Disclaimer: Todo lo que puedan reconocer aquí le pertenece a J.K. Rowling. El resto es mío, por eso los personajes pueden ser un poco OoC.
Aviso: Este fic participa en el concurso «mi pareja especial» celebrado por los Amortentia Awards y es un AU sin magia.
Variables asignadas: Primavera, aire, naranja, crisantemos y cámara.
Para Jairo, mi Cristiano Ronaldo personal.
Serendipia
Capítulo II.
«Lo inesperado es lo que te cambia la vida».
Anónimo.
—Así que tuviste una experiencia sexy con un jugador de futbol, ¿eh? —Ginny no pudo evitar reír a expensas de su amiga.
—¿De qué estás hablando? —renegó—. Yo no le llamaría experiencia sexy a un accidente tan bochornoso que, además de vergonzoso, fue sumamente incómodo.
—Pero dime, ¿quién fue el afortunado? —continuó la pelirroja con marcado interés, ignorando lo que Hermione acababa de decirle. Para ella aquel accidente bochornoso no era más que la mejor oportunidad para que su amiga pensara diferente sobre el mercado de especímenes masculinos que, según ella, tenía a su entera disposición.
—No creo que quieras saberlo en realidad.
—Oh, no, ¡pero qué demonios! ¿Estás bien?
—Gin, no pasó nada. Fue algo que pudo suceder con cualquiera.
—¿Y qué sentiste? —preguntó la pelirroja con más entusiasmo del que Hermione hubiera querido.
—¿A qué te refieres?
—Por favor, Hermione, ¿eres ciega? Que Draco Malfoy sea tu tonto exnovio no le quita lo sexy. Probablemente es el jugador más sexy de todo el equipo, bueno, si no estuviera en el mismo que Blaise Zabini que está todavía más bueno.
—En primer lugar, pensé que de verdad estabas preocupada por mí y en segundo lugar, ¿hablas del idiota al que le debo haber pasado por todo lo que te acabo de contar?
—Vamos, Hermione, no me vas a decir que no te divertiste con tu ex. Me has dicho hasta el cansancio que lo superaste y por ello no veo por qué, como la mujer adulta y madura que eres, no le puedas sacar partido a la situación y gozarlo un poco. Puedes seducirlo y luego agujerearle el corazón con el tacón puntilla de tus botas favoritas.
—¿Qué? —rio con ironía—. ¿Por qué razón consideraría siquiera la tontería que estás mencionando?
—Quizás porque no has parado de hablar del asunto durante los últimos treinta minutos —aseguró—. Si Malfoy te hubiera sido del todo indiferente esta vez ya no tendrías nada más que decir al respecto, pero te conozco, no lo olvides.
—¡Pero eso es porque tú no has hecho otra cosa que preguntarme más y más cosas sobre lo que pasó!
—Y tú no te has negado a darme información. Anda, admite que algo se removió dentro de ti y te dejaré en paz.
—¡Por supuesto que no! Y a propósito —la miró, ceñuda—. ¿No era que tú lo odiabas también?
—Solo por solidaridad, cariño. Lo odiaba porque tú lo odiabas, pero como ya no lo haces, entonces yo tampoco tengo por qué guardarle rencor.
Hermione puso los ojos en blanco.
—¿En serio no tienes nada más que decir de él? —insistió Ginny.
—Huele bien —contestó Hermione restando importancia a sus palabras—. Es lo único que diré a su favor.
—Bueno, eso es un inicio.
—Los futbolistas siguen sin gustarme, Gin, aunque te concederé que Draco parece haber mejorado con los años a pesar de haberme empapado y obligado a mentirle vilmente a mi padre en consecuencia —confesó y pareció pensativa por unos instantes—. Pero, para tu felicidad, conocí a uno que sí me pareció sumamente agradable.
—¿Conociste a otro futbolista que te cautivó? ¡Vaya!, estamos de suerte —exclamó Ginny con entusiasmo—. ¿De quién estamos hablando?
—Harry Potter.
Ginny sonrió. —Ah, sí, sé quién es, pero lamento decirte que Harry Potter es demasiado tierno para ti, cariño.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Hermione y por la expresión de su amiga supo la respuesta en seguida—. Dime que no es cierto.
—Solo fueron unos meses, y no fue nada formal. El chico es de los que quieren una relación romántica.
—¡Como la mayoría de la gente normal!
—Pero eso no va conmigo, lo sabes.
—Lo sé, y de cualquier forma, solo te dije que Harry Potter me cayó bien, no que me quiero casar con él.
—Como sea, lo único que quiero es que te diviertas un poco. Llevas años de celibato y ya es hora de que empieces a vivir —agregó Ginny revisando las puntas de su perfecto cabello rojo—. En fin, lo que me importa ahora mismo es que dijiste ya no odias a Malfoy y que huele bien, y eso es más de lo que teníamos antes.
—¿Qué estás tramando, Ginevra Weasley?
—Yo sería incapaz de conspirar en tu contra. Solo estaba pensando en una idea que acaba de rondarme la cabeza.
—No quiero saber lo que es.
—¡Pero esta es una oportunidad de oro!
—¿Sí? ¿Según quién?
—Según todo el mundo, Hermione. Perdóname, pero tú eres la única que se niega algo tan bueno por una trivialidad que, te confieso, ya empezaba a cansarme.
Hermione puso los ojos en blanco nuevamente.
—¿Y qué sugieres que haga, sapiencia suma de las relaciones humanas? —preguntó, tratando de que Ginny no asumiera aquello como una victoria.
—¿Qué tal una cita doble para empezar? Blaise y tu chico son mejores amigos.
—¿Y tú cómo sabes eso? —preguntó con una ceja levantada—. No me digas que el «caramelito» del que me hablaste antes es Blaise Zabini.
Ginny sonrió con malicia.
—Eres increíble, ¡en serio!
—Entonces, ¿qué dices?
—Primero necesito aclarar que Draco Malfoy no es mi chico —pronunció, todavía pensando en si lo que le estaba proponiendo Ginny era una buena o una mala idea—. Y segundo, si accedo a salir con ustedes y no funciona, me dejarás en paz de una vez por todas.
—Lo prometo —contestó la pelirroja poniendo una mano en su pecho.
—Bien.
—¿En serio? —Ginny no podía creerlo—. No pensé que fuera tan fácil.
—No hagas que cambie de opinión —dijo Hermione, siendo consciente de que no lo haría. Podía lidiar con Malfoy, habían pasado años desde que su intento de relación había finalizado. Ella lo había olvidado y por lo que había visto, él también.
¿Qué era lo peor que podía pasar?
—Entonces, ¿tu novia quiere que salgamos en una cita doble? —preguntó Draco mientras se colocaba las zapatillas deportivas para salir al campo—. ¿Por qué quiere que sea yo quien vaya con ustedes? No hemos cruzado más de dos palabras desde que nos conocemos y bien pudo pedírselo a uno de sus hermanos o incluso a Longbottom.
—Porque no queremos a sus hermanos arruinando el rato y porque eres el chico bonito del equipo, según ella —contestó Blaise mirando de reojo a Ron, Fred y George Weasley que parecían no haber escuchado la afirmación de Draco y su respuesta a esta—. Pero te aclaro que Ginny no es mi novia, solo pasamos el rato.
—¿Ella lo sabe?
Blaise hizo una mueca. —Fue ella quien hizo énfasis sobre eso en particular. No le gustan las etiquetas.
—Entonces estás enamorado y es ella quien no quiere hacerlo oficial —se burló—, pensé que no viviría para ver algo así.
—Cállate.
—Y, a propósito, ¿quién sería mi acompañante? Si se puede saber —preguntó, aunque ya creía tener idea de la respuesta que le daría Blaise y solo quería asegurarse.
—La mejor amiga de Ginny que acaba de llegar de Estados Unidos y que no es otra que la hija de Granger.
—¿Hermione Granger quiere salir conmigo?
—Eso parece, ¿tiene algo de malo?
—Claro que no —dijo atándose las agujetas. Blaise no conocía demasiados detalles del pasado de Draco porque él siempre había sido reservado con eso y por ello no tenía idea de que Hermione había sido su novia años atrás, aunque Ginny Weasley bien podía habérselo contado—, solo me parece raro que haya accedido a salir conmigo luego de lo que pasó en las duchas.
—Pues al parecer que causaste una buena impresión contra todo pronóstico.
—No lo creo, pero, de todas maneras, necesito asegurarme. No quiero pasar toda la noche con alguien que me odia.
—¿Por qué demonios te odiaría? Ni siquiera te conoce.
—Nunca se sabe. —Draco se encogió de hombros.
—¡Mierda! —exclamó Blaise, riendo—. Solo hablaste con ella una vez y ya te gusta, ¡wow! Pensé que no creías en el amor a primera vista. Me pregunto, ¿qué pensará Astoria del asunto?
—Deja de decir tonterías y no metas a Astoria en esto. —Draco se puso de pie, dispuesto a salir al entrenamiento.
—¿Por qué? ¿No te importa lo que tenga para decir al respecto?
—A diferencia de ti, yo no estoy atrapado en una relación por definir. Ella y yo sí estamos solo pasando el rato y eso no le da derecho a meter la nariz en mis asuntos.
—¿Aunque pregone que puede hacer contigo lo que quiera?
—¿Astoria ha hecho eso?
—No, pero tiene pinta de ser ese tipo de chica.
—Como sea, eso es algo que no te incumbe —escupió con frialdad.
—Ya entendí, no tienes por qué enojarte —contestó Blaise tratando de sonar conciliador.
—¿A qué hora dijiste que nos veríamos?
—A las siete paso por ti, cariño —dijo Blaise, guiñándole un ojo y ganándose una mirada envenenada de parte de su amigo.
—¿A qué hora quedaron de pasar por nosotros? —preguntó Hermione a Ginny que pintaba sus labios de rojo.
—Te ves más impaciente que yo y eso que eras quien no quería ir —se burló la pelirroja, mirándola a través del espejo.
—Odio la impuntualidad. Ya deberías saberlo.
—Todavía están a tiempo —contestó Ginny—. Quedan diez minutos para las siete, por si no has visto el enorme reloj colgado en la pared frente a ti.
Hermione levantó la vista y se encontró con el viejo artefacto casi sobre su cabeza cuyo tic toc resonaba cuando ambas se quedaban en silencio y se dijo a sí misma que estaba sobreactuando. Cuando Ginny le había propuesto salir con Blaise y Draco le había parecido algo de lo que no tenía que preocuparse porque no podía perder nada si las cosas salían mal, pero ahora, cuando solo faltaban unos minutos para que ambos chicos llegaran, una extraña sensación se había apoderado de su estómago, haciendo que pensara que dejarse instigar por su amiga había sido la peor de las ideas.
En el fondo sabía que lo que realmente estaba causando todo ese revuelo en su interior no era en sí tener una cita con Draco Malfoy, sino el hecho de que luego de esta, su opinión sobre él cambiara y que quizás encontrara que todavía quedaban cenizas del fuego que había quemado su corazón adolescente.
Qué tontería.
Por otra parte, también estaba el asunto de su padre. ¿Qué pensaría si se enterara de que iba a salir con uno de los chicos a los que entrenaba? No le había mentido sobre que se iba de fiesta, pero tampoco le había contado toda la verdad y aunque David nunca se había mostrado celoso cuando ella salía con un chico (aun cuando las veces en que eso había pasado podían contarse con los dedos de una sola mano), no tenía idea de qué tanta gracia le haría saber que justo había elegido al que, según sabia, era el goleador de su preciado equipo.
El claxon de un automóvil resonó, haciendo que Hermione volviera a la realidad y se echara un último vistazo en el espejo antes de salir. La noche no estaba particularmente fría, pero había decidido llevar una chaqueta por si las cosas se ponían complicadas y tenía que salir apurada por las calles solitarias y heladas de Londres.
—Hola, cariño. —Ginny toqueteó coquetamente los labios del chico moreno al volante antes de sentarse a su lado—. ¿Me extrañaste?
—Sabes que si —contestó él para luego volver sus ojos a Hermione—. ¿No me presentas a tu amiga?
—No te hagas, sé que la conoces muy bien y también sé que por tu culpa tuvo un encuentro mojado con tu amigo —señaló, guiándole un ojo a su amiga que quiso asesinarla al instante, aunque fue detenida por el comportamiento caballeroso de Draco que le abrió la puerta para que entrara al vehículo.
—Hola —le dijo una vez se sentó a su lado.
—Hola —contestó ella, cohibida—. Perdona que aún no te devuelva la camiseta, pero quería lavarla antes.
—No te preocupes, si quieres puedes quedártela, tengo muchas más como esa.
—No, en cuanto esté limpia te la devolveré.
Ginny, que había estado siguiendo el intercambio a través del retrovisor, sonrió con picardía. —Y luego de la controversia de la camiseta quisiera saber ¿a dónde van a llevarnos? —preguntó poniendo una mano en el hombro de Blaise para acariciarlo descaradamente.
—¿Qué tipo de diversión desean las princesas?
—Me parece que un lugar donde podamos bailar estará bien —propuso Ginny sin contar con la opinión de Hermione.
—Tus deseos son órdenes, hermosa —contestó Blaise pisando el acelerador.
Galactic era un club nocturno ubicado casi a las afueras de Londres. Los muebles de madera labrada le daban un toque elegante a un espacio que ya era bastante ostentoso de por sí. Hermione llevaba mucho tiempo sin ir a un lugar de este tipo, pues como Ginny decía, no le daba demasiada importancia a divertirse de esa manera por lo que se quedó contemplando el techo recargado y las luces que hacían que la piel de la gente, que bailaba dentro, cambiara de color y los hiciera parecer de otro mundo, aunque en realidad lo que trataba de hacer era dejar de curiosear al chico que iba a su lado y que esa noche lucía muy guapo a pesar de lo básico de su atuendo.
Llevaba una playera henley lisa de color blanco debajo de una chamarra negra, unos jeans deslavados y un par de botas que resaltaban bastante su atractivo físico, ese que Hermione ya no era capaz de pasar por alto, o mejor, ese que siempre había sabido que tenía y que ahora era aún más innegable.
—¿Te parece bien si nos sentamos aquí? —le dijo tomándola por sorpresa dado que colocó una de sus manos sobre su cintura y se acercó a hablarle al oído por lo alto de la música, consiguiendo que se sobresaltara y que los vellos de sus brazos se erizaran.
Maldito cuerpo traicionero. ¿No era que ya no causaba nada en ella?
—Si, por mi está bien, aunque no sé qué opinen los demás —respondió Hermione sintiendo cómo la mano de Draco se afianzaba en la parte baja de su espalda sin llegar a ser un toque vulgar o reprochable, pero lo suficientemente cercano para que una revolución se armara en su estómago. Otra vez.
—Creo que no les interesa dónde nos sentemos —señaló Draco, mostrándole el espectáculo de besuqueo que habían empezado a dar Blaise y Ginny.
—Eso parece —contestó ella, poniendo los ojos en blanco. Si así iba a ser todo, la noche se tornaría bastante larga.
Draco eligió para todos una mesa ubicada en el segundo piso del lugar donde él y Hermione tomaron asiento mientras Blaise y Ginny se dirigieron directamente a la pista de baile donde empezaron a contonearse atrevidamente pasando totalmente desapercibidos, pues todo el mundo estaba metido en sus propios asuntos. Hermione trató de concentrarse en cualquier cosa que la distrajera, pero fue casi imposible, pues la música, el humo y el perfume de su acompañante no le permitieron pensar en nada más que en el momento presente y en la ansiedad que le producía su primera cita (forzada) en mucho tiempo.
—¿Qué te gustaría tomar? —preguntó Draco de pronto, acercándose a ella para no tener que alzar demasiado la voz. Hermione volvió su rostro a él quedando a centímetros de sus ojos grises y de su sonrisa que asomó de inmediato al notar la manera como ella era tomada por sorpresa.
—Un Cosmopolitan estará bien —dijo sintiéndose acorralada entre la pared y el rostro y la galantería de Draco.
—Buena elección —apuntó él, alejándose para buscar a uno de los chicos encargados de traer las bebidas, quien de inmediato tomó el pedido—. Un Manhattan y un Cosmopolitan, por favor.
Después de que el chico se retiró a traer sus tragos, ambos permanecieron en silencio mientras ella inconscientemente empezó a tararear la canción que acababa de comenzar a sonar, a pesar de que no era el tipo de música que le gustaba escuchar. Draco por su parte, no pudo evitar volver a sonreír ante el gesto de Hermione que le sugirió que estaba nerviosa o incómoda y quien al caer en cuenta de lo que estaba haciendo también rio.
—La canción es un asco, pero demasiado pegajosa —dijo como respuesta al ver que él no dejaba de mirarla. De seguro quería intimidarla, pero ella no le daría el gusto. Podía lidiar con él, lo conocía bastante, al fin y al cabo.
O eso creía.
—Tienes razón —respondió él, al momento en que los cocteles de ambos hicieron aparición en la mesa.
Hermione le dio un trago al suyo, sintiendo como el sabor ácido y un poco dulzón del zumo de arándanos se combinaba con maestría con el licor que le calentaba la garganta a su paso. Draco también le dio un trago a su coctel, mientras esperaba a que ella volviera a hablar.
—No suelo visitar este tipo de sitios —comentó Hermione—. Soy más de lugares en donde puedes conversar sin que tus tímpanos estallen en el intento.
—También yo, pero ya estamos aquí, así que, ¿te gustaría bailar? —preguntó él, brindándole su mano. Tal vez sería apresurado porque acababan de llegar, pero bailar en muchos casos liberaba la tensión y eso era algo que se hacía necesario en ese momento, sobre todo porque él, aunque no lo demostrara, también estaba un poco nervioso por su encuentro con el pasado que parecía más vigente que nunca, pues volver a ver a Hermione Granger había repercutido en él mucho más de lo que había creído al principio.
—Seguro —contestó ella, tomando su mano y saliendo a la pista con él.
Draco Malfoy era bastante más alto que ella y su ropa despedía el mismo aroma agradable que la camiseta que todavía reposaba entre las pertenencias de Hermione, eso sin contar con que, como había imaginado, no solo se había vuelto más atractivo y alto, sino que además era un excelente bailarín. El asunto era demasiado cliché, pero parecía que la vida de futbolista había sido hecha a su medida y para su total disfrute.
Con razón Ginny se había juntado con uno, aunque no fuera nada formal, según ella.
—¿Puedo preguntarte algo? —dijo Draco, de repente, al oído de Hermione.
—Claro.
—Si no te gustan este tipo de sitios, ¿por qué accediste a venir?
Hermione no dudó en su respuesta. —Ginny es mi mejor amiga, pero también una maestra de la persuasión. Pocas son las personas capaces de darle un no por respuesta.
Draco sonrió. —Hay cosas que no cambian nunca. Ahora entiendo lo que pasa con Blaise. Lo tiene dominado.
Hermione correspondió la sonrisa. —Algo así.
Ambos siguieron balanceándose al ritmo de la música durante una canción más mientras hablaron de cosas triviales y otras un poco más importantes, y sin pensarlo o haberlo planeado siquiera, a pesar de que la música no incentivaba la conversación, empezaron a volver a conocerse como si jamás en la vida lo hubieran hecho o como si antes no hubiera sucedido nada entre ellos.
Y Hermione no le vio nada de malo a eso, y por eso le dijo que le había tomado cariño a las novelas policiacas luego de que le preguntó si tenía pasatiempos nuevos, y a su vez, él le dijo que había empezado a jugar fútbol profesionalmente poco después de que ella se fuera a Estados Unidos, y le recordó algo que ella ya sabía: que él, como muchos chicos de su edad, siempre había soñado con jugar en un mundial con la selección de su país.
Ambos sonrieron más de lo que lo habían hecho en mucho tiempo, incluso más de lo que lo hicieron durante su relación porque ahora eran dos personas maduras y no los niños que habían jugado a enamorarse.
Cuando sintieron que ya era tiempo de descansar tomaron asiento nuevamente, bebieron sus tragos, pidieron unos nuevos, volvieron al bailar e ignoraron totalmente que Ginny y Blaise se habían perdido quizás para tener sexo en alguno de los servicios sanitarios o en cualquier otro rincón oscuro del lugar (porque ambos disfrutaban de ese tipo de aventuras) y Hermione se dio cuenta de que no había sido tan mala idea salir con su ex después de todo.
Sin embargo, no pudo evitar preguntarse si la situación era producto de los tragos o de verdad podía fiarse del niño malcriado y arrogante que la había hecho de menos cuando tenía quince años y que ahora parecía otro.
—¡Cariño! ¿Por qué no me dijiste que saldrías hoy? —Una voz empalagosa y femenina, seguida de unas manos que atraparon los hombros y el pecho de Draco hicieron aparición, consiguiendo que la burbuja en la que ambos se habían encerrado, se rompiera—. Me tienes muy abandonada y ya casi se me acaba el tiempo para los excesos.
Draco volteó para encontrarse con una chica de cabello castaño y ojos azules, cuyo vestido ceñido y brillante le sugirió a Hermione que debía ser una modelo.
«Típico de alguien del medio deportivo» pensó.
—Astoria… —pronunció él, al tiempo que la chica se colgó de su cuello y sin reparar en Hermione (o haciéndolo adrede) le plantó un beso en los labios al que él no supo cómo responder.
—¿Me extrañaste?
—Estoy con alguien —logró decir él, separando a la chica de su cuerpo y abriendo paso para que Hermione fuera incluida en el intercambio.
—Lo siento, dulzura. No te vi —se disculpó con Hermione, poniendo en sus labios una sonrisa que intentó ser amistosa.
—Hermione, ella es Astoria Greengrass —las relacionó.
—Hermione Granger —se presentó, tendiéndole la mano.
—¿Granger, como el entrenador de tu equipo? —preguntó Astoria ignorando a Draco y concentrándose en recorrer el rostro de Hermione y en tomar su mano.
—Soy su hija —contestó la chica con voz firme—. Mucho gusto.
—El gusto es mío —agregó la recién llegada apretando la mano que le habían brindado—. ¿Podrías prestarme a Draco un segundo?
—Claro —respondió Hermione dándoles privacidad.
Ambos, Astoria y Draco se alejaron de ella y hablaron durante unos minutos en los que Hermione volvió a ubicarse en su mesa tratando de encontrar a Ginny para poder marcharse. Lo que acababa de pasar había sido sumamente incómodo, principalmente porque estaba segura de que Draco ahora se quedaría con la que de seguro era su novia y la dejaría sola, además porque, aunque le costara aceptarlo, un sentimiento de enfado se había instalado en su pecho y para su desgracia se parecía bastante a los celos.
Unos que no tenía por qué sentir sobre alguien que no era nada suyo y que, además, apenas había vuelto a ver después de años de haber creído que lo había olvidado.
Se sentó erguida en su silla y desde allí echó un vistazo hacia la pista donde la gente bailaba encantada la canción que estaba de moda en el momento, mientras ella sentía que ya había tenido demasiado por esa noche. Había bebido unos tres cocteles y estaba segura de que ya estaban empezando a pasarle factura, y no porque se sintiera mareada (tampoco era tan débil), pero si porque la valentía para cantarle la tabla a cualquiera parecía empezar a recorrer sus venas.
Todavía bebía el último trago de su coctel cuando Draco (sin Astoria) volvió a la mesa y se sentó nuevamente en su lugar.
—Lamento lo que acaba de suceder. Astoria puede ser un poco imprudente a veces —se disculpó Draco y Hermione no supo por qué lo hacía. Si había una intrusa en la historia era ella y no la otra chica.
—Espero que tu novia no se haya molestado por haberte encontrado conmigo en este sitio —dijo y no le importó haber sonado demasiado hosca al pronunciar la palabra «novia».
Efecto Cosmopolitan a la orden.
Pero Draco pareció no notarlo o lo ignoró a propósito porque sonrió con diversión. —Astoria no es mi novia.
—Ah, entonces tu amiga con beneficios —propuso Hermione, pero sin esperar que él le respondiera.
—Digamos que es una larga historia que un día te contaré.
—No hay necesidad de que lo hagas. No me quedaré para eso —respondió ella con el mismo tono cortante de antes.
La magia que, inconscientemente los había rodeado, se había esfumado sin remedio.
—Y tú eras el que decía que tenía las cosas bien definidas con Astoria —se burló Blaise mientras ambos bebían agua en el tiempo de descanso del entrenamiento.
—Porque así es. Estamos pasando el rato, o lo estábamos haciendo, pues parece que se casará en algunos meses con una persona del medio. Supongo que es algo reciente y conveniente para su carrera.
—¿Y no estás triste por eso? —se burló Blaise y Draco lo fulminó con la mirada—. Solo digo que ya no tendrás a tu disposición a ese bombón.
—Deja de decir tonterías.
—Pero, ¿te acabas de enterar o ya lo sabias y seguiste dándole su despedida de soltera? —sugirió el moreno con picardía.
—Nada de eso, apenas me lo dijo anoche aunque de una manera bastante inapropiada, pues cuando apareció me plantó un beso delante de Hermione.
—Pues es una manera rara de decirte que ya no está interesada en ti.
—Ni que lo digas, solo me ha traído problemas últimamente.
—¿Tan grave fue la cosa? —preguntó el moreno, sentándose al lado de su amigo para soltar las agujetas de sus zapatillas deportivas y quitárselas—. Ginny no me ha dicho nada al respecto.
—Pues no creo que Hermione quiera volver a verme —contestó Draco, secando el sudor que recorría su rostro.
Blaise soltó una carcajada. —¡No puedo creerlo! —Draco lo miró, curioso—. ¡En serio te gusta la hija del entrenador!
—¿Por qué carajos no lo publicas en El Profeta? —lo riñó—. ¿Quieres que su padre me saque del equipo por pensar que me estoy tirando a su hija? Además, ¿a ti qué demonios te importa?
—Me ofendes, Draco, solo me preocupo por ti, aunque seas un antipático pedazo de mierda. Y para que veas que soy el mejor amigo que puedes tener le voy a decir a Ginny que nos ayude para mejorar las cosas luego del fiasco de cita que tuvieron.
Draco detuvo su labor para mirarlo. —¿Qué demonios quieres a cambio? Te conozco, Zabini, y no eres una hermana de la caridad precisamente.
—¡Qué poca fe me tienes! Solo quiero que estés bien —contestó Blaise levantándose para estirar sus brazos y bostezar—. Hoy en día no se puede ser un buen amigo sin que las personas lo malinterpreten.
—Deja el drama y dime más bien, ¿cómo se supone que vas a ayudarme?
—¿Qué tal una segunda cita, pero esta vez a solas? Bueno, y sin Astorias que arruinen el momento.
—Supongo que estaría bien si ella quisiera.
—¿Por qué no querría?
—Por qué la conozco —respondió Draco y se dio cuenta de que había dado más información de la necesaria.
—¡Wow, wow, wow! ¿Cómo está eso de que la conoces?
Draco volvió sus ojos a Blaise y vio la duda sembrada en ellos, lo que significaba que se tornaría más molesto que un grano en el culo si no le contaba lo que había sucedido.
A veces pensaba que, en una vida pasada, Blaise había debido ser una vieja chismosa porque en esta la única diferencia radicaba era que tenía un pene entre las piernas, y por ello tuvo que contarle que él y Hermione se habían conocido tiempo atrás y que habían tenido una relación que ella se había tomado más en serio que él y por la cual, sin intención por supuesto, le había roto el corazón al decirle que no estaba preparado para afrontar lo que fuera que tuvieran, haciendo que ella afianzara su decisión de irse a otro país (continente, en realidad).
—Vamos, hombre, ¿no estarás creyendo en serio que la chica salió huyendo por tu culpa, o sí?
—Sé que no, pero estoy seguro de que lo que pasó conmigo fue un buen aliciente para decidirse a marcharse.
—Pero, ¿por lo menos llegaste a sentir algo por ella?
—Me gustaba mucho en realidad, pero era un inmaduro y no tomé las cosas como ella quería, además, tampoco teníamos algo tan serio a mi manera de verlo, teníamos unos quince para entonces.
—Corrección, ellas son las que deciden qué tan serias son las cosas, no nosotros. Que no se te olvide.
—Lo dice alguien a quien van a dejar en la friendzone si no hace algo pronto.
Blaise le puso una mano en un hombro. —Pues creo que ya seremos dos en ese horrendo lugar.
Ginny era una chica muy observadora y se había dado cuenta de que Hermione no era sincera del todo cuando le decía que ya se había olvidado por completo de Draco, pues lo había notado en la manera como ella le había sonreído durante toda la noche (cuando pensaba que nadie la miraba) y mucho más por cómo había reaccionado ante la presencia de Astoria Greengrass, de quien le había hablado con algo de enfado y celos mal disimulados.
Aquello, sumado a la reacción de Draco, a quien solo le había bastado una salida, unos cuantos tragos y algunas canciones bailables para mostrarse nuevamente interesado en ella, le revelaba que efectivamente esa era la oportunidad de oro de la que le había hablado a Hermione y ella, por el bien de su amiga, a quien quería como una hermana, no la iba a desaprovechar, mucho menos ahora que contaba con la ayuda de Blaise a quien le iba divinamente el papel de celestino.
Habían hablado previamente y, como no podía, o no conseguía ocultarle nada, le había revelado que su mejor amigo estaba interesado en Hermione (porque tal vez nunca la había olvidado, o eso esperaba Ginny) y que también le había contado que fue su novio en la adolescencia, por lo que entre ambos idearon un plan para juntarlos, ella porque estaba verdaderamente interesada en eso y él por seguirle la corriente, pues Ginny era totalmente consciente de que Blaise chorreaba la baba por sus huesos y haría lo que le pidiera aunque también se notaba el aprecio que le tenía a su amigo.
—¿Y si los dejamos encerrados en la oficina del papá de Hermione? Lo del camerino funcionó divinamente —propuso Blaise.
Ginny, con su perfecta uña pintada de rojo, rascó inconscientemente su labio de una manera que resultó bastante provocativa para el moreno. —No, no creo que eso funcione dos veces. ¿Qué tal si mejor le ponemos una cita a cada uno en Diagon Alley y dejamos que la magia del lugar actúe por sí sola?
—Suena bien, pero creo que mi idea es mejor que la tuya, preciosa —respondió Blaise con pose de pensador.
—Sí y la reciclaremos para una próxima ocasión porque te aseguro que esos dos necesitan bastante ayuda.
—¿Y cómo sugieres que logremos que se junten? Draco no es idiota y por lo que sé, tu amiga tampoco lo es, aunque no sé si deba ponerlo en duda, al fin y al cabo, se metió con él.
Ginny le golpeó el hombro. —Ahórrate las opiniones y déjamelo todo a mí. Voy a organizar todo para que sea una velada romántica, tu solo encárgate de que Draco se presente —ordenó y de inmediato le dio enviar al mensaje de texto que ya había escrito para Hermione.
Te veo en Diagon Alley para cenar. Hay algo muy importante que necesito decirte.
Ginny.
Hermione leyó el mensaje y justo después empezó a masajear sus suenes tratando de disipar un poco la jaqueca que tenía ese día que no era precisamente producto de los tragos que había bebido la noche anterior sino de las revelaciones posteriores a esta.
La cita que había tenido con Draco le había mostrado información peligrosa sobre sí misma que deseaba ignorar y ahora que sabía que, muy en el fondo, todavía le afectaba su presencia, estaba segura de que necesitaba mantenerse a metros de él, a pesar de que fuera técnicamente imposible si trabajaba con su padre y el equipo. Era una suerte que sus funciones fueran de oficina porque si tuviera que mezclarse con los chicos, las cosas podían complicarse un poco más de lo que ya lo estaban.
Cogió sus cosas del escritorio de su padre y se dispuso a marcharse a su casa para quizás poder dormir un poco antes de prepararse para lo que fuera que Ginny tuviera la intención de contarle. Por lo mucho que la conocía, estaba segura de que tendría que ver con un chico y por como estaban las cosas era seguro que el susodicho no sería otro que Blaise Zabini.
Y el tiempo como siempre voló y llegó la hora de presentarse en el restaurante. Diagon Alley se veía igual de colorido y animado que siempre cuando Hermione llegó, aunque de noche lucía todavía más impresionante, pues en el techo, donde se había pintado un cielo despejado, pequeñas luces titilaban semejando a las estrellas del firmamento.
Se quedó contemplándolas un rato más mientras preguntó al encargado por la mesa reservada a nombre de Ginny Weasley a la que este la condujo de inmediato mientras ella, distraída con la ubicación por colores de las mesas (en la que extrañamente no se había fijado antes), no se percató de que quien la esperaba era una persona muy diferente a la que pensaba que encontraría.
Allí, sentado con una copa de vino blanco en las manos, Draco Malfoy sonrió al ver la cara de espanto que puso cuando por fin se percató de lo que estaba sucediendo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Hermione con algo de molestia.
—Vine a ver a Blaise —contestó Draco bebiendo un poco de su copa—. Pero por lo visto no vendrá. ¿Y tú?
—Nada, en realidad, ya me iba.
—¡Espera! —Se apresuró a decir Draco—. Ya que estás aquí, ¿por qué no te quedas a cenar?
—No tengo hambre.
—¿Vienes a un restaurante a la hora de la cena y no piensas comer? —preguntó con diversión—. ¿No será más bien que te pone nerviosa estar cerca de mí? —sugirió descaradamente y como si la actitud de Hermione le hubiera dado luces de que podía bromear con ella o coquetear, que era lo que al parecer estaba haciendo.
—¿Yo, nerviosa por estar cerca de ti? ¡Por favor! no te des tanta importancia, Malfoy —respondió Hermione—. Solo tengo cosas más importantes qué hacer.
—Que quedarte a charlar conmigo, lo entiendo —sonrió y Hermione se sintió más irritada aún.
—Me quedaré solo porque repentinamente se me abrió el apetito —rectificó, tomando asiento. Podía manejarlo. Si él se comportaba como el idiota que solía ser, sería muy fácil mandarlo a la mierda.
Draco rio. —Bien, ¿qué vas a querer para la cena? —le pregunto, tendiéndole la carta que tenía en su poder.
Hermione estudió el menú y luego de que ambos ordenaran, un prolongado silencio se apoderó de la mesa que ocupaban no porque no hubiera nada qué decir sino porque desde la última vez que habían hablado las cosas se habían enfriado bastante, volviendo al punto de inicio dejado años atrás.
Era el momento perfecto para Draco.
—Lo siento —pronunció y Hermione no pudo evitar mirarlo.
—¿Disculpa? —preguntó, dejando a medio camino los cubiertos que había tomado para comer.
—Por lo que pasó antes.
—Ya te dije que no importa. —Cortó un trozo de carne de su plato, el cual dispuso a llevarse a la boca.
—No hablo de Astoria, que por cierto no es mi novia y se va a casar pronto. Lo digo por lo que pasó entre nosotros antes.
Hermione no pudo tragar lo que había ingerido y casi se ahoga con la tos que le provocó la sorpresa.
—¿Estás bien? —Draco se apresuró a darle un poco de agua que ella rechazó mientras trató de estabilizarse sola.
—Estoy bien —dijo con un hilo de voz, y volviendo su mirada una vez más al chico que no había cambiado su postura.
—Imagino que te sorprendió lo que acabo de decirte, pero, aunque no lo creas, llevaba años queriendo que lo supieras.
Hermione bebió un poco de vino y sintió que le quemaba la garganta lastimada por la tos. Era una testaruda por no haber aceptado el agua que le había ofrecido Draco y al parecer, tampoco sus disculpas.
—¿Y qué te hace pensar que quiero oírlo ahora? —preguntó hoscamente, estabilizándose por completo y recuperando su postura regia.
—No lo sé, pero necesitaba decirlo. Sobre todo, ahora que apareciste de nuevo y yo…
—¿Y tú qué? ¿Te sientes culpable por haberle roto el corazón a una niña tonta? Deja de sufrir, esa niña maduró y te superó al final.
—¿Estás segura de eso? —preguntó, muy seguro de sí mismo—. Porque creo que debajo de esa hostilidad hay algo que no quieres aceptar —la retó sintiendo que de lo contrario la conversación no avanzaría y ella se iría como antes.
—¿Y eso es?
—Que todavía sientes algo por mí.
—Ja, no seas ridículo. ¿A penas hablamos una vez y ya crees que me conoces? Ya no soy la misma de antes.
—Tampoco yo, pero lo que si tenemos en común es lo que sentimos. —Se levantó para sentarse en la silla al lado de Hermione que se tensó de inmediato por su osadía.
—¿Qué? No sabes lo que dices.
—¿No te gustaría volver a intentarlo?
—¡Claro que no! No creo que hayas cambiado en absoluto y lo de Astoria solo es una muestra de eso. No quiero pasar dos veces por lo mismo.
—Si me dejas mostrarte, verás que todo es diferente. —Draco nunca pensó poder sonar como si suplicara, pero se había dado cuenta de que ella de verdad le importaba y no quería dejar pasar la segunda oportunidad que la vida le había dado cuando ni siquiera la había buscado.
—No me interesa lo que tengas para mostrar —contestó ella, tratando de fingirse serena cuando las emociones en su pecho iban a mil por hora—. No te voy a dar la oportunidad de volver a hacerme sufrir.
Draco comprendió que, por ese instante, había perdido la pelea y que tenía que dejar de insistir y concentrarse en el partido que tendría lugar tres días después para luego poder jugársela toda por el premio mayor. —Bien, lo entiendo, pero quiero que sepas que no me voy a dar por vencido.
Se levantó, dejó la servilleta sobre la mesa y se dispuso a marcharse.
—El corazón de este idiota nunca dejó de latir por ti.
Hermione se mantuvo lejos del estadio los días siguientes a la declaración de Malfoy, pues no se sentía en la capacidad de volver a mirarlo a los ojos y menos aún de decirle alguna cosa por lo que tuvo que inventarle a su padre que tenía cosas que ver en la universidad a pesar de que sabía que necesitaría de su ayuda para muchas de las diligencias importantes porque la final del campeonato nacional estaba a puertas de realizarse.
Pero no sabía qué hacer y necesitaba pensar. Luego de que había descubierto que parte de sus sentimientos por Draco parecían jamás haber muerto se había asustado, y lo había hecho todavía más al entender lo que él le había declarado antes de la cena, a pesar de que, sin ser consciente de ello, era justo lo que había estado esperando.
Entonces, ¿qué le impedía darle una oportunidad? La respuesta era muy simple: ya no confiaba en él y cuando solo faltaban unas horas para el encuentro más importante de la temporada para él y para su padre, todavía se debatía entre acostarse y hundirse en la miseria del ¿qué podría haber sucedido si…? o tomar un taxi y la escarapela que su padre le había dado para que pudiera entrar a ver el partido en el lugar de los directivos.
Hermione no creía en los milagros, mucho menos en las coincidencias, pero la oportunidad de oro de la que Ginny le había hablado parecía más palpable de lo que ella había pensado, haciéndole creer por momentos que quizás volver a Londres en aquel instante había sido un plan del destino y que Malfoy le hubiera dicho justamente aquello que había deseado, pero a la vez no había esperado escuchar jamás, había sido casi cuestión de magia.
Debía hacerlo. Tenía que tomar un taxi y volar para alcanzar siquiera algo del segundo tiempo porque el primero estaba por terminar.
Si algo se sabe del fútbol es que los juegos finales paralizan ciudades enteras por la cantidad de fanáticos abarrotados fuera de los estadios y las carreteras llenas de automóviles y de cualquier otro medio de transporte que deambula sin reparos con gente pintada con los colores de la bandera y el escudo de su equipo predilecto mientras escucha el partido por la radio, a la expectativa del nombre del nuevo campeón para encender la celebración con una caravana.
Y como se había esperado, el taxi de Hermione permaneció bastante tiempo estancado en el tráfico, mientras ella no podía hacer otra cosa que morderse los labios cada vez que la voz del entusiasta Ludo Bagman resonaba en pequeño estéreo del vehículo de un hincha fiel de Hogwarts que portaba orgulloso el verde y rojo del equipo en su cara y que comentaba cosas sobre los jugadores y el cuerpo técnico, mientras ella no podía oír otra cosa que al narrador deportivo y a su comentarista, muriéndose de ganas por estar allí.
Maldita estupidez que la había hecho salir tarde y ahora la hacía sufrir el cobro de un penalti en contra del equipo de su padre.
—Se acomoda McNair y está atento Ron Weasley —narró el hombre—. ¡Es tuyo Ron, es tuyo! McNair patea y es gol Death Eaters ¡Gooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool! —cantó con su peculiar contención de la respiración para alargar el dramático final de un cobro al parecer perfecto—. El equipo de Tom Riddle ha anotado de pena máxima, señoras y señores, y la impotencia de Draco Malfoy, el capitán de Hogwarts no se hace esperar cuando apenas se tienen cuarenta y dos minutos de este primer tiempo, pero falta partido, profesor Barty, ¡falta mucha tela por cortar!
Hermione no pudo dejar de imaginar la frustración de Draco con lo que acababa de suceder y aunque se sintiera un poco ajena al asunto (por cómo habían quedado las cosas al último momento entre ellos), quiso estar allí para confortarlo de alguna forma.
Pero el juego siguió y en vaivenes constantes de la pelota llegó el desquite que también tuvo que escuchar en el taxi porque era peor y más peligroso ir caminando.
—Se prepara Harry Potter que va a tener que probar de qué está hecho, aunque tenemos que recordar que en los partidos anteriores tampoco fue titular y esta es su oportunidad para hacer gala de sus dotes futbolísticas —dijo el hombre y Hermione sonrió al escuchar el nombre del jugador entrante. No habían hecho amistad, tampoco se habían conocido demasiado, pero confiaba en que fuera la persona y el jugador excepcional que de alguna manera había imaginado—. David Granger necesita poner las cartas sobre la mesa y así como tiene que evitar que lleguen más goles a la portería de Hogwarts. ¡Necesita armadores y atacantes que conviertan goles!
«Y cuando el camino es largo hay desquite» pensó Hermione cuando escuchó, con el corazón a mil, lo que el narrador contó con detalles minutos después.
—Hay más de cincuenta millones de aficionados con el corazón en la cancha y puesto en los pies de Fred Weasley que ahora va a patear el tiro de esquina. Se prepara, espera el silbato, ¡el empate está aquí, lo puedo sentir en el aire! Weasley, el balón al centro, segundo palo y a la cabeza de Malfoy. ¡Gol de Hogwarts! ¡Gooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool de Hogwarts, señoras y señores! Lo había dicho, esto se veía venir. ¡Bravísimo por el capi!
—¡Si! —gritó emocionada, al tiempo que pudo divisar por fin el estadio y se bajó del taxi llena de la adrenalina producida por lo que acababa de suceder, aunque esta se fuera un poco al suelo cuando tuvo que pasar media hora intentando entrar allí porque la escarapela que le había dado su padre desafortunadamente se había quedado en el vehículo que ya no se veía por ningún lado.
—Al haberse producido un empate aun luego de los dos tiempos complementarios, se decidirán las cosas desde el punto penal, señor Bagman —dijo Barty Crouch, el comentarista del juego mientras su voz resonó en la cabina de medios donde estaba ubicado junto con su equipo técnico—. Ambos equipos preparan a sus pateadores y será Hogwarts quien inicie.
Como se había esperado si el ganador no aseguraba su título en los noventa minutos del encuentro, ahora habría definición desde el punto penal. Normalmente los equipos solían dar todo por el todo en los dos tiempos complementarios de quince minutos, pero, al haber sido ambos contendientes lo suficientemente merecedores del título por su esfuerzo, lo mejor era que se le dejara a la suerte.
—Le va a pegar Theodore Nott, un pateador experimentado en esto de los penales con una estadística de solo dos tiros fallidos en toda su carrera —comenzó Ludo Bagman mientras los aficionados contenían la respiración.
—Una estadística prometedora —respondió Crouch antes de que Ludo Bagman empezara a narrar el primer cobro.
—Se prepara Nott, pierna de derecha, le pega al centro y es gol de Hogwarts. ¡Gooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool de Hogwarts!
—Primera pena máxima bien cobrada —agregó Crouch y en cuestión de un momento el primer pateador del otro equipo se ubicó frente al portero contario.
—Ahora para contrarrestar patea McNair uno de los goleadores europeos de la actualidad. Acomoda la pelota, espera el silbato, le pega y es gol de Death Eaters. ¡Gooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool!
—Este muchacho difícilmente hubiera errado su tiro —comentó Crouch.
Todo parecía ir tan rápido que cuando Hermione por fin logró entrar (luego de que le pidieran por sexta vez la misma explicación) se enteró de que ese ya era el cuarto cobro el que se efectuaría desde el punto penal y que el empate continuaba. La gente estaba enloquecida entre hinchas de ambos equipos, algunos con el rojo y verde de Hogwarts, otros con el predominante negro de Death Eaters y el corazón puesto en el mismo lugar en donde ahora estaba el suyo, dividido entre su padre y su amor de la adolescencia.
Ojalá Ginny estuviera ahí con ella.
—Tres de tres —dijo Crouch mientras Hermione no consiguió saber a dónde dirigirse por las emociones confusas que la rondaban—. Una buena pateada al rincón en la que se evidencia la calidad y la maestría de parte de este jugador que no ha fallado hasta el momento ni un solo cobro desde el punto penal.
—y cuando siguen empatados viene Harry Potter —comentó Bagman y Hermione decidió quedarse de pie en el lugar por el que habían entrado ambos equipos, desde donde pudo divisar todo con claridad. No se sentía cómoda ni tampoco tranquila para sentarse en algún lugar de la tribuna.
—Un jugador joven y con una gran carrera por delante, profesor Bagman.
—Le va a pegar, toma distancia y patea, ¡que golazo! El arquero ni siquiera se movió, no pudo adivinar la trayectoria del balón, pero no hizo un mínimo de esfuerzo. ¡Gooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool de Hogwarts! Harry Potter de pena máxima.
El corazón de Hermione saltó de alegría igual que sus piernas, mientras una enorme sonrisa se ensanchó en su rostro. Ya faltaba poco para que el esfuerzo de su padre y el de los veintitrés chicos que vestían la camiseta rojo y verde de Hogwarts se viera recompensado.
—Y es el turno de Antonin Dolohov el mediocampista del equipo de Tom Riddle, un hombre bastante agresivo, profesor Bagman —comentó Crouch—. Recordemos que en ocasiones pasadas debió ser sancionado por comportamientos antideportivos que casi le cuestan su estadía en el fútbol.
—Vamos Rey Weasley, tápate uno —lo animó el narrador, antes de volverse nuevamente imparcia—. Viene Dolohov y patea y… ¡demasiado englobado! Ese balón debe estar llegando a la luna, señoras y señores —casi se le pudo escuchar reír, aunque la mayoría no le prestó atención por la emoción.
—Haber fallado ese penal le va a costar caro al equipo de Riddle, mucho más porque el capitán de Hogwarts también tiene un gran registro en cobros desde el punto penal, profesor Bagman.
—Se prepara Draco Malfoy el muchacho estrella de los pupilos del profesor Granger y uno de los delanteros de mayor táctica en nuestro fútbol.
—Otro muchacho con un fututo brillante, profesor Bagman. Si llega a meter este balón tendremos nuevo campeón del torneo aun cuando Death Eaters todavía tiene un tiro.
—Vamos, niño de oro, es tuyo ese balón, el balón te pertenece, ¡acarícialo y llévatelo a casa! —exclamó Bagman con demasiado dramatismo—. Se prepara Malfoy mientras el estadio entero contiene la respiración. Acomoda el balón, le va a pegar, pierna izquierda, riflazo de primera y es gol. ¡Gooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool de Hogwarts! —Hermione escuchó casi llorar al narrador mientras cantaba el gol más largo que había escuchado jamás, el cual había conseguido emocionarla como ningún otro—. El título por varias temporadas esquivo ha vuelto a casa gracias a la pierna izquierda de Draco Malfoy y ¡que no me esperen en la casa, profesor Crouch!
En ese instante el estadio entero estalló en vítores mientras los integrantes del equipo del padre de Hermione, tanto titulares como suplentes corrieron a abrazarse unos a otros riendo, llorando, agradeciendo al cielo y celebrando como debían el merecido triunfo. Hermione se debatió entre ir a buscar a su padre para felicitarlo o acercarse a Malfoy y decirle lo que había querido escuchar antes y, sin embargo, se quedó de pie en la gramilla verde por la que otros corrían contemplando con emoción todo lo que pasaba a su alrededor.
Este era el mundo al que siempre había rehuido, uno del que solo se había hecho partícipe a través de los triunfos de su padre, y uno que ahora valoraba mucho más porque aunque todavía tenía sus reservas, si todo salía como lo había pensado camino al estadio, estaría dentro de él más que como una simple espectadora, aún mucho más que como la hija del entrenador del nuevo campeón del fútbol inglés, pues sería parte de él desde dentro, desde el corazón del capitán, del niño de oro del equipo, el hombre que acababa de sellar con broche de oro la actuación de todo el equipo.
Hermione no supo en qué momento sucedió, pero cuando estaba más distraída en sus pensamientos y la copa se paseaba por el campo de la mano de los campeones, los ojos de Draco estuvieron mirándola de cerca unos segundos antes de que, con su consentimiento silencioso, sus manos le tomaran el rostro suavemente y sus labios se posaran sobre los de ella dándole un beso con sabor a sudor y a triunfo y con algo más explícito en ellos: una disculpa merecida y un inesperado, pero maravilloso hallazgo.
Una serendipia.
Después de unos segundos, ambos chicos escucharon un carraspeo cercano que los hizo voltear a ver al emisor del mismo quien los miraba con curiosidad a través de su semblante serio. —¿Y esto cuando pasó? —preguntó David con cautela mientras Hermione se preparó para dar explicaciones.
—Verás, papá…
—Señor… —se adelantó Draco— quisiera pedir su permiso para salir con su hija.
David Granger pasó sus ojos del uno al otro, estudiándolos, antes de darles una mirada confusa. —Creí que era evidente que ya lo hacían —contestó con el mismo gesto serio de antes, pero sin mostrarse enfadado—. Sin embargo, hablaremos de eso en otro lugar.
Hermione enrojeció mientras se acercó a abrazar efusivamente a su padre, felicitándolo por el triunfo de su equipo y cuando este se retiró para buscar a su esposa, la atención de la chica volvió a centrarse en lo que acababa de suceder y en cómo debía enfrentarlo.
—Creo que no será tan difícil convencerlo de que puedo ser bueno para ti —dijo Draco y ella no pudo evitar sonreír.
—Hay alguien a quien tienes que convencer primero —contestó, mientras él redujo la distancia entre ambos poniéndole una mano en la cintura.
—Lo sé y trabajo en eso ahora mismo.
—Pues tienes que hacerlo mejor que esto —pronunció ella, sonando más coqueta de lo que lo había hecho jamás. Todo parecía ser cuestión de práctica y Ginny estaría orgullosa.
—No te preocupes, este es solo el comienzo —agregó Draco mientras entrelazó su mano libre con la de Hermione, atrapando nuevamente sus labios en un beso un poco más recatado que el de antes, en frente de miles de aficionados que todavía vitoreaban a quienes se habían ganado una nueva estrella en su escudo y en su historia. De inmediato, el flash de una cámara fotográfica se disparó muy cerca del rostro de la pareja y Hermione supo al instante que lo más posible era que ella y el niño de oro del equipo de su padre fueran la portada de alguna revista de chismes al día siguiente.
N/A: Bueno, casi muero tratando de terminar esto, pues no saben todo lo que me ha sucedido en cuestión de días (nada grave, pero si todo estresante) y creo que no pude dedicarle a esta historia el tiempo que quería para que tuviera un final más elaborado o menos apresurado (perdón, pero solo se permitía un two-shot). No obstante, espero que les haya gustado porque deben saber que cuando subí el primer capítulo a este que acaban de leer solo le faltaba la última parte (hablo de 1k más o menos) y ya estaba prácticamente definido lo que pasaría (si, también lo de Astoria que jamás fue novia de Draco y que estaba pasando el rato con él. Por eso aclaré lo de las relaciones desde el principio y no quise que ella fuera una loca celosa o algo así, el personaje me cae muy bien para hacerlo lucir así. Lo único que tuve que cambiar fue el triángulo amoroso Draco/Hermione/Harry que iba a plantear, pero que no se me dio).
Por otra parte, no crean que lo de Hermione y Draco fue grave, solo fueron novios de adolescentes y ella se lo tomó más en serio que él, por eso no fue difícil superarlo y volver a darse una oportunidad (habla la voz de la experiencia XD). En fin, quiero agradecer especialmente a mi esposo por haberme ayudado con los detalles relacionados con el fútbol (a mí me gusta, pero el que lo practica sabe mucho más), a los narradores y comentaristas deportivos de mi país (en quienes me inspiré para Ludo Bagman y Barty Crouch) y por supuesto a todas las personas que me dejaron su comentario, siguieron la historia o le dieron favorito en el capítulo anterior (y a las que lo harán). Espero no haberlos decepcionado y que si les parece voten por mi en los Amortentia Awards.
Gracias por leer.
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