toujo— estrechó la mano de la pequeña.

— Kanan Toujo— imitó la acción de su hermana.

— Bueno chicas, es posible que más tarde puedan salir a comer para conocerse más zura— dijo el señor Kunikida —. Pero ahora, hay que ponernos a trabajar.

— ¡Sí! — dijeron al unísono las Toujo y la pequeña Takami.

— Y tú— el castaño se dirigió a su hija —, puedes volver con tu padre si eso quieres, no planeo obligarte… Sólo pensé que sería interesante zura.

— M-Me quedaré zura— contestó Hanamaru en voz baja.

— ¡¿En serio?! — los ojos ambarinos del señor Kunikida brillaron — ¡Vayamos a trabajar zura, que hoy mi hija me acompaña!

— Realmente le anima mucho que Hanamaru quiera saber del negocio— dijo Kanan por lo bajo, mientras se ponía el traje de fundidora.

— Bueno, quizá a Maru no le interesa tanto saber del negocio, sino de la aprendiz que va por ahí.

— Es posible— sonrió —. Vamos a ver si ya llegaron Tsubasa y Honoka.

— Te agrada mucho Tsubasa, pequeña hermana.

— Pues… sí…

— Recuerda que ella ya ha marcado a Honoka— entrecerró los ojos, divertida de ver cómo el sonrojo subía por la cara de la pequeña.

— ¡Y-Ya lo sé! ¿Qué insinúas?

— Nada, nada— comenzó a correr mientras escuchaba detrás las quejas de Kanan.


— ¡Mari! — la voz de fräulein Emma se escuchó por todo el salón.

— Eh… Diga— la rubia se congeló justo antes de salir.

— ¿Ya ha terminado sus lecciones?

Yes.

— ¿Piano?

— Por supuesto.

— ¿Violín?

— Hai.

— ¿Administración?

Da.

— ¿Histo…?

— Sí, historia también, igual matemáticas, pintura y danza, ¿ya puedo salir a la ciudad?

— Debe ir acompañada.

— ¿De quién? Todos los empleados están ocupados con los preparativos de la bienvenida, incluyéndola— dijo en un falso tono de respeto.

— No puede ir así porque sí.

— Me llevaré a uno de los robots asistentes.

— La última vez lo hackeó para que se quedara parado en un callejón, no confiaré en eso de ninguna manera.

— Yo la acompañaré— otra joven de cabello rubio y ojos azules hizo acto de presencia.

— ¡Eli! — Mari corrió hacia su prima con súplica dramática.

— Las dos no pueden ir solas, menos así— insistió fräulein Emma.

— Estaremos bien, llevaremos nuestro brazalete de comunicación si le preocupa— la joven rusa-japonesa miró a la institutriz.

— Ese no es el punto.

— Todos los deberes están hechos its okay.

— … Pero— las primas sabían que Emma estaba a punto de ceder, así que sólo esperaron a que les dijera que sí —… Está bien, vayan, pero quiero que me respondan o no vuelven a salir solas.

— Seguro— Elichika asintió, solemne, y esperó a que fräulein Emma se fuera para soltar el aire que había estado reteniendo —. Oye, ¡vayamos a las herrerías!

— ¿Eh? You are so bold! Si te conocieran de verdad a mí sería a quien encargarían.

— Soy la mayor, Mari, debo ser responsable.

— Tienes todo menos lo responsable.

— Muy lista.

— Entonces, ¿a qué quieres ir ahí?

— Quiero laminillas de metal para terminar mi escultura.

— Deberías venderlas, son hermosas.

— Papá me dijo que posiblemente las manden a unas galerías de arte en París.

Awesome! Serán muy populares.

— Espero que sí— la mayor sonrió.

Mari acompañó a su prima a cambiarse en su habitación, ya que aún tenía el atuendo que usaba para hacer ejercicio.

Elichika Ayase era la hija de uno de los mayores ingenieros de máquinas de vapor y nuevas tecnologías de Neo Europa. Él era un omega de personalidad tranquila y serena, aunque podía ser implacable cuando quería. Su esposa y mano derecha era una alfa muy exigente, lo que hacía que a menudo ambos terminaran peleando por ciertas cosas, en el caso del señor Ayase, las discusiones comenzaban cuando él insistía en apoyar el talento artístico de su hija, mientras que su madre, insistía en que debía enfocarse en máquinas reales y no "adornos" hechos de cualquier cosa. Exigentes, orgullosos y diferentes, pero realmente amorosos y buenos la mayoría de las veces.

Por otro lado, Mari Ohara era la hija de una gran arquitecta, la cual había ayudado en la planeación de ciudades enteras, grandes hoteles, canales de riego y estudio de nuevas estructuras para soportar grandes desastres naturales como lo eran huracanes, sismos y tsunamis. Su otra madre, se desempeñaba en las tareas administrativas de la pequeña pero creciente empresa de su alfa, así que estaba ocupada casi todo el tiempo, sin embargo, eso no evitaba que le hiciera siempre un hueco los fines de semana a su esposa y a ella misma para pasar tiempo con su "Little shiny".

— Es una ciudad realmente bonita— dijo Eli, mientras admiraba las grandes construcciones, los puentes, aquellas grandes máquinas de vapor, los submarinos que arribaban al puerto, los deslizadores estacionados, los grandes dirigibles que anunciaban uno que otro producto que no conocía.

Awesome! No puedo esperar a recorrerla toda.

— No creo que un día sea suficiente, tenemos que tener cuidado.

— Tranquila— Mari hizo un gesto gatuno —. Si un alfa intenta pasarse de listo contigo, aquí estoy yo, tu alfa shiny.

— Me siento más segura— sonrió mientras enarcaba una ceja.

Era cierto que Mari era una alfa realmente fuerte, pero no sabían qué tan bien estarían las regulaciones de alfas, omegas y betas en Yaora, así que no estaba de más ser precavidas.

— Disculpe— preguntaron a un chico de cabello castaño —, ¿cuál es la mejor herrería de aquí?

— ¿Herrería? Podría ser la de los Kunikida, ¿qué necesitan?

— Sólo algunas laminillas de metal.

— Sí, con los Kunikida, sin duda.

— Bien, ¿nos podría decir en qué dirección?

— Las acompaño señoritas— ofreció el alfa —, yo también me dirijo hacia ahí.

Lucky!

El hombre, quien se presentó como Masaoka, las guio a través de las calles, dándoles puntos de referencia de donde apoyarse en caso de que no recordaran por dónde regresar, así como algunos consejos para rematar en el mercado de pulgas que solía ponerse en esa calle los viernes, ellas no usarían jamás esos consejos, pero lo escucharon, atentas.

— Y hemos llegado señoritas, esta es la herrería Kunikida.

— Muchas gracias— Eli y Mari hicieron una pequeña reverencia, en señal de agradecimiento.

— No fue nada, por ahí pueden hacer el encargo, si tienen alguna duda, el chico del mostrador las ayudará.

— Sí, muchas gracias, de nuevo.

— Hasta luego— se despidió, perdiéndose entre la gente que trabajaba en el lugar y los clientes.

Llegaron al mostrador y Eli pidió los informes y material correspondiente, el chico del mostrador no pudo evitar asombrarse de la dirección a la cuál serían entregados.

— ¿R-Residencia Ayase-Ohara?

— Sí, por favor.

— Está bien… Perdone, no pensé que allá necesitaran este tipo de material, firme aquí, por favor.

— Seguro.

Mientras su prima hacía el trámite, Mari decidió dar una vuelta por la herrería, había muchas personas moviéndose de un lado a otro, tuvo que buscar una pared para recargarse y no estorbar, solo que no se había dado cuenta de que no era una pared, era una puerta giratoria, la cual la hizo caer dentro del taller.

— Y esto es pa…— un señor de cabello castaño la miró con una ceja alzada, un alfa, sin duda. Un par de cachorros estaban a su lado.

— Eh… Hello— canturreó.

Hi— el hombre le respondió de la misma forma — Are you okay zura?

— Oh, sí, sí, claro.

— Ah, hablas el idioma, ¿qué haces aquí pequeña alfa? — le ofreció su mano para ayudarla a levantar, haciendo que su aura disminuyera un poco, para darle confianza.

— Gracias— aceptó el gesto, sintiendo su amabilidad —. Well… Literalmente caí aquí.

— ¿Viniste con alguien zura?

— Sí, mi prima.

— Entiendo, bueno, no quisiera ser grosero, pero es peligroso que este aquí, Takami, acompáñala a buscar a su prima y después regresas zura.

— Claro, v… ¿Maru?

Sin darse cuenta, la pequeña de cabello castaño había agarrado el brazo del cachorro, bajando la cabeza al suelo. Cuando se dio cuenta de sus acciones, soltó a la pelimandarina, quien la miraba con una sonrisa.

— L-Lo siento zura.

— Vamos juntas— le ofreció su mano, y Hanamaru miró a su padre, preguntándole con la mirada.

— Ve, las espero.

Las tres chicas salieron del lugar. Mari miraba con ternura a los cachorros, eran tan inocentes, sin preocupaciones… Sin duda la semilla de un amor futuro comenzaba a crecer entre ellas dos, aunque sería una pena si llegado su calor, ambas eran del mismo tipo. Esperaba que no fuera así.

— ¿Cómo es su prima, señorita? — preguntó la pelimandarina.

— Es rubia, se parece a mí, pero menos fabulosa— le guiñó el ojo a la pequeña Takami, quien, sin saber cómo responder, simplemente se sonrojó y buscó con la mirada a alguien de las mismas características. Notó la molestia en la mirada ámbar del pequeño cachorro castaño, rio.

— Chika…— Hanamaru jaló la manga de la playera de su amiga.

— ¿Qué ocurre Maru?

— Creo que es ella zura— miró a un lado para que Chika hiciera lo mismo, y la pequeña Takami vio a una chica de cabello rubio, ojos azules y expresión angustiada, mirar de un lugar a otro.

— Tienes razón. Señorita— picó el hombro de la alfa —, ¿ella es su prima?

— ¡Ah! Lo es, ¡Eli! — comenzaron a caminar hasta la omega, quien, al verlos, respiró aliviada. Tenía miedo de que su prima la hubiera dejado ahí.

— ¡A un lado! — escucharon un grito, pero apenas pudieron voltear, cuando se escuchó un quejido ante el impacto y el sonido de algo cayendo al suelo.

Nozomi había hecho una pequeña araña con alambres, y al intentar que Kanan la tocara, esta salió corriendo. Y la peliazulada sabía que su hermana iría tras ella.

Se levantó, había quedado encima de alguien.

Oh my…

— L-Lo siento— miró a la persona a quien había usado como colchón humano. Esos felinos ojos zircón la miraron con sorpresa, pero también con una pizca de intriga, había algo extraño. Se levantaron lentamente, sin apartar la mirada la una de la otra; era como si el mundo ahora fuera borroso y sólo pudieran ver esos brillantes orbes amarillos y violetas. El aroma de la omega frente a ella era embriagador, sus sentidos se agudizaron, grabando cada parte del rostro y cuerpo de la peliazulada en su mente.

Era hermosa.

— ¡Kanan! — la voz de Nozomi rompió el momento, la omega soltó la mano de Mari y siguió corriendo, mientras gritaba que lo sentía. A continuación, una chica de cabello morado pasó por su lado, parecía llevar… ¿una araña en la mano?

Mari se estremeció, si Eli la hubiera visto, seguro habría gritado.

— ¿Qué fue eso? — le preguntó su prima.

— Creo que estaban molestando a esa chica.

— No, me refiero a ese juego de miradas de ambas, ¿la conoces?

— No, realmente no.

— Em, disculpe, Kanan suele ser un poco descuidada zura— dijo Maru, mientras hacia una reverencia. No quería que se llevaran una mala impresión del negocio de su padre, aunque tampoco era que quisiera admitir que le importaba.

— No, no hay problema…— "Así que Kanan eh…" pensó.

— Bueno, gracias por traer a mi prima, lamento si causó problemas— Eli tomó la palabra.

— No, no, todo bien— Chika sonrió —. Muchas gracias por venir.

— Bueno, hasta luego— se despidió la omega, mientras arrastraba a su prima, quien seguía con la mirada perdida en algún punto de la herrería.

— Regresen pronto zura— eso lo había dicho más por compromiso que porque de verdad quisiera que Mari se volviera a encontrar con Chika si iba de nuevo.

— Seguro, shiny!— Mari siguió a su prima mientras pensaba en cómo volver a ver a esa misteriosa chica. Ah, claro. Regresó corriendo a alcanzar a la castaña — ¡Maru!

— ¿Zura?

— Disculpa um… ¿Quién es…?

Hanamaru, previendo el interés de la alfa por la menor de las Toujo, tomó la libreta que llevaba en uno de sus bolsos del pantalón, tomó la pluma que Chika portaba en la oreja y anotó un número, todo mientras Mari formulaba su pregunta.

— Éste es su celular, podrás comunicarte con ella zura— interrumpió, era mejor que esa rubia tuviera a alguien a que siguiera seduciendo a su amiga.

— ¿Así de repente? Es malo darle los datos personales de otra persona a un desconocido little girl— además, ¿qué le iba decir si le respondía? Era demasiado creepy.

— Tienes razón zura— guardó el papel en su bolsillo —, ¿entonces?

— Sólo quiero saber su nombre completo.

— Kanan Toujo.

— ¿Toujo? ¿Cómo Kaede Toujo? — preguntó.

— Exactamente zura.

— Ya veo, muchas gracias.

— No es nada zura, hasta luego— Maru tomó de la muñeca a Chika y comenzó a caminar en dirección al taller donde estaba su padre.

— Parece que alguien estaba un poco celosa "zura" — imitó con una sonrisa. Volvió con su prima, quien ya la esperaba con impaciencia.


— ¡No te atrevas a acercarte a tres metros siquiera! — gritó la peliazulada, el trabajo había terminado y se preparaban para ir a casa.

— Era una broma Kanan— dijo Nozomi mientras la abrazaba —. Te dije que no era real.

— ¡Casi me matas del susto!

— Ve el lado bueno, si no te hubiera perseguido con ella, no te habrías topado con esa chica.

— ¿Cuál chica?

— Ojos amarillos, cabello rubio, te miraba como si quisiera lanzarse sobre ti.

— Ah… Ella— Kanan le dio la espalda a su hermana para ocultar su pena. La menor no se lo explicaba, apenas habían sido unos segundos, pero cuando sus ojos habían conectado y el aura de aquella alfa la había envuelto, sintió la necesidad de abrazarla, ser cercana de alguna forma, quizá hablar e ignorar que su hermana venía con algo desagradable en la mano. Pensó que sería como uno de esos encuentros de una sola vez de los que tanto leía; donde te enamorabas de una persona que quizá no volverás a ver en tu vida. Se lamentó, le habría gustado saber su nombre al menos… ¡Ah! —. Hanamaru y Chika— ellas estaban con la alfa, era posible que supieran su nombre e incluso, que la conocieran. Les preguntaría si podía zafarse de Nozomi.

— ¿Maru y Chika?

— ¡Ah! ¡Nada!

— ¿Planeas preguntarles por ella?

— N-No…

— Eres demasiado transparente hermana— pasó uno de sus brazos alrededor del cuello de Kanan —. ¿Vamos a preguntarles?

— Eh…

— Vamos— tomó su mano y comenzó a caminar al taller del señor Kunikida, seguro estarían ahí.

Entraron en el lugar, como era de esperar, los cachorros estaban jugando algún invento que se les hubiera ocurrido con algunas herramientas, pero en cuanto las vieron entrar, se pusieron frente al desorden. Muy tarde e inútil, ya que su estatura no alcanzaba a tapar nada.

— ¿Qué pasa zura?

— Su padre nos mandó a ver qué hacían, creo que tendremos que decirle que estaban jugando— dijo Nozomi con un aire de seriedad, pero sus ojos esmeralda la delataban.

— ¡N-No! Yo fui la que le ofreció a Hanamaru hacer otra cosa, ya habíamos terminado de ver las herramientas y…

— Está bromeando Chika— Maru tomó su mano con una sonrisa—. Así es ella zura.

— Créele— apoyó Kanan mientras se cruzaba de brazos.

— B-Bien…— el rostro de Chika se relajó.

— Bueno, a lo que venimos— Nozomi dirigió su vista a la pequeña Kunikida —. ¿Conocen a la chica con la que chocó Kanan?

— ¿La rubia?

— Oye hermana— la ojivioleta la miró con una ceja enarcada—, ¿cómo sabes que choqué si te había adelantado? ¿Estabas mirando?

— ¿La conocen? — insistió la pelimorada.

— ¡Nozomi!

— Realmente no zura, pero si quieren saber quién es, se llama Mari.

— Mari— su nombre salió como un susurro de los labios de Kanan —… ¿No conocen su nombre completo?

— No, pero dijo que su prima había pedido algo, ¿cómo se llamaba zura?

— Eli— Chika alzó la mirada—, al menos así lo recuerdo.

— Con eso no tenemos mucho— Nozomi suspiró.

— Es posible que venga a buscarte— esas palabras hicieron que el corazón de Kanan saltara con una alegría desconocida.

— ¿A-Ah, sí?

— Me preguntó tu nombre completo, intenté darle tu número de celular, pero me dijo que no debía darle datos ajenos a extraños zura.

— Entiendo…

¿La iría a ver? Ahora su estómago se encogía ante la expectativa. ¿Ella había sentido la misma conexión?

Nozomi miró a su hermana menor, no pudo evitar sentir un poco de celos por el creciente interés de Kanan en la desconocida, después de todo, no quería que su hermana terminara con una mala alfa, y aunque la rubia parecía no serlo, no podía bajar la guardia.

Dejando eso de lado, se alegraba de que hubiera alguien que le interesara a Kanan; su hermana estaba creciendo, recién el año pasado había tenido su primer calor, así que era obvio que algo así iba a pasar tarde o temprano.

— Entonces no queda más que hacer— la pelimorada sonrió —, esperemos a que te venga a buscar.

— Bien…

— ¡Ah! Siguen aquí, ¿están ocupadas zura? — el señor Kunikida entró en la oficina.

— Estábamos por irnos.

— Ah, bueno, es que tenemos muchas entregas hoy, la mayoría de los chicos que me ayudan con las citas se están haciendo cargo de pedidos más grandes, ¿podrían llevar una orden de laminillas de acero inoxidable a la residencia Ayase-Ohara?

— ¿Ayase-Ohara? — Kanan levantó una de sus cejas. ¿Tan pronto iban a comenzar a trabajar? Para empezar, ¿por qué sólo habían pedido laminillas?

Su madre les había platicado que una gran arquitecta y un ingeniero de renombre, Ohara y Ayase, respectivamente, irían a vivir en una gran casa que se mandó a hacer por la misma señora Ohara. Llegarían a trabajar en nuevos proyectos, probablemente colaborarían e incluso tenían una fiesta de bienvenida al día siguiente. Con todo eso en puerta, no pensó que se pondrían a trabajar de inmediato, pero, de nuevo, ¿por qué en su casa? ¿Su madre no les había dado ya un lugar en la empresa? Los rusos debían ser raros.

— ¿Lo hacemos? — preguntó Nozomi.

— Eh… Claro, ya le llamo a mamá Mei para avisarle que tardaremos un poco todavía.

— Iremos— afirmó la mayor.