Naruto no me pertenece, es propiedad de Masashi Kishimoto, lo único mío es la historia.

Notas al final.


Si el amor es rosa, el deseo es azul

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Capítulo 4: La remitente y el cartero


Hay decisiones muy difíciles en la vida y Sakura sabe mucho sobre eso.

Como ahora, que está tomando las decisiones más difíciles de todos los tiempos, decisiones que le comen la cabeza y la ponen de los nervios. ¡Decisiones que podrían arruinarle la vida si las toma mal! Es una tarea difícil que ha pospuesto hasta hoy y que tiene que elegir ya. Es una payasa y lo sabe. Hace circos por nada, pero así es como disfruta su paranoica vida. Entonces las decisiones están enfrente de ella y lo tiene que hacer ya.

No sabe si poner las lilas o los narcisos en la ventana; no sabe si combina mejor la alfombra naranja o la verde en la sala; y no sabe si debería ponerse su blusa de tirantes porque hace calor, o su blusa de bienvenida la primavera, porque ya es primavera.

Se regaña así misma, es una payasa en todas sus jugosas letras. Sabe que es una ridiculez, pero se siente hiperactiva. Es un obsesa del orden y de tener todo bien limpio. La simetría y la combinación son sus mejores amigas. La agenda, su musa. Así pues, el primer día de primavera ella ya guardó todos los accesorios invernales en su closet especial, y ha sacado los primaverales para llenar su casa de color.

Sakura se llama, Haruno es su apellido. Una chica que nació en, por y para la primavera. Es su estación y su momento, cuando se siente tan fresca, jovial y amorosa, cuando se siente más viva que nunca. Hoy que es viernes y que le han dado el día libre, en muestra de que los planetas están alineándose para que ella pudiera prepararse temprano a la llegada de la primavera, se siente fresca como una flor y ardiente como el mismísimo sol.

Saca su teléfono y lo conecta a sus bocinas, eso sólo significa que ya se va a poner a limpiar. Pone Another one bites the dust de Queen mientras derrota a toda la suciedad y baila. La escoba es su largo micrófono y mueve su otra mano señalando a su imaginario público. Da vueltas y desliza sus pies, su cabello está suelto, corto y esponjado, lo agita porque se deja llevar otra vez y salta cuando la canción acaba. Sigue Back to Black y la sufre con ella. No le gusta Amy Winehouse, pero tiene sus momentos en los que su música le viene bien.

No escucha que tocan el timbre hasta que los golpes en la puerta son más fuertes. Le baja rápidamente a la música, pero al final decide que es mejor quitarla. Se acomoda su alborotado cabello y se acerca para abrir. No espera a nadie, así que debe ser Naruto el cartero entregando su correo.

—¿Sakura Haruno?

Sin embargo, no es Naruto. Otro hombre ha aparecido con el mismo uniforme que él y lleva en sus manos su correo. Lo mira sin indiscreción cuando él parece quedarse estático y la duda le puede más.

—Soy yo, ehm, ¿y Naruto? No me diga que ya no trabaja aquí —pregunta, señalando sus cartas.

El cartero la observa como si esperara otra clase de pregunta. Tal vez poco acostumbrado a la confianza que podría tener un destinatario con su cartero, pero se recupera porque quizá ahora piensa que debería ser normal tratándose de Naruto, un chico muy carismático y que se gana a la gente muy rápido.

—Sí, pero hemos cambiado de ruta.

Sakura, quien nunca ha sido una persona disimulada, sigue observándolo para sacar sus conclusiones del nuevo cartero. No sabe si eso lo va a molestar, pero como ella es la cliente se permite tomarse tantos atrevimientos. Es guapo, pero no es lo que más le llama la atención, sino que siente que ya lo conoce de alguna parte, y empujada por ese sentimiento de familiaridad no tarda en preguntar.

—¿Entonces tú serás el nuevo cartero de esta zona? ¿Por qué cambiaron? ¿Cómo te llamas? —pregunta sin pausas, sólo para empezar.

El cartero se pone incómodo y no lo oculta porque frunce las cejas y desvía los ojos hacia el techo y luego al piso, como si estuviera hastiado. Sakura inmediatamente se pone de mal humor, porque detesta a los trabajadores amargados.

—Bueno no tienes que decírmelo claro. Gracias —dijo seca, a punto de cerrar la puerta.

Piensa que el cartero en seguida se arrepiente de su grosería porque le dice que se llama Sa… y ya no lo escucha, porque cerró la puerta en su nariz y el ruido fue más fuerte que su voz. Pasa un tiempo antes de que escuche a Sa-lo que sea moverse y bajar las escaleras de su pórtico.

La curiosidad, una vez más, le gana y la obliga a ir a la ventana. Está espiándolo antes de que se vaya, esperando que mejore su actitud. Sin embargo, antes de retirarse por fin de su jardín, él regresa su mirada y la atrapa. Se avergüenza un poco y baja su cortina.

Toma la escoba y regresa al centro de su casa, rápidamente se le olvida lo que ha pasado y le da play a su teléfono. Ahora suena Don't stop till you get enough de Michael Jackson y ella vuelve a cantar enamorada de la primavera. La cara de ese amargado viene a su mente y se detiene, en serio que se le hace muy conocido.

Antes de abrir la puerta, se asoma por la ventana sólo para asegurarse si es el mismo nuevo cartero, o si Naruto ya había regresado. Aprieta los labios cuando ve que es el de cabello negro otra vez, el Sa-como se llame, perturbando su paz. Piensa que no debe de abrir la puerta y dejar que él ponga su correo en la entrada como lo hacía Naruto cuando la agarraba trabajando, pero es obvio que está en casa porque su auto está ahí, entonces formula que quizá la vez pasada él tenía un mal día y fue injusta al juzgarlo tan rápido, así que debería darle otra oportunidad.

Abre y le da los buenos días.

—Buenos días —dice él, mejor que antes.

Así que Sakura sonríe ampliamente, porque así es ella, da segundas oportunidades muy fácilmente. No obstante, decide ser prudente esta vez y no lo hostiga con preguntas, sólo lo mira cortésmente hasta que él le extiende su correo con precaución, como si temiera que ella se le echara en cualquier momento encima. Se ríe porque tal vez si se ve muy ansiosa y él no hace nada más que relajarse.

—Perdone lo del otro día —empieza el cartero. —Yo no sé…

—Descuide, fue mi culpa, a veces no mido mi lengua, soy muy preguntona.

Sakura da la vuelta para acomodar su paquete en la mesa y el cartero aprovecha ese descuido para escapar después de soltar un que tenga un buen día. Pero antes de que dé un paso más, Sakura vuelve a llamarlo.

—No me ha dicho su nombre.

Hay algo que la tiene inquieta, es como si no fuera la primera vez que veía a ese hombre. Lo sintió desde que se presentó a su casa en el inicio de la primavera, pero su molestia le había hecho olvidarlo. Se fija en su espalda, se ve mayor pero no tanto, como de cuarenta años. Ella no tendría por qué conocer a un hombre de esa edad, a menos que trabajara en la misma oficina que ella, lo cual, obviamente, era imposible.

Pero siente que lo recuerda, en su subconsciente está su rostro y su voz. Lo ha visto antes.

—¿De casualidad nos conocemos en alguna otra parte?

El cartero voltea como si lo supiera, ella piensa que va a decirle, pero no lo hace.

—No lo creo —carraspea. —Me llamo Sasuke.

Y se vuelve a dar la vuelta para seguir con su trabajo y lo deja ir sin preguntarle nada más. Busca entre sus recuerdos a un tal Sasuke, tal vez amigo de mamá, o un Sasuke el profesor, o un Sasuke el vecino de la casa de su infancia, y nada viene a su mente. Quizá son ideas suyas nada más.

Estira su mano hasta su espalda, donde tiene la cicatriz de una enorme quemadura que ya no arde, pero a veces pica. Se rasca con sus afiladas uñas, aunque sólo provocará que la picazón aumente. Sasuke, Sasuke. ¿Quién será?

La necesidad inquietante de su subconsciente la distrae, lo tiene en la punta de la lengua, pero no logra ubicarlo y su manía de tener todo en orden y bajo control la obliga a querer desvelar ese misterio. Se concentra más y más, navegando en lo más profundo de sus recuerdos y siente que está cerca.

Siente el calor en su piel, siente el cabello revolviéndose y el sudor. Recuerda como su carne ardía, como todo a su alrededor se desvanecía. Recuerda que se quedó sin respiración y que gritó como una loca, que gimió y que lloró a un lado de su desmayada madre. Entonces alguien la levantó y la alejó de ella y de su casa en llamas, la cobijó en una esquina mientras los demás intentaban hacer algo por su mamá, cuando ya era tarde. Recuerda el abrazo de un hombre y cómo le decía al oído que todo estaba bien, que no se preocupara, que mami estaba en un lugar mejor pero que ella todavía tenía que quedarse a luchar y vivir.

Recuerda que sus ojos eran negros como su cabello, con picos que parecían púas, y su piel estaba sucia y sudada. Recuerda que era un hombre grande y fuerte, y aunque le dolía haber perdido a su madre, se sintió protegida en brazos de ese señor. Su mami le había dicho más de mil veces que no confiara en extraños, pero confió en él desde un principio y no se quiso separar. Lo conoció todo el tiempo como el señor bombero, pero a lo lejos, escuchó que alguien lo llamaba por su nombre…

—¡Sasuke!

Corre a la puerta, pero es demasiado tarde, ha pasado ya mucho tiempo y se ha ido. Tiembla incrédula, se ríe como si fuera una magnífica coincidencia y luego se aterra, porque no tiene sentido que el bombero y el cartero sean la misma persona. ¿Cómo un héroe terminó repartiendo el correo? No lo hubieran dejado, al menos ella no, ese hombre debía retirarse de la estación con mil méritos y un récord o algo así antes de ser jefe o encargado de alguna guardia, o lo que sea. El hombre que le había salvado la vida, no podía ser sólo un cartero.

Hoy no fue a trabajar sólo para encontrárselo. Se maquilló y se puso un vestido floreado, de repente, quería verse bonita como si fuera a gritar; «¡Ey! valió la pena salvarme, mira cómo me puse» También horneó unas magdalenas y preparó algo de té, porque a pesar de ser la segunda semana de primavera, hacia bastante frio.

Sabe que vendrá hoy porque compró algo por internet sólo para este encuentro, un regalo con el que llegaría él mismo y terminaría llevándose por haberla salvado. ¿Qué se le da a la persona que te salvó la vida una vez? No lo sabe, no hay pago suficiente para compensar algo como eso, pero espera que le agrade lo poco que le puede dar.

Tocan la puerta y sabe que es él, así que se perfuma y va a abrirle. Ahora lo ve de manera diferente, casi sin poder aguantar las ganas de abrazarlo y de recordarle quien era ella. De nuevo lo mira sin indiscreción de arriba abajo, es tan varonil, guapo y se para como lo haría Batman. En su cara había unas pocas arrugas, sus ojos se veían más profundos, su cabello era más largo y ya no se paraba puntiagudo, sus ojos eran más afilados y todo en él lucía… demacrado.

Se convence de que es normal, porque hace años que no lo veía y su percepción es muy diferente a cuando era una niña. Era un hombre que había vivido tantas experiencias de vida y muerte que se reflejaban en su mirada y tal vez por eso, imaginaba, había terminado en algo que le brindara más tranquilidad.

Vive de nuevo una película frente a él, donde la abrazaba con su traje de bombero mientras el infierno se quedaba detrás de su ancha espalda. Se presenta aquel recuerdo donde era cargada por él y sus ojos habían quedado debajo de su barbilla.

Piensa entonces que él ya se había dado cuenta que ella lo reconocía, porque lo miraba con una emoción tan obviamente incontenible tan atosigante. Se pregunta si él la recordaría también, seguramente no, porque quizá había salvado tantas vidas que su cabeza no podía recordarlas a todas.

Así que antes de que pensara que era una rarita, decide presentarse.

—Soy Sakura Haruno —dice, extendiendo su mano.

Él abre la boca apenas, extrañado.

—Yo… lo sé.

—¡Oh claro! —exclama apenada, sin saber cómo soltar la bomba. —Ya nos habíamos presentado antes, ¿verdad? ¡Que tonta!

Ríe nerviosa y se truena los dedos. Se hace a un lado para que él pase a la casa y lo invita ante su incredulidad. Nadie nunca deja que los carteros pasen a casa, ¿para qué? Si su trabajo lo hacen desde fuera, así que él se toma su momento antes de decidirse pasar.

Sube los últimos escalones de su pórtico y su altura es más abrumadora. Se siente nerviosa, pero ese nerviosismo la ataca por un ángulo diferente y cuando se da cuenta se sonroja. No lo invitó con esa intención, se recuerda, pero no puede evitarlo porque ya no es una niña, es una mujer, y ese hecho le hace pensar en cosas diferentes.

—¿Quiere té o café?

Seguramente él no se entera de nada, así que tampoco sabe qué contestar.

—Bueno, un té está bien.

Lo sirve como un rayo, ya lo tenía preparado de cualquier forma. En su espalda siente los escalofríos de estar siendo observada y se golpea las mejillas. Tiene que soltarlo ya, antes de que todo se vuelva más incómodo, pero le cuesta pensar en el cómo.

Cuando se da la vuelta con una bandeja, él está de pie detrás de ella. Sus manos tiemblan ente el pedazo de hombresote y la jarra caliente de agua está a punto de caérsele. Sasuke la sostiene antes de que eso pase y la alza haciendo la bandeja más ligera. La mira inexpresivo y cuando está a nada de preguntarle cualquier cosa, ella interrumpe.

—Muchas gracias, me salvaste otra vez.

Y ese fue el punto definitivo que le hizo comprender, porque inmediatamente sonríe. Él suelta un suspiro y una risa tranquila mostrándole apenas los dientes. Sakura se emociona porque confirma que la recuerda, que tal vez se lo estaba planteando, pero no estaba seguro, sin embargo, el que ella lo recuerde hace que al mismo tiempo Sasuke la recuerde a ella.

—Has crecido bastante.

Su voz, que desde un principio fue ronca, se le antoja más atractiva. Aprieta las piernas y se recuerda que no debe de fantasear ante un asunto tan delicado, pero no lo puede evitar, porque su piel se eriza cuando lo ve darse la vuelta y desfilar en su propia casa. Es mucho mayor que ella, está claro, un señor ante una muchacha.

Se fastidia de sí misma, la soltería le afecta.

—¿Cómo has estado?

Hace la pregunta del protocolo, la que tiene obvia respuesta pero que se hace de todas formas.

—Bien gracias, ¿y usted?

—Bien. Y puedes hablarme de tú, ya eres un adulto también.

Sakura asiente, revolviendo el azúcar. No sabe qué decir a continuación y él tampoco, teme que se vuelva incómodo.

—Así que, ya no trabajas en la estación.

Sasuke tintinea su cuchara con la taza.

—No ya no. Me retiré hace unos siete años.

Sakura recuerda que han pasado quince desde la última vez que lo vio. En ese entonces tenía apenas diez, cuando se había quedado sin su madre.

—Vaya, después de todo ser bombero no es nada fácil.

Dice, sin saber qué más agregar y nota que se remueve, como si estuviera incómodo. Espera a que él tome la palabra y lo hace.

—¿A qué te dedicas? —pregunta, después de un tiempo.

—Soy secretaria de una notaría.

—Recuerdo que querías ser doctora.

En aquellos años cuando quería ser lo mismo que su madre, pero la orfandad a temprana edad le hizo tener que limitarse. Pudo sacar una carrera en administración de empresas con horario sabático y eso fue lo más lejos que pudo llegar.

—No se pudo —suelta y ríe.

Le pregunta entonces si siempre quiso ser bombero o cartero y él responde que no, que ni si quiera se le había pasado por la cabeza, pero que simplemente había sucedido. Le pide que le explique cómo llegó a esa decisión y que le diga cómo se sentían esos días de deber. Y él, aunque al principio parecía que no quería tocar ese asunto, comienza a hablar como si estuviera en una conferencia, y ambos se aferran a ese tema de conversación que esfuma los silencios incómodos y las preguntas sin sentido.

Sakura se permite admirarse y emocionarse cuando él le cuenta su más grande hazaña, una que lo tiene muy orgulloso y que pocas veces había tenido el placer de rememorar, desde hace once años que habían pasado de eso. Su trabajo en la notaría no tiene nada de emocionante, pero de cualquier manera le cuenta cuando tiene que enfrentarse a clientes insufribles y cuando su jefe, que se cree la diva con los tacones más altos de la pasarela, le hace la vida de cuadritos.

Ella tiene más anécdotas cómicas que heroicas y lo hace reír. Además, tiene una manera peculiar de contar las cosas y pone ejemplos absurdos.

—…Entonces la rubia me grita: «¡No sabes quién es mi marido!» y se va dando taconazos sin recordar que la puerta se abre hacia adentro y choca, hasta sus pelos se le despeinaron —exclama emocionada, con la risa en la garganta. —No pude reírme porque si no me despedían, pero fue lo más hermoso de mi semana.

Sasuke ríe más bajo que ella y recuerda que debe mirar su reloj. Su risa se apaga en segundos y se levanta. Cada vez que Sakura ve su humanidad en todo su esplendor siente que se quiere desmayar.

—Es tarde, tengo que terminar de repartir.

Sakura revisa su propio reloj de pulsera. Lo distrajo por poco más de hora y media.

—Oh, lo siento mucho. Es verdad que sigues trabajando, que inconsciente soy.

—Descuida.

Se dirige a la puerta y ella lo acompaña. Cuando baja algunos escalones, la voltea a ver.

—Gracias por el té, Sakura. Fue agradable conversar contigo.

Ella sonríe con los labios apretados, de manera que sus cachetes se ven más inflados.

—De nada, puedes hablarme y venir cuando quieras.

Gira su cuerpo sin separar los pies, como una niña que va a pedir dulces. Ambos saben que se volverán a ver, porque ella sigue siendo una remitente y él sigue siendo su cartero, pero también ella es una mujer que da una abertura, y él es un hombre que decide entrar.

—Entonces dame tu número.

Saca su celular y Sakura le dicta su teléfono. No puede dejar de sonreír y se siente colorada cuando le dice que está listo y le dedica otra sonrisa que hace que se le marquen unas arrugas en las esquinas de los ojos. Eso le hace recordar su edad, que debe estar sobre los cuarenta, pero lejos de intimidarla, la emociona más.

¿A quién no le gustaría enredarse con su héroe?

Aunque es raro porque también es su cartero. Cartero a quien, por cierto, olvidó darle su regalo.

La llama cuando está trabajando y le pregunta si estará libre el sábado. Le dice que sí sin tan siquiera checar su agenda y queda la cita puesta, se despiden con un hasta pronto.

Mira su reflejo en el espejo del baño y se analiza toda, desde su cabello rosa y corto, perfectamente recto y liso. Hasta sus ojos grandes y verdes, su nariz pequeña, su piel blanca y la quemadura que puede asomarse sobre su hombro y que recorre su espalda. Demasiado joven y demasiado inexperta, no quiere interesarse en su cartero, pero de cualquier manera se pregunta si tendría oportunidad de gustarle a un cuarentón como Sasuke. Supone que sí, porque a esa edad muchos hombres sienten la necesidad de salir con carne fresca, pero no sabe si él es así.

Las vueltas de la vida, piensa al salir. No es algo repentino. Sasuke el bombero le había gustado desde que lo conoció, ¿y cómo no? Si era un salvador. Un hombre guapo, fuerte y heroico, un excelente partido de esos que salían en la televisión. Alguien con quien fantaseó casarse y hacer una boda en la estación, con un camión rojo llevándolos a su recinto de amor. Su primera ilusión. Y aunque nada más lo había visto esa noche del incendio, su recuerdo se le quedó en el corazón. No podía creer que este sábado buscaría su oportunidad. O no, no sabía qué pensar.

Se preguntaba, ¿por qué dejaría su vida como bombero?

La cena fue mejor de lo que imaginó, tanto que incluso terminó de convencerse que iría por ese hombre. Y supuso que él tenía en su mente algo parecido, cuando la llevó a su casa y escalones más debajo de su pórtico la sujetó por la cintura y le robó un beso.

Era un hombre que se arriesgaba hasta en esas cosas y sólo pudo encantarle más. Lo abrazó del cuello y le regresó el beso que le hizo vibrar el pecho y sacudir el cerebro. El beso de Sasuke fue un contacto de labios simple, pero el de Sakura devoraba sus labios y arrancaba el alma.

Sasuke, que ya es mayor, no se anda con juegos y la empuja para que se metan en la casa. Es claro y sabe lo que quiere, lo hace lento para que le dé tiempo de separarse y decirle que no puede, pero ella ni loca se detiene. Su piel arde como la primera vez que lo conoció, pero de una manera encantadoramente diferente.

Él cierra la puerta a la vez que se separa lo suficiente para contemplarla y le pide permiso de tocarla y hacerla sentir bien esta noche. No lo dice, pero basta una mirada que es el reflejo de sus intenciones para que ella se entere de lo que sucede.

Sakura, como respuesta, no hace más que separarse y bajarse el cierre de su vestido, que se desliza como un pétalo de rosa y la deja desprotegida a él. La besa por todos lados, por su cara, por sus pechos, por sus brazos y por su espalda, acariciando su quemadura.

La toca, la mueve; la acuesta sobre la alfombra naranja, que era más afelpada que la verde, y que sirve como su lecho. La voltea, la sacude, le aprieta los muslos, le acaricia las piernas, muerde con delicadeza sus senos y desliza sus manos entre sus piernas metiéndose hasta lo más profundo de su ser. Empuja varias veces, todas las que sean necesarias para verla disfrutar. Ella rasguña su espalda, tira se cabello, exclama su lujuria, se curva a su cuerpo y aprieta el trasero que se empuja salvajemente contra ella.

Los besos son tan apasionados que parece que también le hacen el amor. Se agitan, él gruñe, ella pide más. No se reconoce, pero lo disfruta, se siente morbosa especialmente hoy. Su héroe de la infancia, un señor de cuarenta años, en su casa y entre sus piernas. Lo piensa y el idilio aumenta. Él se sienta y se recarga en el sofá, la sienta sobre su erección de tal manera que su espalda pequeña toque su pecho y muerde su lóbulo. Con sus poderosas manos carga sus piernas y la eleva, entonces él desde abajo, la ataca repetidamente haciendo gala de su fuerza, golpeándola y arrastrándola a los límites de su conciencia.

Su culminación fue una revelación divina del cosmos como un big bang, y entre temblores dejó que la siguiera manipulando hasta recargarla contra el sillón, porque ella sola ya no podía sujetarse sola, para tomar su cadera y seguir dándole amor hasta que también terminó, derrumbándose sobre ella con jadeos y un espasmo encantador.

Con ese final tan incómodo, de cualquier manera, podría quedarse dormida ahí mismo. No obstante, sintió como Sasuke la cargaba y la apretaba a su pecho, mientras ella podía ver su barbilla. La llevó hasta su cama y le dio un beso en la frente. Pensó que se iría, sin embargo, él se acostó a su lado.

—Buenos días —saluda Sakura, cuando el bello durmiente decide aparecer por su cocina.

Se ha adelantado y ha hecho unos panqueques, unos huevos con tocino y jugo de naranja, como desayuno de televisión. Sasuke se estira, anda con el pecho desnudo, pero por lo menos se puso boxers. Sakura se apena, aunque ya no debería.

—Buenos días —dice, y le pregunta si puede prender la televisión.

Ella asiente y él cambia de canales hasta llegar a los resúmenes de partidos de futbol, mientras muerde una tostada del centro de la mesa. Se siente extraña esa situación, pero a la vez se siente genial. Le sonríe cuando él le dice que se venga a sentar y se fija que cerca de su oreja izquierda tiene unas cuantas canas.

Se sienta con él, y mientras mira la televisión, se deja perder en sus pensamientos. Le ha entregado su cuerpo aun cuando todo lo que sabe de él es lo más básico de la vida, dejándose llevar por sus sentimientos de infancia. Desea con todo su corazón que no haya sido un error y que él no se aleje una vez que obtuvo todo lo que la mayoría de los hombres busca.

Es un hombre enigmático, le queda claro. El día anterior habían conversado sobre muchas cosas, varias sin sentido y muy superficiales. Nada personal. Lo que se le contaría a cualquier extraño. Y aunque quiso abordar el tema que más le intrigaba, no pudo hacerlo. Quería saber todo de él, quería abrir su cofre de los secretos, pero supuso que para ello debía ser constante y esperar. No tenían ni una semana de haberse encontrado. Ahora si lo piensa mejor, se siente fatal.

—¿Pasa algo? Te quedaste muy callada.

Sakura sale de su sueño.

—No, no es nada. ¿Te gustó? —pregunta, señalando la comida.

—Está deliciosa, como todo lo que haces.

Se sonroja y carraspea, no puede disimular lo mucho que le gusta.

—Gracias.

Sasuke se acomoda mejor.

—¿Hay algo que quieras hacer hoy?

Sakura le dice que no tiene nada especial en mente que, si quiere y puede, que la sorprenda.

Sasuke la invita a los lugares típicos y no se queja. La lleva por el parque, le compra un helado, ve a las parejas mimosas que están en las bancas y se pregunta cuánto tiempo llevarán juntos. Es cómodo estar con Sasuke, pero siente que llegaron corriendo hasta su situación, y así como rápido llega algo rápido se va. Decide no pensarlo, cuando él le invita una magdalena de una jovencita que pasó. Cuando saca su cartera, ve de reojo que tiene la fotografía de una mujer pelirroja.

—¿Quién es? —pregunta y se arrepiente.

Lo dice por mera curiosidad, sin reclamos o exigencias. Sintió un escalofrío en su espalda y recuerda algo que no había pensado antes; en la posibilidad de que Sasuke fuera casado.

—Es Karin…

Él toma la foto con cuidado, pero sin reflejar nada en su cansado rostro. Le da tiempo para que decida si quiere expresar lo que siente o sólo se reserve esa información. No quiere ser insistente, pero le cuesta callárselo, desea oír que es una hermana o algo parecido.

—…mi esposa.

Es una revelación esperada, también, y le duele. Apunto está de levantarse cuando Sasuke se adelanta.

—Falleció hace siete años.

Siete años, como el tiempo que llevaba sin ser bombero. No se alegra ni un poco de que no fuera lo que había pensado, pero se alivia de no lastimar a nadie.

—¿Tiene algo que ver con que dejarás la estación?

—Sí, de hecho, es la razón principal por la que renuncié. Ella y yo… no tenemos la mejor historia de amor, pero la quería— empieza, entre pausas.

Sakura pone una mano en su hombro, apoyándolo, demostrándole que está ahí para escuchar.

—La conocía desde que éramos niños y se volvió inseparable a mí. Junto con otros dos chicos, su compañía me era cómoda y nos teníamos confianza. Crecimos juntos y jamás dejó de decirle a todo el mundo que yo era su héroe, porque le había salvado la vida.

Se detiene por un momento, buscando las palabras. Sakura se siente identificada con ella.

—Yo… le pedí que se casara conmigo diez años después del día en que nos conocimos, porque me contó que ese era su sueño y la quise hacer feliz. Nunca pude enamorarme de ella, pero sí la quería y pensé que era lo correcto. Sin embargo, no podía cumplir mis deberes de marido con ella, ya era suficientemente raro el besarla, tomarla se sentía como tener una relación incestuosa. Confundí el cariño que le tenía y cuando quise explicárselo… no lo entendió.

Sasuke entonces deja la foto de lado y la mira a ella.

—Que estúpido, ¿verdad?

Sakura niega.

—No creo que sea estúpido, la quisiste hacer feliz, pero ¿por qué? Suena como si te sacrificaras.

—Ella se tomó muchas atenciones conmigo e hizo muchos sacrificios por mí. Creí que se lo debía, que nunca encontraría a una mujer que diera tanto por mí como ella, todos pensaban igual…

—¿Qué pasó cuando le explicaste cómo te sentías?

Frunce la boca con la mirada perdida en el suelo. Sakura ya puede imaginárselo.

—Me dijo que se suicidaría si la dejaba. Sus palabras se me hicieron muy infantiles, así que me enojé y discutimos. Le grité que estaba obsesionada conmigo y se sintió como una revelación hasta para mí, porque nunca lo había pensado antes.

Pausa y Sakura no comenta nada.

—Desde que me hice bombero y antes que eso, cuando acompañaba a mi padre, que era guardabosques, terminé salvando a muchas personas porque ese quise que fuera mi deber. Muchos decidieron llamarme héroe y me apoyaban, incluso me admiraban. Tuve honor y gloria, y aunque no era mi objetivo, se sentía bien. Era el ejemplo de mamá y el orgullo de papá… Pero cuando Karin puso una soga en su cuello y escribió una carta diciendo que yo era la causa por la que se quitaba la vida, de repente me convertí en un monstruo. El periódico y las noticias locales se hicieron cargo de contárselo al que no lo supiera y yo, a quien siempre habían presentado como la persona que dedicaba su vida a salvar la de los demás, ahora era quien había dedicado su vida a hacer miserable la de su esposa.

Se gira hacia ella para tomar su rostro. Casi la había olvidado una vez.

—No hablemos de esto —dice, como si leyera su mente y supiera que estaba a punto de darle un discurso motivacional para superar el pasado. —Mejor salgamos de aquí.

Pasan el resto del día juntos, él la invita al cine y después a cenar. Cuando el domingo está a punto de acabar, la regresa a su casa y aunque le pide que se quede, le dice que es mejor marcharse o no podrán levantarse temprano para ir a trabajar. Sakura se desilusiona, aunque está de acuerdo.

El siguiente jueves llega, se ha esperado lo suficiente para esperar el correo y se ha puesto una falda bonita. Abre la puerta alegre cuando piensa que es él y está apunto de abalanzarse, cuando la cara sonriente de Naruto la frena.

—¡Hola, Sakura-chan!

Lo saluda con duda, suelta casi de manera agresiva su pregunta.

—¿Y Sasuke?

Naruto pone una mano en su barbilla y suelta un: ¡jum!

—O sí, el señor Uchiha. Renunció el lunes.

Sakura no se altera demasiado porque tampoco es el fin del mundo que ya no sea él quien le entregue su correo, mientras pueda seguirle hablando. Recibe los paquetes y despide a Naruto. Su quemadura pica tanto como sus manos por marcarle, pero la llamada no entra. Un mensaje la interrumpe, se truena los dedos, tampoco debe alarmarse. El numero fue dado de baja, nada más.

Espera a que la llame, a que le diga que le robaron el teléfono y que consiguió otro, que le diga que encontró un mejor trabajo donde le pagan más. Pero la llamada no llega, ni su visita, ni ninguna otra noticia. Le pregunta a Naruto por él y tampoco sabe nada. Llama a el servicio postal y tienen la misma información.

Sakura recuerda que hay decisiones en la vida que cuestan vidas. Y ahora no puede decidir si amar a Sasuke por ser su salvador, u odiarlo porque es un maldito aprovechado.


Día 4: Quemadura.


Gggg una semana después. Tuve mucho trabajo, bendito dios y esto es todo lo que pude avanzar. Como ya vamos a entrar a clases, pues espero que ya pueda seguir con mis actualizaciones diarias. Gracias por sus comentarios, en el próximo capítulo agradeceré como se debe, ahorita estoy corriendo porque se me hace tarde ggg. Trabajo fines de semana también, la maldita necesidad ;n;

~SM